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Nutrición Hospitalaria

versión On-line ISSN 1699-5198versión impresa ISSN 0212-1611

Nutr. Hosp. vol.25  supl.3 Madrid oct. 2010

 

 

 

Comercio internacional y crecimiento económico: ¿cómo influyen en el hambre de América Latina?

International commerce and economic growth: what is the influence in Latin America?

 

 

J. Guardiola1,2, J. Bernal Rivas3; Red de Malnutrición en Iberoamérica del Programa de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo (Red Mel-CYTED)

1Grupo Coordinador de la Red MeI-CYTED.
2Departamento de Economía Aplicada. Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales. Universidad de Granada.
3Grupo de la Red MeI-CYTED. Universidad Simón Bolívar. Caracas. Venezuela.

Dirección para correspondencia

 

 


RESUMEN

Dos de las recetas que se plantean en el espectro político para fomentar el desarrollo económico y social son el impulso del crecimiento económico y el comercio internacional. Ante este contexto, una mayor comprensión de la influencia del comercio internacional y el crecimiento económico en la desnutrición en América Latina sería necesaria, y este es el objetivo que, a partir de la bibliografía disponible, pretende abordar este trabajo. Con respecto al combate de la desnutrición, ambas recetas son insuficientes por separado, y la mejora de los índices de desnutrición en la región latinoamericana debe de ir acompañadas de medidas que permitan que el comercio y el crecimiento beneficie a los más desfavorecidos.

Palabras clave: Desnutrición. Comercio. Crecimiento económico. América Latina.


ABSTRACT

Two of the solutions that governments propose in order to foster economic and social development are economic growth and international commerce. In this context, a greater understanding of the influence of international commerce and economic growth in undernutrition in Latin America would be necessary; this is the objective of this paper, that we achieve thanks to the bibliography available. Concerning the fight to undernutrition, both solutions separately are not enough, and the improvement of undernutrition indexes in Latin America should be accompanied with measures that allow the deprived people to benefit from commerce and growth.

Key words: Malnutrition. Commerce. Sustainable Development. Latin America.


 

Introducción

La crisis económica y financiera de 2008 ha desacelerado la actividad económica en el mundo y elevado las tasas de desnutrición. Si bien América Latina y el Caribe (con el fin de simplificar, nos referiremos a la región de América Latina y el Caribe como América Latina o Latinoamérica en las líneas sucesivas.) no ha experimentado un aumento de estas tasas en su conjunto, y el efecto en muchas economías de la región no ha sido tan grave como en otros países, el ritmo de decrecimiento se hizo mucho más lento, mucho menos de lo necesario para cumplir el objetivo de reducción del hambre en los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM)1. Por ello, aún queda mucho por hacer desde una perspectiva global para combatir el hambre de la región.

La crisis económica y su influencia en el hambre es un ejemplo de la importancia de los aspectos macroeconómicos con respecto a la desnutrición en el planeta. A nivel macroeconómico, dos de las recetas que se plantean en el espectro político para fomentar el desarrollo económico y social son las siguientes: Fomento del crecimiento económico y fomento de las actividades comerciales internacionales. De hecho, la expansión del comercio conlleva la del crecimiento económico. Sin embargo, ambas recetas son insuficientes para el combate del hambre y la mejora de los índices de desnutrición en el mundo y en la región latinoamericana en particular, pues deben de ir acompañadas de medidas que permitan que el comercio y el crecimiento beneficie a los más desfavorecidos.

Una mayor comprensión de la influencia del comercio internacional y el crecimiento económico en la desnutrición en el contexto latinoamericano sería necesaria, y este es el objetivo que, a partir de la bibliografía disponible, pretende abordar este trabajo. En primer lugar nos ocuparemos del comercio internacional y su influencia en la desnutrición, y en segundo lugar trataremos la influencia del crecimiento económico, para posteriormente discutir sobre los argumentos expuestos.

