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Index de Enfermería

versión On-line ISSN 1699-5988versión impresa ISSN 1132-1296

Index Enferm vol.16 no.56 Granada abr. 2007

 

ORIGINALES

 

Percepción de la propia imagen corporal en personas con cojera

Perception of the own corporal image, in people with limp

 

 

Isabel Gentil

Doctora en Antropología Social y Cultural. Diplomada en Enfermería. Diplomada en Podología.
Profesora de la Escuela de Enfermería, Fisioterapia y Podología. Universidad Complutense, Madrid, España

Dirección para correspondencia

 

 


RESUMEN

El cuerpo no es sólo anatomía o biología, es expresión simbólica. El cuerpo, históricamente, ha sido utilizado por los humanos como el instrumento más cercano para simbolizar. Tradicionalmente la cojera ha estado estigmatizada. En la actualidad, la perfección corporal es perseguida y gratificada socialmente. Los gimnasios, las dietas, la cirugía estética, los cosméticos, mueven millones. Por todo ello nos cuestionamos cómo perciben su cuerpo las personas con cojera. Se hizo una investigación cualitativa, utilizando como método de trabajo el análisis del discurso de las entrevistas realizadas. Encontramos que han experimentado en sí mismas un proceso que se inició con la conformidad de su cuerpo, conflicto con su propio cuerpo y la admisión de su imagen corporal, que transcurre desde la infancia, pasa por la adolescencia y termina en una madurez personal, donde se perciben a sí mismos como todo un complejo construido que incluye el cuerpo, la deficiencia física, la valoración de sí mismo, la fuerza de voluntad, la manera de ser.


ABSTRACT

The body is not only anatomy or biology, is symbolic expression. The body, historically, has been used by the human beings as the most nearby instrument to symbolize. Traditionally the person with limp has been stigmatized. At present the corporal perfection is chased and rewarded socially. The gymnasiums, the diets, the cosmetic surgery, the cosmetics move millions. By all it we questioned how the persons perceive their body with lamp. A qualitative investigation was done, using as method of work the analysis of the speech of the realized interviews. We think that they have experienced in yes same a process that began with the conformity of your body, conflict with your proper body and the admission of your corporal image, which have passed from the infancy, it spends for the adolescence and ends in a personal maturity, where they are perceived to yes same as the whole constructed complex that includes the body, the physical deficiency, the valuation of yes same, the will power, the way to be.


 

Introducción

Este artículo es continuación de otro ya publicado donde se valoraba el proceso de aceptación de la minusvalía en personas con cojera.1 En el presente trabajo estudiaremos cómo es percibido el cuerpo, la propia imagen corporal, por estas personas.

En la actualidad los únicos poseedores, oficialmente acreditados, del conocimiento del cuerpo parece ser que son los médicos. Pero ése es el saber anatomo-fisiológico-patológico del mismo. La medicina, queriendo mantener el monopolio del saber sobre el cuerpo, ha acentuado con los avances técnicos y científicos, la exploración física del mismo, y alcanza hasta lo infinitamente pequeño de ese cuerpo. Sin embargo, el cuerpo es más que organismo. El cuerpo es el principal instrumento que utilizamos los humanos para simbolizar el mundo, como afirma Barbotin “con mi cuerpo es como experimento el mundo, lo ordeno y lo enriquezco con mil significaciones”.2

El cuerpo, en cuanto a naturaleza, está sometido a los procesos biológicos del nacimiento, la reproducción, la enfermedad, la decadencia y la muerte, pero tales procesos son reconstruidos en sucesos “significativos” ubicados en un mundo de creencias, valores y rituales culturales. Merleau-Ponti dice que “el cuerpo es un espacio expresivo que se manifiesta como la simbólica general del mundo, y mediante el cual, podemos comprender el mundo y encontrarle significación, pues el cuerpo no es sólo un espacio expresivo entre otros espacios, es el origen de todos los otros”.3 El cuerpo deja de ser neutro al cargarle de valores y significados.

Mary Douglas percibe el cuerpo humano como el medio que utilizamos los humanos para reflexionar sobre el mundo, y a la vez como símbolo de la sociedad. “Se utilizan los cuerpos como analogías simbólicas para reflexionar sobre la sociedad y el universo”.4 Bernard M. analizó el cuerpo desde un doble simbolismo: social y psicológico. El cuerpo es un proceso de formación simbólica para presentarse a sí mismo en sociedad y, por otra parte, un medio de sobrepasar la simple vida orgánica, así el cuerpo es la proyección de nuestro deseo, de tal forma que “el cuerpo es el símbolo de que se vale una sociedad para hablar de sus fantasmas”.5 Entiende que el cuerpo es la plataforma del campo simbólico.

