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Index de Enfermería

versión On-line ISSN 1699-5988versión impresa ISSN 1132-1296

Index Enferm vol.16 no.58 Granada oct. 2007

 

ARTÍCULOS ESPECIALES

TEORIZACIONES

 

Mujeres, Salud y Cuidados familiares. Instituciones económicas desde la perspectiva antropológica

Women, Health and Family caretakers. Economics Institutions about the Antropholy Perspective

 

 

Mª Luisa Rodríguez Camero1, Noelia Rodríguez Camero2, Rodrigo Azañón Hernández3, Ana Torres López1, Mª del Mar Rodríguez Salvador4, Francisco Muñoz Ronda4

1DUE. Licenciada en Antropología Social y Cultural. EPES-061 Servicio Provincial de Granada, España.
2DUE. Helicópteros Sanitarios. Marbella, España.
3DUE. EPES-061 Servicio Provincial de Granada, España.
4DUE. Hospital Torrecárdenas, Almería, España

Dirección para correspondencia

 

 


RESUMEN

El estudio del comportamiento económico, ha dejado de lado todo aquello que no se ha considerado economía “formal”. Han sido ignoradas aquellas “gentes”, cuyo comportamiento económico, no respondía a las reglas del juego del sistema de mercado. El aporte económico de las mujeres a lo largo de la historia ha sido subestimado; desde el aporte de las recolectoras (mayor que el proveniente de la caza), hasta nuestros días, donde el cambio de valores culturales y la incorporación de la mujer a la esfera pública, ha provocado, un aumento del gasto sanitario y la necesidad de buscar, en la esfera pública, lo que antes era cubierto por la esfera privada.
Comportamiento económico que formaba parte de lo doméstico, aportado fundamentalmente por las mujeres, ahora es el Estado de Bienestar quien tiene que garantizarlo. Este artículo, pretende articular conceptos claves como cuidadores familiares y enfermería, ocupadas mayoritariamente por mujeres, que han sufrido el hecho de que, en la conciencia colectiva planee la vinculación del “cuidado” a algo maternal e inferior, opuesto al método y que no genera plusvalía. Lastre que dificulta el cambio hacia un nuevo paradigma donde los “cuidados” están basados en el método científico y su eficiencia los avala.

Palabras Clave: Mujeres, salud, cuidados familiares, instituciones económicas.


ABSTRACT

The study of the economical behaviour has left sideways all what is not considered “formal”. They have ignored the people, whose economic behaviour, did not follow the rules of the market. Economic contributions of the women along the history has been underestimated; since the contribution from the “collecting woman” (greater than the “hunting man”), to our days, where the change of cultural values and the incorporation of the woman to the public sphere, has caused an increase of the sanitary expense and a search in the sphere Of resources to cover the needs that before were covered by the private means. Economic behaviour that was part of the domestic thing, contributed mainly by the women, now is the State of Welfare who has to guarantee it.
This article pretends to articulate key concepts like family caretakers and nursing, busy mainly by women has been influenced by the collective conscience that linked the "Care" to somewhat maternal, lower and opposite to method and not generate capital gain. All that is a heavy weight that difficult the change toward a new paradigm where the "Care" is based on the scientific method and recognized as efficient.

Key words: Women, health, family caretakers, economic institutions.


 

Economía y Mujeres

Resulta fundamental comprender cuál es la naturaleza de la relación entre las instituciones económicas, las mujeres y el universo simbólico que envuelve al género. Estas relaciones benefician o perjudican la evolución de las profesiones que tradicionalmente han ocupado las mujeres, ya que este universo simbólico se ha establecido en torno al ámbito doméstico.

El concepto “economía” ha sido objeto de diferentes lecturas: “por una parte, las actividades, indicadores o procesos que tienen que ver con la creación, distribución o consumo de bienes y servicios, es decir, un sector de la cultura; por otro, las acciones motivadas por el cálculo racional que busca maximizar el beneficio u optimizar los medios en relación a los fines”.1

Tanto el estudio de la unidad doméstica, entendida como unidad de producción/reproducción (producción y reproducción no están divididos formalmente), como la división social y sexual del trabajo (roles adscritos a distintos sistemas económicos, status, divisiones productivas de género), no han sido objeto de un análisis profundo por parte de la antropología.

