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Nutrición Hospitalaria

versión On-line ISSN 1699-5198versión impresa ISSN 0212-1611

Nutr. Hosp. vol.28 no.3 Madrid may./jun. 2013

https://dx.doi.org/10.3305/nh.2013.28.3.6603 

ARTÍCULO ESPECIAL

 

Aplicaciones clínicas del empleo de probióticos en pediatría

Clinical applications of the use of probiotics in pediatrics

 

 

Guillermo Álvarez-Calatayud, Jimena Pérez-Moreno, Mar Tolín y César Sánchez

Sección de Gastroenterología y Nutrición Pediátrica. Hospital General Universitario Gregorio Marañón. Madrid. España.

Dirección para correspondencia

 

 


RESUMEN

Introducción: El empleo de probióticos supone un novedoso avance en el campo de la Pediatría puesto que pueden ser útiles en la prevención y tratamiento de múltiples patologías gastrointestinales, constituyendo un elemento más en nuestro arsenal terapéutico.
Objetivo: En este artículo se presenta una revisión actualizada de la literatura científica sobre el uso de los probióticos en Pediatría, principalmente en problemas gastrointestinales con alteración en la microbiota intestinal describiéndose las principales aplicaciones del empleo de los probióticos y prebióticos en la infancia y repasando las líneas de investigación futuras.
Resultados y conclusiones: A pesar de existir suficiente evidencia científica en varias patologías, la utilización de probióticos no está del todo incorporado a la práctica clínica habitual de los pediatras. Se emplea en el contexto de las enfermedades gastrointestinales (diarrea aguda infecciosa, la diarrea asociada a antibióticos, sobredesarrollo bacteriano) y, más recientemente, en procesos inflamatorios crónicos como la enfermedad inflamatoria intestinal o en trastornos funcionales como el cólico del lactante o el estreñimiento. También se ha valorado su efecto beneficioso en alteraciones extraintestinales, tales como la alergia (dermatitis atópica) o los efectos sobre las mucosas respiratorias o urogenitales y, en los últimos años, en la prevención de patología del recién nacido pretérmino y en la infección por H. pylori. Además existen varias líneas de investigación abiertas en la suplementación alimentaria con probióticos y prebióticos. Cada cepa probiótica debe ser estudiada individualmente y extensamente para determinar su eficacia y seguridad en todas aquellas situaciones en que su empleo puede ser aconsejable.

Palabras clave: Microbiota intestinal. Probióticos. Niños.


ABSTRACT

Introduction: The use of probiotics supposes a novel advance in the field of Pediatrics since they can be useful in the prevention and treatment of many gastrointestinal pathologies, constituting one more element in our therapeutic arsenal.
Objective: This article presents an updated review of the scientific literature on the use of probiotics in paediatrics, mainly in gastrointestinal problems with alteration in the intestinal microbiota describing the main applications of the use of probiotics and prebiotics in childhood and reviewing the future lines of research.
Results and conclusions: Although there enough scientific evidence in various pathologies, the use of probiotics is not entirely incorporated into the clinical practice of pediatricians. It is used in the context of the gastrointestinal diseases (acute infectious diarrhea, diarrhea associated with antibiotics, bacterial overcast) and, more recently, in chronic inflammatory processes such as inflammatory bowel disease or functional disorders as colic infant or constipation. Also have been assessed their beneficial effect in extraintestinal alterations, such as the allergies (atopic dermatitis) or the effects on respiratory or urogenital mucosae and, in recent years, in the prevention of pathology of the preterm newborn and in the H. pylori infection. In addition there are several lines of research open in nutritional supplementation with probiotics. and prebiotics. Each strain probiotics should be studied individually and extensively to determine its efficacy and safety in all situations in which their employment may be advisable.

Key words: Gut microbiota. Probiotics. Children.


 

Introducción

El intestino humano alberga una comunidad diversa de bacterias comensales (microbiota) en una relación de simbiosis con el anfitrión, de modo que influye permanentemente en su fisiología. Hay evidencia clara de que las interacciones bacteria-anfitrión en la mucosa del intestino desempeñan un papel muy importante en el desarrollo y regulación del sistema inmunitario1. Si esta interacción no es adecuada, la homeostasis ante la carga antigénica ambiental y la respuesta del individuo puede fallar. Ello puede repercutir en el desarrollo de patologías de disrregulación inmunitaria frente a estructuras antigénicas propias (autoinmunidad), incluyendo la propia microbiota (enfermedad inflamatoria intestinal), o estructuras antigénicas del ambiente (atopia).

En la actualidad se da gran importancia a la modulación de esta microbiota intestinal mediante los alimentos funcionales, que son aquellos que añaden a la función nutritiva un efecto beneficioso sobre la salud2. Algunos de estos alimentos tienen como constituyentes los probióticos (microorganismos vivos que administrados en cantidades adecuadas producen un efecto beneficioso en la salud y el bienestar del huésped), los prebióticos (carbohidratos no digeribles cuya ingestión induce el crecimiento de microorganismos beneficiosos) y los simbióticos, asociación de los dos anteriores.