Para Turner B.S., el cuerpo es un lugar de enorme producción simbólica tanto con deformidad como con perfección, porque “sus deformidades son enigmatizantes, a la vez que sus perfecciones, definidas culturalmente, son objetos de alabanza y admiración. Debido a su potencial simbólico, el cuerpo es asimismo un objeto de regulación y de control a través del ascetismo, el entrenamiento o la negación. Los cuerpos son objetos sobre los cuales trabajamos”.6

En nuestra sociedad actual la perfección corporal es perseguida. Al cuerpo se le trabaja y modela en los gimnasios, se le somete a rígidas dietas hipocalóricas, se le amputa y enmienda en los quirófanos. Esta sociedad exige tener un cuerpo sano, activo, ágil, perfecto, como proclaman los discursos médicos, deportivos y estéticos. Así Foucault ve el cuerpo como el lugar de control y de opresión, el objeto de dominación a través de los discursos biológico, fisiológico, médico y demográfico. Entiende que hay homología entre la micropolítica de regulación del cuerpo y la macropolítica de regulación de las poblaciones. Considera que al cuerpo le han convertido en objeto altamente político, el lugar crucial para el ejercicio y la regulación del poder.7

Por otro lado, en las representaciones sociales, los cuerpos con cojera han estado estigmatizadas durante siglos.1 Las representaciones sociales son construcciones simbólicas que utilizamos para entender la realidad. Son maneras de comunicar la realidad, tienen la capacidad de dotar de sentido a la realidad social, e influyen en la forma de percibirla y en las interacciones de las personas.8 El cuerpo, entendido como sistema de símbolos tanto en salud como con deformidad, ofrece a la Enfermería un terreno privilegiado de estudio enfocándolo desde la antropología cultural. Nos planteamos que, dada la atención y protagonismo que se ofrece en nuestra sociedad actual al cuerpo joven, sano y perfecto, las personas con cojera experimentarán como negativos sus cuerpos. El cuerpo es más que cuerpo objetivado, es cuerpo subjetivado, vivido, sentido y expresión simbólica. Pretendemos estudiar, a través de sus prácticas discursivas, cómo perciben su cuerpo y, además, puesto que la percepción individual está inscrita en la construcción social, pretendemos conocer cómo la sociedad acepta la imagen corporal de minusvalía a través de los mensajes que trasmite a estas personas. Pretendemos descifrar los rasgos que construyen el cuerpo en la limitación y en la deficiencia.

 

Metodología

Metodología cualitativa. La técnica de trabajo fue la entrevista abierta semidirigida. El lugar de realización, la ciudad de Madrid. La población de estudio, población adulta de ambos géneros, entre 23 y 55 años. Ver el artículo mencionado al principio.1

Las entrevistas grabadas fueron 13, siempre se realizaron previa cita, con ellas se alcanzó un grado de saturación sobre los temas objeto de estudio. Recuérdese que sólo entrevisté a las personas que aceptaron, quedó otro grupo de personas sin entrevistar porque se negaron y sus representaciones seguramente serán diferentes. El número de conversaciones fueron más que las grabadas. Las grabadas fueron charlas tranquilas, sin prisas.

Posteriormente fueron interpretadas, siguiendo a Foucault,9 cuando dice que analizar un discurso es tratar de llegar a la “grille”, esto es, a la red de estructuras que conforman el discurso, para llegar al momento en que comienzan a desvelarse los elementos ausentes y los presentes, su ubicación y su significado. Buscando la relación entre el sujeto, su discurso y el discurso social ideal.

 

Resultados

Las personas entrevistadas, hasta llegar a la situación actual, han experimentado en sí mismas un proceso que se inició con la conformidad de su cuerpo, pasando por el conflicto con su propio cuerpo y terminando con la admisión de su imagen corporal, que trascurrió desde la infancia, pasó por la adolescencia y terminó en una madurez personal.

