El pasado día 29 de febrero de 2008 falleció en Bilbao, donde nació el 24 de enero de 1920, Enrique de Arzúa Zulaica, víctima de una larga enfermedad que viví telefónicamente, percatándome de su gran comportamiento y manteniendo su ilusión por el estudio hasta sus últimos días.

Conocí a Enrique durante el Congreso Nacional de la SEPD celebrado en Valencia en 1961 y desde entonces nuestra amistad fue fraterna, convirtiéndome en un admirador suyo.

Licenciado en la Facultad de Medicina de Valladolid en 1944, con Premio Extraordinario, se doctoró en Madrid en 1951.

Perfeccionó sus estudios en los hospitales de París con los Profesores Debray, Albot, Porcher y Cherigié.

Pronto colaboró con la SEPD siendo vocal de la junta que presidió el Profesor Rocha (1968-1970), vicepresidente de la de Arias Vallejo (1973-74) y en la que yo fui vocal, y antecesor mío en la presidencia (1979-1980), presidencia en la que puso toda su inteligencia y dedicación, obteniendo grandes logros: formación de un fichero de centros de especialidad para coordinar trabajos multicéntricos, establecimiento de la comisión de docencia, propuesta del castellano en congresos internacionales, que me correspondió a mi exponer en la Asamblea del Congreso Mundial de Estocolmo, que tras votación fue aceptada, y reconocimiento de utilidad pública a nuestra sociedad científica.

Por su relación con la escuela francesa fue, con Usobiaga, Villanueva y otros muchos, organizador de las IV Jornadas Hispano-Francesas de Gastroenterología, después de Burdeos, Pamplona y Perpiñán. Ambos, sentimos la desaparición de las Jornadas.

Desde el inicio de la inauguración, como filial de la SVPD, hubo una estrecha colaboración con la Asociación Vizcaína.

Tuve el honor de continuar su presidencia, beneficiándome de sus consejos y también sucederle en la de la Agrupación de Miembros de Honor-Medallas de Oro, que llevó con tanta eficiencia.

Todas estas razones personales me permiten expresar, sin apasionamiento, que Enrique ha sido un gran comunicador, participando en reuniones regionales, nacionales, europeas y mundiales, de modo científico-práctico, convincente y colaborando con las revistas nacionales y extranjeras, cultivando, además, actividades diversas: pintura y música, de las que ha dejado interesantes artículos, siendo un gran humanista dedicando muchas horas a la relación médico-enfermo.

Su presencia y participación en los congresos con su dolencia crónica fue ejemplarizante.

La SEPD y la Sociedad Vasca de Gastroenterología, por su destacado valor y ser pionero en diversas técnicas, pierden a un miembro importante, después de haberle distinguido con las máximas condecoraciones, así como la Academia de Ciencias Médicas de Bilbao, de la que fue su presidente.

A Begoña (su fiel esposa) e hijos, nuestro más sentido pésame. Le recordaré siempre.