INTRODUCCIÓN
En diversas contribuciones en forma de artículos y comunicaciones presentadas en congresos junto a diferentes colaboradores, uno de los autores de este artículo ha tratado las biografías de mujeres, tanto españolas como extranjeras, que han marcado hitos trascendentes en las distintas áreas del conocimiento y que sin embargo son prácticamente desconocidas por la sociedad a causa de la escasa información y documentación que se posee sobre ellas, dada la casi nula importancia que generalmente se le ha dado al reconocimiento de la mujer antes del siglo actual1,2.
Por lo que se refiere a las mujeres farmacéuticas españolas pioneras de la profesión, no son muchos los documentos existentes en la bibliografía sobre ellas. Uno de los más relevantes es un libro de Consuelo Flecha García3, en el que la autora nos muestra una relación bastante completa sobre este particular.
Además de ese libro, pueden encontrarse en la literatura otras relaciones de mujeres adelantadas de la Farmacia en España. Así, una de ellas, muy completa aunque parcial, al tratarse solo de aquellas que estudiaron en los primeros tiempos de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Granada, se debe a Carmen Martín, Guillermina López y María Dolores Cabezas4 quienes, en un espléndido trabajo, facilitan los nombres y apellidos, lugar de nacimiento, número de expediente personal en la universidad, curso y fecha de finalización de los estudios de las mujeres que estudiaron Farmacia en Granada entre 1850 y 1950. Entre ellas aparece precisamente el nombre de Rosario Valdés Menéndez, nacida en Spelterville (Estados Unidos) en 1922, licenciada en Farmacia por la Universidad de Granada en el curso 1944-45, casada con un compañero de su promoción, Francisco, ya fallecida en 2009, y madre de uno de los autores de este trabajo.
La Facultad de Farmacia de la Universidad de Santiago de Compostela fue creada en 1857 como consecuencia de una Ley de Instrucción Pública que dotaba a esa Universidad de la cuarta Facultad de Farmacia en España, tras las de las universidades de Madrid, Barcelona y Granada. Por lo que respecta a las primeras mujeres farmacéuticas egresadas de esta Facultad, pueden verse los nombres de algunas de ellas en la Tesis Doctoral de Xoana Pintos5, entre los que aparece el de Manuela Barreiro, también citada por Flecha, como primera mujer matriculada en la Universidad de Santiago de Compostela (1896) y primera licenciada en Farmacia (1901).
MÉTODOS
Son muy escasas las biografías existentes en la literatura sobre Gertrudis Martínez Otero. Hemos aportado, a las ya existentes, algunos aspectos biográficos de los que estas carecían, obtenidos por medio de conversaciones particulares con vecinos actuales del pueblo de Sanlúcar de Barrameda y, sobre todo, con una de sus biógrafas, María Dolores Rodríguez Doblas, quien nos ha facilitado nuevos datos de Gertrudis procedentes de sus últimas investigaciones.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
Gertrudis Martínez Otero nació el 9 de octubre de 1878, en la calle de las monjas de Regina de Sanlúcar de Barrameda, en la provincia de Cádiz. Su familia valoraba muchísimo los estudios, por lo que ella fue educada con el objetivo de que pudiera salir de casa y estudiar, aprender un oficio y vivir con independencia, al igual que se hizo con todos sus hermanos.
Antes de acceder a la Universidad, sus padres matricularon a Gertrudis, o Tula, tal como se la conocía familiarmente, en 1886, contando 8 años, en el Instituto Provincial de Jerez (actualmente I.E.S. «Padre Luis Coloma»), primer y único instituto de la provincia de Cádiz por aquel entonces. No obstante, Gertrudis realizó sus estudios en su propia ciudad, en el Colegio de San Francisco Javier, adscrito a dicho Instituto y ubicado en la calle de la Bolsa 31, en el que se impartía tanto la primera como la segunda enseñanza. A ese colegio asistían alumnos externos, mediopensionistas e internos, y los exámenes se realizaban tanto en Sanlúcar como en Jerez por profesores de ambos centros.
Parece ser que fue el motivo económico una de las causas que condicionó a sus padres a elegir precisamente ese centro (que era gratuito), pero también influyó el hecho de que ellos conocían a gran parte del profesorado (su abuelo y su padre habían sido profesores del mismo), lo cual les garantizaba un seguimiento particular y le evitaba a ella especialmente cualquier discriminación por razones de su sexo, tan imperantes en la sociedad de la época. Al respecto de esto, es conveniente indicar que, antes de 1880, las mujeres tenían terminantemente prohibido recibir una educación, quedando relegadas por lo general al ámbito de lo doméstico, salvo algunas, muy pocas, que ingresaban en las escuelas de normales para maestras. Fue a partir de esta fecha cuando las niñas pudieron matricularse en la enseñanza superior, aunque no entraran en las aulas hasta que la Real Orden de Alfonso XIII permitiera su incorporación en los institutos el 8 de marzo de 19106.