La conformidad infantil. Durante la infancia hay una conformidad con el propio cuerpo, se percibe y se acepta con la lógica de las cosas naturales, no se cuestiona. Esta conformidad produce seguridad. “En la infancia tú como ves tu cuerpo como algo natural pues tampoco, tampoco... era como muy consciente de qué iban a pensar los otros, yo creía que los otros iban a pensar lo mismo que sentía yo, y es, que no pasaba nada...”. “Yo siempre me he dado cuenta que llevaba bastones, porque siempre los he llevao, o sea, yo cuando empecé a caminar, empecé con bastones, yo me recuerdo siempre así, para mí era lo natural”. “En la infancia yo me veía el cuerpo normal, nunca me ha apenado no poder hacer ciertas cosas, porque, sabía que podía disfrutar de otras cosas que sí podía hacer, o por lo menos de eso me mentalicé... o lo recuerdo así en mí, nunca me he compadecido... ¡hombre! sin lugar a dudas, me gustaría no tenerlo, ¡claro que sí! pero... que no me recuerdo compadeciéndome... siempre me sentí una más. Recuerdo una infancia buena, con sus pros y sus contras, pero yo la recuerdo buena, natural, agradable”.

Se está conforme con la imagen corporal porque es lo que hay, la única vivida por ellos mismos, la única que uno conoce como suya, por lo tanto tiene la fuerza de las “verdades naturales”, es la verdad. La conformidad no quiere decir que no se sea capaz de percibir la propia imagen corporal diferente a la de la mayoría, pero esa diferencia no se percibe como desigualdad, no se es exactamente igual que la generalidad, pero tampoco es discriminación. Serán los mensajes recibidos en la interacción social los que van a modificar la percepción de la propia imagen corporal asumida sin cuestionamiento.

Puede parecer que estoy disgregando artificialmente en dos algo que está profundamente imbricado: el proceso de aceptación de su minusvalía (tema del artículo anterior) y la percepción de la propia imagen corporal, pero aunque en una primera visión superficial pueda parecer un todo, para el análisis más profundo es necesario separarlo, pues son conceptos objetivables por separado; además el inicio de la crisis en ambos procesos no suelen coincidir en la misma edad cronológica, ni tampoco se produce en el mismo contexto social.

Conflicto con el propio cuerpo. El momento de fractura con la conformidad de la imagen corporal es cuando se enfrentan por primera vez con personas del otro género y en un contexto de seducción, suele coincidir con la adolescencia. Entonces se evidencia, con toda su fuerza, la deficiencia corporal y se sobrepone a cualquier otra percepción de la propia persona, ocultando el resto de las facetas personales. Se coloca el cuerpo frente a la valoración que de él pueda hacer el otro género, y es el momento por excelencia donde la percepción de la propia imagen corporal se reformula, rechazando la conformidad de la infancia. Ahora se enfrentan a otro tipo de valoraciones sociales y va a generar conflicto e inseguridad. Va a ser el momento de sus vidas en que más se hace consciente y se evidencia el cuerpo con defecto físico, que pasará silenciado en otros muchos contextos, como el laboral, el de amistad, el lúdico. Pero en este periodo es cuando uno es más su cuerpo, parece que no puede darse la existencia más que por la imagen corporal. “Cuando empiezas con los chicos, hombre, pues ahí lo vives de otra manera, porque ya están ellos, y que te gusta fulanito, y tú no le gustas porque estás así [risas], y vamos, te cuesta superarlo. Con los chicos ibas un poco... te acobardabas un poco, pues por eso, porque a ti te gusta fulanito, y tu a fulanito no le gustas, le gusta menganita y te da rabia y dices... te pones a pensar y dices, pues yo no le gusto porque tengo esto”. “En la adolescencia sí tuve problemas, ahí, mi cuerpo, siempre, había como un paro, era una sensación pues eso, que tú siempre tenías que ir detrás, en un segundo plano, pues eso, en la época de los 15, 16, 17 años, pues que te rebelas en muchos sentidos, recuerdo que todas mis amigas ligaban y yo no [risas], como que siempre ibas tú en un segundo plano, y como que tú siempre ibas detrás ¿sabes?”. “Hombre, cuando quizá... la época más melancólica, podría ser la adolescencia, cuando ves que tienes dificultades para seguir el ritmo de otros niños, ¿no? La adolescencia es una edad donde el aspecto físico es fundamental, y ahora te das cuenta con cuarenta y tantos años que no es así, que con los años y ya casado, pues te das cuenta que lo importante del otro sexo, de la otra persona, son otras cosas, que es lo que puede hacer la relación más estable, más duradera, y lo del aspecto físico es importante, pero, no es tan imprescindible. Yo notaba que era un poco, no sé, discriminado por las chicas, también por los chicos, que no les apetecía que fuera mucho con ellos, porque podía, a lo mejor, ahuyentar el ligue ¿no? pero más bien era una situación de que no entendía porqué, y ahora lo entiendo, tengo hijos adolescentes y me doy cuenta cuales son sus... su escala de valores, y entonces pues yo entiendo que en esa edad, un niño minusválido no resulta atractivo, y entonces era una edad de bastante frustración con el otro sexo, por lo menos hasta los... ¿yo qué sé? hasta los 20 años. Esa época es la época que recuerdo como más triste, porque por eso, porque veía que no, que no me hacían mucho caso las muchachas”. “Cuando empiezas a tontear con chicos parece que sólo eres la cojera, yo me acuerdo que no me atrevía ni a hablar cuando conocíamos a unos chicos, si estábamos sentadas, no quería existir, después de levantarnos según observara yo las reacciones, o me hundía más o me recuperaba, pero tenía que esperar a pasar la ‘prueba de la verdad’ como yo la llamaba para hundirme o reflotar”. “Se piensa en ello mucho, en la adolescencia, sí, sí se piensa, se supera con el tiempo, el tiempo, la madurez, llega un momento en que eso ya no te importa tanto, eso te lo va dando la vida, claro por que tú por ejemplo, cuando tú en la adolescencia, en el tiempo de la adolescencia te revelas, en todo [el rostro trasluce fuerte emoción] piensas mucho en ello en la adolescencia”.

