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Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría

On-line version ISSN 2340-2733Print version ISSN 0211-5735

Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq.  n.90 Madrid Apr./Jun. 2004

 

ARTÍCULO ORIGINAL

 

Breve historia del psicoanálisis en Rusia

A short account of psychoanalysis in Russia

 

 

Francisco Balbuena Rivera 1, Antonio Sánchez-Barranco Ruiz 2

1 Psicólogo Departamento de Psicología (Universidad de Huelva)
2 Psiquiatra y psicólogo Departamento de Psicología Experimental (Universidad de Sevilla)

Dirección para correspondencia

 

 


RESUMEN

En este trabajo abordamos los orígenes y el desarrollo del psicoanálisis en Rusia, en lo que las cuestiones políticas fueron muy influyentes, como fue el caso de la Revolución de 1917 y la dictadura de Stalin, cuyo mandato sumió al país en un colapso socio-institucional hasta que la Perestroika rompió con el régimen autocrático imperante, facilitando el advenimiento de un nuevo orden social, gracias a lo que en Rusia se reabrieron las puertas al psicoanálisis y a otras influencias culturales y científicas de Occidente.

Palabras clave: Psicoanálisis ruso, Freud, Serbski, Osípov, Vyrúbov, Wulff, Eitingon, Ermákov, Schmidt, Luria, Zálkind, Spielrein, Rosenthal, Andreas-Salomé.


SUMMARY

In this work we look at the origins and the development of psychoanalysis in Russia. Political events such as 1917 Revolution or Stalin´s dictatorship that left Russia in a social-institutional collapse played a crucial role. With the Perestroika uprising a new social order was created, allowing the practice of psychoanalysis and opening the door to other cultural and scientific Western influences.

Key words: Russian Psychoanalysis, Freud, Serbski, Osipov, Vyrúbov, Wulff, Eitingon, Ermákov, Schmidt, Luria, Zálkind, Spielrein, Rosenthal, Andreas-Salomé.


 

La psiquiatría en Rusia antes de la llegada del psicoanálisis: Sabler, Balinski, Kórsakov, Ganusjin y Serbski

Antes de que el psicoanálisis se difundiera por el territorio ruso, lo que se inició a partir de 1908 al publicarse algunos trabajos de orientación freudiana en dos revistas médicas especializadas (1), los profesionales de la psiquiatría guiaban su praxis a tenor de lo que se hacía en Alemania y en Francia, al primero de cuyos países en tiempos de Pedro el Grande (1682-1725) se había trasladado un grupo de estudiantes y licenciados universitarios invitados por el gobierno zarista con el objetivo de me jorar su formación y para que posteriormente influyeran en los profesionales ya en ejercicio (2). En todo caso, hubo que esperar hasta la mitad del siglo XVIII para que se publicaran trabajos psiquiátricos genuinamente rusos, así como para que se abrieran los primeros centros para enajenados mentales en Novgórod, Moscú y San Petersburgo, a los que se conocían popularmente como casas amarillas, dado el color de la pintura de sus fachadas, entonces la más barata del mercado, bajo cuyo techo convivían pacientes afectos de muy diferentes cuadros clínicos, que etiológicamente solía atribuirse a lo que entonces se denominaba degeneración moral (1).

En todo caso, la psiquiatría rusa no adquirió autonomía como especialidad médica hasta 1845, gracias a V. F. Sabler, que en 1828 había sido designado máximo responsable del Preobrazhensky, un hospital para enfermos mentales fundado en Moscú en 1808, al que seguiría la apertura de otros centros de salud mental, como el de una clínica psiquiátrica en 1867 (algunos refieren 1861) en San Petersburgo, por iniciativa de I. Balinski (1827-1902), otro gran artífice del desarrollo de la psiquiatría en Rusia, que también ayudó a crear en 1862 la Asociación Médica para la Insania (3), de la que en 1880 surgiría la primera Asociación Psiquiátrica Rusa (2). Todo ello se vio facilitado por las reformas emprendidas por el zar Alejandro II (1818-1881).

Otro hito reseñable es la decisión en 1887 de V. A. Morozova de financiar la construcción e infraestructura de la que más tarde sería la Clínica Universitaria de Moscú, para así honrar el recuerdo de su esposo fallecido. Como director se designó a I. I. Kozhévnikov (1836-1902), aunque quien realmente ejerció como tal fue el eminente Serguéi Serguéievich Kórsakov (1854-1900), que desde 1892 fue profesor de la Universidad de Moscú (4), quien, partiendo del abordaje humanístico del francés Philippe Pinel (1745-1826), eliminó los gruesos barrotes de las ventanas del hospital, impidiendo también el confinamiento de los enfermos en salas de aislamiento, las cuales desde entonces sólo se usaron para experimentación animal.

Tras la muerte de Kórsakov surgieron dos grupos opuestos en la comunidad psiquiátrica rusa, uno liderado por Pyotr Ganusjin (1857-1933) (1), que se inclinaba por las corrientes nosologistas germanas (5), fundamentalmente por la clasificación de las enfermedades mentales al modo kraepeliano, y otro encabezado por Vladímir Petróvich Serbski (1858-1917), que mostraba las influencias del vienés Theodor Meynert (1833-1892), con quien se había formado, defendiendo una reforma radical de la nosografía psiquiátrica al uso, lo que facilitó que bajo su magisterio figuraran dos de los primeros freudianos rusos, I. D. Ermákov (1875-1942) y N. I. Osípov (1877-1934) (6). Un ejemplo de esta apertura fue la inauguración de un nuevo sanatorio mental, que desde inicios de 1910 se anunciaba regularmente en la revista Psiquiatría moderna, donde como alternativa a la psiquiatría tradicional se usaba la terapia freudiana. Esta clínica estuvo ubicada en Kryukovo, localidad cercana a Moscú, estando bajo la dirección de un tal Khúrshchev, figurando como personal de su plantilla médica Kannábij, Zálkind y Vyrúbov (7), que ejercieron allí al menos hasta la toma del poder por parte de los bolcheviques, ofreciendo tratamiento preferencial a los médicos, escritores y parientes de Chéjov, que al parecer había tenido algo que ver en la apertura de esta institución (7).

