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Index de Enfermería

On-line version ISSN 1699-5988Print version ISSN 1132-1296

Index Enferm vol.30 n.3 Granada Jul./Sep. 2021  Epub June 06, 2022

 

BIBLIOTECA DE ACTUALIDAD COMENTADA

Enfermeras omitidas por la historia

Manuel Amezcua

LA OBRA

Enfermeras invisibles. Inventoras, invencibles, increíbles

Olga Navarro y Vanessa Ibáñez. Ilustraciones de Irene Bofill

Penguin Random House

Barcelona, 2021; 112 págs.

A un solo año de conmemorarse el bicentenario del nacimiento de Florence Nightingale y que por tal motivo la OMS declarase 2020 como el año Internacional de las Enfermeras y las Matronas, aparece una obra singular que viene a poner el broche final a una importante campaña de reconocimiento de una de las profesiones más denostadas por la historia. Enfermeras invisibles es en sí misma una verdadera obra de arte. Con una cuidada edición, magníficamente ilustrada por Irene Bofill, las autoras Olga Navarro y Vanessa Ibáñez nos ofrecen un ramillete de biografías de mujeres excepcionales, como ellas mismas afirman en la introducción de la obra, "mujeres inventoras e innovadoras, invencibles, increíbles, valientes y grandes luchadoras que rompieron moldes y superaron barreras, y que con su trabajo mejoraron la vida de millones de personas". Son las supernurses que la historia había dejado atrás por haber confluido en ellas las dos causas para el olvido en una sociedad patriarcal y desmemoriada: el ser mujeres y el ser enfermeras.

El libro nos muestra algunas de las enfermeras que han cambiado el mundo. Con Enfermeras Invisibles Olga y Vanessa se desquitan de una injusticia atávica, poniendo delante del lector catorce perfiles biográficos de mujeres que realizaron alguna proeza en el campo de los cuidados de la salud, resaltando la condición de primicia, de avanzadillas en su época. Así destacan la francesa Angélique Marguerite Le Boursier du Coudray, que en pleno siglo de las luces diseñó el primer maniquí obstétrico; o la neoyorquina Letitia Munford Geer, que inventó y patentó la jeringa utilizable con una sola mano; o la danesa Elise Sørensen, que creó la bolsa de ostomía adhesiva y desechable; o la estadounidense Anita Dorr, diseñadora del carro de parada con medicación; o su compatriota Ann Moore, que, entre otros inventos, diseñó el portabebés comercial y la mochila de oxígeno portátil. Se trata de innovaciones que no han pasado a la historia por situarse en el mundo cotidiano, que es el campo de acción de las enfermeras, pero que han supuesto indiscutibles avances para que la ciencia actúe con certeza y eficacia. Conocerlas de la mano de Olga y Vanesa, nos obligan a preguntarnos cuántas enfermeras y enfermeros han puesto su creatividad al servicio del bienestar de los pacientes y sus familias sin que su nombre haya trascendido para la posteridad.

Las autoras de Enfermeras invisibles también recopilan perfiles de profesionales que se distinguieron por una labor de entrega hacia los demás, verdaderas heroínas que hoy son una fuente de valores para las jóvenes generaciones de enfermeras. La gallega Isabel Zendal está considerada la primera enfermera en una misión sanitaria internacional debido a su imprescindible aportación en la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, que a comienzos del siglo XIX extendió la vacunación contra la viruela en las posesiones españolas de ultramar. Por su parte, la jamaicana Mary Seacole, llamada popularmente la Ninghtingale negra, se distinguió durante la guerra de Crimea por su labor de asistencia a los heridos en el frente de batalla. Otra enfermera gallega, Elvira López Mourín, destacó como enfermera militar participante en el primer vuelo de la aviación sanitaria española, con motivo de la guerra de Marruecos. Y más guerras, en la Polonia ocupada, Irena Sendler salvó miles de vidas de niños y niñas judíos del gueto de Varsovia. ¿Cuántas otras enfermeras y enfermeros están a la espera de que su ejemplar comportamiento reciba el merecido reconocimiento? No hace mucho conocimos que la responsable del dispositivo de traslado aéreo de los misioneros españoles repatriados con motivo de la epidemia de ébola fue una enfermera capitana.

