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Dynamis

On-line version ISSN 2340-7948Print version ISSN 0211-9536

Dynamis vol.38 n.2 Granada  2018

https://dx.doi.org/10.4321/s0211-95362018000200002 

Dossier

¿Una pequeña revolución sexual?. Experiencias de sexualidad y anticoncepción de mujeres andaluzas entre los años cincuenta y ochenta del siglo XX

A small sexual revolution?. Andalusian women's experiences of sexuality and contraception between the 1950s and 1980s

Agata Ignaciuk (orcid: 0000-0002-7866-6895)*  *  , Alba Villén Jiménez (orcid: 0000-0002-8802-4327)** 

(*)Instituto de Etnología y Antropología Social, Universidad de Varsovia

(*)Departamento de Historia de la Ciencia, Universidad de Granada

(**)Médica-residente de Medicina de Familia y Comunitaria, Centro de Salud Almanjáyar, Granada

RESUMEN

El artículo indaga en el impacto de los «modelos de género» oficiales del Franquismo, ligados al carácter pronatalista del régimen y a la criminalización de la anticoncepción que instaló, sobre las prácticas sexuales y reproductivas de las mujeres. Analizamos también como cambiaron estas prácticas en relación con el progresivo desmantelamiento de estos modelos durante la Transición Democrática. Nuestro objetivo es profundizar en la subjetividad y diversidad de las experiencias relacionadas con la sexualidad y el control de la natalidad de las mujeres españolas residentes en diferentes lugares de Andalucía durante las décadas del 1950, 1960 y 1970. Para ello, llevamos a cabo 22 entrevistas en la ciudad de Granada y en dos pueblos, uno de ellos en la provincia de Granada y otro en la provincia de Córdoba. Partiendo de sus relatos, pudimos constatar que la prohibición legal de la venta y divulgación de métodos anticonceptivos fue altamente ineficaz. Independientemente de la clase social o lugar de residencia, tanto las mujeres como sus parejas utilizaron diversos procedimientos y productos anticonceptivos para espaciar o limitar el número de su descendencia. Los relatos de sexualidad prematrimonial y búsqueda activa del placer de las mujeres y los azarosos procesos de toma de decisiones en relación con el tamaño familiar nos permiten matizar la imagen monolítica de la «represión sexual» en la España de Franco, poniendo en tela de juicio una negociación a nivel micro de los modelos de género y de la legislación anti-anticonceptiva en distintos entornos sociales y en parejas con distinto grado de compenetración y jerarquía. Las experiencias de las mujeres urbanas, que hablan de relaciones sexuales con y sin llegar al coito vaginal antes del matrimonio y de la importancia del placer contrastan con los testimonios de violencia sexual experimentada por algunas mujeres de más edad y del medio rural. Las primeras vivieron su revolución sexual, casi siempre dentro de una pareja formal con la que mantenían una relación igualitaria mientras que, para las segundas, la sexualidad y los embarazos fueron una herramienta de dominación masculina.

PALABRAS CLAVE: historia oral; sexualidad; anticoncepción; Franquismo; transición democrática; género

ABSTRACT

This article addresses the impact of the official «gender models» of Francoism, linked to the regime’s birth rate promotion and criminalization of contraception, on women’s sexual and reproductive practices. We also analyze how these practices changed in relation to the progressive dismantling of these models during the Democratic Transition. The aim of this article is to explore the subjectivity and diversity of experiences related to sex and birth control reported by women who had lived in the Southern Spanish region of Andalusia during the 1950s, 1960s, 1970s and 1980s. For this purpose, we conducted 22 oral history interviews in Granada city and in two small towns, one in Cordoba province and the other in Granada province. Based on their accounts, we affirm that prohibition of the sale and dissémination of contraceptive methods was highly ineffective. Regardless of their social class or area of residence, both the women and their partners used various contraceptive techniques and products to space out or limit the number of their children. Tales of premarital sex, the active search of women’s for sexual pleasure, and the somewhat random decision-making on family size, allow us to question the monolithic image of «sexual repression» in Francoist Spain. They also raise questions about micro-negotiations around gender models and anti-contraception legislation in different social settings and in couples with different degrees of mutual understanding and equality. Experiences of urban women, who spoke of pre-marital sexual relations (with or without penetration) and the importance of sexual pleasure, contrast with testimony of sexual violence fromsome older women in a rural environment. While the former lived through their sexual revolution, which took place within a formal and egalitarian relationship, sexuality and pregnancies were a tool of male domination for the latter group.

KEYWORDS: oral history; sexuality; contraception; Spain during Franco's dictatorship; Spanish democratic transition; gender

SUMARIO:

1.—Introducción. 2.—«Antes de la boda se hacía de todo»: El sexo antes del matrimonio 3.—«Le daba igual que yo no tuviera placer»: Sexualidad matrimonial, violencia y goce. 4.—«Aquello que venía, venía y ya está»: La decisión de tener hijos. 5.—«Tener cuidado»: Responsabilidad, género y prácticas anticonceptivas masculinas y de pareja. 6.—«Por muy casada que estuvieras y por muchos niños que tuvieras, sin receta no te vendían el anticonceptivo»: Usos de la píldora. 7.—Conclusiones

1. Introducción (*)

A pesar de que en España estuviera prohibida la venta de todos los métodos anticonceptivos entre 1941 y 1978, la literatura sociológica y epidemiológica contemporánea y la historiografía reciente han mostrado que tanto las prácticas anticonceptivas como la interrupción de los embarazos no deseados formaban parte de la realidad social del Franquismo. Encuestas realizadas a partir de principios de los setenta permitieron constatar que las mujeres españolas casadas conocían y utilizaban métodos anticonceptivos, sobre todo la píldora, coitus interruptus y el método del ritmo1. Igualmente, en caso de embarazos no deseados, durante todo el periodo franquista encontraron formas para abortar en España2 o en el extranjero3. La persecución de la práctica del aborto, objeto de sumarios en los juzgados durante toda la dictadura4, se limitaba prácticamente a casos donde a raíz de la intervención se producían complicaciones que ponían en riesgo la salud o la vida de la mujer que a esta se sometía, y apenas hay evidencia de tales juicios en los casos donde la operación terminaba con éxito5.

Mientras que la interrupción del embarazo, y en especial los viajes al extranjero que las mujeres realizaban con tal fin, se convirtieron en un tema de debate en la prensa de la Transiciónv6, la anticoncepción, y sobre todo la píldora anticonceptiva, tuvo una cobertura sistemática en los medios de comunicación especializados y generales desde su llegada a España a principios de la década de 19607. Los anticonceptivos hormonales, que oficialmente circulaban en España como «anovulatorios»— medicamentos para tratar diversos problemas ginecológicos y de la infertilidad—, se convirtieron en catalizador de debates acerca de la anticoncepción y la sexualidad en círculos expertos, especialmente teológicos y médicos8. A partir de finales de los años sesenta, la píldora tuvo creciente presencia en la prensa general, la prensa femenina y las revistas de opinión. Los debates mediáticos sobre este fármaco estimularon el interés social por la píldora y contribuyeron a la mayor circulación del conocimiento sobre ella en sectores cada vez más amplios de la sociedad9. Además, hasta la mayor difusión de los dispositivos intrauterinos en la segunda mitad de los años setenta, los anovulatorios constituían el único método anticonceptivo femenino altamente eficaz al alcance de las mujeres. Todos estos factores, junto con un intenso marketing de estos fármacos por parte de los laboratorios que los fabricaban10 fomentaron el aumento espectacular de sus ventas. Estas pasaron de cerca de un millón de envases a mediados de los sesenta, a casi 10 millones en 197811. Según la literatura sociodemográfica de la época, las mujeres de clase media-alta, con mayor nivel de estudios y residentes en las grandes urbes fueron las principales consumidoras de la píldora12.

A pesar de su protagonismo mediático y su creciente consumo, la píldora no fue el único método anticonceptivo que circulaba en la España franquista. Además del método del ritmo, difundido por la Iglesia Católica, sobre todo desde el Concilio Vaticano II, que terminó de ratificar el derecho a la «paternidad responsable» dentro del matrimonio católico13, el coitus interruptus o la retirada del varón antes de la eyaculación, método masculino más antiguo de los aquí mencionados14, seguía manteniendo el protagonismo entre las prácticas anticonceptivas de las parejas españolas15. Los preservativos, de venta en rastros y algunas farmacias, fueron otro método a disposición de los varones, y tenían, según Jean-Luis Guereña, una marcada asociación con la prevención de enfermedades venéreas en relaciones extramatrimoniales, fundamentalmente en contextos de prostitución16.