 

El comercio internacional

El comercio internacional, a través de importaciones y exportaciones, influye en la cantidad disponible de alimentos, así como en la actividad económica de los países de la región, en el empleo y en el nivel de precios. El comercio viene regido por normativas, relacionadas especialmente con la firma de acuerdos comerciales, el establecimiento de aranceles, cuotas y salvaguardias a países externos. La supresión de estas últimas normas implicaría una tendencia al sistema conocido como libre comercio. El comercio, entendido en un sentido amplio, general y metafísico, es sin duda positivo, ya que permite el intercambio de bienes y servicios entre países, de tal forma que ambos puedan enriquecerse aprovechando sus ventajas comparativas por un lado, y adquiriendo bienes y servicios que necesitan y no poseen o no pueden producir por otro lado. Sin embargo, el beneficio o perjuicio sobre los más desfavorecidos y su nivel de desnutrición es mucho más complejo que esto: dependerá de los niveles de desigualdad interna y externa, de las capacidades de los más desfavorecidos para beneficiarse, de la naturaleza de las negociaciones entre países que permita lo anterior, así como de la calidad de las normas que lo regulan, entre otros factores.

Para comprender las leyes y acuerdos que condicionan el comercio en la región es necesario conocer sus orígenes en el marco de los modelos de desarrollo. En este sentido, conviene destacar el paso de un modelo intervensionista y proteccionista (sustitución de importaciones) a uno menos intervensionista y más orientado al mercado (promoción de exportaciones). La crítica mayor de la sustitución de importaciones es que afecta a los hogares agrícolas al reducir su capacidad de compra de productos manufacturados, ya que la protección de la industria eleva los precios internos por encima de los precios mundiales. En este fundamento, las recomendaciones generales hacia los gobiernos centroamericanos por organismos como el Banco Mundial, con el objetivo de favorecer el desarrollo y reducir la pobreza, fueron encaminadas hacia este cambio de modelo. Sin embargo, a pesar de sus defendidos beneficios, existe un efecto negativo a tener en cuenta en el modelo de promoción de exportaciones, y es el perjuicio a los productores locales ocasionado por competir con mercancías más baratas provenientes del extranjero. Pioneros del inicio de una fase de promoción de exportaciones fueron Brasil, Colombia y Chile en los años 702.

América Latina, en líneas generales, posee una ventaja comparativa en productos primarios como cultivos agrícolas y minerales, por lo que las exportaciones se basan principalmente en estos productos en la mayoría de los países de la región, que es donde poseen mayores dotaciones3. Cabe destacar que a pesar de la importancia de estos productos, su participación en las exportaciones latinoamericanas se ha ido reduciendo sostenidamente, en una tendencia especialmente pronunciada en los años noventa (de 40% en 1990 a 27% en 1999). En las exportaciones intrarregionales, la participación de estos rubros básicos ha disminuido en menor proporción, de 30% a 27%. Durante la mencionada década, destaca la aportación de los rubros alimenticios, que constituyeron dos terceras partes de las exportaciones de productos básicos y con una tendencia al alza, seguido en importancia por los minerales y metales, cuya proporción tiende a reducirse, y las materias primas agrícolas, cuya proporción oscila. Entre los rubros alimenticios, se destacan los siguientes productos exportables: carne bovina y de aves de corral, pescados y mariscos (en particular camarones congelados), trigo y maíz sin moler, varias frutas (plátanos, manzanas, uvas) y jugos de fruta (especialmente de naranja), café, tortas de semillas oleaginosas, harina de pescado, tabaco y sus manufacturas, bebidas, semillas oleaginosas (soya, girasol, cacahuetes), y aceites vegetales (soja y girasol)3. La importancia de los alimentos en las exportaciones de América Latina resulta paradójica si la contrastamos con los altos niveles en los índices de desnutrición de algunos países de la región.

Para comprender la relación entre comercio y desnutrición en un marco institucional y legislativo, en necesario tener en cuenta distintas organizaciones que apuestan en el comercio como una vía de desarrollo. Instituciones como el Banco Mundial y el FMI declaran en sus estatutos y objetivos el combate contra la pobreza, y como medio para ello destaca la liberalización comercial, o en otras palabras, el fomento del comercio sin barreras. Sin embargo, este modelo de desarrollo no ha carecido de críticas en el sector civil, que promulgan que estas acciones, lejos de perseguir el objetivo de reducir la pobreza, pretenden consolidar los intereses de los países ricos en el mundo subdesarrollado. Asimismo destaca la Organización Mundial del Comercio (OMC), que no tiene como objetivo reducir la pobreza sino administrar los acuerdos comerciales que negocian sus miembros. Esta organización también ha sufrido diversas críticas por parte del sector civil, precisamente por alcanzar su objetivo a costa de ignorar a los más desfavorecidos. En la Tercera Conferencia Ministerial de la OMC, celebrada en Seattle en 1999, las manifestaciones, que denunciaban que el modelo existente en el libre comercio era injusto, fueron una de las semilla de la Ronda de Doha, que se constituyó con el objetivo de reducir las asimetrías de los subsidios y aranceles entre países y distribuir los beneficios de la globalización de forma más justa4. Sin embargo, actualmente, la Ronda de Doha se encuentra políticamente estancada.

