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Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría

On-line version ISSN 2340-2733Print version ISSN 0211-5735

Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq. vol.40 n.138 Madrid Jul./Dec. 2020  Epub Feb 15, 2021

https://dx.doi.org/10.4321/s0211-573520200020011 

Crítica de Libros

El arte como termómetro

Art as a thermometer

Rebeca García Nieto1 

1Escritora, psicóloga clínica.

Adell, Anna. 2020. Atrapados por Saturno. Imaginarios recientes de la melancolía. Madrid: Casimiro Libros, ISBN: 978-84-17930-15-8. 150 páginasp.

La historiadora del arte Anna Adell hace en este libro un recorrido por algunas de las representaciones más recientes de la melancolía en el arte. Lejos ha quedado el célebre, e inagotable, grabado de Durero, y más aún aquella época en la que el hombre era la medida de todas las cosas. Para pensadores como Peter Sloterdijk, es hora de dejar atrás el humanismo para dar paso al posthumanismo. El transhumanismo, por su parte, sostiene que es un “deber moral” utilizar las nuevas tecnologías para acabar con el sufrimiento, la enfermedad, el envejecimiento e incluso nuestra condición de mortales.

El ser humano no es el único que ha cambiado en este tiempo. El dios al que tenemos que rendir cuentas también lo ha hecho –ahora tiene más que ver con la implacable religión capitalista de la que hablaba Walter Benjamin–. No obstante, aunque ya no esté tan vinculada al concepto de pecado y a esa idea de Dios-vigía propia de aquella época, seguimos sintiéndonos culpables cuando creemos no estar a la altura que nos impone. Como recuerda Adell, citando a Byung-Chul Han, “la sociedad disciplinaria genera locos y criminales; la del rendimiento produce depresivos y fracasados”.

Todas estas cuestiones –el posthumanismo, el transhumanismo, los peligros del neoliberalismo, etc.– laten de fondo en este libro, muy bien documentado, dedicado a los nuevos rostros de la melancolía. Rostros que van desde el malogrado Ian Curtis, que puso música al malestar de toda una generación (su frase “He perdido la voluntad de querer más” muestra a las claras el desfallecimiento del deseo1), hasta Jep Gambardella, protagonista de La gran belleza, de Paolo Sorrentino, pasando por Bartleby o el último Joker.

Jep Gambardella merece una mención aparte, ya que ningún personaje representa como él el ennui en nuestros días. En “Ennui: tristeza de plenitud” (1), Fabián Allegro recuerda la definición del término de Emile Tardieu: “El horror de la vida degustado desde la banalidad nauseabunda que nos impone la búsqueda de las diversiones y los disfraces más variados: las que llegan con las pasiones, las ambiciones, los sueños, el gusto por los eventos y las metamorfosis, las farsas y las mistificaciones, la cultura de las excentricidades, de la burla, el placer cercano a lo absurdo” (2). Es difícil leer esta frase y no pensar de inmediato en la mundanidad de Jep Gambardella. Quien haya visto la magnífica película de Sorrentino recordará que el autoproclamado “rey de la mundanidad” no se perdía ninguna fiesta, no porque las disfrutara, sino porque “quería poder tener el poder de aguarlas, de hacerlas fracasar”.

Lo que nos interesa resaltar aquí es que el término “ennui”, como muy acertadamente señala Adell, “ha sido paulatinamente desechado por la psiquiatría moderna y sustituido por un vocablo en el que no cabe la ambivalencia: depresión”. Lo mismo ha ocurrido con el spleen, el tedium vitae o la propia melancolía. Las experiencias a las que se refieren todos estos términos no desaparecen por cambiarles el nombre, y son otras disciplinas, como la filosofía o el arte, las que ahora nos recuerdan esos pasados para que no caigan en el olvido. Por supuesto, no toda la psiquiatría tiene mala memoria (por ejemplo, en El discurso psicopatológico de la modernidad (3), Enric Novella dedicaba un apartado –‘La invención de la depresión’– a este particular), pero una buena parte de la psiquiatría, la más mayoritaria además, sí parece haber olvidado de dónde venimos.

Otro aspecto en el que incide Atrapados por Saturno es que los sufrimientos psíquicos son “sintomáticos de la realidad social donde se incuban”. A través de Jep Gambardella vemos la realidad de una Roma en decadencia, en la que no faltan “patéticas vedettes televisivas, políticos corruptos, aristócratas postizos, cirujanos plásticos con la consulta reconvertida en lugar de culto a su propia persona (…)” (p. 116). El Joker de Todd Phillips pone de manifiesto las desigualdades de clase, los excesos de un capitalismo exacerbado o un sistema público de salud mental que hace aguas. Los cuadros de Tetsuya Ishida relacionan el imaginario kafkiano con la explotación y alienación contemporáneas….

Es este arte, el que “toma la temperatura a la sociedad”, el que le interesa a Adell. Uno de los problemas de las etiquetas diagnósticas –además de la estigmatización que conllevan– es que ponen el foco en exclusiva en el individuo, obviando las condiciones sociales y laborales en que se desarrollan los síntomas. Quizá el ejemplo más palmario sea el del burnout, considerado una enfermedad por la OMS cuando en muchos casos no es más que una muestra de las consecuencias de una relación laboral abusiva. Como comenta Adell, esta tendencia a “privatizar” el estrés, a considerarlo como un asunto privado, meramente individual, culpando muchas veces a quien lo sufre, fue señalada por el crítico cultural Mark Fisher. Obras como Estado del malestar, de la artista visual María Ruido, tratan de contrarrestar esta “privatización del estrés” colectivizando el dolor y sacándolo a la plaza pública (p. 30). Este vídeo-ensayo de María Ruido tiene su interés, ya que no solo alerta de los efectos que el sistema tiene sobre la salud mental de las personas, sino que también da visibilidad a movimientos de usuarios como el Orgullo Loco o la Rara Troupe, un grupo de trabajo en torno a la salud mental que utiliza la creación audiovisual desde la narración en primera persona.

El “diagnóstico” artístico que representan las obras incluidas en este libro no pretende sustituir al diagnóstico psiquiátrico, pero sí aporta una visión complementaria que puede resultar de utilidad. Puesto que el trabajo del profesional de la salud mental se basa en la escucha, no parece mala idea que la escucha que llevamos a cabo en la consulta se haga extensiva a la calle.

1“I don't care anymore/ I've lost the will to want more.” Insight, Joy Division (citado en Adell, p. 24).

Bibliografía

1 (1) Allegro F. Ennui: tristeza de plenitud. IX Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología XXIV Jornadas de Investigación XIII Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR. Facultad de Psicología-Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 2017. [ Links ]

2 (2) Tardieu E. L'ennui: étude psychologique. París: Alcan, 1903. [ Links ]

3 (3) Novella E. El discurso psicopatológico de la modernidad. Ensayos de historia de la psiquiatría. Madrid: Libros de la Catarata, 2018. [ Links ]

Correspondencia: Rebeca García Nieto (rebecagarcianieto@gmail.com)

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