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Psychosocial Intervention

versión On-line ISSN 2173-4712versión impresa ISSN 1132-0559

Psychosocial Intervention vol.18 no.1 Madrid mar. 2009

 

ESPACIO ABIERTO / OPEN ACCESS

 

Personas Divorciadas: Análisis de las Características del Proceso de Ruptura

Divorced People: Analysis of the Characteristics of the Break-up Process

 

 

Ana Muñoz-Eguileta

Diputación Foral de Vizcaya

Dirección para correspondencia

 

 


RESUMEN

El objetivo de este estudio fue llevar a cabo el análisis de las características del proceso de ruptura de una muestra de personas divorciadas a través del estudio de un conjunto de variables como la duración del matrimonio, la utilización de la mediación o el tiempo transcurrido desde la separación, entre otras. Para ello se contó con la participación de diversas asociaciones de separados/as y de centros de mediación en separaciones y divorcios. Los resultados obtenidos revelaron que un mayor contacto con el ex–cónyuge después de la separación está relacionado con una menor duración del conflicto matrimonial así como con la utilización de los servicios de mediación. Estos y otros resultados son analizados en la discusión.

Palabras clave: separación matrimonial, divorcio, proceso de ruptura.


SUMAMRY

The goal of this study was to carry out an analysis of the characteristics of the break-up process in a sample of divorced people including variables such as length of marriage, use of mediation services and time elapsed since divorce. Anumber of mediation centres and associations of divorced people participated in the project. The results showed that a closer contact with the ex–spouse was related to a shorter duration of marital conflict and with the use of the mediation services. These findings are discussed along with other results.

Key words: marital separation, divorce, break-up process.


 

En las últimas décadas las tasas de separación y divorcio han ido aumentando progresivamente hasta alcanzar unos niveles elevados. En España, los últimos datos proporcionados por el Instituto Nacional de Estadística referentes al año 2004, reflejan una tasa algo superior al 26%, es decir, se espera que aproximadamente uno de cada cuatros matrimonios acabe en ruptura (INE, 2006).

La importancia del fenómeno de la separación y su repercusión a nivel emocional o familiar subraya la necesidad de realizar estudios encaminados a una mayor comprensión de los diversos factores que están presentes a lo largo del proceso de divorcio (Cantón, Cortés y Justicia, 2000; González y Triana, 1998).

La disolución del matrimonio puede deberse a numerosos factores, como la disminución de la atracción física entre ambos, problemas psicológicos o físicos, los celos, la infidelidad, las luchas de poder, unas expectativas matrimoniales no satisfechas o el afrontamiento inadecuado de los numerosos conflictos que surgen fácilmente en la vida en común. Estos factores van creando tensión y desilusión en la pareja y de esta forma se va erosionando el amor. La decisión de separarse legalmente llega generalmente después de un largo y doloroso proceso donde el conflicto, la ansiedad, una pobre comunicación, la tristeza o el enfado se han convertido en parte habitual del día a día (Kelly, 2003). Este periodo en el que se combina la lucha entre los esposos con los intentos fallidos por salvar la relación, así como todo el proceso legal que acompaña a la ruptura, deja secuelas en ambos cónyuges y una gran incertidumbre ante lo que les depara la separación.

Diversos estudios han analizado previamente el papel que juegan distintas variables presentes en el proceso de ruptura como el conflicto matrimonial (Fischer, De Graaf y Kalmijn, 2005), el rol del iniciador (Baum, 2003; Vannoy, 2000) o el tiempo transcurrido desde la separación (Muldrow, 2004). No obstante, son escasos los autores que han analizado un amplio conjunto de estas variables en una misma muestra.

En el presente trabajo se sigue la línea de investigación propuesta por Kitson y Holmes (1992) analizando una amplia representación de características relacionadas con el proceso de ruptura de una muestra de divorciados/as participantes en un estudio previo sobre los factores relacionados con la adaptación emocional al divorcio (Muñoz-Eguileta, 2003). Ofrecer este tipo de datos, analizando las relaciones existentes entre las distintas variables, es especialmente relevante si se tiene en cuenta el reducido número de estudios llevados a cabo a nivel nacional con este colectivo, especialmente desde una perspectiva psicológica. El objetivo que se persigue es alcanzar un mayor conocimiento de las circunstancias que rodean este proceso, desde el inicio del conflicto matrimonial hasta la relación que mantienen los ex–esposos transcurridos diversos años desde la separación.

