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Anales de Psicología

versão On-line ISSN 1695-2294versão impressa ISSN 0212-9728

Anal. Psicol. vol.35 no.2 Murcia Mai. 2019  Epub 02-Nov-2020

https://dx.doi.org/10.6018/analesps.35.2.339831 

Psicología Clínica y de la Salud

Conducta de sexting en adolescentes: predictores de personalidad y consecuencias psicosociales en un año de seguimiento

Cristina Alonso3  4  , Estrella Romero3 

3 Departamento de Psicología Clínica y Psicobiología, Universidad de Santiago de Compostela (España)

4 Institut d’Assitència Sanitària, Girona (España)

Resumen

La relación entre el sexting y la personalidad en los adolescentes ha sido escasamente investigada. Además, es notoria la escasez de estudios longitudinales que aborden los predictores y consecuencias del sexting. Este estudio analiza los datos de 624 adolescentes que fueron evaluados en dos ocasiones (T1 y T2) distanciadas por un período de un año, y a los que se administraron cuestionarios para medir el sexting, los rasgos de personalidad del modelo de cinco factores (MCF), y posibles consecuencias psicosociales del sexting (acoso/ciberacoso, bienestar emocional). Los resultados indican que mayor extraversión y menor amabilidad y responsabilidad (T1) se relacionan con sexting (T2). El estudio permite también identificar qué facetas específicas de personalidad (T1) se asocian con el sexting registrado en T2. Además, los análisis de regresión muestran que la extraversión predice aumentos en sexting entre T1 y T2. En cuanto a las consecuencias, una alta implicación en sexting T1 predice descensos en la victimización y en las emociones positivas experimentadas entre T1 y T2. Por tanto, este estudio muestra que la personalidad permite predecir los cambios en sexting a lo largo de la adolescencia; el sexting, a su vez, parece asociarse a consecuencias psicosociales relevantes en este período del desarrollo.

Palabras clave: sexting; adolescentes; predictores; modelo de cinco factores; personalidad; consecuencias; estudio longitudinal

Introducción

Internet se ha convertido para los adolescentes en un espacio de relevancia prioritaria para la comunicación y la relación con los iguales. La adolescencia supone una etapa de experimentación de grandes cambios tanto en el ámbito social como personal y físico, entre ellos el desarrollo sexual. Un ejemplo de cómo las nuevas tecnologías y los espacios virtuales fomentan y vehiculizan nuevas formas de conducta sexual es el fenómeno del sexting (Lenhart, 2009), que consiste en el intercambio de contenido sexualmente explícito o provocativo (mensajes de texto, fotos y videos) a través de un smartphone, Internet, o redes sociales (Morelli, Bianchi, Baiocco, Pezzutti y Chirumbolo, 2016). El fenómeno de sexting muestra inconsistencias en su definición ya que algunos autores limitan el sexting a enviar fotos o vídeos explícitamente sexuales mientras que otros también incluyen el envío de mensajes de texto sexualmente provocativos (Mitchel, Finkelhor, Jones y Wolak, 2012). Además, se ha diferenciado entre el sexting activo (envío de imágenes, videos o mensajes de texto con contenido sexual) o pasivo (recepción de imágenes, vídeos o mensajes de texto de contenido sexual) (Temple y Choi, 2014). Por otra parte, algunas investigaciones (e.g. Walker, Sanci y Temple-Smith, 2011) distinguen entre sexting consensual (envío de contenido sexual de forma voluntaria) y no consensual (cuando una imagen se utiliza incorrectamente y se envía sin permiso), considerándose ésta última una forma de violencia sexual.

En una revisión sistemática sobre la práctica del sexting en adolescentes, se encontró que la prevalencia del sexting se estima entre el 7% y el 27% en adolescentes entre los 12 y los 18 años (Cooper, Quayle, Jonsson y Svedin, 2016). Así mismo, en un metanálisis reciente (Madigan, Ly, Rash, Ouytsel y Temple, 2018) se ha concluido que la media de prevalencias en sexting activo encontradas en 39 estudios es de un 14.8% en adolescentes con media de edad de 15.16 años. Las variaciones en la prevalencia estimada en la conducta de sexting en jóvenes podrían deberse a la heterogeneidad de definiciones que se manejan así como a los diferentes instrumentos utilizados para evaluar la conducta de sexting. No obstante, existe consenso en la literatura previa en relación a que la conducta de sexting aumenta con la edad (Cooper et al., 2016). Así, en una muestra de adolescentes españoles se encuentra que un 36.1% realizan sexting a los 17 años (Gámez-Guadix, de Santisteban y Resett, 2017). En muestras universitarias los porcentajes parecen aumentar: se han encontrado porcentajes de 75,7% para envío de mensajes de texto sexualmente provocativos (Delevi y Weisskirch, 2013).

Sexting y personalidad

La literatura científica previa intenta conocer qué factores podrían determinar la conducta de sexting (Hudson y Fetro, 2015; Vanden Abeele, Campbell, Eggermont y Roe, 2014), y entre ellos, se ha estudiado la personalidad. La personalidad puede ayudar a entender por qué los adolescentes se involucran en comportamientos de riesgo; de hecho, la literatura previa ya ha estudiado la personalidad en relación a las conductas sexuales de riesgo en la adolescencia (Hoyle, Fejfar y Miller, 2000).

