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Index de Enfermería

On-line version ISSN 1699-5988Print version ISSN 1132-1296

Index Enferm vol.30 n.3 Granada Jul./Sep. 2021  Epub June 06, 2022

 

HISTORIA Y VIDA

"Del otro lado de la cama". experiencia de un enfermero hospitalizado por Covid-19

"On the other side of the bed": experience of a nurse hospitalized by Covid-19

Bernardo Saldías-Alvear1  , Julia Huaiquián-Silva1  , Maritza Espinoza-Venegas1 

1Facultad de Enfermería. Universidad de Concepción. Concepción, Chile

Resumen

Actualmente en Chile y en el mundo se vive una situación de alarma sanitaria a causa del coronavirus, que sin duda ha trastocado el normal funcionamiento de los ambientes sanitarios y ha aumentado la ansiedad de los pacientes, quienes por razones epidemiológicas son aislados, separados de su familia y viven la enfermedad en absoluta soledad. Con el relato biográfico que se presenta a continuación se pretende describir las vivencias de un paciente-enfermero internado en una unidad de cuidados críticos por Covid-19, quien a través de los ojos de la enfermería nos cuenta en primera persona cómo vivió su hospitalización. Para ello se ha utilizado el método biográfico, obteniéndose el relato a partir de una entrevista en profundidad. Conocer este relato nos permite recordar que el foco del cuidado es dignificar a nuestros usuarios y nunca perder de vista al ser humano.

Palabras clave Biografía; Infecciones por coronavirus; Hospitalización; Enfermería

Abstract

Chile and the world are facing the coronavirus health crisis which has disrupted the sanitary environments and increased anxiety among patients on epidemiologic isolation, struggling with the disease alone away from their families. This biographic retelling presents a Covid-19 infected nurse examine his critical care unit hospitalization from a nursing perspective as a first-person narrative. Biographical method is prefered to communicate the experiences extracted from a in-depth interview. This article serves as a reminder that care's focus lays on our patient's dignity and to never dismiss this humane quality.

Keywords Biography; Coronavirus infections; Hospitalization; Nursing

Introducción

En Chile, la pandemia por el coronavirus tipo 2 del síndrome respiratorio agudo (SARS-CoV-2) fue monitorizada desde el 3 de marzo del año 2020, fecha en donde se notificó la primera persona contagiada.1 La incertidumbre y el temor que se percibían por aquel entonces en la población, se vieron acentuadas ante el tenso ambiente existente entre los grupos de expertos que discrepaban con el gobierno, respecto al manejo sanitario de la pandemia.2 Esta dualidad de posturas llevó a que la población -especialmente en los jóvenes- mostrara una desconfianza ante la eficacia de las medidas de prevención, pero paradójicamente, participaran en actividades de alto riesgo de contagio.

Por otro lado, no se conocía a cabalidad cuál sería el panorama de quiénes debiesen ser hospitalizados por Covid-19, sobre todo, cómo le afectaría este proceso a nivel psicológico. Rodríguez y Zurriaga en sus análisis sobre el estrés, enfermedad y hospitalización, reflexionan sobre el complejo escenario de la cultura hospitalaria.3 Las personas al hospitalizarse deben convivir bajo códigos y normas ajenas a su entorno, lo cual puede generar un alto nivel de estrés para los usuarios.

Por otro lado, los profesionales sanitarios en Latinoamérica han debido enfrentar grandes desafíos en sus labores durante la pandemia, como el temor al contagio individual o de sus seres queridos, la modificación en los sistemas de turnos, la sobrecarga laboral e, inclusive, agresiones físicas por parte de los usuarios.4 Estos factores pueden influir en la forma en que se entregan y gestionan los cuidados de enfermería en usuarios contagiados por Covid-19, específicamente, propiciar una deshumanización de estos.5

El presente estudio utilizó el método biográfico en su variante de relato de vida,6 con el objetivo de describir la experiencia de un enfermero que fue hospitalizado por Covid-19 en una unidad crítica, mediante la reconstrucción de sucesos respecto a un periodo de tiempo en particular.7 La elección de una persona con tal profesión, fue con el fin de plasmar una visión crítica sobre el cuidado de enfermería, desde el propio paradigma enfermero.