Los probióticos se han utilizado en gran número de patologías pediátricas, principalmente en problemas gastrointestinales con alteración en la microbiota intestinal como la diarrea infecciosa, el sobredesarrollo bacteriano y, más recientemente, en procesos inflamatorios crónicos como la enfermedad inflamatoria intestinal o en trastornos funcionales como el cólico del lactante o el estreñimiento3. También se ha valorado su efecto beneficioso en alteraciones inmunológicas como la dermatitis atópica, en la prevención y tratamiento de la alergia alimentaria y, en los últimos años, en la prevención de patología del recién nacido pretérmino y en la infección por H. pylori. Además existen varias líneas de investigación abiertas en la suplementación alimentaria con probióticos y prebióticos4.

Sin embargo el empleo de probióticos no está del todo incorporado a la práctica clínica habitual por los pediatras debido a los escasos estudios randomizados y a los resultados poco concluyentes de la mayoría de ellos. La gran diversidad en el diseño de los estudios realizados justifica la gran variabilidad en los resultados de eficacia5. De hecho, la mayoría de metaanálisis concluye que hay insuficientes trabajos con probióticos específicos en grupos definidos de pacientes para poder establecer guías definitivas de tratamiento6 (tabla I). Todo esto parece que está cambiando en los últimos años habiéndose multiplicado el número de ensayos clínicos sobre probióticos en Pediatría, publicados en PubMed, de 20 en el año 2000 a 118 en 2010.

 

Hay que considerar que los diferentes probióticos emplean distintas estrategias de acción y que no todas las cepas presentan la misma resistencia ni capacidad de colonización y, por tanto, no tienen la misma eficacia clínica. Por ello, hay que considerar que los efectos en la práctica clínica son específicos de cepa y no están indicados para las mismas situaciones. Los datos agrupados de distintas cepas podrían llevar a falsas conclusiones. El empleo de los probióticos debería centrarse en hacer corresponder las cepas y dosis de producto utilizado a la situación para la que ha mostrado beneficio en los ensayos clínicos. A continuación se describen las principales aplicaciones del empleo de los probióticos y prebióticos en la infancia.

 

Diarrea aguda adquirida en la comunidad

La mayor evidencia sobre la eficacia de los probióticos en Pediatría ha sido descrita en el tratamiento de la diarrea aguda infecciosa. Los mecanismos implicados son la estimulación del sistema inmunitario, la competencia por los sitios de adherencia en las células intestinales y la elaboración de sustancias neutralizantes de microorganismos patógenos7. Las revisiones sistemáticas realizadas sobre los estudios con diferentes cepas concluyen, a pesar de la gran variabilidad de los mismos, que los probióticos producen un efecto beneficioso en la evolución de la diarrea aguda infecciosa. Concretamente, se ha observado una disminución del riesgo de diarrea al tercer día y la duración media, efectos evidenciados principalmente con Lactobacillus rhamnosus GG, L. reuteri y S. boulardii.

El efecto beneficioso es más significativo en las diarreas producidas por rotavirus. No se ha podido demostrar su eficacia en las producidas por microorganismos invasivos, aunque un trabajo reciente con S. boulardii ha mostrado una mayor efectividad frente al metronidazol en el tratamiento de la diarrea por ameba. Los efectos beneficiosos fueron más notables cuanto más precozmente se administraron los probióticos en el curso de la enfermedad, no evidenciándose efectos adversos con su administración. Es difícil extraer conclusiones definitivas, ya que la metodología empleada por los distintos autores ha sido muy heterogénea, empleando distintas especies de microorganismos y en dosis muy variables8. Basándose en los datos anteriores, las principales guías de práctica clínica y protocolos, contemplan el empleo de probióticos de eficacia comprobada y a dosis adecuadas4,6,7-12.

En una revisión sistemática13 se analizaron 63 estudios aleatorizados y describen un descenso de la duración de la diarrea (con una mediana de 24,76 horas, rango 15,9-33,9) en los procesos de más de 4 días de duración y en la frecuencia de las deposiciones al segundo día del inicio del tratamiento. Los autores concluyen que el uso de probióticos añadido a las soluciones de rehidratación oral, es seguro y tiene claro beneficio al acortar la duración de la diarrea y reducir el número de deposiciones, si bien se necesitan más estudios para establecer el tratamiento.

En un meta-análisis14 sobre la eficacia del S. boulardii, incluyendo cinco estudios aleatorizados controlados con placebo en 619 niños. Observan una reducción en la duración de la diarrea en 1,1 días (IC al 95% del -1,3 al 0,83) y un descenso en el número de deposiciones y en la duración de la hospitalización (1 día IC al 95% de -1,4 a -0,62). Otro meta-análisis15, evalúa la eficacia de Lactobacilus GG. Incluyeron 8 ensayos aleatorizados controlados con placebo (988 niños). Observaron una disminución en la duración de la diarrea. (-1,1 días IC 95% -0,6), en el riesgo de diarrea prolongada (RR 0,25 IC 95% 0,09-0,75) y en la duración de la hospitalización (-0,58 IC 95% -0,4). La mezcla VSL#3 ha sido eficaz en el tratamiento de la diarrea por rotavirus en un estudio frente a placebo en 224 lactantes en donde se observó una recuperación de la diarrea a los 4 días de un 89,4% frente a un 39,6% en el grupo no tratado16.