El modelo de cinco grandes (Goldberg, 1990) es un esquema que ha resultado muy fructífero en muy diferentes campos del comportamiento (Barlett y Anderson, 2012; Vedel, 2014), y los grandes rasgos de la personalidad propuestos por este modelo (neuroticismo, extraversión, apertura, amabilidad y responsabilidad) han sido investigados también como correlatos del sexting en algunos estudios previos. Así, se ha encontrado que altos niveles de neuroticismo y extraversión, y bajos niveles de responsabilidad se asocian con mayor práctica de sexting (Butt y Philips, 2008; Gámez-Guadix, et al., 2017). En relación con la amabilidad, se encuentra una relación negativa con la conducta de sexting (Delevi y Weisskirch, 2013; Gámez-Guadix et al., 2017). Respecto a la apertura, no se han encontrado relaciones significativas con sexting. Con datos longitudinales, (Gámez-Guadix y De Santisteban (2018) han encontrado que baja responsabilidad y alta extraversión en T1 se asocian con un incremento en la conducta de sexting en un año de seguimiento.

A pesar de este interés por los cinco grandes, la literatura previa no ha examinado, en el campo del sexting, el modelo de cinco factores (MCF; McCrae y Costa, 1996), que atiende no sólo a dominios generales de la personalidad, sino también a facetas específicas, permitiendo un análisis exhaustivo de los rasgos que componen cada uno de los factores generales. Aunque los estudios previos han analizado en ocasiones variables de personalidad más específicas, lo han hecho de un modo asistemático y escasamente integrado. Así, se ha encontrado que la conducta de sexting se relaciona con dificultades en competencias emocionales, conciencia emocional y autoeficacia emocional (Houck et al., 2014), baja capacidad de autocontrol (Kerstens y Stol, 2014), impulsividad (Baumgartner, Weeda, Van der Heijden y Huizinga, 2014), ansiedad (Drouin y Landgraff, 2012) y depresión (Temple et al., 2014). Se hace necesario, pues, un análisis ordenado y detallado de la relación entre rasgos más específicos de la personalidad y el sexting. El MCF ofrece un marco idóneo para organizar los resultados sobre la personalidad en este campo de estudio.

Sexting y consecuencias psicosociales

Por otra parte, aunque la investigación se ha interesado por variables potencialmente predictoras de sexting, se sabe mucho menos sobre sus consecuencias. Cuando estos estudios se realizan, abordan las consecuencias sociales y legales de la conducta de sexting, pero no tanto sus consecuencias psicosociales. Sin embargo, se ha propuesto que la infravaloración de los riesgos asociada a la conducta de sexting sitúa a los adolescentes en condiciones de vulnerabilidad psicosocial (Fajardo, Gordillo, y Regalado, 2013). En consonancia con ello, se está comenzando a estudiar la relación entre la conducta de sexting y los fenómenos de acoso y ciberacoso. Así, por ejemplo, Kopecky (2011) encontró que un 73% de los adolescentes participantes en su estudio informaron de riesgo a una posible intimidación al realizar sexting. Además, Reyns, Burek, Henson y Fisher (2013) encontraron una mayor probabilidad de cibervictimización en adolescentes que realizaron conductas de sexting. Otros investigadores han prestado atención al bienestar emocional de los adolescentes que realizan sexting, con resultados que han sido poco consistentes. Así, algunos autores subrayan la relación entre sexting, depresión, ansiedad e intentos de suicidio (Jasso-Medrano, López-Rosales y Gámez-Guadix, 2018; Van Ouytsel, Van Gool, Ponnet, y Walrave, 2014). Por el contrario, otras investigaciones no encontraron asociaciones con bienestar psicológico (Hudson, 2011). Más allá de los escasos resultados encontrados en la literatura científica previa, se podría hipotetizar que las imágenes y vídeos provenientes del sexting podrían ser utilizados a posteriori como método de extorsión al adolescente, incrementando el grado de cibervictimización y disminuyendo el bienestar emocional.

Una limitación importante de la investigación previa, tanto sobre posibles determinantes como sobre posibles consecuencias, es que, salvo muy escasas excepciones (Gámez-Guadix y De Santisteban, 2018), los trabajos se han realizado desde una perspectiva transversal. La necesidad de estudios longitudinales es reseñada en la investigación sobre este tema para poder ordenar temporalmente las variables implicadas en el sexting y avanzar en la propuesta de modelos teóricos sobre los antecedentes y las consecuencias de este fenómeno (e.g. Galovan, Drouin y McDaniel, 2018).

El presente estudio

El presente estudio intenta contribuir a cubrir esta carencia en la investigación previa, examinando cómo la personalidad permite predecir cambios en el sexting en adolescentes después de un año, abordando, a diferencia de los estudios previos, un amplio rango de facetas de la personalidad; además, examina también posibles consecuencias asociadas al sexting.

Los objetivos específicos de este estudio son: 1) analizar la relación entre los rasgos de personalidad del MCF (dominios y facetas) y la conducta de sexting evaluada un año más tarde y 2) conocer si los cinco grandes permiten predecir longitudinalmente los cambios que se producen en la conducta de sexting en el plazo de un año. Además, nos planteamos examinar potenciales consecuencias de la conducta de sexting tanto en términos de dimensiones externalizantes como internalizantes del funcionamiento adolescente, en concreto, sobre las conductas de agresión-victimización tanto presencial como a través de Internet y el bienestar emocional. Dadas las inconsistencias en la definición del sexting, es importante delimitar que en nuestro estudio abordaremos la conducta de sexting activa, consensual (voluntaria) y que incluye tanto el envío de fotos, vídeos como de mensajes de texto de contenido sexual. Además, dado que algunos estudios previos sugieren que la conducta de sexting es más probable en chicos que en chicas y que las funciones del sexting pueden ser diferentes para chicos y chicas (Delevi y Weisskirch, 2013), se abordará el posible efecto moderador del género en predictores y consecuencias del sexting.

