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Dynamis

versión On-line ISSN 2340-7948versión impresa ISSN 0211-9536

Dynamis vol.30  Granada  2010

 

RESEÑAS

 

 

Helen King, Véronique Dasen. La médicine dans l'Antiquité Grecque et Romaine. Lausanne: BHMS; 2008, xi + 126 p. ISBN 978-2-9700536-68, € 18,66.

Esta obra cubre en tan corto espacio un ámbito temporal de la historia de la medicina que transcurre desde la llíada hasta la configuración de la medicina contemporánea (p. 7-77) -apartado realizado por Helen King, reedición del libro con el mismo título publicado en inglés (Bristol Classical Press, 2001) al que se le ha añadido una nueva sección acerca de las mujeres en la medicina-, incluye también un capítulo iconográfico (p. 83-108) y una colección de fragmentos de textos (p. 111-118), estos sí, ceñidos al periodo del título; cada una de estas partes están precedidas de una introducción.

Dado el conjunto de aspectos tratados -conocimientos, actuaciones y representaciones en torno al cuerpo de origen médico, religioso y literario- se esperaría encontrar un estudio cultural de la medicina. Ayuda a esta percepción la carencia de notas bibliográficas en el apartado histórico médico -no de bibliografía final- pues parece dar cuenta de una orientación de las autoras próxima a la narrativa, tanto heurística como intencionalmente. Ahí encontraríamos la razón del capítulo iconográfico y la de los textos. Sin embargo, ni las dos partes analíticas ni la textual han recibido una aproximación conjunta, a pesar de las expectativas creadas por Véronique Dasen: "la sélection de documents qui constitue cette deuxième partie illustre la variété des informations que peuvent nous livrer les images. Elles jettent une lumiére originale sur la façon dont les Grecs perçoivent et se représentent le corps, sain et soufrant (...), un moyen privilégie d'accéder à un imaginaire collective disparu, a la fois exotique et familier" (p. 81).

En realidad, antes que un imaginario del cuerpo y de sus acciones o que una perspectiva narrativa, este trabajo ofrece saberes historiográficos e iconográficos conocidos, cuya ordenación y contenido parecen responder a una concepción internalista y positivista del conocimiento -aunque es declarativamente negado por Helen King, p. 3-; así aparece, implícitamente expuesto, como objetivo de la obra (Introduction, p. 3-6): "définir les continuités et les différences, voir les contradictions, entre l'art médical antique et la médecine contemporaine" (p. 3). Este interés da lugar a un punto de partida consistente en concebir la medicina como respuesta a la aflicción de los propios enfermos. Por ello, pese a describirse los saberes hipocráticos, dado que éstos no ofrecían tratamientos adecuados ("Un effet placebo?": p. 57-58) la información más abundante se ofrece en torno al campo profesional -de ahí que se aporten algunas notas biográficas de los principales autores tratados-: el médico demostraba sus competencias uniendo una retórica convincente a un hábito discreto, unas teorías astutas a métodos espectaculares (p. 20-23, 76). A una intención retórica se atribuyen también el uso de la observación y el método pronóstico, que adquieren la misma finalidad metodológica que la realización de tratamientos agresivos, la pretensión de conseguir la confianza del paciente en un medio competitivo y sin institucionalización de la medicina (p. 20-24). Únicamente el desarrollo tecnológico y la cuantificación parecen ofrecerle a la autora un saber cierto y eficaz para el tratamiento de las enfermedades (p. 73-74) y su conocimiento (la explicación de la peste de Atenas por Tucídides vista desde la teoría del contagio actual queda reducida a una metáfora moral, p. 25-31).

La parquedad con que aparecen descritas las teorías médicas hipocrática (p. 17-20) y galénica (p. 48-50) -algo más se permite ver de la medicina alejandrina (p. 33-37), quizá por parecerle más objetiva a la autora- parece tener otra razón en el siguiente fragmento literal de censura a un sesgo histórico o/y historiográfico: "d'autres carac-téristiques seront attribuées par la suite à Hippocrate; toutes, à leur maniere, idéalisent la médecine hippocratique (...) Comment définir les principaux signes distinctifs de cette médecine? Elle est libre de toute superstition; oü elle replace le patient dans son environnement, elle ne cache pas ses échecs et ne prétend parvenir á guérir tous les maux; elle se soucie bien du patient que de l'argent; elle soigne indifférentement les esclaves, les hommes libres, les pauvres et le riches" (p. 24).

El hallazgo de diferencias y continuidades, la heurística de King, parece pues haber sido realizado, las primeras, merced a un ejercicio de delimitación precisa entre ciencia antigua y moderna en el que la objetividad, la cientificidad y la eficacia adquiridas por la medicina actual (p. 73-74 y 75-77) son contrapuestas a una anatomía que habría sido subsidiaria del ritual sacrificial (p. 7-8), a una etiología cargada de contenidos mágicos (p. 12), o al carácter individualizado de la terapéutica (incompatible con el precepto nosológico actual, p. 57) y a la farmacología de base mágica o empírica (p. 51-58).

Las continuidades caen del lado de los pacientes, débiles, eternamente indefensos ante la enfermedad por su impericia; la medicina contemporánea ha de ejercer el mismo tipo de retórica para ser eficaz: "les praticiens gardent le besoin d'affirmer leur autorité, de gagner la confiance du patient, et d'expliquer ses symptômes tout en lui offrant de l'espoir" (p. 77). En fin, la medicina es fruto, como se ha dicho, del temor de los pacientes lo que ha motivado distintas actitudes, religiosas, mágicas o las contemporáneas: "Les progres de la médecine vont toutefois de pair avec l'apparition de nouvelles exigences. Nous consultons de plus en plus les médecins, et nous attendons á étre guéris toujours plus vite (...) Nous voulons bénéficier d'une médecine de pointe toujours plus efficace, tout en souhaitant étre suivis de manière personnalisée par un médecin attentif á notre individualité comme par le passé" (p. 74).

Con la misma herramienta intelectual incorpora Helen King el capítulo dedicado a las mujeres -no se usa el término género- al advertirnos del riesgo de proyectar sobre el pasado reivindicaciones modernas como las del feminismo (p. 60), ya que la inferioridad y debilidad, nociones con las que fue concebido el cuerpo femenino por la medicina antigua, se aceptaron por las mujeres (p. 62) hasta incorporarlas a su comportamiento y actitud (véase el estudio de la actividad profesional femenina "Las femmes et la pratique médicale", p. 63-65). Sin embargo, en este campo olvida sus recomendaciones y metodología incisiva para llegar a establecer sus conclusiones: "En Europe, au début de l'époque moderne, quand les femmes ne pouvaient pas recevoir formation médicale, quelques charlatans travaillaient avec leurs épouses, leur confiant les patients qui présentaient des maux embarrassants pour établir le diagnostic et proposer un traitement. Il est possible qu'un arrangement similaire se sois produit dans le monde antique: les femmes médecins ne traitant que les femmes". Cierra su argumento recordando que, según ella misma afirma, en el sistema humoral la enfermedad es el signo de una incapacidad por controlarse: "il n'aurait probablement pas été approprié qu'une femme soit chargée d'aider un homme á se contróler" (p. 65); cerrado parece quedar un análisis falto de la categoría género en su planteamiento.

Como decía al principio, no hay correlación entre el escrito de Helen King y las imágenes que recoge Véronique Dasen, pero sí en el contenido, ya que una mirada androcéntrica resume la descripción de las imágenes con representaciones femeninas: "En dehors de son destin de mére, elle n'existait pas, ou difficilement" (p. 103), sin más. Por lo demás, este capítulo y el siguiente, ambos de Véronique Dasen, resultan más ajustados a la inicial historia cultural que habíamos presentido, dadas su temática y literalidad respectivas.

 

Rosa María Moreno Rodríguez, Universidad de Granada

 


 

Sabrina Grimaudo. Difendere la salute. Igiene e disciplina del soggetto nel De sanitate tuenda di Galeno. Palermo: Bibliopolis; 2008, 280 p. ISBN 9788870885439, € 30,00.

Un pormenorizado y riguroso estudio del De sanitate tuenda, sostenido con el examen de la obra Trasybulus sive utrum medicinae sit an gymnasticae hygiene, nos permite conocer la doctrina higiénica de Galeno, definida por Sabrina Grimaudo como el colofón de un proyecto reflexivo griego sobre la naturaleza humana, que en el periodo romano se habría coloreado con el De passione de Posidonio para convertirse en una disciplina propiamente autónoma y objeto de reflexión en el pensamiento latino (filosófico: Celso, Plutarco) y en el griego (médico: Rufo de Efeso y Ateneo de Attalia).

La autora propone comprender la práctica médica contemporánea por medio del estudio de la obra de Galeno; los principios metodológicos "normal" (Canguilhem), "disciplinamiento" (Foucault), "medicalización" (Ilich) y "hermenéutica" (Gadamer), junto con una cita inicial a Sigerist, son los instrumentos para su análisis comparativo en el que rescata como valores originales y aclaratorios una medicina construida sobre la fisiología y una concepción contingente e individualizada de la salud (Introducción, p. 11-25), frente a un conglomerado conceptual obtenido en la actualidad en torno a la patología y desarrollado en una práctica de salud pública que, sigue afirmando, tematizan el autocontrol y la salud, mediados por el conocimiento médico, como objetivos vitales, ("rinascita del mito della Grande Salute, alla base (...) di quell'autentica utopia che anima i grande progetti biotecnologici del nostro tempo", p. 27 y capítulo 1o, p. 25-33). En este sentido, creemos que este libro, de indudable valor para especialistas, pone a disposición de la docencia la higiene galénica y aun la doctrina médica de Galeno, ya que puede ser liberada de viejos tópicos que como el esencialismo continúan vigentes en algunos círculos, manifestado por una mentalidad positivista o empleado con fines didácticos espurios. A conseguir este fin contribuyen las treinta obras de Galeno, un poco más de la mitad de las examinadas en este estudio, que en los primeros capítulos del libro (especialmente, segundo, tercero y cuarto, p. 35-124) nos descubren unas ideas acerca de la salud y de la enfermedad construidas a partir del concepto de actividad, elaboración con la que necesariamente se supera la mera corporalidad; ideas que aparecen, además, inscritas en el gradiente vital, relativo por tanto a las edades y los frutos particulares que se pueden obtener de cada una de ellas (capítulo 3o, p. 73-97): "una concezione essenzialmente attiva della salute, la quale per la prima volta in modo così netto veniva ad essere connotata non piü come semplice assenza di malattia o contrario di essa, bensì come capacita di agire e di condurre una vita pienamente rispondente ai propri bisogni e alle proprie potenzialità" (p. 60); el cuerpo es enunciado como sustrato para la acción, el sujeto como juez de su estado, con la disponibilidad del mismo como criterio. De otra manera, el conocimiento de la fisiología es anterior al de la patología: antiesencialismo.

Grimaudo se deja guiar por la epistemología galénica para el desarrollo de su estudio, distinguiendo el aspecto competitivo -las escuelas médicas-, la herencia cultural y la intención médica en la formulación de la higiene.

En un medio social en el que la medicina ha alcanzado el grado de epistéme ya sea al disponer de un objeto propio de conocimiento (pero estático, la anatomía alejandrina, p. 155) ya, al formalizar universales nosológicos (doctrina metódica, p. 123), Grimaudo recoge el concepto de virtud moral, un bien frágil (término con el que refiere a Martha Nussbaum), y la aísthesis de Aristóteles como fundamentos de la epistemología galénica en torno a la salud: una ciencia sostenida por un criterio racional, la naturaleza teleológica aristotélica (p. 44-65), pero necesariamente conjetural en su modo aplicativo, es decir, en la clínica o en la prescripción dietética (capítulo 4o, p. 99-124). El programa médico se desarrolla a partir del concepto anatomofisiológico de diathesis, sobre el que las cosas necesarias pueden actuar como factores causales de enfermedad o, como parte de la higiene (p. 159-167), el conocimiento del cuerpo en estado de salud, los valores naturales (diáthesis katà phúsin), pueden ser puestos por el médico galénico al servicio de la actividad humana (capítulo 8o, p. 205-237). Esta observación le permite a la autora desplegar las analogías propuestas por Platón y Aristóteles entre salud corporal y bienestar del alma y de la ciudad, es decir, enunciar la correspondencia de la medicina con la política e incorporar un paradigma ético para la higiene: legislación y justicia son al alma como higiene y medicina son al cuerpo, el cuidado de éste guarda el alma y el alma es concebida como actividad. Con esto, declara, la intención galénica queda anclada en el paradigma griego filosófico y en el médico, éste contenido en la definición de la salud como un estado de equilibrio dinámico y relacional, referido a la realidad concreta del cuerpo viviente; el hecho de que dicha definición esté inmersa en una reflexión sobre el ser humano y su entorno (p. 37-38) le habría permitido a Galeno, al mismo tiempo, cimentar su doctrina en la autoridad de Hipócrates (p. 138-150). Siguiendo este modelo, el entorno (vulnerabilidad) y la individualidad (sustrato corporal y actividad) disponen la higiene galénica en torno a las causas necesarias (capítulo 6o, p. 159-187), cuyo contenido médico separa definitivamente a la higiene de la gimnástica y convierte a la medicina en una téchne poietiché, pues produce salud -hygíeia- y es restauradora -therapeía- (capítulo 5o, p. 125-157, cita en p. 137).

Según la autora, el diseño galénico adelanta aspiraciones de la medicina contemporánea en sus facetas antropológica (narrativas de enfermedad vs. Biomedicina, Arthur Kleinman y Byron J. Good), clínica (el sujeto como árbitro e intérprete de la enfermedad, Gadamer, Canguilhem) y filosófica (salud como sustancia de innovación ante los cambios, Canguilhem, o como presupuesto para la realización de la felicidad mínima, Nordenfelt, aunque aquí parece más evocado el concepto de capacidad de Amartya Sen), esto refleja, sigue diciendo Grimaudo, la indelimitación intrínseca entre medicina, filosofía y política que encierra la definición de la salud (p. 25-28). Para revelar esta vinculación acude al análisis del proceso de transmisión e incorporación de los ideales de salud: "Problema antico, dunque, quello della gestione della salute. Del suo oscillare tra una dimensione di autotutela, che impegna in prima persona il soggetto, e una autoritaria, che tende a farne un osservatore di comportamenti imposti da specialiste i quali, in virtù della loro competenza professionale, sovrintendono alla sua esistenza" (p. 185). Este enfoque se ajusta al objetivo y al marco conceptual de la obra y es relevante para la comprensión de la doctrina galénica. El carácter autoritario de la prescripción dietética, "il peculiare rapporto di subordi-nazione che lega il paziente allo hugyeinos o alla hygieine techne", justificado por el uso del verbo epistaéo (p. 177-178), le permite exhibir el sentido foucaultiano de la prescripción dietética, dicho carácter autoritario se habría acompasado a la obediencia debida, propia de la época imperial, bajo el modo de disciplinamiento ("il carattere totalizzante e fortemente prescrittivo dell'igiene raggiunge il suo culmine (...) che finiscono di fatto per coprire l'intero arco e ogni aspetto dell'esistenza umana", p. 177), lo que a su vez, recogiendo a Edelstein, significaba una restricción de la propia libertad que alimentaba los sentimientos de angustia e hipocondría del siglo II (p. 180-183).

No obstante, quizá conlleva, centrarse en este aspecto, omitir otros contenidos de la higiene que manifiestan más claramente los propios objetivos de Galeno, según creo, y que habrían permitido resolver a la autora algunas cuestiones suscitadas en su estudio, entre ellas el que aparezca Platón como autoridad en la higiene en lugar de Aristóteles (p. 234-237) o la infradeterminación de la libertad derivada del materialismo (p. 167-173): "Lo stresso nesso istiuito tra temperamento, regime e condotta etica poneva infatti, senza risolverla, la questione della responsabilità morale, della valutabilita di un comportamento non attribuibile a una libera scelta dell'individuo, ma determinato dalla krasis corporea, e, dunque, solo in minima parte modifica-bile" (p. 172). Esta última afirmación induce a Grimaudo a mantener un carácter sólo poietikó de la medicina, cuya función quedaría centrada en la creación de un sustrato adecuado para la vida, dejándola como auxiliar de la filosofía: "non nasce con Galeno una figura di medico dell'anima, ma l'igienista agisce sempre sul Corpo e solo indirettamente sulla dimensione psichica" (toma de Vegetti, La terapia del alma, In: M. Menghi, M. Vegetti, (a cura di) Galeno. Le passioni e gli errori dell'anima, Venezia, 1984, p. 173).

Sin embargo, el alma tripartita platónica tiene un potencial metafórico equivalente al que sostiene Grimaudo: incluye en la descripción de la actividad corpórea la obediencia y la jerarquización social, sí, pero Galeno culminó esta representación desarrollando una descripción acerca de la constitución apropiada para la parte lógica del alma que, concluyó, habría de ser la masculina (recogido por la propia autora de Harig y Kollesch, p. 190: "ruolo paradigmatico che l'uomo di ottima costituziones ricopre all'interno dell'opera"). Con ello la racionalidad asumía funciones de ejercicio de dominio y de excelencia moral vinculadas al varón. Esta caracterización fue trazada por Galeno con la ciencia aristotélica, el método apodíctico convertía a la razón en guía vital (De cognoscendis curadisque...), una vez que había sido rigurosamente formada, estrechamente vigilada por tutores (como veía Grimaudo) y, según podía demostrar Galeno, entrenada con y para el control de las almas irascible y concupiscible. Como decía, en el libro de Grimaudo las afecciones del alma son consideradas sólo en su contenido corporal, en su capacidad de modificar la krásis (p. 167-171), pero han de ser vistas también, o más, en su significado de auténticos enemigos de la razón que, propias de otras géneros de vida, como las consideraba Platón, ejemplifican el vicio y la cohorte de poder para el varón: han de ser encaradas, dominadas, por la racionalidad. Galeno, al tratar las afecciones del alma en el De sanitate tuenda como una parte de la higiene, hacía de la medicina un arte practikó, la dotaba de una función ética, aunque viciada por su carácter androcéntrico; como sostenía Vegetti, en una obra posterior a la utilizada por Grimaudo: "Galeno propone la costruzione de una morale laica, indipendente dai vincoli del potere e della costrizione religiose (.) Il medico galenico rivendica alla medicina rifondata non solo un compito generale de orientamento ideologico e culturale, bensí un vero e proprio potere di controllo sulle condotte morale e sulle devianze social" [Galeno e la rifondazione della medicina. Dynamis. 1995; 15: 98-99].

 

Rosa María Moreno Rodríguez, Universidad de Granada

 


 

Peregrine Horden. Hospitals and healing from Antiquity to the later Middle Ages. Aldershot, UK-Burlington (VT), USA: Ashgate (Variorum collected studies series, no. 881); 2008, xii + 338 p. ISBN 978-0-75466181-8, £ 70,00.

Los estudios históricos sobre la medicina medieval han experimentado en las últimas décadas una profunda renovación. Los trabajos del británico Peregrine Horden constituyen un destacado exponente dentro de esta renovación así como una expresiva muestra de la fecundidad de la perspectiva antropológica en los estudios histórico-médicos sobre el mundo pre-moderno. Los dieciséis artículos y capítulos de libro que bajo el título general de Hospitals and healing from Antiquity to the later Middle Ages se coleccionan en el volumen aquí reseñado, fueron originariamente publicados entre 1982 y 2007, y se agrupan en dos secciones, bajo los epígrafes "Hospitals and institutions of care" (siete trabajos) y "Sickness and healing" (nueve trabajos), respectivamente. En la primera se aborda el estudio de los hospitales y de otras instituciones asistenciales (cofradías, familias y redes informales) dedicadas al socorro de pobres, al cuidado de la salud y/o al apoyo mutuo, así como de diversos rituales que cabe interpretar retrospectivamente en clave de salud pública avant-la-lettre. Los trabajos de la segunda parte reflejan, en cambio, un empeño por relacionar a los prácticos sanitarios y sus escritos "profesionales" con un abanico más amplio de fuentes terapéuticas que informan sobre prácticas religiosas, musicales y/o propias de la medicina doméstica, y sobre sus intersecciones mutuas; todo ello con el fin de reconstruir más genuinamente la significación histórica de las prácticas identificadas retrospectivamente como sanitarias.

Desde el mismo prefacio, Peregrine Horden se confiesa como un escéptico en términos teóricos, que rechaza refugiarse bajo el paraguas de ninguna escuela, que defiende la utilización de una metodología ecléctica y que proclama su admiración por los acercamientos históricos comparativos entre diferentes culturas, países y periodos; para acabar sugiriendo que su compilación sea leída "como una antropología histórica de los hospitales, los tratamientos y el socorro de pobres" (p. x). Ciertamente, la Antigüedad y la Edad Media europeas son para él "países extranjeros", aunque no tanto como para impedirle establecer abundantes comparaciones entre distintos escenarios culturales contemporáneos o de otros periodos, sin apearse nunca de una actitud crítica y problematizadora de la realidad histórica que pretende reconstruir.