El informante correspondió a una persona de 24 años, quién recientemente había egresado de su carrera de enfermería, teniendo ya experiencia laboral en el mundo asistencial. Se realizó un primer encuentro por video llamada en donde los investigadores dieron a conocer los objetivos de esta investigación y se discutieron las expectativas y percepciones que tenía la persona sobre este proyecto. Una vez aceptado y firmado el consentimiento informado, se acordó una fecha y hora de la entrevista en profundidad, realizada mediante una videollamada grabada previa autorización. Tal sesión tuvo una duración de cerca de dos horas. Posteriormente, se hizo una transcripción textual y un análisis el relato, emergiendo las siguientes categorías hermenéuticas: la incertidumbre previa, del otro lado de la cama, una luz de esperanza, el cuidado humanizado y la alegría del alta.

Este relato nos revela la soledad y el dolor que pueden experimentar las personas hospitalizadas por Covid-19. Muchas veces cuando se deben tomar tantos resguardos técnicos, se corre el riesgo de la deshumanización del cuidado. Este relato deja entrever la relevancia que tiene el contacto humano. Es por ello que los profesionales sanitarios, sobre todo de enfermería, no deben olvidar su rol como aquella única persona capaz de dar consuelo, calma y contención en tales momentos difíciles. Cuidar de otro implica un compromiso moral y existencial, en donde solo al reconocer en el otro la propia vulnerabilidad humana, se pueden entregar cuidados enfermeros integrales y de excelencia.

Bibliografía

1. Toro, Luis;Parra, Alfredo;Alvo, Miriam. Epidemia de COVID-19 en Chile:impacto en atenciones de Servicios de Urgencia y Patologías Específicas. Rev. méd. Chile 2020;148(4):558-560. Disponible en: https://www.scielo.cl/scielo.php? script=sci_arttext&pid=S0034-98∐20000400558 [acceso:27/09/21]. [ Links ]

2. CIPER:Centro de Investigación Periodística. Santiago:CIPER;c2017. COVID-19:Chile no está aplanando la curva, la perdimos de vista. Disponible en: https://www.ciperchile.cl/2020/04/16/covid-19-chile-no-esta-aplanando-la-curva-la-perdimos-de-vista/ [acceso:28/08/2020]. [ Links ]

3. Marín, Jesús;Zurriaga, Rosario. Estrés, enfermedad y hospitalización. Granada:Escuela Andaluza de Salud Pública, 1997. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo? codigo=2 012146 [acceso:27/09/21]. [ Links ]

4. Valdés, Pascual;Cámera, Luis;De la Serna, Mariano;Abuabara Turbay, Yasmín, et al. Ataque al personal de la salud durante la pandemia de Covid-19 en Latinoamérica. Acta Med Col 2020;45(3). Disponible en: http://www.actamedicacolombiana.com/ojs/index.php/actamed/article/view/1975 [acceso:27/09/21]. [ Links ]

5. Ávila Morales, Juan Carlos. La deshumanización en medicina. Desde la formación al ejercicio profesional. Iatreia 2017;30(2):216-229. Disponible en: http://www.scielo.org.co/scielo.php? script=sci_artt ext&pid=S0121-07932017000200216 [acceso:27/09/21]. [ Links ]

6. Velasco Juez, María Casilda. El método biográfico y las historias de vida. Su utilidad en la investigación en enfermería. Index de Enfermería 1999;27. Disponible en: http://www.index-f.com/index-enfermeria/27revista/27_articulo_25-30.php [acceso:27/09/21]. [ Links ]

7. De Miguel, Jesús M. Autobiografías (cuadernos metodológicos). Madrid:Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS);2017 (2ª ed.). [ Links ]

Recibido: 11 de Noviembre de 2020; Aprobado: 20 de Agosto de 2021

CORRESPONDENCIA: juliahuaiquiansilva@gmail.com (Julia Huaiquián-Silva)


Texto biográfico

Soy enfermero, con pocos años de egresado, tengo 24 años, vivo con mis padres, trabajo en una institución de educación superior. A mediados del mes de marzo me fui al confinamiento a mi hogar por la pandemia COVID-19, y como buen enfermero, adapté mi casa en función de la prevención del contagio de la enfermedad. Antes de enfermar veía la pandemia como una amenaza para otros que tenían factores de riesgo, que no me incluían, y que, si por alguna eventualidad me llegase a contagiar, solo tendría un leve resfriado y nada más.