 

Diarrea asociada a antibióticos

La diarrea asociada a antibióticos (DAA) puede definirse como aquella que aparece desde el inicio del tratamiento antibiótico hasta 3-8 semanas después, siendo inexplicable por otra causa. En la población infantil, el uso de antibióticos es tres veces mayor al de la población adulta, siendo la asociación de amoxicilina-clavulánico la causa más frecuente. No se han demostrado diferencias significativas en la incidencia de DAA en cuanto a la forma de administración, oral o parenteral, aunque los pacientes hospitalizados son más susceptibles17.

Los estudios realizados han podido demostrar que los probióticos en combinación con antibióticos reducen el riesgo de diarrea asociada a los mismos. No hay, por el momento, estudios concluyentes para recomendar de manera rutinaria el empleo conjunto de probióticos y antibióticos, aunque algunas cepas, principalmente Saccharomyces boulardii y Lactobacillus GG, han demostrado su eficacia disminuyendo la incidencia de DAA18. Su administración debe realizarse al principió del tratamiento y no cuando se ha desencadenado el cuadro.

En una revisión sistemática19 de 6 ensayos clínicos aleatorizados controlados con placebo se determina que algunas cepas de probióticos reducen el riesgo de DAA en niños. La revisión Cochrane de Johnston20 concluye que el uso de Lactobacillus GG o Saccharomyces boulardii parece ser una opción para la coadministración con antibióticos. Se han descrito algunos efectos adversos, como por ejemplo, la fungemia asociada a S. boulardii, o la bacteriemia con ciertas cadenas de probióticos, afectando fundamentalmente a pacientes de riesgo como uso de catéteres centrales, estado crítico o inmunosupresión severa.

 

Diarrea por Clostidium difficile

Clostridium difficile es un bacilo Gram positivo anaerobio que forma parte de la flora transitoria del intestino grueso en hasta un 50% de los niños pequeños21. La infección por C. difficile es la primera causa identificable de diarrea en pacientes hospitalizados. La mayoría de los pacientes responden al tratamiento oral con metronidazol o vancomicina, pero en una cuarta parte de los casos presentan episodios recurrentes. La clínica causada por C. difficile abarca un amplio espectro de signos y síntomas, desde la diarrea leve y autolimitada hasta cuadros graves de colitis, pudiendo poner en peligro la vida del paciente22.

La microbiota intestinal normal inhibe el crecimiento del Clostridium difficile y la liberación de sus toxinas. Los probióticos podrían actuar tanto como medida profiláctica como terapéutica. El gasto sanitario atribuible a la estancia hospitalaria, reingresos y la morbimortalidad podrían verse reducidos con el uso profiláctico de probióticos junto con los antibióticos. Es difícil sacar conclusiones basadas en la evidencia, dada la heterogenicidad metodológica y la variablilidad de los resultados en los diferentes estudios publicados23. Se ha evaluado la eficacia del S. boulardii y diversas cepas de lactobacilos24,25.

Un estudio aleatorizado26, doble ciego, donde observó que los pacientes que recibieron S. boulardii presentaron un menor riesgo de desarrollar recurrencias, comparados con el grupo placebo (RR 0,43, IC 95% 0,270,97). En un ensayo multicéntrico, aleatorizado y controlado con placebo evaluaron 21 pacientes con historia de diarrea recurrente por Clostridium difficile. Al grupo de tratamiento (n = 11), que se les administraba metronidazol y 5x1010 UFC de L. plantarum 299v, presentó un menor número de recurrencias comparados con el grupo placebo (4/11 frente a 6/9 p 0,37)27.

En conclusión, diferentes meta-análisiss han demostrado que el empleo de probióticos puede ser eficaz, en concreto, Saccharomyces boulardii (grado de recomendación 1 B). Basada en esta evidencia, la guía clínica de la Organización Mundial de Gastroenterología6 recoge la recomendación del uso de probióticos en la prevención de estas diarreas, tanto en adultos como en niños.

 

Enfermedad inflamatoria intestinal

La enfermedad inflamatoria intestinal (EII) es la entidad donde existen más evidencias, tanto en humanos como en animales de experimentación, sobre la imprescindible participación de la microbiota intestinal para que se produzca la enfermedad28. El uso de probióticos permite la intervención terapéutica a nivel microbiológico modificando la microbiota intestinal, que es en última instancia la responsable de activar la respuesta inmunitaria29,30. Los estudios realizados en niños ofrecen datos esperanzadores, aunque son pocos los estudios aleatorizados controlados con un número suficiente de pacientes como para poder establecer su eficacia clínica real. También son pocas las cepas que se han investigado y es necesario determinar su seguridad calculando la dosis adecuada que hay que utilizar sin que sea un riesgo para los niños31,32.

Existen únicamente dos ensayos clínicos publicados sobre la CU tema en paciente pediátrico. Uno de ellos se realizó en 29 niños y encontró que VSL#3 era más eficaz que el placebo para mantener la remisión al año (73% vs 21%) cuando se administra conjuntamente con esteroides en la inducción o con mesalazina en la fase de mantenimiento33. El otro ensayo clínico realizado en 40 niños en el año 2012 durante ocho semanas, estudia la administración rectal de L. reuteri, administrado en infusión rectal, en niños con CU distal la cual parece ser eficaz en la mejora de la inflamación de la mucosa y produce un cambio en los niveles de la mucosa de algunas citoquinas que intervienen en los mecanismos de la EII34.

