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vol.38 número2Raúl Velasco Morgado. Embriología en la periferia. Las ciencias del desarrollo en la España de la II República y el Franquismo. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas [Estudios sobre la Ciencia, 68]; 2016, 393 p. ISBN: 978-84-00-10162-6. €35.Lino Camprubí Bueno. Los ingenieros de Franco. Ciencia, catolicismo y Guerra Fría en el Estado franquista. Barcelona: Crítica; 2017, 320 p. ISBN 9788416771752. €21,90. índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
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Dynamis

versão On-line ISSN 2340-7948versão impressa ISSN 0211-9536

Dynamis vol.38 no.2 Granada  2018

 

Reseñas

Rafael Huertas, coord. Psiquiatría y antipsiquiatría en el segundo franquismo y la Transición. Madrid: Los Libros de la Catarata; 2017, 192 p. ISBN 978- 84- 9097- 369-1. €16,50.

Teresa Ordorika Sacristán (orcid: 0000-0002-4038-3961)1 

1Universidad Nacional Autónoma de México

La psiquiatría como discurso y práctica solo puede ser comprendida cabalmente cuando se analiza en relación con el contexto en el que se despliega. Esta es la premisa básica del libro compilado por Huertas, donde las distintas colaboraciones reflexionan sobre cómo las tensiones políticas del segundo franquismo y la Transición influyeron en la configuración de la psiquiatría y antipsiquiatría españolas.

Como punto de inflexión inicial del período estudiado, se establece el fin de la autarquía y la apertura de España al ámbito internacional que se da durante la década de los sesenta. La puesta en marcha de nuevos planes de desarrollo y la integración del país a una comunidad global, con la consecuente introducción de nuevas ideas, generó cambios de mentalidad en diferentes direcciones. Por un lado, en los sectores conservadores se registró una exacerbación de la sensación de amenaza, común a todas las dictaduras, acompañada de acciones dirigidas a defender los valores morales y culturales franquistas. Por el otro, este vuelco al exterior se tradujo en una creciente politización y aumento de las movilizaciones por parte de los sectores sociales más progresistas. Las pugnas entre defensores y detractores del régimen se expresaron también en la formación de lo que Rafael Huertas denomina, de manera amplia, como las psiquiatrías de derecha y de izquierda.

En relación con la primera, el texto de Ricardo Campos analiza el diseño e implementación de la Ley de peligrosidad y rehabilitación social como un esfuerzo modernizador del régimen de cara a lo que percibió como nuevos riesgos. Esta ley implicó al ámbito de la salud mental en dos sentidos: en primer lugar, a la psiquiatría como un conocimiento científico útil al Estado por su capacidad de clasificar y tratar a los sujetos que subvertían el orden social. En segundo, a los enfermos mentales, quienes pasaron a engrosar las filas de los peligrosos sobre los cuales se tenía derecho a actuar. Si bien esta ley enunció su rehabilitación como uno de sus objetivos, la carencia de instituciones propicias para ello es indicativa de que el interés primordial de quienes la implementaron fue la represión.

Por su parte, la recepción de las teorías psiquiátricas contraculturales fue fundamental en la emergencia en España de la psiquiatría de izquierda y el movimiento psiquiátrico. El problema concreto que aglutinó su lucha fueron las deplorables condiciones en las que operaban las instituciones públicas de atención a la salud mental, minuciosamente planteadas en el capítulo de David Simón Lorda. El autor muestra claramente hasta que punto se descuidó el cuidado de los pacientes psiquiátricos durante la dictadura. La falta de recursos y de voluntad política explica en gran medida el fracaso de los intentos de modernización institucional realizados por Patronato Nacional de Asistencia Psiquiátrica durante el segundo franquismo. Un sistema manicomial deshumanizante, anticuado y autoritario, cuyas carencias afectaban tanto a los enfermos mentales como a los profesionales que ahí trabajaban, resultó ser un campo fértil para la protesta. En este proceso, la antipsiquiatría constituyó parte del andamiaje teórico y político que permitió cuestionar el modelo terapéutico tradicional, en particular del ejercicio de poder sobre los enfermos mentales ejercido en los manicomios.

Rafael Huertas y Patricia Mayayo, se abocan a indagar sobre la influencia que ejerció dicha teoría sobre la propia psiquiatría y abordan al movimiento psiquiátrico contestatario que se desarrolla entre 1970 y 1975 como una lucha planteada en espacios concretos y con agendas ligadas a su ejercicio profesional. El primero analiza cómo los paros realizados en instituciones psiquiátricas a lo largo del país cristalizaron en una organización gremial amplia, la Coordinadora Psiquiátrica, cuyo objetivo central, hasta su disolución en 1977, fue coadyuvar al mejoramiento de la asistencia a los enfermos mentales. La clandestinidad con la que se vio obligada a actuar puede leerse a un mismo tiempo como evidencia tanto del compromiso de los psiquiatras de izquierda, como del carácter represivo de un régimen en el que cualquier organización fue considerada un riesgo. Por su parte, a través del caso del Hospital de Día de Madrid, Mayayo muestra cómo, a pesar de encontrarse en un contexto político adverso, estas influencias teóricas se materializaron en modelos de atención innovadores que aplicaron, entre otras cosas, la creación artística como recurso terapéutico.

En España, al igual que en otras latitudes, la influencia de los postulados de la psiquiatría crítica y antipsiquiatría trascendieron al ámbito médico. Su tratamiento del manicomio como institución opresora y del loco como el sujeto oprimido por excelencia resultaron un insumo idóneo para hablar metafóricamente sobre la libertad. En particular, el cuestionamiento del uso despótico y vertical de la autoridad en la relación médico/paciente fue sumamente fácil de extrapolar a otros contextos opresivos de poder. Tal como muestran los últimos dos capítulos, los medios de comunicación progresistas jugaron un papel fundamental en la transmisión positiva de estos postulados y del movimiento psiquiátrico a una sociedad civil que demostró su inclinación por estos temas. Bajo la premisa de que la prensa desempeñó un papel activo en la reforma psiquiátrica española, Oscar Martínez Azumendi identifica diferentes publicaciones que involucraron a especialistas y legos en temas relacionados con la psiquiatría y la discusión sobre los modelos de atención. Fabiola Irisarri argumenta que el interés por la antipsiquiatría se mantuvo durante la Transición, como lo demuestra su análisis de la recurrencia con la que esta aparece en la revista contracultural Ajoblanco. Bajo sus postulados se cobijó un amplio espectro de temas que fueron desde el cuestionamiento puntual de los modelos psiquiátricos tradicionales a la crítica de las nociones sociales de normalidad.

Las miradas y temáticas tratadas en este libro abonan a la reconstrucción histórica de la psiquiatría y antipsiquiatría españolas durante un periodo marcado por la inestabilidad. Las colaboraciones logran dar cuenta de las influencias que se entretejen entre el contexto político y social y esta práctica profesional. Aportan además interesantes agendas para futuras investigaciones; por ejemplo, la necesidad de realizar una lectura más compleja de la composición de Coordinadora Psiquiátrica y cómo esta repercutió en sus desavenencias, o el impacto que tuvieron experiencias como las del Hospital de Día en el desarrollo posterior de la psiquiatría. De la lectura se desprende una idea que las autoras comparten, la psiquiatría de izquierdas y el movimiento psiquiátrico jugaron también un papel en el fortalecimiento de la sociedad civil y el tránsito a la democracia en España.

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