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Anales de Medicina Interna

versión impresa ISSN 0212-7199

An. Med. Interna (Madrid) vol.19 no.6  jun. 2002

 

NOTA CLÍNICA

Linfoma cardiaco primario: diagnóstico citológico y tratamiento con

respuesta a poliquimioterapia y a autotrasplante de precursores

hematopoyéticos. Presentación de un caso y revisión de la literatura 


C. Porcar Ramells, C. Clemente González, D. García Parés, R. Guardia Sánchez*, 

Mª J. Pérez Ayuso**, F. García-Bragado Dalmau


Servicio Medicina Interna, *Servicio Hematología, **Servicio Cardiología. Hospital Universitari de Girona. 
Dr. Josep Trueta. Girona

 

RESUMEN 

El linfoma cardíaco primario (LCP) es un tumor extraordinariamente infrecuente en pacientes inmunocompetentes, de diagnóstico dificil y a menudo tardío, que comporta un pronóstico muy grave y escasas posibilidades terapeúticas.

Presentamos un caso de linfoma no Hodgkin cardíaco primario en un paciente de 46 años, inmunocompetente, que debutó con insuficiencia cardíaca y flutter auricular. Se practicaron estudios con ecocardiografía transesofágica (TEE), tomografía computarizada (TC) y resonancia magnética (MR) que detectaron una tumoración intracardíaca localizada a nivel del septo interauricular. El diagnostico se fundamentó en el examen citológico del liquido pleural. Se instauró tratamiento quimioterápico y se sometió al paciente a un autotrasplante de precursores hematopoyéticos. El paciente permanece en remisión 36 meses después del diagnóstico y 29 meses del autotrasplante.

Nuestra experiencia indica que un diagnóstico precoz y preciso conjuntamente con un tratamiento antilinfomatoso apropiado y agresivo puede ayudarnos a obtener una supervivencia prolongada en pacientes con LCP. 

PALABRAS CLAVE: Linfoma cardíaco primario. Diagnóstico. Pronóstico. Tratamiento.

Primary cardiac lymphoma: antemortem cytologic diagnosis and treatment with a response to polychemotherapy and the autologous peripheral blood stem cells transplantation. Presentation of one case report and review of the literature

ABSTRACT 

The primary cardiac lymphoma (PCL) is an extremely infrequent tumor suffered by immunocompetents patients with a difficult diagnosis and slow progress leading to a serious prognosis and few therapeutically possibilities.

It's a primary-cardiac non-Hodgkin's lymphoma (NHL) in a patient of 46-year-old, immunocompetent, who started with a congestive heart failure and atrial flutter. Some examinations were carried out such as a transesophageal echocardiography (TEE), a computed tomography (TC) and a magnetic resonance imaging (MRI) and an intracardiac tumor placed in the interauricular septum was detected. The diagnosis was based on a pleural fluid cytological examination. It was decided to follow a chemotherapy treatment and the autologous peripheral blood stem cells transplantation was carried out. The patient remains in full remission thirty-six months after diagnosis and twenty-nine months after the autotransplant.

Our clinical experience indicated that an early and accurate diagnosis combined with the appropriate and aggressive antilymphoma therapy can thus help in obtaining a long survival in patients with PCL.

KEY WORDS: Primary cardiac lymphoma. Diagnosis. Prognosis. Treatment.


Trabajo aceptado: 13 de diciembre de 2000 

Correspondencia: Carles Clemente i Gonzalez. Servicio de Medicina Interna. Hospital Universitari de Girona. Dr. Josep Trueta. C/ Av. de França, s/n. 17007 - Girona. Tel. 972 20 27 00. Fax 972 21 27 54.

 

INTRODUCCIÓN 

Los linfomas cardíacos primarios (LCP) son excepcionales y representan el 1,3% de los linfomas extraganglionares (1). El LCP se define como el linfoma no Hodgkin (LNH) con afectación exclusiva del corazón y pericardio o como el LNH con una gran masa tumoral localizada en el corazón (2,3). La presentación clínica inespecífica y su evolución tórpida dificultan el diagnóstico antes de la muerte. Un diagnóstico y tratamiento precoz mejoraría el pronóstico de esta entidad (4,5). 