Dada la escasez de estudios longitudinales previos, las hipótesis son, necesariamente, muy tentativas. De acuerdo con la literatura previa de corte transversal, podría esperarse que el alto neuroticismo, la alta extraversión, la baja amabilidad y la baja responsabilidad se relacionen con el desarrollo del sexting (Gámez-Guadix et al., 2017). Atendiendo a las facetas específicas dentro del MCF, se podría esperar que la ansiedad, depresión, impulsividad, la búsqueda de emociones y especialmente las facetas específicas de la dimensión de responsabilidad (i.e. autodisciplina o sentido del deber) se relacionen con implicación en sexting (Baumgartner et al., 2014; Temple et al., 2014). En relación con las consecuencias psicosociales asociadas al sexting, de nuevo la falta de estudios longitudinales previos impide el planteamiento de hipótesis bien asentadas. No obstante, es previsible que los adolescentes que realizan prácticas de sexting tengan mayor probabilidad de victimización y cibervictimización dado que algunos resultados encontrados en un plano transversal sugieren la posibilidad de que exista un riesgo de cibervictimización en adolescentes que realizan conductas de sexting al exponerse a que las imágenes sexuales enviadas a otros sean utilizadas en su contra (Jasso-Medrano et al., 2018); además, el sexting podría deteriorar el bienestar emocional, como podrían sugerir estudios previos de corte transversal que informan de mayores niveles de ansiedad y depresión asociadas a realizar conductas de sexting (Drouin y Landgraff, 2012; Temple et al., 2014).

Método

Participantes

Este trabajo forma parte de un estudio longitudinal más amplio que se inició en 2015 (T1) con la evaluación de una muestra incidental de 910 adolescentes escolarizados en 8 centros educativos gallegos. De ellos, 624 participantes pudieron ser evaluados un año más tarde (T2), y conforman la muestra definitiva de este estudio. Los participantes estaban escolarizados en diversos cursos de la Enseñanza Secundaria, en centros públicos tanto de zonas urbanas como semi-urbanas. Un 55% de los adolescentes que componen la muestra son chicas; la edad media de los participantes es de 14.35, con una desviación típica de 1.55 (rango de edades entre 12 y 19).

En cuanto a los datos sobre participantes perdidos entre T1 y T2, en este estudio se observó una tasa de permanencia de un 69%. La pérdida de un 31% de participantes fue debida a 1) la imposibilidad de seguir uno de los grupos académicos por dificultades para ajustar la recogida de datos a la agenda de clase; 2) la ausencia de participantes en clase durante esta segunda recogida de datos, por absentismo en la fecha de la recogida de datos, cambio de centro de educativo, o repetición de curso académico. Cuando se compararon los adolescentes que continúan en el estudio frente a los que no, se encontró que los adolescentes que continúan en el estudio tenían una menor edad media (F = 38.28, 1/905 gl, p < .001), mayor porcentaje de chicas (Chi cuadrado= 5.88, 1 gl, p < .01) y mayor porcentaje de adolescentes que nunca han realizado conductas de sexting (Chi cuadrado = 4.81, 1 gl, p < .05).

Instrumentos

Medidas en T1

Dominios MCF y facetas. Para evaluar los rasgos de personalidad se ha utilizado el JS NEO-S (Ortet et al., 2010), compuesto por 150 ítems que se contestan con un formato tipo Likert de 5 puntos desde 1-totalmente en desacuerdo a 5-totalmente de acuerdo. El JS NEO-S fue desarrollado como una adaptación del NEO PI-R para jóvenes (Ortet et al., 2012), y tanto la versión breve como completa han demostrado adecuadas propiedades psicométricas en estudios previos. La utilidad de estos cuestionarios para evaluar los 5 dominios y 30 facetas del MCF ha sido apoyada por los resultados de diferentes estudios (e.g., Ortet et al., 2010; Alonso y Romero, 2017). En el presente estudio, los coeficientes alfa para los dominios oscilaron entre .81 (Apertura) y .90 (Responsabilidad). Los coeficientes alfa para las diferentes facetas oscilan entre .46 (O3-Sentimientos) y .78 (N3-Depresión). Los coeficientes alfa para 24 de las 30 facetas es igual o mayor que .60. Las facetas con coeficientes de menos de .60 fueron O3-Sentimientos (.46), N5-Impulsividad (.49), A4-Actitud conciliadora (.50), N1-Ansiedad (.52), N2-Hostilidad (.53), C3-Sentido del deber (.56), C1-Competencia (.57), E5-Búsqueda de emociones (.58) y E1-Cordialidad (.59). Estos bajos valores en algunas de las escalas son esperables, dado el número reducido de ítems, y son resultados similares a otros estudios previos (Ortet et al., 2010).

Medidas en T1 y T2

Conducta de sexting. Para evaluar la práctica de sexting, utilizamos el cuestionario Frequency of Sexting (Weisskirch y Delevi, 2011) (véase Apéndice). Consta de 5 ítems tipo Likert de cinco opciones de respuesta, con una puntuación entre 0 (Nunca) y 4 (Con frecuencia). Los ítems hacían referencia a enviar una foto o un video sexy de uno mismo, en ropa interior, desnudos, enviar mensajes de texto (WhatsApp, SMS, etc.) sexualmente provocativos o con la intención de mantener algún tipo de relación sexual (e.g. “¿Cuántas veces has enviado, a través de teléfono móvil, una foto o video desnudo de ti mismo?”). En nuestro estudio se ha obtenido un alfa de .84 en T1 y un alfa de .84 en T2.