Siguiendo las recomendaciones de la Guía Mundial sobre probióticos y prebióticos de la WGO de octubre de 20116, podemos resumir que las cepas E. coli Nissle 1917 y Lactobacillus GG son tan efectivas como la mesalazina en el mantenimiento de la remisión de estos pacientes. La mezcla VSL#3 ha demostrado ser eficaz induciendo y manteniendo la remisión en niños y adultos con CU leve a moderada. Aunque los resultados son esperanzadores, se necesitan más estudios para demostrar el beneficio de S. boulardii y L. reuteri en esta enfermedad. Por otra parte, en el reciente consenso EPSGHAN/ECCO sobre la CU pediátrica se ha sugerido su empleo en casos de actividad leve con intolerancia a 5-ASA y/o como tratamiento coadyuvante en casos de actividad residual con la terapia convencional, advirtiendo de los posibles riesgos en inmunodeprimidos y portadores de catéteres intravenosos35.

Los ensayos clínicos sobre el empleo de probióticos en la EC han mostrado resultados dispares. Las razones de la heterogeneidad no están claras, pero podría ser debido a varios factores como la cepa y dosis utilizadas, las diferencias en la duración del estudio, las características de los pacientes incluidos (sobre todo, la localización de la enfermedad) y los parámetros usados como medida. Sí parece que existen resultados prometedores en cuanto al mantenimiento de la remisión inducida por fármacos o cirugía. A este respecto se han visto efectos beneficiosos con la administración de E. coli Nissle frente a placebo y de mesalazina con/sin Sacharomyces boulardii, con mayores porcentajes de remisión en los primeros casos. La mezcla VSL#3 asociada a rifaximina se ha observado que es más eficaz que el empleo de mesalazina en pacientes en remisión tras resección quirúrgica36.

Hay buena evidencia que muestra la utilidad de los probióticos para impedir una crisis inicial de pouchitis (con la mezcla VSL#3) y evitar recidivas futuras de esta entidad tras la inducción de su remisión con antibióticos. Se puede recomendar a pacientes con actividad leve o como terapia de mantenimiento para aquellos que estén en remisión. Hasta el momento, no se ha encontrado ningún beneficio con otras cepas (Lactobacillus rhamnosus GG), aunque son pocos los ensayos clínicos controlados37.

 

Síndrome del intestino irritable

El síndrome de Intestino Irritable (SII) es un trastorno gastrointestinal funcional frecuente. Se caracteriza por la presencia de dolor abdominal y cambios en el ritmo intestinal en ausencia de alteración orgánica que lo justifique. Aunque se desconoce su fisiopatologia, hay datos que apoyan su relación con la microbiota intestinal, siendo ésta diferente de la de los individuos sanos. Además su instauración tiene relación en una tercera parte de los casos con procesos infecciosos gastrointestinales y se ha observado también en una alta proporción de estos pacientes cuadros compatibles con sobredesarrollo bacteriano38.

Sin embargo, dada la heterogenicidad de los microorganismos estudiados, la duración y características de los pacientes implicados, los estudios más recientes son controvertidos. Las revisiones más recientes39,40 están de acuerdo en que los probióticos disminuyen los síntomas del . La mayoría de los estudios sugieren que el Bifidobacterium, posiblemente las especies del Lactobacillus y E. coli DSM 17252, tienen beneficios en el tratamiento del SII. Varios ensayos clínicos usan la combinación de probióticos (VSL#3) durante 5-6 meses demostrando que disminuyen las puntuaciones de síntomas totales (dolor abdominal, distensión, flatulencia y borborigmos) de forma significativa41.

 

Sobredesarrollo bacteriano

Los probióticos han demostrado ser eficaces en niños con sobrecrecimiento bacteriano intestinal como complicación de patologías como el intestino corto y el síndrome postenteritis, ya que suprimen las bacterias patógenas, inducen una microbiota anaeróbica, aumentan los ácidos grasos de cadena corta en heces, disminuyen la inflamación y mejoran el estado nutricional. Se ha empleado con éxito Lactobacillus GG y Lactobacillus plantarum 299V en niños afectos con intestino corto y sobrecrecimiento bacteriano que no respondieron al tratamiento antibiótico, con objeto de evitar graves complicaciones como la atrofia e inflamación intestinal42,43.

 

Dolor abdominal funcional

La terapia con probióticos se basa en la mejoría de la permeabilidad intestinal, en la regulación inmunitaria y de la respuesta inflamatoria, y en la regulación de la motilidad intestinal. Hay una limitación en los estudios, tanto desde el punto de vista metodológico como en las cepas empleadas o sus dosis. Aunque los resultados son esperanzadores, son necesarios más estudios para valorar su eficacia.

Se ha analizado el efecto de Lactobacillus GG en varios ensayos: 1) estudio doble ciego aleatorizado con 50 niños, en los que no se observó mejoría, con excepción de una disminución en la distensión abdominal44. 2) Otro estudio incluyó a 104 niños con dolor abdominal recurrente en tratamiento durante cuatro semanas y observaron que en un 25% de los pacientes había mejoría y disminución del dolor45. 3) Un ensayo con 141 niños en donde se observó que existe eficacia acerca del uso de Lactobacillus GG (3 billones de UFC/día) en el dolor abdominal funcional. En este estudio se redujo significativamente la frecuencia y la severidad del dolor con un efecto mantenido en el tiempo46.