La mayor parte de los trabajos recogidos en el volumen se centran en la cristiandad tardo-antigua y altomedieval, con particular énfasis en las afinidades y diferencias entre instituciones, saberes, prácticas culturales y agentes sociales del oriente griego (Bizancio) y los del occidente latino, así como en las interacciones entre ambos y con el mundo islámico. Horden tiende a cuestionar sistemáticamente las concepciones vigentes sobre la naturaleza de todos estos ingredientes para después reinterpretarlos en clave antropológico-histórica. A lo largo de los sucesivos trabajos se debaten con ilustrativos ejemplos, numerosas cuestiones de relevancia para una mejor comprensión de las dinámicas sociales y culturales premodernas dentro del campo de la medicina, la salud pública y el bienestar social: pluralismo asistencial, jerarquización y cooperación entre los distintos agentes de salud (laicos y clérigos), multiplicidad y equivocidad de significados de las enfermedades físicas y mentales, itinerarios terapéuticos, variable y dispar significación de las prácticas terapéuticas y preventivas, procesos de medicalización en las instituciones hospitalarias, relaciones entre la salud terrenal y la salvación espiritual, y papel de los rituales, entre otras.

A partir de todo lo dicho, no puede sorprender que Horden subraye la necesidad de desmedicalizar la historia de los hospitales y de las medidas terapéuticas y preventivas en la Edad Media, y critique el anacronismo implícito en las visiones unilaterales de las instituciones y prácticas que actualmente identificamos con la medicina y la salud pública, al juzgar que desenfocan y/o escotomizan porciones de la realidad histórica que resultan esenciales para poder comprender en su mayor plenitud el sentido de la misma. Esta cuestión se aborda modélicamente en trabajos como "Ritual and public health in the early medieval city" (ítem III) y "A discipline of relevance: the historiography of the later medieval hospital" (ítem VII).

Su preocupación por explorar la significación cultural de las diferentes instituciones asistenciales y prácticas terapéuticas y preventivas se apoya indefectiblemente en la más amplia gama de fuentes históricas (sea nuevas o tradicionales sometidas a imaginativas relecturas), que analiza con minuciosidad y rigor, apoyándose en una rica bibliografía internacional plurilingüe, actualizada y diversa. Particularmente sugerentes en este sentido me han resultado su discusión sobre la medicalización de los hospitales bizantinos basada en una fina disección de los diversos vocablos griegos relativos a sus diversos tipos y funciones (ítem I), su estudio comparado entre las cofradías cristianas orientales y occidentales (ítem II), su análisis de las relaciones entre posesión y locura en el mundo bizantino (ítem XII) y el contenido de sus dos trabajos en torno a la peste y pestilencias en el mundo altomedieval (ítems XIII y XIV).

En suma, Hospitals and healing from Antiquity to the later Middle Ages constituye una valiosa aportación al conocimiento de la medicina occidental tardoantigua y altomedie-val, que suministra una estimulante mirada, bien informada y renovada, dentro de un campo de investigación actualmente tan vivo y fecundo como los estudios culturales sobre las sociedades premodernas del pasado y presente.

 

Jon Arrizabalaga, Institució Milà i Fontanals, CSIC

 


 

Juan Valles. Regalo de la vida humana. Transcripción del manuscrito y coordinación de estudios: Fernando Serrano Larráyoz. Pamplona: Gobierno de Navarra-Österreichische Nationalbibliothek; 2008, 2 vols. 783 p. + facsímil del manuscrito, ISBN 978-84-235-3096-0, € 100,00.

La edición de textos es un elemento imprescindible del quehacer historiográfico; su finalidad esencial es poner a disposición de toda la comunidad científica fuentes históricas que de otro modo, sobre todo cuando se trata de manuscritos inéditos, permanecerían ocultas, desconocidas o, en el mejor de los casos, al alcance de un muy reducido número de personas. La forma adecuada de llevar a cabo esta tarea requiere, sin embargo, un esfuerzo que, en muchos casos, no encuentra un patrocinio que esté dispuesto a asumir los costes que conlleva ejecutarla de manera eficaz y rigurosa. Por ello, la primera consideración que merece la obra que aquí nos ocupa es la de que sus patrocinadores (el Gobierno de Navarra y la Biblioteca Nacional de Austria) no han escatimado el apoyo a la iniciativa de su impulsor, Fernando Serrano, lo que ha dado como resultado una magnífica edición.

El manuscrito titulado Regalo de la vida humana fue escrito a mediados del siglo XVI por Juan Vallés (ca. 1496-1563), notario, secretario y diplomático al servicio de Carlos I, quien en 1524 le nombró Protonotario y, poco después, Tesorero del Reino de Navarra, además de conferirle el título de Caballero en 1525. El original de Juan Vallés se conserva actualmente en Viena (Ms. 11160, Ósterreichische Nationalbibliothek, Codex Vindobonensis Palatinus), a donde llegó después de 1674, cuando el embajador austriaco en la corte de Carlos II adquirió para la colección imperial la enorme biblioteca (2.498 volúmenes) reunida por el marqués de Cábrega en Madrid, que incluía el manuscrito en cuestión, en la forma que le diera Pedro de Sada, nieto de Juan Vallés.

Este es el códice que -con una calidad material y gráfica difícilmente superable- se reproduce en facsímil en esta edición. El grueso volumen del facsímil va acompañado de otro, aún más grueso, que recoge siete estudios introductorios (p. 17-260) a cargo de ocho destacados especialistas, la trascripción íntegra del manuscrito original (p. 263-756) y un "Índice de recetas" (p. 759-783), ya que el Regalo de la vida humana es, básicamente, un recetario. Quizá hubiera sido una buena idea enriquecer este apartado de índices con otros más elaborados (el de recetas se limita a seguir el orden de éstas en el manuscrito) que permitieran recuperar de forma más rápida y eficaz algunas de las riquísimas informaciones que la obra contiene sobre alimentos, especias y condimentos, sobre afeites y otros productos de uso cosmético, sobre hierbas de uso medicinal y sobre un largo etcétera de productos naturales y artesanales empleados en la vida cotidiana -en las "tecnologías domésticas" (p. 173), si se prefiere la expresión de una de las autoras de los estudios previos- de una rica casa bien establecida en la Navarra de las décadas centrales del siglo XVI.

El primero de los estudios introductorios (p. 19-73) está firmado por el coordinador de toda la edición, Fernando Serrano, y es una aproximación biográfica al autor del Regalo de la vida humana basada en una intensa investigación en diversos archivos, ya que Serrano ha revisado más de un centenar de protocolos notariales y medio centenar de procesos judiciales para seguir la pista de las actividades de Juan Vallés. La vida de Vallés en Navarra queda ahora sumamente enriquecida y resulta un ejemplo magnífico de la creación de un clan familiar y clientelar en un contexto local periférico por parte de un caballero que, por razones diversas y no bien explicadas, deja atrás una brillante carrera cortesana, desviando sus intereses sociales, de fortuna y familiares hacia su tierra natal. Lástima que no conozcamos con tanto detalle la etapa cortesana de Vallés, que incluyó viajes a Inglaterra, Flandes, Alemania e Italia y se prolongó hasta 1526. Aunque los lazos con algunos personajes de la corte no debieron interrumpirse del todo, el resto de la andadura vital de Vallés transcurrió en su comarca natal, hasta su muerte en 1563. Esta larga etapa de madurez incluyó la redacción de tres obras, ninguna de las cuales llegó a la imprenta: unas Flores de cirugía y medicina, hoy perdidas, el Libro de acetrería y montería y el Regalo de la vida humana, que, como ya hemos señalado, es en realidad un recetario.

Organizado por su autor en ocho libros, el Regalo tal y como hoy lo conocemos ha perdido el llamado "Octavo libro", porque Pedro de Sada, el ya mentado nieto del autor, decidió separarlo del resto de la obra por considerar que esa "silva de varias recetas" (la cita de autoridad implícita en semejante título es evidente) debía publicarse por separado. La estructura del manuscrito conservado en Viena, así como el proceso de redacción y los autores materiales del códice quedan suficientemente documentados gracias al detenidísimo estudio codicológico que María Itziar Zabalza nos ofrece en el segundo de los estudios introductorios de la edición (p. 79-122).

Los dos estudios siguientes tratan de dotar al público lector actual de un contexto adecuado para poder enmarcar la obra de Vallés y abordar su lectura con claves interpretativas que, a todas luces, resulta imprescindible tener previamente. Así, Lluís Cifuentes se ocupa de explicar (p. 125-148) la "gran transformación" de la cultura textual de las élites laicas de los siglos XIV al XVI, en especial el "proceso de vernacularización" experimentado por dicha cultura, sobre todo en el terreno de lo que Cifuentes denomina "saberes útiles" o también -en frase feliz- "la ciencia en casa del profano". Desde esta perspectiva, podemos comprender mucho mejor la empresa intelectual de Juan Vallés y la producción de un texto como el Regalo.

Resulta también muy pertinente para entender "la cultura de la salud de Juan Vallés" el marco general que nos ofrecen Jon Arrizabalaga y Teresa Huguet en su estudio (p. 151-170). De hecho, los aspectos médicos y terapéuticos de las recetas recopiladas en el manuscrito pueden dar lugar a diversos malentendidos si no se comprende adecuadamente el marco teórico del galenismo médico latino y no se tiene en cuenta el éxito popularizador de éste conseguido por la medicina universitaria del período XIV-XVI. Los autores del estudio ofrecen también una breve aproximación a "las fuentes del saber médico de Juan Vallés", un saber asociado, como es natural, a unas prácticas que se muestran no sólo en las partes del Regalo dedicadas a las preparaciones "para medicina y cirugía", sino que también impregnan las recetas sobre destilaciones, perfumes, productos de limpieza, alimentos y bebidas.

Dado el amplio abanico de aspectos del régimen doméstico abordados por el Regalo, los tres estudios introductorios finales se ocupan de ofrecer un análisis más detenido de los siete libros que componen el recetario. Montserrat Cabré se ocupa de los "consejos para hermosear" contenidos en los libros I, II y III (p. 173-202), Fernando Serrano analiza las recetas de "confitería y gastronomía", reunidas en los libros IV, V y VI (p. 205-243), mientras que Fermín Miranda y Carmen Jusué hacen lo propio con el tratamiento de los vinos, aguardientes y vinagres en el libro VII (p. 247-260).

Especial mención merece, a nuestro entender, el excelente tratamiento que hace Cabré de un asunto complejo y fascinante como el del "aderezo del cuerpo"; el fino análisis que realiza la autora aborda la presencia del tema en la cultura textual hispánica, así como la compleja relación entre autoría, transmisión y recepción, teniendo siempre en cuenta el género de las personas implicadas en esas tres partes del proceso de circulación del saber. Cabré incluye también un detenido análisis comparativo entre los contenidos cosméticos del Regalo y los que se hallan en otros manuscritos similares, especialmente en el titulado Vergel de Señores (BNE, Ms. 8565).

La filiación del Regalo respecto del Vergel parece indudable también en los análisis de Serrano. En el estudio que dedica a los contenidos gastronómicos del recetario de Juan Vallés, compara los saberes culinarios del Regalo, además, con los de textos de otras tradiciones cercanas (Ruperto de Nola, Miguel de Baeza, Diego Granado). Su análisis se detiene en las materias primas usadas en las recetas de dulces, caldos y guisos, así como en las especias, condimentos y hierbas aromáticas empleadas, ofreciéndonos un detenido panorama de la bien nutrida despensa que debía tener la casa modélica que el Regalo se ofrecía a gobernar. El "sincretismo culinario" (p. 243) de Juan Vallés no es ni más ni menos original que el de los otros circulantes por el ámbito hispánico, como de forma convincente concluye Serrano; de hecho, diríamos que, por definición, no hay cocina que no sea "sincrética".

Para concluir, nos gustaría destacar el esfuerzo realizado por el grupo de autoras y autores de los estudios para aclarar la cuestión de a qué género de "literatura científica" de la época (tómese la denominación con la debida precaución ante el anacronismo) sería adscribible la obra de Juan Vallés. El problema -si es que es un problema, que quizá no lo sea- es que no parece existir un consenso acerca de este asunto en el conjunto de los estudios. En lo que sí coincide la mayoría es en discutir la relación del Regalo con los llamados "libros de secretos". Pese a las serias dificultades que plantea considerar el Regalo como un "libro de secretos" (Cabré, Cifuentes, Huguet y Arriza-balaga las enuncian casi todas) quizá el peso de Science and the Secrets of Nature de William Eamon (una obra de 1994 que sigue siendo la más influyente en el abordaje de ese género de literatura) les obliga a aceptar provisionalmente un rótulo que, lejos de funcionar con la eficacia inicial que parecía conferirle el atenerse a una expresión usual en la época, comienza a dar señales de que está funcionando en la actualidad como un cajón de sastre. Tarde o temprano, habrá que volcar el cajón para esparcir todo lo que hemos ido metiendo dentro, con el fin de tratar de clasificar su heterogéneo contenido de manera más satisfactoria. Lo que es indudable es que esfuerzos colectivos como el de esta espléndida edición del Regalo de la vida humana ayudarán mucho en esa tarea pendiente.

 

José Pardo Tomás, Institució M i la i Fontanals, CSIC

 


 

José Valenzuela Candelario; Rosa M. Moreno Rodríguez; Fernando Girón Irueste. El Hospital Real de Granada y sus Constituciones de gobierno (1593-1857). Asistencia a los pobres y regulación social. Granada: Editorial Universidad de Granada; 2008, 300 p. ISBN 9788433848666, € 24,00.

A través de los cuatro textos normativos que para el Hospital Real de Granada se publicaron a lo largo de más de 250 años, y de otras fuentes de información contemporáneas, los tres autores estudian de forma independiente la evolución de la asistencia a los pobres y la regulación social en la ciudad de Granada, centrada en dicha institución. Buena parte de este libro, aproximadamente la mitad, está constituido por la edición de dichos textos normativos, lo que permite consultarlos fácilmente y los pone a disposición de los investigadores.

José Valenzuela Candelario, excelente investigador de la historia de los hospitales, se ocupa de la Introducción y del primer capítulo titulado "Las constituciones del Hospital Real de Granada de 1593 y de 1632: la experiencia cotidiana ante el canon contrarreformista". En la Introducción nos presenta dichos textos normativos y formula su hipótesis: no hay "auténtica transformación sustancial" en esta institución, a pesar del largo periodo estudiado, solo pequeños cambios que obedecen a "reordenamientos y reconfiguraciones de la acción tradicional de la caridad". Y afirma que, en relación con la fundación del Hospicio, no se culminó el proceso de reunión hospitalaria que llevo aparejada su creación, y que fracasó en el intento de trasformar la imagen y el tratamiento de la pobreza en la línea de los planteamientos secularizadores y regalistas que lo propiciaron. Apoyado en sus trabajos anteriores sobre esta institución, el autor, en el primer capítulo, se ocupa de las circunstancias fundacionales de esta institución, producto de la fusión de varios hospitales anteriores (el Hospital de la Alhambra, el de los Reyes, fundaciones ambas de los Reyes Católicos, y la Casa de Inocentes, de origen nazarí y después mantenido por el municipio) y explica cómo se configuró esta institución para la asistencia a una quincena de locos, a enfermos de bubas en la primavera y el otoño, además de dispensar limosna de pan y dinero (esto último solo sobre el papel) a los pobres de la ciudad. Valenzuela pasa después a analizar las dos primeras Constituciones del Hospital, ordenadas por los reyes Felipe II y Felipe IV y nacidas como respuestas a visitas extraordinarias o inspecciones realizadas al hospital bajo comisión real, una por don Juan Alonso Moscoso, obispo de Guadix y Baza (1590-1592), y la otra por don Pedro de Ávila, abad de la Iglesia Colegial del Sacromonte (1629). Como el mismo autor aclara, en el Antiguo Régimen las visitas fueron un instrumento administrativo que conllevaba recaudar atrasos, ajustar cuentas y modificación de los textos normativos o creación de otros nuevos. En este caso ambas constituciones expresan el aggiornamento contrareformista y su ajuste a las circunstancias sociopolíticas y económicas de una ciudad en decadencia. El finísimo análisis de estas constituciones realizado por el autor, y siempre referido a las visitas extraordinarias que las originaron, nos muestra los entresijos de esta institución en ese periodo, con un estilo conceptista que requiere una lectura pausada.

Rosa M. Moreno Rodríguez, que ya en otras publicaciones se ha ocupado felizmente de la pobreza en Granada en el siglo XVIII, estudia en el segundo capítulo de este libro "Las ordenanzas y constituciones del Real Hospicio de Granada de 1756: la tentativa asistencial ilustrada ante la cultura caritativa". Es el momento de la conversión del Hospital Real en Hospicio General de pobres como resultado de la voluntad de la monarquía borbónica de eliminar la pobreza de las calles, aunque para ello se hubiese de prohibir y castigar la mendicidad, condenando así el régimen de la caridad. Ello se pone en marcha en relación con la política de reformas económicas de Fernando VI, en 1753, cuando se acababan de revisar las relaciones con la Santa Sede que permitieron que la Corona pudiera centralizar y administrar tanto las donaciones caritativas estatales, como las eclesiásticas, municipales y privadas.

Estos cambios que fueron reglamentados en las citadas ordenanzas y constituciones de 1756, los podríamos resumir como la creación de un Hospicio en Granada en el edificio del Hospital Real, hecho a base de una nueva reunificación de todas las obras benéficas destinadas a limosnas a pobres mendicantes. Se mantenía la asistencia a enfermos de morbo gálico, a locos y leprosos (éstos fuera del edificio, aunque dependientes de la misma institución); se añadían las obras benéficas de protección a los niños y de mujeres "expuestas, toleradas y castigadas" (Beaterio de Santa María Egipciaca); y la novedad estaba en el acogimiento de pobres, convirtiéndose esta institución en su lugar de residencia. A cambio se suprimía la tradicional donación de limosna a los pobres portadores de cédulas de pobreza. Es decir se pretendía que fuera una "fundación completa" bajo la protección del rey para el "refugio y recogimiento de los necesitados" "desde el nacimiento hasta la vejez". Ello conllevó cambios en la composición y deberes de la administración, a la ordenación de fábricas previstas para el trabajo, a cambios en la composición del personal asistencial, con una nueva regulación de sus cometidos, y exigió también una instrucción del modo de vida de los internos en el Hospicio y en el Beaterio de Santa María Egipciaca. Había dos modelos de vida para los residentes: para los adultos, la prohibición de la mendicidad fue la única medida para remediar la pobreza; para la población infantil hubo una intención mercantilista en el hecho de que se reglamentaba el trabajo infantil para formarlos como maestros y oficiales, y adoctrinarlos en el valor del trabajo. En este capítulo, con una exposición clara y un análisis cuidado del texto normativo, constantemente enriquecido con fuentes procedentes del archivo administrativo de la institución, la autora nos muestra dos niveles de acción política: el económico, con la implantación de un modelo administrativo centralizado y racionalizado dependiente directamente de la corona, y el cultural, consistente en el adoctrinamiento en la nueva consideración de la pobreza y del trabajo.

Por su parte, Fernando Girón Irueste, se encarga del tercer y último capítulo titulado "El reglamento de 1857 para el régimen interior del Real Hospital, Hospicio, Casa cuna y de Amparo de Granada: el marco legal liberal". Es decir, del periodo en que esta institución pasa a depender de la Beneficencia Pública y más concretamente de la Diputación Provincial. Este capítulo, más descriptivo que los anteriores, nos muestra cómo este hospital dividió su espacio en cinco secciones: Real Hospital de Dementes, el Seminario de Expósitos, el Hospicio de Ancianos, la Casa-Cuna para la lactancia de los recién nacidos, más la Casa de Amparo fuera del edificio histórico. El análisis del texto normativo que este autor hace, sin apoyo de fuentes de archivo, lo divide en tres apartados: innovaciones administrativas y físicas, modelo de vida propuesto para los asilados y objetivos de la asistencia. Los fines de esta institución continuaron siendo: la eliminación de la mendicidad y cualquier otra peligrosidad social, aislándola del resto de los conciudadanos; el adoctrinamiento en la realización del trabajo para evitar la vagancia, en lo que fue fundamental la escuela y los talleres; la instrucción religiosa abrumadora, a pesar de la creciente secularización de la vida española; la fijación constante en la moralidad religiosa, con separación de sexos total y permanencia de castigos físicos; la rentabilidad en la inversión económica que conllevó a que se trabajara incluso fuera del centro pero percibiendo solo una parte del salario; y el aumento de población, intentando acabar con el infanticidio. Es decir, que pese al cambio de patronazgo en estos dos siglos y medio, en los que esta institución paso de depender de la Corona en el siglo XVI, a ser gobernada por la Diputación Provincial en el XIX, los objetivos asistenciales variaron mínimamente, confirmando así la formulación introductoria de la hipótesis de José Valenzuela Candelario.

En definitiva, es un libro cuya lectura aconsejo. Es de sumo interés para la Historia Social y en particular para la Historia de la Medicina, pues no es una historia de hospital al uso, sino que aporta sobre todo un análisis exhaustivo de los textos normativos que regían esta institución, valiéndose a la par de ellos para conocer su evolución. Además, los fines asistenciales-sanitarios y de control social, adaptados al pensamiento político de cada momento, hacen del Hospital Real de Granada un ejemplo paradigmático de hospital-hospicio, nacido en el siglo XVI como resultado de un proceso de unificación de instituciones que hunden sus raíces en la Edad Media y que prolonga su actividad hasta la primera mitad del siglo XX.