Acoso/ciberacoso. Para evaluar la conducta de acoso se ha utilizado la versión española del European Bullying Intervention Project Questionnaire (EBIPQ; Ortega-Ruiz, Ortega y Casas, 2016) de 14 ítems que, en este trabajo, se utilizaron con una escala de respuesta de Nunca-0 veces (0), Pocas veces-Entre 1 y 2 veces (1), Algunas veces-Entre 3 y 5 veces (2), Bastantes veces-Entre 6 y 10 veces (3) y Muchas veces-Más de 10 veces (4), y con un período de referencia de los últimos seis meses. El cuestionario consta de dos dimensiones: victimización y agresión, con coeficientes alfa de .90 y .91 en T1 respectivamente, y con coeficientes alfa de .84 y .82 en T2 respectivamente. Para ambas dimensiones los ítems hacen referencia a acciones como golpear, insultar, amenazar, robar, decir palabras malsonantes, excluir o difundir rumores (e.g., “Alguien me ha insultado”, “He amenazado a alguien”).

Para evaluar la conducta de ciberacoso se ha utilizado la versión española del European Cyberbullying Intervention Project Questionnaire (ECIPQ; Del Rey et al., 2015). La escala de ciberacoso consta de 22 ítems que, en este trabajo, se utilizaron con una escala de respuesta de Nunca-0 veces (0), Pocas veces-Entre 1 y 2 veces (1), Algunas veces-Entre 3 y 5 veces (2), Bastantes veces-Entre 6 y 10 veces (3) y Muchas veces-Más de 10 veces (4), tomando como referencia un intervalo de tiempo de los últimos seis meses. El cuestionario consta de dos dimensiones: cibervictimización y ciberagresión, con coeficientes alfa de .87 y .85 respectivamente en T1 y con coeficientes alfa de .85 y .86 respectivamente en T2. Para ambas dimensiones los ítems hacen referencia a acciones como decir palabras malsonantes, excluir o difundir rumores, suplantar la identidad, etc., en medios electrónicos (e.g., “Alguien ha colgado información personal sobre mí en Internet”,He excluido o ignorado a alguien en una red social o chat”).

Bienestar emocional. Para evaluar el bienestar emocional, se utilizaron los indicadores más conocidos para la operativización de este concepto: Escala de Afecto Positivo y Negativo (PANAS; Watson, Clark y Tellegen, 1988) que incluye 20 ítems, 10 de los cuales se refieren a la subescala de Afecto Positivo (e.g. “Entusiasmada”, “Orgulloso”) y 10 a la subescala de Afecto Negativo (e.g. “Irritable”, “Con miedo”), medido en un periodo del último año. Este instrumento fue previamente utilizado en España con adolescentes y se encontró evidencia de su fiabilidad y validez (Romero, Luengo, Gómez-Fraguela y Sobral, 2002). En nuestro estudio se han obtenido unos coeficientes alfa en T1 de .87 para Afecto Positivo y .88 para Afecto Negativo y unos coeficientes alfa en T2 de .85 para Afecto Positivo y de .88 para Afecto Negativo.

Procedimiento

Se contactó con 14 centros educativos de los cuales 8 accedieron a participar en la investigación. Los cuestionarios fueron cumplimentados en las aulas de los centros educativos entre los meses de octubre de 2015 y febrero de 2016 en T1 y entre los meses de octubre de 2016 y febrero de 2017 en T2, bajo la supervisión de un miembro del equipo investigador, y después de obtener el consentimiento parental y de los propios adolescentes. Un 15% de los adolescentes no entregó el consentimiento por lo que no pudieron participar en el estudio. Se garantizó el anonimato y la confidencialidad de los datos recogidos. A través de una clave autogenerada por los participantes se pudo emparejar los cuestionarios correspondientes a una misma persona en T1 y T2 sin necesidad de que el nombre del adolescente apareciese en el cuestionario.

Análisis estadísticos

Para dar cuenta de los objetivos del estudio se realizaron análisis de correlaciones, que permitieron conocer la asociación entre las variables de personalidad (dominios y facetas) medidos en T1 y el sexting medido en T1 y T2. Posteriormente, se realizó un análisis de regresión transversal para analizar cómo los cinco grandes de personalidad explican la conducta de sexting en T1 tras controlar los efectos de la edad y el género. Con el fin de conocer cómo la personalidad predice cambios en el sexting en el período de un año, se realizó un análisis de regresión jerárquica tomando el sexting T2 como criterio, y controlando la estabilidad de esta variable (efectos autorregresivos; Selig y Little, 2012). En relación con las posibles consecuencias del sexting, se realizaron análisis de correlación entre el sexting y las potenciales consecuencias medidas en ambos momentos. Además, el mismo esquema que con la personalidad, ampliamente utilizado en los estudios que examinan la predicción del cambio entre dos momentos del tiempo (Newsom, 2015), fue utilizado para examinar las posibles consecuencias del sexting a lo largo del período de seguimiento: se analizó cómo el sexting medido en T1 podía predecir las potenciales consecuencias (acoso/ciberacoso y bienestar emocional), una vez se controlan los niveles previos de éstas.

Resultados

Previamente a los análisis centrales del trabajo, se realizó un análisis descriptivo de los datos de sexting en nuestra muestra. En cuanto a los datos de prevalencia, se observó que un 39.9% de los adolescentes que componen la muestra realizaron al menos alguna vez conductas de sexting en el primer año del estudio. En el año de seguimiento, el 44.4% de los adolescentes realizaron al menos alguna vez conductas de sexting. Por otra parte, los resultados indican que existen diferencias significativas entre chicos y chicas en la conducta de sexting en T1; así, encontramos que, dentro de la submuestra de chicos, hay un mayor número de participantes que realizan sexting que dentro de la submuestra de chicas (45% de chicos frente a un 35% de chicas; Chi-cuadrado: 7.95, 1 gl, p < .01). En T2 también se encuentra que, dentro de la submuestra de chicos, hay un mayor número de participantes que practican sexting en comparación con las chicas (49% de chicos frente a un 40% de chicas; Chi-cuadrado: 4.12, 1 gl, p < .05).