 

Estreñimiento

El uso de los probióticos como terapia del estreñimiento se basa en el desequilibrio de la microbiota intestinal que se ha observado en los niños que lo padecen, pero no está claramente establecida su eficacia. Parecen tener un efecto positivo aunque poco importante en el número de deposiciones semanales47,48.

Se realizó un estudio piloto realizado en 20 niños entre 4 y 16 años con estreñimiento. Se observó que la administración de una mezcla de probióticos (Bifidobacteria bifidum, B. infantis, B. longum, Lactobacilli casei, L. plantarum y L. rhamnosus) aumentaba el número de deposiciones semanales y disminuía la incontinencia fecal49. Otro estudio en 20 niños de edades comprendidas entre 4 y 13 años. Los autores concluyeron que administrar entre 108 y 1010 CFU de B. breve durante 4 semanas aumentaba la frecuencia de defecación semanal, disminuía la consistencia de las heces, reducía los episodios de incontinencia y disminuía los dolores abdominal y defecatorio50.

El empleo de prebióticos aumenta la capacidad de retención de agua de las heces y estimula el crecimiento de las bifidobacterias, aumentando la media de deposiciones y disminuyendo su consistencia. La inulina y los fructooligosacáridos (FOG) poseen efectos laxantes dosis-dependiente que se atribuyen al aumento de la biomasa microbiana como resultado de su fermentación en el colon. En un estudio en lactantes en los que se evaluó el empleo de oligosacárido de fructosa controlado con placebo, se demostró que el uso de prebióticos era efectivo con un aumento significativo del número de deposiciones y una disminución de su consistencia51.

 

Cólico infantil

Su empleo se basa en la existencia de una microbiota colónica anormal en los lactantes con cólicos. Actúa mejorarando la motilidad intestinal y ejercerciendo efectos directos en la vía nerviosa del dolor visceral. La cepa de Lactobacillus reuteri DSM 17938, administrada en forma liofilizada a una dosis de 108 ufc/día. La tasa de respuesta (disminución del tiempo de llanto) fue significativamente mayor en los lactantes tratados frente al placebo.

Se han realizado tres estudios: 1) Estudio prospectivo aleatorizado que comparaba el uso de L. reuteri frente a dimeticona en 83 pacientes con reducción del tiempo de llanto diario del 95% en el grupo de probióticos frente a 7% en el grupo de la dimeticona, a los 28 días de tratamiento52; 2) Estudio realizado en 46 lactantes (25 con probiótico y 21 con placebo), con una tasa de respuesta fue significativamente mayor en los lactantes tratados con L. reuteri53; y 3) estudio en el que la tasa de respondedores al tratamiento fue significativamente mayor en el grupo probiótico en los días 14, 21 y 28 (p < 0,001) con reducción significativa en la percepción de los padres sobre la severidad del cólico. No se observaron efectos adversos del tratamiento en ninguno de los estudios54.

 

Infección por Helicobacter pylori

Las pautas de tratamiento erradicador recomendadas se basan en una triple terapia con inhibidores de bomba de protones o citrato de bismuto más doble antibioterapia con amoxicilina y claritromicina/metronidazol durante 1 ó 2 semanas. Uno de los principales inconvenientes de esta terapia son las resistencias al tratamiento que hace que exista una tasa de erradicación del 65-90% según la zona geográfica. También existen efectos secundarios frecuentes (5-30%) que han sido relacionados con cambios en la microbiota intestinal ocasionados por la parte no absorbida de antibiótico que ocasiona sustitución de la flora saprofita por patógena55. Hay estudios que han demostrado la capacidad de los probióticos de inhibir el crecimiento in vitro del H. pylori, observándose una mejora en los efectos secundarios del tratamiento56.

En un meta análisis con 14 ensayos clínicos controlados y un total de: 1.671 pacientes, había un 83,6% de erradicación con triple terapia con probióticos vs 74,8% triple terapia sin probióticos. Los efectos colaterales eran de 24,7% vs 38,5% sin adición de probióticos57. También se evaluaron los principales estudios realizados con Saccharomyces boulardii como complemento al tratamiento erradicador de H. pylori. En dicho metanálisis se objetivaba que S. boulardii, si bien por sí solo no es eficaz en erradicación de H. pylori, sí aumenta significativamente la tasa de erradicación añadido al tratamiento antibiótico, disminuyendo significativamente los efectos colaterales del tratamiento, especialmente la diarrea (53%)58. Los escasos estudios realizados en niños muestran una disminución de los efectos secundarios del tratamiento antibiótico con los probióticos, aunque sin evidencia clara de una mayor tasa de erradicación, habiéndose utilizado Lactobacillus GG, Lactobacillus reuteri y mezcla de varias cepas59,60.

 

Enterocolitis necrotizante

Los pretérminos en las UCI neonatales desarrollan una microbiota colónica muy diferente a la de los recién nacidos sanos, quizás debido al empleo de antibióticos de amplio espectro y a las medidas de esterilización que se utilizan en dichas unidades. El menor riesgo de desarrollar enterocolitis necrotizante (NEC) en los neonatos alimentados con leche materna está en relación con su contenido de factores inmunoprotectores, inmunomoduladores, antimicrobianos y antiinflamatorios. Por el contrario, en los alimentados con lactancia artificial predominan las bacterias E. coli, bacteroides y otros anaerobios, habiendo menos bifidobacterias. Por ello, una alternativa para la prevención y el tratamiento de la NEC sería evitar el crecimiento de patógenos mediante la administración de probióticos para colonizar el intestino con microbiota no patógena61,62.

