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Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría

versión On-line ISSN 2340-2733versión impresa ISSN 0211-5735

Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq. vol.28 no.2 Madrid  2008

 

HISTORIA DE PSIQUIATRÍA

 

La singularidad del neologismo

The singularity of neologism

 

 

José María Álvarez y Juan de la Peña

 

Como sucede en muchos otros ámbitos del saber, también el período fundacional de la psicopatología se caracterizó por una riqueza descriptiva y heurística incomparable. La obra tardía de Esquirol -en especial sus estudios sobre las alucinaciones- orientó el estudio de la patología mental hacia la construcción de la semiología clínica, terreno fecundo sobre el que habrían de erigirse los edificios nosológicos y las parcelas nosográficas. La investigación de las alucinaciones llevada a cabo por Baillarger y Séglas culminó, a principios del siglo XX, con la descripción de las locuras discordantes (Chaslin), el Automatismo Mental (Clérambault) y las psicosis alucinatorias crónicas (Ballet). Próximo a este polo xenopático de la psicosis -correspondiente grosso modo al grupo de las esquizofrenias de Bleuler- se halla el de las formas delirantes de la locura, el cual atrajo el interés de los psicopatólogos sobre todo por algunos trastornos del lenguaje, entre los que el neologismo ocupó el lugar más destacado.

De resultas de todas estas indagaciones sobre las alteraciones del lenguaje en los alienados (Séglas, al final de su vida, consideró las alucinaciones como una patología del "lenguaje interior"), sin proponérselo, la psicopatología aportó numerosas pruebas para poner en entredicho la visión tradicional del lenguaje como exclusivo instrumento destinado a la comunicación. Lo cierto es que las experiencias testimoniadas por los locos apuntaban hacia una concepción muy distinta, pues más bien el hombre parecía un instrumento o un medio a través del cual el lenguaje hablaba. En este contexto germina la obra de Freud, en la cual el inconsciente, el sujeto dividido, la pulsión y el determinismo patogénico del lenguaje en la constitución del síntoma se articulan y desarrollan hasta conformar una nueva psicología patológica y una nueva clínica. En este sentido, damos la razón a Foucault cuando afirma que "[...] toda la psiquiatría del siglo XIX converge realmente en Freud [...]"1.

Del interés suscitado por el neologismo da perfecta cuenta el texto de Morselli que a continuación presentamos. Enrico Morselli (Módena, 1852; Génova, 1929), primero director del manicomio de Macareta y más tarde de las clínicas psiquiátricas de las Universidades de Turín y Génova, contribuyó al desarrollo de la psiquiatría italiana mediante la fundación de algunas revistas especializadas y la publicación de varias obras de especial interés, principalmente Antropologia generale (1888), Manuale di semiotica delle malattie mentali (1896) y La psicoanalisi (1926)2. Interesado en múltiples campos (psicopatología, neurología, antropología, filosofía, parapsicología), su pensamiento se enmarca en las directrices positivistas, haciendo gala de incuestionables dotes para la observación clínica. Su contribución a la semiología del neologismo se nutre y hace eco de las descripciones más preclaras sobre la materia, en especial las de Tanzi, a las que aporta una sistematización y visión de conjunto.

El interés por los neologismos de los alienados se remonta, cuando menos, a mediados del siglo XIX. Es frecuente la mención de una publicación de Ludwig Snell (1817-1892) sobre las alteraciones de la forma de hablar y la formación de nuevas palabras en los delirios alucinatorios (Wahnsinn), estudio que aporta la primera visión sistemática de los neologismos3. A la hora de definir el neologismo del loco, Snell advierte que ese término conviene tanto a las palabras inventadas como a aquéllas que, aún estando presentes en acervo coloquial, se les dota de una significación inédita, por completo ajena a la que le atribuye el resto de los mortales. Que los alienados inventen nuevas palabras o que atribuyan a las ya existentes una significación singular, sólo puede suceder -sostiene Snell- porque sus experiencias, sentimientos e ideas no son precisamente comunes. En algunos casos, las palabras inventadas surgen directamente de alucinaciones, cuya presencia inquieta sobremanera a los enfermos hasta que, introduciendo algún tipo de significación, logran cierta tranquilidad4.

Muchas fueron las contribuciones al neologismo del loco surgidas tras el estudio de Snell. De entre todas, destacan con luz propia las elaboradas por Eugenio Tanzi (1856-1934) y Jules Séglas (1856-1939). Tanzi destacó el papel preponderante que adquiere el neologismo en los delirios crónicos, usando para ello expresiones tan bellas como las que siguen: el neologismo "es como el centinela perdido de un delirio que se esconde y huye", "es la flor y nata de la ideación delirante"; "palabra solemne, inolvidable, original como el delirio al que pertenece"5. Por su parte, Séglas distinguió dos tipos de neologismo: los pasivos ("resultado de procesos automáticos") y los activos ("creados voluntariamente"); en el caso de estos últimos, los neologismos pueden consistir en términos completamente nuevos o también en palabras ya existentes a las que el trastornado confiere un sentido distinto al habitual: "Carentes de sentido para todos menos él, adquieren una significación especial cuando se les encuentra su clave"6.