Presentamos un caso de LCP que se diagnosticó a partir del estudio citológico del líquido pleural con respuesta a la poliquimioterapia y al trasplante autógeno de precursores hematopoyéticos. El paciente permanece en remisión completa 36 meses después del diagnóstico y 29 meses después del autotrasplante.

CASO APORTADO 

Presentamos un paciente de 46 años sin antecedentes patológicos de interés que ingresó por presentar insuficiencia cardíaca congestiva y flutter auricular. La clínica comenzó dos meses antes del ingreso en forma de astenia, disnea progresiva hasta hacerse de mínimos esfuerzos, ortopnea, edemas en extremidades inferiores y escroto, sudación nocturna y prurito generalizado. Las constantes a su ingreso fueron presión arterial de 140/85 mmHg, frecuencia cardíaca 120/minuto, frecuencia respiratoria 30/minuto y temperatura axilar 36 ºC. En la exploración física había palidez cutánea, edemas en escroto y extremidades inferiores y signos clínicos de presión venosa aumentada. La auscultación cardiopulmonar puso de manifiesto un ritmo cardíaco irregular, un primer ruido reforzado, un soplo diastólico II/VI en borde paraesternal izquierdo y una disminución del murmullo vesicular en la base derecha. No se palpaban adenopatías ni visceromegalias. En las pruebas de laboratorio practicadas destacaron: hemoglobina de 134 g/l; 13 x 109 leucocitos/l (75% S, 8% L, 14% M); 245 x 109 plaquetas/l; lacticodeshidrogenasa (LDH) 1.091 U/l, ácido úrico 13,2 mg/dl y beta-2 microglobulina 0,36 mg/dl. La serología para el virus de la inmunodefiencia humana (VIH) fue negativa. El electrocardiograma (ECG) mostraba flutter auricular y la radiografía de tórax, pequeño derrame pleural derecho, con infiltrado intersticial bilateral y silueta cardíaca aumentada de tamaño sugerentes de edema de pulmón. En un ecocardiograma transtorácico realizado el día del ingreso se apreciaba la cavidad auricular derecha ocupada por una masa que dificultaba el flujo a través de la válvula tricúspide. Un ecocardiograma transesofágico (ETE) objetivó una gran masa tumoral intracardíaca, de densidad heterogénea, que infiltraba el septo interauricular y protuía en ambas aurículas, con predominio en aurícula derecha, invadiendo la desembocadura de las venas cavas y que prolapsaba a través de la válvula tricúspide provocando una obstrucción al flujo con gradiente medio de 6 mm Hg. Así mismo había una hipertrofia concéntrica del ventrículo izquierdo con fracción de eyección del 64%, y una dilatación ligera a moderada de aurícula izquierda (Fig. 1). La tomografía computarizada (TC) torácica visualizó una masa intracardíaca a nivel del septo interauricular, un derrame pleural bilateral de predominio derecho y adenopatías significativas a nivel retrocavo y paracardíacas (Fig. 2). La TC abdominal y pélvica fueron normales. La resonancia magnética (RM) sincronizada con el ECG demostró con mayor precisión las características de la masa auricular y detectó la presencia de un mínimo derrame pericárdico. Se consideró la posibilidad de practicar una biopsia endocavitaria por via endovenosa, que fue finalmente rechazada ante la situación clínica inicial del paciente y el riesgo en la práctica de la biopsia de la masa tumoral intracardíaca. Se realizó una toracocentesis que fue diagnóstica, ya que la citología del líquido pleural confirmó la presencia de células malignas de estirpe linfoide compatibles con linfoma de células B grandes. El estudio de extensión se completó con una biopsia ósea y hepática que no mostraron infiltración por linfoma. A la vista de estos resultados se instauró tratamiento quimioterápico según protocolo CHOP (ciclofosfamida 1.400 mg, doxorubicina 100 mg, vincristina 2 mg, 6-metil-prednisolona 120 mg) durante cuatro ciclos. Un nuevo ETE, realizado a los 10 días del inicio del tratamiento, demostró una importante reducción de la tumoración intracardíaca, que adquirió aspecto multiloculado, con gran movilidad en el interior de la cavidad auricular derecha, sin obstrucción del flujo a través de la válvula tricúspide y de las venas cavas. A los 10 días de la segunda tanda ingresó por aplasia medular secundaria a la quimioterapia y neumonía bilateral con insuficiencia respiratoria severa con buena respuesta al tratamiento con piperacilina-tazobactam, amikacina y anfotericina-B. Durante el ingreso presentó paresia del VI par craneal derecho. Con la sospecha de infiltración del sistema nervioso central se practicaron una TC craneal y una punción lumbar que fueron normales. Se administraron dos tandas de quimioterapia intratecal con citarabina (30 mg), metotrexate (12 mg) e hidrocortisona (20 mg) y fue dado de alta. Tras la tercera tanda de poliquimioterapia sistémica reingresó por otro episodio de aplasia medular con mucositis gastrointestinal e infección urinaria que evolucionó satisfactoriamente. Se instauró quimioterapia de intensificación según protocolo ESHAP (etopósido 70 mg, citarabina 3,6 g, cisplatino 45 mg, 6-metil-prednisolona 900 mg) durante dos ciclos y cuatro tandas más de quimioterapia intratecal con citarabina (30 mg), metotrexate (12 mg) e hidrocortisona (20 mg). Tras la reevaluación postratamiento se decidió someter al paciente a un trasplante autógeno de progenitores hemopoyéticos de sangre periférica y fue trasladado a otro centro hospitalario. Previamente al acondicionamiento, presentó un cuadro de uveitis anterior infiltrativa del ojo izquierdo que mejoró con metotrexato intratecal. El acondicionamiento consistió en el régimen BEAM (BCNU 650 mg/1 dosis, etopósido 425 mg/ 4 dosis, ARA-C 210 mg/8 dosis, melfalan 300 mg/1 dosis). Recibió la celularidad criopreservada (CD34+ 2,3 x 106/kg, obtenida en seis aféresis; 18,1 CFU-GM x 104/kg). En la revisión realizada a los cuatro meses del trasplante el enfermo se mantenía asintomático. El ETE demostraba únicamente un engrosamiento del septum interauricular. El paciente permanece en remisión completa 36 meses tras el diagnóstico y después de 29 meses del autotrasplante presentando de forma ocasional crisis de flutter auricular. 