Reconocer la existencia de una realidad social en el uso masivo de métodos anticonceptivos —el fenómeno cuya existencia confirmamos en esta investigación— y del aborto durante los últimos años del Franquismo supone fijarnos en un conflicto claro entre estas prácticas y los «modelos de género oficiales»17, es decir propuestos desde el régimen nacional-católico. Estos modelos o discursos «oficiales» han sido el objeto central de la creciente historiografía de la sexualidad durante el Franquismo, la cual, con alguna excepción18, ha prestado escaso interés a las trayectorias históricas y significados sociales de los métodos anticonceptivos, algo que de acuerdo con Hera Cook consideramos clave para explorar la diversidad y variabilidad de las culturas sexuales19. Estas culturas han sido examinadas principalmente a través de fuentes impresas, como la prensa femenina, cuyos consultorios han proporcionado material fructífero para el análisis de los modelos de género y los usos amorosos que se proponían a las mujeres y, también, las formas en que ellas los aceptaban o cuestionaban20. Desde los trabajos pioneros de Francisco Vázquez García, la historiografía ha utilizado también literatura médica21 y manuales para matrimonios22 como una fuente para examinar los discursos expertos sobre la sexualidad, generados principalmente por los médicos y sacerdotes, dos categorías profesionales que gozaban de la autoridad para hablar a lo largo de la dictadura de un tema que empezaría a brotar en los medios de comunicación de masas a principios de los años setenta gracias a los debates relacionados con la píldora. De estos estudios emerge una imagen de las mujeres durante el Franquismo como «eternas menores»23, amas de casa y madres de familias numerosas24. En este contexto, según afirma Dolores Juliano, refiriéndose al primer Franquismo, la «sexualidad femenina» se podía considerar casi un oxímoron, dada la inexistencia de forma alguna de sexualidad que se pudiera considerar positiva o adecuada para las mujeres25. El progresivo desmantelamiento de este concepto oximorónico de «sexualidad femenina» comenzó ya en la década de 1960, impulsado por la eliminación de algunas trabas para el acceso de las mujeres al trabajo remunerado y su mayor incorporación a los estudios universitarios, para explotar tras la muerte de Franco con el movimiento feminista como catalizador del cambio26. El marco temporal que abordamos en el presente trabajo, las décadas del 1960, 1970 y 1980, fue elegido justamente para explorar, a través de la historia oral, este proceso de desmantelamiento, o la multiplicación y coexistencia de diferentes modelos de prácticas sexuales, al que nos acercamos a través de la experiencia vivida de las mujeres. Nuestra investigación se inscribe dentro de la tendencia historiográfica europea del uso de las fuentes orales para analizar las culturas sexuales y anticonceptivas en la segunda mitad del siglo XX27. En España, en cambio, mientras las culturas de la anticoncepción y la sexualidad de este periodo han despertado creciente interés periodístico y literario28, su historiografía, como acabamos de señalar, ha sido hasta ahora limitada. Incluso en trabajos recientes sobre género y relaciones matrimoniales basados en fuentes orales, las prácticas anticonceptivas y sexuales se tratan de forma muy marginal29.

En este contexto, el objetivo de nuestro trabajo es profundizar en la subjetividad y diversidad de las experiencias relacionadas con la sexualidad y el control de la natalidad de las mujeres españolas residentes en diferentes lugares de Andalucía durante los últimos años del Franquismo y la Transición Democrática. Nuestra investigación está ubicada en un territorio doblemente periférico: las vivencias de las mujeres y en una parte del sur del país tradicionalmente rural, pobre y mayoritariamente alejada de los epicentros del desarrollo económico de los años sesenta30. Esta perifericidad cobra una especial importancia para poder trazar la continuidad y las rupturas en relación con los modelos de género, el comportamiento sexual y las prácticas anticonceptivas fuera de las grandes urbes o las costas llenas de turistas extranjeros, donde la «revolución sexual», que estaba sacudiendo a la Europa Occidental y Estados Unidos durante las décadas del 1960 y 197031, podía penetrar con más facilidad. En el mundo occidental, esta «revolución» implicaba la creciente tolerancia para la actividad sexual antes y fuera del matrimonio (aunque con pautas distintas para hombres y mujeres), junto con la circulación masiva de discursos e imágenes relacionados con la sexualidad. En España, la proliferación de estas imágenes, producidas fundamentalmente para un público masculino, suele asociarse con el fenómeno del destape, iniciado con la muerte de Franco y que se fue intensificando a lo largo de la Transición32.

Nuestro análisis, centrado en las historias de vida de mujeres de la periferia, permite, en cambio, poner el foco en las experiencias sexuales y reproductivas mayoritariamente ausentes en los relatos escritos de y sobre la época y explorar lo que denominamos aquí «una pequeña revolución sexual». «Revolución sexual», porque en los testimonios de muchas de las mujeres entrevistadas encontramos experiencias de sexualidad prematrimonial, y de una búsqueda activa de placer y de métodos anticonceptivos, potenciada por una relación de pareja que podríamos llamar «igualitaria». Sin embargo, fue una revolución «pequeña», porque para muchas otras entrevistadas, las relaciones sexuales estuvieron marcadas por violencia sistemática que ejercían los maridos sobre ellas. Independientemente del tipo de relación de pareja, para la mayoría de las entrevistadas, la sexualidad permanecía ligada al matrimonio, ya contraído o en el horizonte.

El proceso de creación de fuentes orales se llevó a cabo entre noviembre de 2014 y febrero de 2016 en Granada, ciudad capital de provincia que contaba en 1960 con poco menos de 90.000 habitantes, en un pueblo de 23.000 habitantes de su cinturón urbano con población fundamentalmente de clase trabajadora y media baja, y en una localidad rural de 23.400 habitantes de la provincia de Córdoba. 17 entrevistas fueron llevadas a cabo por Agata Ignaciuk (Granada y provincia) y cinco por Alba Villén Jiménez (provincia de Córdoba). Los criterios de inclusión fueron: ser mujer, haber nacido antes de 1955, de modo que durante las décadas de 1950, 1960, 1970 y principios de 1980 se encontrara en edad reproductiva, y haber mantenido en este tiempo relaciones heterosexuales. En total se llevaron a cabo 22 entrevistas, habiendo llegado al punto de saturación. Las entrevistas tuvieron entre 15 y 136 minutos de duración, con una duración media de 40 minutos. Se realizaron en los domicilios de las mujeres entrevistadas, su lugar de trabajo o la escuela de mayores a la que algunas acudían habitualmente; fueron grabadas y posteriormente transcritas íntegramente o en su mayor parte. Para su creación, contábamos con un guion flexible para poder abordar con las entrevistadas los distintos aspectos de su vida sexual y reproductiva33, priorizando en todo caso la libre expresión de la entrevistada. El material recogido lo podríamos llamar historias de vida sexual y reproductiva, ya que guiamos a las entrevistadas hacia esta faceta de sus vidas. Sin embargo, en la mayoría de los casos, el producto del encuentro fueron relatos de vida amplios que incluyen reflexiones sobre la vida familiar y la vida laboral propia, de sus progenitores y, en muchos casos, también de sus hijos e hijas.

A nivel socioeconómico y educativo, las mujeres entrevistadas pertenecen a tres grupos: mujeres nacidas antes de 1948, sin estudios y residentes en el medio rural (6 entrevistadas), mujeres nacidas entre 1939 y 1954, sin estudios y residentes en el medio urbano (pueblo del cinturón de Granada - 8 entrevistadas) y mujeres nacidas entre 1949 y 1955, residentes en el medio urbano y con estudios de bachillerato (8 entrevistadas). Esta diversidad nos ha permitido explorar rupturas y continuidades de experiencias sexuales y anticonceptivas entre mujeres pertenecientes a dos generaciones, entre el medio rural y urbano, y entre las que estuvieron escolarizadas y las que no tuvieron la oportunidad de ir a la escuela. La entrevistada de más edad nació en 1935 y la más joven en 1955, con la siguiente distribución de fechas de nacimiento por décadas: tres nacieron en la década de 1930, diez en la década de los 1940 y nueve en la década de 1950. 15 mujeres entrevistadas (13 de ellas nacidas entre 1935 y 1948), no fueron escolarizadas en su niñez y la mayoría de ellas cursaron posteriormente estudios elementales en una escuela para adultos. De las siete restantes, una poseía un título de graduado escolar y seis, educación a nivel de bachillerato. Dos realizaron algún curso en la universidad sin llegar a licenciarse. En cuanto al lugar de residencia, seis habían residido íntegramente o la mayor parte del periodo que nos ocupa en el medio rural, seis en un pueblo del cinturón urbano de Granada y diez en medio urbano (ciudad de Granada u otras ciudades de tamaño similar). Tres habían tenido una experiencia de emigración al extranjero (Alemania Occidental y Suiza) donde vivieron durante al menos un año.