Bajo el amparo de la OMC, el paso de un regionalismo cerrado de sustitución de importaciones, a un regionalismo abierto de promoción de exportaciones, dio paso a la proliferación de acuerdos de libre comercio entre países latinoamericanos y países desarrollados5. Los más destacados en la región en este sentido son el Tratado de Libre Comercio de Norte América (NAFTA por sus siglas en inglés), firmado por México, Estados Unidos y Canadá en el año 1994 y el Tratado de Libre Comercio entre Centroamérica, República Dominicana y Estados Unidos (DR-CAFTA por sus siglas en inglés), que entró en vigor para los distintos países latinoamericanos en distintas fechas a partir de 20 066,7. Con respecto al NAFTA, el mismo incluye un número amplio de acuerdos de liberalización comercial y patentes, aunque es susceptible de crítica ya que no permite la libre entrada de trabajadores mexicanos a las fronteras de estos otros países, ni consta de organismos de política social tales como los que cuenta la Unión Europea. El NAFTA ha sufrido el rechazo por numerosos grupos del sector civil desde sus orígenes, descontento de que más de una década después de su implementación, todavía se traduce en manifestaciones y movilizaciones en su contra. Los mismos consideran que el tratado no ha podido proteger de la forma más eficiente los sectores más sensibles de la agricultura mexicana, principalmente el maíz, de tal forma que la entrada del grano procedente de Estados Unidos ha perjudicado a los agricultores que se dedicaban a esta actividad8,9. En general, la redacción del contenido de los tratados de libre comercio es controvertido. El texto de los mismos es gestado por medio de un grupo de personas que representan a su país, y que en ocasiones lo que realmente defienden son los intereses comerciales de ciertas industrias. Los textos definitivos en el caso del NAFTA y del DR-CAFTA no se sometieron a un procedimiento democrático como podría ser una participación popular.

Cabe preguntarse si los tratados de libre comercio con países desarrollados se formulan o se negocian con el objetivo de, entre otros, mejorar la desnutrición de los más desafortunados. A pesar de que la región latinoamericana está castigada por altos índices de desnutrición, la respuesta es negativa. Ningún tratado de libre comercio negociado contempla esta opción, ni siquiera aquellos que han sido firmados únicamente por países latinoamericanos. Si bien podría argumentarse que los tratados de libre comercio contribuyen a mejorar el crecimiento económico, que puede acabar mejorando las oportunidades, el desarrollo y por tanto el estado nutricional de los más desafortunados. Sin embargo, esta afirmación dista mucho de ser real por varias razones. En primer lugar, factores estructurales, como por ejemplo los altos niveles de desigualdad, contribuyen a dificultar esta conexión e impiden que los beneficios del crecimiento económico repercutan en los más desafortunados. La razón del interés en los tratados de libre comercio por parte de los países latinoamericanos se fundamenta precisamente en los factores estructurales. Tal como señalan Ferranti et al.10, los altos grados de inequidad en estos países se traducen en una influencia desproporcionada de las empresas o individuos prósperos en el estado. Mientras tanto, aquellos más pobres son excluidos en cuanto a sus interacciones con el estado y el proceso de toma de decisiones. Por ello, no forman parte en las mesas de negociaciones de los tratados de libre comercio a la hora de fijar cuotas, aranceles o salvaguardias de los productos agrícolas, de cara a proteger sus intereses (por ejemplo, proteger el precio local de los productos agrícolas que cultivan).

Entre las iniciativas de integración regional entre países latinoamericanos como el MERCOSUR, formado por Argentina, Brasil, Paraguay, y Uruguay, el Mercado Común Centroamericano (MCCA), integrado por Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Panamá y Nicaragua; y la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) que comprende a Venezuela, Cuba, Nicaragua, Bolivia, República Dominicana, San Vicente y Granadinas y Antigua y Barbuda. Sobre algunas de estas iniciativas se puede consultar Schiff y Winters5.