 

Primeros pasos del psicoanálisis en Rusia: Aparición de artículos en revistas psiquiátricas de prestigio y traducción de las primeras obras de Freud

Como primer germen de la posterior presencia del psicoanálisis en Rusia ha de estimarse la conferencia que el médico militar Pevnitsky impartió el 13 de marzo de 1908 en San Petersburgo (8), donde aludía al éxito terapéutico alcanzado en seis pacientes, cuyos traumas infantiles fueron recuperados y tratados con el método persuasivo-sugestivo de Paul Dubois (1848-1918). Por entonces, el público ruso culto tuvo acceso a la primera traducción en lengua extranjera de La interpretación de los sueños de Freud (1900), la cual fue accesible a través del suplemento nº 5 de Vestnik Psikhologii, Criminal"noj Antropologii i Gipnotizma (9). Así mismo en 1909 iniciaba su trayectoria editorial la Zhurnal nevropatologii i psikhiatrii im. S. S. Kórsakov (8,10) y en 1910 la Sovremennaia psikhiatriia, revistas psiquiátricas cuyos contenidos pronto se tornarían exclusivamente psicoanalíticos, destacando como trabajos publicados en la primera de ellas los elaborados por Osípov y Vyrúbov, uno de los cuales giraba en torno a la concepción freudiana del trastorno mental, siendo otros El método psicoanalítico de Freud y su significación terapéutica y Génesis y tratamiento de la neurosis de angustia con un método combinado de análisis hipnótico (1). Conviene también recordar un trabajo de revisión escrito por Kannábij, donde refería la evolución de las ideas psiquiátricas del siglo XIX, resaltando la labor crucial que el saber psicoanalítico estaba ejerciendo. De la segunda revista citada hay que destacar un artículo de Fel´tsman donde defendía las tesis de Dubois, soslayando la etiología sexual de los desórdenes conductuales y abogando por una intervención reeducativa centrada en modificar algunos contenidos conscientes de los enfermos, juzgando así innecesario el hallazgo de los presuntos contenidos inconscientes que pudieran gobernar la conducta. Sirva también como otro ejemplo esclarecedor de la aparición del psicoanálisis en Rusia el trabajo editado en la última de las revistas reseñadas, titulado Impresiones de la clínica de Zúrich (1909), cuya autoría recae en Berg, quien apostaba por un futuro prometedor para el psicoanálisis.

A tales publicaciones se unirá en febrero de 1910 Psikhoterapiia, una revista fundada por Osípov, Wulff y Vyrúbov, cuya labor difusora resultó corta, al ser suspendida su aparición por razones económicas en 1917, aunque algunos datan su cierre en 1914, situando en treinta números, seis por año, la totalidad de los volúmenes publicados, si bien los tres últimos, al coincidir con el estallido de la Primera Guerra mundial, quedaron sin ver la luz. Encabezando su dirección estaban los citados Vyrúbov y Osípov, figurando como otros miembros de su consejo editorial Asatiani, Bershtein y Kannábij, a los que en 1912 se unirán Likhnitsky y Fel´tsman, que formaron en 1913 un grupo internacional compuesto por 17 profesionales, entre los que se incluían Adler y Stekel en Viena, Asnáurov en Génova, Assagioli en Florencia y Eppelbaum en Zúrich (1).

La crisis política de 1911 acarreará la expulsión de la Universidad Imperial de los principales adeptos al psicoanálisis, lo que paradójicamente abocará en una cierta purificación de la práctica analítica, acercándose algo más al genuino freudismo. En esta época la creación del Círculo Psiquiátrico de Moscú propiciará que profesionales ajenos a la medicina se acerquen al psicoanálisis, como así sucedió con varios psicólogos, pedagogos, filósofos y críticos literarios. Después de la Primera Guerra mundial y el inicio de la guerra civil rusa, el psicoanálisis mostrará un giro peculiar, ya que un número importante de psiquiatras progresistas atribuirá a la obra freudiana el poder de instrumento crítico contra las costumbres burguesas y la fuente adecuada para crear una psicología materialista y científica, con total abandono de las ilusiones dadas por las religiones, lo que era acorde con las ambiciones libertarias de algunos políticos de entonces, como Trotski (1879-1940), que en 1923 le envió a Pávlov una misiva defendiendo la inclusión del saber psicoanalítico en una psicología materialista, como caso particular de la doctrina de los reflejos condicionados, dada la renuncia del psicoanálisis a creer en la primacía del alma. Cuatro años después, durante un ciclo de conferencias acerca del socialismo y la cultura, aun inscribiendo el psicoanálisis en el campo del materialismo, Trotski justificará la necesidad de eliminar sus ingredientes sexuales, argumentando también que la experimentación pavloviana era de nivel superior a la conjetura freudiana, que no excluía, juzgando compatible el psicoanálisis con el marxismo. A ello pronto se opondrán argumentos completamente contrarios para derruir en la URSS el saber freudiano.

 

El papel pionero de Nicolái I. Osípov en la instauración del psicoanálisis en Rusia

Parece claro que el principal pionero del psicoanálisis en Rusia fue Nikolái Iegrafóvitch Osípov (1877-1934), vástago de una familia muy cultivada, que había iniciado sus estudios médicos en la Universidad de Moscú en 1897, de la que fue expulsado dos años después por su participación en una revuelta estudiantil. Tras su liberación prosiguió su carrera en varias ciudades de Alemania y Suiza, doctorándose en 1904 en Basilea bajo la dirección de Kaufmann con un tema histológico. En esta fecha retorna a Moscú y trabaja tanto en el campo de la histología como en el de la psiquiatría, adscribiéndose al Hospital Psiquiátrico Municipal, para unirse en 1906 a Vladímir Serbski, que dirigía la Clínica Psiquiátrica de la Universidad de Moscú (3), momento en que Osípov abandona definitivamente la histología, al juzgarla como un símbolo del materialismo y del nihilismo, encauzando sus pasos hacia la psiquiatría, cuya perspectiva filosófica y no estrictamente positivista le atraía.

El comienzo de la trayectoria profesional de Osípov tuvo lugar bajo la guía de Bazhénov (1857-1923), un psiquiatra masón que llegó a ser presidente de la Sociedad de Neuropatólogos y Psiquiatras rusos (7). Se integraría por entonces en el Hospital Psiquiátrico Preobrazhensky, puesto que abandonó en 1906 al ser designado asistente de Serbski en la Clínica de la Universidad de Moscú. Alentado por éste, Osípov enseña y practica la terapia freudiana en la referida clínica, apareciendo por entonces sus primeros trabajos psicoanalíticos en la Zhurnal nevropatologii i psikhiatrii, cuyos títulos fueron La psicología de los complejos y los experimentos de asociación de palabras de la escuela de Zúrich (1908), donde expone la psicología junguiana y la labor que se realizaba en el Hospital Mental de Burghölzli de Zúrich, y Trabajos recientes de la escuela freudiana (1909), exhaustiva revisión de 33 libros y artículos publicados en alemán y elaborados por Freud, Jung, Rank, Stekel y Abraham, entre otros, a lo que añadía una profunda reflexión personal respecto a la aplicación del psicoanálisis al estudio del arte, la literatura, la Historia de la cultura y la religión (7).

A finales de 1909 tuvo lugar la presentación de Osípov en la Sociedad de Neurólogos y Psiquiatras de la Universidad Imperial de Moscú del informe titulado La neurosis de angustia, donde expresaba la superioridad de la terapia psicoanalítica sobre la hipnosis, entonces muy en boga en Rusia y que él mismo había practicado, resaltando las dificultades del psicoanálisis para quienes comenzaban su formación, exponiendo finalmente sus propios resultados, tras lo que la audiencia reaccionó con bastante frialdad, especialmente G. I. Rossolino y L. S. Minor, dos de las figuras de la psiquiatría oficial rusa. De forma bien diferente, por parte de la citada sociedad, fueron acogidas las ideas neurológicas de Freud, dada la elección en octubre de 1908 como trabajo meritorio del premio Kozhevníkov el titulado El psicoanálisis de Freud y las enfermedades funcionales del sistema nervioso. Constreñir la extensa obra freudiana a los trabajos histológicos y clínico-neurológicos no encajaba en todo caso en las directrices de Nikolái Vyrúbov (1869-?), que en diciembre de 1909 impartía un curso de perfeccionamiento bajo el título Método psicoanalítico de exploración y terapia de las psiconeurosis, cuyos beneficiarios fueron los médicos que trabajaban en la sala central de acogida de enfermos mentales en Moscú.