En cuanto a sus trayectorias laborales, siete habían trabajado o estaban trabajando en la administración pública. La mayoría de las demás entrevistadas había desempeñado varios empleos dentro de lo que Zárraga y Pareja Alonso llaman «el mundo de trabajo paralelo al oficial»34, algo característico para las mujeres de clases baja y media baja urbanas y rurales de la época, y difícilmente conocible si no es a través de fuentes orales35. Las seis mujeres residentes en el medio rural se dedicaban habitualmente al trabajo en el campo. Además, algunas trabajaban por temporadas en fábricas, negocios familiares o en el servicio doméstico. Las mujeres residentes en el pueblo del cinturón urbano de Granada también se dedicaban al «trabajo industrial dentro del hogar»36, concretamente la costura o el bordado. Todas eran, también, las principales o únicas responsables de las tareas de su propio hogar y de la crianza de sus hijos. El promedio de hijos por mujer de las entrevistadas fue de 3,27, bastante por encima de la fecundidad media española en la década de los setenta (2,78 hijos por mujer en 1975)37. Entre la mitad más joven (nacidas a partir de 1949), casi todas tuvieron entre dos y tres hijos, con una media de 2,3, una cifra un poco superior al índice Sintético de Fecundidad de 1980 (2,2)38 que refleja la caída que experimentó el número de nacimientos en España a partir del año 1975.

A continuación, analizaremos las experiencias en el campo de la sexualidad y anticoncepción de nuestras informantes, centrándonos en sus relaciones sexuales antes y después del matrimonio y en la evolución de sus experiencias relacionadas con la planificación familiar. Nos interesa especialmente reflexionar sobre cómo, durante los años sesenta, setenta y principios de los ochenta, los modelos de género franquistas se articulaban, negociaban o rechazaban a través de las relaciones sexuales y las prácticas anticonceptivas. Queremos también indagar sobre la capacidad de actuación y la autonomía de las mujeres para gestionar su sexualidad y reproducción.

2. «Antes de la boda se hacía de todo»: El sexo antes del matrimonio

La vinculación de la sexualidad, especialmente la femenina, al matrimonio canónico y a la reproducción es una de las características principales del mandato de género que el Franquismo, especialmente durante sus primeras décadas, definía para las mujeres39. Durante los sesenta y principios de los setenta, este mandato continuaba permeando las relaciones de noviazgo formales, la manera más común de mantener una relación de pareja heterosexual. El elemento articulador del mandato de género nacional-católico en las relaciones de noviazgo fue el valor de la virginidad, impuesto sobre las mujeres en mucha mayor medida que sobre los hombres. A pesar de ello, como ya señaló Anne-Gaelle Regueillet para la década de 1940, las relaciones de noviazgo no eran necesariamente asexuales40. Durante la primera década del Franquismo, las parejas de novios utilizaban espacios como el cine o los parques al anochecer para compartir caricias, besos e incluso la masturbación mutua. El conocido estudio de Ramón Serrano Vicéns sobre la sexualidad femenina, realizado entre 1930 y 1960, corrobora la generalización de estas prácticas. De las 1.427 historias sexuales por él recogidas, en el 95% de ellas se reconocía la práctica de caricias prematrimoniales heterosexuales. Más frecuentemente se trataba de la «estimulación manual de los genitales masculinos» (60%) que femeninos (40%), y en el 30% de los casos las entrevistadas por Serrano Vicéns confesaron haber alcanzado el orgasmo a través de estas caricias41.

Las prácticas sexuales sin penetración durante el noviazgo también se documentaron entre las parejas de clase media a finales de la década de 196042, mientras que la «relación completa» o «acto sexual pleno», se presentaba como una barrera infranqueable. Todas las mujeres de clase trabajadora y las que en la década del 1960 vivían en el medio rural que hemos entrevistado afirman no haber practicado un coito vaginal antes del matrimonio. Sin embargo, muchas de ellas evocan la búsqueda de lugares «donde había más oscuridad» para tocarse y besarse, recuerdos que les parecen agradables y que comparten con naturalidad43:

  • «Antes de la boda sí, claro que se hacía. Todo lo que pillabas se hacía, de todo. Nunca llegando al sitio, ¿sabes? Pero que sí. Me acuerdo yo que mi madre, que esté en gloria, estaba sirviendo en Granada. Iba yo a verla y me quedaba allí con ella unos días, y iba mi novio a verme y por las escaleras hacíamos perrerías. Sí, sí»44.

  • «Yo cuando fui mujer mi madre (…) me decía: ‘Mira, un beso, un abrazo, pero que ahí no te toque nadie' [risa]. Y yo: ‘No, mamá, qué va'. Y hacíamos de todo, menos llegar [al coito]. Todos los días salíamos, dábamos un paseo por donde había más oscuridad [risa], porque no podía vernos la gente porque (…) tanto en los barrios como en los pueblos la gente es muy lenguaraz. Y mi madre era un sargento, entonces lo hacíamos todo a escondidas. Menos llegar a… [el coito]»45.

La insistencia en el control social de los progenitores y, en su prolongación, de todo el vecindario, se trasluce en los discursos de todas las mujeres entrevistadas en Córdoba y Granada, a pesar de los 17 años que separan a la más joven de la de más edad. Soledad, recordando su relación de noviazgo entre finales de los años sesenta y principios de los setenta, relata que las parejas jóvenes del pueblo tenían la costumbre de coger el tranvía en grupo y viajar a la capital granadina. Llegados al centro, el grupo se separaba y las parejas aprovechaban su momento de intimidad:

  • «Cogíamos el tranvía, nos montábamos todos en ‘la jardinera', nos apeábamos en el Triunfo [plaza céntrica de Granada], en los jardinillos. Pues mira por dónde me vio a mí un primo de mi mamá. Dice: ‘Mira, que he visto yo a tu niña con el novio sola'. Y mi mamá: ‘¿Mi niña?' Llevé bofetadas hasta en el carné»46.

La anécdota contada por Soledad ilustra el papel vigilante continuaba ejerciendo la familia sobre las parejas en relación de noviazgo. De acuerdo con lo señalado por Alejandra Ferrandiz y Vicente Verdú así como por María Sánchez-Domínguez y Anna Sofia Lundgren, en un contexto de una (relativa) libertad de elección de pareja, la intervención de los progenitores se reorientaba a garantizar que la relación fuera formal, continuase en el tiempo y, en definitiva, fuese moderada y por tanto «normal»47, independientemente de la clase social. El coito quedaba simbólicamente prohibido incluso aunque el miedo al embarazo hubiera desaparecido con el uso de un método anticonceptivo eficaz. Lo ejemplifica el caso de Ana, que a mediados de la década de 1960 estuvo tomando anovulatorios con fines terapéuticos antes de casarse, aunque era consciente de su efecto anticonceptivo, decidió no comentárselo a su novio por el temor «a su padre y al qué dirán»48.