Resulta interesante conocer la influencia que tiene la apertura al exterior de las economías latinoamericanas sobre la desnutrición. Mayores oportunidades pueden conseguirse del comercio, pero también ciertas pérdidas derivadas del riesgo y la inestabilidad de precio y disponibilidad de alimentos puede afectar de forma directa o indirecta al estado nutricional. Con respecto a los riesgos, un trabajo de Bourguignon et al.11 resulta muy ilustrativo. El análisis se basa en un equilibrio general computable, partiendo de una economía arquetípica dependiente en exportaciones agrícolas. Los autores toman como modelo Costa de Marfil, donde la proporción de los alimentos exportados es del 13% de su PIB a precios de factores. Este caso de dependencia es similar a la relación con el exterior de algunos países de América Latina3. Los resultados del modelo indican que el riesgo en las economías dependientes de la exportación de estos productos afecta a todos los hogares, incluidos los pobres y los desnutridos, por lo que el riesgo macroeconómico de la apertura influye en todos los hogares de países dependientes de las exportaciones, y puede afectarlas hasta en un 7% de sus ingresos esperados. Esta pérdida de ingresos podría afectar negativamente su capacidad de acceso a alimentos y su estado nutricional.

La dependencia internacional es un riesgo adicional que tienen que soportar los hogares pobres, y este riesgo determina sin lugar a dudas el estado nutricional de los latinoamericanos. Esta dependencia internacional es una herencia histórica, en cuanto a la necesidad de importar ciertos alimentos y de productos básicos que forman parte de la canasta básica alimentaria de los más desfavorecidos. Las fluctuaciones del precio internacional es una de las razones que hace que la dependencia pueda ser dañina para los hogares. Durante los últimos años, el sector agrario latinoamericano se ha visto afectado tanto por el comportamiento de los mercados de productos agrícolas a nivel mundial como por fenómenos climáticos que han mermado en forma importante los volúmenes de producción, con consecuencias directas en los ingresos familiares, y en la oferta de bienes y de puestos de trabajo del sector12. Ejemplo de esto es la crisis de los alimentos del 2007 que creó hambrunas en distintas partes del planeta, motivada por factores tales como el aumento de los precios del petróleo que afecta a los transportes, las malas cosechas y la especulación13.

Son escasos los trabajos que relacionan directamente la desnutrición con el comercio internacional o la liberalización comercial. Son más comunes los esfuerzos relativos a vincular liberalización comercial con pobreza. Dado que la pobreza es una causa fundamental de inseguridad alimentaria y desnutrición, el efecto sobre la pobreza puede constituir una aproximación al efecto sobre la desnutrición. El trabajo de Alan Winters, Neil McCulloch y Andrew McKay publicado en el Journal of Economic Literature, consiste en una amplia revisión, contextualización y puesta en común de multitud de trabajos científicos sobre liberalización económica y su efecto sobre la pobreza14. A partir de la evidencia analizada en su trabajo, los autores concluyen que no puede haber una generalización simple sobre la relación entre liberalización y pobreza. Si bien, tanto la teoría como los casos analizados conducen a afirmar que la liberalización económica puede resultar beneficiosa para los pobres en el largo plazo y en la media. Pero la media supone seguir en la senda de la generalización, lo cual lleva de nuevo a advertir sobre este riesgo a partir de la evidencia de este trabajo.

Entonces, ¿de qué forma particular puede apoyar el comercio a la mejora de los índices nutricionales? Resulta un ejemplo ilustrativo la doble vertiente de la investigación realizada por Solidaridad Internacional, que distingue entre dos ejemplos de comercio sostenible e insostenible: el comercio del anacardo en el Salvador y el de las flores en Colombia15,16. De acuerdo con el caso analizado, las personas que se dedican a la producción y comercialización del anacardo así como las comunidades cercanas han aumentado su bienestar, tienen más opciones de empleo digno, mayores ingresos, mejor acceso y calidad de la educación, la salud, el agua y la electricidad, viendo garantizada la equidad de género. Sin embargo, en el caso de las flores, el panorama es muy distinto. La insuficiencia de ingresos de los empleados en este sector provoca deficiencias nutricionales, fuerza a las familias a hacinarse en viviendas inadecuadas y obliga a las mujeres a realizar trabajos extras para poder obtener ingresos adicionales. Además, la jornada laboral excede muchas veces las capacidades físicas de los empleados, ocasionando otros efectos adversos como el distanciamiento de las familias. La desigualdad de género en la pirámide jerárquica, la escasa educación, los riesgos sanitarios y el deterioro del medioambiente son otras dificultades a las que se enfrenta la población involucrada en este sector.