De esta forma, con brillantísimas calificaciones entre 1886 y 1891 en todas las asignaturas (solo sacó un notable en Aritmética y Álgebra), Gertrudis (Figura 1) obtuvo el grado de Bachiller el 2 de julio de 1891 a los 13 años de edad con la máxima nota, superando también dos años del idioma francés, y convirtiéndose de esa forma en la primera mujer que finalizaba el Bachillerato en el instituto provincial, a pesar de que, como apunta Rodríguez Doblas:
«[…] antes que ella habían llegado al instituto otras niñas provenientes de colegios laicos de distintas localidades gaditanas, Arcos, Medina Sidonia, Puerto Real, algunas de Ceuta…, «y también de Jerez, aunque fueron pocas, unas 13 o 14 niñas»6.
Por razones no especialmente conocidas, ya que no constan antecedentes previos ni familiares ni del entorno, Gertrudis se sintió atraída por los estudios farmacéuticos7 por lo que, tras finalizar sus estudios en el Colegio San Francisco Javier, se matriculó con trece años primero de manera efímera y en régimen de enseñanza privada en la Universidad de Cádiz y después en la de Granada, en la que, tras realizar dos ejercicios finales, obtuvo el grado de Licenciada en Farmacia en 1896 con la máxima calificación.
Por aportar más datos a lo anterior, su expediente académico en la Facultad de Farmacia fue el 00261/020, mientras que el de su Grado en la Licenciatura de Farmacia fue el 00583/0954). A mayor abundamiento, desde 1950, primer centenario de la Facultad de Farmacia de Granada, Gertrudis figura en la Galería de ex-alumnos distinguidos del Centro con el número XII apareciendo su imagen y un pequeño currículum que resalta su excelente trayectoria.
De vuelta a su ciudad tras finalizar sus estudios y su estancia en Granada, Gertrudis consiguió de las autoridades el permiso para abrir su botica en Sanlúcar de Barrameda en la calle Colón.
El local de la farmacia era muy similar al de los demás comercios de la zona: largo y estrecho, propio de los comercios de las calles sanluqueñas. Constaba de un despacho a la entrada, con una gran mesa central y estanterías en los laterales. Un corredor llevaba al almacén, al hueco de escalera de acceso al piso superior, al depósito y desembocaba al final en la sala de consultas (véase Figura 2).
El laboratorio de la botica contaba con cincuenta aparatos, y sus anaqueles sostenían más de quinientas drogas para la preparación de los medicamentos.
La botica de Gertrudis convivía con las escasas existentes de la ciudad, si bien cerca de ella, haciendo esquina entre la calle Ancha y la de Muleros, había otra. Para más detalles, en 1883 las farmacias de Sanlúcar se repartían en tres ejes para doce mil habitantes: Santo Domingo-Ancha-San Juan; San Roque-Bretones; y el Barrio Alto por la calle de San Agustín, que contenía tres muy cercanas. Los colegas de Gertrudis eran todos varones, la mayoría no sanluqueños, con títulos expedidos en Cádiz, Granada y Madrid y ninguno con notas superiores a las que ella había conseguido en su licenciatura7.
En 1904, quince años después de la apertura de la botica, Gertrudis la trasladó a la calle San Agustín 7, tras haber adquirido el local. Este nuevo emplazamiento era más amplio que el de la calle Colón, y contaba con dos reboticas7.
Casualmente, en la otra acera de la calle San Agustín vivían los nietos de Fernando Mergelina, uno de los grandes empresarios vinateros de la ciudad, ya fallecido por aquel entonces. En 1910, con 32 años, Gertrudis se casó con uno de ellos, Roberto Witte Mergelina que contaba 60, quien había heredado la casa. Esto hizo que Gertrudis dejara de ejercer la profesión por bastante tiempo, aunque no del todo pues, en 1932, tras un guiño parece ser que con la docencia, asumió la Regencia de una Farmacia en la calle San Juan, propiedad de Asunción López Uceda, viuda del licenciado Manuel Amores Rebollo.
Roberto falleció tres años más tarde y Gertrudis fue declarada única heredera, volviendo a regentar farmacias. La segunda regencia, tras la primera ya comentada de la viuda de Amores, fue la de la viuda de Alfonseca, también en Sanlúcar, mientras que la tercera y última fue en 1940, en la farmacia de la viuda de López Brenes en Lebrija (Sevilla). Es curioso que las tres farmacias que regentara fueran de tres viudas de licenciados.
En todas las farmacias en las que estuvo, Gertrudis disponía y usaba todos los útiles necesarios para el desarrollo de su profesión: alambiques de cobre estañeado, refrigerante baño de maría y diafragma, alargaderas de vidrio, alcohómetro centesimal, areómetro de Baumé, termómetro centígrado, mortero de bronce, de vidrio, de porcelana, y de mármol, barreños, báscula para un kilo y granatario, colección de pesas y medidas, etc. Santiago Pérez7 da una relación completa de estos utensilios, algunos de los cuales pueden verse en la Figura 3.