 

Asunción Fernández Doctor, Universidad de Zaragoza

 


 

Francisco Vázquez García. La invención del racismo. Nacimiento de la biopolítica en España, 1600-1940. Tres Cantos-Madrid: Ediciones Akal; 2009, 252 p. ISBN 978-84-460-2734-8, € 16,00.

Textos del profesor de filosofía de la Universidad de Cádiz Francisco Vázquez sobre el tema de la biopolítica en España han estado accesibles a los internautas desde hace algunos años, a raíz de distintos cursos de doctorado impartidos en la Universidad de Murcia. Ahora pasan por la imprenta con toda la formalidad y rigurosidad del ensayo universitario, amplias citas y nutrida bibliografía, donde he de destacar para los lectores de esta revista el amplio repaso a la producción reciente de historia social de la medicina de autoría hispana, algo que ejemplifica, además, el carácter de síntesis que se propone explícitamente el autor, quebrando las barreras disciplinarias entre educación, derecho, economía y medicina como corresponde al programa de trabajo de los genealógolos de estirpe foucaultiana, entre los que milita en la vanguardia en nuestro país.

El libro se compone de un prólogo, una introducción, seis capítulos temáticos y uno bibliográfico. El prólogo define el concepto central, biopolítica (o "conducción de las conductas relacionadas con el ser humano en tanto organismo viviente"), que remite a la entidad población como objeto de pensamiento y actuación política, y sitúa las coordenadas materiales de producción del texto, dedicado a los asesinados Francisco Tomás y Valiente y Ernest Lluch. La introducción (p. 9-18) nos expone el punto de partida y la metodología seguida, así como los apartados en que se divide el estudio. Aquí desarrolla con más precisión el título, la invención del racismo, al subrayar la indefectible unidad del propósito de obtener la perfección poblacional con la eliminación de los inadaptados, y analiza en profundidad el origen del término biopolítica y sus significados, resaltando su voluntad de aplicarlo creativamente, en la línea generada por la red History of the Present, fundada entre otros por Nikolas Rose, para evitar "que se convierta en consigna de moda" (p. 10). Vázquez rechaza una concepción inmanente o esencialista del concepto "biopolítica": ni destino del mundo occidental ni refinamiento de las estrategias del poder; aceptando la primera noción de Foucault, en tanto que modelo moderno de racionalidad gubernamental, lo que persigue es aclarar sus perfiles precisos en los distintos momentos históricos. Para él, existen "tantas formas de biopolítica como maneras de gobernar", por lo que el acercamiento histórico a la misma en una formación social concreta resulta "inseparable de una morfología de la gubernamentalidad" (p. 15). Para el caso objeto de estudio propone el siguiente catálogo: biopolítica absolutista (1600-1820), biopolítica liberal clásica (1820-1870), biopolítica interventora (1870-1939), biopolítica totalitaria (1940-1975), biopolítica social (1975-1985) y biopolítica liberal avanzada o neoliberal (desde 1985), si bien el texto no traspasa la línea de la Segunda República y se concentra sobre todo en la primera de las etapas señaladas. Así, dedica los cuatro primeros capítulos del libro al estudio de la biopolítica absolutista, abarcando, respectivamente: el nacimiento de la biopolítica absolutista (p. 19-53), el gobierno de los pobres (p. 55-85), relaciones entre la biopolítica y la política del cielo (p. 87-137) y la ciencia de la policía y políticas de salud (p. 139-182), lo que abarca en conjunto 154 páginas. Dos capítulos más, en 36 páginas, repasan, respectivamente, la biopolítica liberal clásica (p. 183-199) y la biopolítica interventora (p. 201-221), o por otro título, "entre los seguros y la eugenesia". Esta desigualdad factual se explica porque el objeto primordial que se ha marcado el autor es el historiar las primeras manifestaciones de biopolítica hispánica, de modo que el papel de los dos últimos capítulos es servir de contraste y así su confección es más sumaria, con menor atención a fuentes originales. La bibliografía se divide en dos apartados, uno que podemos llamar epistemológico, Biopolítica y genealogía, y otro histórico, Biopolítica en España, donde se listan unos 300 títulos, la mayoría fuentes secundarias.

La palabra "biopolítica", puesta en circulación que no inventada por Michel Foucault, ha entrado con tal fuerza en el vocabulario contemporáneo que de algún modo ha llegado a constituir una banalidad. Para el sociólogo Didier Fassin (véase su colaboración en el Dictionnaire de la pensée medicale dirigido por D. Lécourt) produjo un reverdecimiento de los estudios sobre el control social ejercido por la medicina y propició un desarrollo crítico en filosofía, una vez puesta en relación con las tesis de Hanna Arendt, una autora que ofreció de forma coetánea al anterior su teoría del gobierno de la vida. Frédéric Keck (L'Hornrne, 2008: 295-314) insiste en que el término "biopolítica" no identifica un único fenómeno. Foucault lo empleó inicialmente en el transcurso de sus reflexiones sobre saberes y poderes como elemento de transición del poder soberano ("hacer morir y dejar vivir") al biopoder ("hacer vivir y dejar morir"), que se constituyó históricamente en los inicios de la modernidad occidental por la suma de la anatomopolítica del individuo aparecida a finales del siglo XVII con la biopolítica de las poblaciones iniciada a mediados del Setecientos. Con esta noción introdujo la idea de que la integración del ser vivo como objeto y categoría política se desarrolla a la vez que los procesos de industrialización y en relación con el desarrollo de las ciencias sociales y las técnicas de gobierno de los seres humanos. En el transcurso de su vida el filósofo francés abandonó el concepto de biopoder por el de gubernamentalidad, que es el concepto actualmente operativo en el campo de la historia (una reflexión interesante y reciente es la de Simon Gunn. From hegemony to governmentality: changing conceptions of power in social history. Journal of Social History. 2006; 39/3: 705-720) y la filosofía política.

Biopolítica fue subsiguientemente empleado por Foucault en relación directa con las instituciones médicas, como hizo en el recientemente editado curso de 197778 dedicado a Seguridad, territorio y población (Buenos Aires: FCE; 2006), si bien los exégetas aprecian mejor su valor cuando se aplica, como quiere Fassin en el artículo citado, a temas alejados del terreno de la salud/enfermedad/asistencia. En el momento actual, posiblemente su empleo ha cobrado más fortuna en el campo de la historia y antropología de las ciencias, en relación con los problemas derivados del análisis de las biotecnologías y la bioseguridad, en contextos críticos con el devenir de las sociedades neoliberales, por tanto con un sentido más cercano al específico de "mecanismos reguladores" o "dispositivos de seguridad" que al más general de biopoder, por emplear la distinción que utiliza Vázquez en la introducción. A mi parecer, poco más se puede extraer del concepto, del que su uso descriptivo generalizado nos deja en la duda acerca de la dinámica histórica. Admitiendo la variabilidad en el tiempo de esas "políticas de la vida", la pregunta inmediata a la que tenemos la obligación de contestar es por qué cambian, y eso es algo que en la estricta disciplina foucaultiana es un problema por resolver. Podemos caer en el riesgo de tomar el concepto por la explicación y pensar que diciendo "biopolítica" ya está todo claro.

Dicho esto, el esfuerzo de síntesis del autor es considerable y meritorio. Los temas tratados, de la colonización de Sierra Morena a la acción social ilustrada, de la expulsión de los moriscos al cierre de los burdeles, de la introducción de la ciencia de la policía a la centralización de las juntas de Sanidad, no son inéditos en modo alguno, aunque sin duda es original su colocación en este tejido mixto de tecnologías y dispositivos enfocados simultánea y separadamente a individuos y poblaciones. El recurso a los estudios previos en cada caso es, en general, bastante exhaustivo, teniendo en cuenta la distancia que suele mediar entre el cierre de los manuscritos y su conversión en texto impreso, así como modélico en su forma: Vázquez lo cita todo.

Hay pequeños errores: el nombre propio del autor de Madrid desde el punto de vista médico-social (1902) fue Felipe (firmó siempre como Ph.) y no Henri Hauser (p. 202), ni el Instituto de Reformas Sociales (1904-1924) se convirtió en el Instituto Nacional de Previsión, que nació separadamente en 1908 (p. 208). Probablemente los lectores conocedores de alguno de los problemas históricos concretos suscitados en el libro no encontrarán en él más novedad que el enfoque general del trabajo, mas dada la rocosa impermeabilidad de nuestras áreas y departamentos universitarios aprenderán bastante sobre muchos otros asuntos. Los estudiantes (de ciencias sanitarias, de economía, de historia, de filosofía o de ciencias sociales) sin duda se beneficiarán de esta sistemática tan amplia y del gran trasiego de bibliografía.

 

Esteban Rodríguez-Ocaña, Universidad de Granada

 


 

Frida Gorbach; Carlos López Beltrán, eds. Saberes locales: ensayos sobre historia de la ciencia en América Latina. Zamora, Michoacán: El Colegio de Michoacán; 2008, 401 p. ISBN 978-970-679-259-4, US 17,00.

"Saberes locales" es un libro que reflexiona sobre el oficio. Según sus editores, reúne ensayos que buscan respuestas a la ambivalencia que genera en los historiadores de la ciencia no metropolitana la celebración de cambios cardinales en su historiografía reciente, al mismo tiempo que padecen la perplejidad de descubrirse sujetos aún de "imposiciones teóricas fijadas para otros espacios" (p. 14). Esta preocupación fue acogida y elaborada colectivamente por pares del posgrado en Filosofía de la Ciencia de la Universidad Autónoma de México a partir del cambio de siglo y, más adelante, plasmada en textos discutidos en versiones preparatorias a principios de 2005. Parte de esos trabajos son los incorporados al presente volumen. Frida Gorbach (UAM, Xo-chimilco) y Carlos López Beltrán (UNAM) dan cuenta de las elaboraciones logradas y del proceso incómodo y paciente de fertilización interdisciplinar (e interpersonal) en su "Introducción: apuntes para ubicar nuestras historias de las ciencias".

La historiografía de la ciencia del sur, como prefieren designarla, debe abordar sus problemas de investigación desde la transformación epistémica que supone el desmantelamiento de la idea de verdad científica, su pretendida autonomía y universalismo. Debe reconocer el sustrato político de la cultura científica y su recíproco de dominación, tanto desde los centros mundiales a la periferia colonizada, como de las élites de estas últimas hacia sus propios bordes. También precisa -dicen-, advertir como el conocimiento/poder articulado en torno a la construcción de la nación moderna, en un rasgo que se anota muy americano, desplazó y subalternizó a su vez actores, historias y saberes locales. No obstante reconocen que asumir ese género de conciencia poscolonial y posmoderna no genera por sí las soluciones teóricas y prácticas para interpretar satisfactoriamente la realidad miscelánea y abigarrada que aparece tras los iconos destronados. Emplazar las historias en las nuevas circunstancias y conseguir, además, entenderlas sin disecarlas de la manera disciplinar clásica, es la cuestión. Esta tensión profesional es transversal al texto y, a mi modo de ver, un valor destacable de la colección. Se demandan nuevas visiones, nuevas herramientas y nuevas denominaciones de las que se construyan relatos de otra especie para la relación sur-norte. En las explicaciones por venir no se desconocería el calado de los imperios culturales europeo y estadounidense en la conformación de lo que es hoy Latinoamérica (la denominación Amérique Latine es de hecho acuñada en medio de las disputas imperiales por el territorio), pero sí, a través del distanciamiento, desmenuzar las razones tanto del éxito político, económico y social de esas empresas, como de su fracaso en el vendido ideal de bienestar general. Se sugiere así, tal vez, hincar de otra manera en el viejo (e irresuelto) conflicto de identidad del subcontinente. Y, tal vez también, comprometer la disciplina -una llamada a politizar la ciencia- en acciones transformadoras de la realidad haciendo más genuino y consecuente el ejercicio historiador.

El contenido del libro se organiza a partir de la comentada Introducción en once capítulos acomodados un tanto forzadamente en dos partes. Son trabajos disímiles en tiempos, lugares y modos pero coinciden en la señalada reflexión sobre la práctica misma buscando re-editar las relaciones de algunas disciplinas científicas con el contexto sociopolítico o reflotar saberes locales como medios para rehacer la insatisfactoria historiografía regional, y, así también, mojonar en los mapas de la historia de la ciencia universal. El valor intrínseco de cada trabajo quedará para juicio de la audiencia no sin apuntar que se correlaciona bien con el alto nivel de quienes los firman. Están presentes voces de Argentina, Colombia y España, pero la mayoría habla desde y sobre México.

La parte I "Saberes Disciplinares" recoge en general estudios sobre las profesiones y cuenta con los siguientes textos y autorías: "Lo que aún no sabemos sobre el intercambio tecnocientífico entre sur y norte: nortecentrismo, difusión científica y estudios sociales de la ciencia" por Alexis de Greiff y Mauricio Nieto; "Centro, periferia y comunidades científicas: reflexiones a propósito de la antropología en México" por Mechthild Rutsch; "Nación y ciencia: reflexiones en torno a las historias de la arqueología mexicana durante la posrevolución" de Haydeé López Hernández; "La biología en México: un acercamiento historiográfico" por Rafael Guevara Fefer; "La soledad "local" y el cosmopolitismo nacional: la fisiología respiratoria de americanos y europeos en el contexto colonial, siglo XIX" de Laura Cházaro y "La histeria en México: una reflexión en torno a la historia" por Frida Gorbach.

La parte II presenta cinco estudios de caso bajo el epígrafe de Saberes Situados: "La prueba asesinada: el trabajo de campo y los métodos de registro en la arqueología de los inicios del siglo XX" de Irina Podgorny; "Intención conceptual, utopía y logro jurídico: vigilancia y control legal del matrimonio a partir del discurso médico decimonónico sobre la herencia" por Fabricio González Soriano; "La querella por el temperamento de México: meteorología, hipocratismo y reformas urbanas a finales del siglo XVIII" por Miruna Achim; "Hibridación: historia natural y sexo contranatural en la Francia ilustrada" de Javier Moscoso y "Sangre y temperamento: pureza y mestizajes en las sociedades de castas americanas" de Carlos López Beltrán.

Siguen a los capítulos de contenido las referencias bibliográficas (p. 343-386) y dos apartados en donde se presenta el currículo de autoras y autores y el índice de ilustraciones (p. 387-394). Finalmente un índice analítico (p. 395-398) y un índice onomástico (p. 399-401) que hacen más transparentes y usables los contenidos.

Los trabajos del libro son al final producto de procesos verticales de investigación, lo cual, en mi opinión, no obsta para reconocer el valor del esfuerzo intelectual inter-disciplinar y comunal que se relata. Esta suerte de laboratorio es en sí una propuesta heurística.

 

Marco Luna Maldonado, Universidad de Granada

 


 

Francisco A. González Redondo. Protagonistas de la Aeronáutica: Leonardo Torres Quevedo. Madrid: AENA, Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea; 2009, 160 p. ISBN 978-84-924991-6-8, € 18,00.

El Centro de Documentación y Publicaciones de AENA, en su tarea de difusión de la historia de la Aeronáutica, ha iniciado una nueva colección de libros con el título de "Protagonistas de la Aeronáutica". Y ha decidido hacerlo publicando la biografía de Leonardo Torres Quevedo, al que Maurice d'Ocagne (Presidente de la Société Mathé-matique de France) consideró en 1930 "el más prodigioso inventor de su tiempo". Su autor es Francisco A. González Redondo, profesor de la Universidad Complutense de Madrid, quien, junto con su padre y maestro, Francisco González de Posada, Presidente de Amigos de la Cultura Científica, lleva veinte años difundiendo la vida y la obra del ingeniero español organizando simposios, ciclos de conferencias y exposiciones, y publicando numerosos artículos, libros de actas y catálogos que se han convertido en la principal fuente de información en los últimos tiempos para conocer la trayectoria vital y científica del genial ingeniero de caminos.

Como es sabido, esta obra se ha visto precedida de diferentes aproximaciones biográficas anteriores. Leonardo Torres Quevedo, nacido en Santa Cruz de Iguña (Molledo, Cantabria), el 28 de diciembre de 1852, falleció en Madrid el 18 de diciembre de 1936, a unos días de cumplir los 84 años. Con ese motivo, diferentes autores publicaron breves biografías, entre las que pueden destacarse la de Blas Cabrera (en los Procés Verbaux des Sciences del Comité Internacional de Pesas y Medidas), la de Pedro M. González Quijano (en la Revista Matemática Hispano-Americana) y la de Maurice d'Ocagne (en la Revue des Questions Scientifiques).

En 1952, y muy especialmente a lo largo de 1953, y sólo con unos meses de retraso, se fue conmemorando en diferentes medios el centenario del nacimiento del ilustre inventor. Aprovechando esta efemérides, volvió a recordarse su vida y su obra en artículos de Marcos López del Castillo (en Núcleo), de Juan Campos Estrems, Louis Couffignal, Charles Manneback y Pedro Puig Adam (en la Revista de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales), de Julio Rey Pastor, Antonio Manuel Campoy, Juan Ma Torroja y Emilio Novoa (en ABC), e, incluso, de su propio hijo, el también ingeniero de Caminos Gonzalo Torres-Quevedo Polanco (en Revista de Obras Públicas).

Pero sería el crítico literario montañés, Leopoldo Rodríguez Alcalde, el que por primera vez plasmase la biografía del sabio español en dos libros aparecidos sucesivamente en 1966 (Leonardo Torres Quevedo y la Cibernética) y 1974 (Biografía de D. Leonardo Torres Quevedo). Las dos obras, que tenían un carácter divulgativo casi más literario que científico, estaban construidas a partir de los recuerdos y documentos de los familiares.

En 1980, José García Santesmases escribió la biografía científica de referencia clásica (Obra e inventos de Torres Quevedo), dedicando capítulos independientes, prácticamente aislados entre sí, al desarrollo de los diferentes campos en los que se concentró la inventiva del insigne ingeniero, construidos a partir de la ingente documentación conservada en el archivo de la familia.

Doce años más tarde, en 1992, Francisco González de Posada, reuniendo toda la información de las referencias anteriores, junto con la aportada por los diferentes autores que contribuyeron con sus ponencias a los Simposios "Leonardo Torres Quevedo: su vida, su tiempo, su obra", y presentando una selección de facsímiles de los trabajos escritos más importantes del insigne sabio, escribió para la colección "Biblioteca de la ciencia española" de la Fundación Banco Exterior, la obra Leonardo Torres Quevedo, que supuso un antes y un después en el conocimiento y difusión del ilustre ingeniero español. De nuevo, González de Posada exponía la contribución de Torres Quevedo en capítulos independientes, uno para cada ámbito en el que se desarrolló la inventiva de D. Leonardo, ahora con puentes entre ellos y perspectivas que trascendían las de García Santesmases.

Con todos estos antecedentes, la obra de González Redondo que ahora comentamos aporta numerosas novedades. La primera novedad, motivada por la naturaleza de la entidad editora (AENA), consiste en que es la primera biografía que se escribe desde la perspectiva de la aportación de Torres Quevedo a la historia de la aeronáutica. La segunda novedad nos demuestra que en ella, transcurridos más de quince años desde la publicación de la última biografía, se integran varias decenas de investigaciones del autor sobre la vida y la obra del sabio español más universal, las cuales han ido aportando innumerables datos y nuevas valoraciones de su obra, especialmente en lo que refiere a su contribución a la solución del problema de la navegación aérea.

Y  este punto de vista, el de la aeronáutica, es el que ha permitido a González Redondo resolver el problema de la organización cronológica de una obra, la de Torres Quevedo, en la que, como reconoce su autor en la presentación, las invenciones se suceden, se solapan, se superponen, culminan, se abandonan para resurgir de nuevo, en otro momento, desde otra perspectiva, cuando parece que está dedicado a temas completamente distintos. Es la posición de un genio e inventor que no descansa.

Y  es que, como destaca González Redondo, organizar en un libro la biografía de Torres Quevedo es muy problemático. Su primer invento, el "transbordador", un teleférico concebido específicamente para personas, fue rechazado en Suiza en 1890, fracaso que superó a partir de 1893 dedicándose a un tema completamente nuevo, el de las máquinas de calcular de tecnología mecánica. Cuando se había consagrado internacionalmente en 1900 con sus "máquinas algébricas", pasó a dedicarse al mundo de los globos dirigibles, patentando en 1902 el sistema más original de su tiempo. Sin embargo, antes de poder desarrollar su dirigible semirrígido, se centraría a partir de 1903 en el ensayo del primer dispositivo de mando a distancia de la historia, el telekino, precisamente para poder efectuar las pruebas con los aerostatos sin arriesgar vidas humanas. Además, mientras completaba la construcción de un primer dirigible que ya no seguiría la patente de 1902, sino un nuevo sistema "autorrígido" patentado en 1906, asistía, por fin, en 1907, veinte años después de patentarlo, a la inauguración de su primer transbordador en San Sebastián.

En esos mismos años Torres Quevedo había decidido dar por terminado el desarrollo del "telekino" en tanto que mando a distancia, convirtiéndolo en el punto de partida de su obra Automática al redescubrir, sobre todo a partir de 1910, toda su dimensión como dispositivo electromecánico, como autómata, en unos años en los que estaba consiguiendo el reconocimiento internacional de su sistema de dirigibles.

