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vol.38 número2Daniela Bleichmar. Visual voyages. Images of Latin American nature from Columbus to Darwin. New Haven and London: Yale University Press; 2017, 240 p. ISBN 9780300224023. $50.Fernando Vidal y Francisco Ortega. Being brains: Making the cerebral subject. New York: Fordham University Press, 2017. 318 p. ISBN: 978-0-8232-7607-3. US$60. índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
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Dynamis

versión On-line ISSN 2340-7948versión impresa ISSN 0211-9536

Dynamis vol.38 no.2 Granada  2018

 

Reseñas

Kaat Wils, Raf de Bont y Sokhieng Au, eds. Bodies beyond borders. Moving anatomies, 1750-1950. Lovaina: Leuven University Press; 2017, 304 p. ISBN 978-94-6270-094-9. €59,50.

Alfons Zarzoso (orcid: 0000-0003-1263-0571)1 

1Museu d'Història de la Medicina de Catalunya

El volumen que comentamos es uno de los resultados del trabajo del grupo de investigación sobre historia cultural contemporánea de la Universidad de Lovaina. La anatomía, la autoridad científica y la visualización del cuerpo humano fueron los tres ejes de estudio que llevaron a la celebración, en enero de 2015, de la reunión internacional sobre la circulación del conocimiento anatómico que está en el origen de esta publicación. El libro se ocupa del período dorado de la anatomía, paralelo a la génesis y consolidación de la modernidad occidental, en el que la disciplina consolidó un papel básico en la transformación de la medicina contemporánea y, a la vez, franqueó las fronteras de lo oficial para atravesar toda la cultura, adquiriendo nuevas formas de visibilidad, inundando la imaginación pública y sirviendo a la configuración de las formas de entender y definir el cuerpo. Sostienen los editores que fue necesario el concurso de la circulación del cuerpo anatómico —en todas las formas imaginables, desde principios del siglo XVIII hasta bien entrado el siglo XX— y de su presencia o presentación para la producción de significados, para la generación de conocimiento. De nuevo ese concepto en boga, el tránsito, personas y objetos de toda índole en transición, de unos espacios a otros, configurando regímenes de exhibición y ampliando los públicos en la medida en que se fueron diversificando los contextos de recepción. Y ahí se concentran los diez trabajos que articulan este volumen, fijando la mirada en espacios poco explorados y en diferentes aspectos físicos tanto de los objetos anatómicos como de su movilidad. No hay duda del asiento que tienen todos los capítulos en la transformación historiográfica operada en las últimas décadas dando centralidad al marco analítico proporcionado por la cultura material, los estudios visuales, el giro espacial o los museum studies. El resultado final, estructurado en tres ámbitos, pone de manifiesto una rica variedad de situaciones y significados, que ocurren en la medida en que se produce el desplazamiento o la intersección de lo anatómico.

Los estudios de la primera sección se fijan en el movimiento geográfico de los objetos, en la condición de portabilidad y en el desarrollo de unas prácticas que confieren significados a esos objetos. Más allá del carácter viajero de las colecciones de cera de Marie Marguerite Biheron entre Paris y Londres, incluyendo el papel intermediario de Diderot en la corte rusa a mediados del siglo XVIII, la investigación de Margaret Carlyle se sirve de esta lady anatomist para ubicar el auge de los gabinetes anatómicos en los dominios de lo médico y de lo popular, y descubrir las lecciones y las demostraciones sobre especímenes de cera y la formación en anatomía sexual prematrimonial para jovencitas. El segundo caso estudiado por Joris Vandendriessche utiliza la estrategia de la «biografía de los objetos» para unir cinco conceptos fundamentales —actores, espacios, audiencias, prácticas y significados— en el contexto profesional de la medicina belga de mediados del siglo XIX. La rareza o singularidad clínica convirtió los casos en especímenes, en evidencias demostrativas, facilitando su viaje entre ciudades y sociedades médicas y acreditando reconocimiento profesional. Los objetos colmaron múltiples intereses al servicio de la anatomía, de la patología o de la cirugía, configurando los límites de la evidencia científica en los casos clínicos. Por otra parte, los ensayos de Helen MacDonald y de Sokhieng Au sobre los indígenas australianos y sobre la jungla congolesa, respectivamente, muestran la dificultad de dotar de significado a restos humanos sometidos a una dislocación geográfica, pese al afán clasificador de aquel momento en el seno de una antropología física etnocentrista. El viaje de las muestras anatómicas congolesas arroja luz sobre los agentes y las prácticas asociadas a la constitución de la especialidad de la medicina tropical.