El uso de suplementos enterales de probióticos puede reducir la incidencia de ECN, el riesgo de ECN grave y la mortalidad global en prematuros. Sin embargo, no ha demostrado eficacia en la disminución de la mortalidad por NEC ni en la prevención de la sepsis nosocomial. Otro efecto beneficioso de los probióticos es la mejoría en la tolerancia enteral, a través de la aceleración del vaciamiento gástrico y la mejoría de la función barrera intestinal63. Los pacientes que reciben suplementos con probióticos tardan menos tiempo en alcanzar la nutrición enteral completa. Los probióticos no han demostrado diferencias en cuanto al crecimiento postnatal en recién nacidos pretérminos64.

La suplementación con probióticos en RNPT (< 34 ss) y < 1.500, disminuye la incidencia de NEC establecida alrededor de un 30%: RR: 0.35; IC 95%: 0,230,55, p< 0,00001) NNT: 25 (IC 95% 17-34). Por ello, la Cochrane Neonatal Review Group (CNRG): la evidencia científica actual apoya un cambio en la práctica clínica mediante el uso sistemático de probióticos en prematuros, excepto en RNPT de extremado bajo peso para la edad gestacional (< 1.000 g), debido a la falta de datos específicos en este grupo de alto riesgo65.

La seguridad de estos suplementos está demostrada, sin presentar efectos adversos como refieren los metaanálisis de Deshpande y CNRG. La mayoría de los estudios utilizan combinación de cepas (Bifidobacterium y Lactobacillus) por la mayor colonización y sinergismo. Aún así, se necesitan más estudios en cuanto a especie, cepa y dosis óptima, para evaluar su eficacia y seguridad, sobre todo, si se van a utilizar otras cepas de probióticos que han resultado beneficiosas en otras patologías gastrointestinales.

 

Intolerancia a la lactosa

Los probióticos podrían mejorar la tolerancia a la lactosa, al modular la microbiota intestinal. El consumo de leches fermentadas mejora la tolerancia al degradarse por las enzimas bacterianas, mejorando su digestibilidad y disminuyendo el vaciamiento gástrico. Algunas cepas como el Lactobacillus acidophilus y el Lactobacilus bulgaricus contienen β-galactosidasa y lactasa, con lo que podrían aumentar la digestión de la lactosa. También se ha demostrado en ratas la estimulación que el Saccharomyces boulardii realiza sobre las enzimas del ribete en cepillo de los enterocitos, como la lactasa66.

En los últimos años se han desarrollado pocos ensayos clínicos para evaluar la utilidad de los probióticos en esta patología, todos ellos presentaban una adecuada calidad metodológica, pero el tamaño muestral era insuficiente. En una revisión sistemática para evaluar su eficacia en adultos, se analizaron para ello diez ensayos aleatorizados y controlados. Dada la heterogeneidad de los estudios concluyeron que los probióticos no reducen la intolerancia a la lactosa, aunque en algunos individuos son capaces de mejorar los síntomas67. Si bien, hay estudios que demuestran una mejor digestión de lactosa y menor excreción de hidrógeno en el aire espirado en estos pacientes que consumen lácteos fermentados, en la actualidad, no existe evidencia suficiente para recomendar el uso de probióticos en el manejo sistemático de la intolerancia a la lactosa.

 

Enfermedad celiaca

La microbiota intestinal de los celíacos está constituida por una mayor proporción de bacterias proinflamatorias y un menor número de bacterias simbióticas. Entre estas bacterias beneficiosas se encuentran algunos de los probióticos que son capaces de disminuir la toxicidad del gluten y la respuesta inflamatoria desencadenada. Existen distintos ensayos in vitro que se basan en la respuesta inflamatoria producida en cultivos de líneas celulares (intestinales y sanguíneas) combinadas con probióticos y distintos péptidos del gluten68,69.

Otras líneas de investigación intentan la detoxificación del gluten previa a la ingesta con la fermentación de harinas70,71. Algunos estudios con humanos orientan hacia el posible beneficio de esta opción. Sin embargo, hasta el momento no hay suficiente evidencia científica sobre el uso de probióticos en la restauración de la composición de la microbiota intestinal y la detoxificación del gluten para el tratamiento de la enfermedad celíaca.

Los probióticos más estudiados en la enfermedad celíaca son: Bifidobacterium lactis, Bifidobacterium longum, Lactobacilli, Propionibacterium y F.meningosepticum. En los enfermos celiacos se ha demostrado, en biopsias duodenales, que hay una disbiosis intestinal con un aumento en el número total de bacterias Gramnegativas (Bacteroides y Escherichia coli) con una menor proporción de bifidobacterias. Estos hechos se han observado en pacientes celiacos con enfermedad activa, en comparación con aquellos sin sintomatología. Esta alta incidencia de bacterias proinflamatorias en la microbiota duodenal de los niños celiacos podría estar en relación con los síntomas que aparecen al comienzo de la enfermedad. Por otro lado, se ha observado que B. longum CETC 7347 reduce in vitro la toxicidad y el potencial efecto inmunogénico de las gliadinas sobre células del epitelio intestinal72.