Así, mientras recibía desde Francia, en los prolegómenos de la Primera Guerra Mundial importantes cantidades de royalties por la comercialización de sus dirigibles, en realidad estaba ya dedicado casi monográficamente a partir de 1912 a la automática, a sus "ajedrecistas" y a las máquinas de calcular electro-mecánicas. Y, sin embargo, un año antes de presentar, en 1920, el primer ordenador de la historia, el "aritmómetro electromecánico", retomaba el tema de los dirigibles proyectando, a petición de Emilio Herrera y para resolver el problema de la travesía transatlántica, el "Hispania".

Esta realidad compleja parece ser que es la que hizo que Santesmases y González de Posada renunciasen a exponer cronológicamente la obra de Torres Quevedo y optasen por dedicar un capítulo diferente a cada invención. Por el contrario, González Redondo ha defendido en su libro que, si se sitúa como referencia básica la aportación del inventor a la solución del problema de la navegación aérea, el conjunto de su obra puede dividirse, coherentemente, entre un antes y un después de la que puede considerarse su época aeronáutica. Durante algo más de diez años el Centro de Ensayos de Aeronáutica constituyó la ocupación principal de nuestro sabio: los años transcurridos entre los primeros contactos sobre aerostación documentados en 1901 y la solicitud presentada a finales de 1913 en el Ministerio de Fomento, trasladando los recursos del centro al Laboratorio de Automática.

Por todo ello, González Redondo, atendiendo al objetivo primordial de abordar la biografía aeronáutica del ilustre ingeniero español, ha organizado su libro en cinco capítulos. En el primero, presenta los orígenes de Torres Quevedo en las provincias del Cantábrico (padres vizcaínos y montañeses) y sus primeras invenciones: el transbordador, patentado en 1887, las máquinas algébricas y el telekino, extendiendo las consideraciones hasta el éxito inicial del transbordador del Monte Ulía en 1907 y la gloria final de su sistema de teleférico de cables múltiples consagrado con el transbordador del río Niágara en 1916, construido casi treinta años después de la primera patente y que aún hoy surca los cielos de Canadá y Estados Unidos sin haber tenido ni un solo accidente tras más de noventa años de servicio.

A continuación estudia el mundo aeronáutico de Torres Quevedo en tres capítulos: el segundo se dedica al origen y a las actividades emprendidas en el Centro de Ensayos de Aeronáutica; el tercero contiene la colaboración del inventor con los ingenieros militares en torno a su primer dirigible hasta el desencuentro con ellos en el verano de 1908; y el cuarto recoge, por una parte, el extraordinario éxito internacional de sus invenciones aeronáuticas y, por otra, el sufrimiento por la incomprensión en España.

Finalmente, en el quinto y último capítulo, González Redondo retoma el discurso temporal de la obra del inventor, quien entraba, a partir de 1913, en los trabajos de automática con dispositivos electromecánicos, tarea que había adelantado en 1911, en espera de unos apoyos del gobierno para continuar los trabajos aeronáuticos del Centro que nunca llegarían. Realmente, automática, informática, inteligencia artificial son los ámbitos en los que Torres Quevedo se erigiría como pionero y los que le harían entrar en la historia mundial de la ciencia.

Pero si todas las consideraciones precedentes destacan aspectos del pasado, glorioso pero pasado, el capítulo y el libro terminan con una novedad historiográfica: el autor nos muestra (y demuestra) cómo las aportaciones de Torres Quevedo a la Aeronáutica, presentadas entre 1902 y 1913, han continuado siendo "actualidad" a lo largo del siglo XX y siguen vigentes hoy en día, a comienzos del siglo XXI. Constituyen un presente de la aerostación dirigida, hasta el punto de que en nuestros días no se construye ningún dirigible que no haga uso, consciente o inconscientemente, de alguna de las ideas presentadas hace ya más de cien años por "el más prodigioso inventor de su tiempo", Leonardo Torres Quevedo.

 

Luis Arranz Márquez, Universidad Complutense de Madrid

 


 

José Luiz de Andrade Franco, José Augusto Drummond. Protecão á natureza e identidade nacional no Brasil, anos 1920-1940. Río de Janeiro: Editora Fiocruz; 2009, 272 p. ISBN 978-85-7541-171-1, R$ 35,00.

Los autores de este libro, José Luiz de Andrade Franco y José Agusto Drummond, ambos profesores e investigadores del Centro para el Desarrollo Sostenible de la Universidad de Brasilia, nos ofrecen un texto sujeto al rigor histórico, en el cual identifican la estrecha relación entre el discurso científico referente a la protección de la naturaleza y el ideario nacionalista en boga en Brasil después de la Revolución de 1930.

El análisis de la producción científica de Alberto José Sampaio (1881-1946), Armando Magalhães Correa (1889-1944), Candido de Mello Leitáo (1886-1948) y Federico Carlos Hoehne (1882-1959), ha permitido situarlos dentro de un grupo más o menos cohesionado, cuya característica común es la convergencia con el ideario político dominante de su época. De Andrade y Drummond, consiguen reconstruir el modo como este grupo elaboró su experiencia, dotándola de sentido, a través del análisis de las contribuciones técnicas y científicas publicadas por sus miembros. La "generación de protectores de la naturaleza" de los años 1920 a 1940 asumió el papel de forjadora de una "conciencia nacional", incorporando los principios conservacionistas en la confección de la identidad nacional. Estos científicos hicieron parte de la élite intelectual brasileña preocupada por la construcción de un proyecto nacional que diera respuesta a la crisis social padecida durante la República Vieja (1889-1930). Los autores señalan que, para los intelectuales de la época, el imperativo de "integrar la nación" legitimaba la acción de un Estado fuerte capaz de romper las barreras regionalistas y oligárquicas para lograr el orden y la unidad.

Para la élite intelectual brasileña, en general, los males del Estado liberal debían combatirse con el establecimiento de un Estado orgánico, con un gobierno fuerte y dotado científicamente por y para el conocimiento de la realidad nacional. Del mismo modo, el grupo de científicos protectores de la naturaleza elaboró sus estrategias de uso racional de los recursos naturales y de preservación de la vida en sintonía con el proyecto más amplio de organizar la nación y construir su identidad. Con la llegada de Getúlio Vargas al poder (1930-1945), este grupo de científicos logró que la protección de la naturaleza se convirtiera en un asunto de importancia para el Estado. Actuando simultáneamente en el ámbito público y en el privado (a través de asociaciones), el grupo alcanzó un relativo éxito tras influir en la promulgación de varios códigos y normativas referentes a la protección de la naturaleza, incluyendo la apertura de los dos primeros parques nacionales.

En el capítulo uno, los autores analizan la relación entre protección de la naturaleza e identidad nacional y el contexto histórico en el que surgieron estas preocupaciones. Durante la República Vieja, una generación anterior de intelectuales creó las primeras instituciones relacionadas con la protección de la naturaleza (el Museo Nacional de Río de Janeiro [MNRJ], el Jardín Botánico, el Instituto Butantã) y emprendió expediciones botánicas y comisiones geográficas a lo largo y ancho del territorio del Brasil. En la década de 1920, una nueva generación de científicos protectores de la naturaleza continuó con este legado y lo llevó al ámbito privado, mediante la creación de asociaciones que buscaban despertar la sensibilidad de la comunidad. El cambio político que llegó con la Revolución de 1930 le permitió a este grupo de científicos construir un discurso sobre la protección de la naturaleza, perfectamente integrado en el nuevo ideario nacionalista. La Primera Conferencia Brasileña de Protección de la Naturaleza en 1934, fue la antesala a la aprobación de una normativa relativa a la protección de la naturaleza y a la creación de los primeros parques nacionales.

En el capítulo dos, los autores introducen la figura de Antonio José Sampaio (18811946). Descendiente de una familia de eminentes botánicos portugueses, estudió en la Facultad de Medicina de Río de Janeiro pero interrumpió sus estudios para dirigir la sección botánica del Museo Nacional de Río de Janeiro, donde venía trabajando ya desde 1905. Sampaio fue uno de los botánicos más conocidos y respetados del Brasil. Como científico del MNRJ realizó varias expediciones por el territorio brasilero en las cuales recolectaba especímenes de plantas para estudiarlos. A lo largo de su carrera Sampaio mantuvo intenso contacto con la comunidad científica nacional e internacional y fue miembro de la Academia Brasilera de Ciencias y del Consejo Nacional de Geografía. Las ideas de Sampaio sobre la protección de la naturaleza se vinculaban con la corriente de pensamiento nacionalista y desarrollista que había ganado importancia en el escenario político brasilero durante la década de 1920. Este científico se empeñó en lograr la institucionalización de medidas relativas al cuidado del mundo natural, inspiradas en las propuestas de sus predecesores en la primera década del siglo XX. Formuló un proyecto detallado que vinculaba el cuidado de la naturaleza con las ideas de "construcción de la nacionalidad" y desempeñó un papel destacado en la concepción de la legislación sobre recursos naturales emitida a partir de 1934. En este capítulo se estudia también la obra de Armando Magalháes Correa (1889-1944). Correa era naturalista autodidacta y trabajó durante muchos años como conservador en la Sección de Historia Natural del MNRJ. También era periodista, por lo que su libro O Sertão Carioca está compuesto por una serie artículos de su autoría publicados en O Correiro da Manhã en los años 1931 y 1932. En su obra, Correa relacionaba la fragilidad en la protección de la naturaleza de la región del Sertáo Carioca directamente con las precarias condiciones de vida de sus habitantes.

El capítulo tres está dedicado al análisis de la obra de Candido de Mello Leitáo (1886-1948). Leitáo estudió en la Facultad de Medicina de la Universidad de Río de Janeiro y se desempeñó en las especialidades de pediatría e higiene infantil, sin embargo, pronto volcó su interés hacia la zoología. En 1919 aprobó un concurso público para ejercer como profesor de zoología general en la Escuela Superior de Agricultura y Medicina Veterinaria. En la obra de Leitáo se observa la relevancia que para él tenía la biología como fuente de conocimiento del país para lograr una transformación en la concepción de la riqueza natural que estuviera fundamentada en la explotación racional de los recursos y en la sensibilización de la comunidad sobre la necesidad de proteger el mundo natural.

En el capítulo cuatro, se estudian las ideas y la obra de Federico Carlos Hoehne (1882-1959). Autodidacta en el estudio de las plantas, tuvo una importante colección botánica e hizo esfuerzos por identificar y clasificar especímenes autóctonos. Hoehne era descendiente de una familia rica y prestigiosa de origen alemán de la región de Juíz de Fora. En 1907, Hoehne recibió el favor de un político amigo de su familia y fue nombrado, a la edad de 25 años, jardinero jefe del MNRJ, la mayor institución científica del país. También hizo parte de las expediciones naturalistas más importantes de las primeras décadas del siglo XX. Su percepción del mundo natural estaba íntimamente ligada a una moral que articulaba utilidad y estética desde una perspectiva organicis-ta, donde toda transformación del mundo natural debía someterse a las leyes de la naturaleza. Del mismo modo, consideraba que la protección de la naturaleza debía desempeñar un papel central en la elaboración de un proyecto de nación.

En el epílogo, los autores anuncian una posible explicación de la aparente contradicción entre desarrollo y uso racional de los recursos naturales, para concluir que los intelectuales protectores de la naturaleza no eran, ni mucho menos, contrarios a la modernización y el progreso. De hecho, el uso racional y científico de los recursos naturales era el camino a un progreso seguro.

Este libro es, principalmente, una historia institucional, parte de la historia de la construcción del Estado-nación en Brasil después de 1930. Los autores hacen una historia desde la perspectiva de una élite intelectual que ostentaba el poder, sin mencionar el posible impacto de estas normativas ambientales ni el papel de otros actores sociales.

 

Ana María Martínez Santamaría, Universidad de Granada

 


 

Oliva López Sánchez. De la costilla de Adán al útero de Eva: el cuerpo femenino en el imaginario médico y social del siglo XIX. México: UNAM Facultad de Estudios Superiores Iztacala; 2007, 161 p. ISBN 978-970-32-4824-4.

La psicóloga e historiadora mejicana Oliva López nos ofrece este texto que parte de la historia como herramienta para desnaturalizar muchas desigualdades contemporáneas, incluyendo, en este caso, las bases biológicas que respaldan la visión hegemónica sobre el cuerpo de las mujeres. Organizado en ocho episodios, el texto recorre la historia de la construcción médica del cuerpo femenino en el Méjico del XIX.

El primer episodio (complementario del quinto) se refiere a las ideas médicas de los influyentes médicos españoles Viguera (también estudiado por Catherine Jagoe en La mujer en los discursos de género: textos y contextos en el siglo XIX, Icaria; 1998) y Monlau, además del norteamericano Gaillard. A lo largo del siglo, el placer sexual de las mujeres pasó de ser valorado por su vinculación -en la teoría galénica- a la procreación, a convertirse en una patología, a medida que las teorías hormonales fueron desbancando al modelo galénico. Al socaire de las nuevas ideas médicas, el útero perdió también su protagonismo simbólico como animal "enjaulado" en el interior de otro cuerpo y como fantasma temido de una voraz sexualidad femenina, fuente principal de la histeria. Las teorías higiénicas sirvieron de pretexto científico para moralizar la sexualidad de las (cada vez más definidas como pasivas) mujeres, que quedaban enjauladas pero, ahora, en el estricto marco del matrimonio.

El segundo episodio se refiere a cómo la medicina de la época, a través de obras como la del norteamericano Thomas Gaillard, difundida en Méjico, contribuyó a construir una visión debilitante de las mujeres de clase media para justificar su exclusión social. Quizá el capítulo más original es el tercero, dedicado a la obra del médico mejicano Francisco Flores (El Himen en México; 1885), una muestra del afán calculador del positivismo, profundamente anclado a la mentalidad más intimidante de las ciencias médicas. Flores fue el fundador de la "himenología" -una ciencia dedicada a objetivar la castidad con horrendas y minuciosas descripciones de hímenes y análisis de las fuerzas destructivas necesarias para violentarlos-, esta ciencia estuvo al servicio de la preservación de la virginidad, tanto como de acotar el derecho a romperla. Dentro de las ciencias misóginas mundiales, fue una auténtica especificidad mejicana que llegó casi a institucionalizarse con la creación del Instituto Nacional del Himen. En el cuarto episodio se explora, de manera más somera, aspectos igualmente relevantes como la formulación de "la mujer indígena" por unas ciencias médicas menos interesadas en su virginidad que en ocultar, con argumentos científicos sobre la constitución racial, el impacto de la pobreza.

Los últimos episodios plantean, en primer lugar (episodio seis), la definición de lo "normal" en la diferencia sexual, a través de publicaciones aparecidas en La Gaceta Médica de México sobre Guadalupe Vargas, etiquetada como "hermafrodita". Como nos indica la autora, antes de la plena incorporación de la medicina de laboratorio, los genitales externos eran la marca de la identidad masculina, mientras que la fertilidad lo era para la etiqueta "mujer". En segundo lugar (episodio siete), cómo las prescripciones moralizantes de la Higiene, con una lógica hidráulica de las emociones -y monogámica de la sexualidad-, trataron de imponer la estricta moderación sexual.

Comparto la idea de que -como plantea Oliva López con palabras de Christiane Northrup- para recuperar la "sabiduría corporal" es necesario conocer las influencias sociales sobre nuestros cuerpos. Sin embargo, a pesar de la advertencia, se corre el riesgo de insistir en versiones que aceptan sin discusión la docilidad social ante los discursos de la dominación aunque, no cabe duda, que tratar de explorar el alcance y límites de la dominación no es un camino fácil de frecuentar. Como aspectos débiles del libro, pueden citarse también tanto la errática fórmula de citación como algunas ausencias notorias en la bibliografía de trabajos de Nerea Aresti (Médicos, donjuanes y mujeres modernas, UPV; 2002, por ejemplo) o los de, la también mejicana, Laura Cházaro publicados en el volumen 24 de esta revista (Pariendo instrumentos médicos), o el anterior que coordinó junto a Rosalina Estrada (En el umbral de los cuerpos; UAM-Puebla; 2002).

El libro contiene, a mi entender, una gran fortaleza, la de contar con un lenguaje accesible y cuidado, aspectos complejos de la historia de las mujeres y de las ciencias, de manera que la obra puede ser leída por un público amplio, lo que abre, también, su interés docente. Se trata, en resumen, de una útil síntesis de pedagogía feminista, escrita desde la historia de las ciencias médicas que, como nos indica Oliva López, permite examinar cómo se reciclan los discursos de la dominación.

 

Rosa Ma Medina Doménech, Universidad de Granada

 


 

Lisa Appignanesi. Mad, bad and sad: A history of women and the mind doctors from 1800 to the present. London: Virago Press; 2008, 592 p. ISBN 978-1-84408-234-6, £ 12,99.

En este libro, esta reconocida novelista deja la ficción para introducirse, como una intrusa, en el mundo de la historia de la psiquiatría y del psicoanálisis. No es una profesional de la medicina ni una historiadora pero, como explica en el texto, su interés por la mente humana y la locura ha sido para ella una forma de supervivencia. Es consciente de las dificultades y ambigüedades del tema y se acerca a él con rigor, poniendo de relieve su mirada de "outsider".

Appignanesi, nacida en Polonia, criada en Canadá y Francia y con residencia actual en Londres, explica en la introducción cómo su interés por la mente humana ha estado presente en todos sus escritos, empezando por su novela Losing the dead donde evoca la historia de su familia perseguida por los nazis y exiliada a las pacíficas tierras canadienses, y siguiendo por su tesis sobre la construcción de la feminidad en los grandes escritores del siglo XIX, fundamentalmente Henry James, Marcel Proust y Robert Musil, para continuar con otros escritos como Freud's women en colaboración con el historiador John Forrester. Este interés se refleja también en alguna de sus novelas más conocidas, como Memory and desire donde el pensamiento médico forma parte de su estructura, o The memory man donde refleja su relación, durante dos años, con el mundo de las neurociencias, leyendo y asistiendo a conferencias para entender la bioquímica del cerebro y del pensamiento, a causa del Alzheimer padecido por su madre. De todo ello se ha nutrido para este libro y le ha llevado a realizar este estudio, por eso concluye que lo ha estado escribiendo toda su vida.

En este trabajo, Appignanesi realiza un excelente análisis de la evolución del pensamiento y de las prácticas médicas diferenciales sobre el funcionamiento cerebral y las enfermedades mentales en los dos últimos siglos. Mezclando una extensa variedad de fuentes (biográficas, científicas, epistolares, jurídicas, literarias, filosóficas o historiográficas) y con un original planteamiento, basado en casos concretos de conocidas mujeres combina detalles de sus biografías con las descripciones históricas de los conocimientos científicos, instituciones y legislación de cada época y de los países mas destacados en esta evolución, Francia, Inglaterra, Alemania y Estados Unidos. Selecciona dos tipos de mujeres: unas, iconos sociales y culturales como Mary Lamb, Sylvia Plath, Alice James, Virginia Woolf o Marilyn Monroe y, otras, casos médicos importantes en el desarrollo de la profesión como Theroigne de Mericourt (caso de monomanía de Jean-Etienne Dominique Esquirol), Henriette Cornier (caso de monomanía homicida de Etienne-Jean Georget), Clara Norton Fowler (caso Miss Beaucamp- Sally de esquizofrenia de Morton Price), Bertha Pappenheim (caso Anna O de histeria de Sigmund Freud) o Sabina Spie-lrein (caso de esquizofrenia de Carl Gustav Jung).

El libro recorre el tránsito de las especializaciones médicas, desde los alienistas, pasando por los psicoanalistas, hasta los psicólogos, psiquiatras, psicoterapeutas o psico-farmacólogos; de las clasificaciones diagnósticas, desde el delirio y la debilidad nerviosa decimonónica, pasando por la monomanía, la histeria, la depresión o la esquizofrenia, hasta el actual DSM (Manual de Diagnóstico de las Enfermedades Mentales) con más de 400 enfermedades etiquetadas; o de los tratamientos, desde los lavados gástricos, purgas, baños helados, ejercicio físico, sobrealimentación, o cirugía pélvica para las mujeres, pasando por los comas insulínicos, el electro-shock, la lobotomía, la hipnosis o el psicoanálisis y las terapias orales, hasta la batería de psicofármacos actuales; incluyendo la evolución de las instituciones de reclusión, desde los manicomios georgianos a los actuales centros de salud mental. Igualmente analiza los tratados sobre salud mental más relevantes e influyentes de cada época con apuntes biográficos de sus autores y su relación con los casos clínicos seleccionados, poniendo de manifiesto la imprescindible participación de las propias mujeres pacientes en la descripción genérica de muchas enfermedades, ya que, en muchos casos, son ellas las que describen la sintomatología que luego aparece en los tratados. El texto está estructurado en cuatro partes más la introducción y un epílogo, contiene un apartado de notas por capítulo, una selección bibliográfica compuesta por textos clave y un índice onomástico.