El interés de Osípov por el psicoanálisis hará que visite a Freud en el estío de 1910, quien seis meses antes, en una misiva fechada el 2 de enero, informaba a Jung de la labor difusora que aquél llevaba a cabo en Rusia respecto del psicoanálisis, recogiendo también el deseo de Osípov de concursar al premio de la Academia de Moscú que se decidiría en marzo y cuyo tema giraba en torno al psicoanálisis (11). Después de tal visita, Osípov irá a Zúrich a ver a Eugen Bleuler (1857-1939) y a Carl Gustav Jung (1875-1961), al último de los cuales conocía por separatas y comunicaciones personales, como así le comentó a Freud en su respuesta a la carta anterior, fechada el 10 de enero de 1910.

En el encuentro con Freud, Osípov llevaba como objetivo prioritario el obtener su autorización para traducir las Cinco conferencias sobre psicoanálisis, ensayo que conoció tres ediciones sucesivas en Moscú desde 1911 a 1913, las cuales vieron la luz en la Biblioteca Psicoterapéutica, proyecto editorial iniciado por Osípov que perseguía dar a conocer la obra freudiana en lengua rusa, tarea en la que fue ayudado por Wulff y Vyrúbov. Antes de ello, en 1909, había publicado la traducción de otras obras de Freud, como Sobre el sueño, a la que siguieron las citadas Cinco conferencias, Psicopatología de la vida cotidiana y Tres ensayos de teoría sexual (1). Previamente también Vyrúbov y Fel´tsman habían editado algunos trabajos de Freud que alcanzaron gran popularidad, al ser objeto de serio debate por los rusos de origen germano, judíos o no, y por los emigrantes suizos (9). Del rumbo de tales acontecimientos, Freud informaba en su intercambio epistolar a Karl Abraham (1877-1925) y a Sàndor Ferenczi (1873-1933), a quienes confesaba su confianza en Osípov al juzgarlo un sujeto con ideas claras y un seguidor seriamente convencido (12,13).

Desde 1908 a 1911, año en que Osípov deja su puesto en la Clínica Psiquiátrica de la universidad de Moscú, adhiriéndose así a la dimisión de su director Serbsky, que había protestado al ministro de educación Kasso por las limitaciones que había impuesto a la autonomía docente (14,15). En esta época, Osípov ejercía su actividad en el Dispensario Psicoterapéutico adscrito a la referida clínica, donde dos tardes por semana se recibían pacientes externos, a la vez que se debatían cuestiones relativas a la psicoterapia psicoanalítica. Ocasionalmente también eran organizadas sesiones abiertas en torno a la técnica analítica, a las que acudían estudiantes y profesionales de la medicina, entre los que estaban Dovnya y Asitiani (7), o ajenos a la misma, como I. Il"in (1883-1954), profesor de filosofía legal en la universidad de Moscú, que sería paciente de Freud en 1914 (15).

Tras dejar la Clínica Universitaria, y bajo la dirección de Serbski, Osípov (que actuaba de secretario) y un grupo de médicos, de talante liberal y democrático, constituyeron en 1912 el llamado Círculo de los pequeños viernes, para diferenciarlo de los Seminarios de los grandes viernes realizados por la Sociedad de Neuropatología y Psiquiatría. Aquel grupo pasó luego a llamarse Sesiones del Círculo Psiquiátrico de Moscú, en las que se discutían aspectos teóricos y técnicos del psicoanálisis y se exponían sus resultados (9), asociación que sería el embrión de la primera Asociación Psicoanalítica de Moscú. Sus miembros, en todo caso, no terminaban de acoger con beneplácito el capítulo de la sexualidad infantil ni la determinación pulsional de las neurosis, desconfiando también de las construcciones metapsicológicas, tratando en todo caso de asimilar las concepciones freudianas a las peculiaridades culturales rusas, adoptando un compromiso más práctico que teórico, para lo que incluyeron de forma ecléctica aspectos directivos y pedagógicos en sus intervenciones, lo que sin duda facilitó durante algún tiempo la tolerancia del Estado soviético al psicoanálisis.

El 11 de octubre de 1912, en un encuentro de la Sociedad de Neuropatólogos y Psiquiatras de Moscú, Osípov presentó el trabajo Acerca de la risa compulsiva, cuya similitud con otro expuesto por Béjterev le dejó perplejo, si bien cada uno de ellos refería distintos factores causales y precipitantes en torno a tal conducta, ignorándose si para ello Osípov se basó en el trabajo que Adler presentó el 3 de febrero de 1909 ante la Asociación Psicoanalítica de Viena titulado Un caso de rubor compulsivo, que nunca fue publicado, aunque algunas de sus ideas fueron expresadas en el ensayo adleriano de 1909 Sobre la predisposición neurótica: una aportación a la etiología de las neurosis y el problema de su elección (16). En sintonía con su adscripción al psicoanálisis, ve la luz en Psikhoterapiia el trabajo Pensamientos y dudas acerca de un caso de psicopatía degenerativa (1912), mediante el que Osípov persigue evidenciar el papel importante que el saber psicoanalítico ejerce en los recientes debates suscitados en la psiquiatría europea, disciplina que considera de carácter cultural, a diferencia del resto de especialidades médicas, al servirse ésta de otros campos del saber para comprender y explicar la conducta humana sana y patológica.

La literatura rusa también ocupa un lugar destacado para Osípov, cuyo primer artículo acerca de ésta se titulaba La psicoterapia en los trabajos literarios de L. N. Tolstoi (1910), el cual era parte de un extenso ensayo proyectado titulado Tolstoi y la medicina.

La visión amplia que Osípov posee de la psiquiatría se evidencia también en su praxis clínica, de carácter humanista, fruto en parte de la influencia positiva de su mentor Serbski, quien afirmaba que la preocupación del médico no debía recaer en la enfermedad, sino en quien la padece, al juzgar que en cada uno de los seres humanos ésta se despliega de una forma singular. Tales premisas, próximas a planteamientos existencialistas y fenomenológicos, fueron expuestas más detalladamente por Osípov el 27 de octubre de 1913 en su conferencia Pansexualismo en la teoría freudiana (1), que impartió en la Sociedad Rusa de Neuropatólogos y Psiquiatras, abordando en ella su visión teórica y clínica de lo que denominaba alma enferma, concepto que usó para clasificar a los enfermos mentales en distintas categorías diagnósticas. Otros analistas rusos, sin embargo, desde 1910 pasaron a engrosar la recién creada Liga para el Psicoanálisis Libre (luego Asociación de Psicología Individual), epígrafe con que Alfred Adler (1870-1937) expresaba su profundo malestar por lo que juzgaba una falta de libertad y crítica en el círculo psicoanalítico vienés hacia las ideas divergentes con las de Freud. Contrariamente a esto, en nota editorial publicada en 1913 en Psikhoterapiia, sus responsables, de clara inclinación adleriana desde el inicio de tal publicación, manifestaban que continuarían editando trabajos de y acerca de Freud, al igual que harían con los elaborados por Adler o algunos de sus seguidores, como fue el caso de un artículo de Ioffe (1883-1927) (1), cuyo apoyo a Wilhelm Stekel (1868-1940), ya único responsable de la dirección de la Zentralblatt, se materializó en los diferentes acuerdos de estrecha colaboración que ambas revistas realizaron, cuyos últimos números de 1914 vieron la luz en el estío del año siguiente (17). Otro trabajo digno de citarse es el extenso artículo de Wulff publicado en Psiquiatría moderna, que vio la luz en marzo de 1914, donde se relataba el éxito terapéutico obtenido usando la técnica freudiana con un joven incapaz de disfrutar de su vida y de su sexualidad (7).