Hoy en día, el estudio del neologismo continúa poniendo en evidencia la distancia que separa entre sí las dos formas con que uno puede abordar el fenómeno de la locura. Quien tome la psicosis como una enfermedad mental con un correlato neuroanatómico considerará el neologismo como una muestra más del déficit psíquico que se le adjudica al proceso mórbido. Por contra, si la pericia del clínico admite en la perturbación psicótica la concurrencia de cierta forma "creacionista" de afrontar las experiencias inefables que salen al paso en el curso de la psicosis, entonces descubrirá en el neologismo, del mismo modo que en el delirio, ese "personalismo" que envuelve individualmente cada locura, esa invención que dibuja el día a día de cada psicótico. A continuación expondremos las ideas fundamentales por las cuales debe considerarse que el neologismo encarna en sí mismo la estructura singular de la relación que el psicótico mantiene con el lenguaje, o viceversa.

El término neologismo procede de los vocablos griegos neos, "nuevo" y logos "palabra", "discurso", "habla", "razón", y hace referencia a cualquier palabra de nuevo cuño que no exista con anterioridad en la lengua en la que surge. Como fenómeno psicopatológico no deja lugar a dudas, pues de inmediato se incluye entre las alteraciones del lenguaje propias de la psicosis. No obstante, la creación de palabras nuevas no es exclusivo de lo patológico; al contrario, es también un fenómeno frecuente de la cultura. A través de los neologismos culturales la lengua cambia, evoluciona, se adapta y renueva, cosa que no sucede a partir del neologismo delirante. Los primeros surgen al amparo de cierto sentido compartido por un conjunto de la sociedad, lo que permite que se difundan con un significado "común" para todos. En cambio -he aquí el punto donde reside todo el interés que el neologismo psicótico aporta a la comprensión de la locura- a diferencia del fenómeno cultural, el sentido que habita el neologismo delirante se aleja totalmente de cualquier forma de comunión social, es decir, el sentido que le acompaña es lo más "personal", "íntimo" y "privativo" que nuestro entendimiento pueda alcanzar7. No es otra, sino ésta, la singularidad que debe ser captada en el neologismo. Y para ahondar más aún en el tema, recurriremos a lo que la doctrina lacaniana ha logrado condensar a partir de la lingüística y la tradición psicoanalítica que le precede.

Inspirada en la lingüística de Saussure8, la obra de Jacques Lacan se construye a partir de los cimientos que proporcionan las reglas con que se ordena la palabra en el lenguaje. En este sentido, toda la teoría sobre la subjetividad desplegada por Lacan transita en torno a la distinción que establece entre significante y significado, es decir, entre la desnudez de la letra y el sonido de la palabra, y el sentido al que puede remitir ésta. Si la cuestión del lenguaje interesa aquí es, precisamente, por la excepción que comporta el problema del neologismo frente a las reglas con que se estructura el discurso del común de los mortales. Entendiendo que el significado emerge como efecto de la articulación entre un significante y otro significante, es decir, de la operación significante propiamente dicha, el neologismo del psicótico supone una ruptura del discurso "común"9. Para demostrarlo, no es necesario más que escuchar lo que el loco nos puede ofrecer sobre su experiencia. Y éste nos dice que, ni en las palabras de uso cotidiano, ni el cotidiano uso de las palabras encuentra la manera de nombrar ese insondable que supone la experiencia psicótica. Nos parece que la quintaesencia de la psicosis, en su momento germinal, está vinculada de forma consustancial a la experiencia de la certeza, esto es, de la convicción de estar concernido o aludido por una significación al mismo tiempo plena y enigmática10. De acuerdo con esto, podemos decir que el neologismo encierra algo de la estructura tan particular de la experiencia psicótica, en la que el lenguaje se impone desnudo de significación, pero significando un absoluto que apunta al corazón de la subjetividad. Quien haya hablado alguna vez con un delirante "neologista" sabrá que, para el propio psicótico, el neologismo contiene en una sola palabra toda la significación de su locura. Sin embargo, tal como sucede con la experiencia de la certeza, la significación que acompaña al neologismo no remite más que a la significación en sí. De este modo, el fenómeno del neologismo impulsa la invención de un significante para esa significación enigmática, o bien la transferencia a una palabra preexistente de todo lo que remite a dicha significación inefable. ¿A dónde nos conduce lo dicho? Pues a reconocer que el neologismo asume una finalidad parecida a la que Freud descubrió en el delirio, esto es, la de conferir cierta contención y cierta estabilidad subjetiva a la deriva que supone la entrada en la psicosis.