 

Fig. 1. Ecocardiograma transesofágico en 4 cámaras donde se objetiva masa ecodensa que infiltra el septo interauricular y protuye en ambas aurículas, con predominio en aurícula derecha, ocupando gran parte de la cavidad y provocando obstrucción a nivel de la válvula tricúspide.

Fig. 2. Tomografía computarizada (TC) torácica: Masa intracardíaca a nivel del septo interauricular. Derrame pleural bilateral de predominio derecho. Adenopatias a nivel retrocavo y paracardíacas.



DISCUSIÓN 

La mayoría de los tumores cardiacos son de origen metastásico. Las más frecuentes son las procedentes de carcinomas de pulmón y mama, seguidas por las neoplasias hematológicas y melanomas (6-8). 

Los tumores primarios del corazón son infrecuentes, y presentan una prevalencia que oscila entre el 0,0017 y 0,28% según diferentes series de autopsias en pacientes no seleccionados (1,2). Son benignos en tres cuartas partes de los casos y entre ellos el mixoma es el más frecuente. La mayoría de tumores malignos son sarcomas, de los que el angiosarcoma es el más frecuente, seguido por el sarcoma indiferenciado, osteosarcoma, histiocitoma fibroso maligno, leiomiosarcoma, mixosarcoma, el sarcoma sinovial y el neurofibrosarcoma (9). 

Los linfomas cardiacos son extraordinariamente raros y representan el 1,3% de los tumores primarios del corazón (1). Los linfomas cardiacos pueden ser primarios o bien tratarse de una infiltración a partir de un linfoma generalizado. Éstos últimos son más frecuentes ya que entre el 9 y el 28%, según diversas series, pueden implantarse secundariamente en el corazón (10). Los LCP son una rareza; hay unos 60 casos descritos en la literatura de los que más del 80% son linfomas no Hodgkin (LNH) (11). 

