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Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría

versión On-line ISSN 2340-2733versión impresa ISSN 0211-5735

Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq. vol.36 no.130 Madrid jul./dic. 2016

 

CRÍTICA DE LIBROS

 

Hacia una salud mental colectiva

Towards collective mental health

 

 

Ana Elúa Samaniego

Hospital Universitario Río Hortega, Valladolid, España.
anaesamaniego@gmail.com

 

 

Manuel Desviat (2016), Cohabitar la diferencia. De la reforma psiquiátrica a la salud mental colectiva, Madrid, Grupo5. ISBN: 978-84-945028-4-2, 318 páginas.

Hablar de reforma psiquiátrica en España y de defensa del modelo comunitario en salud mental es hablar de Manuel Desviat, uno de los protagonistas indiscutibles de la transformación de la asistencia psiquiátrica en nuestro país. Transformación que supuso la integración de la psiquiatría en el sistema sanitario general, el desarrollo de dispositivos y programas en la comunidad alternativos a las instituciones manicomiales y una defensa de los derechos humanos y ciudadanos de los mal llamados enfermos mentales.

En su último libro, Cohabitar la diferencia. De la reforma psiquiátrica a la salud mental colectiva, Desviat invita a una reflexión necesaria en los tiempos de incertidumbre y convulsión en los que se desenvuelve actualmente la salud mental. Tiempos regidos por una economía de mercado bajo la amenaza constante de la privatización del Sistema Nacional de Salud en aras de incrementar los beneficios de la empresa privada y en detrimento de las prestaciones sanitarias y sociales dispensadas a los ciudadanos; tiempos de ataque neoliberal al Estado del Bienestar causante del aumento de las desigualdades socio-económicas y del malestar ante la desprotección social de las personas; tiempos de hegemonía de una psiquiatría biológica que se erige como una verdad absoluta supuestamente científica, de una psiquiatría reduccionista ante el sufrimiento humano que se desentiende de la complejidad de la experiencia humana y opta por una medicina positivista más centrada en el diagnóstico y la supresión de síntomas que en la compresión y la búsqueda del sentido de los síntomas en la subjetividad de la persona, en su propia historia y en su contexto.

A lo largo del libro, desde el compromiso político-social y la responsabilidad ético-profesional que caracterizan al autor, se realiza un recorrido por la salud mental desde todos los ámbitos en los que se inscriben las distintas prácticas y discursos psiquiátricos. Ámbitos que se amplían más allá de la actividad técnico-sanitaria y que engloban a la propia sociedad donde se insertan sus funciones sanitarias. Recorrido en el que se integra historia pasada y presente de la psiquiatría para proyectarse hacia un futuro aún por crear. Tras un balance de los logros e insuficiencias de la misma reforma psiquiátrica de la que Manuel Desviat fue artífice, Cohabitar la diferencia reactualiza los principios que la inspiraron, los reformula y los contextualiza en la actualidad. Todo ello se enlaza con interrogantes, desacuerdos y contradicciones que han acompañado a la psiquiatría desde sus inicios y, a partir de ahí, se presenta el escenario sobre el que recomponer saberes, replantear abordajes, ampliar horizontes y construir un camino hacia lo que se denomina salud mental colectiva. Una salud mental colectiva que nade a contracorriente de las ideologías e intervenciones biomédicas imperantes, más interesadas en tratar enfermedades que en comprender a sujetos; una salud mental colectiva que nade a contracorriente de una sociedad capitalista regida por la productividad y la ganancia privada que empuja a los ciudadanos a un consumo desenfrenado, a la competitividad y al individualismo frente a la solidaridad y la cooperación social; en definitiva, una salud mental colectiva necesariamente más social e igualitaria que exija a los profesionales, como señala el autor, no sólo una excelencia profesional, sino también una participación política como integrantes activos de la sociedad.

La salud mental colectiva defendida trasciende la propia reforma psiquiátrica e implica un cambio en la misma sociedad. Una salud mental que ha de reconstruirse desde la propia ciudadanía, desde la diversidad intersubjetiva y la compleja contrariedad de la vida comunitaria, en la que malestar y conflicto se sitúan como elementos inherentes a la misma. Sociedad en la que el loco y el cuerdo tienen un protagonismo compartido en su transformación. Transformación que parte de la obligación ciudadana de requerir a nuestros gobernantes un Sistema Nacional de Salud público, universal, equitativo, descentralizado y participativo y que ha de devolver a la salud su entidad de bien público y colectivo en cuya gestión están comprometidos cada uno de los miembros de una sociedad democrática.

En lo específicamente psiquiátrico, esta nueva salud mental, advierte Desviat, obliga a una renovación de la clínica y sus intervenciones terapéuticas. Renovación en la que se integre una visión plural del enfermar en la que lo biológico, lo social, lo cultural y lo psicológico estén interrelacionados frente al determinismo biológico dominante. Una clínica renovada que comprenda tanto los determinantes personales del sujeto como los de la sociedad en la que vive; una clínica en la que lo subjetivo, lo social y lo político se enlacen para aprehender la complejidad del sufrimiento psíquico. En el texto se apuesta por una aproximación que recupere el conocimiento psicopatológico clásico y el resto de saberes de las ciencias humanas -como la filosofía, la antropología, la historia y la literatura- que desvelan la profundidad del ser humano. Una clínica ampliada frente al reduccionismo de las categorías diagnósticas de las nosologías actuales y al pragmatismo normalizador de las intervenciones terapéuticas; una clínica ampliada que dé cuenta de la diversidad de la experiencia humana y que legitime las diferentes formas de ser y estar en el mundo: la clínica del sujeto en su contexto, la de su dignidad; una clínica que priorice la escucha comprensiva, la palabra del sujeto frente a una observación simplista del síntoma; una clínica que surja del encuentro intersubjetivo entre profesional y doliente; una clínica construida desde lo común que debe encontrar su base teórica en una psicopatología que posibilite la defensa de la libertad y los derechos humanos de las personas con malestar psíquico; una clínica ampliada pero con unos principios éticos claros de respeto a la subjetividad, la dignidad como persona, la autonomía, la responsabilidad ante la vida y la libertad de decisión.