 

Método

Muestra

El acceso a la muestra se llevó a cabo a través de diversas asociaciones de separados/as y centros en los que se realiza un trabajo de mediación en separaciones y divorcios, todos ellos con sede en Bilbao y Vitoria. De cara a la inclusión de los sujetos en la muestra se siguieron tres criterios: 1) llevar separados legalmente de cero a cinco años; 2) no estar viviendo con el ex–esposo/a y 3) no haber contraído segundas nupcias. La muestra quedó compuesta finalmente por 88 personas, 53 mujeres y 35 hombres, con edades comprendidas entre los 27 y los 64 años (M.= 41,54 años). La mayor parte de las personas estudiadas tienen hijos/as a su cargo (93,2%; M.= 1,61) y poseen estudios medios o universitarios (71,5%). El 84,1% de ellas está trabajando fuera del hogar, siendo mayor el porcentaje de hombres que se encuentran en esta situación (91,4% vs 79,2%).

Procedimiento

El cuestionario fue cumplimentado por las personas que durante un año acudieron a las asociaciones y a los centros de mediación y cumplían los requisitos pertinentes para ser incluidas en la muestra. En primer lugar se les entregaba una carta de presentación de cara a informales del objetivo del estudio y pedirles su colaboración. De esta forma, a quienes deseaban participar se les hacía entrega del protocolo de evaluación.

Variables e Instrumentos de medida

La selección de variables se llevó a cabo tomando como punto de referencia el trabajo realizado por Kitson y Holmes (1992). Se recogió información acerca de las siguientes variables sociodemográficas: el género, la edad, la existencia de hijos/as, el nivel de estudios y la situación laboral. Las variables del proceso de ruptura analizadas fueron: la duración del matrimonio, la duración del conflicto matrimonial, la existencia de una separación de hecho, el tiempo considerando la posibilidad de separarse, el iniciador, la utilización de servicios de mediación, el tiempo transcurrido desde la separación, estar recibiendo atención psicológica, la pertenencia a una asociación de separados/ as, la existencia de una nueva pareja y la relación actual con el ex–esposo/a (tipo de relación, calidad de la relación y contacto deseado).

Todas las variables fueron evaluadas a través de preguntas individuales, similares a las utilizadas por los autores mencionados previamente, recogidas en el Cuestionario de datos sociodemográficos y sobre el proceso de ruptura (Anexo).

Análisis de los datos

Los análisis descriptivos de los datos se llevaron a cabo mediante el recuento de frecuencias (n) y porcentajes (%) de cada una de las variables. El análisis de la relación existente entre las diversas variables estudiadas se llevó a cabo mediante la prueba Chi cuadrado de Pearson ( Χ2). El nivel de significación elegido para la interpretación de los resultados fue p< 0,05, para un nivel de confianza del 95%.

 

Resultados

En la Tabla 1 se puede observar la distribución de la muestra en función de todas las variables del proceso de ruptura consideradas.

Respecto a la duración del matrimonio, el grupo más numeroso lo componen aquellas personas que tuvieron un matrimonio con una duración de 10 a 19 años (40,9%). Analizando la duración del conflicto, se observa que el 75,8% de la muestra afirma que empezaron a ir las cosas mal en su matrimonio de 0 a 5 años antes de solicitar la separación. Análisis adicionales muestran que cuanto mayor ha sido la duración del matrimonio más tiempo ha durado también el conflicto (rs = 0,22; p= 0,035). Por otro lado, una media mayor de hijos/as está relacionada con una mayor duración tanto del matrimonio (rs = 0,56; p= 0,000) como del conflicto matrimonial (rs = 0,21; p= 0,044).