Fue Aristóteles quién planteó una de las primeras definiciones formales de lo que hoy conocemos como “división sexual del trabajo”, cuando afirmó: “Los hombres a la política y ganar dinero y las mujeres en la responsabilidad doméstica”.2 Así describió lo que caracterizaría la visión de la antropología y la economía a lo largo de su historia, así como el lugar que deberían ocupar ambos sexos, distinguiendo dicotómica e imaginariamente, lo que podría considerarse como esfera pública y privada. Desde la economía política clásica hasta el neoinstitucionalismo, las mujeres en particular y la esfera doméstica en general, no parecen haber sido objeto de estudio en profundidad por parte de la antropología.

Por otro lado, el estudio de las instituciones económicas puede abordarse desde distintas corrientes de pensamiento. Por un lado, aplicando la teoría económica a todas las sociedades (formal), o bien estudiando cada sociedad en particular (sustantiva). Precisamente esta división entre lo “formal” y lo “sustantivo” originó durante los años 40 (Herskovits y Malinowski) y con posterioridad en los años 60 (Scheneider y Polanyi), un gran debate sobre la teoría económica, que dividió ambas corrientes de pensamiento. Sin embargo, este debate fue exclusivamente metodológico, ya que ambas formas de pensamiento carecían de instrumentos sólidos para explicar las formas de relación entre economía y cultura.

Una vez descrita esta situación, puede considerarse que debe existir una fórmula intermedia que permita explicar y comprender el comportamiento económico de los seres humanos a lo largo de la historia, aceptando que la economía está “incrustada en la sociedad”,1 es decir, organizaciones económicas y sociales se encuentran estrechamente ligadas.

El problema se plantea cuando la perspectiva antropológica no es capaz de ofrecer una respuesta sólida a la relación entre los comportamientos económicos y las organizaciones sociales, vacío que se extiende al estudio de las mujeres en el contexto de las instituciones económicas. Desde esta posición, las visiones androcéntricas y etnocéntricas han condicionado negativamente el estudio de la aportación femenina a la economía, considerando, desde una marcada perspectiva evolucionista, que todas aquellas formas de producción no remuneradas deben ser excluidas como integrantes activos de los sistemas de mercado de influencia capitalista. Estas formas de producción apartadas del sistema económico incluían numerosos grupos sociales, entre los que se encuentran las mujeres.2

Las instituciones económicas, entendidas como “las reglas del juego de una sociedad que dan forma al intercambio humano”,3 formadas tanto por reglas formales (leyes económicas, derechos de propiedad, etc.), como por las informales (tradiciones, normas de conducta, etc), han sido ignoradas durante mucho tiempo o no se les ha prestado la suficiente atención, ya que no respondían a las reglas del juego del sistema de mercado (bolsa, oferta, demanda, precios, etc). Según Comas,4 esta escasa atención a las cuestiones económicas por parte de la antropología, se ha debido a la creencia de que en las sociedades “primitivas”, no había economía ya que no existían instituciones económicas (con las “gafas” del sistema de mercado). Se confundía economía con tecnología, existiendo un predominio de corrientes idealistas y funcionalistas.

En las sociedades estatales y pre-estatales, han existido reglas o instituciones económicas, que han permitido el mantenimiento de la organización social y económica. Estas reglas, han posibilitado la convivencia y el mantenimiento del orden social. El matrimonio, las relaciones de parentesco, el precio de la novia, las reglas y sanciones de convivencia, las esferas de intercambio, de prestigio y las redes de solidaridad socioeconómicas (control social basado en la colectividad), han sido estudiadas desde la óptica distorsionada del sistema de mercado. El matrimonio como institución económica de primera magnitud, se ha comparado con el matrimonio con ganado en África. En nuestro caso se trata de una unión nuclear, heterosexual, con economía única, casi siempre proveniente del cabeza de familia, varón, etc. y “por amor” (con el riesgo de divorcio que supone); en el caso del matrimonio con ganado, está presente el precio de la novia, con un número estipulado de cabezas de ganado y otra serie de bienes que el marido entrega a la familia al casarse, dando validez legal al matrimonio y consolidándolo según el precio , así como, aportando la afiliación de los hijos al marido, la definición de la herencia, los derechos y deberes, la estabilidad, el estatus y la posibilidad de perder la custodia de los hijos si no es devuelto el ganado en caso de divorcio. Visto así, parece que el modo doméstico de producción, dista mucho de lo que se entiende por modo doméstico dentro del sistema de mercado.