Se trata, en suma, de una clínica relacional cuya terapéutica deserte de la pura supresión de síntomas o de la supuesta normalización de comportamientos, pensamientos y sentimientos, y rescate los principios de la medicina preventiva clásica, esto es, crear ambientes que favorezcan el bienestar y proporcionen a los ciudadanos los medios necesarios para mejorar su salud y así poder ejercer un mayor control sobre la misma. Ambientes emancipadores donde las intervenciones se proyecten hacia lo social y potencien espacios de apoyo mutuo dentro de la comunidad. En ese crear ambientes favorables se restituye el sentido comunitario de los equipos multidisciplinares en salud mental inscritos en una zona concreta de la ciudad, equipos profesionales desde los que trabajar en y con la comunidad entretejiendo lazos sociales, y gracias a los cuales los elementos de la realidad cotidiana pueden transformarse en elementos terapéuticos a través del vínculo. Los espacios compartidos por los que transitan profesionales, sufridores psíquicos, familiares, vecinos, etc., son los espacios sobre los que cimentar la salud mental colectiva propuesta en el libro frente a los espacios hospitalarios; espacios que desde una relación horizontal fomenten la participación, el diálogo abierto, la reflexión y la negociación entre profesionales, usuarios, familiares y el resto de la comunidad; espacios en los que desde la reflexión conjunta se vayan delineando las directrices de unas intervenciones clínicas que prioricen las necesidades de cada sujeto en su cotidianidad, en su contexto y en un momento determinado de su vida.

El poder organizar una salud mental colectiva más humana, democrática y participativa precisa, como señala Manuel Desviat, cuestionarse sobre la producción del saber, la relación del discurso psiquiátrico con el poder y la función social que, desde sus inicios como disciplina, se delega a la psiquiatría por parte de los grupos dominantes. Cuestionamiento que remite al profesional en salud mental a asumir una responsabilidad ética en el ejercicio de su profesión y a un posicionamiento epistemológico sobre la propia esencia de la enfermedad mental -enfermedad mental como construcción discursiva o como un hecho de la naturaleza-, posicionamiento que insta a decidir si en el quehacer clínico se antepone el sujeto a la enfermedad o si se prima la enfermedad frente al enfermo. La psiquiatría biomédica imperante, en su pretensión de alojarse en un discurso científico positivista, ha ido proponiendo unas categorías diagnósticas superficiales y estancas, primando una visión naturalista del malestar subjetivo que lo cosifica y desvitaliza; propuesta categorial que ha supuesto en los últimos años una multiplicación de trastornos mentales y una patologización de la vida cotidiana. Esta proliferación de enfermedades mentales, más que responder a un avance científico y clínico, se fundamenta en intereses ideológicos y extraclínicos, como es la legitimación de las diferentes especialidades dentro de las ciencias de salud o el aumento de la cuota de mercado de la industria farmacéutica. En su defensa, aún no demostrada, de la enfermedad mental como fallo biológico ineludible y crónico, este discurso biomédico abre la puerta a la medicalización de por vida y a la construcción de pseudoenfermedades, donde lo normal y patológico es dictado por los intereses del capital. Una psiquiatría biologicista que perpetúa una salud mental paternalista y poco respetuosa con la autonomía y libertad del sujeto y exime a la sociedad de cualquier responsabilidad ante su malestar, aportando al sujeto un estatus social de enfermo frente al fracaso de la sociedad democrática; enfermedad mental que oculta las causas socio-económicas de los malestares que son consecuencia de unas políticas antidemocráticas más interesadas en el beneficio económico privado que en el bienestar ciudadano.

El libro parte de la descripción de una realidad compleja en la que se inserta la salud mental en la actualidad y en la que sus doctrinas y prácticas se encuentran en diferentes encrucijadas y controversias. En una sociedad globalizada en la que los valores como la solidaridad, respeto y libertad se abandonan frente al individualismo y el egoísmo, la psiquiatría está siendo cuestionada como disciplina constantemente; realidad compleja sobre la que el autor aventura una reconstrucción de la salud mental que trasciende la organización de los servicios e incorpora al sujeto individual y colectivo en el quehacer sanitario. Una salud mental, escribe Desviat, que debe reinventarse a sí misma desde lo público con nuevas formas de gobierno en las que intervengan las voces de los gobernados ante una sociedad que se pretende inmutable; una salud mental que nazca de nuevas formas de ciudadanía y que posibilite la diversidad existencial en los diferentes escenarios sociales. Escenarios compartidos, de reconocimiento mutuo como sujetos capaces de transformar su propia historia en una realidad colectiva.

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