Aunque en la actualidad el único tratamiento de la enfermedad celiaca sea una dieta exenta de gluten, es posible que, basándonos en la alteración de la microbiota intestinal de estos pacientes, en un futuro la administración de bifidobacterias pueda producir efectos beneficiosos, aunque para ello son necesarios más estudios.

 

Obesidad

La microbiota intestinal parece constituir un objetivo nutricional y farmacológico para el tratamiento de la obesidad ya que se ha demostrado en estudios en ratones que la microbiota intestinal tiene un papel en la homeostasis lipídica y de la glucosa y otras funciones metabólicas, participando en el desarrollo de la masa adiposa y la inflamación de bajo grado sistémica que condiciona la aparición de resistencia insulínica, diabetes mellitus tipo 2 y enfermedades cardiovasculares, a través de diversos mecanismos bioquímicos. Esto permite la identificación de tratamientos novedosos actuando sobre la microbiota, por ejemplo, con bacterias específicas como el Bifidobacterium spp.

Además, diferencias tempranas en la microbiota de los niños parece predecir la aparición posterior de sobrepeso, variando su composición entre individuos obesos y de peso normal. En un estudio realizado a los 6 y 12 meses de edad, se demostró un mayor número de bifidobacterias en niños de peso normal que en niños con sobrepeso y a la inversa, un mayor número de Staphylococcus aureus en niños que desarrollan obesidad73. Otro ensayo demuestra diferencias significativas en la composición de la microflora de mujeres embarazadas, que condicionaría un aumento del riesgo de tener un recién nacido de alto peso, lo cual es un factor predictivo para el desarrollo de obesidad infantil74.

La modulación de la microbiota intestinal constituye un objetivo fundamental en la búsqueda de nuevos tratamientos preventivos de la obesidad. Aunque esta línea de investigación está tan sólo en su inicio e implica a bacterias no consideradas clásicamente como probióticos, los estudios realizados están aportando una información clave para conocer nuevos factores implicados en el desarrollo de la obesidad y las enfermedades metabólicas, así como para mejorar las estrategias de intervención nutricional75,76.

 

Malnutrición severa

Los probióticos ayudan a equilibrar la microbiota intestinal, teniendo un papel útil en la desnutrición donde hay un importante riesgo de sobrecrecimiento bacteriano y una inmunodeficiencia secundaria. Su utilidad también se ve reflejada por su actividad antimicrobiana (producción de ácido acético, láctico y bacteriocinas) mejorando la función de barrera. En un estudio que señala que cuando se añade a la dieta de los niños malnutridos los probióticos como el requesón y concentrados de micronutrientes ricos en proteína, se observa una aceleración de la recuperación inmune. Los autores concluyen, no obstante, que se necesitan más estudios para confirmar estos hallazgos77.

En la actualidad no existen estudios multicéntricos que aclaren los beneficios y recomienden el uso de los probióticos en la malnutrición severa; pero está claro, que estos agentes terapéuticos juegan un papel importante en la inmunidad y en el equilibrio de la flora bacteriana intestinal, teniendo un impacto importante en la malnutrición78-80. Se espera que en un futuro surjan más estudios para definir el rol de los probióticos en situaciones nutricionales deficitarias.

 

Fibrosis quística

Los pacientes afectados de fibrosis quística son candidatos idóneos al beneficio del tratamiento con probióticos por sus propiedades inmunomoduladoras, antiinflamatorias y por su potencial efecto contra la translocación bacteriana y la disminución de la permeabilidad intestinal. Sin embargo, por el momento, no son muchos los estudios realizados al respecto. En diferentes estudios se ha observado que el tratamiento con probióticos puede disminuir la tasa de exacerbaciones respiratorias e ingresos, y las funciones respiratoria y digestiva con mejoría clínica de los pacientes.

El tratamiento con probióticos, además de una alternativa al tratamiento descontaminante con antibióticos, también puede mejorar la función intestinal en la fibrosis quística, tanto clínica como bioquímicamente. Por tanto, su administración podría ser pautada de una manera regular. Los estudios realizados ofrecen un panorama prometedor, pero hasta el momento se trata de estudios piloto, que incluyen pocos pacientes y no tienen en cuenta la multitud de factores que influyen en la patogenia de esta enfermedad, por lo que es necesaria mayor investigación y tomar estos datos como preliminares81-85.

 

Síndrome de intestino corto

Existen pocos estudios en relación al tratamiento con probióticos, la mayoría de ellos experimentales. Asimismo también hay estudios con casos clínicos publicados en la literatura acerca de la terapia con probióticos en el síndrome de intestino corto, algunos de los cuales relacionan su administración con la aparición de bacteriemia.

Un estudio experimental realizado en 7 niños malnutridos con intestino corto, tratados con simbióticos durante un año, demostró que en todos los pacientes excepto uno aceleraron la ganancia ponderal y 5 de ellos aumentaron el nivel de proteínas séricas. Sin embargo, se necesitan estudios con muestras poblacionales con un tamaño adecuado para extraer conclusiones significativas86. No obstante los probióticos podrían ser utilizados en la práctica clínica a corto-medio plazo, una vez se realicen ensayos clínicos controlados en niños87,88.