Tras la revolución de 1917, descontento con el sistema político emergente, de lo que es fiel reflejo el artículo tardío Revolución y sueños (1931), donde Osípov interpreta el régimen autocrático zarista y el posterior bolchevique desde una óptica psicoanalítica, asemejando la nación en estado de derecho con un sujeto en estado de vigilia y a un país bajo la revolución con un individuo en estado de sueño, juzgando al sueño y a la revolución como dos manifestaciones narcisistas de la naturaleza humana (6), Osípov se traslada desde Moscú al Sur de Rusia, desde donde en 1921 se exilia a Praga, pasando por Estambul. En Checoslovaquia fue bien acogido, ofreciéndosele el puesto de profesor en la Universidad de Masaryk en Brno (Brün), cargo que no aceptó, pretextando que no dominaba la lengua nativa e ignoraba las condiciones socioculturales del país, aceptando sin embargo la dirección de la Clínica Psiquiátrica de la Universidad Charles, donde dictó diversos cursos psicoanalíticos, formando un grupo con estudiantes y médicos rusos exiliados, a los que inició en el psicoanálisis y en la psiquiatría, antes de la llegada de Otto Fenichel (1897-1946) (6).

Osípov merece ser recordado también por haber sido uno de los que tuvo la iniciativa de colocar una placa conmemorativa en la casa de Freud en Príbor, lo que sucedió el 25 de octubre de 1931, acto al que no pudo acudir a causa de la dolencia que finalmente le llevaría a la muerte, una miocarditis, sin que pudiera dar fin a otro de sus proyectos, la redacción de un libro titulado Psicología de los neuróticos (7).

 

La influencia de Wulff, Eitingon y Ermákov: La Asociación Psicoanalítica de Moscú y la Asociación Psicoanalítica rusa

Los contactos con Osípov no fueron los únicos que existieron entre el primitivo círculo psicoanalítico vienés y los profesionales de la medicina o los legos rusos, pues es sabido que el 10 de noviembre de 1909 Abraham le sugería a Freud la posibilidad de remitir pacientes, ya directamente o por vía de otros, a Moshe Wulff (o Woolf) (1878-1971), un colega que se había doctorado en 1905 en la Universidad de Berlín con Theodor Ziehen (1862-1950).

Wulff era hijo de un comerciante alemán afincado en Odesa, cuyo interés por el psicoanálisis le había llevado a perder su puesto de trabajo en Berlín, teniendo que regresar a su ciudad natal. Tras la Primera Guerra Mundial se estableció en Moscú, donde abrió en una clínica psiquiátrica un departamento especializado en el abordaje de los enfermos mentales desde una perspectiva psicoanalítica (6). Años después, en 1927, al radicalizarse el régimen comunista soviético, se marcha a Berlín, en donde residió hasta 1933, fecha en que definitivamente emigra a Tel-Aviv (Palestina) (12,8). Un año después, en Jerusalén, junto a Max Eitingon (1881-1943) funda la primera Sociedad Psicoanalítica del futuro Estado de Israel, que luego se transformará en la Hachevra Hapsychoanalytic Be-Israel (HHBI). Al morir Eitingon, será Wulff el encargado de asumir la presidencia de la referida sociedad, labor que compagina con la formación de futuros analistas y la traducción al hebreo de los trabajos de Freud (6). Previamente a su exilio, había creado en Rusia, en 1921, junto a Ermákov y otros, la Asociación Psicoanalítica de Investigaciones sobre la Creación Artística, que contaba con siete miembros (6). El siguiente año se funda la Sociedad Psicoanalítica de Moscú, entre cuyos miembros estaban Blonski, Kannabij, Ermákov, Bernshtein, Wulff, Síderov, Gabrichevski Il´in, Schmidt (esposo de Vera Schmidt) y Uspenski. Organizada en tres secciones, de cuya dirección eran máximos responsables Ermákov, Wulff y Schmidt, se abordan en cada una de ellas cuestiones relativas al proceso creativo en el arte y la literatura, el análisis infantil y las aplicaciones del psicoanálisis al terreno pedagógico. Un año después es creado el Instituto Psicoanalítico del Estado, siendo absorbida la Asociación Psicoanalítica de Moscú por un grupo constituido en Kazán en marzo de 1922 por Alexandr Luria, integrado fundamentalmente por médicos, dos de los cuales eran los psiquiatras Fridman y Averbuj, el cual traducirá al ruso en 1923 el ensayo freudiano Psicología de las masas y análisis del yo.

Será de este grupo de Kazán del que brotará la Asociación Psicoanalítica Rusa, que también acogerá a los grupos de Kiev y Róstov, siendo aceptada por la API (6), cerrándose así el debate que dos años antes enfrentó a los miembros del Comité Secreto acerca de su reconocimiento oficial en el VII Congreso Psicoanalítico Internacional de Berlín. En efecto, mientras a Jones (1879-1958) no le gustaban los marxistas de Moscú, particularmente Vera Schmidt, apoyando así al grupo de Kazán, Freud sustentaba la opinión contraria y, Ferenczi, aunque beligerante frente al comunismo, dada la experiencia de la comuna de Budapest, se mantendría al margen.

Como máximos responsables de la Asociación Psicoanalítica Rusa, fueron elegidos Ermákov (1875-1942), O. Schmidt (1891-1956) y Luria (1902-1977), que ejercieron respectivamente de presidente, vicepresidente y secretario. Su número de miembros en 1925 era de treinta, al haberse incorporado los grupos de Kiev (del que formaba parte Zálkind), Odesa (donde se encontraban Wulff y Drosnes), y Róstov (del que provenía Sabina Spielrein).

La formación teórico-técnica de los futuros analistas reposaba principalmente en Ermákov, que impartía tanto cursos de introducción a la teoría y la terapia psicoanalíticas como aplicados, destacando los dedicados a la psicología de la creatividad artística, que centraba en la interpretación psicoanalítica de los trabajos literarios de Gogol y Griboédov. Por su parte, Wulff abordaba el binomio medicina y psicoanálisis, lo que aderezaba con una breve presentación de la teoría psicoanalítica, mientras Spielrein enfocaba su enseñanza a la psicología del pensamiento subliminal y el psicoanálisis del niño (1). Paralelamente a ello, bajo la dirección de Wulff, el Instituto Psicoanalítico del Estado abrió una clínica psiquiátrica para pacientes ambulatorios, donde junto a su labor asistencial eran formados clínicos, siendo sus dos primeros analistas didactas Averbuj y Fridman, por encima de quienes estaban Ermákov, Wulff y Spielrein.