Únicamente el 29,5% de los sujetos dicen haber estado separados de hecho (sin vivir juntos) antes de solicitar la separación. Aproximadamente el 60% de la muestra estuvo considerando la posibilidad de separarse de 0 a 6 meses, y un 9,1% lo estuvo considerando durante más de 2 años.

Respecto a quién tomó la iniciativa de poner fin al matrimonio, se observa que un porcentaje parecido de personas señala que fueron ellas mismas las que iniciaron la separación o que fue el ex–esposo/a (39,8% y 35,2% respectivamente). El 25% restante señala que iniciaron la separación conjuntamente. En la Tabla 2 se presentan los cruces realizados con la variable Iniciador. Concretamente son las mujeres las que más frecuentemente toman la iniciativa a la hora de finalizar el matrimonio. Esto se refleja en que el 47,1% de las mujeres dicen ser ellas mismas las iniciadoras (vs el 28,5% de los hombres), y el 18,8% afirma que fue el ex–esposo (vs 60%). Si bien no existe una relación de dependencia entre las variables Iniciador y Atención psicológica (Χ2= 2,86; p= 0,239) se observa que de las personas que están recibiendo atención psicológica el 44,8% señala que fue el otro el que inició la separación. En cambio, entre las que no están recibiendo terapia el mayor grupo lo componen aquellas que señalan que fueron ellas mismas las que tomaron la iniciativa (45,7%). Por otro lado, aunque la relación entre el Iniciador y la Duración del conflicto no es significativa (Χ2= 12,97; p= 0,113), los datos presentados en la Tabla 2 reflejan que las personas que han iniciado la separación señalan en general una mayor duración del conflicto.

Los servicios de mediación fueron utilizados por el 37,5% de la muestra a la hora de llevar a cabo la separación, quedando satisfechos con los acuerdos alcanzados las tres cuartas partes de ellos. En líneas generales el matrimonio ha sido más largo en el caso de aquellas personas que no han acudido a la mediación (Tabla 3). Si bien la relación entre la Mediación y la Duración del conflicto no es significativa (Χ2= 3,24; p= 0,518), se observa que el conflicto ha tenido una duración algo mayor para los que no se han servido de la mediación.

En cuanto al tiempo transcurrido desde la separación, el 55,6% de la muestra llevan separados de 0 a 2 años y el 44,3% restante de 2 a 5 años. Por otro lado, un tercio de las personas estudiadas está recibiendo algún tipo de atención psicológica. Análisis adicionales muestran que las personas que reciben atención psicológica llevan menos tiempo separadas (Χ2= 14,47; p= 0,006).

La pertenencia a una asociación de separados/asse produce en el 42% de los casos, siendo mayor el porcentaje de hombres que el de mujeres (51,4% vs 35,8%). Por otro lado, más de un tercio de la muestra (38,6%) dice tener en la actualidad una nueva pareja, siendo de nuevo algo mayor la proporción de hombres que tienen pareja (45,7% vs 33,9%).

Con objeto de observar con más precisión los datos referentes a la relación que los ex–esposos mantienen, se han excluido de los análisis los seis únicos sujetos que no tienen hijos/as. Respecto al tipo de relación, el mayor grupo lo componen aquellas personas que no mantienen ninguna relación con el ex–esposo/a (43,9%), seguido de los que mantienen un contacto sólo para tratar cuestiones relacionadas con la separación (36,6%). Por último, un 19,5% afirma que se ven por otros motivos como podrían ser intereses comunes, amistad o por los hijos/as.

En la Tabla 4 se recogen todos los cruces realizados con la variable Relación con el ex–esposo/a. El tipo de relación no está asociado de forma significativa con el número de hijos/as (Χ2kw = 4,43; p=0,109), pero sí con la utilización de los servicios de mediación (Χ2kw = 13,88; p= 0,001). Concretamente, es más probable no mantener una relación con el ex–esposo/a cuando no se ha utilizado la mediación para llevar a cabo la separación.