Casi todos los informantes remiten a la adolescencia como el periodo de conflicto e inseguridad con el propio cuerpo. También es cierto que al remitir a la adolescencia los períodos difíciles e inseguros, quieren significar que fue aquella persona adolescente la que sufrió de complejos o inseguridades, aquella persona adolescente que fue ya no es la que es. Es decir, en el momento actual la persona adulta que es, no es quien fue.

Aunque también puede acontecer la experiencia contraria, que al enfrentarse por primera vez a la evaluación de su imagen corporal por el otro género, el mensaje enviado-recibido en esa primera interacción sea de total aceptación; en este caso parece no salir dañada la percepción de la propia imagen, sale reforzada en seguridad. Al no generarse conflicto hay tiempo y energías para desarrollar estrategias que potencien otras características de la persona que compensen la existencia del defecto físico. “El primer niño que me gustó, yo le gusté, era un niño de mi pueblo, y entonces, éramos nuestro amor platónico, esto deberíamos tener 11 o 12 años, entonces, si tu primer amor, el que a ti te gusta, como yo le gustaba, y a él me gustaba, pues no tuve mayor problema, ¿qué pasó después?, hombre, tengo que reconocer que cuando empiezas a ir a bailar, empiezas a ir a discotecas, encima tenía una amiga que era espectacular, pues siempre la sacaban a bailar a ella, ¡claro!, pero siempre me he terminado yo llevando al chico que he querido por la labia, bueno, al que he querido, me han gustado muchos tíos que no lo he conseguido”.

Asumir la propia imagen corporal. Cuando la persona llega a asumir la propia imagen corporal, la valoración que las personas del otro género puedan hacer tiene mucha menos importancia, aunque siempre queda una necesidad de mostrar precozmente el cuerpo con la deficiencia física, para evitar equívocos, erróneas interpretaciones o crearse falsas expectativas. Es necesidad de presentar desnuda una realidad que puede alterar el curso de una relación, para comprobar que no va a alterar la relación interpersonal, y a partir del momento de ser aceptada por la otra persona, su importancia desaparecerá. Para olvidar algo, primero tiene que estar presente, no se puede olvidar lo que se ignora, y además lo ignorado pende de un frágil hilo que suele ser objetivado en el momento más inoportuno.