En el caso de las mujeres con nivel de estudios medios y de entorno urbano, el miedo al embarazo parecía estar más resuelto, o bien el valor simbólico de la virginidad no tenía tanto peso. En la encuesta realizada por Ferrándiz y Verdú entre el alumnado de la Universidad Autónoma de Barcelona en 1971, un tercio de las 150 parejas entrevistadas había mantenido relaciones sexuales «completas»49. Ello no suponía, sin embargo, un cambio substancial en lo que era el fin del noviazgo, que casi siempre desembocaba en el matrimonio, que era percibido en ambos países como parte de «el curso natural de las cosas» y el escenario legimitizador de la reproducción50. Entre las nueve entrevistadas con estudios de bachillerato o superiores y residencia en la ciudad de Granada, cuatro reconocen haber mantenido «relaciones sexuales completas» antes de casarse. Este fue el caso de Natividad, Rosa, Socorro y Nuria. Para todas ellas, casarse tras quedarse embarazadas se planteó como un paso lógico y natural51. Las trayectorias de iniciación sexual de estas mujeres de Granada y pueblos cercanos tenían carácter marcadamente prematrimonial. Para todas, el hecho de mantener una relación estable, monogámica y previsiblemente duradera, legitimaba determinados juegos sexuales. La percepción de la virginidad, más «obligatoria» para las mujeres del pueblo urbano que para las de Granada, varias de las cuales se casaron embarazadas, fue la principal diferencia en estas trayectorias, aunque también puede ser un artefacto metodológico. Aun así, la insistencia de las mujeres del pueblo en no haber mantenido relaciones sexuales hasta la noche de bodas, muestra la importancia que daban a la virginidad, y su percepción de la relación sexual con penetración como algo reservado para el matrimonio. Estas percepciones coincidían con el mandato de género de la dictadura franquista, según el cual el matrimonio legitimaba las relaciones sexuales para las mujeres52. Asimismo, como concluyó Mónica García Fernández en su análisis de los manuales de formación para los matrimonios publicados en España entre mediados de la década de 1940 y finales de 1960, también era legítimo que ellas disfrutaran de estas relaciones, siempre y cuando estuvieran orientadas o abiertas a la procreación53. No fue así para los varones, para los que existía mayor tolerancia, y de hecho era una práctica casi generalizada acudir a prostíbulos solos o en compañía, convirtiéndose estos establecimientos en lugares para ensayar y reforzar los modelos de género masculinos54.

3. «Le daba igual que yo no tuviera placer»: Sexualidad matrimonial, violencia y goce

El sexo como deber subordinado a la voluntad del marido y como herramienta de dominación emerge en testimonios de muchas mujeres rurales entrevistadas cuando recuerdan su juventud, trascurrida durante las décadas de 1950, 1960 y 1970. Sus vivencias son muy similares entre sí, a pesar de las diferencias de edad. Todas las que citamos a continuación fueron víctimas de abusos y maltrato físico y psicológico por parte de sus esposos. En sus relatos, la violencia sexual que experimentaban no se limitaba a relaciones sexuales forzosas, sino que se perpetuaba a través de los embarazos consecutivos a estas relaciones. Este fue el caso de Concepción, que se casó a mediados de los años cincuenta y vivió en un pueblo de la provincia de Córdoba, donde tuvo 12 hijos, cumpliendo la voluntad de su marido que quería que pariera todos los años, sin importarle su opinión55. Teodora, vecina del mismo pueblo cordobés recuerda sus relaciones sexuales como una historia de violación sistemática:

  • «Yo no quería, no me apetecía. Porque si él venía(…) Porque él siempre ha venío tarde (…) hartico de beber y de fumar, a mí qué me iba a apetecer na, si venía con un pestazo a vino y a mí no me apetecía. Pero él, quisiera o no quisiera, me cogía y me ponía boca arriba y se subía y él hacía su apaño y le daba igual que a mí, que yo tuviera placer»56.

El testimonio de María, que vivió su juventud a finales de los años cincuenta y comienzos de los sesenta en un cortijo a 50 kilómetros de Granada, recuerda esta época de su vida con resignación y valora el hecho de mantener relaciones no deseadas como una estrategia de supervivencia:

  • «Siempre estaba con ganas de y yo nunca tenía ganas porque siempre estaba embarazada (…). Pero antes eran los hombres muy machistas. ‘¿Para eso me he casado yo? Pues para eso me podía haber estado mozuelo'. Entonces pues [para no pelearse], pues los dejaba una que hicieran lo que querían»57.

María recuerda también haber simulado tener la menstruación para disuadir al marido de tener relaciones. Esta y otras tácticas para protegerse de las relaciones sexuales no deseadas, como hacerse la dormida cuando el marido llegaba a casa tarde o evitar acostarse antes de que el marido se hubiera dormido, se discutían e intercambiaban entre mujeres. Concepción fue aconsejada en una ocasión que fingir sentir placer durante las relaciones ayudaba a que estas durasen menos y el marido «te dejase en paz»58, lo que trasluce la construcción del varón sexual que disfruta y (cree que) hace disfrutar, y de la mujer deseosa de tranquilidad en el contexto de unas relaciones no deseadas.

En otras mujeres emerge, por el contrario, el disfrute de la sexualidad matrimonial. El relato de Soledad sobre su búsqueda de placer sexual comienza, igualmente, con una conversación entre mujeres. En 1974, ingresada en el hospital tras dar a la luz a su primera hija, a Soledad le contó otra puérpera lo que era un orgasmo: «da una cosa que te quedas como hasta traspuesta». Frente a la opción de fingir para disminuir la duración las relaciones sexuales poco placenteras, Soledad emprendió la tarea de aprender a experimentar esas fuertes sensaciones que todavía no había alcanzado. Para ello, adquirió a un vendedor ambulante un «libro de la sexualidad» gracias al cual «empezó a disfrutar de su matrimonio»59. Para otras mujeres, la sexualidad fue un aspecto de su vida que unía a la pareja frente a conflictos en otros planos de la relación. Este matiz emerge en el relato de Ana, vecina del pueblo de Soledad y perteneciente a la misma generación, que además recuerda valerse de recursos, como las películas eróticas, para potenciar sus relaciones sexuales60. Daniela, que nació en el mismo pueblo de Córdoba que Concepción y Teodora, se mudó tras casarse a una ciudad fuera de Andalucía, donde acabó con una relación de pareja abusiva e inició la búsqueda de una sexualidad más libre y placentera. Hablando de su matrimonio, Daniela recuerda que «había veces que me sentía que me estaba violando»61. Tras el divorcio, mantuvo relaciones sexuales con varias parejas y descubrió el placer sexual que le había sido negado en su matrimonio.

4. «Aquello que venía, venía y ya está»: La decisión de tener hijos

Un elemento común para muchas entrevistadas fue cierto fatalismo relacionado con el hecho de tener descendencia, fatalismo detectado y descrito igualmente por la historiadora Kate Fisher para la clase trabajadora británica del segundo cuarto del siglo XX62. Muchos de sus entrevistados, mujeres y varones, hablaban de los embarazos y del tamaño familiar como algo imprevisible y tomaban sus decisiones con una actitud que Fisher describe como «casual y desinformada». La planificación familiar, más que una decisión consciente y meditada, fue, según Fisher, producto de «objetivos inciertos» y «negociaciones tácitas», y de una percepción fatalista de la inevitabilidad de los embarazos. Este mismo fatalismo emerge en los testimonios de nuestras entrevistas, aunque detectamos matices en los discursos de mujeres según el lugar de residencia. En su estado puro, lo encontramos en los testimonios de las mujeres rurales que, en su mayor parte, no percibían el tener hijos como resultado de una decisión consciente, ni se veían en condiciones de intervenir en este proceso, parte, en muchos casos, de las relaciones sexuales impuestas por los maridos:

  • «No, no, decisión no, que vino la niña sin poner medios»63.

  • «Esto antes no. Aquello que venía y venía y ya está»64.

  • «La decisión… no fue decidido, eso fue… Pues lo que pasa, que te casas y en el matrimonio pues… es normal que tengas hijos»65.

Con excepción de Daniela, que en un momento determinado tomó la decisión de utilizar la píldora para protegerse de las consecuencias de la violencia sexual que estaba sufriendo, algo que exploraremos más adelante, la falta de «decisión» propiamente dicha se aplica a toda la trayectoria reproductiva de las mujeres rurales entrevistadas.

Para las mujeres urbanas con estudios medios, el laissez faire reproductivo era frecuente durante los primeros años tras casarse y antes de alcanzar la descendencia deseada o manejable en el contexto de sus vidas laborales —por lo general 2-3 hijos—66. Rosa, que se casó en 1975, empezó a planificar la familia después del nacimiento de su tercer hijo en 1980, cuando ella tenía 35 años:

  • «Yo no me lo planteaba: ‘Quiero tener tantos hijos'. (….) Tampoco me planteaba: ‘Quiero tener un novio y el primero, eh'. (…) No tenía como meta tener tantos hijos ¿no? Vinieron, vinieron muy bien, vinieron a su casa»67.