Como trabajos reseñables de Wulff están El método de tratamiento psicoanalítico (1909) y Literatura psicoanalítica rusa hasta el año 1911, editado en el primer volumen de la Zentralblatt (1911-1912), donde examinaba los tempranos trabajos psicoanalíticos editados en Rusia, encauzando luego sus intereses clínicos al tratamiento de las fobias y el fetichismo.

 

Las primeras confrontaciones con la psicología institucional

Alrededor de 1910 distintos profesionales rusos, como Asatiani, Pevnitsky, Rosenthal y otros, viajan a Viena, Zúrich y Berlín, contactando personalmente con Freud, Jung y Adler, mientras, dentro de Rusia, algunas voces empiezan a atacar al psicoanálisis, cuya eficacia, eficiencia y efectividad cuestionan, tildándolo de parcial, oponiéndose también a la concepción freudiana del trastorno mental como fruto de traumas sexuales infantiles. Ese fue el caso de Vladímir M. Béjterev (1857-1927), afamado reflexólogo, que expresó tales aseveraciones durante el XI Congreso Pirógov celebrado en 1910 (9). Pareciendo ignorar esto, ese mismo año, en Psikhoterapiia eran publicados tres artículos de Osípov, el primero de los cuales consistía en un ensayo de dos partes donde se analizaba los aspectos esenciales de la teoría freudiana, mientras el segundo se apoyaba en las conferencias dadas por Freud en Norteamérica en 1909, incluyendo también una discusión acerca del trabajo reciente de Jung y Stekel. Por el contrario, el tercero, titulado La perspectiva idealista y la psicoterapia, conformaba una crítica desde la teoría freudiana al libro de A. I. Iarotsky El idealismo como un factor fisiológico, cuya tesis central gravitaba en torno al gran desfase que existía entre el avance científico y tecnológico de la ciencia y el tibio progreso de la psicoterapia, aún carente de adecuados modelos explicativos de la conducta normal y anormal. A ello se unía la fallida correspondencia que Iarotsky establecía entre grado de satisfacción religiosa y su homólogo de salud mental, a la que Osípov contraponía las premisas freudianas, al concebir la vida psíquica como el fruto de litigios pulsionales intra e interpsíquicos.

Un año después, las alabanzas y críticas al psicoanálisis se suceden, dividiendo a defensores y detractores, algunos de quienes aceptan las aportaciones de corte neurofisiológico de Freud, ideas que algunos radicalizarán al convertirse en firmes seguidores de Iván Petróvich Pávlov (1849-1936), cuyas premisas psicopatológicas de naturaleza mecanicista usarán para explicar las alteraciones conductuales (18). Otros, sin embargo, expresando objeciones al énfasis freudiano en la sexualidad como motor del desarrollo humano, viraban hacia la psicología adleriana, cuyos ingredientes sociales y políticos les resultaban más atractivos que los postulados freudianos (17).

Con tales posiciones enfrentadas, tiene lugar del 4 al 11 de septiembre de 1911 el primer Congreso de la Sociedad de Neuropatólogos y Psiquiatras rusos, del que tras votación emana una directiva integrada por Bazhénov como presidente, Vyrúbov como secretario y Osípov como uno de los ayudantes de este último, quienes simpatizaban con el psicoanálisis (7). Con ello, sin lugar a dudas, quedaba garantizada en mayor medida la supervivencia de las ideas psicoanalíticas, al formar éstas parte de una asociación médica más extensa, evitando el aislamiento, lo que a raíz de lo sucedido durante el II Congreso Internacional de Psicoanálisis celebrado en Núremberg (1910), del que tras una serie de conflictos y negociaciones se aprobó la creación de la Asociación Psicoanalítica Internacional (API), parecía dar la razón a quienes en Rusia escogieron tal solución. En todo caso, convencido del acierto de ello, aparecía en la Zhurnal nevropatologii un artículo de Osípov (1911) quien expresaba la ausencia de contradicción que existía entre el psicoanálisis y la tradición académica, para lo que recurría a Rickert, a partir del cual establecía una similitud entre el saber psicoanalítico y la teoría neokantiana, en el sentido de que el primero, al igual que la segunda, adquiría el conocimiento científico del mundo ayudándose de simplificaciones y estilizaciones de diferentes tipos, especulación filosófica que traslada a la teoría freudiana, juzgando como estilización de Freud la síntesis de la vida emocional a la esfera sexual (1).

Paralelamente a tal Historia interna cabe señalar otros factores externos que a nuestro juicio determinaron el rechazo del psicoanálisis en Rusia. Así, debe aludirse al clima antigermano (dada la presencia masiva de alemanes en la corte de los Románov, cuya arrogancia era interpretada como un signo evidente de desprecio hacia los eslavos y por ende hacia el pueblo ruso) y antisemita que invadía la sociedad rusa, al permitir ello comprender en mayor profundidad las dificultades internas y externas que el psicoanálisis debió sortear, dada la tentativa de distintos estamentos, incluida la corte del zar, de obtener rentabilidad política y respaldo social, habida cuenta de la frágil y delicada situación sociopolítica que Rusia atravesaba (19).

El ritmo imparable antisemita se extendió también hacia el psicoanálisis, en cuyo seno existían muchos judíos, actitud que se corrobora en La nueva revista para todo el mundo, muy leída por simpatizantes de izquierda, donde el psicoanálisis era severamente criticado, aunque algunos aspectos relacionados con él se aceptaban, como el uso de ciertas técnicas en el terreno criminológico (7), especialmente al analizar los testimonios de los delincuentes. En el teatro y otras artes, sin embargo, el psicoanálisis encontró gran aceptación, utilizándose algunas de sus premisas para la puesta en escena de diversas piezas y dramas teatrales.

Sea como fuere, haciendo oídos sordos, algunos como Leónid Drosnes (1869-?), psiquiatra de Odessa, que luego llegaría a ser miembro de la Asociación Psicoanalítica de Viena, desafiaban tal estado de opinión, informando personalmente a Freud el 2 de mayo de 1911 de la creación de la Asociación Psicoanalítica Rusa, fruto de la labor de Vyrúbov, Osípov y el mismo Drosnes (11), de lo que otros autores disienten, al no haber hallado evidencia veraz de ello, tesis que compartimos, inclinándonos por la versión líneas atrás señalada acerca de la creación de tal sociedad. Conviene también señalar que Drosnes remitió a Freud en enero de 1910 como paciente a Serguéi K. Pánkejev (1886-1979), conocido en la literatura psicoanalítica como el hombre de los lobos, cuyo padre, Konstantín, al parecer afecto de un trastorno bipolar, desempeñó un importante papel en las fantasías homosexuales y en la angustia de castración que su hijo padecía. Previamente a esto, en la primavera de 1908, procurando solventar las conflictivas de su hijo, Konstantín llevó a éste a Béjterev, que lo diagnosticó de neurastenia y lo sometió a hipnosis sin alcanzarse mejoría alguna (1,17). Quizás por ello y por el suicidio de una hija, Konstantín decidió proporcionar los fondos necesarios para crear en San Petersburgo un Instituto de Asesoramiento Clínico y Neurológico al que pudieran acudir quienes necesitaran ayuda psicoterapéutica (1).