En la introducción, Appignanesi plantea que el pensamiento médico sobre la mente de las mujeres tiene su propia historia y, de acuerdo con Simone de Beauvoir, Betty Frie-dan o Kate Millett, considera que la definición "normativa" de masculinidad y feminidad ha estado ligada a la definición de locura, de forma que no estar de acuerdo con las "normas" ha sido signo de alteración mental. Además, el pensamiento médico ha sido el enemigo, el agente del patriarcado que ha atrapado a las mujeres en una psicología que ellos han definido como apropiada para ellas, anulándolas con píldoras o terapias y confinándolas o en manicomios o en una restrictiva vida de roles convencionales. Estas premisas, unidas a las estadísticas actuales, que manifiestan la mayor propensión de las mujeres a sufrir enfermedades mentales, son las razones que la llevan a focalizar en las mujeres este estudio del pensamiento médico sobre la mente.

El libro plantea diversas cuestiones: si el incesante crecimiento de las enfermedades mentales puede estar relacionado con el imparable desarrollo de los potenciales tratamientos; si el aumento de mujeres profesionales de la salud mental puede cambiar las prácticas; si el aumento de diagnósticos ha producido que todos nuestros sentimientos de infelicidad tengan que estar medicalizados; o si los "cuidados humanos" son, en muchos casos, más eficaces que los "tratamientos científicos".

La primera parte del texto, titulada "tiempos anteriores", se centra en el siglo XVIII, porque es cuando la autora considera que se asientan las bases del nuevo conocimiento científico sobre las enfermedades mentales; la mujer seleccionada es la escritora Mary Lamb, que en 1796, a la edad de 31 años, mató a puñaladas a su madre paralítica e hirió a su padre demenciado. Fue etiquetada de loca y lunática y vivió libre en casas privadas con familias que se hacían cargo de ella, gracias a la tutela de su hermano Charles (10 años menor que ella) que impidió que fuera internada en una institución pública. Escribió con pseudónimos, siendo uno de sus textos más conocidos Tales from Shakspeare. La colaboración con su hermano en poesías, ensayos y artículos los puso en el epicentro londinense del movimiento romántico, donde ella, en los comienzos del siglo XIX, y en esos círculos, era considerada una mujer calmada, juiciosa, racional, serena y alegre, incluso por los que conocían su historia. En torno a este caso describe la patología de la época, junto con el sistema de cuidado o tutela de la Inglaterra georgiana, sus instituciones de reclusión y las principales figuras médicas y sus obras.

Las siguientes tres partes tratan sobre el desarrollo y crecimiento de las ciencias mentales hasta el presente; cada una está subdividida en capítulos que giran en torno a una patología cultural dominante, ilustrada con una o varias mujeres, los profesionales que se relacionaron con ellas, sus obras o las obras que les influyeron y los tratamientos que utilizaron.

Así, los capítulos de la segunda parte, centrada en el siglo XIX y titulada el "crecimiento y crecimiento de la nueva ciencia", tratan de las pasiones, los nervios, la histeria y el sueño, dedicando en este apartado un capítulo especial a los asilos. La tercera parte se titula "el cambio de siglo" y sus capítulos tratan sobre el sexo, la esquizofrenia, los trastornos amorosos, las relaciones de madres e hijos y el miedo a vivir. Por último, la cuarta parte, titulada "en el presente" se centra sobre las rebeldes, los abusos, las drogas y los cuerpos.

En el epílogo, considera la importancia de la relación médico-paciente en los resultados terapéuticos, y en este sentido apunta los mejores resultados estadísticos de las mujeres profesionales de la salud mental, más partidarias y practicantes de la relación emocional que del "científico" desapego emocional actual. Pone de manifiesto que, puesto que a menudo síntomas y desórdenes reflejan el malestar de la cultura, la ciencia decimonónica incluía en sus clasificaciones las denominadas "causas morales", como la religión, los celos, las dificultades económicas o las decepciones amorosas, junto con las denominadas "causas físicas", como la fiebre, las enfermedades venéreas, las intoxicaciones, los traumatismos o en el caso de las mujeres el puerperio. Actualmente, la paradoja de una sociedad que produce infelicidad y que demanda tratamientos para su cura ha producido un crecimiento del número de comportamientos, malestares y emociones etiquetados de síntomas. Sin embargo, para considerar "científicamente" estas clasificaciones se han buscado fundamentalmente las causas orgánicas, y como consecuencia tratamientos cada vez más químicos, obviando otras terapias. Por ello, a pesar de los grandes adelantos en el diagnóstico y en los fármacos, los desordenes proliferan y crecen en complejidad. Para la autora, los alienistas decimonónicos podían ser igual de eficaces o ineficaces que los actuales psicólogos, psiquiatras, psicoterapeutas o psicofarmacólogos.

Mad, bad and sad es un libro extenso, de fácil lectura por el ágil estilo narrativo de la autora, a pesar de la complejidad del tema. Recomendable, tanto para profesionales de la medicina, de la historia o del género, como para lectoras y lectores interesados en las profundidades de la mente humana y en las relaciones entre la ciencia y la sociedad.

 

Ma José Barral Morán, Universidad de Zaragoza

 


 

Rafael Huertas García-Alejo. Los laboratorios de la norma. Medicina y regulación social en el Estado liberal. Barcelona: Octaedro; 2008, 168 p. ISBN 9788480639422, € 16,80.

Podríamos encontrar tentador decir que el presente texto de Rafael Huertas es una "obra menor". Y si dijésemos tal cosa, no nos sería nada difícil encontrar argumentos que apoyaran nuestra afirmación: desde la misma extensión del libro -apenas 150 páginas-, hasta aspectos más serios como la escasa novedad de los hechos relatados o de la documentación manejada. En efecto, no encontramos en este libro de Huertas nada "novedoso". Los hechos que relata son bastante conocidos, recuperados durante los últimos años por una generación de historiadores de la medicina, a la que pertenece el propio Huertas, que realizaron la extraordinaria labor de dejar atrás ciertos complejos sobre nuestra medicina en particular y nuestra ciencia en general, para realizar una historia de la medicina en España que, por fin, respondía a las pulsiones de su tiempo. Los hechos, decía, no son novedosos, y tampoco las fuentes utilizadas para sostener la argumentación alrededor de los mismos, la mayoría de ellas ampliamente citadas y utilizadas anteriormente por el propio Huertas. Y sin embargo, nunca, en ninguna situación y ante ningún público, me atrevería a calificar este libro de Huertas como una "obra menor". Hay algo que me lo impide, algo que sí es plenamente novedoso en relación con esos otros estudios más académicos y que confiere a esta obra el valor de un libro imprescindible: la organización de los hechos relatados y la finalidad del libro.

Empecemos por el último punto, pues, pese a que pueda sonar un tanto biologicista, la organización de las partes depende de la finalidad del todo. O tal vez sea mejor decir de su "función". Y es que, como el mismo Rafael Huertas confiesa en el prólogo, este libro, que es un libro hecho "por encargo", debe ser situado en un contexto de investigación-acción que le otorga una finalidad expresa, una finalidad, dice Huertas, que pretende ser emancipatoria "del pensamiento único, pesadamente unitario, que nos arroya y nos sujeta cotidianamente" (p. 14). Se trata, por tanto, de un libro de combate, en la tradición del "intelectual dinamitero" inaugurada por M. Foucault, del que luego hablaremos algo más. Y tal vez esto explique la "falta de novedad" que mencionábamos en el párrafo anterior, puesto que el formato del libro de combate, escrito con la intención de llegar a un público numeroso y variado, implica apartarse de la erudición profunda pero árida para centrarse en lo realmente útil para la acción que se realiza, para la finalidad que se busca al escribir. Y si bien explica esa limitación, la función que acabamos de describir también explica lo profundamente original del libro: la organización de los materiales manejados. Huertas utiliza aquí tres temas que ha trabajado extensamente a lo largo de su carrera: la locura, la infancia y la higiene. Pero por vez primera las sitúa juntas, una al lado de la otra, explícita y conscientemente. Con la intención de hacer evidente que, detrás de cada una de ellas, se encuentra un único objeto de investigación historiográfico: la historia del control social. Es por eso que no encontramos grandes aportaciones a la historia de la locura, o a la historia de la infancia anormal. Quien quiera encontrarlas que acuda a esos otros libros del mismo Huertas, mucho más "académicos". El presente libro no busca realizar aportaciones a las historias particulares de estos objetos, sino situar lo ya sabido en el amplio contexto de la historia del control social, tal y como se produce a finales del siglo XIX y principios del XX. Esta forma de organizar los materiales se apoya en una crítica a Foucault, o tal vez sea más acertado decir a los trabajos de corte foucaultiano. Huertas reconoce la deuda que la historia del control social tiene con el pensador francés, y no le escatima su mérito de sacar a la luz, junto a otros, temas candentes que no habían sido objeto de investigación histórica. Sin embargo, el reconocimiento de esta deuda no puede traducirse en un seguidismo acrítico, sino que debe ser matizada por una crítica que contribuya a hacer más transitable y transitado el camino abierto por Foucault. En este sentido, Huertas señala acertadamente dos críticas de primer orden: en primer lugar, la necesidad de poner en entredicho el éxito de las estrategias de control social a través de un detallado estudio no sólo de los textos que las enuncian, sino de las prácticas que las ejecutan (p. 23). Un estudio de este tipo deberá tener en cuenta las distintas técnicas de resistencia empleadas por los que se pretende controlar y que pone en entredicho la efectividad de las estrategias del poder, en la línea de Michel de Certeau o de Pierre Bourdieu. Se reclama, para ello, la realización de estudios locales y comparados que valoren los motivos del éxito o fracaso de las estrategias aplicadas. La segunda crítica a los estudios de corte foucaultiano tiene que ver con la importancia que en estos se da a los discursos del poder, olvidando, precisamente, el de los controlados y resistentes -utilizo "discurso", en este contexto, como una abreviatura con la que abarcar textos, prácticas, experiencias, etc., mucho más parecido, en todo caso, a la idea de Geertz de que todo es legible como un texto, que a la idea de discurso de origen francés y, claro está, profundamente foucaultiana- (p. 24). Esta segunda crítica se deriva de la primera, casi como una conclusión obligada, apuntando, en definitiva, una pérdida del acontecimiento histórico en favor de una generalidad que, muchas veces, pierde contacto con la vida real de los que pretenden ser controlados. El autor, por tanto, insiste en dar mayor protagonismo al "controlado" y a sus estrategias de resistencia y discursos, protagonismo que cifra en la consideración de otros "lugares de enunciación" (p. 32).

De la intención del texto y de esta crítica, respetuosa pero de calado, a la historiografía de raigambre foucaultiana se desprende, por tanto, la disposición de los elementos que componen el texto: estudio del manicomio, de los lugares destinados a la protección de la infancia y, por último, de la evolución del discurso higiénico-moral hacia una difusa "salud de la población", encaminada a la puesta en marcha de estrategias preventivas (p. 24). Se trata, en definitiva, de llevar a cabo lo propuesto en esa revisión crítica de la metodología foucaultiana: realizar estudios locales comparativos que presten mayor atención a las prácticas concretas, tanto a las de control como a las de resistencia (p. 53 y ss.). Un estudio, en definitiva, que pone en lugar central de su argumentación la figura del "marginado", y que debe reflexionar, por tanto, de forma obligatoria sobre la marginación, no tanto como discurso genérico sino en tanto que se concreta en estrategias efectivas de control social preñadas de "contenidos sanitarios" (p. 107), imprescindibles tanto para definir la "exclusión" como para articular las estrategias de "inclusión social". Esta reflexión sobre el papel de la medicina en los procesos de exclusión-inclusión social es lo que lleva a Huertas a reflexionar, en los dos primeros capítulos, sobre lo que denomina espacios cerrados (el manicomio, la cárcel) y semicerrados (la escuela, el hospital) y a dedicar el tercer capítulo, precisamente, al espacio social más amplio, abierto, en el que la medicina, a través de la Medicina Social y la Higiene, encuentran un paisaje propicio para llevar a cabo actuaciones normativas (p. 108), espacio abierto que termina por llevar a Huertas hacia una investigación sobre la construcción del yo, de la identidad a través del cuerpo, en ese espacio social donde la medicina y el poder se alían para inscribir en el cuerpo una serie de valores normativos. Volviendo, de esta forma, a Foucault nuevamente, en tanto que él fue el primero que nos enseñó que la medicina no es simplemente conocimiento, no es "otra forma más de ciencia", sino que la medicina es, desde su raíz, poder.

En definitiva, el presente texto puede considerarse casi como un punto de inflexión en la obra de Rafael Huertas. Un lugar en que poner por escrito una serie de reflexiones sobre cómo se debe narrar la historia de la medicina tras las guerras de la ciencia que se desarrollaron en la década de los noventa del pasado siglo XX y los primeros años de este siglo XXI. Un texto en el que Huertas no sólo reflexiona sobre cómo se debe narrar, sino que también muestra cómo hacerlo y, más importante, reflexiona sobre los enfoques y tendencias que cree necesarios para seguir escribiendo esa historia tras tanto ruido. Creo que es aquí donde reside el valor fundamental de esta obra, ese valor que impide calificarla como menor.

 

Juan Manuel Zaragoza Bernal, Instituto de Filosofía-CCHS, CSIC

 


 

Maria Martha de Luna Freire. Mulheres, mães e médicos: discurso maternalista no Brasil. Rio de Janeiro: Editora FGV; 2009, 264 p. ISBN 978-85-225-0738-2, R$ 35,00.

A finales del siglo XIX, la mortalidad infantil se convirtió en preocupación aguda en las sociedades industrializadas, entre los miedos de degeneración y la pugna imperialista. La medida de la tasa de mortalidad infantil se estableció, en su forma actual, en 1877, y ya en 1905 se la reconocía como "la prueba más sensible de la salud de una comunidad" según David Armstrong (The invention of infant mortality. Sociology of health & illness. 1986; 8: 211-232). El reverdecimiento de los postulados mercantilistas sobre la población, teñidos de eugenesia, consolida una visión utilitarista de la infancia; los niños aparecerán como medio para hacer viables los intereses supremos, económicos y políticos, del Estado de manera que, en un contexto cultural en el que triunfa la domesticidad burguesa y la que Hugh Cunningham llama "ideología de la felicidad infantil" (ver Children and childhood in Western society since 1500. London, 1995), en todos los países occidentales se desencadenó una amplia ofensiva de base médica en lucha contra la mortalidad infantil, con contenidos y cronologías bastante paralelas, a cuyo estudio se han dedicado importantes trabajos en las últimas décadas (véase la bibliografía citada en mi introducción al Dossier monográfico de Dynamis 23, y repásense las reseñas firmadas por Rosa Ballester en Dynamis 24 y por mí en Dynamis 26). El libro de Martha Freire se suma a esta lista con todo merecimiento.

Este libro es el resultado de una tesis de doctorado (2006) en Historia de las Ciencias y de la Salud dirigida por el profesor Luiz Octavio Ferreira dentro del programa de la Casa de Oswaldo Cruz-Fundação Oswaldo Cruz, que ve la luz gracias al premio que le otorgó en 2008 la Asociación Nacional de Historia de Brasil, sección Rio de Janeiro. Su autora es médica de profesión y en la actualidad docente en el Departamento de Planificación Sanitaria del Instituto de Salud Comunitaria de la Universidade Federal Fluminense en Niterói (RJ). En el prólogo de presentación, que firma la presidenta del jurado que confirió el premio mencionado, se especifica sintéticamente la razón de su elección entre los presentados: "por la originalidad en el tratamiento del tema, por el rigor conceptual, por el trabajo con fuentes originales y por la redacción fluida y envolvente". No puede decirse mejor y en menos palabras.

Es original, en efecto, que, en el estudio de ese problema civilizatorio común a los países de tradición industrial, y sobre el que existe una ya amplia bibliografía en distintos contextos nacionales, adopte un punto de vista que privilegia, no las propuestas institucionalizadoras y la política social y profesional, sino los cambios en la construcción de la noción de mujer a través de las representaciones de la maternidad. A la vez, la imprescindible participación médica en este proceso no se interpreta como una imposición técnica y patriarcal, como ha sido habitual en la primera historiografía feminista y en los seguidores del modelo explicativo de sociedades disciplinarias; por el contrario, la constitución de la maternidad científica tiene lugar como un proceso de alianza entre mujeres y profesionales, con ganancias para ambas partes. Es decir, Freire, siguiendo un punto de vista de género, subraya la unidad materno-filial como el auténtico objeto crucial en el devenir de la historia de la medicina infantil y su protagonismo. Al referirse a este asunto ha sido habitual en historia social, bien el olvido de madres y maternidades (por ejemplo, en los clásicos de la historia de la familia), bien la concepción de la maternidad como una identidad exclusivamente reducida a los fenómenos de gestación y parto, separada por tanto del proceso de criar que es el que han estudiado los estudiosos de la historia de la infancia y la historia de la educación, dando protagonismo a los agentes sociales externos. Estas tendencias se han visto cuestionadas por parte de la reciente historiografía feminista, dentro de la cual, no obstante, subsiste la tensión entre la explicación colonialista y la idea de proceso negociado para referirse a estos aspectos. Una útil actualización historiográfica se encuentra en el ensayo de Mónica Moreno y Alicia Mira titulado "Maternidades y madres: un enfoque historiográfico", publicado en la recopilación coordinada por Silvia Caporale, Discursos teóricos en torno a la(s) maternidad(es) (Madrid: Entinema, 2006).

Freire utiliza como fuente principal dos colecciones de revistas destinadas al público femenino; esto es, una literatura diríamos civil o lega, alejada de las mamotréticas casuísticas institucionales y de la producción pediátrica en general, lo que no quiere decir que no recurra puntualmente a ella. A través de ellas explora las representaciones de la maternidad, o discurso maternalista, por decirlo con sus propias palabras, en el contexto brasileño de los años de entreguerras en relación con la valoración de la infancia, y muestra los contenidos y difusión de la norma de la maternidad o crianza científica.

La Presentación de la autora resume breve y claramente los objetivos y partes de su trabajo. La Introducción (p. 19-34) proporciona la definición de los conceptos claves (el problema de la infancia, modernidad, maternidad científica); con apoyo en una escueta pero selecta bibliografía, traza las líneas generales de su evolución en Estados Unidos, Francia y Brasil, para, a continuación, trazar un sobrio panorama de la sociedad brasileña del periodo estudiado y, en particular, la historia de las publicaciones que emplea como fuente principal. Siguen cuatro capítulos, destinados, respectivamente, a delinear los múltiples rostros de la mujer moderna, el concepto de maternidad como alianza médico-femenina y los contenidos del cuidado de los hijos, con dos subdivisiones, una de ellas destinada a la alimentación. En ellos, a partir de los contenidos de las mencionadas publicaciones, va desarrollando los a veces contradictorios rasgos de la nueva mujer y el papel central de la crianza en su definición de la maternidad. Como nos dice en la p. 98, la única coincidencia que se puede detectar entre los y las articulistas es, justamente, su apoyo a la maternidad, con independencia de que cada cual empleara en su descripción y defensa unos u otros argumentos en función de sus posiciones ideológicas de partida, en definitiva la distinta consideración del hecho maternal como, alternativamente, instinto, misión sagrada o acto patriótico.

La escritura es fluida y la impresión cómoda y clara. Así que se nos ofrece un texto recomendable para los interesados en la historia cultural, como ejemplo de aplicación metodológica de la noción de género, y, desde luego, para el trabajo con fuentes periodísticas generales.

 

Esteban Rodríguez-Ocaña, Universidad de Granada

 


 

Catherine Rollet. Les carnets de santé des enfants. Paris: La Dispute [Collection "Corps, Santé, Société", no2]; 2008, 299 p. ISBN 978-2-84303162-5, € 24,00.

"La madre observa, el médico interpreta". Esta afirmación del medico francés Jean Baptiste Fonssagrives (1823-1884), inaugura la era del documento que bajo diversas denominaciones (Carnet de santé, Cartilla de salud, Growth book) ha llegado hasta hoy. La idea de seguir día a día la vida de un niño desde el punto de vista de su salud en una suerte de biografía sanitaria, hunde sus raíces en momentos históricos anteriores con la aparición de monografías pediátricas en los siglos XVII y XVIII, cuando el cuerpo del niño se transforma en algo importante a los ojos de los médicos y de los gobernantes. Por mucho que haya que matizar las tesis de Philippe Aries sobre el "descubrimiento" de la infancia en el periodo ilustrado, hay mucha evidencia de que a partir de ese momento y no antes, comienza la andadura que conducirá a la consideración de la relativa autonomía de la corporeidad infantil respecto de la del adulto, debido al rasgo definitorio que imprime carácter a esas edades de la vida: el crecimiento. El carné sanitario en el cual se van a consignar diferentes informaciones sobre la vida de un niño en particular, ha experimentado cambios importantes a lo largo de los dos últimos siglos con un punto en común: la lucha contra la mortalidad infantil. Historiar el contexto y el significado de este documento en el entorno francés -con algunas incursiones a otros países occidentales-, desde mediados del siglo XIX a la actualidad, es el propósito, logrado con creces, de la monografía de Rollet.