La incertidumbre previa. Todo comenzó con una faringitis estacional que me ataca todos los años al comienzo del invierno, la cual se fue prolongando y me obligó a asistir en varias ocasiones al hospital, lugar en donde estuve varias horas en una sala de espera junto a otros pacientes, donde sospecho ocurrió el contagio. Pasaron unos siete o seis días como máximo desde la primera consulta, luego vuelvo a la clínica y me hacen un examen de PCR, ya que me consideran caso sospechoso. No era una simple faringitis, porque ya me habían dejado un poco de amoxicilina con clavulánico y los síntomas, incluida la fiebre, no disminuían.

Apenas empecé con síntomas sospechosos en la casa tomamos todas las medidas, y creo que gracias a eso nadie más se contagió. Hacíamos un aseo casi terminal de las cosas, los utensilios, los cubiertos separados, todo por separado, porque estaba consciente de lo que estaba pasando y nunca descarté la posibilidad de estar contagiado por Covid, pero lo veía muy lejos. Pensé como buen enfermero, mejor prevenir que curar, pero como la primera PCR salió negativa, bajé las medidas de protección en casa. Pasaron dos días y la fiebre continuaba, ahora con peores síntomas, es decir, ahora ya ni siquiera tenía fuerzas para levantarme, realmente toda la energía física me la habían quitado.Ya no podía levantarme de la cama, me costaba bajar las escaleras, me cansaba, me agotaba, mi corazón se agotaba mucho, sentía que no era un tema pulmonar, era un tema de que mi gasto cardiaco estaba alterado, porque caminaba un poco y el mundo se me venía encima y es ahí cuando nos asustamos y volvemos a consultar, cambiamos incluso de hospital.

"El día en que tomé esta foto, fue el primer día en que llegué a la unidad crítica. Habían intentado instalarme siete veces una línea arterial, todas fallidas. Dolía, dolía mucho. Recuerdo enviarle esa foto a mi familia diciendo que estaba bien, que solo era sangre" (fotografía aportada por el informante).

Me toman otra PCR un poco más invasiva y esa aparece positiva. En ese momento me despedí de mi papá, me despedí de todos, en el sentido de que no sabía si los volvería a ver, no sabía cuándo los iba volver a ver en persona. Con lo único que me quedé fue con mi teléfono y mi cargador, era lo único que agarraba con todas mis fuerzas, pensaba que sin eso no tendría como comunicarme con mis papás, entonces me hospitalizan esa misma mañana. Pensé inmediatamente en mi papá, mi mamá y mi hermano, tenía miedo de que alguien se haya contagiado. En ese momento lo único que pedía, le pedía a la vida, era que nadie de mi familia se contagiara, que no hicieran síntomas tan molestos o graves como los que yo tenía o los que podría hacer. Que me pasara todo a mí, pero no a mi familia, ese era mi pensamiento en todo momento, nunca tuve miedo de que me iba a morir o de que me iba a pasar algo grave, yo lo único que quería o que alguien me dijera o me diera la certeza de que mi familia iba a estar bien.

Pensaba que hospitalizarme era una ridiculez, encontraba una medida casi extrema, entonces el médico tratante me dijo: "mira tus exámenes muestran parámetros inflamatorios muy elevados, hoy puedes estar bien y mañana puede que estés conectado a un ventilador mecánico, porque tus parámetros inflamatorios siguen en ascenso y peligrosamente en ascenso, es decir, que el covid está afectando a otros órganos". Exactamente, yo tenía un dímero D por las nubes, jamás había visto un dímero D de cerca de cuatro mil en un paciente que no estuviera con una trombosis o una sepsis, entonces me di cuenta de que era grave, en ese momento le dije al médico: "no quiero que nadie me mienta, quiero la verdad tal cual, quiero los exámenes con sus números y su unidad de medida, quiero saber si estoy mal o estoy bien". El médico, muy profesionalmente, me responde: "esta es la realidad, tienes todos estos riesgos, tu estado inmunitario está muy debilitado por el virus, tienes el riesgo de hacer síntomas respiratorios, tienes parámetros que se condicen con gravedad alta, tienes que hospitalizarte". Bueno, lo acepté, quedé como un poco más calmado en ese sentido, calmado entre comillas porque pensé: "ya sé lo que tengo, entonces tengo que aminorar el miedo de que mi familia se contagie, y que ellos estén tranquilos".