En 1978 McAllister y Fenoglio (2) definen al LCP como aquel linfoma extraganglionar que afecta sólo al miocardio o pericardio. Posteriormente Cairns y cols. (3) definen esta entidad como aquel LNH con una gran masa tumoral localizada en el corazón. 

Desde un punto de vista anatomopatológico, la mayoría corresponden a linfomas de células grandes B, difusos, de alto grado de malignidad y rápido crecimiento (11,12). Son más habituales en pacientes inmunodeprimidos, como los infectados por el VIH (13) o los pacientes sometidos a trasplantes de corazón (14) o riñón (15). 

Un dato importante en el diagnóstico diferencial de las masas intracavitarias es su localización. Los linfomas diseminados se implantan más frecuentemente a nivel del pericardio visceral con afectación del tejido adiposo subepicárdico (6). Los linfomas primarios son, en general, tumores no localizados que aparecen como nódulos múltiples o masas polipoides que infiltran el miocardio, con mayor frecuencia a nivel de la aurícula derecha (1,11). En nuestro caso la masa tumoral afectaba el septo interauricular. 

No existen signos ni síntomas cardiacos específicos que hagan sospechar un LCP (12). La forma de presentación y las manifestaciones clínicas vienen determinadas fundamentalmente por la localización de la implantación y la extensión del tumor (16). En la revisión de los casos publicados las formas de presentación más frecuentes fueron insuficiencia cardíaca congestiva (16), dolor torácico (17), arritmias (18,19) y derrame pericárdico con o sin taponamiento (18,20,21). Otras manifestaciones fueron disnea (22), derrame pleural masivo (23,24), pericarditis constrictiva (25), síndrome de la vena cava superior (20), alteraciones electrocardiográficas (ondas Q y T negativas, alteraciones segmento ST, bloqueos AV) (17,21,25-27) y más raramente se han presentado, como infarto de miocardio (15) o muerte súbita (28). El caso que aportamos la presentación clínica correspondía a insuficiencia cardiaca congestiva y flutter auricular. 

Las alteraciones analíticas son comunes a otros linfomas, pero destacaríamos el aumento de la velocidad de sedimentación globular (VSG), ácido úrico y LDH (11). 

En el diagnóstico de linfoma cardiaco son de gran importancia las técnicas de imagen. La ecocardiografía bidemensional y, en especial, la ecocardiografía transesofágica, son elementos fundamentales en el diagnóstico del tumor, ya que proporcionan imágenes muy sensibles con respecto al lugar de implantación del tumor o su tamaño (29). El inconveniente que presentan es la falta de información respecto a la extensión extracardíaca del tumor (30). Por su parte, la TC y la RM son técnicas de indudable valor al proporcionarnos cortes seccionales del corazón, mediastino, pulmón y tórax sin superposición de imágenes y sin las limitaciones anatómicas de la ecocardiografía (31). La gammagrafía es otra técnica de imagen de gran ayuda en el descubrimiento y manejo de los linfomas (16,32). Es característico una intensa captación de citrato de galio, dándose casos de confusiones con procesos inflamatorios o metastásicos cardíacos. 

El diagnóstico de certeza se obtiene mediante el estudio histológico. Actualmente la prueba diagnóstica más rentable es la biopsia por vía intravenosa (33,34), que, sin embargo, sólo consigue el diagnóstico en la mitad de los casos (11,33). En nuestro caso se desaconsejó por el riesgo de ruptura auricular. También se han mostrado útiles la toracotomía exploradora con biopsia y el estudio citológico del líquido pericárdico (17,18), o pleural (23,24). El diagnóstico de neoplasia linfoide requiere en ocasiones, además de criterios morfológicos, la utilización de métodos inmunohistoquímicos o la técnica de reacción en cadena de la polimerasa (PCR) (35) para diferenciar los distintos tipos tumorales. 

El tratamiento y la evolución de los casos publicados de LCP han sido muy heterogéneos. La cirugía de resección, combinada o no a quimioterapia y/o radioterapia ha obtenido resultados variables, con supervivencias que oscilan entre el mes y los trece meses (32,36-39). Yuh y cols. (40) describen el primer caso de LCP en que se practicó un trasplante cardiaco ortotópico con una supervivencia de tres meses. 