Por todo lo descrito hasta ahora, parece necesario estudiar la actividad económica en todas las dimensiones de la conducta humana, lo que es “económico” dentro de lo “no económico” y a la inversa.

Bossen,5 realiza un análisis sobre la división sexual del trabajo en las sociedades nómadas de cazadores-recolectores, horticultores, agricultores y sociedad urbana, además de un estudio sobre cómo el desarrollo, ha influido en la separación de roles masculino y femenino. Describe la forma en que la especialización del trabajo en las sociedades de horticultores, ha supuesto una mayor división sexual del trabajo. Con la llegada de la agricultura intensiva, la separación de roles fue aún mayor, pero de nuevo, no analiza en profundidad el trabajo productivo y reproductivo de la mujer en el ámbito doméstico.

En la actualidad, el comercio y las actividades económicas de la esfera “pública”, son realizadas en su mayoría por hombres llamados “cabezas de familia”, concepto que fomenta supuestos económicos erróneos acerca del género y los roles de la mujer en la organización del trabajo, el consumo y la propiedad.

Otros autores, hacen referencia al trabajo de las mujeres en sus etnografías, refiriéndose por ejemplo, en los estudios sobre los Engas, que los cerdos que son acumulados por los hombres, forman parte de la esfera de prestigio y los acumulados por las mujeres son de aporte doméstico, aunque parece que las mujeres tenían además una gran carga de trabajo en la horticultura . “Las mujeres Nuer, se ocupaban del ganado, proporcionarle agua, forrajeo, ordeñarlos, procesar productos lácteos, curtir las pieles, algunas poseían manadas, etc”.5 Dicho así, de manera enumerada, no parece poco.

Wolf, en su capítulo sobre los iroqueses, apunta que la horticultura en el siglo XVII, estaba en manos de las mujeres. Refiere que “se desconoce la composición de los grupos desmontadores, pero se sabe que otras tareas del cultivo estaban a cargo de las mujeres de la aldea a las que guiaba una matrona del linaje dominante auxiliada por matronas de otras líneas familiares”.6 “Además, las mujeres eran dueñas de las viviendas multifamiliares y tenían derecho a nombrar consejeros ante el Consejo de la Casa Extendida a lo Largo”. En su libro, el autor pretende “ver dentro de su entorno natural a muchos personajes menudos que la tradicional disciplina llamada historia ha ignorado…”, pero sigue olvidando profundizar sobre la aportación de las mujeres a la economía doméstica, pasando por alto la economía no formal.

El tema de las mujeres en el marco conceptual, no ha sido ampliamente abordado hasta que en 1970, Esther Boserup, publica su libro “Women’s Role in Economic Development”. A partir de este momento, se empieza a analizar qué ocurría con las instituciones económicas tradicionales y la división sexual del trabajo, cuando las economías preindustriales se veían influidas por economías industrializadas más poderosas. Boserup, fue la primera economista que puso de manifiesto que el mayor sustento de la sociedad sudafricana provenía de las mujeres.

Sally Linton,7 desarrolla sus teorías sobre la mujer recolectora creadora de cultura, ayudando así a desmitificar lo que los antropólogos contribuyeron a elaborar sobre la verdadera aportación del hombre cazador.