 

El crecimiento económico

En teoría económica, el crecimiento económico debe ser uno de los fines fundamentales hacia los que la política debe apuntar. En su relación con la nutrición, el crecimiento económico de un país determina que, si se formulan las políticas adecuadas, se pueda destinar una parte del presupuesto interno de cada país hacia la inversión social, donde la nutrición debería ocupar un lugar primordial. Existen determinantes fundamentales de este crecimiento económico, tales como la productividad del trabajo, el nivel de capital físico y capital financiero y la innovación tecnológica. Otros condicionantes como el nivel de deuda externa afectan al crecimiento económico, ya que los pagos derivados de esa deuda, tales como los intereses y devoluciones condicionan la capacidad de las economías para generar crecimiento. Sin embargo, no es función de este apartado analizar los condicionantes del crecimiento económico sino el nexo entre crecimiento económico y nutrición.

Con respecto a la evolución del crecimiento económico en la región, las décadas de los 60 y 70 destacaron por sus altas tasas. Sin embargo, la llegada a la década de los 80, conocida por "la década perdida", cambió esta tendencia al recogerse valores negativos de crecimiento. Posteriormente, en la entrada de los 90 la región experimentó de nuevo tasas de crecimiento positivas, en las cuales destacan Argentina, Chile, Costa Rica, El Salvador, Nicaragua, y Perú17. Actualmente en la entrada del siglo XXI la región disfruta de un crecimiento económico positivo, que podría traducirse en reducciones de los índices de desnutrición.

Al igual que en el caso del comercio, no abundan estudios que vinculen ambos conceptos, siendo más comunes en la literatura económica los trabajos que relacionan crecimiento con pobreza y desigualdad. Con respecto a la pobreza como causa fundamental de inseguridad alimentaria, el crecimiento económico generado a través del desarrollo rural y agrícola puede contribuir en gran medida a aliviar el hambre y la pobreza extrema, en particular entre los pequeños productores y las comunidades indígenas. Esto ocurrirá especialmente cuando se consiga asegurar el acceso de las personas afectadas por la pobreza a los recursos productivos tales como la tierra, el capital, la tecnología y la educación18.

Dado que el sector rural es característico de las mayores índices de pobreza y desnutrición, parece necesaria la contribución de este sector en el proceso del crecimiento económico. Tal como señala Nora-Lustig et al.19, las acciones para apoyar directamente a los pobres y acciones que van dirigidas a fomentar el crecimiento económico deben ir reforzadas mutuamente. Cuanto más grande sea esta complementariedad, mayor será el efecto del crecimiento económico en la reducción de la pobreza. Por ello, ciertas acciones específicas para reducir la pobreza pueden crear un círculo virtuoso, incrementando el crecimiento económico, de tal forma que a través del crecimiento económico se refuerce la reducción en la pobreza. Esto, en un segundo paso, permitiría que se generase a su vez mayor crecimiento económico.

Paralelamente a la difusión de las actividades rurales no agrícolas en América Latina, el sector agrícola en particular ha ido disminuyendo su participación en el Producto Interior Bruto (PIB) de la región, hasta consolidarse en torno al 8% (si bien hay que tener en cuenta que cada vez son más difusas las fronteras entre los sectores agrícolas y demás subsectores, conceptos tradicionalmente asociados a las definiciones de las cuentas nacionales). La agricultura latinoamericana está fuertemente vinculada a los mercados externos, con una estructura productiva vinculada a pocos productos como la ganadería bovina, las frutas, la soya y la carne de ave y cerdo, por tanto con un escaso grado de transformación pero con un importante componente tecnológico20. Esto tiene dos repercusiones: En primer lugar, concentrar la estructura productiva en pocos productos vinculados al mercado externo tiene poco sentido en cuanto a una estrategia de mantenimiento de la seguridad alimentaria y, sobre todo, en el mantenimiento de la soberanía alimentaria. En segundo lugar, el hecho de que la agricultura fomente los servicios asociados y la agroindustria fortalece el crecimiento económico y la creación de puestos de trabajo.