Las cartillas de salud infantil no han sido, salvo casos aislados, una fuente privilegiada de estudio para los historiadores. Aún en el caso de ser incluidas en algún trabajo, han aparecido siempre como un recurso complementario y ancilar de otro tipo de fuentes supuestamente de mayor enjundia. El descubrir todas las grandes posibilidades que, sin embargo, estos aparentemente modestos documentos ofrecen, es el gran mérito de Catherine Rollet, excelente historiadora y demógrafa francesa, bien conocida en los círculos de especialistas en historia de la infancia y de su protección, de la que Dynamis se ha ocupado reseñando obras suyas como Les enfants au dix-neuviéme siécle (Dynamis. 2002; 22). La inclusión de la presente monografía en la nueva colección "Corps, Santé, Societé" de la editorial La Dispute consagrada fundamentalmente a recoger estudios de tipo sociológico, no hace sino confirmar el interés del acercamiento histórico para el científico social y viceversa. El primer título de esta colección, un trabajo de Anne Paillet sobre la reanimación neonatal, ya apuntaba en esa dirección.

Dividida la obra en ocho capítulos, siguiendo un esquema cronológico, el trabajo pretende contestar a una serie de cuestiones fundamentales como la (las) motivación (es) que han estado detrás de la puesta en marcha, por parte de los médicos, de esta iniciativa; a qué intereses responde esta herramienta que va a pasar del campo privado al espacio público o el por qué de los cambios en formatos y contenidos de las cartillas, objetos de mediación por excelencia entre médicos y familia.

El momento en el que aparece en Francia el primer modelo de este tipo de documentos (circa 1870) coincide con la etapa final del Segundo Imperio, periodo fértil en iniciativas cuya visibilidad se pone de manifiesto, por ejemplo, en las importantes reformas urbanas emprendidas en París por el barón Hausmann. En un contexto de fuertes desigualdades sociales y de diferencias de mortalidad acusadas no sólo entre el campo y la ciudad sino dentro de los propios arrondissement parisinos (como ya había señalado Villermé años antes) y la percepción de una tendencia a la despoblación e insuficiente crecimiento de la población francesa, son cuestiones claves para entender el inicio del cambio, en el paradigma económico, desde posturas liberales radicales hacia una forma mas matizada de liberalismo en el que se plantea la necesidad de la intervención limitada del estado en ciertas cuestiones como las escandalosas cifras de mortalidad infantil en un país que había sido pionero en el nacimiento de la especialidad pediátrica en hospitales tan emblemáticos como l'Hópital des Enfants Malades. En las recomendaciones que Fonssagrives indica en su Livret maternal pour pendre des notes sur la santé des enfants (1869), Rollet apunta la posible doble influencia, por un lado, de las Notes para la constitución de una enfermería técnica de Florence Nightingale y, por otro, de las fichas que para las personas que cuidaban niños enfermos, había creado el pediatra inglés Charles West en 1868. Fuera del ámbito sanitario, otras dos influencias importantes, señaladas por la autora, fueron el auge del género de los escritos privados del ámbito doméstico como los libros de cuentas, los diarios, las memorias o la correspondencia y, en segundo lugar, la corriente de dispositivos puestos en marcha por las administraciones públicas como un modo de supervisión y control de ciertos segmentos de la población (léanse, por ejemplo, las cartillas militares y los Livret d'enfant de los niños con problemas de exclusión social tutelados por la asistencia pública). La idea del carné de salud, que pronto alcanzará una difusión notable dentro y fuera de Francia, nace de la necesidad de cooperación entre los médicos y las familias acomodadas y del interés de los primeros de jugar un papel central como mediadores entre las esferas privada y pública, en el contexto arriba indicado.

El paso de iniciativas privadas al control público de las cartillas sanitarias sobre todo a partir de las primeras décadas del siglo XX, significó un cambio de rumbo que se inserta en los movimientos de medicina social y en su correlato, las campañas sanitarias del periodo de entreguerras. La diana de las actuaciones no son solamente los niños de las clases ilustradas sino los más desprotegidos y vulnerables. Los consultorios de lactantes o las gotas de leche son espacios singulares y apropiados para poner en práctica un tipo de documento que conserva algunas características de las cartillas primigenias pero que incluye elementos novedosos, entre ellos la inclusión de medidas antropométricas (peso y talla) y la descripción de los antecedentes hereditarios debida, esta última, a la influencia de los movimientos eugenésicos. Paulatinamente, los datos escuetos van a ir acompañados en las cartillas de auténticos folletos de puericultura. Ahora bien, los destinatarios ya no son las madres de Fonssagrives sino los profesionales de los consultorios y gotas de leche y su custodia corresponde no a la familia sino a estas instituciones. Paralelamente, se intenta instaurar un documento paralelo, el carnet individual d'élévage donde son las propias familias las que escriben la evolución del niño en todos sus aspectos. El significado aquí es otro: si para las clases desfavorecidas, subsidiarias de ayudas de la asistencia pública, las cartillas sanitarias son una obligación, para las clases medias y altas la elaboración de los carnés de crianza no son sino una obligación moral, la de "dar ejemplo".

Dos de los capítulos mas logrados son, por un lado, los relativos a los cambios introducidos en las cartillas debidos al influjo de las doctrinas eugenésicas (capítulo cinco), antes y después de la II Guerra Mundial y, en segundo término, el que Rollet rotula como "escritos de madres" (capítulo tres) donde presenta un fino y detallado análisis de una treintena de documentos de distintas mujeres, con objeto de explorar de qué modo anotan lo que se les pide o como, en ocasiones, añaden datos y formatos -no previstos por los médicos- provenientes de su propia experiencia, en un acercamiento de la autora a esa historia desde la perspectiva del paciente.

Las mudanzas experimentadas por este tipo de fuentes a partir de 1945, sus denominaciones y el cambio en sus utilidades, como herramienta adaptada a la pluralidad de los actores que envuelven la asistencia sanitaria al menor en la segunda mitad del siglo XX, tienen una menor extensión pero son muy interesantes y pueden servir como motivo de reflexión y de análisis de políticas actuales. De hecho, el último capítulo está consagrado al último de los modelos de dichos documentos puesto en marcha en Francia en 2004-2005.

Aunque, como hemos indicado arriba, el análisis comparado con otros países occidentales -España entre ellos- no es el objetivo más importante de la monografía, el apartado que le dedica (capítulo siete), merecería por su interés ser ampliado en posteriores ediciones o constituir en sí mismo el núcleo de un nuevo trabajo que esperamos los historiadores que seguimos de cerca su excelente trayectoria.

 

Rosa Ballester Añón, Universidad Miguel Hernández

 


 

Astri Andersen; Josep L. Barona; Steven Cherry, eds. Making a new countryside. Health policies and practices in European history ca. 1860-1950. Frankfurt am Main, Berlin, Bonn, Bruxelles, New York, Oxford, Wien: Peter Lang; 2010, 209 p. ISBN 978-3-631-59653-1, € 40,00.

El presente volumen constituye una nueva publicación colectiva en torno a la historia de la salud y la medicina en el mundo rural europeo de los siglos XIX y XX a cargo de un grupo de investigadores liderado por Josep Lluís Barona, Steven Cherry y Astri Andersen. La red informal de ámbito europeo puesta en marcha por estos investigadores de las Universidades de Valencia, East Anglia y Bergen, así como sus primeras publicaciones, fueron descritas ya en una reseña aparecida en el volumen de Dynamis del año 2008. Intentar definir lo "rural", explorar sus implicaciones en el ámbito de la salud y la enfermedad y plantear ambas tareas en términos de comparación histórica a nivel europeo ha resultado un empeño fructífero y estimulante, como se deduce de la variedad y relevancia de las temáticas de investigación presentes en la nueva publicación que aquí presentamos. En este sentido, la presente monografía continúa los planteamientos teóricos y metodológicos de anteriores trabajos de la red. Como los editores se encargan de recordar en la introducción, el mundo rural, entendido de la forma más general como el espacio demográfico, económico, político, cultural o sanitario al margen de las ciudades, constituyó la realidad predominante en Europa hasta la Segunda Guerra Mundial. Esta relevancia, a menudo ignorada, justifica la necesidad de remediar la escasez de estudios dedicados al tema, así como el esfuerzo por no reducirlo a una mera derivación, generalmente defectuosa, de los discursos, prácticas e instituciones creadas en y para las ciudades. También obliga a asumir la pluralidad de significados del término, así como de las visiones sobre el mismo que se elaboraron en escenarios tan distintos como los analizados en este libro: España, Gran Bretaña, Italia, Francia y Noruega.

Making a new countryside comienza con una introducción a cargo de los editores que es en sí misma un trabajo más del libro. En ella, además de presentar brevemente la red y su trayectoria, Andersen, Barona y Cherry proponen la consideración de la "salud rural como tema historiográfico europeo". Sobre esta base, se plantea que dentro del marco de Europa existieron realidades rurales plurales en las que "ningún factor único explicaba sus diferencias". La variación de lo rural no solo habría tenido lugar en un plano espacial, sino también temporal, por lo que uno de los ejes principales del libro es el cambio desde la visión del campo como idílico, limpio y saludable a una valoración del mismo como esencialmente atrasado, antihigiénico y patológico. Otra línea de análisis importante subrayada por los editores es la relación entre las administraciones sanitarias centrales, sus discursos, prácticas y representantes médicos con la realidad de la asistencia y la lucha contra endemias y epidemias en el campo. La atención a la "salud rural" tuvo lugar dentro de una creciente preocupación por extender la sanidad al mayor número de personas y localidades posible, lo que obligó a desarrollar un modelo para aplicar en el campo lo que generalmente se concebía y materializaba primero en las ciudades. Finalmente, la introducción llama la atención sobre la amplitud y variedad de las fuentes historiográficas utilizadas para argumentar los diversos trabajos, que incluyen archivos internacionales, nacionales y locales, documentación militar y de organizaciones religiosas y humanitarias, bibliografía primaria médico-sanitaria y literatura de divulgación.

A la introducción sigue el trabajo de Paola Melis y Lucía Pozzi sobre el tracoma en Cerdeña desde la unificación italiana hasta los años 60. A través de diferentes periodos políticos y analizando las medidas tomadas para abordar esa enfermedad a nivel nacional, provincial y municipal, las autoras analizan el tracoma como una endemia difícil de erradicar en Cerdeña, por ser debida esencialmente a la deficiencias en la alimentación, la escolarización y el suministro de agua corriente, así como por la dificultad de extender las redes de la salud pública italiana hasta la isla en general y hasta sus áreas más remotas, pobres y despobladas en particular. Según Melis y Pozzi, hubo a lo largo del periodo analizado una constante valoración de lo rural como insano y también una crónica falta de recursos económicos que impidió la realización efectiva de las medidas aprobadas por las autoridades políticas y sanitarias. Destaca en este trabajo el uso de fuentes militares para revelar el estado salud de la población sarda. A continuación, Steven Cherry analiza en su trabajo el papel de los medical officers of health en la salud pública de dos áreas rurales del norte de Gran Bretaña. Dicho papel se vio limitado por diversos factores, como la subordinación de los médicos rurales a las autoridades locales por su bajo salario y la falta de base administrativa o la pervivencia de antiguos organismos administrativos creados por las Poor Laws de 1834 en Inglaterra y de 1845 en Escocia frente a las nuevas figuras y competencias establecidas por las disposiciones sanitarias de 1866 y las Local Government Acts de 1888 y 1892. Cherry analiza también como los médicos enviados al campo desmintieron el mito de lo rural como espacio saludable y estudiaron las causas de esta situación, aunque no estuvieran todavía en disposición de actuar contra ellas.

El núcleo del libro está constituido por los trabajos centrados en el caso español. Por una parte, Josep Lluís Barona dibuja el panorama de las reformas liberales de la sanidad en España desde finales del siglo XIX y sitúa las iniciativas relativas a la sanidad rural como parte de las mismas. Según Barona, estas iniciativas alcanzaron su mayor desarrollo durante el Bienio progresista (1931-1933), formando parte de un programa general de "civilización" de la sociedad española por parte del régimen republicano. Por su parte, Esteban Rodríguez Ocaña rescata del olvido esa particular iniciativa de conocimiento e intervención sobre el estado higiénico del mundo rural español que fue la Inspección de Sanidad del Campo (1910-1917). En este capítulo analiza la particular inserción administrativa, los objetivos, los recursos humanos y materiales y los resultados del trabajo de este organismo, así como la negativa valoración, curiosamente unánime, que suscitó en los higienistas de la época y que la historiografía ha perpetuado. El estudio en profundidad de este organismo aportará nuevas perspectivas sobre la salud pública española de comienzos del siglo XX. María Eugenia Galiana, Ángela Cremades y Josep Bernabeu describen brevemente la trayectoria de la lucha antitracomatosa en España y estudian su realidad en la zona levantina en las décadas de 1920 y 1930. Las condiciones generales de miseria y falta de higiene, las migraciones desde el campo a las ciudades y ciertas ocupaciones profesionales como la industria del esparto o la alfarería, explicaban las altas tasas de la enfermedad entre los habitantes de aquella región y su extensión en forma epidémica a Barcelona y a la Argelia francesa. Para afrontar este problema se llevaron a cabo estudios epidemiológicos y se tomaron diversas medidas de profilaxis, educación e inspección médica, siempre mermadas por la falta de personal y financiación.

María José Báguena, María Isabel Porras y Rosa Ballester se ocupan del estudio de la poliomielitis en España. En su opinión habrían existido tres fases en la historia de la enfermedad en nuestro país, desde sus comienzos como "parálisis infantil": emergencia en la década de 1890, brotes epidémicos de los años 40 y 50 y campañas de vacunación masiva de los años 60. Entre otras cosas, Báguena, Porras y Ballester analizan como la polio fue considerada por el franquismo como una "enfermedad de civilización", que demostraba la aproximación de España a sociedades más desarrolladas después del atraso subsiguiente a la Guerra Civil. También muestran la existencia de continuidades entre el periodo republicano y el primer franquismo en lo que se refiere a la lucha contra la enfermedad, así como el despliegue de la campaña de vacunación de 1963 y el rol activo del naciente asociacionismo civil. En las diferentes fases de su historia en España, la polio habría pasado de ser una enfermedad que afectaba indistintamente a zonas urbanas y rurales a ser una epidemia fundamentalmente urbana. Finalmente, Ximo Guillem se ocupa de las transformaciones experimentadas por la cadena alimentaria en España entre 1850 y 1930, dirigidas a proporcionar una mayor seguridad frente a fraudes, adulteraciones o mal estado. Para Guillem, las zonas rurales, a pesar de disponer de instituciones y tecnologías menos avanzadas para el control alimentario, disfrutaron en general de mejor calidad de alimentos y bebidas.

En su contribución sobre Francia, Catherine Rollet centra su análisis en la intervención estatal en la salud infantil a partir de la Tercera República, concretamente desde la aprobación de la ley Roussel en 1874. Rollet se preocupa por la regulación gubernamental de la lactancia de los niños de la ciudad enviados en adopción al campo y de la polémica que surgió en la prensa de la época sobre esta cuestión. La imagen negativa del campo predominante en aquella época mejoró tras la Primera Guerra Mundial porque, desde ese momento, el envío de niños a zonas rurales se hizo en el marco de instituciones oficiales y bajo un estricto control médico. El aire puro y el sol fueron considerados como elementos fundamentales para mejorar el estado de salud de los niños y niñas de los barrios obreros y formaron parte de un proyecto general de mejoramiento de la salud pública de inspiración regeneradora o eugénica. Un proyecto que aspiraba, en último término, a integrar las zonas rurales y a su población dentro de la sanidad nacional.

El volumen que reseñamos termina con dos trabajos sobre el caso de Noruega. Astri Andersen y Teemu Ryymin explican cómo el ámbito rural fue decisivo para la creación de una sanidad nacional en Noruega durante el periodo 1900-1930 y para su mantenimiento durante la posterior crisis económica. De esta forma, el mundo rural fue clave en el origen del modelo noruego de sistema de bienestar, caracterizado, en el aspecto sanitario, por el gran alcance de la red de instituciones y de personal médico-sanitarios por todo el país y su gran valoración por parte de la población a pesar de la difícil geografía y demografía. Por su parte, Tore Grønlie parte de estas dificultades para analizar las diferencias en la atención hospitalaria a la población urbana y rural noruega en el periodo 1920-1950 en base a tres criterios: accesibilidad, gastos por tratamiento y calidad hospitalaria. Grønlie muestra cómo los hospitales en Noruega han sido una realidad esencialmente local, por su emplazamiento y su financiación, independientemente de que tuvieran un carácter público, privado, religioso o asociado a organizaciones humanitarias. Su conclusión es que hubo una buena accesibilidad, que el pago de los servicios hospitalarios supuso un problema serio para la población rural y que hubo una falta generalizada de especialistas en la red hospitalaria, salvo en Oslo. El equilibrio entre el acceso de la población rural a la asistencia en un país con baja y dispersa población y la calidad de dicha asistencia en cuanto a especialización médica y concentración de servicios fue la clave del "sistema noruego".

En resumen, este volumen sobre historia de la salud rural en Europa en los siglos XIX y XX desarrolla las potenciales transversalidades apuntadas en la introducción, sea en torno a enfermedades, profesiones sanitarias, organismos administrativos, legislación o discursos científicos. Quizás otra manera de profundizar efectivamente en las mismas sería identificar y estudiar actores, problemas sanitarios o instituciones internacionales que hubieran actuado o se hubieran desarrollado en diversos escenarios europeos. Muchos de los autores de este volumen ya han publicado, de hecho, trabajos sobre dichas cuestiones. Por otro lado, si las temáticas de investigación estuvieran más delimitadas, la indudable utilidad y la potencia del enfoque comparativo, una de los principales logros de esta publicación colectiva, resultarían quizá más evidentes. En todo caso, el libro incluye una amplia bibliografía final que permite adentrarse con mayor detalle a quien lo desee en los múltiples escenarios y cuestiones abordados.

 

Francisco Javier Martínez Antonio, CCHS-CSIC

 


 

Josep Lluís Barona; Josep Bernabeu-Mestre. La salud y el Estado. El movimiento sanitario internacional y la administración española (1851-1945). Valencia: Publicacions Universitat de Valencia; 2008, 366 p. ISBN 978-84-370-6974-6, € 22,00.

La obra objeto de esta reseña es la monografía más reciente publicada por Josep Barona y Josep Bernabeu, y uno de los frutos de la actividad desarrollada por ambos investigadores en los últimos años en el ámbito de la historia de la Salud Pública. Reúne una parte importante de los resultados que les han proporcionado tres proyectos financiados por el Ministerio de Ciencia y Tecnología, que se han sucedido desde 2003.

Mediante un recorrido cronológico y con un tamaño desigual para los distintos capítulos que integran la monografía, se trazan los marcos y se proporcionan interesantes datos que facilitan la comprensión de los procesos de interacción y transferencia de conocimientos y prácticas que hubo entre el movimiento sanitario internacional y las dinámicas internas de nuestro país durante casi un siglo.

En los diez capítulos temáticos que componen el cuerpo de la obra, se abordan sucesivamente temas tan importantes como la génesis del movimiento sanitario internacional; las conferencias sanitarias internacionales habidas desde mediados del siglo XIX, con especial referencia a la participación española en ellas y a la construcción del conocimiento sobre el contagio y las epidemias; los congresos internacionales sobre beneficencia celebrados entre 1853 y 1880; los congresos internacionales de higiene y demografía que tuvieron lugar desde 1852 hasta 1912; la constitución de la Oficina Internacional de Higiene Pública y la labor que desplegó en sus primeras décadas de existencia; la función de la Fundación Rockefeller en el desarrollo de la salud pública española; la constitución del Comité de Higiene de la Sociedad de Naciones y las tareas que desempeñó; las reformas sanitarias durante la Segunda República (1931-1939); las relaciones entre alimentación y salud durante la Guerra Civil Española, o el papel del exilio republicano en la sanidad internacional. En cada uno de los capítulos, se concede mayor espacio a la participación española y a lo ocurrido en nuestro país, que se presenta incardinado en el marco internacional trazado por los autores. Sin restar valor a ninguno de los capítulos, merecen ser destacados los dedicados a analizar la constitución del Comité de Higiene de la Sociedad de Naciones y de la Fundación Rockefeller, su labor y sus importantes papeles en la modernización de la sanidad española en el período de entreguerras. Ambos capítulos son los más extensos y se han beneficiado del conocimiento aportado por investigaciones previas, que en el caso de la Fundación Rockefeller habían sido iniciadas a finales del siglo XX (Rodríguez Ocaña, Esteban; Ber-nabeu-Mestre, Josep; Barona, Josep Lluis. La Fundación Rockefeller y España, 1914-1936. Un acuerdo para la modernización científica y sanitaria. In: García, J.L.; Moreno, J.M.; Ruiz, G., eds. Estudios de historia de las técnicas, la arqueología industrial y las ciencias, vol. 2. Salamanca: Junta de Castilla y León; 1998, p. 531-539). Hay que felicitar a los autores por haber incluido también los problemas de alimentación y nutrición que la población española sufrió durante la Guerra civil -línea que está siendo muy fructífera (Del Cura González, Isabel; Huertas García-Alejo, Rafael. Alimentación y enfermedad en tiempos de hambre: España, 1937-1947. Madrid: CSIC; 2006, y varios artículos de revista de Del Cura, Huertas, Barona, Bernabeu, Perdiguero y Castejón)- y el rol desempeñado por algunos de los exiliados republicanos más destacados en la sanidad internacional. Igualmente es de agradecer que la monografía contenga un índice analítico y otro onomástico, tras una cuidada bibliografía en la que figuran separadamente las fuentes históricas de la bibliografía crítica.

