SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.20 número6In Memoriam Francisco García Salazar (1960-2009) índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
Home Pagelista alfabética de periódicos  

Serviços Personalizados

Journal

Artigo

Indicadores

Links relacionados

  • Em processo de indexaçãoCitado por Google
  • Não possue artigos similaresSimilares em SciELO
  • Em processo de indexaçãoSimilares em Google

Compartilhar


Neurocirugía

versão impressa ISSN 1130-1473

Neurocirugía vol.20 no.6  Dez. 2009

 

In Memoriam Mariano Arrazola Silió (1922-2009)

 

 

In Memoriam Mariano Arrazola Silió (1922-2009)

 

 

Enrique Úrculo Bareño

 

 

Pocos días antes de celebrar sus ochenta y siete primaveras, ha fallecido mi maestro en una gélida y lluviosa noche invernal donostiarra, tranquilo en su cama y arropado por su familia. Tres frías esquelas en el Diario Vasco anunciaban el pasado sábado 7 de Noviembre su muerte a la que conocía de cerca, tanto por su profesión médica como por su arriesgada afición a tocar el techo del mundo en las montañas más altas. Porque si hubiera que definirlo en dos palabras éstas serían la de neurocirujano montañero, ya que sus dos grandes pasiones fueron la neurocirugía y la montaña.

Neurocirujano aventurero y pionero de la escuela madrileña de D. Sixto Obrador, a quien admiraba, y tras sus años de formación neuroquirúrgica en Utrecht (Holanda) con el Prof. Verbiest, el Dr. Arrazolase instala en San Sebastián en 1953, introduciendo en nuestra ciudad una especialidad prácticamente desconocida como era la neurocirugía. Inicialmente desarrolla su incansable actividad asistencial en la desaparecida clínica San Antonio y en la Cruz Roja de San Sebastián, compaginándola con la que realiza en Bilbao en el Hospital Civil de Basurto, donde acude semanalmente a operar los fines de semana durante varios años seguidos. Finalmente se establece en la ciudad donostiarra, donde progresivamente impulsa la neurocirugía en diferentes centros como el antiguo Hospital Provincial de Guipuzcoa, la clínica Pakea, la Residencia Sanitaria Nuestra Señora de Aránzazu y la Policlínica Gipuzkoa (de ésta última promotor y socio fundador). Fue un innovador apasionado de su profesión, entre otras muchas cosas introduce las últimas técnicas diagnósticas en la neurocirugía del momento, como la neumoencefalografía, ventriculografía, angiografía cerebral, la mielografía, el scanner... y técnicas quirúrgicas cerebrales como la estereotaxia, leucotomías, cirugía del Parkinson...o vertebrales como la cirugía de la hernia de disco y de la estenosis de canal lumbar, hasta entonces desconocidas en nuestro medio, que realizaba con extraordinaria rapidez, precisión y elegancia quirúrgica. Pero a él lo que le gustaba en realidad eran los grandes retos quirúrgicos como la compleja cirugía de los aneurismas cerebrales, para lo cual preparaban meticulosamente al paciente con antelación suficiente para inducir una hipotermia moderada (a base de cubitos de hielo y manta de agua fría), que mantenían durante la intervención quirúrgica. Creó una importante escuela de grandes neurocirujanos, muchos de ellos activos en la actualidad y otros ya fallecidos que no incluyo por no olvidar a ninguno. Miembro de diferentes sociedades científicas, llegó a ser presidente de la sociedad luso-española de neurocirugía y de la sociedad vasca de neurocirugía/neurokirurgiako euskal elkartea (de la que fue socio fundador).

Son demasiados los recuerdos que se me agolpan en la cabeza al evocar durante estos días los más de treinta años de carrera profesional y vital que he compartido con él, desde que en 1978 llegué a mis 26 años para ocupar la plaza de Residente en el Servicio de Neurocirugía, que él dirigía en la llamada entonces "Residencia Sanitaria Nuestra Señora de Aránzazu de la Seguridad Social". No podré olvidar nunca cuando, después de presentarme en su despacho por primera vez como el nuevo residente de neurocirugía y con su mirada serena, inteligente, profunda, pero inquieta y algo triste me dijo que él no había solicitado ningún ayudante. Sin embargo, desde entonces nuestra relación fue progresivamente evolucionando de lo profesional a una auténtica amistad personal: el me enseñó mucho más que neurocirugía. De fuerte personalidad, pulso firme y carácter impetuoso, tenía fama de jefe duro y en quirófano temido: imponía respeto. Pero los que tuvimos la suerte de conocerlo bien, nos dimos cuenta con los años que mucho de ello era simple fachada y que debajo de esa coraza había un gran ser humano, que al cabo de un rato se olvidaba sin rencor de la bronca que nos echaba por nuestras torpezas o errores cometidos. Huía de los honores, halagos, actos sociales y de las palabras huecas, lo que le procuró en ocasiones ser incomprendido por algunos. Era un hombre solitario que sus pocos ratos libres ocupaba con la lectura.

Para él lo importante era el enfermo, no existía horario ni fines de semana, nunca fallaba si se le requería, no se le veía por los pasillos del Hospital, como me confesaba: no soy un "médico saludador". Con un gran "ojo clínico" sabía en cada momento lo que había que hacer y lo más difícil, lo que no había que hacer y cuándo dar por finalizada una intervención quirúrgica. Incansable en su trabajo, había días que no parábamos hasta bien entrada la noche: Residencia Sanitaria, Hospital Provincial, Cruz Roja, Clínica Pakea y Policlínica era nuestro recorrido diario, para continuar a primera hora de la mañana siguiente, nunca demostró agotamiento cuando los demás estábamos desfallecidos. Asistimos juntos a muchos congresos de la especialidad, organizamos algunos y disfrutamos en todos, presentándome a los grandes neurocirujanos españoles y extranjeros amigos suyos. Firmamos juntos algunos artículos médicos publicados en revistas de la especialidad. Le apasionaba la docencia y desde que se inauguró la Unidad Docente en nuestra ciudad fue profesor asociado de la Facultad de Medicina y Cirugía de la Universidad del País Vasco, donde enseñaba neurocirugía a los alumnos de medicina. Me permitió dar alguna clase y sé por boca de sus alumnos que las del Dr. Arrazola eran amenas y muy didácticas, por lo que estaba muy bien considerado y querido por el alumnado.

Amante de la naturaleza y del deporte, practicó con asiduidad bicicleta, remo, esquí y sobre todo la escalada de alta montaña. Fue como médico en numerosas expediciones y alcanzó todas las cimas imaginables desde el Aconcagua hasta el Everest, donde junto a su tarea de alpinista hizo investigaciones sobre el mal de altura y el edema cerebral.

El espacio y el tiempo impiden extenderme en estas líneas de reconocimiento a quien fue mi maestro, con la esperanza de que, aunque no le gustaba, sirva de homenaje personal a un ser querido (él sabrá perdonarme). Estoy seguro Mariano que las montañas y sus nieves, como nosotros, te echarán de menos, aunque sigues vivo en nuestra memoria. Ikusi arte.

Creative Commons License Todo o conteúdo deste periódico, exceto onde está identificado, está licenciado sob uma Licença Creative Commons