Otras entrevistadas residentes en Granada tomaron una decisión meditada de no tener más hijos de acuerdo con su pareja. Entre los motivos más justificados para tomar esta decisión se mencionaron embarazos difíciles y problemas de salud propia o de los recién nacidos,

  • «Yo es que solamente tuve aquellos dos [niños] porque es que yo he tenido unos embarazos muy malos. Y entonces, mi hijo lo tuve de siete meses, lo tuve tres meses en la incubadora. Mi hija la tuve de ocho, porque me dijo el médico que tenía la matriz infantil (…) Entonces yo ya dije que yo ya no quería más niños»68.

Estos motivos podrían justificar el empleo de los anticonceptivos hormonales, incluso a los ojos de los médicos más conservadores. Precisamente, las primeras consultas hospitalarias donde estos se facilitaban, creadas a partir de comienzos de los setenta en algunos hospitales públicos de Madrid y Barcelona, estaban en sus orígenes dirigidas a mujeres con problemas de salud, para posteriormente abrirse a las trabajadoras del hospital y luego a cualquier mujer que necesitara asesoramiento anticonceptivo. En la ciudad de Granada, una consulta de estas características se abrió en 1975 y el principal método anticonceptivo dispensado fue la píldora69.

5. «Tener cuidado»: Responsabilidad, género y prácticas anticonceptivas masculinas y de pareja

El «tener cuidado», que emerge de los testimonios orales como el método privilegiado para las parejas españolas se inscribe, dentro de esta lógica de no planificar la familia, planificarla «un poco», o tomar medidas consideradas más eficaces solo una vez se hubiera alcanzado su tamaño deseado. Podríamos considerarlo como un conjunto de técnicas, principalmente coitus interruptus, combinado en algunos casos con el uso de preservativo (utilizado durante todo el coito o solo para la eyaculación, con la penetración previa sin él). En algunos casos, y de modo complementario, estos se combinaban con diversas técnicas de observación del ciclo, variantes del método Ogino (basado en el cálculo de los días fértiles) o Billings (basado en la observación de diferentes signos y síntomas del periodo fértil). Esta variedad de prácticas la ilustra el testimonio de Ana, vecina del pueblo urbano de Granada, que subraya también que las decisiones sobre el número de hijos las tomaba conjuntamente con su marido:

  • «Al menos yo sí hablaba [de la planificación familiar] con mi marido. De hecho a mí me preguntó si yo quería quedarme embarazada, si no quería. El primero no se planificó. El primero, pues, yo recuerdo que la noche de bodas me dijo él: ‘¿No te importa quedarte embarazada? ¿Si te quedas embarazada hoy, ahora tan pronto?' Digo: ‘Pues no, la verdad es que no'. Y no tuvo cuidado y, de hecho me quedé porque [risa] a los nueve meses justitos nació mi hijo, el mayor. Y ya los otros sí estuvimos con más cuidaito (…). Al principio era la vuelta [atrás]. El coito interrupto. Después leímos que se podía 5 días antes, 5 días después, que eso es un riesgo grande, pero bueno. Pues tampoco nos fue mal, oye. Y, y estuvimos mucho tiempo practicándolo, de hecho yo no tomé anticonceptivos (…) antes del segundo embarazo, solamente teníamos esos métodos. Ni tampoco teníamos el preservativo. Solamente teníamos el método Ogino. (…) Y empezamos con los preservativos, tampoco me iba bien, y ya, el segundo niño estaba ya mayorcito, y dijimos: ‘Bueno pues vamos a tener otro'. (…) Y después ya de (…) la tercera, pues ya sí empezamos a tener cuidaito porque yo no estaba bien, pasé mucho para tenerla, eran prematuros»70.

Entre las prácticas anticonceptivas de Ana y su marido, la observación del ciclo, el único método anticonceptivo autorizado entonces y ahora por la Iglesia Católica para sus fieles, tenía un gran protagonismo, junto con el coitus interruptus que «no les fue mal». Nuria, administrativa de Granada, habla de la «marcha atrás» que utilizaba con su novio a principios de los setenta, antes de casarse, como algo de «lo más normal», que «todos hacíamos», que «te fastidiaba un montón, pero bueno, en el fondo estabas disfrutando con tu pareja»71. Su percepción del uso generalizado del método lo apoyan las encuestas de la época. Según la Encuesta de Fecundidad de 1977, el coitus interruptus fue el segundo método anticonceptivo más conocido, solo por detrás de la píldora, y el método que más mujeres españolas casadas utilizaban: un 31%, reconocían haberlo utilizado alguna vez, casi el doble que las que habían probado la píldora. Su protagonismo entre los métodos anticonceptivos se mantuvo incluso concluida la Transición Democrática —la Encuesta de Fecundidad de 1985 revelaba su incesante popularidad, con casi un 49% de las encuestadas que lo habían utilizado alguna vez, comparado con un 42% de usuarias de la píldora72. Puede especularse que incluso estas cifras subestiman la generalización de la práctica del coitus interruptus, que para muchas mujeres se había convertido en una técnica sexual que no siempre percibían en términos del método anticonceptivo, dejando de mencionarla al ser encuestadas.

Para la clase obrera británica de la primera mitad del siglo XX, el uso generalizado del coitus interruptus, estuvo íntimamente relacionado con el género y la asignación de roles dentro de la pareja por él determinada. Según Kate Fisher, el componente esencial de la masculinidad obrera en el ámbito de pareja era asumir un papel activo que se concretaba en decidir el comienzo de las relaciones sexuales y en responsabilizarse de los métodos anticonceptivos, especialmente el coitus interruptus, y en ocasiones también el preservativo. Ser eficaz y mañoso en esta técnica, significaba saber cuidar de la pareja y asumir con éxito la responsabilidad por ella y por la familia73. Consecuentemente, para las mujeres de esa época, tomar iniciativa en el ámbito de la sexualidad y de la anticoncepción, significaría la transgresión de las normas de género. Este modelo de relaciones de género en el ámbito sexual es común a muchos otros contextos, incluidos países muy distantes en cuanto a sus políticas reproductivas, como Serbia, Polonia durante la década de los setenta o la Ucrania Soviética una década antes74. Este último caso es particularmente relevante para nuestra discusión. En su estudio de las prácticas anticonceptivas y usos de aborto por parte de mujeres y parejas ucranianas en las décadas del 1950 y 1960, la historiadora y demógrafa Yuliya Hilevych ha demostrado que la posibilidad por parte de ellas de una toma de decisiones autónoma para prevenir o terminar un embarazo se configuraba en función al reparto de poder dentro del matrimonio75.

Algunas de nuestras entrevistadas igualmente cedían por completo las tareas relacionadas con la anticoncepción a la pareja masculina sin que ello fuera para ellas un motivo de preocupación o malestar. Ángeles y María José76, ambas mujeres rurales satisfechas de su relación de pareja, depositaban en el coitus interruptus una gran confianza en cuanto a su eficacia, a la vez que mostraban cierta desconfianza y desinterés por otros métodos como el preservativo o la píldora anticonceptiva. La tarea de conseguir preservativos también pertenecía al universo masculino, de la que las mujeres probablemente sabían menos pero, además, estaban determinadas a jugar el rol de «inocentes» en este campo. Un ejemplo de esto son las palabras de Ángeles al preguntarle por la procedencia de los preservativos que en alguna ocasión utilizaron ella y su marido:

  • «Yo no sé de dónde… Si eso lo revendían o era en la farmacia o… Yo qué sé. Yo no puedo, no me acuerdo de dónde él… Yo lo que sé, es que se lo daban a mi marío»77.

Pese a su vinculación simbólica a las relaciones con prostitutas, los preservativos también entraban dentro del arsenal de los métodos para «tener cuidado», reforzar (al utilizarse solo al final de la penetración) e incluso sustituir el coitus interruptus. El testimonio de Soledad, del cinturón urbano de Granada, para la que los condones fueron el principal método anticonceptivo a principios de los años setenta, habla de las dificultades para conseguir los preservativos, la tosquedad del producto y el éxito de su empleo que libraba al marido de retirada, que le resultaba un método muy estresante:

  • «Los vendían en las farmacias pero a escondidas, que, que no es como ahora ¿eh? Que no a todo el mundo. O iban los maridos solos, y se los vendían pero sin decirle a lo que iban (…), ni lo nombraban. (…). [Mi marido] viene un día y dice: ‘Viene un hombre de Ceuta que está trayendo condones y le he dicho que me traiga una caja'. Niña, qué cosa más dura era eso. Ahora vienen suavicos, pero eso era, digo, pobretico, si eso se le iba a sollar [risa]. De duro que era [risa]. Ahí, pues ya una caja detrás de otra. Eso me gusta a mí mucho ya, porque ya él estaba tranquilo. No me quedaba (…) No se nos ha roto nunca, no hemos tenido mala suerte (…). Era ilegal, como si fuera droga ahora»78.