Se echa en falta, sin embargo, haber destacado el papel que la pandemia de gripe de 1918-1919 tuvo en el desarrollo de la medicina social y en algunas de las transformaciones que se produjeron en el ámbito de la Sanidad, cuestión que ambos autores conocen por las investigaciones realizadas o dirigidas sobre este tema con anterioridad.

Para finalizar cabe decir que la obra de síntesis comentada se entronca en una rica tradición historiográfica española sobre la historia de la Salud Pública que ha experimentado un importante crecimiento desde la última década del siglo XX, es de utilidad no sólo para historiadores de la medicina, sino también para demógrafos e historiadores, muy especialmente para los historiadores sociales. El volumen está además en sintonía con publicaciones recién aparecidas fuera de nuestras fronteras, como la monografía de Iris Borowy: Coming to terms with world health. The League of Nations Health Organisations, 1921-1946 (Frankfurt am Main: Peter Lang; 2009).

 

Ma Isabel Porras, Universidad de Albacete

 


 

Richard Cleminson; Francisco Vázquez García. Hermaphroditism, medical science and sexual identity in Spain, 1850-1960. Cardiff: University of Wales Press, Iberian and Latin-American Series; 2009, 288 p. ISBN 9780708322048, € 78,00.

Hay libros que, como las primeras escenas de algunos filmes, arrancan bien al situarnos, ya desde la solapa de cubierta en las intenciones del análisis que encontrará quien se anima a su lectura. En este caso dos de sus líneas narrativas parecen muy prometedoras. De una parte, la inserción de la ciencia española del hermafroditismo en el marco amplio de la ciencia de la época y no como periferia pasiva de otras ciencias. Por otra, la promesa de que el libro no sólo habla de ideas médicas y médicos sino de las personas que a lo largo de la historia han sido etiquetados como "hermafroditas", es decir como personas que disponen de partes del cuerpo "naturalmente" atribuidas de manera exclusiva (y excluyente) a mujeres u hombres. Veamos en qué medida esta "escena" de arranque cumple las expectativas que genera.

La historia de la idea "hermafrodita" en gran medida es la historia de la génesis histórica de una separación imposible, la del cuerpo con lo social y, más en particular, la del sexo corporal con el género social. De la imposibilidad de dicha separación da testimonio el/la "hermafrodita" alguien que en su cuerpo encarna la dificultad de separar mujer de hombre, aunque a la cultura humana esta separación dicotómica le haya parecido una práctica imprescindible. La cuestión no es baladí, pues a pesar de lo, en apariencia, "obvio", esto es, la definida y definitiva naturaleza mujer u hombre, la definición dicotómica tanto bio-corporal como socio-cultural sigue siendo una inquietud humana. El reciente caso de la atleta surafricana Caster Semenya es un flamante testimonio de la ambigüedad y apasionamiento que despiertan las personas con sexo ambiguo como se deduce de la frase del secretario actual de la IAAF, Pierre Weiss "Está claro que ella es una mujer, aunque quizás no al cien por cien" (http://www.publico.es/deportes/250917/estudio/revela/semenya/hermafrodita?pagCom=4). La "falta de claridad" en este caso se debía a que "la atleta tiene una anormalidad de cromosomas, que le confiere caracteres masculinos y femeninos. La investigación revela que no tiene útero ni ovarios y que tiene testículos internos". Este testimonio nos permite ver que los cromosomas juegan un papel importante en la actualidad y que lo esperable sería que, para ser mujer, esta persona tuviera útero y ovarios. No debe sorprendernos, por tanto, que en esta testimonial nota de prensa no se deje claro, dónde residiría para Weiss su idea de que Caster Semenya, sea una mujer, quizá se refería a la identidad con la que se auto-percibe y ha dado significado a su vida la propia Semenya. Comento este caso porque nos permite pensar que aún en la era de la fertilización in vitro -cuando la copulación no es condición sine qua non para la procreación-, la diferencia sexual tiene serias aplicaciones y que nuestro mundo sigue sujeto a (o funcionando con) esa diferenciación en aspectos tan diversos como la identidad o el deporte. Este ejemplo extraído de la actualidad recalca la pertinencia de un estudio histórico sobre esta cuestión que aún minoritaria, en términos de incidencia, atañe a cuestiones humanas tan trascendentales que explican el interés que suscita.

Vázquez y Cleminson -dirigiéndose a una audiencia de estudios de la cultura hispana, más que de historia de la ciencia- afrontan con erudición una historia de las ideas médicas sobre el hermafroditismo en la España de los siglos XIX y XX, un periodo histórico donde hirvieron las polémicas en relación al sexo, la sexualidad y la definición de lo que era ser mujer o ser hombre, debates promovidos por las grandes trasformaciones sociales y activas réplicas a la definición normativa de, sobre todo, en qué consistía ser mujer. Su estudio es un excelente ejemplo, también, de la fragilidad de la ciencia para "atinar" o, mejor dicho, estabilizar o consensuar no sólo una definición del hermafroditismo sino de las propuestas de intervención corporal en quienes históricamente vienen siendo clasificados con esta etiqueta. Sin embargo, los autores -en algunos capítulos más que en otros- parecen sorprenderse a veces de los titubeos y contradicciones científicos, como si "fuera esperable" mayor consistencia, acuerdo u homogeneidad de las clasificaciones científicas. Creo, sin embargo, que no cabe ya albergar tales expectativas una vez desencauzada la historia de la ciencia de internalismos y difusionismos (del centro a la periferia), pues, quizá, en este oficio, es ahora un estilo establecido de pensamiento el creer que las ideas y los métodos no siguen una estructura paradigmática ideal (kuhniana podríamos decir) y que lo "viejo" y lo "nuevo" conviven en formas diversas y es de interés, en sí mismo -como muestra este texto- el explorarlas.

El texto, de correctísima edición, se articula en seis capítulos con una introducción y unas conclusiones. El capítulo primero (tras la introducción) arranca con una abierta reflexión sobre las dificultades de abordar una categoría cambiante como la de "hermafrodita". De una parte, el uso de terminología científica contemporánea (para su comprensión) y la necesaria "conciencia" sobre su uso. La segunda dificultad residiría en plantear el pasado de manera "demasiado benevolente" respecto a la ambigüedad sexual en un tiempo histórico considerado menos dimórfico con los sexos. Otra cuestión se abre aquí en relación a la importancia del sexo biológico o corporal (básicamente los genitales para la época pre-laboratorio) en las diferencias del género y la estela de debate dejada por Laqueur y su hipótesis de un periodo histórico donde el género no se encarnaba de forma tan clara. En resumen, el dilema a la hora de afrontar la historia del hermafroditismo es la dificultad de sostenerlo como categoría histórica y, a la vez, sortear las dificultades tanto de adscribirse a una cierta categorización (¿uno, dos o más sexos posibles?) o de plantear un "descriptivismo" radical que deja impasible y sin capacidad de análisis. A mi entender el capítulo sortea este problema de una manera insuficiente, aunque prometedora y el resto de la obra proporciona un marco explicativo del que puedan extraerse algunas ideas incardinadas teóricamente, aunque en algunas ocasiones recurra al "descritpivismo". Como propuesta de apertura para una historia del hermafrodita desde las ciencias del laboratorio que se desarrollan en los capítulos posteriores, en el capítulo dos se describen tres campos (¿quizá discursivos?) desde donde existía el hermafrodita (curiosamente masculino en español). Como "maravilla", es decir, desorden de un orden natural que, no tenía porqué ser monstruoso; como milagro o magia que cayó en el terreno de la vigilancia social por su eventual encarnación de la sodomía, práctica que ejemplifica lo contranatural. Por último, en el ámbito médico galénico seguía operativo el modelo de un solo sexo aunque diversos textos expandieron otras categorías "transitorias": desde la "virago" a los hombres menstruantes o sangrantes.

Como se estudia en el capítulo tres, entre 1870 y 1905, diversos modelos científicos trataban de perfilar una explicación plausible al desafío del hermafrodita, una vez cuestionada su existencia "real" (un hermafrodita verdadero, según Orfila decía en 1847, "podía fecundar y ser fecundado"). Dos cuestiones me llaman la atención y quizá los autores no han destacado lo suficiente: el reciclaje continuo de casos ya descritos y publicados por otros autores y, también, que la inscripción de estas ciencias en el campo de la Medicina Legal con la certificación del matrimonio para la procreación, conformó, por algún tiempo, la definición misma de hermafroditismo. En otras palabras, generó una perspectiva específica para la determinación del sexo verdadero y la finalidad del diagnóstico y la etiqueta "legal" orientó el debate, lo cual explicaría tanto el interés clasificatorio como las disonancias que observan los autores en etapas posteriores, entre conocimientos o ideas utilizados para la práctica clínica y las teorías explicativas sobre la "intersexualidad" desarrolladas. Esta cuestión sobre cómo la orientación hacia el diagnóstico, por ejemplo legal, o el uso de una tecnología (incluso organizativa) ha marcado la conceptualización de una "entidad médica" no es inusual en la historia de las ciencias médicas. Es probable, que la propia definición de "hipospadias" (hasta casi hacer desaparecer la de hermafrodita), entre 1905 y 1915, respondiera también a esta razón.

El criterio "gonadal" no se impuso de forma homogénea y la definición médica del hermafrodita que siguió usando rasgos de lo que hoy entendemos como género, al parecer, duró en España más que en otros territorios europeos. Esta perseverancia o "peculiaridad" española no queda explicada en el libro pero sí bien establecida y cabe preguntarse hasta que punto la historiografía internacional (Anne Fausto Sterling, Alice Dreger) no ha sido demasiado taxativa al respecto en relación a lo que ha acontecido en otras sociedades. Lo que sí queda claro en el texto de Cleminson y Vázquez es la profunda convicción "española" en que el cuerpo era el fundamento de la identidad sexual. No parece que, como creo se plantea en el capítulo quinto ("Del sexo verdadero al simulacro") se haya producido el final de la polémica respecto al "verdadero sexo" como realidad biológica. Esta convicción (que el cuerpo tiene su propia identidad de partida) se extendió hasta el franquismo tardío como puede verse en la película Mi querida señorita (Jaime de Armiñán, 1971) y quizá no sea una creencia tan hispana pues es un punto de vista que también se sostiene en un documental como el de la BBC, del año 2000 El niño que fue transformado en niña (Andrew Cohen) sobre el atormentado caso de Bruce, el gemelo nacido en Winnipeg que ha servido de test a las tesis de Money sobre la indeterminación de la identidad sexual al nacer.

Dos capítulos, el cuarto y quinto, hablan de las aportaciones de Gregorio Marañón, apreciado, a veces, positivamente por sus coetáneos por el humanismo liberal de sus teorías de la "intersexualidad" con las que trataba de desprenderse de valoraciones morales y aportar explicaciones menos dicotómicas sobre los sexos. Su formulación de la "intersexualidad" fue un intento de plantear la necesaria mezcolanza de una dicotomía que se hacía cada vez más insostenible en términos sociales y que, curiosamente, sirvió de argumento para cuestionar, como comentan Cleminson y Vázquez, la estricta dicotomía de género mujer/hombre a alguna feminista española, como Benita Asas Monterola (véase Nerea Aresti, Médicos, donjuanes y mujeres modernas, 2001).

Gónadas, hormonas, sustancias internas y cromosomas se involucraron en este periodo y aunque las teorías hormonales, ya a mitad del siglo XX, parecían traer la definitiva explicación y fundamento de la dicotomía sexual, sin embargo, estas también resultaron bastante ambiguas respecto a su opción sexual. En la práctica, los médicos españoles, en las primeras décadas del franquismo, rechazaban la extensión de las teorías de la intersexualidad y la etiqueta de "hermafrodita verdadero". Los diagnósticos -dificultados por la lenta incorporación rutinaria de la laparotomía en la consulta privada- seguían basándose, por una parte, en criterios clasificatorios de décadas lejanas y aún repetidos en reediciones intactas de textos, casi finiseculares, de medicina legal; por otra, en planteamientos reproductivos con intensas connotaciones de género (eyaculación con esperma igual a masculino, capacidad para el embarazo igual a femenino). La cirugía contribuyó con sus manipulaciones a adecuar el cuerpo del hermafrodita a un deseo normativo heterosexual, cuestión que no parece haber cambiado a lo largo del tiempo. De hecho las ideas de Botella Lluisá -muy bien exploradas en esta parte del capítulo cinco- a inicios de la década de los cincuenta, bajo la influencia de los trabajos de John Money, vinieron a avalar científicamente este aspecto al proponer la preservación del sexo civil de la persona que consultara con el argumento de que ya había desarrollado un "instinto" sexual apropiado o unas "aspiraciones" propias tal y como se decía. Curiosa acepción del instinto como una verdad última o apropiada, pero de carácter social, lejos del determinismo biológico con el que se defendía en relación al "instinto maternal". Aunque esta postura de Botella y sus colaboradores tuviera más que ver con el pánico a forjar un homosexual (y el "escándalo" consiguiente en una sociedad española muy cuidadosa de las apariencias) mediante una intervención médica, a mi entender, refleja también una incipiente preocupación, aunque contradictoria y paternalista, por el impacto de la información médica en los pacientes, es decir, el efecto en sus vidas de anunciárseles que su sexo no era aquél que había constituido su identidad y con el que se encontraban perfectamente confortables. No es de extrañar que, desde esta postura, Botella afirmara en 1953 "es preferible aceptar que las cosas son, en último término, lo que parece que son" (p. 220 nota 135), aunque, también, defendiera e investigara, en 1956 y con el renacer de la genética española, el sexo cromosómico (en células de la mucosa oral y, más tarde, en leucocitos) como factor determinante para identificar el "verdadero sexo" y la etiqueta "hermafroditismo verdadero". Pero de aquí no debe presuponerse que Botella defendiera una visión constructivista de la identidad sexual, tal y como se explora a través de algunos casos muy sugestivos y que muestran el intrincado tinglado de inquietudes y prácticas que agita el hermafrodita. En otras palabras, que en estos años se reconstruía el aspecto genital para hacerlo coincidir con la identidad adquirida y no con la "verdad" oculta en los cromosomas (paradójicamente, la misma práctica médica actual en personas transexuales) participando, como los autores titulan en el capítulo, de un simulacro del sexo. Merece la pena dedicar unas palabras a las acertadas conclusiones cuyas guías podrían haber encarrilado el conjunto del relato evitando algunas repeticiones o a veces endeble estructura o alcance explicativo, aunque este inconveniente, no haya sido, como se deduce de esta motivada y extensa reseña, un inconveniente ante lectura tan estimulante. Es de lamentar que, a la hora de redactar estas conclusiones, los autores no conocieran los trabajos de Nuria Gregori Flor sobre los discursos y prácticas contemporáneos, en nuestros país, sobre personas consideradas "intersexuales" (véase por ejemplo http://www.aibr.org/antropologia/01v01/articulos/010106.pdf).

Haciendo balance de las promesas planteadas en la "primera escena" del libro puede decirse que la inserción no pasiva de las ciencias españolas del hermafroditismo se logra sin género de dudas. Pero no es el caso para el segundo objetivo prometido, pues respecto a las personas que se citan en los casos clínicos, el drama de sus vidas apenas parece dibujarse. Es lógico pensar que utilizar otras fuentes además de las médicas hubiera requerido aún más esfuerzo que el ya cumplidamente realizado. El texto, por tanto, es complejo porque las cuestiones que plantea son dilemas humanos aún abiertos en relación a la dicotomía entre naturaleza y cultura, y la diferencia sexual -sea esta encarnada corporal (dimorfismo sexual) o psico-socialmente-, o la, aún, firme y extendida convicción de que sólo existe una identidad "monosexual". Desde los bordes de los debates que recorren hay a la historia de la ciencia, Cleminson y Vázquez se han atrevido con valentía -y con aspiraciones quizá distintas a las de nuestro campo- a abordar esta temática en un texto que inicia un recorrido y del que cabe esperar mucho, también, en sus futuras maduraciones.

 

Rosa Ma Medina Doménech, Universidad de Granada

 


 

Mabel Grimberg, ed. Experiencias y narrativas de padecimientos cotidianos. Miradas antropológicas sobre la salud, la enfermedad y el dolor crónico. Buenos Aires: Antropofagia; 2009, 189 p. ISBN 978987-1238-62-0, $ 13,17.

El debate científico desarrollado en los años setenta puso ya en evidencia que los conceptos de experiencia y narración deben ser elementos centrales en las investigaciones y construcción teórica en antropología. La experiencia de padecimiento es, a su vez un fenómeno de carácter social. No obstante, hoy resulta fundamental, no sólo ampliar la reflexión y profundizar en los procesos de lectura de las narrativas de sufrimiento, sino recordar el valor que experiencia y narración tienen en el acercamiento a los sujetos padecientes y a sus contextos y culturas. Sin duda, una de las principales aportaciones del ensayo que quiero presentar consiste efectivamente en observar los conceptos de experiencia y narración en contextos relacionales y procesos políticos, históricos y culturales. Esto permite encontrar el cuerpo como terreno y agente de procesos emocionales y afectivos, y entender el padecimiento como una experiencia encarnada que articula otras dimensiones de la subjetividad.

El volumen Experiencias y narrativas de padecimientos cotidianos. Miradas antropologías sobre la salud, la enfermedad y el dolor crónico compilado por Grimberg se presenta como un conjunto de trabajos resultado de los debates y seminarios que durante años han estimulado un grupo de investigadores procedentes de México, Brasil y España. El eje central gira en torno al análisis de la experiencia y las narrativas de padecimiento cotidianos desarrolladas desde la antropología de la salud. Con el término de experiencia, se hace referencia tanto a una dimensión estratégica en el estudio de la construcción social de los padecimientos y de las distintas formas de sufrimiento social, como a la dimensión organizadora de procesos identitarios y prácticas sociales. El reto de los investigadores es superar la reducción del concepto de experiencia de sufrimiento a los procesos cognitivos y normativo-valorativos para añadir al análisis las sensaciones, las percepciones y las emociones presentes. Incluso, esa experiencia está abordada desde el contexto cotidiano en el que el padecimiento se desarrolla, porque la con-vivencia con padecimientos crónicos afecta a la mayoría de los ámbitos de la vida social, suponiendo cambios en la organización de la vida diaria y una consecuente definición de las relaciones con los demás.

Los estudiosos ofrecen diversas e interesantes perspectivas metodológicas para abordar el tema de la narración de la experiencia. A través de un enfoque hermenéutico, Roberto Castro analiza el lenguaje como producto social ya que expresa la experiencia subjetiva de los individuos e indexa también el orden social que le da origen. Para Paulo Alves y Mirian Rabelo la narración constituye un recurso metodológico para comprender el sentido de las emociones en cuanto muestran la articulación entre tales emociones y el contexto al cual están dirigidas. Incluso, los autores subrayan que el análisis de la narrativa evidencia pistas importantes para la comprensión de cómo el individuo establece una identidad. El uso de observación participante y análisis de narrativas biográficas permite a Mabel Grimberg recuperar el contexto de los sujetos, priorizar las construcciones narrativas, subrayar las estrategias que los actores desempeñan y, en fin, aplicar una perspectiva relacional y procesual para analizar los datos. Nélida Barber y Susana Margulies analizan las narrativas como documentos personales y sociales, construcciones situadas en un momento significativo de la vida de sus informantes. Daniela Knauth y Ceres Víctoria no sólo se centran en la correlación existente entre identidad, percepción del cuerpo y contexto socio-cultural para reflexionar sobre la narrativa, sino que distinguen la forma en que las experiencias de género están incorporadas. Las autoras se sirven del concepto de embodiment y habitus para el análisis de la narración de la experiencia. Para comprender las experiencias corporales, María Epele añade la inclusión de nociones como el placer, la gratificación, el dolor, el sufrimiento y el malestar. Rosario Otegui utiliza ejemplos etnográficos de la diversidad en las formas de sufrimiento para mostrar que cuando se habla de los factores culturales del dolor, nos referimos a las formas histórico-sociales en la que los padecimientos, desigualmente repartidos, encarnan una subjetividad que los dota de sentido. Marta Allué, en cambio, ofrece un texto auto-etnográfico donde desarrolla su doble rol de sujeto padeciente y etnógrafa dedicada a narrar la experiencia propia y ajena del padecimiento. Todos los autores coinciden en que las narraciones que los individuos elaboran sobre sí mismos expresan una percepción del mundo y conducen a un modo específico de ser y estar en el mundo.