Martin y Borréis, en 1975,8 determinan que “no hay base alguna en el estudio de las bandas de cazadores-recolectores que apoye el modelo teórico de los varones como proveedores y las mujeres como seres dependientes e improductivos”. “El campo de las investigaciones sobre evolución humana, ha estado durante mucho tiempo estancado en el modelo del hombre cazador, omitiendo los roles económicos de las mujeres tanto en el origen como en la evolución de la especie humana”.7 Estos roles económicos, continúan siendo infravalorados actualmente.

En un informe de la FAO del 2003, se pone de manifiesto que en los países en vías de desarrollo, las mujeres producen el 60-80% de los alimentos que se consumen, a pesar de que éstas tienen mayores dificultades a la hora de acceder a créditos y a la tierra.

Esta invisibilidad de las mujeres a lo largo de la historia, ha contribuido a que estén desproporcionadamente involucradas en el sector laboral doméstico e informal y a que su participación y productividad, no haya sido tan fácilmente verificables como en el sector formal. Este hecho, hoy día preocupa bastante al Estado. La administración se pregunta sobre el aporte económico de profesiones no reguladas formalmente, como es el caso de la prostitución. ¿Cuánto aporta la prostitución de las mujeres a la economía? Tan solo se sabe que es “la profesión más antigua del mundo” y que tiene un alto porcentaje de ingresos, que llamaríamos economía sumergida. Todo esto queda fuera del sistema de mercado aunque también es economía.

Desgraciadamente y de forma inexplicable para algunas corrientes de pensamiento, con el desarrollo hacia la economía capitalista, no se ha alcanzado plena igualdad sexual en cuanto al acceso al ámbito laboral. Con frecuencia, las mujeres toman vitales decisiones económicas y hacen importantes contribuciones, no solo en el propio beneficio, sino también en el de los niños, los hombres, los ancianos y las instituciones sociales en general.5 Estas contribuciones, se han enmarcado dentro del rol femenino, ya que con la adquisición de la conciencia de cada rol, se adquieren los sentimientos y valores que lo acompañan. El otro-generalizado se integra en nuestra mente y se compone de las expectativas que tiene la comunidad en la que nos movemos; así mediante la aceptación del rol del otro-generalizado, se desarrolla el concepto de identidad. Las experiencias sociales, construyen la identidad y se definen a si misma a través de la experiencia social, en las interacciones con los otros. Por ejemplo, el instinto maternal, es elaborado por la demanda social de un determinado rol. Sus valores y prioridades se entienden como necesarios para desempeñar el rol de madre. Es el resultado de poner a las mujeres en la función de cuidar a otros y no un sentimiento innato sino aprendido. Las diferencias psicológicas reflejan la influencia de la cultura y los modelos de significado asociados al género.

Es a finales de los 80, cuando corrientes de antropología feministas y autores como Gardiner y Comas, empiezan a conectar lo local con lo global y tratan de entender cómo articulan. Parece, que al menos el debate metodológico sirvió, para que en una época determinada, se realizaran multitud de estudios que validarían una u otra postura; además para que la antropología (que es experta en lo local y lo micro), tenga algo que decir sobre cómo se engloban ambas y cómo se generan los comportamientos económicos incluso dentro del ámbito doméstico. Comienza a verse todas las sociedades, con sistemas de control de reproducción (quién tiene hijos, qué se espera de ellos, etc.), organizadas por el parentesco y cuya unidad doméstica o familiar determina los sistemas económicos. Se recogen los estudios de Morgan sobre parentesco, entendiendo que esas tipologías familiares, son un microcosmo de la economía como reflejo de las economías en las que se encuentran; es decir, que cada economía general, produce un tipo de familia específica y que las unidades domésticas están insertas en sistemas económicos mayores.

A partir de los 90, los economistas, se centran en la familia, para entender pautas de consumo, de mercado, etc. Por fin la antropología, visibiliza lo no económico; pone de manifiesto la capacidad de trabajo del sector hogar como generador de plusvalía. Se da cuenta que tanto hombres como mujeres, tienen agencia y no siguen una línea evolutiva hacia el sistema de mercado (aunque algunos sectores han resistido a la incorporación del capitalismo). Se vuelve a hablar otra vez de instituciones económicas.