Del otro lado de la cama. Había cero contacto con el mundo exterior y todos los días noticias malas, noticias de que avanzaba la pandemia, de que generaba cada vez cuadros graves. Recuerdo que miraba por la ventana de la habitación y pensaba que estaba tan lejos del mundo, sin poder salir de ahí, aunque lo pidiera, y eso es una sensación de encarcelamiento, de incertidumbre, de miedo, que es muy potente, muy potente. Veía a las enfermeras haciendo su trabajo, un trabajo desgastante, porque hacían turnos de veinticuatro horas, aun así, trataban de conversarme, trataban de hacer todas las cosas en poco tiempo, me decían: "te vamos a estar llamando, avisando de los resultados".

Despertaba muy temprano, porque dormía muy poco, entonces a las cinco de la mañana apenas prendían las primeras luces mandaba un mensaje a mi papá, a la hora que sea les decía: "estoy bien", y mi papá me respondía a la hora que sea. Me consta que mi familia no dormía tampoco, porque todos los días esperaban el mensaje de buen día, no decía nada más que un: "hola, buen día, desperté, tengo hambre". Al pasar cinco días, deciden trasladarme a la Unidad de Tratamientos Intermedios (UTI).

Me volví dependiente de todo, incluso para orinar, hacía señas para que me trajeran o cambiaran el pato, o me facilitaran un recipiente para lavarme los dientes. Tenía algunas fuerzas, de a poco las recuperé, pero me dejaron como un paciente con dependencia severa. En la UTI no hay baños, porque se asume que los pacientes no tienen la fuerza o no están en condiciones para movilizarse, pero resulta que poco a poco fui mejorando y quería ir a un baño para poder hacer mis necesidades. Recuerdo no haber defecado durante toda la hospitalización, solamente por el pudor de que no habría un biombo para taparme. Es difícil cuando en frente hay un mesón con mínimo diez personas, que están escribiendo y que están mirando de reojo, me daba vergüenza. El cambio de turno duraba mínimo una hora, entre los médicos, colegas, técnicos en enfermería, auxiliares de servicio, uno alcanzaba a escuchar todo, porque es un vidrio lo que te separa del resto, uno escuchaba lo que los colegas hablaban: "este paciente no habla mucho, es un colega tranquilo, se porta bien", son palabras que nunca voy a olvidar o cuando los médicos cambiaban de turno, era como un animal en una vitrina, solo miraban, discutían, ponían caras.

Uno tiene tantas comodidades en el día a día que no las valora hasta que las pierde, por ejemplo, lo a gusto que uno puede estar en un baño o lavarse las manos o los dientes por sí solo, cosas que uno diría que son tan banales y simples, son las que más uno extraña cuando las pierdes. Ahí era un personaje totalmente público, conocí lo que era ser un fantoma, me sentía como un fantoma, me sentí vulnerable. Como enfermero, cuando uno trabaja en la asistencia de hospitalizados, uno pone un biombo, trata de resguardar la privacidad, pero si por a, b o c motivos alguien más del equipo se acerca y ve al paciente en ese momento, uno lo normaliza, y no es normal, cada persona, dentro de sus facultades, debe decidir quién ve y quién no ve la intimidad de su cuerpo. No son experimentos ni artículos de vitrina.

Trato de ser objetivo, y sé que me faltó esa humanización en la atención, fijarse más allá de la patología, saber un poquito más del paciente, cuáles son sus miedos, a qué le teme; porque yo era un paciente que no hablaba, hablaba repoco, porque estaba en pleno proceso de adaptación a todo lo que estaba pasando. Entonces nunca se ahondó mucho en ese aspecto, es decir, entender que no era porque simplemente no quería hablar, sino que era parte de un proceso adaptativo: "¿querrá hablar? , ¿por qué no querrá hablar? ". No digo que las colegas o nuestra profesión me haya dejado completamente al debe, pero si hubo algunas cosas en las cuáles se debió actuar distinto. Profundizar más en el ser humano que en lo técnico. El saludo me faltó muchas veces. De repente solamente entraba gente a revisar la bomba, a revisar la máquina que sonaba y sonaba solo por estar mal programada. Eso le diría a un estudiante del área de la salud: "primero salude, sonría, con los ojos de ser necesario, converse si puede conversar, ríase, luego vea la bomba de infusión, luego vea lo técnico. Siempre hay tiempo si uno se organiza".