En respuesta al objetivo 1 de este estudio, analizar la relación entre los rasgos de personalidad del MCF (dominios y facetas) y la conducta de sexting evaluada un año más tarde, se realizó un análisis de correlaciones entre las variables de personalidad medidas en T1 y la conducta de sexting registrada T2. Los resultados (incluyendo también las correlaciones transversales entre personalidad y sexting T1) se presentan en la Tabla 1.

Tabla 1:  Correlaciones de orden cero entre las variables de personalidad (dominios y facetas) evaluadas en T1 y el sexting evaluado en T1 y en T2. 

En cuanto a las relaciones transversales, la conducta de sexting en T1 se relaciona con puntuaciones más bajas en apertura, amabilidad y responsabilidad teniendo en cuenta los cinco grandes de personalidad. Prestando atención a las facetas específicas del MCF, las correlaciones más intensas (significación p < .001) se encuentran en hostilidad (relación positiva), valores (relación negativa) así como con todas las facetas específicas de las dimensiones de amabilidad y responsabilidad (relación negativa).

Por lo que respecta a las relaciones que son objeto específico de este estudio (personalidad T1-sexting T2) se encuentra que la conducta de sexting en T2 se relaciona con puntuaciones más altas en depresión, impulsividad y vulnerabilidad, dentro del dominio de neuroticismo. Además, se relaciona con mayores puntuaciones en el dominio general de extraversión. Sin embargo, teniendo en cuenta las facetas de este dominio, la única relación significativa y positiva es con la faceta búsqueda de emociones. Teniendo en cuenta el dominio de amabilidad, existe relación significativa (y negativa) entre conducta de sexting y amabilidad global. Así mismo, la práctica de sexting se relaciona con puntuaciones más bajas en franqueza, altruismo y actitud conciliadora. La conducta de sexting se relaciona significativa y negativamente con el dominio general de responsabilidad así como con las distintas facetas que lo componen. Nuestros resultados no muestran relaciones significativas entre el dominio y las facetas de apertura con la realización de la conducta de sexting.

Es necesario señalar que, aunque significativas, algunas de las correlaciones significativas presentan una baja intensidad; es el caso de las facetas de depresión y vulnerabilidad y la dimensión general de extraversión, con correlaciones inferiores a .10.

Además, se realizó un análisis de regresión transversal para analizar cómo los cinco dominios de la personalidad explican la varianza en la conducta de sexting T1 una vez controlado el efecto de la edad y el género (0=chico; 1=chica). Los resultados se presentan en la Tabla 2.

Tabla 2:  Análisis de regresión jerárquica para la predicción de la conducta de sexting T1 partiendo de los cinco grandes de personalidad. 

Los resultados indican que la alta extraversión y baja amabilidad y responsabilidad predicen significativamente la conducta de sexting T1; la varianza explicada por las variables de personalidad fue de .07.

Para examinar el cambio que se produce en la conducta de sexting entre T1 y T2, se compararon las medias a través de pruebas t para grupos relacionados. Los resultados indicaron que existen diferencias significativas en la conducta de sexting entre T1 y T2 (t = -2.65, 601 gl, p < .01; d de Cohen = .03). Las puntuaciones medias indican que la conducta de sexting tiende a aumentar entre T1 (media = 6.68) y T2 (media = 7.08).

Para dar respuesta al objetivo 2 (conocer si los cinco grandes permiten predecir longitudinalmente la evolución de la conducta de sexting en el plazo de un año), se realizó un análisis de regresión jerárquica tomando la conducta de sexting en T2 como variable criterio. Las variables edad y género fueron introducidas en el primer paso de la ecuación. En el segundo paso se introdujo la conducta de sexting en T1. Y por último, en el tercer paso se introdujeron las variables de personalidad, en concreto, los cinco dominios generales de personalidad. De este modo, controlando la edad y el género, y controlando la estabilidad del sexting, se examina si las variables de personalidad contribuyen a predecir el cambio en el sexting entre T1 y T2. Los resultados se presentan en la Tabla 3.

Tabla 3:  Análisis de regresión jerárquica para la predicción del cambio en la conducta de sexting entre T1 y T2 partiendo de los cinco grandes de personalidad. 

Los resultados del análisis de regresión jerárquico muestran que, en el primer paso, el género y la edad hacen una aportación significativa a la predicción del sexting T2; en el segundo paso, conducta de sexting T1 también predice, con una beta significativa y positiva, la conducta de sexting T2, lo que indica un grado significativo de estabilidad entre T1 y T2. Una vez que se parcializa esta estabilidad, en el tercer paso de la ecuación la extraversión emerge como predictor significativo del sexting. El signo positivo de la beta indica que una alta extraversión predice aumentos en la conducta de sexting a un año de seguimiento. El aumento en varianza explicada (.02) es pequeño, aunque estadísticamente significativo.

Para comprobar si los efectos predictivos podrían variar en función del género, el análisis de regresión se repitió incluyendo las interacciones multiplicativas género x rasgos de personalidad (neuroticismo, extraversión, apertura, amabilidad y responsabilidad). Ninguna de las interacciones fue significativa.

En relación con las posibles consecuencias del sexting, en primer lugar, se analizaron las correlaciones entre el sexting T1 y T2 y los criterios incorporados en este estudio (agresión-victimización presencial, ciberagresión-cibervictimiza-ción y emociones positivas y negativas) también medidos en ambos momentos. Los resultados se presentan en la Tabla 4.

