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Index de Enfermería

On-line version ISSN 1699-5988Print version ISSN 1132-1296

Index Enferm vol.30 n.1-2 Granada Jan./Jun. 2021  Epub Apr 25, 2022

 

EDITORIALES

Domus, el espacio renovado de intercambio de saberes y cuidado en las familias

Sonia Herrera Justicia1 

1Coordinación Docente, Fundación Index, y Cátedra Index ICS. UCAM-Fundación Index, Granada, España

  • "El pasado no está muerto, no es ni siquiera pasado"

  • William Faulkner

No siempre gana el olvido. La idea de que el pasado poco tiene que ver con nosotros o con nuestra forma de vida es solo una percepción y una definición errónea de progreso.1 El mundo cultural de las generaciones más mayores no ha desaparecido. Casi sin ser conscientes, seguimos manteniendo vínculos que nos unen a los modos de hacer heredados. Aunque parezca sorprendente, las prácticas de salud que utilizaban nuestros antepasados, siguen vivas y las familias del presente las ejercen de una forma renovada, adaptadas a los valores de una sociedad en continuo cambio. No es solo una cuestión estética, las actuales prácticas cuidadoras suponen una ruptura conceptual con el modelo tradicional de transmisión de saberes familiares. Estamos reconfigurando el espacio doméstico, en el nuevo Domus la virtualidad ha logrado que las relaciones familiares se expandan más allá del hogar. Las habilidades para el cuidado se diversifican en un mestizaje entre el pasado y el presente, en una renovación constante de las expresiones cuidadoras que, si somos capaces de reforzarlas, aumentarán la deseada autonomía de la familia.

El presente puede ser percibido como una época de crisis, de desorden o ruptura. Si centramos la mirada en nuestro tiempo, quizás nos llame la atención el ritmo frenético de la sociedad, y es normal, pues estamos asistiendo a una transformación social sin precedentes. La irrupción de las nuevas tecnologías en la vida cotidiana y la progresiva urbanización han configurado nuevas expresiones culturales. Nuestros hábitos, costumbres y valores ya no son los mismos que hace 50 años. La transformación de la sociedad es visible e incluso tangible. Las consecuencias de la "cultura de la inmediatez" ha llegado a todas las capas sociales: el largo plazo ha sido sustituido por el corto plazo, se quiere todo aquí y ahora, se ha desmantelado la paciencia, se vive para "tener" y apenas queda tiempo para el "ser".2 Los ideales últimos son la rapidez y la facilidad y el vehículo para satisfacer estas necesidades es el consumismo.3

Evidentemente, la inmediatez se ha manifestado en el consumo de los servicios de salud. No hace falta nada más que acudir a un servicio de urgencias para darse cuenta de la dependencia que las familias tienen del sistema de salud o cómo cada vez más se les da solución a las dolencias leves acudiendo a una farmacia y no tanto desde los remedios del hogar.4 Esta situación no solo ocurre en las generaciones más jóvenes, como podría pensarse, sino que cada vez, con más frecuencia, se encuentra a mayores que no esperan una cita médica, ni evalúan qué les está ocurriendo de una forma sosegada. Nos encontramos en una sociedad que paradójicamente, aunque haya una mayor calidad de vida, la salud percibida es menor.5,6 Pero el mayor consumo de servicios de salud no está únicamente ocasionado por el cambio social y sus valores, sino que el papel paternalista de la medicina ha tendido a agravar aún más la situación.7 Se han devaluado las formas no médicas de curar y se ha incapacitado a la propia persona para cuidarse. Por lo que cuando aparece una dolencia, la única opción válida es la puesta en manos de un profesional sanitario. Esta nueva sociedad actúa bajo el convencimiento de que la medicina moderna podrá resolver todos sus problemas de salud, hasta los más cotidianos, y ante esto, los sistemas sanitarios necesitarán cada vez más recursos para dar respuesta a la demanda que ellos mismos van induciendo.8

En una sociedad con estas características ¿dónde han quedado los saberes y las habilidades cuidadoras en la familia? A priori, podría parecer que los saberes familiares están destinados al olvido o que en nuestra realidad ya no tienen cabida, pues han sido sustituidos por las relaciones de consumo. Pero entonces, el conocimiento que las generaciones mayores poseen sobre remedios y prácticas que hicieron posible la vida ¿solo quedan en su memoria?, ¿no hay espacio para estos hábitos en el presente?