 

La influencia femenina: Sabina Spielrein, Tatiana Rosenthal, Vera Schmidt y Lou Andreas-Salomé

Dos mujeres rusas, Sabina Spielrein (1885-1941) y Tatiana Rosenthal (18851921) se hacían de un lugar en el primitivo círculo psicoanalítico, al contribuir la primera con un excelente trabajo titulado La destrucción como causa del nacimiento, en donde exponía una elegante teoría de la represión y no, como tradicionalmente se ha sostenido las primeras ideas relativas a la pulsión de muerte (21). En cuanto a la segunda, influida por la emancipación femenina, el freudismo y el marxismo, se incorpora desde 1905 en la lucha a favor del movimiento obrero, viajando en 1906 a Zúrich, donde se formará como psiquiatra. Tras regresar a Rusia, se dedica al psicoanálisis, convirtiéndose en miembro de la Asociación de Viena en 1911. En su ciudad natal, San Petersburgo, trabajará desde 1919 bajo la dirección de Béjterev en el Instituto de investigaciones sobre Patología cerebral, dirigiendo la sección de neurosis y psicosis infantiles, incorporándose luego a una clínica para niños discapacitados (6). De ella surgió la idea de crear un Laboratorio-Hogar para chicos que dirigió la pedagoga Vera Schmidt (1889-1937), proyecto educativo que se materializó en agosto de 1921 y que fue clausurado en 1925, dada la feroz campaña de descrédito que se generó acerca de su labor socioeducativa, al extenderse el rumor de que en tal centro se realizaban experimentos sexuales con los pupilos, lo que no respondía a la realidad, como hemos reseñado en uno de nuestros trabajos (21). Es interesante también destacar que en 1919, ocho años antes que Freud, que no la citó en su trabajo (6), fue editado el ensayo de Rosenthal titulado El sufrimiento de F. Dostoievski y el arte, donde desde una óptica psicoanalítica analizaba la productividad de éste a partir del examen de sus conflictivas emocionales, si bien su trabajo más importante fue el publicado en 1911 bajo el título La edad peligrosa de Karen Michaelis a la luz del psicoanálisis, en el que guiada por presupuestos freudianos y junguianos indaga las implicaciones que el cambio de siglo tuvo para esta escritora danesa (1). Tatiana, una persona de carácter inquieto y frágil, se suicidó a los 36 años (6).

Otra importante analista rusa fue Lou Andreas-Salomé (1861-1937), quien desde finales de octubre de 1912 hasta abril de 1913, acompañada de su amiga Ellen Delp, estuvo en Viena con el fin de asistir a las reuniones científicas de Freud y de Adler, el primero de los cuales le fue presentado por Poul Bjerre en el Congreso Psicoanalítico de Weimar celebrado del 21 al 23 de septiembre de 1911 (20). Durante su estancia en Viena, de cuya asociación psicoanalítica llegó a ser miembro en 1922, Lou hizo amistad con algunos de sus miembros, especialmente con Víktor Tausk (1879-1919), con quien mantuvo una relación erótica y compartió tareas intelectuales, al tener varios campos comunes de interés, como la filosofía spinoziana y el narcisismo. Acerca de este último tema cabe reseñar su ensayo titulado El narcisismo como doble dirección (1921), donde en la línea que hoy mantenemos, el narcisismo no designa necesariamente un amor de sí egoísta, sino también un amor al otro de naturaleza positiva y que posibilita la unión con él, que es de hecho lo que encanta a Narciso (6).

 

Desde el impasse de la Primera Guerra Mundial al presente: desde la prohibición en tiempos de la URSS a la tímida recuperación del psicoanálisis en Rusia

Iniciada la contienda bélica, se suspende el importante congreso de psicólogos a celebrar a finales de marzo de 1915 en Moscú, una de cuyas secciones temáticas se centraba en el psicoanálisis clásico, figurando como miembros del comité organizador Osípov y Chélpanov (1862-1936), máximo responsable de tal evento (17). La inclusión de una sección dedicada monográficamente a los desarrollos teórico-técnicos de Freud respondía al interés que el psicoanálisis había suscitado en Rusia, donde muchos trabajos freudianos habían sido traducidos, afirmando el creador del psicoanálisis la necesidad aún de una comprensión profunda de su sistema psicológico, como de la publicación de trabajos relevantes elaborados por analistas rusos (22).

La Primera Guerra Mundial, sin embargo, colocará en primer plano las llamadas neurosis de guerra, así como las afecciones neurológicas causadas por heridas de armas de fuego, girando el interés clínico e investigador en la posible rehabilitación neuropsicológica de los procesos psíquicos dañados, línea que en un momento dado seguirá Luria. Concluida la guerra, el partido bolchevique pasa en 1922 a denominarse partido comunista, creándose paralelamente el Instituto Estatal de Psicoanálisis, donde durante el bienio 1923-25 Wulff imparte una conferencia acerca de la influencia que en el análisis infantil ejerce lo conocido del desarrollo de la libido y los hallazgos entonces recientes de la investigación biológica. Asimismo destaca el seminario de Spielrein relativo al pensamiento afásico e infantil y la disertación de Ermákov acerca de los problemas de autoexpresión vivenciados en el arte (1). En cuanto a conferenciantes invitados, cabe reseñar la participación de Vigotsky el 14 de diciembre de 1924 y el 21 de marzo de 1925 y la del experto literario Chársov, quien disertó acerca de los trabajos de Pushkin a la luz del psicoanálisis.

A ello se unía la labor planeada por Ermákov de editar en 32 volúmenes, en ruso, los trabajos más relevantes de Freud y sus discípulos, llegando finalmente a ser publicados 15 de ellos, que fueron vendidos rápidamente, a lo que Wulff atribuye la gran difusión del psicoanálisis en Rusia durante esos años. Como director del proyecto estaba Otto Schmidt (1891-1956), siendo grandes éxitos editoriales Tótem y tabú y la Introducción al psicoanálisis. Todo esto facilita la extensión del psicoanálisis, desbordando el terreno médico, lo que generará un serio debate acerca del papel que otras disciplinas como la psicología debía ejercer en la construcción del régimen soviético, elevándose voces como la de Lenin, para quien el psicoanálisis es un claro síntoma de la descomposición de las costumbres burguesas, frente a lo que se opone Trotsky, que defiende la cientificidad del saber psicoanalítico, viéndolo incluso cercano al pavlovismo, como ya hemos expuesto.