A los ochenta y seis años Gertrudis murió el 2 de marzo de 1965 en la misma calle en la que nació. Además de inteligente, era una mujer alta, morena y tenía una gran distinción. Siempre fue muy generosa en su vida, especialmente con las personas de su familia, como lo demuestra el hecho de que criara a su hermano menor, Luis, que había quedado huérfano muy tempranamente, como a un verdadero hijo, pagándole sus estudios universitarios7. De esta forma, Luis pudo seguir la tradición familiar de estudios dándole a su hijo varón la carrera de Medicina y a su hija Herminia la de Derecho y la de Filología Inglesa.
Como homenaje póstumo a la figura de Gertrudis, aunque muy alejado en el tiempo, la Junta Directiva del actual I.E.S. Padre Luis Coloma de Jerez de la Frontera organizó un acto para rotular con su nombre el anteriormente denominado «Patio de los Naranjos» del centro, en honor de quien fuera la primera mujer licenciada en Farmacia de toda Andalucía, y la primera alumna que cursó estudios completos en dicho centro (Figura 4).
Esta iniciativa, tal y como comentó el Director del centro en su discurso, se tomó para «reivindicar el papel de las mujeres en la historia de Andalucía y sobre todo un reconocimiento a todas las mujeres que han estudiado aquí».
Como añadido a la inauguración del patio, los alumnos del centro eligieron ocho mujeres de la historia para dedicarles los ocho bancos existentes en el mismo. Derivado de esta iniciativa, en cada banco ha quedado escrita una frase significativa de ellas (Figura 5), que se complementó con una actuación teatralizada protagonizada por alumnos y profesores del instituto.
En dicho acto, con el fin de contextualizar la figura de Gertrudis y antes de descubrir el azulejo conmemorativo, la profesora emérita del instituto María Dolores Rodríguez Doblas realizó una pequeña semblanza de ella resaltando:
«[…] el valor que tuvo de venir a estudiar Bachillerato a un instituto creado sólo para hombres. Entró con 8 años en 1881, y finalizó sus estudios con 13, en 1886»6.
También explicó que en aquel tiempo, y antes de que permitieran a las mujeres matricularse en estos centros, el 8 de marzo de 1910, su presencia en las aulas:
«[…] era complicada», aunque siempre finalizaban «con buenas notas». Gertrudis, como otras muchas mujeres, era hija de profesores, principales valedores de su inclusión paulatina, de ahí que en la década comprendida entre 1880 y 1890 fueron muchas chicas llegasen a Jerez «procedentes de colegios laicos de La Línea, Medina o El Puerto».
Puede obtenerse mayor información al respecto de este acto de homenaje póstumo a Gertrudis en las crónicas de Pereira8 y Glos 9 en El Diario de Jerez y La Voz del Sur, de 31 de mayo y 2 de junio de 2018, respectivamente.
CONCLUSIONES
No hay duda de la discriminación que ha sufrido la mujer a lo largo de los tiempos en todos los aspectos de la vida y muy especialmente en el que nos ocupa en este artículo, el de la educación y más concretamente, en el de la educación universitaria.
Por centrarnos únicamente en España, la primera noticia del interés de la mujer por los estudios superiores fue del 2 de septiembre de 187110, cuando M.ª Elena Masseras Ribera consiguió un permiso especial del Rey Amadeo de Saboya para realizar estudios de segunda enseñanza y poder continuar después en la Universidad. Por su parte, M.ª Dolores Aleu Riera fue la primera mujer que realizó el examen de grado para obtener una Licenciatura, en Medicina, en 1882, seguida en el mismo año por Martina Castells Ballespí y la ya citada M.ª Elena Masseras Ribera, todas por la Universidad de Barcelona. En 1886 obtuvo la Licenciatura en dicha Universidad Dolores Llorent Casanovas, el 26 de junio de 1886 y, dos días después, la quinta mujer licenciada en Medicina, M.ª Luisa Domingo García, natural de Palencia, hizo lo propio en la Universidad de Valladolid.
Por estas razones, creemos que la irrupción de todas estas mujeres y de otras que las siguieron, Gertrudis Martínez Otero entre ellas, marca un antes y un después en los avances sobre la consideración que las autoridades académicas y políticas podían tener hacia el papel que podrían desarrollar las mujeres si se les permitía el acceso a estos estudios. No obstante, no es menos cierto que en nuestro país este acceso no se ha conseguido en plenitud hasta hace relativamente muy pocos años, menos de un siglo.
De ahí que a todas esas mujeres haya de reconocérseles, no solo el mérito que se les debe por sus logros universitarios conseguidos, sino fundamentalmente y sobre todo, por su carácter de pioneras en las diferentes disciplinas, abriendo con ello la ruta por la que actualmente pueden circular, ya sin excesivos problemas, todas las mujeres que lo merezcan solo por sus aptitudes y habilidades, sin ser nunca más discriminadas por razones únicamente de género.