Aunque a lo largo de la década de los setenta, se normalizó el comercio de preservativos en las farmacias, la obtención de condones seguía siendo tarea de hombres, envuelta en secretismo y vergüenza, incluso después de la despenalización de la venta de los anticonceptivos. Esto, además de una herencia del contexto legal prohibitivo, era también consecuencia del deseo de preservar la intimidad frente a la comunidad, sobre todo en pueblos pequeños o barrios donde era fácil encontrarse con los vecinos en la farmacia local. Así lo ilustran los testimonios de Nuria, Paloma y Socorro:

  • «A la gente le daba vergüenza ir a comprarlos, lo que pasa es que mi ex (…) no tenía problemas en ese sentido. Pero yo conocía a gente que les daba apuro ir a comprar preservativos a la farmacia. Y además no sólo ya pedírselo a la farmacéutica sino que te vieran comprarlos alrededor, eso era horroroso»79.

  • «Si, (…) entre [1974] y 1977 que [nació] mi chico, nosotros, yo, comprábamos los preservativos, que nos daba (…) me daba mucha vergüenza. Por ejemplo, no los compraba en esta farmacia que me conocía, pues a lo mejor mi marido iba al centro a comprarlos»80.

  • «Como mujer (…) te daba vergüenza ir porque te miraban “[susurrando] lleva una caja de preservativos” [risas]»81.

La vergüenza desaparecería, sin embargo, en contextos de anonimato, como en el recuerdo de Rosario, vecina de un pueblo del cinturón urbano de Granada, auxiliar de enfermería desde finales de los noventa, que compró condones aprovechando un viaje a Barcelona a principios de los setenta:

  • «Mira si tú vieras, que estuvimos en un viaje en Cataluña y digo: ‘Quiero condones'. ‘Uy, señora, se llaman preservativos'. Digo: ‘Pues da igual, tú dame preservativos' [risas]»82.

Esta anécdota, que Rosario compartió con orgullo, es a su vez una historia de empoderamiento personal, valentía y ganas de romper con los tabúes que durante los años setenta plagaban su pueblo natal.

6. «Por muy casada que estuvieras y por muchos niños que tuvieras, sin receta no te vendían el anticonceptivo»: Usos de la píldora

Otro método anticonceptivo de venta habitual en farmacias utilizado por las entrevistadas fueron los anticonceptivos orales. Como método femenino, con alta eficacia e independiente del coito, la píldora tenía el potencial de quebrantar la división de tareas y el performance de género relacionado con las prácticas anticonceptivas intrínseca en la cultura del «tener cuidado». Este potencial, sin embargo, solo se llegaba a alcanzar en entornos y parejas propicias o en situaciones límite83. En muchos casos, el acceso a la píldora no fomentó ninguna trasgresión en lo relativo al reparto de tareas sexuales, como ya hemos visto en el caso de Ana, vecina del pueblo del cinturón urbano de Granada,84 pero en otro, como el de Daniela, vecina del pueblo de Córdoba, a la que la píldora le permitió no tener más embarazos no deseados fruto de violencia sexual sistemática que experimentaba por parte de su marido. Ante su negativa de utilizar preservativo o coitus interruptus, Daniela acudió a un médico de una clínica privada donde se le recetó anticonceptivos hormonales, que estuvo tomando durante cinco años, antes de tener a su tercera hija. Ella relata su decisión así:

  • «Yo pedía cita al médico y tú ibas y te hacías una revisión una vez al año. (…) Y fue así, porque me lo aconsejó él. Que si no eso, que utilizara eso, que no me iba a perjudicar en nada. Pero es que es la mentalidad, como que a lo mejor creíamos que eso nos iba a… O a él le iba a perjudicar eso por otro lado»85.

La mediación de los profesionales de la medicina, casi siempre necesaria para conseguir este método, introducía un elemento más en la cadena de toma de decisiones (no) reproductivas, con diversas consecuencias86. Algunos profesionales, por ejemplo, proporcionaban a sus pacientes anovulatorios, pero no anticonceptivos. Es decir, les facilitaban el fármaco con fines terapéuticos, sin informarles sobre su alta eficacia anticonceptiva. El relato de Paloma, vecina de un barrio obrero de Granada es ilustrativo de ello. Cuando acudió a su médico después del primer parto, en 1974, este, en un inicio, no le informó que gracias a la inyección anovulatoria con la que trataba su desarreglo menstrual, su marido «no tenía que tener cuidado»87.

Las mujeres urbanas recuerdan dificultades en el acceso a la píldora, que consiguieron esquivar valiéndose de diferentes recursos. El principal de ellos fue acudir a la medicina privada para conseguir la receta, aunque incluso en las consultas particulares la píldora podía estar vetada a las solteras, como recordó Rosa, administrativa de Granada, que se casó en 1975 y utilizó la píldora para espaciar su primer y segundo embarazo:

  • «El ginecólogo al que iba me lo recomendó. Yo siempre me apunto a todo, a todas las innovaciones que había. Y de hecho el Microgynon me acuerdo que me lo tomé, la primera pastilla fue un 19 de diciembre de 1976. Y para que me la vendieran tenía que llevar la prescripción médica, que era a través de médico particular. Si no, no me la vendían, por muy casada que estuvieras y por muchos niños que tuvieras, no te vendían el anticonceptivo»88.

Acceder a la píldora a través de la medicina privada, comentado por Rosa y también por Daniela, era considerado más fácil para mujeres con mayores recursos económicos y residencia urbana, conclusión que emergió también de los estudios demográficos sobre las prácticas anticonceptivas de la Transición Democrática89. En algunos casos, dada la negación del médico a proporcionar la receta, las mujeres recurrieron a otros métodos. Gloria y Socorro, ambas residentes en Granada, refiriéndose a la primera mitad de los setenta, recuerdan el apoyo de las redes de amistades para conseguir el fármaco90. De esta estrategia se valió también Teodora, del pueblo de Córdoba, que, tras la negativa de su marido a utilizar ningún método anticonceptivo, se quedó embarazada en 1971 de su segunda hija durante la cuarentena del primer embarazo. Para que la situación no se repitiera, su hermana, que entonces vivía en Córdoba, empezó a conseguirle la píldora anticonceptiva:

  • «Me las mandaba ella de Córdoba, me las mandaba porque aquí en el pueblo no las vendían. (…) No… Ni iba yo al médico siquiera (…). Yo me las tomaba de mi cuenta, y a mí me caían bien, y ya está. Y cuando las dejé un mes que se fue mi marío por ahí (…) las dejé porque digo bueno, ese mes descanso, y cuando vino, pues me quedé preñá de mi hijo. (…) Pero ya cuando tuve al niño de momento empecé a tomarlas de nuevo, y ya hasta que se me fue la regla»91.

Hacia finales de la década, y especialmente con la despenalización de la venta y divulgación de los métodos anticonceptivos en 1978 y la creciente cobertura pública de las necesidades relacionadas con la planificación familiar, estas dificultades fueron disminuyendo. El testimonio de Natividad, referido a los últimos años de la Transición, ejemplifica la vivencia de la normalización en el acceso a la píldora, que recordaba poder adquirir sin necesidad de receta médica:

  • «En aquella época tú te las comprabas y punto. ¿A qué ibas a ir al ginecólogo? La comprabas en la farmacia. En las farmacias antes te las vendían. Decías la marca de las pastillas y ya está. Como: ‘Deme usted Aspirinas'. No había restricciones en ese aspecto. Puede que a lo mejor, si yo, puede que fuera una vez al ginecólogo, que me hiciera una receta, y como siempre iba a la misma farmacia, eh, ya no la necesitaba»92.

