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Anales de Medicina Interna

versión impresa ISSN 0212-7199

An. Med. Interna (Madrid) vol.19 no.5  may. 2002

 

REVISIÓN DE CONJUNTO

Hemocromatosis hereditaria.

Diagnóstico clínico: manifestaciones precoces, procesos relacionados y formas atípicas

A. del Castillo Rueda, J.A. López-Herce Cid, J. de Portugal Álvarez


Servicio de Medicina Interna II. Hospital General Universitario Gregorio Marañón. Madrid.

 

Hereditary hemochromatosis. Diagnosis: early manifestation, related entities and atypical presentations


Trabajo aceptado: 9 de julio de 2001

Correspondencia: Alejandro del Castillo Rueda. Servico de Medicina Interna. Hospital General Universitario Gregorio Marañón. C/ Doctor Esquerdo, 46. 28007 Madrid.

 

INTRODUCCIÓN

La hemocromatosis (H) (sinónimo de hemocromatosis hereditaria –HH– o primaria –HP– frente a las formas secundarias –HS–) es una enfermedad autosómica recesiva que resulta de un error congénito del metabolismo del hierro (Fe) por el que un aumento de su absorción intestinal causa la sobrecarga y el depósito progresivo del mismo en las células parenquimatosas de diversos órganos, como el hígado, páncreas y corazón (1) provocando su deterioro estructural y funcional (2) con producción, respectivamente, de cirrosis hepática, diabetes y miocardiopatía (3).

La prevalencia en la población europea de enfermedad por sobrecarga de hierro, que incluye las formas secundarias, y de homocigosis para el gen de la hemocromatosis se sitúa, en ambos casos, entre 1 y 10 por 1.000 (2). Sin embargo, la frecuencia de diagnóstico de hemocromatosis hereditaria se sitúa alrededor de 1 por 10.000 (2).

La discrepancia entre la prevalencia genotípica (1-10 por 1.000) y el número de casos identificados clínicamente de H (1 por 10.000) se puede explicar por factores que modifican la expresión fenotípica (edad, sexo y hábitos dietéticos) o por baja penetrancia genética (ciertos sujetos homocigotos para el gen de la H no desarrollarán la enfermedad a lo largo de toda la vida), pero también por escasa sospecha clínica al considerar la H como una enfermedad poco frecuente (1,4). Recientemente se demuestra en un modelo experimental que la expresión fenotípica del gen de la H podría estar influida por otros genes que regulan el metabolismo del hierro (5). 

El diagnóstico de la hemocromatosis hereditaria sigue siendo un reto para el clínico al ser imprescindible realizarlo en el inicio biológico de la enfermedad para detener su evolución y evitar las complicaciones: cirrosis, diabetes, cardiopatía, disfunción endocrina, artropatía, cáncer hepático... (6,7,8). Sin embargo, el diagnóstico precoz sólo puede hacerse en fases iniciales cuando la enfermedad está en fase asintomática mediante la búsqueda activa de casos y el cribado poblacional, fenotípico y/o genotípico (9-11).

El síndrome clínico de diabetes, cirrosis e hiperpigmentación cutánea fue descrito inicialmente por Trousseau en 1865 (12), veinticuatro años más tarde von Recklinghausen, en 1889, acuña el término de hemocromatosis para este síndrome al identificar el hierro como el pigmento que aparece en los órganos afectados y su procedencia hemática (13). En 1935 Sheldon concluye que la enfermedad es familiar y está causada por un error congénito del metabolismo del hierro, aunque la naturaleza genética de la enfermedad no se comprobó hasta cuarenta años más tarde, en 1975, por Simon y cols. (14,15) al demostrar la asociación con el alelo HLA-A3 en el complejo mayor de histocompatibilidad (CMH) en el cromosoma 6. Hasta 1996 no se identifica el gen responsable de la H por Feder y cols. (16), inicialmente denominado HLA-H y posteriormente HFE (17). El descubrimiento del gen de la H marca una nueva era en el conocimiento de la enfermedad (18) y nos permite realizar una prevención primaria de la misma (19) directamente o previo cribado fenotípico, en una enfermedad anunciada como la alteración genética del siglo XXI (20).

MANIFESTACIONES PRECOCES

La H se diagnostica cada vez más como hallazgo incidental en relación con otras enfermedades, ante una elevada saturación de transferrina o ferritina elevada y menos en base a criterios clínicos (21).