El matrimonio de las personas que no tienen ninguna relación con el anterior esposo/a ha durado más tiempo que el de las personas que se ven por asuntos ligados a la separación y más tiempo aún que el de las personas que se ven por otros motivos. Por otro lado, los datos obtenidos sugieren que una menor duración del conflicto favorece que los ex–esposos mantengan una relación y que ésta se deba especialmente a motivos ajenos a la separación. No se produce una relación de dependencia entre el tipo de relación y el tiempo separados (Χ2= 9,41; p= 0,308). No obstante, se observa que ha transcurrido más tiempo desde la separación en el caso de las personas que no tienen ninguna relación con el anterior cónyuge.

En cuanto a la calidad de la relación, para el 47,8% de las personas que mantienen algún contacto con el anterior esposo/a la relación entre ambos es muy buena o buena, frente a un 21,7% que piensa que es mala o muy mala. Entre las personas que tienen relación para tratar temas de la separación, es muy parecido el porcentaje de los que tienen buenas, regulares o malas relaciones. En cambio, cuando se ven por otros motivos, el 68,7% afirma que sus relaciones son buenas y el 31,2% restante afirma que son regulares.

Por último, respecto al contacto que se desea con el ex–esposo/a, el 30,5% de la muestra señala que prefiere aún un contacto mayor, frente al 18,3% que desearía verse menos frecuentemente. Es mayor el porcentaje de hombres que desean más contacto (47% vs 18,7%). Por otro lado, se observa que a menor tiempo separados mayor es el deseo de verse (Χ2= 14,49; p= 0,006). Aunque el contacto deseado y la calidad de la relación son independientes (Χ2= 5,94; p= 0,203), cabe destacar que entre las personas que quieren un mayor contacto con el ex–esposo/a el 33,2% señala que la relación que mantienen es mala o muy mala y entre las personas que desean un menor contacto el 36,3% afirma que la relación es buena o muy buena.

 

Discusión

El objetivo de este estudio ha sido llevar a cabo el análisis de las características del proceso de ruptura de una muestra de personas divorciadas.

En primer lugar, cabe señalar que la duración de los matrimonios de las personas estudiadas se sitúa más frecuentemente entre los 10 y los 19 años. De acuerdo con Glenn (1998) la satisfacción matrimonial cae marcadamente en los 10 primeros años de matrimonio para ir disminuyendo progresivamente con posterioridad. Al igual que señalan Domenech (1994) y Ruiz-Becerril (1999), se ha observado que cuanto más tiempo ha durado el matrimonio la media de hijos/as es también mayor. Esta relación se puede considerar desde dos perspectivas: o bien una mayor duración del matrimonio ha ofrecido más tiempo para que nacieran más hijos/as o bien un mayor número de hijos/as ha propiciado que se aguantase durante más tiempo un matrimonio conflictivo.

En la mayor parte de los casos la duración del conflicto durante el matrimonio fue de 0 a 5 años (75,8%). Las personas para las que el conflicto duró más tiempo presentan también una media mayor de hijos/as. Este dato va en la misma línea que lo comentado anteriormente, es decir, la presencia de un mayor número de hijos/as puede favorecer que se toleren durante más tiempo los problemas. De acuerdo con Bradbury, Fincham y Beach (2000) los hijos producen el paradójico efecto de aumentar la estabilidad del matrimonio mientras disminuyen su calidad.

Por otro lado, el 70,5% de la muestra ha llevado a cabo la ruptura legal del matrimonio sin pasar previamente por una separación de hecho, fenómeno que sigue siendo más frecuente en otros países, y la decisión de separarse se ha tomado principalmente durante el año anterior a la separación (79,6%).

En cuanto a quién toma la iniciativa de poner fin al matrimonio, cabe señalar que son principalmente las mujeres las que inician la separación legal confirmando los resultados obtenidos en diversos estudios tanto nacionales como internacionales (Borrajo-Iniesta, 1990; Del Barrio y Domenech, 1993; Domenech, 1989; Kitson y Holmes, 1992; Leon, 1986; Masheter, 1997; Ruiz-Becerril, 1999; Thabes, 1997; Vannoy, 2000). De acuerdo con Ruiz-Becerril la mujer, por un lado, capta mejor el deterioro de la relación y, por otro lado, al legalizar la ruptura busca asegurar el factor económico, mientras que el hombre tiene normalmente más libertad y oportunidades de ocio para evadirse de los problemas o para forzar que la mujer pida la separación.

