La formación educativa de los profesionales de las ciencias de la salud se caracteriza por ser dinámica en la búsqueda por mejorar de forma continua sus procesos educativos. Esta acción provoca que sus actores principales (profesor-estudiante) busquen continuamente resolver con precaución la incertidumbre de sus acciones (enseñanza-aprendizaje); sin embargo, la pandemia provocó un movimiento inmediato hacia la adopción de diversas actividades educativas.
Las prácticas pedagógicas reflejan perspectivas teóricas y creencias que las personas tienen sobre la educación. Esto es importante, porque influye en casi todas las decisiones del proceso educativo. El aprendizaje situado considera que el aprendizaje está íntimamente ligado al contexto, porque ocurre a través de la participación y el compromiso activo en las actividades de la comunidad [1]. El conocimiento adquirido a través de la experiencia de participar en actividades reales y simuladas se denomina aprendizaje experiencial. Este tipo de aprendizaje se fundamenta en generalizar una experiencia después de conceptualizarla desde la práctica reflexiva para la toma de decisiones. La experiencia es útil para la mejora de conocimientos, habilidades y actitudes [2]. El aprendizaje experiencial requiere el involucramiento de los profesionales de las ciencias de la salud en una interacción directa con el fenómeno que se está estudiando y no sólo una contemplación distante, como ha sucedido durante la pandemia. Actualmente, las organizaciones forman parte de contextos globales altamente dinámicos que exigen a los equipos de profesionales de las ciencias de la salud trabajar de forma efectiva para subsistir y crecer, por lo que el aprendizaje experiencial incrementa la calidad y la felicidad de la vida laboral y personal, así como el clima organizacional y la productividad [3,4].
La formación de los profesionales de las ciencias de la salud para la atención de pacientes permite la participación activa de los estudiantes (pregrado y posgrado) en ambientes educativos generalmente desconocidos para ellos. El aprendizaje transformador aumenta la oportunidad de exponerse a experiencias de aprendizaje que son potencialmente transformadoras en su vida personal y profesional, logrando que el estudiante reconozca la complejidad del mundo en el que vivimos y así cuestione lo que creemos [5,6].
Las experiencias transformadoras ponen en práctica el aprendizaje situado y el aprendizaje experiencial, porque los estudiantes participan activamente en el proceso [7]. La pandemia generó nuevos retos en el proceso educativo y se tomaron diversas decisiones, desde lo experimental hasta lo didáctico. Esto abrió la posibilidad de desarrollar nuevas prácticas pedagógicas en las que tanto profesores como estudiantes se transformaron de inicialmente observar la posibilidad de incorporar nuevas prácticas educativas a posteriormente ser partícipes de la incorporación de las innovaciones educativas.
La pandemia, en la mayoría de los casos, se ha visto para el proceso educativo como una situación únicamente negativa; sin embargo, el aprendizaje transformador nos invita a reflexionar sobre nuestras prácticas pedagógicas actuales y, de forma dinámica, a seguir abriéndonos paso ante la gran incertidumbre del proceso educativo.