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Archivos de la Sociedad Española de Oftalmología

versão impressa ISSN 0365-6691

Arch Soc Esp Oftalmol vol.78 no.6  Jun. 2003

 

SECCIÓN HISTÓRICA


LA MUTILACIÓN DELIBERADA DE LOS OJOS

ARRUGA A1

Leyenda e historia relatan casos de oftalmorrexis autoinfingida o como castigo.

SÓFOCLES refiere el caso de EDIPO, rey de Tabas, que en su remordimiento y desesperación —al percatarse de su circunstancia, parricida e incestuoso— se mutiló los ojos. DEMÓCRITO se quitó la vista... para pensar con mayor lucidez. Es probable que la máxima de SAN MATEO: «Si tu ojo te hace tropezar, sácalo y arrójalo lejos de ti», incitara a la práctica de la autoevulsión.

La leyenda atribuye erróneamente a SANTA LUCÍA DE SIRACUSA la historia de la bienaventurada LUCÍA CASTA, de Jerez, que se extirpó los ojos para eludir una relación no deseada, mandando sus globos oculares a su pretendiente.

La ablación de los ojos como castigo o venganza ya era habitual en los pueblos de la antigüedad. Los Filisteos se apresuraron a cegar a SANSÓN después de la traición de DALILA. SARGÓN, ASURBANIPAL y «el Gran Rey» DARÍO cegaban a sus enemigos. Más cruel ANÍBAL que, en sus campañas en Italia, hacía cortar los párpados superiores de los prisioneros. La subsiguiente fusión purulenta y perforación del ojo, en medio de dolores espantosos era mucho peor que la extirpación, hasta que una meningitis mortal acababa con el sufrimiento de los desgraciados. El general BELISARIO, injustamente acusado por la Emperatriz TEODORA de una conjura para derribar a JUSTINIANO, fue cegado por orden de dicha emperatriz.

El año 600 se introdujo en Inglaterra una ley que permitía la extirpación de los ojos como conmutación, para reducir la pena a algunos condenados a muerte. Desde tiempos remotos y hasta 1836, el robo de algo cuyo valor superara el valor equivalente a tres euros de hoy era castigado con la pena máxima. La susodicha permuta (en casos de delito limítrofe) era aprobada por la Iglesia, por entrañar la oportunidad de arrepentimiento. Este precepto desapareció del Código de Leyes inglés durante el reinado de ENRIQUE III de Winchester.

En el Fuero Juzgo se aplicaba la ceguera asimismo a los traidores cuando el Rey les perdonaba la vida. También a los padres reos de infanticidio. Las Partidas de ALFONSO X el Sabio abolieron esta pena «porque la cara del home la fizo Dios a su semejanza».

ALFONSO II el Casto mandó sacar los ojos al Conde de SALDAÑA por haberse casado secretamente con la hermana del rey, D.ª JIMENA. RAMIRO II mandó cegar a su hermano, ALFONSO IV, así como a los tres hijos de FRUELA II. BASILIO II, Emperador de Oriente, mandó que se vaciaran los ojos de los prisioneros búlgaros. ISAAC II ANGELUS, emperador bizantino, fue destronado por su hermano ALEJO III, que lo mandó cegar. FEDERICO II, emperador del Sacro Romano Imperio Germánico, suponiendo a su fiel servidor PIER DE LA VIGNE en connivencia para envenenarle, le mandó extirpar los ojos.

Si la autoevulsión se explica por el ámbito primitivo y medieval, se han dado caso en todas las épocas. Hoy, empero, casi sólo en alienados. La «técnica», tanto en la oftalmorrexis autoinflingida o como castigo, de lo más atroz. Los dedos, sin o con participación de las uñas, un utensilio cortante o romo. Claro que, en brutalidad, nada que envidiar a los procedimientos «lege artis» empleados por los oftalmólogos hasta mediados del s. XIX. Así, en la descripción por Georg BARTISCH (1583) el ojo era arrancado mediante los dedos o con una cuchara. Si bien ideó instrumentos para mejorar la técnica (fig. 1) los intentos para mitigar la atrocidad no fueron felices. BARTOLINI, para humanizar la técnica, traccionó el globo con ganchos diseñados ad-hoc: el paciente fallecía a tres días tras horribles convulsiones. Lo más parecido a la técnica actual no llegó hasta FERRAL (1841) que, previa incisión circuncorneal de la conjuntiva, liberaba el ojo de tendones, cápsula y nervio óptico. Pero hasta el perfeccionamiento de la anestesia (general y local) la enucleación fue una operación brutal, a pesar de varios intentos para mitigar el sufrimiento, algunos un tanto peculiares como el de MACKENZIE (1830); consistía en desangrar al paciente hasta la total pérdida de la consciencia: en ese momento el ojo era arrancado. Hasta 1855 la enucleación casi sólo se practicaba en casos de tumor maligno. PRITCHARD fue uno de los pocos que desde 1850 la practicó en casos en que temía la oftalmía simpática.

 
Fig. 1.


1 Oftalmólogo. Sant Just Desvern. España. 

 

BIBLIOGRAFÍA

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