Si pensamos en los remedios caseros tal y como lo elaboraban nuestros antepasados, podríamos dar por sentado que son una práctica residual.9 Pero lo cierto es que un remedio popular está sujeto a los cambios culturales: se modifica, se reinventa y se reinterpreta.10 Para percibirlo es necesario cambiar la mirada global por la local, aprender a mirar el nuevo entorno para poder comprender las diversas formas que adoptan los saberes.11 En una sociedad que ha tendido a la homogeneización y a la individualidad, la familia busca su propio sino echando la vista atrás y reencontrándose con su historia. En las familias contemporáneas, especialmente en las generaciones más jóvenes, está emergiendo un nuevo espacio de cuidado y de intercambio de conocimientos que está en consonancia con los valores que caracterizan a la sociedad actual.

Para ilustrar este nuevo espacio, pensemos en la forma de actuar de las familias del presente: cuando alguno de sus miembros se decide a compartir una dolencia, se activa la transmisión y el aprendizaje de saberes y habilidades. En este caso, hay diferencias evidentes si lo comparamos con las familias del pasado. La transmisión ya no es únicamente longitudinal, sino que un hijo también enseña a su padre. Hablamos de una transmisión horizontal, más dinámica, en la que los hijos ya no son meros receptores de conocimientos, sino que, en un mundo de opciones, ellos eligen qué es lo mejor para su cuidado.12 Por otro lado, el aprendizaje también ha cambiado su sentido, las generaciones jóvenes que conforman la sociedad en la que vivimos, aprenden no a través de la historia familiar o del pasado, sino de los hechos presentes. Para que un remedio sea útil hay que darle un valor tangible.13 Tanto el aprendizaje como la transmisión están influenciados por la irrupción de la tecnología en la vida cotidiana. En este caso, la transmisión sigue siendo oral, pero en el presente, se apoya en la red de redes. No es extraño encontrarse grupos de WhatsApp en los que la familia comparta sus dolencias y, entre todos los que componen ese grupo, se le acabe dando solución. Esto es una nueva forma de transmitir y de aprender los saberes familiares. Además, ese conocimiento adquirido se expande más allá de los límites físicos, precisamente por esa interconexión que nos brinda Internet.

En este nuevo espacio, también tienen cabida las prácticas que derivan del movimiento ecológico. Ha surgido una nueva forma de entender lo natural, ya no vinculado al trabajo de la tierra sino a la ecología (neo-natural). Esta alternativa surge del consumo, pero se caracteriza por ser una emulación de los saberes que fueron abandonados. El espacio donde se enmarca ya no es una farmacia, pero adopta otras formas como puede ser un herbolario.14

En las familias contemporáneas se sigue haciendo uso de los saberes heredados, pero adaptados a los valores actuales. Lejos ha quedado cultivar y preparar la manzanilla entre los fogones de una cocina, ahora encuentra su lugar en formatos comerciales. A este escenario complejo de relaciones familiares y de intercambio de conocimientos le hemos denominado Domus.15 Este espacio emergente está caracterizado por la reciprocidad y el dinamismo. En el Domus se normaliza el hecho de que una familia utilice los servicios sanitarios para paliar sus dolencias, a la vez que hace uso de saberes heredados. Es un espacio en el que aparentemente todas las prácticas de cuidado tienen cabida.

El Domus es un espacio de resistencia, una respuesta al utilitarismo médico y a la urbanización como única forma de existencia. En las familias contemporáneas se puede apreciar cómo está emergiendo un sentimiento por lo local, por el consumo de productos naturales y por el apego a la tierra. Por lo que no se puede hablar de la desaparición de los saberes y habilidades cuidadoras en la familia, sino más bien, de una transformación de los mismos.

Los saberes familiares han demostrado su gran capacidad de adaptación al paso del tiempo. El testigo, ahora, lo tenemos nosotros. Tenemos que trabajar en revitalizarlos, reencontrarles un nuevo uso para que sean útiles en el presente, reivindicar estas prácticas y dejar de invisibilizar aquello que nos ha permitido existir.

Cualquier tiempo futuro podría ser mejor: se puede construir la autonomía desde la familia. No hay una única receta, pero lo que las familias nos enseñan es que para ser autosuficientes no solo basta con saber utilizar los servicios sanitarios. Es fundamental traer al presente el acervo cultural que representan los saberes y habilidades cuidadoras en la familia, que tanta autonomía han procurado en el mantenimiento de la salud. Y esto es trabajo de todos.

Bibliografía

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