Los resultados indican que la conducta de sexting en T1 y en T2 se relaciona significativamente con todas los criterios evaluados en ambos momentos, con escasas excepciones (i.e. relación entre sexting T1 y victimización y emociones negativas T2; relación entre sexting T2 y emociones positivas T1 y T2).

Tabla 4:  Correlaciones de orden cero entre el sexting evaluado en T1 y en T2 y las potenciales consecuencias medidas en T1 y T2. 

Para examinar el cambio que se produce en los criterios entre T1 y T2, se compararon las medias a través de pruebas t para grupos relacionados. Los resultados indicaron que existen diferencias significativas entre T1 y T2 para la victimización presencial (t = 2.61, 595 gl, p < .01; d de Cohen = .20) y la cibervictimización (t = 3.26, 599 gl, p < .001; d de Cohen = .25); en concreto, las puntuaciones medias nos indican que la victimización y cibervictimización en T1 (6.49 y 3.37, respectivamente) son mayores que en T2 (5.85 y 2,59, respectivamente). Para la agresión presencial, las puntuaciones medias nos indican que la agresión en T1 es mayor (4.26) que en T2 (3.62), con una t = 3.16, 596 gl, p < .001; d de Cohen = .25. Sin embargo, los resultados indican que la ciberagresión entre T1 y T2 no cambia significativamente (t = 1.59, 596 gl, p > .05). En relación con el bienestar emocional, el cambio entre T1 y T2 es significativo tanto para las emociones positivas (t = -5.73, 574 gl, p < .001; d de Cohen = .35) como para las emociones negativas (t = -4.62, 576 gl, p < .001; d de Cohen = .18); teniendo en cuentas las puntuaciones medias, las emociones positivas y negativas en T1 alcanzan mayores niveles (33.56 y 23.76, respectivamente) que en T2 (35.51 y 25.32, respectivamente).

Para conocer si el sexting predice los cambios que se producen en estas variables, se realizaron análisis de regresión jerárquica tomando las potenciales consecuencias en T2 como variables criterio. De nuevo, se introdujeron en el primer paso las variables de género y edad. En el segundo paso se introdujeron las potenciales consecuencias evaluadas en T1, para controlar así la estabilidad de estas variables. Y por último, en el tercer paso se introdujo la conducta de sexting T1. Estos análisis nos permiten determinar si el sexting T1 se asocia con cambios en las posibles consecuencias durante el período T1-T2.

En todas las variables examinadas se obtuvieron efectos de estabilidad significativos de T1 a T2. Sin embargo, en el tercer paso de las ecuaciones, no se obtuvieron efectos predictivos significativos del sexting sobre las potenciales consecuencias en las variables de agresión, cibervictimización, ciberagresión y emociones negativas. Sí se obtuvieron efectos predictivos significativos en las variables de victimización y emociones positivas. Los resultados correspondientes a estos dos criterios se presentan en las Tablas 5 y 6.

Tabla 5:  Análisis de regresión jerárquica para la predicción del cambio en la victimización entre T1 y T2 partiendo del sexting T1. 

La Tabla 5 muestra que, en el primer paso de la ecuación, las variables sociodemográficas (edad y género), no contribuyen significativamente a la predicción de la victimización medida en T2. En el segundo paso, la victimización T1 aparece como predictor de la victimización T2 y, en el tercer paso de la ecuación, una vez parcializados los niveles previos de la victimización, se observa que el sexting T1 realiza una contribución significativa al modelo de regresión, con un coeficiente negativo en su predicción sobre la victimización en T2, indicando que una alta puntuación en sexting en T1 predice descensos en la victimización experimentada entre T1 y T2.

Tabla 6:  Análisis de regresión jerárquica para la predicción del cambio en las emociones positivas entre T1 y T2 partiendo del sexting T1. 

Respecto a las emociones positivas, la Tabla 6 muestra que la edad presenta una contribución significativa en todos los pasos del modelo, y las emociones positivas T1 presentan una estrecha relación con las emociones positivas evaluadas un año más tarde. Pero, además, la tabla muestra que la incorporación del sexting T1 en el tercer paso de la ecuación supone un incremento significativo en la varianza explicada: controlada la estabilidad de la variable criterio, la conducta de sexting presenta un coeficiente significativo y negativo en su predicción sobre las emociones positivas en T2, mostrando así que una alta puntuación en sexting T1 predice descensos en las emociones positivas experimentadas entre T1 y T2.

El aumento en varianza explicada por parte del sexting T1 es pequeño (.01), tanto en victimización como en las emociones positivas, aunque estadísticamente significativo.

Todos los análisis de regresión fueron repetidos incluyendo el término multiplicador género x sexting T1. No se detectaron interacciones significativas entre género y sexting en ninguno de los criterios estudiados: el efecto del sexting sobre las variables estudiadas no parece variar en función del género.

Adicionalmente, se analizó el papel que podría desempeñar la personalidad en la predicción de las potenciales consecuencias del sexting. En primer lugar, se calcularon las correlaciones entre los cinco grandes de personalidad1 y los criterios psicosociales considerados en este estudio. Los resultados se presentan en la Tabla 7.

Los análisis de correlación, como se muestra en la tabla, revelaron la existencia de correlaciones significativas entre los cinco grandes de personalidad y los criterios psicosociales; las correlaciones más altas (mayores a .44) se establecen entre neuroticismo y emociones negativas T1 y amabilidad y agresión T1.

Tabla 7:  Correlaciones de orden cero entre los cinco grandes de personalidad y las potenciales consecuencias del sexting. 