Para las mujeres del pueblo del cinturón urbano de Granada, la experiencia de emigración a un país donde la anticoncepción formaba parte de la actividad médica, fomentó su conocimiento de este y otros métodos anticonceptivos93. Dos de las entrevistadas pasaron durante los años setenta largas temporadas en Suiza y Alemania y, bajo consejo facultativo, empezaron a usar la píldora con diferentes grados de satisfacción. Manuela, la estuvo tomando durante dos años, aunque «no le cayera bien»94 para poder espaciar sus dos embarazos y hacer la situación de emigración más manejable. Pepa buscó consejo de un médico alemán cuando descubrió estar embarazada de su tercer hijo. Después del parto, este le recomendó la píldora, que utilizó con éxito durante varios años en Alemania y tras su regreso a España en 197595. La movilidad al extranjero no era la única vía conocimiento de las mujeres de clases medias-bajas sobre diferentes métodos anticonceptivos y sobre su percepción de su uso como un derecho. Recordemos que Daniela, que se mudó desde su pueblo de la provincia de Córdoba a una ciudad fuera de Andalucía, a diferencia de las mujeres que permanecieron en el pueblo, llegó a utilizar el preservativo y la píldora.

7. Conclusiones

La vida sexual y reproductiva de las mujeres andaluzas de dos generaciones y de tres diferentes perfiles socioeconómicos que vivieron su noviazgo y matrimonio durante los años finales del Franquismo y la Transición Democrática permite concluir que la prohibición legal de la venta y divulgación de métodos anticonceptivos fue altamente ineficaz. Independientemente de la clase social o lugar de residencia, tanto las mujeres como sus parejas utilizaron diversos procedimientos y productos anticonceptivos para espaciar o limitar el número de su descendencia. Los relatos de sexualidad prematrimonial y búsqueda activa del placer de las mujeres y los azarosos procesos de toma de decisiones en relación con el tamaño familiar nos permiten matizar la imagen monolítica de la «represión sexual» en la España de Franco. Gracias a estos testimonios podemos, asimismo, ampliar las asunciones existentes sobre la píldora como el método anticonceptivo de las clases medias y de mujeres con nivel alto de estudios, ya que la utilizaron muchas de las entrevistadas de la clase trabajadora. Para algunas de ellas, la experiencia de emigración fue un factor que propició el conocimiento y consumo de este y otros métodos anticonceptivos femeninos. El preservativo, por otro lado, más que un método asociado a la prostitución, emerge en los testimonios orales como un método matrimonial de uso extendido por todos los grupos sociales y, en la década del 1970, distribuido a través de las farmacias. El «tener cuidado», o el empleo del coitus interruptus, reforzado en ocasiones con diversas variantes de la observación del ciclo, se puede constatar como una práctica tan generalizada, que se convirtió en un elemento indispensable de la cultura sexual, casi una técnica sexual en sí misma.

El análisis de las historias de vida de las mujeres del medio rural y urbano sin estudios o con estudios medios, pone en tela de juicio la compleja relación entre los modelos de género propuestos por el régimen, modelos cuya crisis era inminente, y su negociación a nivel micro en distintos entornos sociales y en parejas con distinto grado de compenetración y jerarquía. Las experiencias de las mujeres urbanas, que hablan de relaciones sexuales con y sin llegar al coito vaginal antes del matrimonio y de la importancia del placer contrastan con los testimonios de violencia sexual experimentada por algunas mujeres de más edad y del medio rural. Las primeras vivieron su revolución sexual, casi siempre dentro de una pareja formal con la que mantenían una relación igualitaria mientras que, para las segundas, la sexualidad y los embarazos fueron una herramienta de dominación masculina.

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(*)Investigación realizada en el marco del proyecto de investigación Anticoncepción, sexualidad y salud. Memorias de vida y prácticas sanitarias en la España del Franquismo y la Transición Democrática (MINECO ref:HAR2012-39644-C02-01) (Agata Ignaciuk) y trabajo de Fin de Grado en Medicina (Alba Villén Jiménez), de título Experiencias de sexualidad y anticoncepción en mujeres sin estudios residentes en el medio rural durante el final del Franquismo y la Transición Democrática (Universidad de Granada, 2016, dir. Teresa Ortiz Gómez y Agata Ignaciuk).

5La excepcionalidad del conocido caso de mujeres de Basauri (Bilbao) de 1979, cuando 11 mujeres residentes en un barrio obrero de la cuidad se vieron llevadas a juicio por haberse sometido a abortos o haberlos practicado, es casi emblemática. Sobre este asunto: López Grande, Oihane. La defensa del derecho al propio cuerpo y la construcción del movimiento feminista. Universidad del País Vasco; 2011, p. 38-50; Sogos, Mariacristina. L’impatto sociale dell’aborto. L’analisi del discorso sull’interruzione volontaria di gravidanza nella stampa spagnola. Trabajo Fin de Master. Universidad de Granada, Universitá degli Studi di Bologna; 2013; Augustín Puerta, Mercedes. Las polémicas feministas. El aborto. In: Feminismo, identidad personal y lucha colectiva: análisis del movimiento feminista español en los años 1975 a 1985. Granada: Universidad de Granada, 2003, p. 224-238.

6Ignaciuk, n. 3.

9Ignaciuk; Ortiz Gómez, n. 1.

10Ignaciuk; Ortiz Gómez, n. 1, p. 48-62.

11Ignaciuk; Ortiz Gómez, n. 1.

12Díez Nicolás, de Miguel y de Miguel, n. 1.

13Ignaciuk; Ortiz Gómez, n. 1; Ignaciuk, n. 8.

15Díez Nicolás, de Miguel y de Miguel, n. 1.

18Guereña, n. 16.

26Roca y Girona, n. 1; Roca y Girona, Jordi. De la pureza a la maternidad. La construcción del género femenino en la postguerra española. Madrid: Ministerio de Educacción y Cultura, 1996; Ferrandiz y Verdu, n. 20, p. 111; Augustín Puerta, n. 5.

33 Para su elaboración, nos basamos en el guion de historia de vida propuesto por Paul Thompson, concretamente en la parte dedicada a «Matrimonio e hijos». Thompson, Paul. A life story interview guide. In: The voice of the past: Oral history. Oxford: Oxford University Press; 2000, p. 309-323, asi como en los debates con el equipo del proyecto ASYS (ver n. 1), muy especialmente con Karina Felitti.

36Zarraga Sangroniz; Pareja Alonso, n. 34.

38Cabré; Domingo; Menacho, n. 37.

39Morcillo Gómez, n. 24, Regueillet, n. 17; Roca y Girona, n. 1; Juliano, n. 25; Sánchez-Domínguez; Lundgren, n. 29.

40Regueillet, n. 17.

42Ferrandiz; Verdu, n. 20, p. 35

43Ángeles. Nació en 1935 en un pueblo de la provincia de Córdoba. En su juventud no escolarizada, posteriormente cursó estudios elementales en la escuela de adultos. Se casó en 1958 y tuvo cuatro hijos, que nacieron en 1959, 1961, 1965 y 1970, de los que uno falleció poco después de nacer. Realizaba el trabajo agrícola y regentaba, junto a su marido, un bar del pueblo. Entrevista realizada el 5 de enero de 2016 por Alba Villén Jiménez. Los nombres de pila son ficticios para preservar la identidad de las entrevistadas.

44Lola. Nació en 1939 en un pueblo del cinturón urbano de Granada. No escolarizada, en el momento de realizar la entrevista estaba cursando estudios elementales en la escuela de adultos. Se casó en 1963 y tuvo cuatro hijos, que nacieron en 1963, 1965 y 1970 (dos niños este mismo año, de los que uno falleció poco después de nacer). Antes de casarse, trabajaba en una fábrica de tabaco, luego ama de casa. Entrevista realizada el 24 de octubre de 2014 por Agata Ignaciuk.

45Rosario. Nació en 1947 en un pueblo del cinturón urbano de Granada. En su juventud no escolarizada, posteriormente se formó como auxiliar de enfermería, para atender a su marido enfermo. Se casó en 1966 y tiene cuatro hijos, que nacieron en 1967, 1972, 1974 y 1978. Tras casarse, trabajaba en un restaurante durante siete años. Entrevista realizada el 29 de octubre de 2014 por Agata Ignaciuk.

46Soledad. Nació en 1952 en un pueblo del cinturón urbano de Granada. No escolarizada, en el momento de realizar la entrevista estaba cursando estudios elementales en la escuela de adultos. Se casó en 1973 y tuvo dos hijos, que nacieron en 1974 y 1978. Antes de casarse, trabajaba en un taller de bordado, luego también bordaba en su domicilio. Entrevista realizada el 21 de octubre de 2014 por Agata Ignaciuk.

47Ferrándiz; Verdú, n. 20, p. 40, 99; Sánchez-Domínguez; Lundgren, n. 29, p. 78.