Los tres capítulos de la segunda sección dirigen la mirada al desplazamiento de lo anatómico desde la academia a la esfera pública. Los dos primeros casos, escritos por Veronique Deblon y Tinne Claes, se centran en la figura del anatomista belga Constant Crommelinck, primero como creador de un atlas anatómico, realizado a base de copias e ideado para públicos diversos —médicos, estudiantes de medicina, farmacéuticos, abogados, artistas, ópticos, sacerdotes— y segundo como conferenciante y demostrador, a partir de dibujos y modelos anatómicos, ante audiencias expertas y profanas. La cronología es relevante, pues fue en esas décadas centrales del siglo XIX cuando la lucha por la hegemonía cultural de la medicina estaba en juego. Ambos estudios muestran cómo, en un contexto de creciente sofisticación de una cultura de masas urbana, ciertas prácticas de un mundo académico que aparentemente se encastillaba se confundían en los espacios de la esfera pública, mientras los discursos públicos de la anatomía y de la fisiología disputaban las formas de entender el cuerpo humano. Por otra parte, el estudio de Stephen C. Kenny deja Europa para llevarnos a la Louisiana, donde sigue el movimiento de un tren que exhibió la colección anatómica formada por cuerpos y fragmentos procedentes de los cadáveres de negros disecados por médicos blancos. La exhibición móvil del médico Edmond Souchon se movió en 1910 y 1911 desde los círculos médicos de Nueva Orleans al mundo rural, negro y miserable. A pesar de la manifiesta voluntad de instruir a las clases populares en los principios de la higiene, en estos estudios se muestran resistencias, tanto de los médicos belgas que descalificaban el «conócete a ti mismo» en términos de charlatanería, como de los públicos norteamericanos que también descubrían en los especímenes un orden racista, clasista, violento y explotador.

La última sección del volumen analiza otro espacio de fronteras difusas, franqueadas por diferentes actores y por objetos realizados en dos y en tres dimensiones: el que supuestamente delimita el arte y la medicina. El período de análisis ocupa la centuria que transcurre entre las mitades de los siglos XIX y XX. Los estudios de Naomi Slipp, Natasha Ruiz-Gómez y Kim Sawchuk resultan ejemplares y se inscriben en una línea que ha roto con una historia del arte canónica y con una ciencia aparentemente hermética, matemática, mecánica, objetiva, para construir una historia de la medicina transdisciplinar, polifónica y resuelta a partir de fuentes que van más allá del logos. Estos trabajos muestran la importancia de la cultura visual y material en la construcción de objetos de ciencia considerados necesarios para la formación y la práctica docente. Ya fueran láminas, esculturas o fotografías (manipuladas éstas para hacerlas ilustraciones comprensibles), en todos los casos se pone de manifiesto una necesidad comunicativa y unas prácticas negociadas entre artistas y médicos, ocupando a veces el mismo papel ciertos médicos artistas como Paul Richer. Y aquí se hace evidente la decisiva importancia de la contingencia en la fabricación del conocimiento médico y de las evidencias científicas. Así, los tres casos ponen de manifiesto cómo se construyó la objetividad en un período en el que se fueron cerrando las disciplinas, priorizando los objetos de estudio y fijando fronteras entre la emoción y la razón.

El libro resultará útil a quien entre en estos ámbitos que ponen en jaque planteamientos dicotómicos, pues los estudios se fundamentan en lenguajes y recursos transdisciplinares y aportan además un enorme y actualizado aparato crítico. El contenido, como hemos visto, no responde a una voluntad sistemática de estudiar una zona geográfica concreta, sino a la diversidad provocada por la necesidad de poner en contexto los resultados de un proyecto de un grupo de investigación, así como de elaborar una mirada comparada entre geografías y prácticas diversas.

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