El diagnóstico de la enfermedad debe realizarse en los estadios iniciales (Tabla I) para lo que es preciso alta sospecha clínica ante síntomas inespecíficos (artralgias, astenia, debilidad, impotencia...), diversos procesos relacionados como forma de expresión clínica e inclusión de la realización del índice de saturación de transferrina (IST) por su sensibilidad, especificidad y valor predictivo positivo para la detección de H (4,22). La ferritina es marcador de acúmulo de hierro y no es útil para el diagnóstico precoz cuando la enfermedad no ha evolucionado (23). Otros marcadores asociados de diagnóstico precoz o de pronóstico y/o evolución están en estudio y así parece que la trombopenia puede ser una alteración inicial en el desarrollo de la enfermedad por efecto tóxico directo del hierro sobre las plaquetas (24). 

 



La clínica es más tardía, menos grave y frecuente en mujeres, probablemente debido a la menstruación y embarazos, y predominan la astenia y artropatía (1) (Tablas II y III). La enfermedad hepática grave no suele aparecer antes de los 35 años y la asociación de ingesta o pérdida de hierro, alcoholismo, obesidad y hepatitis B y C pueden actuar como factores extrínsecos que modifican la historia de la enfermedad (1,21).

 



Tras la primera serie publicada por Sheldon en 1935, se publica otra en 1990 por Adams y cols. (25) donde ya se anuncia un primer cambio en la presentación clínica de la enfermedad ya que la triada clásica (hepatomegalia, diabetes e hiperpigmentación) aparece sólo en el 8% de los casos, mencionándose un “cambio de escena” en la presentación clínica de la enfermedad cuyo diagnóstico se hace más incidental en relación con el diagnóstico de otras enfermedades –30%–, síntomas inespecíficos (dolor abdominal –16%–, artralgias –11%–, astenia –9%–, infecciones frecuentes –7%– o diabetes –7%–) o mediante exámenes de salud –10%– (25). En esta serie se muestra un intervalo entre el diagnóstico y el inicio de los síntomas con una media de 5 años, siendo el síntoma de mayor duración la artralgia –10 años–. Posteriormente, en 1999, se publica una encuesta sobre cerca de 3.000 pacientes diagnosticados de H de los cuales sólo el 35% lo fueron mediante sus síntomas, el 45% como hallazgo de laboratorio y el 20% por estudio familiar (26). Es preciso señalar que la edad media de aparición de los síntomas es 41 años y que, sin embargo, la edad media de diagnóstico es 50 años debido a que los pacientes mantienen sus síntomas cerca de 10 años durante los que acuden al médico como media 3-4 veces hasta que se realiza el diagnóstico, con un retraso medio de 10 años, ante la presencia de síntomas inespecíficos como astenia crónica –45%–, artralgias – 43%– e impotencia y pérdida de libido –25,8%– como más frecuentes y poco valorados (26). 

Parece apropiado emprender medidas encaminadas a diagnosticar más y de forma más precoz esta enfermedad realizando programas de salud para la detección de H, semejante o conjuntamente con los diseñados para la hipercolesterolemia o el cáncer (27), bien sea mediante cribado, estudio familiar, asociación con otros procesos, sospecha ante síntomas inespecíficos y en exámenes rutinarios de salud, incluyendo la determinación del índice de saturación de transferrina en todos los casos (1,22).

En un estudio reciente (28) sólo el 10% de los pacientes diagnosticados de H estaban sintomáticos en el momento de su diagnóstico y los síntomas más frecuentes eran nuevamente artralgias, astenia y dolor abdominal que se suelen asociar con enfermedades reumáticas o diabetes y son poco valorados como expresión fenotípica de la enfermedad. La cirrosis se asocia con cifras más elevadas de ferritina pero la artropatía con sobrecargas moderadas (28) y mientras la cirrosis es esencial para la mortalidad, la artropatía tiene mayor impacto en la calidad de vida de los pacientes (29).

PROCESOS CLÍNICOS RELACIONADOS (TABLA IV)

En el momento del diagnóstico de la H, el 79% tienen alguna enfermedad relacionada (28) por lo que parece oportuno considerar este diagnóstico ante una lista de procesos (Tabla IV) en los que el hierro puede actuar como etiología o cofactor debido a la toxicidad por radicales libres oxidativos y alteración del ácido desoxirribonucleico (ADN) (30). En algunos casos, la asociación con otros procesos impide el diagnóstico inicial de H que se precipita al corregir la otra enfermedad como en celíaca (31) o al emplear hierro en el tratamiento de una anemia ferropénica (32).