Sufrí mucho. El sufrimiento físico y emocional, de estar en una habitación de aislamiento, donde cada persona que entra tiene que vestirse con elementos de protección personal, y cada vez que entra y sale demora más de cinco minutos, entonces es un periodo de diez a quince minutos donde tú sabes que viene entrando alguien a hacer un procedimiento o vienen a verte, pero sabes que siempre van a ser personas del hospital, nunca tu familia. Lo que yo más quería era ver a mis papas, quería que entraran conmigo y que se sentaran al lado y que me dijeran: "vamos a estar bien". Pero solo entraban enfermeras, médicos, auxiliares de servicio.

Lo único que pedía en esos momentos, o necesitaba, es que alguien me tocara la mano o el hombro, no pedía un abrazo, pero que me tocaran, me sentía sucio, porque todo el mundo se vestía con extremo cuidado y se cambiaban dos o tres veces guantes para atenderme, y yo entiendo eso porque, yo sé lo que son las medidas de precaución, yo sé lo que es un aislamiento, he atendido a pacientes con aislamientos, me he tenido que vestir, también he estado al otro lado de la cama, y también empatizaba con los colegas y con el resto de los profesionales del miedo del contagio -porque era un miedo latente- estaba empezando la pandemia, todos tenían miedo de contagiarse, por lo tanto yo también entendía porque lo veía, empatizaba con el colega o la colega, pero en ese momento, de tanta vulnerabilidad, cuando uno se siente vulnerable físicamente o emocionalmente, lo único que necesitaba era que alguien me tocara y me dijera: "vamos a estar bien o vas a salir de esta", porque no tienes a tu familia al lado, a mi familia la veía por una cámara, pero me faltaba el abrazo de mi padre o de mi madre o la mordida de mi perro, cosas tan simples que en ese momento parecían tan lejanas, y que solamente las personas que estaban ahí atendiéndome me podían dar, y es complejo, porque yo muchas veces estuve del otro lado.

Mi mejor momento del día era cuando me limpiaba la cara con las toallas húmedas, sentir lo fresco del agua en la piel, me relajaba mucho, pasármelas por los brazos que en los primeros días eran edematosos y lleno de equimosis, estaba multi puncionado. En la UTI no me pudieron instalar una línea arterial tras siete intentos fallidos, entonces al día tenía mínimo dos punciones arteriales. Conocí el dolor por procedimientos tan repetitivos, o sea, al cuarto día de mil punciones, ya no era graciosos cuando la colega no canalizaba a la primera, a esas alturas era dolor, dolor físico lo que sentía. Pero también sufrí lo que es que la colega no me escuchara sobre donde puncionarme o no. Yo tocaba constantemente mis brazos, sabía dónde tenía mejor pulso, sabía qué venas se colapsaban rápidamente. El paciente es quien mejor conoce su cuerpo, a él hay que escucharlo primero antes de valorar un sitio de punción, siempre saben dónde le encuentran la vena más rápido o mejor.

Una luz de esperanza. Recuerdo que una médico me va a ver y me dice: "la ferritina y el dímero D siguen muy altos, no bajan, sigues empeorando, los síntomas físicos igual empeoran, no sabemos si tenemos que trasladarte a una UTI, porque no sabemos cómo va evolucionar tu cuadro", y se sienta en la cama vestida completa, pero se sienta al lado mío en la cama y me dice: ¿qué es lo que te da más miedo? , le dije en ese momento: "me da miedo conectarme a un ventilador, porque odio los ventiladores, odio instalarlos, odio manejarlos, odio ver gente conectado a un ventilador, ese jadeo le decía, conozco los procesos de intubación de pacientes, esa agonía de no poder respirar, no quiero vivirla, me da miedo", y me respondió: "bueno si llega a pasar eso, voy a estar yo contigo, -me dijo- créeme que voy hacer todo lo posible para estar contigo y que te mejores bien, no le tengas miedo a este bicharraco, es un bicharraco insignificante y más encima feo", cuando me dice lo del bicharraco, me calmé. Luego me abraza fuertemente y se despide con un: "nos vemos mañana". Eso cambio mi vida en ese momento, porque en ese momento yo sentía que me estaba muriendo y no sabía si mi familia estaba contagiada o no, y nadie me decía nada, las colegas entraban, hacían su procedimiento, me decían: "cómase la comida", yo decía "no tengo hambre", me decían "trate de comer", "es que no tengo hambre -les respondía- si todo lo vomito". Pero fue esa médico la que me hizo sentir humano de nuevo, que no estaba solo.