En sintonía con Trotski, aunque sirviéndose de argumentos diferentes, cabe reseñar algunos artículos publicados en la década de los veinte a favor del maridaje psicoanálisis-marxismo en distintas revistas soviéticas, como En torno a las bases metodológicas de la teoría psicoanalítica freudiana (1923) del filósofo Byjovski y Freud y su escuela acerca de la religión (1924) de M. Reisner (18691929). Otro foro al que se extiende tal debate lo constituyó el Congreso Nacional de Psiconeurología celebrado en 1924 en Petrogrado (antiguo San Petersburgo, al que desde 1914 a 1924 se le conocía como Petrogrado, siendo en 1924 rebautizado de nuevo como Leningrado), donde defensores y detractores del psicoanálisis exponen sus opiniones, siendo ejemplo de los primeros Arón B Zálkind (1888-1936), cuyo trabajo Freudismo y marxismo (1924), ve la luz pocos meses después de terminar el congreso, mientras en los segundos se hallaba el psicólogo Necháev. Aun criticando el énfasis freudiano en la sexualidad y lo pulsional, Zálkind juzgó útil aplicar el psicoanálisis a distintas esferas de la vida, aunque en un momento dado renunció a su adscripción psicoanalítica, a pesar de lo cual perdió su puesto de director en el Instituto de Psicología, Paidología y Psicotecnia a principio de la década de los treinta (6).

A modo de réplica, con idéntico título al trabajo de Zálkind, es publicado en 1924 un artículo de Yurinets, que concibe la obra freudiana altamente especulativa y reduccionista, al juzgar la sexualidad como el genuino motor del desarrollo humano. En 1925, el debate va más allá de escritores y filósofos del Partido Comunista, al ser editado Psicología y marxismo, trabajo que incluyó el interesante ensayo de Luria Psicoanálisis como un sistema de psicología monista. En éste, la mente humana es juzgada fruto del cerebro, y en último término de los efectos que el entorno social y las relaciones de clases y condiciones de producción ejercen en la fisiología cerebral y en cada individuo en particular. Contraponiendo el método racional al empírico, considera también la psicología realizada hasta entonces como dualista, subjetiva, idealista e ingenuamente empírica. Como grave error aludía la fallida línea de investigación emprendida por algunos autores para corroborar la existencia del alma, quienes se servían del dualismo cartesiano, de lo que emanaba sólo un conjunto de categorías aisladas y estáticas para definir la sensación, la voluntad, etc. Para paliar esto sugería una aproximación dinámica en la que los procesos psicológicos básicos se insertaran en un marco de trabajo más amplio, a partir del cual formular explicaciones de las interacciones sujeto-ambiente. También, de forma análoga a la hipótesis isomórfica de la psicología de la Gestalt, creía en la existencia de una correspondencia de orden entre las leyes que gobiernan la psique y aquellas que rigen los procesos somáticos. Es tal correlato entre los procesos mentales y cerebrales lo que Luria juzgó un avance decisivo en la construcción de un sistema psicológico de carácter monista, pues permitía resolver definitivamente el dualismo mente-cuerpo y establecer una visión unificada de la conducta humana. El saber psicoanalítico, concluía en su ensayo, resulta ser una aproximación materialista muy útil para el estudio global de la personalidad, al abrir las puertas a una nueva biología de la mente, cuyos avances científicos albergaba la esperanza de que pronto se evidenciarían (1).

Un año después, en su artículo Freudismo y marxismo (1926), I. Sápir atacaba duramente la noción de inconsciente, cuya realidad cuestionaba, al afirmar que sólo a partir de lo social adquiere sentido lo individual, de ahí que, como expresaban Engels y Lenin, hablar de inconsciente es sólo fruto de la falta de los conocimientos necesarios para explicar adecuadamente los procesos objetivos de la naturaleza y la sociedad. Asimismo criticaba el carácter supuestamente universal y atemporal del inconsciente freudiano, al igual que la escasa representatividad de los pacientes de Freud, al provenir éstos de una sociedad de clases generadora de una gran diversidad de traumas psíquicos, por lo que debía investigarse los factores sociales causantes de los desórdenes mentales y no las víctimas de éstos. La primacía de lo sexual y el complejo de Edipo, por citar sólo dos ejemplos, resultaban insostenibles para Sápir desde un modelo científico serio, crítica que extendía al isomorfismo defendido por Luria.

Suprimida en la URSS la libertad de asociación en 1927, y ante el progreso irreversible de estalinización, en el encuentro que la Asociación Psicoanalítica de Moscú celebra el 7 de abril de ese año, Luria abandona su puesto de secretario, que pasa a ocupar Vera Schmidt, cuyo informe final de las actividades de la asociación es editado en 1928. También cesa en su cargo Wulff, presidente de la asociación, que por entonces había emprendido un viaje a Alemania, de donde se marchará a Palestina para no regresar jamás a la URSS. Como evento reseñable ha de destacarse la conferencia que bajo el título La psicología del arte en los trabajos de Freud, impartió Vygotski en la Asociación el 10 de marzo de 1927. No obstante, los envites contra el psicoanálisis no cesan, de lo que es ejemplo el trabajo El freudismo (1927), parte de cuyas ideas ya habían aparecido en 1925 en el artículo Más allá de lo social, ambos escritos por V. Volochínov (1895-1936), discípulo de M. Bajtin (1895-1975), quien en el primero de ellos critica el espiritualismo freudiano y el freudismo reflexológico.

Exiliado Wulff y distanciados Ermákov y Luria del círculo freudiano, comienza el imparable cierre de la Asociación Psicoanalítica rusa, lo que sucederá el 27 de julio de 1937, siendo inútiles los pasados esfuerzos de Wilhelm Reich por acercar el marxismo y el psicoanálisis, pues ya el 4 de julio de 1936 las llamadas ciencias subjetivas fueron prohibidas en la URSS, reduciendo la obra freudiana a su consulta en bibliotecas especializadas, dada la primacía absoluta del modelo pavloviano en la psicología soviética. El saber psicoanalítico es juzgado ejemplo paradigmático de las perversas y dañinas costumbres burguesas del capitalismo occidental, de ahí que cuestiones como el desarrollo sexual infantil dejen de investigarse, al estar asociadas al nombre de Freud. Como excepción a tal estado de cosas, está la traducción rusa de Más allá del principio de placer en 1928, en la que tomaron parte Luria y Vygotski, quienes ya habían redactado un prefacio a ésta en 1925. Colocando en primer plano la pulsión de muerte, ambos se oponían abiertamente al mesianismo leninista, voluntarista y lleno de gran optimismo en la creación del hombre nuevo (23).

Cabe señalar también que, bajo la responsabilidad de Ermákov, se traduce en 1930 El porvenir de una ilusión, tras lo que aquel cesa en su actividad clínica, siendo más tarde arrestado y deportado en 1941 a la prisión de Butyrsk, donde morirá al año siguiente. En 1930, se publica también el trabajo de Vygotski Lo psíquico, la conciencia y el inconsciente, en donde se expresan severas críticas y reservas a las propuestas psicoanalíticas relativas a los problemas de los fenómenos psíquicos no presentes en la conciencia. Asimismo señala que una interpretación exclusivamente fisiológica del inconsciente, al igual que una interpretación meramente psíquica, abrían el camino para la formulación de desviaciones metodológicas de sentido metafísico. Dos años después, el tono de sus críticas hacia el psicoanálisis se agudizará, como así se corrobora en el artículo Corrientes contemporáneas de la psicología (1932), en el que sostiene que el saber psicoanalítico no ha aportado ninguna solución a los problemas del asociacionismo psicológico planteados en el siglo XIX (24). Bajo tal clima, los trastornos psíquicos fueron progresivamente enmarcados entre las enfermedades somáticas siendo eliminada cualquier tipo de genuina psicoterapia. Sin embargo, persistieron algunos trazos de práctica analítica clandestina en la década de los treinta, que acabarán tras las siniestras sesiones académicas del verano de 1950 en pleno auge del estalinismo.