De las personas que están recibiendo algún tipo de atención psicológica el mayor grupo (44,8%) lo componen aquellas que señalan que la separación la inició el ex–esposo/a, mientras que de las personas que no reciben ninguna atención psicológica el mayor grupo (45,7%) afirma que iniciaron ellas la separación. Estos datos sugieren que el golpe psicológico que supone la ruptura es mayor o por lo menos más difícil de afrontar por uno mismo cuando fue el cónyuge quien tomó la iniciativa.

Por otro lado, los porcentajes observados en relación al iniciador y a la duración del conflicto, si bien no presentan diferencias significativas, sugieren que los iniciadores perciben una mayor duración del tiempo durante el que fueron las cosas mal en el matrimonio. Normalmente la persona que decide iniciar la separación afirma que ha aguantado una situación negativa durante mucho tiempo.

El 37,5% de la muestra se sirvió de la mediación para llevar a cabo la separación y la mayor parte de estas personas están satisfechas con los acuerdos alcanzados. Una menor duración del matrimonio parece favorecer el acudir a un servicio de mediación, probablemente porque al durar menos tiempo no se ha producido un excesivo deterioro de la relación, lo cual permite poder dialogar más fácilmente. Esto se confirma en parte con los resultados encontrados en torno a la duración del conflicto, que si bien no alcanzan significación estadística, muestran que las personas que se han servido de la mediación señalan una menor duración del conflicto.

Aproximadamente una tercera parte de la muestra está recibiendo algún tipo de atención psicológica, llevando estas personas, por lo general, menos tiempo separadas. Un momento especialmente crítico parece producirse entre los 7 y los 12 meses siguientes a la separación, momento en el que destaca el porcentaje de personas que reciben ayuda (38%).

El 42% forma parte en el momento actual de alguna asociación de separados/as, siendo mayor el porcentaje de los hombres que el de las mujeres (51,4% vs 35,8%). Por otra parte, el 61,4% de la muestra no ha iniciado aún una nueva relación de pareja. Al igual que lo encontrado en otros estudios (López-Pintor y Toharía, 1989; Ruiz-Becerril, 1999), se observa que es mayor el porcentaje de hombres que mantienen una nueva relación (45,7% vs 33,9%). Esto puede ser debido a muchos factores, por ejemplo, a que a menudo los hombres dedican menos tiempo a los hijos/as y al cuidado del hogar, disponen de más oportunidades de contacto social a través del trabajo y tienen un mayor nivel de ingresos, lo que les permite poder participar en un abanico más amplio de actividades sociales.

En lo referente a la relación que mantienen los ex–esposos, un porcentaje considerable de personas señala que la relación es nula (43,9%). Este porcentaje es comparable al encontrado en otros estudios nacionales (Domenech, 1989; Ruiz-Becerril, 1999). De las personas que mantienen el contacto son más las que se ven únicamente para tratar asuntos ligados a la separación (36,6%) que las que se ven por otros motivos, como pueden ser los intereses comunes, los hijos/as o la amistad (19,5%). El número de hijos/as es independiente en esta muestra de la relación que mantienen entre ambos después de la separación.

Una menor duración del matrimonio así como una menor duración del conflicto está relacionado con mantener el contacto con el anterior cónyuge, especialmente por motivos no relacionados con la separación. La asociación existente entre estas variables ha sido respaldada recientemente por Fischer, De Graaf y Kalmijn (2005). Este tipo de relación también es más frecuente entre las personas que se sirvieron de la mediación para llevar a cabo la ruptura del matrimonio (36,6%). La mediación puede ayudar a que continúe entre ambos una relación no forzada, ya que promueve la comunicación y la cooperación mutua, y permite que se lleve a cabo toda la tramitación a través de acuerdos consensuados, favoreciendo de esta forma su responsabilidad y la probabilidad de mantener los acuerdos en el tiempo (Bernal, 1998). Baum (2003) señala que cuanto más largos y conflictivos son los procesos legales peor es la relación coparental que mantienen los ex–cónyuges.