El cuidado humanizado. Una técnica en enfermería entró a la unidad, como cualquier otra, y me preguntó cómo estaba, luego me quedó mirando y dice: "usted habla poco", yo ahí esbocé una sonrisa y le dije "si, efectivamente". Luego me pregunta: "¿oiga y usted se puede parar? ", le dije "si usted me ayuda, me paro", porque lo único que quería era salir de la cama. Ella tuvo la maravillosa idea de traerme un sillón a la unidad y habló con una kinesióloga para levantarme. Cuando me levantan, aparte de que casi me desmayo porque me hipotensé mucho, volví a sentir lo que era caminar, casi como aprender de nuevo. Luego vuelve a la unidad y me dice: "¿le lavo el pelo? ". Yo tenía mi pelo muy largo y no me lo podía lavar desde hace muchos días, en ese momento cuando me dice le lavo el pelo, me pongo a llorar, fue algo tan maternal lo que me dice y tan básico para uno lavarse el pelo, me acuerdo de que la miro y le digo "yah…", tengo esa sensación como a flor de piel. El tan solo el hecho de sentarme en un sillón, sentir el agua tibia y ella lavándome el pelo, pero a la vez, era como un masaje que me hacía, y ese día, esa persona cambió totalmente mi estadía hospitalaria, me volví a sentir persona.

Ahora que decanto todo lo que pasó, porque pasó hace tiempo, es importante que nunca perdamos el foco, nuestro foco de cuidado es la persona con todas sus dimensiones, sus falencias, sus virtudes, sus problemas, sus alegrías y su familia. Ese es nuestro objeto de cuidado. Nuestro objeto de cuidado no es la patología, no es la máquina donde está conectado. A mí siempre me ha quedado muy grabado una frase que dice: "si no puedes curar, sane; si no puede sanar, alivie; y si no podemos aliviar, consuela". En enfermería siempre podemos hacer algo, siempre, entonces ese es mi mayor consejo a los colegas, que empatizo con ellos, pero que no perdamos nuestro objetivo, que es dignificar a nuestros pacientes y nunca hacerlos sentir sucios o vulnerables o tratar de minimizar ese riesgo, porque cuando se es paciente la historia es muy distinta, se sufre demasiado. Les diría que partieran de la premisa que son personas con una vulnerabilidad, distinta, que no estábamos acostumbrados.

El Covid pronto será una enfermedad infecciosa tan común como la influenza, pero el estigma, el incierto, el miedo que lo rodea, le confiere una connotación distinta y potente. Acá no solo hay que compensar la patología, sino también compensar emocionalmente a la persona, que no sabe de su familia, que no sabe si su familia estará bien. Partir de esa premisa, de que en todo momento hay que dignificar a la persona, y nunca hacerlo sentir que está solo, hablarle, ahondar un poco más allá del conocimiento biomédico, facilitarles un cargador, un celular según las normas para que hablen con su familia; cuidar al humano.

La alegría del alta. Ese día fui el más feliz, le avisé a todo el mundo. Esa noche recuerdo dormir y despertar en el cambio de turno. Le dije a mis papás que me armaran una tenida linda, porque era importante salir del hospital, ya que en un momento lo dudé, no sabía si iba a salir. Esos simbolismos, fueron importantes para mí. Una ambulancia me trasladó, en un viaje, el más largo de mi vida, fue como una eternidad. En casa estaban todos en la entrada, hasta mi perro. Recuerdo abrazarnos y llorar y llorar y llorar. Una de las cosas que me ayudó mucho a darme ánimo era saber que nadie se había contagiado finalmente, me daba ánimo para comer, para luchar, porque sabía que me estaban esperando.

Vocabulario

Pato: orinal de cama masculino.

Bicharraco: forma despectiva de referirse a un insecto.

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