 



Afortunadamente la asociación a cirrosis o diabetes, debido al diagnóstico más precoz, ha descendido del 84 y 55%, respectivamente, al 7 y 9% (21). Sin embargo, aparecen nuevas asociaciones con enfermedades crónicas por lo que se sospecha que la H pueda contribuir o predisponer al desarrollo de determinadas enfermedades hepáticas, cardio-vasculares, reumatológicas y endocrinas, principalmente (2).

Los pacientes con H presentan un absorción intestinal de hierro de la dieta que es dos a tres veces superior a la de los normales y este exceso de hierro se deposita en células parenquimatosas del hígado, corazón, pancreas, hipófisis y paratiroides (33).

Los órganos afectados por el depósito evolucionan, respectivamente y de forma progresiva, a fibrosis, cirrosis y cáncer hepático, miocardiopatía –dilatada o restrictiva, asociada a pericarditis y arritmias- y diversos procesos de insuficiencia endocrina (33). Por tanto, en cualquiera de estos procesos de causa desconocida es preciso valorar la posibilidad etiológica de sobrecarga de hierro.

El hierro se ha descrito como un factor de riesgo cardiovascular y la presencia de hemocromatosis aumenta el riesgo de eventos cardiovasculares, aunque en homocigotos el mayor depósito de hierro tiene un efecto directo sobre el miocardio con afectación multiorgánica pero sin lesiones coronarias (34,35). Por otra parte, se afirma que la hemodonación regular puede tener un efecto protector contra las enfermedades cardiovasculares (35). Sin embargo, el papel del depósito de hierro y de la presencia del gen de la H en la arteriosclerosis y las enfermedades coronaria y vascular cerebral, queda aún por determinar (36,37).

En pacientes con H se ha descrito un aumento de la susceptibilidad a las infecciones por patógenos intracelulares ferrofílicos ya que el exceso de hierro disminuye la fagocitosis y el metabolismo oxidativo y favorece la proliferación, el crecimiento rápido y la patogenicidad de los microorganismos (30,38). La lista de los patógenos relacionados con la H es larga y provocan una mayor morbi-mortalidad (33,39,40): Vibrio vulnificus, Yersinia enterocolitica, Micobacteria tuberculosis, Listeria monocytogenes, Salmonella enteritidis, Klebsiella pneumoniae, Mucormicosis... También se describe una mayor prevalencia de infecciones por virus de las hepatitis B y C (1,21).

Es posible que la mayor mortalidad en H sea debida a la elevada prevalencia de cáncer tanto hepático como extrahepático (1). Se conoce que el hierro actúa como cofactor tanto del hepatocarcinoma y colangiocarcinoma como de otros tumores (cáncer de mama, cáncer colorrectal, mieloma múltiple...)(21,41).

El potencial destructivo del hierro y las mutaciones genéticas de la H favorecen el papel patogénico ademas de la carcinogénesis y arteriosclerosis, en la enfermedades neurodegenerativas como Alzheimer, Parkinson y en el envejecimiento (30), así como en los trastornos del movimiento donde se aconseja investigar sistemáticamente la posibilidad de H (42). 

En el panorama clínico actual de la H, la propuesta con el fin de, al menos, aumentar el número de diagnósticos incidentales dentro del estudio de otras enfermedades (Tabla IV) o síntomas clínicos (Tablas II y III) es incluir dentro de las determinaciones analíticas habituales la determinación del índice de saturación de la transferrina, con el fin de poder identificar esta posible etiología. En esta línea existen algunos trabajos que ya anuncian una mayor prevalencia de H asociada a diabetes (43), porfiria cutánea tarda (44) y hepatitis por virus C (45) y que probablemente puedan beneficiarse de un tratamiento específico. Así se ha comprobado que la flebotomía mejora tanto la disfunción ventricular como el control metabólico en pacientes con diabetes mellitus e hiperferritinemia por lo que se podría incluir la flebotomía en el tratamiento de esos procesos (46).

FORMAS CLÍNICAS NO RELACIONADAS CON EL GEN HFE (ATÍPICAS) (TABLA V)

El gen HFE se localiza en el brazo corto del cromosoma 6 que codifica una glucoproteína de 343 aminoácidos denominada proteína HFE que presenta similitudes con las proteínas del complejo mayor de histocompatibilidad de clase I (16). Se han identificado dos mutaciones mayoritarias (C282Y y H63D), siendo la sustitución de la cisteína por tirosina en la posición 282 la mutación causante de la enfermedad (47). Otras mutaciones definidas recientemente (S65C y IVS3+1G-T) explican, respectivamente, casos de fenotipo clásico de H sin la mutación C282Y (48) o que la tienen en heterocigosis (49). Incluimos en este apartado las formas de presentación clínica con el fenotipo de hemocromatosis pero no asociadas al gen HFE: H del adulto, juvenil y autosómica dominante (1,2). 