Dadas las relaciones que se constatan entre los cinco grandes de personalidad y las potenciales consecuencias del sexting, los análisis de regresión fueron repetidos incluyendo ahora como paso intermedio en la ecuación (tercer paso) los cinco dominios de personalidad. Los resultados no mostraron variaciones sustanciales. El efecto del sexting sobre la victimización y sobre las emociones positivas se mantiene significativo a pesar de controlar el efecto de la personalidad. La conducta de sexting presenta un coeficiente significativo y negativo en su predicción sobre la victimización presencial (-12, p < .01) y sobre las emociones positivas (-.10, p < .05).

Discusión

Este estudio se ha centrado en las conductas de sexting en una muestra de adolescentes, en un intento por examinar tanto los precursores de personalidad como las potenciales consecuencias psicosociales.

En cuanto al primer objetivo de nuestro estudio (analizar la relación entre los rasgos de personalidad del MCF -dominios y facetas- y la conducta de sexting evaluada un año más tarde), los resultados obtenidos sobre los dominios generales de la personalidad son congruentes con la literatura previa realizada desde una perspectiva transversal (Gámez-Guadix et al., 2017); esto es, los adolescentes que se implican en más conductas de sexting presentaban, un año antes, mayores puntuaciones en extraversión y menores puntuación en amabilidad y responsabilidad; no se encuentra una relación significativa con el dominio de apertura. En referencia al neuroticismo, no es significativa la relación con el dominio general pero si con algunas facetas específicas de dicho dominio. Así, los adolescentes que realizan sexting tienden a presentar más depresión, más impulsividad y mayor vulnerabilidad. Es posible, en este sentido, que los adolescentes emocionalmente más vulnerables puedan encontrar en el sexting un medio para ganar aceptación entre los iguales. Además, la incapacidad para controlar sus impulsos puede contribuir a que se envíen mensajes, fotos o vídeos sin valorar las posibles consecuencias derivadas de dicha práctica; del mismo modo, la literatura previa informa de la implicación de la impulsividad en otras conductas de riesgo (e.g. consumo de drogas) (De Wit, 2009). En relación con la extraversión, la única faceta significativa es la búsqueda de emociones, que corresponde con la faceta más relacionada con la necesidad de búsqueda de excitación y estimulación. La práctica de sexting podría responder en parte a esta necesidad de estimulación deseada por el adolescente al proporcionar sensaciones intensas de forma fácil y rápida. En este sentido, en la literatura previa se ha descrito ya cómo la búsqueda de sensaciones se asocia con conductas de riesgo sexuales (Charnigo et al., 2013); la asociación con sexting parece mostrar un patrón análogo a éste. Por otra parte, en cuanto a la amabilidad, se encuentra que los jóvenes que practican sexting tienden a presentar bajas puntuaciones previas en amabilidad. Como sugiere Gámez-Guadix et al. (2017), la conducta de sexting, como muchas interacciones a través de las nuevas tecnologías, habitualmente tienen lugar de forma más descontextualizada, de tal manera que los adolescentes bajos en amabilidad podrían encontrar en Internet un entorno cómodo. Además, la literatura previa apoya la relación entre la amabilidad y las conductas sexuales; en concreto, se encontró que la baja amabilidad se relaciona con mayores conductas de riesgo sexual (Hoyle et al., 2000). Y por último, la conducta de sexting muestra sus relaciones más intensas con el dominio de responsabilidad, y con todas las facetas correspondientes a este factor. Se puede afirmar, en base a los datos obtenidos, que los adolescentes que realizan conductas de sexting presentan una confianza más pobre en sus habilidades, incapacidad para organizarse, menor sentido del deber, menor necesidad de logro, menos capacidad de autodisciplina y deliberación. Estudios previos (McCrae, Costa y Busch, 1986) establecen que las personas con baja responsabilidad son más desinhibidas, hedonistas e interesadas por el sexo; este resultado parece ir en consonancia con una mayor realización de conducta de sexting, que representa, en definitiva, una nueva forma de experimentar la sexualidad.

Por tanto, este estudio muestra que los adolescentes que realizan conductas de sexting en el segundo momento del estudio habían presentado, un año antes, mayores puntuaciones en extraversión y menores puntuaciones en amabilidad y responsabilidad, así como mayores puntuaciones en algunas facetas específicas de neuroticismo (depresión, impulsividad y vulnerabilidad).

Este estudio se propuso, además, conocer si los cinco grandes permiten predecir los cambios que se producen en la conducta de sexting en el plazo de un año. Por una parte, se ha encontrado una estabilidad relativamente alta entre T1 y T2 en la conducta de sexting, por lo que un adolescente que realiza sexting seguramente continuará realizando esta práctica en momentos posteriores. Por otra parte, de los cinco grandes, el único dominio que predice cambios en las conductas de sexting a un año de seguimiento es la extraversión. Como es habitual en este tipo de modelos autorregresivos, (especialmente cuando el cambio entre los dos tiempos es pequeño), el tamaño del efecto no es alto (Adachi y Willoughby, 2015); no obstante los resultados muestran que los adolescentes con mayor extraversión tienen una mayor probabilidad de incrementar sus conductas de sexting en el plazo de un año. Este resultado es coherente con lo encontrado en el estudio longitudinal de Gámez-Guadix y De Santisteban (2018). Así pues, se avala la importancia de la extraversión como antecedente de la progresión que se produce en las conductas de sexting a lo largo de la adolescencia.