 

Alergia alimentaria

Durante los últimos años se han realizado numerosos estudios que han evaluado el papel de los probióticos en la alergia alimentaria, observándose que la administración oral de Lactobacillus y Bifidobacterium podría disminuir la tasa de alergias alimentarias; específicamente se ha observado que la administración, durante el embarazo y la lactancia, de Lactobacillus GG solo o en combinación con Bifidobacterium lactis a madres con antecedentes de atopia, reduce el riesgo de dermatitis atópica y sensibilización alérgica en el niño89.

En otro estudio, la administración de Lactobacillus acidophilus y Bifidobacterium lactis demostró disminuir los síntomas cutáneos y gastrointestinales inducidos por la sensibilización a la ovoalbúmina. Sin embargo, existen estudios donde no se han observado diferencias significativas entre el uso de probióticos y placebo. Un reciente estudio plantea la posibilidad de una más precoz adquisición de tolerancia en la alergia a proteínas de leche de vaca, tanto mediada por IgE como no mediada por IgE, con la utilización de un hidrolizado de proteínas de leche de vaca suplementado con Lactobacillus GG90.

Los pacientes con alergia alimentaria presentan alteraciones en la permeabilidad intestinal con aumento de la absorción de macromoléculas, mostrando una respuesta inmune local, condicionada por la actividad de distintos tipos de linfocitos reguladores, con liberación de citoquinas proinflamatorias. Los probióticos podrían modular la respuesta del intestino frente a los antígenos alimentarios en su función de barrera intestinal. Por todo esto, aunque los resultados son prometedores, se cree que son necesarios más estudios que evalúen todos estos aspectos.

 

Suplementación de fórmulas lácteas infantiles

El perfil microbiano de los recién nacidos a término, por parto vaginal y alimentados exclusivamente con leche materna constituye el estándar de microbiota beneficiosa y sirve de referencia para el desarrollo de las fórmulas infantiles. Con el fin de conseguir esta mayor similitud con la leche materna, y con el objetivo de mejorar la función gastrointestinal e inmunitaria y evitar complicaciones a largo plazo, se desarrollan las formulas infantiles con complementos probióticos y prebióticos91.

Una reciente revisión del Comité de expertos de la Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica (ESPGHAN) establece respecto a los posibles beneficios en la administración de fórmulas suplementadas con probióticos a lactantes menores de 4-6 meses y según la evidencia disponible, que tanto en la frecuencia como en la consistencia de las deposiciones podía haber un modesto beneficio con la aportación de LGG. En los lactantes mayores los posibles beneficios serían sobre las infecciones gastrointestinales (B. lactis), disminución en el empleo de antibióticos (B. lactis y S thermophilus ó L reuteri) y en la irritabilidad del cólico (B. lactis o Sthermophilus)92.

En relación a los prebióticos, no se puede realizar una recomendación general y considera que su suplementación en la dieta tiene la capacidad de incrementar el número de bifidobacterias beneficiosas en las heces y disminuye la consistencia de las mismas con efecto beneficioso en el estreñimiento. No se han encontrados efectos adversos en cuanto al uso de prebióticos en la alimentación infantil y es necesaria más información antes de un uso generalizado en niños prematuros y en niños con problemas especiales como inmunodeficiencias93.

 

Enfermedades atópicas

La teórica relación entre la composición de la microbiota intestinal y el eczema, con una posible alteración de la permeabilidad intestinal y presencia de marcadores de inflamación, ha sido la base para el empleo de probióticos en esta patología. La mayoría de los estudios realizados acerca de la modificación de reacciones alérgicas se basaron en el estudio del eczema atópico y el uso de Lactobacillus GG como probiótico, y algunos de ellos mostraron la mejoría de este síntoma frente al grupo placebo94,95.

 

Prevención de enfermedades infecciosas

Una revisión Cochrane en que se analizan 14 ensayos clínicos que comparaban probióticos con placebo, ha evidenciado que los probióticos eran mejores para reducir el número de participantes que sufrían infecciones de vías respiratorias altas, su incidencia y reducir así mismo la prescripción de antibióticos. La duración de los episodios y los efectos adversos fueron similares entre los grupos. Los efectos secundarios relacionados con la toma de probióticos fueron en todo caso menores, siendo más comunes los síntomas gastrointestinales96,97.

Varios estudios que han demostrado que el Lactobacillus GG previene la recurrencia de gastroenteritis después de un tratamiento antibiótico, disminuyendo su incidencia del 60 al 16% después de un tratamiento con vancomicina o metronidazol, y un 94% de pacientes quedó libre de enfermedad tras un segundo ciclo de tratamiento. Así mismo, el consumo de leche con probióticos resultó en una reducción significativa de bacterias patógenas en cavidades nasales, siendo algunas de las eliminadas, por ejemplo, el S. aureus, S. pneumoniae y el estreptococo beta-hemolítico. Aún con todo esto, son necesarios más estudios para continuar investigando las dosis más eficaces, la seguridad de estos tratamientos y comprobar estos hallazgos98,99.

 

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Dirección para correspondencia:
Guillermo Álvarez-Calatayud.
Sección de Gastroenterología y Nutrición Pediátrica.
Hospital General Universitario Gregorio Marañón.
C/ O´Donnell, 48.
28007 Madrid. España.
E-mail: galvarezcalatayud@gmail.com

Recibido: 28-III-2013.
Aceptado: 8-IV-2013.

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