Los factores estructurales condicionan la influencia del crecimiento económico en la mejora de los índices de pobreza en América Latina. En este contexto, podemos entender la desigualdad como un condicionante del poder del crecimiento para beneficiar a todo el mundo, y por tanto servir de motor para reducir la pobreza. A pesar de que todos los países en vías de desarrollo que han experimentado un alto crecimiento económico han conseguido reducir la pobreza, el éxito de este proceso se ha visto condicionado por los niveles de desigualdad21. De acuerdo con cálculos de Ferranti et al.10, los niveles de desigualdad de la población condicionan el éxito del crecimiento económico de la siguiente forma: la elasticidad de reducción de la pobreza con respecto al crecimiento económico es mayor según disminuye el coeficiente de Gini. Los autores estiman que, por ejemplo, Brasil podría reducir la pobreza a la mitad en 10 años con un crecimiento del 3% si mejorase el coeficiente de Gini en un 5%. Sin reducir el coeficiente de Gini, el país tardaría 30 años en alcanzar el objetivo. Por ello, la alta desigualdad hace que la reducción de la pobreza y por tanto la desnutrición, a través del crecimiento económico sea más difícil.

 

Discusión

El comercio y el crecimiento económico pueden ser positivos para combatir la desnutrición, pero no por sí mismos o de forma aislada. Esto es, confiar tan solo en el crecimiento económico o en el fomento del intercambio comercial no puede inducir en mejores resultados nutricionales, a no ser que se lleven a cabo distintos tipos de políticas coyunturales y estructurales. Puede resultar incluso que el comercio y el crecimiento económico sean nocivos para la seguridad alimentaria. El comercio puede ser perjudicial si se le da prioridad política a su fomento por encima del bienestar de los latinoamericanos. Un ejemplo de esto es la paradoja de que la mayoría de los países latinoamericanos exporta alimentos mientras su población pasa hambre. Por supuesto esta cuestión es complicada de analizar y ha abierto muchos debates; pero sería conveniente, en opinión de los autores, hacer un uso de los productos de la tierra más orientado a mitigar el hambre de las personas que habitan esa tierra, que dedicado a aumentar el beneficio de unos pocos.

El crecimiento económico puede ser poco beneficioso, cuando unos pocos crecen a costa de la mayoría. Una nación puede recoger altas tasas de crecimiento mientras muchas personas pasan hambre, y es que una minoría puede multiplicar sus ingresos creando crecimiento económico mientras coexiste la inseguridad, el miedo y la pobreza. Por ello la necesidad de políticas que permitan distribuir los resultados de los esfuerzos de una forma más justa, además de hacer partícipe de las oportunidades del crecimiento a toda la población.

Entre las múltiples estrategias para poner a disposición de los beneficios del comercio y del crecimiento económico a la población, destacaríamos la creación de un compromiso político tanto nacional como internacional, en el que se formulen planes que cuenten con la sociedad civil para el combate del hambre. Existen ejemplos de buenas prácticas que podrían ser aplicados a mayor escala. Asímismo, se podrían fomentar instituciones que sirvieran para garantizar la seguridad alimentaria y fueran colchón amortiguador de distintos shocks económicos, como las variaciones de precios, de tal forma que se reduzca la vulnerabilidad de los más desfavorecidos a través del comercio: el empoderamiento de los más desfavorecidos para beneficiarse del crecimiento económico sería también deseable para combatir la privación. El compromiso es global y conjunto, y tocaría no solo a la acción de los poderes públicos, sino también a la acción del capital privado y la actividad investigadora; con el fin de poner la economía al servicio del ser humano y no al revés, y crear un mundo más justo, más igualitario y más humano.

 

Referencias

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Dirección para correspondencia:
Jorge Guardiola.
Departamento de Economía Aplicada.
Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales.
Universidad de Granada.
Campus de Cartuja s/n. 18011 Granada (España).
Tel. +34 958 244 046 - Fax. +34 958 244 046
E-mail: jguardiola@ugr.es

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