Las nuevas corrientes neoinstitucionalistas, empiezan a tener en cuenta, en el análisis de las instituciones, la existencia de 3 niveles analíticos: la organización, las instituciones y el individuo; este último, como parte integrante de la unidad doméstica, con agencia y capacidad económica. Empieza a contar también lo “no económico” además de “lo económico”; las redes de trabajo, lo inmaterial, el capital social y cultural, etc. Por fin, se empieza a hablar de Antropología de las Instituciones Económicas que se ocupa de todas aquellas instituciones que tienen que ver con los medios de vida.3 Comienza una preocupación que llega hasta nuestros días, impulsada por la problemática del momento, cuando aquellas cuestiones domésticas que eran resueltas dentro de la economía no formal, se visibilizan y pasan a ser responsabilidad del Estado como garante de Bienestar Social. Es entonces cuando el cuidado familiar, por siempre generado dentro de la economía doméstica no formal, empieza a tener protagonismo en el debate social. Actualmente, en el análisis de los nuevos cambios sociales, se abre el debate acerca del gasto que supone el cambio en las estructuras familiares.

 

Economía y Cuidados familiares

Vincenç Navarro, en el libro “La situación social en España”, presenta los resultados de la investigación realizada por una red de diversos centros y universidades, cuyo objetivo fue documentar la situación social del país,9 donde la sanidad ocupa uno de los capítulos centrales del libro. De nuevo el gasto público sanitario en análisis.

El grado de PIB dedicado a sanidad, señala el grado de compromiso de la sociedad con su propia salud. Para ver realmente cuál es este compromiso, debemos ver el grado de gasto público por habitante; en el caso de España, es el más bajo de la Unión Europea. Es menor que el esperado por el nivel de riqueza, todo ello sin contar con que la población española es una de las más envejecidas.

España gasta poco en sanidad y los economistas apuntan como causa a la relación con otros países que no tienen sistema público, aunque ignoran dos hechos; por un lado, la convergencia en la financiación de los sistemas sanitarios europeos y por otro, la voluntad política del partido gobernante. Otro hecho que ignoran, es el cambio que ha sufrido la estructura familiar, además del gasto económico “no formal”; es decir, el gasto que se le atribuye a la prestación de los cuidados familiares en el hogar. No se ha hablado, por ejemplo, de los cuidados familiares prestados desde los comienzos de la humanidad, fundamentalmente por las mujeres y que hoy, están siendo un problema de salud preocupante, ya que la familia mononuclear, y ambos trabajadores de la esfera pública, no son capaces de hacerse cargo del cuidado de los ancianos, de los niños pequeños o de los enfermos, causando un elevado coste para la administración y un grave problema para la población senil; sin contar con las consecuencias del cambio en la concepción de los valores de los mayores.

El aporte de las cuidadoras familiares, a lo largo de la historia, precisamente por haber sido dispensado por mujeres10 en su mayoría (el 83% según la encuesta del CIS son mujeres),11 no ha sido objeto de estudio ni de reconocimiento social. Economía informal que el Estado de Bienestar debe garantizar (guarderías, residencia de la tercera edad, unidades clínicas para pacientes crónicos, comidas a domicilio, etc), cuando los valores culturales cambian y la carga laboral de la mujer se multiplica. Es ahora cuando, los cuidadores familiares, están siendo considerados como pieza clave en el sistema de salud.12

Se están empleando múltiples esfuerzos, para “cuidar a los cuidadores”. En el Real Decreto 137/2002 de Apoyo a las Familias Andaluzas,13 se garantizan una serie de medidas que contemplan acciones encaminadas a ello. Se estima que un 5% de las personas mayores de 18 años proporcionan cuidado a personas mayores en España, lo que supone un colectivo de casi un millón y medio de personas a las que habría que añadir cuidadores de personas no ancianas con discapacidades físicas o mentales.14 Numerosos estudios desde el ámbito enfermero, se plantean para conocer los perfiles de los cuidadores informales así como para prevenir posibles situaciones de cansancio en el rol del cuidador.