Además, en este estudio nos planteamos examinar potenciales consecuencias de la práctica de sexting sobre las conductas de agresión-victimización presencial y cibernético y el bienestar emocional. En este sentido, se encuentra que la conducta de sexting predice a un año de seguimiento un descenso en los niveles de victimización tradicional y un descenso en el nivel de emociones positivas. Como señalábamos en la introducción, aunque en la literatura previa se ha discutido sobre las potenciales consecuencias psicológicas del sexting, faltan estudios que comprueben, de un modo empírico y a través de estudios de seguimiento, cuáles pueden ser, en efecto, las consecuencias del sexting. Algunos estudios (Reyns, Burek, Henson y Fisher, 2013) informan de mayor probabilidad de cibervictimización en adolescentes que realizan conductas de sexting y otros estudios (Gámez-Guadix, et al., 2017) apuntan a una posible vulnerabilidad de los adolescentes a la cibervictimización como consecuencia de la conducta de sexting. Sin embargo, nuestros resultados en este estudio de predicción prospectiva indican que el sexting predice descensos en la victimización presencial. Una posible explicación de este resultado se basa en el sentido que el sexting parece tener para los adolescentes. Así, la búsqueda de popularidad parece ser una de las fuerzas que motivan a los jóvenes a realizar sexting (Lippman y Campbell, 2012; Ringrose, Harvey, Gill y Livingstone, 2013). Estudios previos han mostrado que los adolescentes más populares tendían a practicar más sexting y, de forma paralela, los que buscaban una mayor aceptación entre los miembros del grupo del otro sexo, también presentaban una mayor implicación en sexting (Vanden Abeele et al., 2014). Es sabido, por otra parte, que una mayor popularidad en los adolescentes se relaciona con menor victimización (Buelga, Cava y Musitu, 2012). Por ello, la popularidad podría estar mediando en la influencia de la conducta de sexting sobre la victimización. En todo caso, estos resultados deben ser replicados en otros contextos y con diferentes períodos de seguimiento, para comprobar en qué medida se trata de un hallazgo consistente, que podría hacer reconceptualizar las relaciones del sexting con el acoso.

Por otra parte, nuestro estudio muestra también que el sexting se asocia con decrementos en el nivel de bienestar emocional de los jóvenes. Particularmente, el sexting se asocia con reducciones posteriores en el nivel de emociones positivas de los jóvenes. Parece que la conducta de sexting es una práctica cada vez más habitual entre los jóvenes y que la realizan de forma impulsiva sin pensar en las consecuencias. Esto podría acarrear dificultades sociales y personales que se podrían asociar con un decremento de las emociones positivas a lo largo del tiempo. Los efectos que se encuentran en los análisis de regresión son robustos ya que se mantiene la significación estadística incluso controlando el efecto de la personalidad. Se debe remarcar, con todo, que esta es una primera exploración de las potenciales consecuencias del sexting desde una perspectiva longitudinal; investigaciones futuras deberán analizar exhaustivamente los efectos emocionales inmediatos, a corto y a largo plazo producidos como consecuencia del sexting.

Así pues, y a modo de resumen, este estudio, examinando antecedentes y consecuencias del sexting desde una perspectiva longitudinal, encuentra que la extraversión es un predictor a un año de seguimiento de incrementos en la conducta de sexting y a su vez, que la conducta de sexting predice disminución a un año de seguimiento de victimización y de emociones positivas.

Este estudio presenta, con todo, algunas limitaciones reseñables. En primer lugar, cabe señalar que se necesitan estudios a más largo plazo, que permitan analizar la dinámica de predictores y consecuencias del sexting de un modo más comprehensivo. Por otra parte, a pesar de su naturaleza longitudinal, el trabajo no puede establecer una relación de causa-efecto entre las variables, aunque sí se evidencian efectos predictivos compatibles con la posible influencia de la personalidad sobre el sexting, y del sexting sobre la victimización y las emociones positivas. Además, como se señaló anteriormente, existen también limitaciones psicométricas en algunas de las facetas del JS NEO-S con bajos índices de consistencia interna, y esto puede haber atenuado algunas de las relaciones encontradas. No obstante, las asociaciones que se encuentran incluso con las facetas menos consistentes son coherentes con las expectativas previas y/o con las relaciones obtenidas en otras facetas correspondientes al mismo factor. Además, es necesario tener en cuenta que el estudio se realiza únicamente con autoinformes; un uso de medidas más diversas permitirá delinear conclusiones más robustas en la literatura que se va acumulando sobre el sexting.

A pesar de estas limitaciones, este estudio proporciona una imagen completa y matizada de la relación entre rasgos de personalidad y la conducta de sexting al haber incluido el análisis de facetas de los dominios generales del MCF. Además, presenta un diseño longitudinal que permite profundizar en la predicción de la conducta de sexting teniendo en cuenta la personalidad. Este estudio prospectivo ha ayudado también a explorar algunas de las potenciales consecuencias psicosociales del sexting, que no han sido analizadas en la literatura previa desde un punto de vista longitudinal.

Este estudio muestra que el sexting es un conjunto de conductas frecuente en los jóvenes, que parece ser influido por tendencias de personalidad básicas y que puede presentar también consecuencias relevantes sobre la salud y el bienestar a lo largo de la adolescencia. El sexting en los jóvenes se revela como un fenómeno que, en términos de predictores, correlatos y consecuencias, merece ser sistemáticamente investigado. Profundizar en las dimensiones y los procesos psicológicos implicados en el sexting permitirá desarrollar estrategias para promover un buen uso de las nuevas tecnologías por parte de los adolescentes, minimizando sus consecuencias negativas.

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1Los resultados correspondientes a las facetas del MCF están disponibles bajo petición al autor.

Recibido: 25 de Agosto de 2018; Revisado: 13 de Noviembre de 2018; Aprobado: 11 de Diciembre de 2018

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