A partir del conocimiento y de la aceptación de la deficiencia física por la otra persona se puede iniciar la relación. Me presento ante el otro género como minusválido para que el otro conozca y acepte mi minusvalía. “Con los chicos no ha habido ningún problema, nunca. He tenido la suerte de decir siempre desde el primer momento lo que me ha pasado y no ha habido nunca en ese sentido, o sea ahí he tenido suerte [risas], ahí he tenido suerte. Cuando conozco a un chico, digo, me ha pasado esto, esto y esto, y tengo los pies así, así y así, para evitar problemas”. “Cuando algún chico se sienta, yo lo que hago siempre, para evitar problemas, es inmediatamente ir al servicio, digo ‘mira si vas a seguir aquí sentao, sigue ya, si no a la puta calle’, y efectivamente alguna vez se han sorprendido, digo ¡esto es lo que hay bonito!”.

El tener aceptada la percepción de la propia imagen corporal permite hablar de ello directamente, evidenciarlo, y asumir ‘yo soy así con esto, tú lo aceptas o no, decide, y decide pronto’. Porque en esta etapa uno ya no es sólo su cuerpo, es su cuerpo y más. Hay una especie de dualismo subjetivo: mi cuerpo y mi forma de ser, y ésta última es quien se impone sobre el cuerpo. “Quizás ya no tengo tal complejo. Ahora ya hablo de ello, cuando consideraba que las cosas importantes de la vida eran el aspecto físico, el ¿yo qué sé? el tener éxito con las chicas, en la adolescencia, sobre todo entre los 14 y 16 años, verdaderamente intentaba evitar el hablar de los pies”.

Han experimentado la aceptación personal de su propio cuerpo tras el rechazo, y parece como si fuera el punto a partir del cual se admite la propia imagen corporal como un hecho irreversible, y se inicia la reconstrucción consciente, elaborada, trabajada, de una nueva percepción de sí mismo más valiosa. Es una construcción sólida, derivada del enfrentamiento con el espejo de la realidad, donde no caben falsos espejismos de imágenes corporales fantaseadas. Es el admitirse a uno mismo con alguna capacidad física limitada.

Limitación asumida, es ese el concepto clave, -similar a la piedra clave de un arco arquitectónico, pues de su estable ubicación depende la solidez de la forma arquitectónica y su desplazamiento pone en peligro la construcción- que por admitido e incorporado ya puede olvidarse, ya no es necesario tenerle continuamente presente para evitarle, ya no hace daño, ya no hay que frenarle, ya no hay que estar en estado de alerta para colocar la censura que impida que se objetivice. Al asumirse la imagen corporal con la deficiencia física deja de ser motivo de obsesión y se olvida, tanto que puede llegar a sorprender cuando, de forma fortuita, se ve reflejada en un espejo. “Ahora mismo yo, no sé como decirte, me veo, normal, me veo normal, no sé como decirte, a lo mejor de repente un poco rara cuando voy andando y de pronto me veo en un escaparate ¿entiendes?, y que veo que me voy para un lado, pero lo demás no.”

Quizá la admisión de uno mismo es la clave del sosiego, es la clave para el desarrollo maduro e independiente en una sociedad que reclama y exige la perfección física. Esta misma informante en otro momento dice: “Estar sano me parece muy importante, aunque hay cosas más importantes, que estés sana y que, que estés... que te sientas tú bien, yo creo que eso es lo más importante”.

Cuando se ha admitido el propio cuerpo implica un proyecto de futuro, un seguir siendo a partir y a pesar de la deficiencia física. Es dejar de definirse metonímicamente con la parte del cuerpo que tiene el defecto físico (“hay algo que odio y es la palabra cojo”) para construirse con la totalidad de la persona. Es un escapar de concentrar la atención en la deficiencia física que actuaba de tamiz a través del cual se perciben los hechos y fenómenos personales y sociales, y ser capaz de observar estos hechos y fenómenos sin tener que atravesarlos por ese tamiz que actuaba como agujero negro que absorbía y engullía toda la energía de uno mismo. Es decir se trasforman de objeto de minusvalía en sujeto. “Es algo que no me quita el sueño”, frase muy frecuente en los informantes. El reconocer que algo ya no quita el sueño, es lo mismo que decir que ese algo hubo un momento en que sí quitaba el sueño.

La imagen corporal en la sociedad. Todo ello está muy influenciado por la importancia que se da a la imagen corporal en nuestra sociedad actual. El valor a la estética corporal está presente en todos los entrevistados, no es más que el reflejo de la consideración que se da en la sociedad a la estética del cuerpo, al aspecto físico, a la apariencia. “A la estética del cuerpo le doy mucha importancia, muchísima, yo soy muy coqueta, soy muy coqueta”. “Yo creo que la importancia que doy a la estética corporal es muchísimo, yo creo que somos cuerpo y que eso, que hablamos con el cuerpo, y que lo que se percibe primero es el cuerpo, entonces a la hora de relacionarte con los demás, la imagen tiene importancia. Aunque es simple imagen”.