 



HEMOCROMATOSIS DEL ADULTO (HA)

Aproximadamente el 85% de los pacientes con H son homocigotos para la mutación C282Y y, al menos, el 15 % de los pacientes con fenotipo de H clásica no presentan ninguna mutación conocida del gen HFE (50). Algunos de estos casos, hasta el 55%, son hemocromatosis secundarias diagnosticadas inicialmente, y de forma incorrecta, como hereditarias (51); el resto puede deberse a otras mutaciones u otros genes de significado incierto o actualmente no conocidos ni identificados (52,53).

Recientemente se han descrito dos familias sicilianas con H no vinculada al gen HFE que son portadoras de una mutación (Y250X) en el gen homólogo del receptor de transferrina que se localiza en el cromosoma 7 (gen TFR2) (54), por lo que este gen podría estar implicado en esta forma clínica (55). 

La H del adulto se trata de una enfermedad hereditaria con sobrecarga de hierro pero sin mutación del gen HFE, con el fenotipo clásico de la H típica y sin causa identificable de sobrecarga férrica secundaria (50,51). Aparece con más frecuencia en países del área mediterránea donde la enfermedad se comporta de forma más heterogénea que en el norte de Europa (53). Estos pacientes suelen tener mayor edad a la presentación de la enfermedad, niveles menores de depósito de hierro y asociación más frecuente con procesos relacionados (2,21).

HEMOCROMATOSIS JUVENIL (HJ)

En 1983, Cazzola y cols. (56) describen las características especiales de una forma clínica de H y aunque recogen casos previos comunicados, probablemente debemos remontarnos al caso descrito por Trousseau en 1865 (varón de 28 años con diabetes bronceada, cirrosis e hipogonadismo) (12) para encontrar, casi con toda probabilidad, el primer caso de HJ. 

Es una entidad clínica diferenciada, poco frecuente, que se describe sobretodo en familias del sur de Italia (33). La aparición clínica es precoz, rápida y progresiva, aparece en menores de 35 años y afecta por igual a ambos sexos, es más frecuente el hallazgo de miocardiopatía y endocrinopatía que hepatopatía y la base genética es desconocida (57). Los pacientes sin tratamiento mueren antes de los 30 años por insuficiencia cardiaca refractaria (33) y se dice que las formas clínicas del adulto no relacionadas con el gen HFE son formas juveniles que aparecen o se diagnostican en el adulto (58). No se trata pues de la forma clásica en jóvenes con diagnóstico precoz y, generalmente, en fase asintomática (59), sino de una entidad clínica propia asociada con frecuencia a hipogonadismo hipogonadotrófico y muerte temprana por insuficiencia cardiaca, aunque los órganos afectados por el hierro son los mismos que en la forma clásica (21). Recientes estudios demuestran que la enfermedad se debe a un gen localizado en el cromosoma 1 (60).

HEMOCROMATOSIS AUTOSÓMICA DOMINANTE

En las islas Salomon en el Pacífico (Melanesia), en 1990, se describió una extensa familia con hemocromatosis sin relación con el gen HFE y con forma de aparición autosómica dominante (61).

CONCLUSIÓN

Una vez superada la idea de que la H es una enfermedad rara cuya forma de presentación es la triada clásica, es preciso diseñar estrategias con el fin de aumentar la detección de casos de H basadas fundamentalmente en programas educacionales tanto de ámbito hospitalario como en asistencia primaria (6,22).

La mayor incidencia y precocidad diagnóstica de la H sólo pueden conseguirse mediante la aplicación de las siguientes pautas: 

—Sospecha clínica ante síntomas inespecíficos y procesos crónicos relacionados (diagnóstico individual).

—Búsqueda activa de casos (case finding) en pacientes que consulten por otros síntomas o procesos inicialmente no relacionados con H.

—Cribado poblacional o masivo (mass screening) en asintomáticos. 

—Despistaje familiar entorno al probando (individuo afecto) tanto tras diagnóstico clínico como si se trata de un hallazgo de autopsia.

La investigación diagnóstica debe iniciarse por la determinación del índice de saturación de transferrina y caso de ser igual o superior al 45%, determinar el genotipo y completar el estudio de sobrecarga férrica. En cualquier caso, el diagnóstico de hemocromatosis se define en términos fenotípicos y las alteraciones genéticas muestran sólo la susceptibilidad para su desarrollo pero son insuficientes para su diagnóstico (2,21,23,53).

 

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