Una vez muerto el dictador, en 1953, en la década de los sesenta se empieza a realizar una reevaluación metodológica del psicoanálisis, recuperándose la noción de inconsciente, aunque en un marco desexualizado, desconflictualizado y fisiologizado, como fue el caso de la aportación de Philippe V. Bassín (25). Para éste, el inconsciente había que analizarlo desde la esfera de los problemas cerebrales y las reacciones psicológicas con que el organismo responde a las señales, sin conciencia de ese proceso de reacción o de algunas de sus fases. De igual forma, podría ser investigado desde otro plano, siguiendo para ello el perfil de las reacciones que se instauran en distintas condiciones entre él y la actividad de la conciencia. Lo que posee interés para este autor, pues, es en vez de evidenciar los aspectos débiles y errores de la perspectiva idealista, fundamentar una proposición constructivista hacia el problema desde una perspectiva materialista-dialéctica, una vez satisfechas las rigurosas exigencias de la objetividad de los métodos y criterios empleados y se corroboren las tesis formuladas. Con ello, a su entender, se solventaban los dos principales errores de la actitud psicoanalítica hacia el problema del inconsciente: en primer lugar, el craso defecto al que aludía Lenin cuando criticaba el idealismo filosófico, esto es, el desarrollo unilateral excesivo de los rasgos o aspectos que los alejan de lo material, divinizándolos; y, en segundo término, la carencia de objetividad en el análisis de las correlaciones y problemas (26).

En este bosquejo histórico hay que destacar un acontecimiento que tuvo lugar en octubre de 1979 en Tbilisi (Georgia): un simpósium sobre el inconsciente que venía preparando el psicólogo y psicoanalista georgiano Sergue Tzouladzé, que falleció antes de lograr su empeño, por lo que fue propiciado por Chertok y Bassín (6), iniciando un tímido relanzamiento del psicoanálisis en la URSS.

Con la llegada al poder de Górbachov y la aparición de la Perestroika la apertura política favorecerá la reaparición de las obras freudianas, autorizándose la práctica analítica y la reapertura de la Asociación Psicoanalítica de la URSS en febrero de 1990 bajo la responsabilidad del psiquiatra Arón Belkine, la cual se afilia a la API el año siguiente y se convertiría en la Asociación Psicoanalítica Rusa tras el estallido del antiguo imperio soviético (6). Pero el psicoanálisis ruso poscomunista es hoy más filosófico que clínico, lo que ha venido propiciado por la influencia de un peculiar lacanismo (5).

 

Conclusiónes

Anclada en una estructura sociopolítica autocrática, la profesión médica, como el resto de disciplinas científicas, hubo de hacer frente en Rusia a la fuerte resistencia intelectual que rezumaba la corte zarista, poco permeable a las ideas progresistas que en la Europa Occidental proliferaban, cuyo reflejo en el caso de la psiquiatría rusa, aún bajo influencia principalmente alemana, se evidenciaba en las dos posiciones teóricas enfrentadas que subsistían acerca de la etiología y abordaje psicoterapéutico de los trastornos mentales, erigiéndose así diferencias insalvables entre los defensores y detractores de las tesis organicistas y las psicogenéticas para explicar la conducta anormal. Fue justamente en estas últimas donde el saber psicoanalítico encontró su campo de cultivo ideal, aunque pronto fue tergiversado y etiquetado como ciencia burguesa, idealista y contraria al espíritu revolucionario, en todo lo cual debió influir el sentimiento xenófobo judío y antigermano que se inició desde la fallida revolución social de 1905, y que agravó la nefasta participación bélica de Rusia en la Primera Guerra Mundial.

En contraposición a esto, durante los años 20 y 30 del siglo veinte, diferentes partidos políticos y grupos de poder intentaron politizar el psicoanálisis, para así adaptarlo a los postulados marxistas, maridaje que analistas como Reich (1897-1957), Bernfeld (1892-1953), Fenichel (1871-1946) o Fromm (1900-1980), por citar sólo algunos, llevaron también a cabo, si bien cada uno de ellos con desigual suerte. Sirva como evento ejemplar de tal clima de animadversión hacia el psicoanálisis lo sucedido durante el congreso que acerca del comportamiento humano tuvo lugar en Moscú en 1930, donde el psicoanálisis fue objeto de furibundos ataques, al ser juzgado como un enemigo del Estado (15). Es cierto también que otros ponentes como Birman, aun tachando la doctrina freudiana de pansexualista, defendían el uso de la terapia psicoanalítica combinada con otras psicoterapias, o la comunicación de Kánnabij que se centró en la psicología del individuo de Adler (1).

Para silenciar aún más tales puntuales y escasísimos apoyos al psicoanálisis, veía la luz el libro de Stoliárov intitulado Materialismo dialéctico y los mecanicistas (1930), en uno de cuyos capítulos, El freudismo y los freudo-marxistas, arremetía contra Reisner, Varíash y Zálkind, pues según él habían errado al creer que psicoanálisis y marxismo eran compatibles, lo que sustentaba en las interpretaciones fallidas llevadas a cabo por cada uno de ellos de la teoría psicoanalítica convencional.

La radicalización del régimen soviético alcanza cotas inverosímiles con Stalin, de tal suerte que medidas sociales de carácter progresista puestas en marcha tras la revolución de 1917, como eran la legalización del aborto, el acceso al divorcio o la visión de la homosexualidad como una tendencia sexual y no como una desviación antinatural tipificada como delito, son abolidas, retornándose a ideas anteriores. En lo que al psicoanálisis afecta, ello se materializa en la prohibición de su práctica a partir de 1936, así como otras acciones contra algunos psicólogos, pues ya nueve años antes circulaban rumores, al parecer muy veraces, que apuntaban al envenenamiento intestinal por ingestión de conservas de Béjterev, a quien se le había solicitado en 1927 emitir un diagnóstico psiquiátrico a Stalin, a quien etiquetó de paranoico (7). Diferente suerte tuvo sin embargo la hipnosis, al igual que las ideas adlerianas, más próximas a la ideología bolchevique, siendo usada la primera en intervenciones médicas y luego como técnica de lavado cerebral. Por el contrario, la psicología junguiana apenas dejó huella salvo en las reseñas y artículos. Y en la actualidad, también está muy presente la corriente humanística de Rogers, lo que sorprende por la tradicional repulsa rusa a todo lo norteamericano.

 

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Dirección para correspondencia:
Francisco Balbuena Rivera
Avda. Luis Montoto, 130 A 1-1
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