En nuestra sociedad el mercado de productos para embellecer el cuerpo mueve millones. La presencia de un cuerpo sano y bello es exigencia social. La presentación de un cuerpo atractivo es siempre recompensada. Frente a los cuerpos perfectos idealizados que acompañan a la publicidad de cualquier producto, las personas con minusvalía presentan los cuerpos imperfectos reales. En esta sociedad de culto al cuerpo sano y perfecto, las personas con deficiencia física representan una amenaza, es aquello que no se quiere como ideal, es la imagen oscura que se pretende no exista. El minusválido ofrece una imagen que recuerda deformidad, sufrimiento -más llamativo aún en esta sociedad hedonista- por ello es tan importante alejarla, aunque no borrarla del todo, pues sirve de contraste con el aparentemente sano, si es él el minusválido, no soy yo. Ese “otro” minusválido encarna la intranquilidad que pone en evidencia la fragilidad del orden feliz con que está cloroformizada la satisfecha sociedad de la opulencia consumista.

 

Conclusiones

Los informantes después de sufrir el conflicto con su propio cuerpo y llegar a asumirlo, se perciben a sí mismos como más que un cuerpo instrumental, funcional, mecánico, se perciben como personas con sentimientos, emociones, pensamientos, imaginación... Se sienten un cuerpo y también un sujeto, pero se sienten individuos indivisos. El cuerpo orgánico contiene la propia vida, y para los humanos el vivir es algo más que las meras funciones orgánicas, de tal forma que la biología, la fisiología describen el funcionamiento de un organismo pero no al ser humano social, mucho más complejo que un mecanismo actuante. Los informantes se perciben como todo un complejo construido que incluye el cuerpo, la valoración personal de uno mismo, la valoración de los demás, la manera de ser.

En una sociedad donde los medios parecen evaluar a la persona –sobre todo si se es mujer- por la apariencia física, la imagen, el escaparate, el parecer más que el ser, reduciendo todo el ser a la parte sensorial que se percibe, cuando ocurre que la imagen corporal para el escaparate está distorsionada en relación a la imposición de una tiránica perfección estética, el admitir la propia imagen corporal con deficiencia, significa haber trabajado y construido una percepción de sí mismo diferente, y por encima de la mera imagen. Se acepta la propia imagen corporal a expensas de cualidades extramateriales que se han potenciado, pero esa hipertrofia de las cualidades intelectuales, o sensibles, o emocionales, o afectivas, o reflexivas, o sencillamente la forma de ser, no quiere decir abandono y renuncia del cuerpo como podía suceder en los místicos, todo lo contrario, el cuerpo es valorado, y los “cuerpos perfectos” (si es que existiesen) estética y funcionalmente, son admirados y envidiados, pero a la vez el propio cuerpo es amado y valorado. El cuerpo se percibe como más que objeto estético, aunque no se rechaza la estética, al contrario se valora, pero se va más allá.

“Muchas veces, por ejemplo, en el puesto que yo estoy, estoy de secretaria, lo he estado muchas veces, y yo muchas veces me lo digo, y éste hombre ¿por qué me ha elegido a mí? ¿entiendes? es que no es decir, ‘yo es que he aprobado esa oposición’, ¿no? ahí te ponen porque ellos quieren, porque tú eres un administrativo más que... entonces, me he sentido aceptada porque, bueno, pues, veo que hay... que se han fijado en mí en otras cualidades mías que no sólo es el físico”.

 

Agradecimientos

Por su desinteresada colaboración, a Isabel, Teresa, Ismael, María, Pepi, Emilia, José Antonio, Maribel, Laura, Miguel Ángel, Pepi, Alpha, José Antonio, sin los cuales este trabajo no hubiera sido posible.

 

Bibliografía

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9. Foucault M. El orden del discurso. Madrid: Tusquets Editores, 1980.        [ Links ]

 

 

Dirección para correspondencia:
Escuela Universitaria de Enfermería, Fisioterapia y Podología.
Universidad Complutense, 28040 Madrid, España
isagen@enf.ucm.es

Manuscrito recibido el 22.11.2005
Manuscrito aceptado el 22.02.2006

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