De forma resumida, cuanto hemos tratado de resaltar respecto a un fenómeno psicopatológico tan singular como es el neologismo es que, frente a las teorías herederas del degeneracionismo decimonónico, el psicoanálisis ofrece una visión distinta del trastorno del lenguaje. Si las primeras sólo advierten en dicho fenómeno la confirmación verbal del error que se le supone al psicótico, las elaboraciones freudianas y lacanianas nos orientan para apreciar en el neologismo un signo más tanto de la ruptura como de la reconstrucción que se produce entre sujeto y lenguaje, en esa experiencia solitaria que convenimos en denominar psicosis o locura.

De esa singularidad se hizo también eco Enrico Morselli cuando, al final de sus comentarios, observó que las creaciones neológicas de los alienados no se comparten entre ellos, aunque vivan durante muchos años en el mismo manicomio. Cosa bien distinta es la que se advierte en las prisiones, donde los nuevos términos inventados por los criminales acaban incorporándose al vocabulario general de la jerga con la que se comunican. Para el neologismo del alienado vale aquella máxima de Suetonio: "Tú, César, puedes darle la ciudadanía a un hombre, pero no a una palabra".

 

Notas

1 M. FOUCAULT, Historia de la locura en la época clásica, tomo 2, México, F.C.E., 1976 [1964], p. 261.

2 No parece haber gustado mucho a Freud esta monografía de Morcelli, como prueba la carta que le envió el 18 de febrero de 1926. En ella se lamenta Freud de las "grandes reservas" con que acepta el psicoanálisis, aunque confía en la contribución que aportará al público italiano. Cf. S. FREUD, Correspondencia de Sigmund Freud, tomo V (1926-1939: El ocaso de una época. Los últimos años), Madrid, Biblioteca nueva, 2002, p. 53.

3 L. SNELL, "Ueber die veränderte Sprechweiss und die Bildung neuer Worte und Ausdrücke im Wahnsinn", Allgemeine Zeitschrift für Psychiatrie, 1852, IX, pp. 11-24.

4 De esta inquietud sobrevenida por la presencia de la significación enigmática que acompaña la aparición de la alucinación se hace eco Kussmaul, evocando la descripción de Snell (cf. A. KUSSMAUL, Les troubles de la parole, París, Baillière, 1884, p. 280).

5 Véase E. TANZI, "I neologismi degli alienati in rapporto col delirio cronico", Rivista sperimentale di Freniatria, 1889, t. XV, fasc. IV, p. 15 y ss.; 1890, t. XVI, pp. 1-35; y E. TANZI, Trattato delle malattie mentali, Milán, 1905.

6 J. SÉGLAS, Des troubles du langage chez les aliénés, París, Rueff, 1892, p. 51. Véase también J. SÉGLAS, "Séméiologie des affections mentales", en G. Ballet (dir.), Pathologie Mentale, París, Gustave Doin, 1903, pp. 130-270. Aparte de la distinción entre neologismos activos y pasivos, de especial interés es la clasificación propuesta, desde un enfoque lingüístico, por Lantéri-Laura y Del Pistoia entre neologismos fonológicos (el significante neológico no procede del léxico en uso sino que se construye mediante analogía, aglutinación o combinaciones de ambos mecanismos) y neologismos semánticos (los que confieren un significado absolutamente personal, aunque el término neológico sea una palabra preexistente); véase G. LANTÉRI-LAURA y L. DEL PISTOIA, "Les néologismes sémantiques", L'Évolution Psychiatrique, 1968, 33, pp. 651-686; G. LANTÉRI-LAURA y L. DEL PISTOIA, "Pathologie du langage chez l'adulte", Encycl. Méd. Chir., Psychiatrie, 37130-C10, París, Éditions Téchniques, 1988.

7 J. LACAN, El Seminario de Jacques Lacan. Libro 3. Las psicosis, 1955-1956, Buenos Aires, Paidós, 1981. En este seminario dedicado a las psicosis, en el que se da especial importancia a la presencia de neologismos en el discurso psicótico, Lacan insistió en este punto crucial donde el discurso delirante se separa radicalmente de toda forma de discurso popular: "Con relación al significante, en su carácter material, el delirio se distingue precisamente por esa forma especial de discordancia con el lenguaje común que se llama neologismo" (p. 52).

8 F. DE SAUSSURE, Curso de lingüística general, Barcelona, Akal, 1980.

9 "Respecto de la significación, se distingue justamente [...] porque la significación de esas palabras no se agota en la remisión a una significación [...] Antes que poder ser reducida a otra significación, significa en sí misma algo inefable, es una significación que remite ante todo a la significación en cuanto tal" (J. LACAN, Ibid, p. 52).

10 Estos aspectos se desarrollan y argumentan en J. M.ª ÁLVAREZ, La invención de las enfermedades mentales, Madrid, Gredos, 2008, pp. 505-570.

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