El volumen va acompañado de una brillante introducción de la compiladora y sigue con los ensayos de Roberto Castro sobre la experiencia de salud y enfermedad en la comunidad rural de Ocuituco (México) y el trabajo de Paulo Alves y Mirian Rabelo acerca del significado sociocultural de los nervios en mujeres de las clases trabajadoras de Salvador (Brasil). El objetivo de la intervención de Castro consiste en comprender qué significa salud y padecer una enfermedad para los habitantes de Ocuituco, un contexto caracterizado por la privación económica, la sensación de opresión, la desigualdad de género y la medica-lización. Castro analiza el término gordo utilizado por los ocuituquenses como sinónimo de salud y nunca como una connotación peyorativa. Observa que el uso de esta palabra hace referencia a las condiciones restringidas de vida que padecen esas personas puesto que quien consigue ser gordo, lo es porque está bien alimentado. Es el mismo discurso que se haría para el concepto de contento, que así se siente quien logra liberarse de las cargas emocionales negativas resultado de sus circunstancias socio-económicas. En el concepto de salud, observa el autor, existe una discrepancia entre el ser y el estar de los individuos. Paulo Alves y Mirian Rabelo observan el significado sociocultural de los nervios por medio de las narrativas de mujeres de clase trabajadora. Las historias recogidas de los autores articulan sensaciones corporales -movimiento, expresiones, posturas- y psíquicas para permitir el análisis profundo de significado de la narrativa (o su unidad semántica). Los autores se concentran en los relatos de unas informantes observando como en esta narrativa personal están evidenciados los marcos sociales de una experiencia individual. Asimismo, es posible observar el desarrollo de signos, imágenes y metáforas que componen un campo intersubjetivo a partir del cual las personas dan forma y comunican sus experiencias particulares. Una perspectiva donde un cuerpo/self se ensambla en un contexto de objetos, personas y condiciones, afirman los estudios.

Los siguientes tres trabajos, de Mabel Grimberg; Nélida Barber y Susana Margulies; Daniela Knauth y Ceres Víctoria, están dedicados a personas afectadas por VIH-Sida. Mabel Grimberg aborda las categorías teóricas de construcción social y hegemonía que reducen la sexualidad de las personas con VIH a un problema de seguridad y protección, de responsabilidad individual. Elabora su trabajo de campo en el contexto de la pobreza urbana de la Ciudad de Buenos Aires. A partir del análisis de narrativas biográficas, la autora reconstruye los significados de experiencias sexuales y cómo ellas suponen una confrontación cotidiana con categorías estigmatizantes y de discriminación social. Nélida Barber y Susana Margulies reconstruyen las trayectorias terapéuticas de pacientes de un servicio público de atención médica del VIH-Sida, siempre en la capital argentina, para reconstruir y analizar los procesos a través de los cuales las personas afectadas, en un momento determinado de sus vidas, articulan, interpretan, otorgan sentidos y procuran resolver los problemas que se derivan de vivir con VIH-Sida. El trabajo no sólo se centra en los servicios de salud si no en el conjunto de interacciones y actividades cotidianas de las personas encontradas. Finalmente, Daniela Knauth y Ceres Víctoria estudian el tema de pauperización y feminización de la epidemia de VIH-Sida en el contexto de relaciones de poder en la ciudad de Porto Alegre, Brasil. A partir de un estudio etnográfico en los sectores populares, observan la construcción del género masculino -cuerpo fuerte, familia, trabajo y actividad sexual- y su vulnerabilidad como elementos claves para entender la feminización de la epidemia que está directamente vinculada con determinadas prácticas, como las relaciones extraconyugales y el uso de drogas por parte de los varones.

Sigue el trabajo etnográfico de María Epele en los barrios del Gran Buenos Aires. La autora analiza las relaciones entre poder, género y supervivencia en el consumo de droga. Reflexiona sobre cómo la economía del deseo y las formas de gratificación-malestar corporal, modeladas de los intercambios y estrategias de supervivencia se convierten en una vía analítica para entender las diferenciaciones y desigualdades de género. Esas diferencias y desigualdades encuentran en los cuerpos sus modos materiales de expresión y sujeción. La problemática del uso de la droga es abordada desde una perspectiva en la que la desigualdad, subraya la autora, se relaciona sobre todo con la posibilidad de la supervivencia cotidiana.

Los siguientes trabajos giran en torno al concepto y problematización del dolor. Tras un profundo análisis de la construcción sociocultural del dolor, su distribución y resignificación en los casos de dolor crónico (como la artritis reumatoide) y el parto, Rosario Otegui define el dolor como experiencia sustantiva de la vida cotidiana y en la construcción de identidades. En el caso del parto, por ejemplo, la autora observa que el tratamiento farmacológico de los dolores oculta el carácter de sufrimiento culturalmente constituido y organizado que el parto tiene. Eso priva al cuerpo de vivir y pensar el parto sin dolor. El dolor, retomando las palabras del filosofo Wittgenstein, se expresa, se enseña y se articula en palabras y oraciones. Finalmente, Marta Allué elabora una auto-etnografía para reflexionar sobre el dolor vivido, experimentado, observado y encarnado tras un accidente. Su condición de sujeto doliente y narrante subraya la importancia de la escucha activa en el proceso de salud, enfermedad y atención. Los ejemplos personales y los recuerdos ajenos del dolor compartido en el pasillo hospitalario añaden a las demás aportaciones una visión desde dentro a la experiencia del padecimiento. La autora concluye observando que el problema de las prácticas de tratamiento del dolor no es debido a una falta de recursos sino a cuestiones ideológicas, de gestión y de conflictos de intereses entre los profesionales de salud.

Por la complejidad de aspectos desarrollados en el ensayo, las diversas metodologías propuestas para analizar la experiencias, la narrativa de padecimientos cotidianos e, incluso, la riqueza de los relatos biográficos recogidos por los autores, el texto puede resultar de utilidad para una audiencia amplia de historiadores de la salud interesados en profundizar en el conocimiento de la experiencia de enfermar más allá de las historias de ideas médicas y de profesionales de la salud.

 

Serena Brigidi, Universitat de Vic

 


 

Peter Conrad. The medicalization of society. On the transformation of human conditions into treatable disorders. Baltimore: The Johns Hopkins University Press; 2007, 204 p. ISBN 0-8018-8585-X, $ 20,00.

El interés por la medicalización de la sociedad no es un hecho nuevo. Se viene estudiando desde finales de los años sesenta por múltiples disciplinas y corrientes de pensamiento, como la sociología, la historia, la antropología, la propia medicina, el feminismo, etc. En los últimos años, el interés por el tema y el número de textos publicados ha crecido de forma importante, paralelamente y en la misma medida que la propia medicalización ha ido expandiéndose. Es evidente que durante las tres últimas décadas, una gran cantidad de problemas y condiciones de la vida se han ido identificando como síndromes o enfermedades de las cuales se ha de ocupar la medicina. Algunos ejemplos -entre muchos posibles- son el síndrome de fatiga crónica, el síndrome premenstrual, la anorexia y la obesidad.

En la mayor parte de los casos, los análisis del fenómeno de la medicalización tienen un enfoque crítico, y el libro que nos ocupa no es una excepción. En él se reflexiona sobre esta expansión del ámbito de la medicina y de sus implicaciones sociales. Aunque no es fácil aportar nuevas ideas y conocimientos sobre los fenómenos que han sido ya muy estudiados, este texto tiene interés por varios motivos, de los cuales destacaré dos. En primer lugar, aporta una visión muy actual de la medicalización de la vida (tendencias y cambios recientes que están caracterizando este proceso). Por otra parte, hace una reflexión sobre el papel que la propia sociedad (movimientos sociales, consumidores, asociaciones de pacientes, etc.) está jugando en el proceso de la medicalización, dejando claro que se trata de un rol activo y por tanto, responsable en parte de la extensión del fenómeno. Este análisis es novedoso, ya que generalmente se ha entendido que la sociedad no tenía gran implicación en la expansión de la medicalización, sino que más bien la sufría pasivamente.

Peter Conrad, doctor en Sociología y profesor en la Brandeis University, ha trabajado durante treinta años en diversos temas de sociología de la salud y la enfermedad, entre otros el de la medicalización. Como él mismo cuenta, inició el proyecto pensando en hacer una revisión exhaustiva de la literatura sobre el tema, pero pronto comprendió que esto era una tarea casi inabarcable, por lo que planteó un objetivo menos ambicioso: alcanzar una mejor comprensión de los cambios que se han producido en la medicali-zación de la sociedad en las últimas tres décadas. Para ello, elige un proceso inductivo, partiendo del análisis de una serie de casos para llegar desde ahí a la generalización y comprensión conceptual del fenómeno de la medicalización en la sociedad actual.

El libro se divide en tres partes. La primera, con un capítulo único, sirve para aclarar los conceptos clave, el contexto y las características de la medicalización. La segunda parte se centra en el estudio de cuatro casos, a cada uno de los cuales le dedica un capítulo, y con los que se ilustran cuatro caras de la medicalización. La tercera y última parte, con tres capítulos, se centra en las dificultades para medir la medicalización y en las implicaciones sociales del fenómeno, a las que llega a partir de los casos analizados en la segunda parte del libro.

En el primer capítulo, el autor reflexiona sobre el elemento clave de la medicali-zación: la definición. Para que un problema sea abordado con intervenciones médicas, primero ha de ser descrito en términos médicos. Esto lleva a otra cuestión fundamental: si la clave es la definición, el control (el poder) lo tiene quien puede definir, quien puede lograr que una condición hasta ahora no médica sea definida como tal. Es aquí donde Conrad hace una aportación novedosa: aunque el papel de la profesión médica y de la industria biotecnológica es clave, no todo el control está en ellas. Hay ejemplos, como la definición del alcoholismo como problema a tratar por la medicina, donde la sociedad ha jugado un rol mucho más notable que otros agentes.

En los capítulos dos a cinco (segunda parte del libro) el autor inicia su proceso inductivo, profundizando -a partir de cuatro casos- en cuatro facetas de la medicalización.

Los capítulos dos y tres tienen elementos comunes, pues ambos se dedican a la ampliación de la medicalización a nuevas poblaciones. El capítulo dos está dedicado a la extensión de la medicalización, visualizando cómo ha pasado de estar centrada en la vida de las mujeres para ampliar su campo de acción a los hombres. Lo ejemplifica con tres aspectos relacionados con la masculinidad y el envejecimiento de los hombres: la andropausia (entendida como "déficit" de testosterona), la calvicie y la disfunción eréctil. De ellos, la disfunción eréctil ha sido el que ha sufrido un proceso más extenso de medicalización, posiblemente debido a la aparición de un fármaco que se sometió a una campaña de marketing muy exitosa (Viagra). Es más, el tratamiento que en primera instancia parecía dirigido a los hombres de cierta edad, terminó buscando y encontrado mercado en los hombres de todas las edades, ampliando el concepto de disfunción eréctil a cualquier tipo de problema mínimo con la calidad de la erección. En el capítulo tres se habla de la expansión: el paso de un diagnóstico que ya existía en una población específica (la hiperactividad en los niños) a poblaciones más amplias (el síndrome de déficit de atención/hiperactividad en adultos -DAHA-). La hiperac-tividad infantil se caracterizó como problema médico e incluyó en la DSM en 1968 (la DSM es la clasificación de problemas mentales más utilizada por los psiquiatras de todo el mundo). Durante los años setenta, este síndrome se consideró un problema de la infancia y se daba por supuesta su desaparición a lo largo de la adolescencia. Sin embargo, esta suposición fue cambiando y se fueron introduciendo cambios sucesivos en las distintas actualizaciones de la DSM que, poco a poco, fueron reconociendo nuevas conductas asociadas al síndrome, su posible extensión a la adolescencia (primero) y a la edad adulta (después). En este proceso de la creación de la DAHA han jugado un papel los profesionales e investigadores (incluido el intento de buscar una base biológica), el National Institute of Mental Health, la American Medical Association, la industria farmacéutica (con pingües beneficios), las revistas médicas y los medios de comunicación. Pero uno de los aspectos más interesantes ha sido el proceso de creación de asociaciones de pacientes, como la Children and Adults with Attention Deficit/Hyperactivity Disorder, que ha conseguido un gran número de miembros adultos y un gran eco social. Estas asociaciones posicionan el síndrome de DAHA como un problema "neurobiológico", más que de tipo conductual, buscando una legitimación del problema como enfermedad. Por otra parte, la industria farmacéutica financia en gran medida a muchas de las asociaciones de pacientes, lo que pone en duda la neutralidad de las mismas. Para comprender mejor el papel de la sociedad en la medicalización, pueden resaltarse dos hechos de estos dos primeros casos. En primer lugar, en la medida que se extienda, entre los hombres, la vivencia del envejecimiento como problema, así como de los cambios asociados al mismo (sobre todo aquellos relacionados con la masculinidad), asistiremos a la definición de nuevos problemas médicos y a la aparición de nuevos mercados. En segundo lugar, parte del éxito en la medicalización de algunos problemas, como el síndrome de DAHA, tiene mucho que ver con la utilidad de la etiqueta diagnóstica para explicar la propia conducta, así como la obtención de beneficios por acreditar un cierto grado de discapacidad.

El cuarto capítulo se centra en el concepto de mejora del cuerpo y su rendimiento a través de la biomedicina (biomedicalenhacement), utilizando el ejemplo de la hormona del crecimiento (HC). Uno de los principales problemas que el autor plantea en este capítulo es la dificultad para trazar los límites entre lo que es enhacement y lo que no, que tiene menos que ver con la intervención en sí que con el contexto donde se usa y la definición de necesidad. La HC sintética se autorizó en 1985 para tratar la deficiencia de dicha hormona. Una vez en el mercado, se empezó a promover una serie de usos fuera de la indicación autorizada, interviniendo en ello la industria, los profesionales y las asociaciones de pacientes. La mayoría de estos nuevos usos propuestos para la HC tienen que ver con la mejora del cuerpo y su funcionamiento en personas sanas: evitar el envejecimiento, optimizar el rendimiento de los atletas y tratar la estatura baja idiopática (niños que segregan HC a niveles normales pero cuya talla está en los tres percentiles más bajos de su edad y sexo). El tratamiento de la estatura baja idiopática ha sido en parte promovido por los propios padres, posiblemente debido al significado social de la talla y el consecuente estigma de las personas de estatura pequeña. A pesar de la baja efectividad del tratamiento en estos casos, se ha seguido usando y en 2003 se autorizó en Estados Unidos el uso de la HC en algunos casos de estatura baja idiopática. En los otros dos usos (anti-envejecimiento y atletas), han proliferado las ventas por internet y el mercado negro, contándose las ventas totales de HC en billones de dólares. Lo más interesante de este capítulo del libro es la reflexión sobre el papel de las distintas fuerzas sociales que promueven el biomedical enhancement (ciencia y medicina, industria y comercio, sociedad), pero, sobre todo, el papel de la demanda que genera la propia cultura occidental. Esta cultura facilita la continua insatisfacción (dado que más siempre es mejor) y permite estigmatizar condiciones como la baja estatura o la edad. Conrad plantea aquí una serie de dilemas sociales relacionados con el enhacement, especialmente de equidad y justicia, y el tratamiento individualista de los problemas sin intentar un cambio social, lo que perpetúa la cultura de la insatisfacción.

El quinto capítulo alerta del riesgo de "continuidad" de la medicalización en situaciones donde ha habido ya un proceso de desmedicalización. Para ilustrarlo, el autor analiza el caso de la homosexualidad, donde hubo primero un proceso de medicalización (que culminó con su inclusión en la DSM como patología médica) y posteriormente ocurrió el proceso contrario. Uno de los principales agentes para cambiar la visión de la homosexualidad como enfermedad fue el movimiento de liberación gay de finales de los años sesenta. Su lucha y la búsqueda de alianzas con profesionales médicos acabó en 1973 con el logro de sacar la homosexualidad de la DSM, si bien quedó un nuevo diagnóstico sexual orientation disturbance-homosexuality, que quedaba reservado a la disconformidad o infelicidad con la propia orientación sexual. A partir de ese momento, han ocurrido algunos cambios que pueden amenazar con volver a medicalizar la homosexualidad. Conrad identifica y analiza estos cambios, agrupándolos en cuatro apartados. Dos de ellos están relacionados con tendencias dentro del ámbito de la medicina: una evolución de la psiquiatría hacia una mayor medicalización de los problemas y fenómenos vitales y el auge actual de la investigación genética, incluyendo la realización de estudios que buscan un gen de la homosexualidad. Otro de los cambios es la aparición del SIDA, que al tener una alta prevalencia en la población homosexual masculina, ha puesto de alguna forma a la homosexualidad de nuevo bajo la mirada médica. Por último, Conrad pone de manifiesto algunos cambios en la concepción de la homosexualidad dentro de la propia comunidad gay, que desde los años ochenta utiliza términos como "identidad sexual" (en lugar de orientación), que implican una concepción más determinista y, por tanto, menos ligada a la propia elección.

Tras la introducción al problema de la medicalización y el análisis de los cuatro casos mencionados, el autor se plantea la tercera parte del libro con unas reflexiones y conclusiones finales. El capítulo seis está dedicado a las dificultades que existen para medir la medicalización. Toda la literatura sobre el tema afirma que la medicalización de la sociedad está aumentando, pero no es fácil cuantificar este hecho. Conrad hace algunos intentos para medir esta tendencia, poniendo de manifiesto la proliferación de categorías médicas en las distintas clasificaciones diagnósticas (por ejemplo, la DSM casi triplicó el número de diagnósticos entre 1952 y 1994) o el incremento de las prescripciones de medicamentos psicotrópicos en la adolescencia.

En el capítulo siete, el autor hace una síntesis de los cambios que a su juicio se están produciendo en las fuerzas que hay detrás de la medicalización. Opina que el papel de los médicos (antes crucial) es ahora secundario y que los motores clave que promueven actualmente la medicalización de la sociedad son las industrias farmacéutica y de biotecnología (sobre todo genética). La promoción de productos que realiza la industria es cada vez más agresiva, tanto dirigida hacia los profesionales médicos como directamente al público (un ejemplo ilustrativo es el caso de la Viagra). Los cambios en la organización sanitaria en Estados Unidos (en el sentido del managed care) son más complejos, y esta nueva forma de organización puede actuar tanto restringiendo como promoviendo la medicalización. En este país, el sistema sanitario está sujeto a la leyes del mercado, y la asistencia sanitaria es similar a otros servicios o productos de consumo, lo que sitúa al consumidor (que elige) en el centro del sistema. Como se ha visto a través de los estudios de caso recogidos en el libro, los consumidores (y sus asociaciones) son clave en el proceso de medicalización. Esta posición privilegiada de los consumidores está haciendo que muchas empresas farmacéuticas y biotecnológicas les vean como aliados clave, como parece deducirse por su aportación a la financiación de las asociaciones de pacientes y familiares.

Por último, el capítulo ocho está dedicado a la discusión de las consecuencias sociales de la medicalización. Aún reconociendo que algunas formas de medicalización han contribuido al bienestar de los seres humanos, la enorme expansión de este fenómeno provoca preocupación por sus consecuencias para la sociedad. Una de ellas es la transformación de las diferencias humanas en patologías (diferencias en el deseo sexual, en la talla, etc.), lo que lleva a una disminución de la tolerancia y el aprecio por la diversidad de la vida humana. Otra consecuencia preocupante es que la medicina tenga en sus manos la definición de la normalidad y un gran control social; más alarmante aún si se tiene en cuenta la influencia de la industria farmacéutica sobre esas definiciones y ese control. Por último, el modelo centrado en la resolución de problemas en el plano individual (en vez de en el plano social) lleva a un enfoque poco deseable y con pocas posibilidades de mejora en la sociedad: se trata a la persona con un problema de alcoholismo o al niño con déficit de atención, pero no se interviene en el ambiente que lleva al abuso del alcohol o en el contexto educativo. Termina Conrad este último capítulo con el relato de algunos ejemplos de resistencia a la medicalización, pero también con la predicción de que en el futuro este fenómeno va a seguir su expansión.

Es necesario hacer una crítica a una de las conclusiones de los últimos capítulos de este libro. La afirmación de Conrad sobre el papel actual de la profesión médica, a la que sitúa en un lugar secundario, es muy discutible. De hecho, contrasta con la relevancia que se daba en el primer capítulo al poder para definir nuevas enfermedades, de cara a la extensión del fenómeno de la medicalización (poder que sigue estando en los médicos). Por mucho que la industria promueva la definición de nuevas enfermedades o la ampliación de los límites de otras ya existentes, nada de esto podría materializarse finalmente sin el concurso de la profesión médica. Si se relega a esta profesión a una posición secundaria en el análisis del fenómeno de la medicalización, de alguna manera se les está exonerando (tanto individualmente como a sus instituciones) de una serie de responsabilidades éticas. El papel que muchas asociaciones médicas están jugando en la definición de nuevas enfermedades y expansión de la medicalización es muy criticable. Y lo es mucho más si se toman en consideración los beneficios económicos que obtienen a cambio de su actuación a favor de los intereses de la industria farmacéutica y biotecnológica, sobre todo, teniendo en cuenta su prestigio y capacidad de influencia sobre los profesionales, la sociedad y las autoridades sanitarias.

En cualquier caso, este libro constituye un texto fundamental en la comprensión del fenómeno de la medicalización. Una de sus principales aportaciones es la reflexión sobre el papel de la propia sociedad como fuerza que puede empujar tanto a la medicalización como a la desmedicalización de la vida, sacándola del lugar pasivo que se le suponía y poniéndola entre los agentes clave.

 

Soledad Márquez Calderón, Fundación Instituto de Investigación en Servicios de Salud de Andalucía

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