 

Cuidados familiares, género y enfermería

Hasta ahora hemos constatado que no se le ha prestado suficiente atención a la economía no formal. Hemos visto cómo la esfera pública, ocupada mayoritariamente por hombres, ha ostentado el protagonismo principal en el aporte a la economía doméstica. Hemos puesto de manifiesto, que los cuidados familiares han sufrido un protagonismo importante en los últimos años por la incorporación de la mujer a la esfera pública y el cambio de valores. Pero ¿cómo ha influido el hecho de que el cuidado, desde los ancestro, haya formado parte de la economía “no formal” aportada dentro de la unidad doméstica?, ¿cómo influye el hecho de que la profesión que se dedica por excelencia a la dispensación de los cuidados, que además está mayoritariamente ocupada por mujeres, tenga como bien intrínseco una tarea minimizada e infravalorada?

Los problemas que plantea el hecho de la invisibilidad de las mujeres así como, la invisibilidad de su aporte a la economía, repercute directamente, en una profesión, que fundamentalmente ha estado ligada a lo largo de la historia, a las mujeres. Es el caso de la Enfermería como disciplina. La Enfermería definida como “profesión del cuidado”, donde como apunta Ubaldo Martínez “La actividad del cuidado tiene su origen en el ámbito de lo privado, de la familia y, a lo sumo, de la comunidad”,15 y donde “En un primer momento, se entendía como una de las características propias de la situación vital de la mujer.”15 ha tenido y tiene que lidiar con el hecho de ser la gran perjudicada por la invisibilidad del trabajo ligado a la esfera privada.

La aplicación de los cuidados se ha considerado algo altruista, maternal, vocacional, dependiente de otra persona que toma las decisiones (médico), religioso, opuesto al método, cotidiano, solo cuestión de humanidad, etc. Parsons apuntaba que “el trabajo del cuidado es funcionalmente difuso más que funcionalmente específico”. “El que lleva a cabo el cuidado no realiza un conjunto fijo de tareas divisibles, sino todos aquellos actos que son apropiados para conseguir el bienestar del que es cuidado”.15 Acepciones como estas, ponen de manifiesto la creencia del cuidado como opuesto al método.

Por otro lado, la organización de las profesiones sanitarias en torno al género,16 tiene como consecuencia que todas las construcciones mentales en torno éste, se vinculen con la percepción que tenemos del profesional (desautorización de su conocimiento, negación de autoría, cuidar no es lo importante, etc). Se asocian “parte de los cuidados enfermeros a acciones consideradas intrínsecamente femeninas y sujetas a falta de medición y valoración económica”.17

Quizás por ello, el cambio hacia un paradigma apoyado en el método científico para la enfermería, esté siendo tan difícil en nuestros tiempos. Los actuales problemas que tiene la profesión enfermera, se deben en parte, a la vinculación a la esfera doméstica de los cuidados.

Numerosos estudios evidencian la repercusión económica de unos cuidados con excelencia (disminución del número de ingresos, de caídas, de infecciones nosocomiales), pero la enfermería sigue llevando ese “lastre” de haber pertenecido al ámbito doméstico, privado, casi altruista, que le ha hecho no ser reconocida en su justa medida, como otras profesiones que han sido desde los ancestros, ocupadas por hombres.

Queda patente la necesidad imperiosa de articular, la relación del sistema de género, con las variables materiales que proporciona el Estado de Bienestar. Parece, que para la Antropología, el futuro es halagüeño, ya que por esta nueva senda, la disciplina podrá aportar a la sociedad, no solo un mejor conocimiento sobre sí misma, sino la oportunidad de tomar conciencia de la diversidad de la especie humana y la riqueza de la individualidad de cada persona. Una Antropología aplicada y conocedora del aporte cuantitativo y cualitativo de cada ser, de gran utilidad para la disciplina enfermera.

 

Bibliografía

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Dirección para correspondencia:
Mª Luisa Rodríguez Camero.
Ctra. de Murcia S/N.
Urb. Mirador de Rolando Fase II Casa 8.
18011 Granada (España)
mlrodriguez@gr.epes.es

Manuscrito recibido el 29.01.2007
Manuscrito aceptado el 4.04.2007

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