48Ana. Nació en 1951 en un pueblo del cinturón urbano de Granada. No escolarizada, en el momento de realizar la entrevista estaba cursando estudios elementales en la escuela de adultos. Se casó en 1971 y tiene tres hijos, que nacieron en 1972, 1975 y 1979. Ama de casa. Entrevista realizada el 29 de octubre de 2014 por Agata Ignaciuk. También Ignaciuk; Ortiz Gómez, n. 1, p. 166.

49Ferrándiz; Verdú, n. 20.

50Sánchez-Domínguez; Lundgren, n. 29.

51Natividad. Nació en 1954 en Granada. Estudió bachillerato profesional y también un curso de biblioteconomía. Inició una relación de pareja en 1971 aunque no llegó a casarse. Fruto de esta relación, nacieron sus dos hijos (en 1983 y 1990). Trabajó y sigue trabajando de administrativa. Entrevista realizada el 10 de febrero de 2016 por Agata Ignaciuk; Rosa. Nació en 1955 en Granada. Estudió bachillerato y empezó a estudiar magisterio, carrera que retomó en 1981 y finalizó en 1984. Se casó en 1975 y tuvo tres hijos que nacieron en 1976, 1978 y 1980. Trabajó y continúa trabajando como administrativa. Entrevista realizada el 12 de febrero de 2016 por Agata Ignaciuk; Socorro. Nació en 1953 en un pueblo de la provincia de Jaén. Con 13 años se mudó con su familia a Granada, donde estudió bachillerato. Trabajó y continúa trabajando como administrativa. Se casó en 1982 y el mismo año nació su única hija. Entrevista realizada el 15 de febrero de 2016 por Agata Ignaciuk; Nuria. Nació en 1953 en Madrid. Hija de un alto funcionario de Educación, de pequeña vivió en varias ciudades españolas. Cuando tenía 14 años la familia se instaló en una ciudad andaluza donde vivió su noviazgo y se casó antes de mudarse a Granada, donde nacieron sus dos criaturas (1975 y 1977). Estudió bachillerato y trabaja como administrativa. En la actualidad está divorciada. Entrevista realizada el 17 de febrero de 2016 por Agata Ignaciuk.

52García Fernández, n. 21; Celaya, n. 21

53García Fernández, n. 21.

55Concepción nació en 1940 en un pueblo de la provincia de Córdoba. No escolarizada, en la actualidad no sabe leer ni escribir. Se casó en 1955 y tuvo 12 hijos. Trabajó en el campo y como empleada del hogar. Entrevista realizada el 23 de enero de 2016 por Alba Villén Jiménez.

56Teodora. Nació en 1945 en un pueblo de la provincia de Córdoba. En su juventud no escolarizada, posteriormente cursó estudios elementales en la escuela de adultos. Se casó en 1969 y tuvo tres hijos, que nacieron entre 1970 y 1979. Fue empleada de una fábrica de hilados y realizaba trabajo agrícola. Entrevista realizada el 5 de enero de 2016 por Alba Villén Jiménez.

57María. Nació en 1936 en un cortijo a 50 km de la ciudad de Granada. No escolarizada, en el momento de realizar la entrevista cursa estudios elementales en una escuela de adultos. Se casó en 1953 y tuvo cuatro hijos a partir de 1954, cuyas fechas de nacimiento exactas no recuerda bien. Realizaba trabajo agrícola. Entrevista realizada el 29 de octubre de 2014 por Agata Ignaciuk.

58Concepción, n. 55

59Soledad, n. 46.

60Ana, n. 48.

61Daniela. Nació en 1948 en un pueblo de la provincia de Córdoba. En su juventud no escolarizada, posteriormente cursó estudios elementales en la escuela de adultos. Se casó en 1968, y emigró a otra ciudad fuera de Andalucía. Tuvo tres hijos, que nacieron en 1969, 1971 y 1976. En la actualidad divorciada. Además del trabajo agrícola, Daniela también fue costurera y empleada del hogar. Entrevista realizada el 24 de enero de 2016 por Alba Villén Jiménez.

63Teodora, n. 56

64Ángeles, n. 43.

65Daniela, n. 61.

66Nuria, n. 51; Paca nació en 1950 en Granada. Estudió bachillerato superior y trabajó de administrativa, el trabajo que sigue desempeñando en la actualidad. Se casó en 1974 y tuvo 3 hijos, que nacieron en 1975, 1979 y 1983. Entrevista realizada el 11 de febrero de 2016 por Agata Ignaciuk.

67Rosa, n. 51.

68Mercedes nació en 1951 en un cortijo de la provincia de Granada y se mudó con su familia a la capital en 1955. Estudió graduado escolar y trabajó como administrativa hasta 2016, cuando se jubiló. En 1971 emigró a Suiza, donde pasó varios años trabajando en un hotel. Tras regresar a España, se casó en 1978 y pasó varios años viviendo fuera de Andalucía. Posteriormente se mudó a Granada. Sus dos hijos nacieron en 1979 y 1982 respectivamente. Entrevista realizada el 10 de febrero de 2016 por Agata Ignaciuk.

70Ana, n. 48

71Nuria, n. 51.

72Díez Nicolás; de Miguel; de Miguel, n. 1; Aguinaga Roustan, Josune. Descenso de la fecundidad y modernización en la sociedad española: Análisis comparativo de las Encuestas de Fecundidad 1977 y 1985. Revista de Demografía Histórica. 1989; 7 (3): 7-22.

74Sobre Serbia: Drezgić, n. 27; sobre Polonia: Ignaciuk, n. 27; sobre la República Soviética de Ucrania: Hilevych, n. 27.

75Hilevych, n. 27.

76Mercedes, n. 68.

77Ángeles, n. 43.

78Soledad, n. 46.

79Nuria, n. 51.

80Paloma nació en 1954 en un barrio obrero de Granada. Antes de casarse en 1973, trabajaba en un taller de costura. Tuvo tres hijos, que nacieron en 1974, 1977 y 1981. Entrevista realizada el 22 de octubre de 2014 por Agata Ignaciuk.

81Socorro, n. 51.

82Rosario, n. 45.

83Ignaciuk; Ortiz Gómez, n. 1.

84Sobre las experiencias de las mujeres españolas con la píldora durante las décadas de 1960 y 1970, véase Ignaciuk; Ortiz Gómez, n. 1, p. 158-175.

85Daniela, n. 61.

87Paloma, n. 81; Ignaciuk; Ortiz Gómez, n. 1.

88Rosa, n. 51.

89Díez Nicolás; de Miguel; de Miguel, n. 1. Véase también Ignaciuk; Ortiz Gómez, n. 1.

90Socorro, n. 51; Gloria nació en 1953 en Granada. Estudió bachillerato profesional y trabajó de administrativa, el trabajo que sigue desempeñando en la actualidad. Se casó en 1976 y tuvo dos hijos, que nacieron en 1978 y 1982. Entrevista realizada el 15 de febrero de 2016 por Agata Ignaciuk.

91Teodora, n. 56.

92Natividad, n. 51.

93Ignaciuk; Ortiz Gómez, n. 1.

94Manuela nació en 1942 en un pueblo del cinturón urbano de Granada. No escolarizada, en el momento de realizar la entrevista estaba cursando estudios elementales en una escuela de adultos. Se casó en 1967 y tuvo dos hijos, que nacieron en 1969 y 1973. Habla de su experiencia en Suiza (finales 1960s-principios 1970s), donde estuvo trabajando como celadora durante parte de su estancia. Entrevista realizada el 29 de octubre de 2014 por Agata Ignaciuk.

95Pepa nació en 1944. No escolarizad, en el momento de realizar la entrevista estaba cursando estudios elementales en una escuela de adultos. Se casó en 1968 con un hombre español que conoció en Alemania, donde había emigrado con su familia unos años antes. Tuvo tres hijos: dos de ellos nacieron en Alemania (1969, 1971) y uno en 1976, después de que la familia regresara a España. Entrevista realizada el 24 de octubre de 2014 por Agata Ignaciuk.

Investigación realizada en el marco del proyecto de investigación Anticoncepción, sexualidad y salud. Memorias de vida y prácticas sanitarias en la España del Franquismo y la Transición Democrática (MINECO ref: HAR2012-39644-C02-01)

Recibido: 08 de Junio de 2017; Aprobado: 11 de Abril de 2018

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