Aunque no se ha obtenido una relación significativa entre el tipo de relación y el tiempo que llevan separados, sí se ha observado una tendencia hacia un menor contacto entre ambos a medida que va transcurriendo el tiempo. Esto puede ser debido a que uno o ambos han ido reconstruyendo su vida en base a nuevas relaciones sociales o a una nueva pareja.

De las personas que mantienen alguna relación con el anterior esposo/a el 47,8% señala que esa relación es buena o muy buena frente a un 21,7% que señala que es mala o muy mala. Como era de esperar, los que mantienen el contacto por motivos diferentes a la separación afirman principalmente que su relación es buena o muy buena (68,7%). Parece evidente que cuando los ex–esposos deciden verse sin tener ninguna obligación para ello, es porque las relaciones entre ambos son más o menos satisfactorias.

Respecto al contacto que desean mantener con el anterior esposo/a, un 30,5% manifiesta desear un mayor contacto, especialmente los hombres (47% vs 18,7%). Al iniciar ellos menos frecuentemente la separación es probable que sean más reacios a disolver la relación. Por otro lado, no sólo se produce un alejamiento de la esposa sino también en muchos casos de los hijos/as, de la casa, etc., lo que puede acentuar la sensación de pérdida y el deseo de permanecer en contacto con la vida anterior.

Un porcentaje considerable de las personas que desean una mayor relación (68%) llevan separadas de cero a un año. Este dato refleja que en los primeros momentos después de la ruptura legal del matrimonio es especialmente difícil para algunas personas romper el contacto.

Resulta curioso observar como aun manteniendo una relación buena o muy buena con el ex–esposo/a algunas personas desean menos contacto (36,3%) y, al revés, hay personas que señalan que la relación es mala o muy mala pero desean más contacto (33,2%). Esto sugiere que desear que la relación entre ambos sea mayor o menor no depende de la calidad que ésta tenga, sino que pueden intervenir otros factores. Por ejemplo, pueden desear más contacto por el bien de los hijos/as o por los vínculos afectivos todavía existentes, o pueden desear que disminuya el contacto para que la otra persona no interfiera en una nueva relación de pareja.

Para concluir, se puede destacar el hecho de que es posible mantener una relación no forzada con el anterior esposo/a basada en la amistad, en intereses comunes o en la paternidad. Este tipo de relación parece verse favorecido cuando el conflicto matrimonial ha durado menos tiempo y cuando se ha utilizado la mediación, lo cual subraya la necesidad de prevenir un excesivo deterioro de la relación previo a la separación y una mayor utilización de los servicios de mediación (Baum, 2003).

Como limitaciones del estudio podemos señalar que las vías de acceso a la muestra (asociaciones de separados y centros de mediación) limita las posibilidades de generalización de los resultados obtenidos a toda la población de personas separadas. El diseño de esta investigación así como el tipo de análisis que se ha realizado no permiten el establecimiento de relaciones causa-efecto entre las variables consideradas. En esta línea, sería deseable llevar a cabo estudios longitudinales que ayuden a comprender de forma más precisa las relaciones existentes entre los factores presentes en el proceso de separación.

Por último, cabe señalar que el tamaño reducido de la muestra ha podido impedir que se alcance significación estadística en alguno de los análisis realizados. En este sentido se propone seguir indagando en la posible asociación entre las diversas variables consideradas, profundizando especialmente en los casos en los que no se ha alcanzado significación estadística pero sí se ha observado cierta tendencia en una dirección determinada. Algunas de las preguntas a responder podrían ser las siguientes: ¿Es más probable acudir a un servicio de mediación en las primeras fases del conflicto? ¿Los iniciadores perciben una mayor duración del conflicto que los no iniciadores? ¿Reciben más frecuentemente atención psicológica los no iniciadores?

Anexo

 

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Dirección para correspondencia:
Ana Muñoz-Eguileta
C/ Blas de Otero, 55 3ºA
48014 Bilbao
E-mail: anameguileta@hotmail.com

Manuscrito recibido: 19/11/2008
Revisión recibida: 08/05/2009
Manuscrito aceptado: 16/06/2009

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