Siguiendo la clasificación de La Working Formulation (41) y más recientemente la plasmada en la Revised European-American Classification of Lymphoid Neoplams o clasificación REAL (42) podemos incluir a los LCP dentro del grupo de linfomas agresivos. El tratamiento inicial de los LNH agresivos, en la actualidad, se basa en la poliquimioterapia. Los regímenes terapéuticos empleados deben tener en cuenta el tipo histológico del LNH, la edad, la extensión de la enfermedad y los factores pronósticos o de riesgo (43). Varios ensayos comparativos multicéntricos en los que se compara CHOP con otras combinaciones de segunda (F-MACHOP, ProMACE-MOPP) o tercera (MACOP-B, ProMACE-CytaBOM) generación no obtienen diferencias significativas en cuanto a la tasa de remisiones completas ni a la supervivencia (44-49), por lo que podemos considerar el régimen CHOP, por su fácil manejo y su baja toxicidad, la terapia estándar de los LNH agresivos y así pues, el régimen terapéutico que podemos emplear en el LCP. En la revisión de los casos publicados la mayor parte de los autores utilizaron este régimen terapéutico, al igual que nuestro caso. Los pacientes tratados con poliquimioterapia, mediante CHOP o régimen similar, aplicada en fases avanzadas de la enfermedad tienen una supervivencia media de 7 meses (intervalo: 0-48) (11). La supervivencia media aumenta a 11,5 meses (intervalo: 4-36) cuando la combinamos con radioterapia11. Recientemente se ha descrito el caso de un paciente en progresión después de la respuesta inicial a ProMACE-CytaBOM (ciclofosfamida, adriamicina, VP-16, arabinósido de citosina, bleomicina, vincristina, metotrexato y prednisona) con la intención de realizar posteriormente un autotrasplante, sin embargo, no ha sido comunicado que se realizara (11). 

El trasplante de progenitores hemopoyéticos (TPH) tiene en la actualidad un importante papel en el tratamiento de las hemopatías malignas (50). Las indicaciones más frecuentes que motivan la realización de un TPH en adultos son los linfomas, leucemias y tumores sólidos (51). 

El autotrasplante de progenitores hemopoyéticos de sangre periférica es una modalidad terapéutica asociada a la quimioterapia mieloablativa cuya finalidad es la aceleración del proceso de recuperación mielopoyética. Se utilizó, en un principio, como terapia de rescate en los pacientes con resistencia primaria o recaída, pero poco a poco se ha ido utilizando también como terapia de primera línea en los pacientes con LNH que presentan criterios de mal pronóstico (carga tumoral elevada, afectación de la médula ósea y LDH elevadas). En nuestro caso presentó una recaída con progresión al sistema nervioso por lo que se practicó el autotrasplante. 

Los resultados obtenidos con tratamientos mieloablativos seguidos de trasplante de células hemopoyéticas de sangre periférica han indicado que con esta modalidad terapéutica se pueden obtener tasas de remisión completa y de supervivencia superiores a la quimioterapia convencional, en especial para los enfermos de alto riesgo (50) o aquellos que permanecen sensibles a la quimioterapia (52,53). Aunque los resultados parecen prometedores, no existen estudios aleatorizados que lo confirmen (54,55). En nuestro caso permanece en remisión completa 29 meses después del autotrasplante de células hemopoyéticas periféricas. 

En conclusión, los LCP son extraordinariamente infrecuentes y no existen estudios de seguimiento a largo plazo. El diagnóstico se lleva a cabo mayoritariamente en la autopsia y se han referido unos pocos casos tratados y con corta supervivencia. En nuestro caso el diagnóstico se realizó a partir de la citologia del líquido pleural y las técnicas de imagen nos sirvieron para valorar la regresión del tumor tras la quimioterapia. Creemos que es el segundo caso (56) descrito en la literatura en el que se ha podido practicar un autotrasplante de progenitores hematopoyéticos de sangre periférica después de la poliquimioterapia y el que presenta una mayor supervivencia.

 

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