Por otra parte, la ciencia necesita de observaciones rigurosas que alerten sobre la posible eficacia de procedimientos clínicos y asistenciales que luego encontrarán sus fundamentos teóricos en ambientes de laboratorio. Y aquí, la posición privilegiada de las enfermeras como observadoras de lo cotidiano ha procurado ideas e intuiciones que luego mostraron una enorme capacidad transformadora, convirtiéndose luego en un bien común. En este terreno han destacado algunas geniales enfermeras, como la británica Jean Ward, que a través de la observación descubrió y aplicó los principios de la luminoterapia o fototerapia como tratamiento para la ictericia neonatal; o la colombiana Elvira Dávila Ortiz, impulsora de los bancos de sangre en Latinoamérica. También son visibilizadas en el libro.

Ya en el campo mismo de la Enfermería como profesión y como disciplina, han merecido la atención de las autoras dos distinguidas españolas: María de Madariaga y Alonso, fundadora de la escuela de enfermería Salus Infirmorum, y Rosamaría Alberdi Castell, primera enfermera española reconocida con un doctorado honoris causa. Pero aún queda un último perfil destacado en el libro, el que dedican a la enfermera invisible de nuestro tiempo, esa profesional universitaria de competencias avanzadas que en el último año ha puesto de manifiesto su inquebrantable compromiso ante la adversidad humana. Y lo ha hecho de manera silenciosa y sin estridencias, como siempre ha sido en un desempeño más preocupado por el bienestar de la gente que por sus logros profesionales. Una enfermera socialmente comprometida, en coherencia con lo que de ella se esperaba al conmemorar internacionalmente su labor.

Olga Navarro y Vanessa Ibáñez, autoras del libro, representan perfectamente a la enfermera de nuestro tiempo, con amplia experiencia asistencial, no solo en su país de origen, que al día de hoy ponen su talento al servicio de las nuevas generaciones de enfermeras en su labor universitaria, donde la impronta de las nuevas tecnologías se hace presente. Por su parte, la ilustradora Irene Bofill ha plasmado magistralmente en sus dibujos el espíritu heroico de las mujeres a las que ha tenido que imaginar para hacerlas atractivas a la estética de hoy.

El libro se estructura en capítulos donde cada uno de ellos recrea la biografía de una enfermera, en total uno para cada mes, con refuerzo para periodos vacacionales. Lo escriben con un estilo muy didáctico, llevando al lector a universos impredecibles donde no faltan las grandes aventuras, los sorprendentes descubrimientos, las heroicidades más extremas, y todo ello de la mano de mujeres excepcionales: de enfermeras. La composición del texto está sumamente cuidada, siendo de especial interés los recuadros que se intercalan para resaltar frases literales de las biografiadas o curiosidades que mantienen la atención constante del lector. Está muy claro el guiño que con este diseño las autoras realizan al mundo de la infancia, el especial lector al que dedican la obra, porque, según sus palabras "solo así las futuras generaciones tendrán espejos en los que mirarse y heroínas con las que soñar en convertirse algún día".

Para el historiador de la enfermería, esta obra se presenta como una verdadera provocación, pues pone de manifiesto la importancia de la labor divulgadora de la investigación. Olga y Vanessa nos muestran otro estilo de enseñar la historia para hacerla atractiva y útil. Personalmente me produce también una cierta desazón, una impaciencia por ver más enfermeras invisibles puestas en valor en este eficaz estilo. Mujeres y hombres omitidos por la historia o no suficientemente reconocidos que dedicaron su vida al cuidado de las personas haciendo el mundo más humano. Desde los tiempos remotos resuenan nombres míticos, como la Débora del Libro de los Jueces o, en la cultura clásica: Phainareté, Agnodiké, Hygia, Deméter, Perséfone, además de las fundadoras hospitalarias Marcela, Fabiola o Eustaquia. En la oscuridad del medievo, entre un sinfín de beguinas y terciarias innominadas, brilla con luz propia una mujer singular, Trótula de Salerno, la sapiens matrona, la primera comadrona profesional de la que tenemos noticia.

Aunque es en la época áurea de la enfermería donde encontramos el mayor contingente de enfermeras y enfermeros reformadores del sistema hospitalario en medio mundo, como Bernardino de Obregón, Marta Carrillo (fundó un hospital de mujeres), Miguel Mañara, Bernardino Álvarez (primer hospital de enfermos mentales de América), Pedro de Bethancourt… ¿Quién los conoce hoy en día? Algunos tuvieron suerte y pasaron a la historia como santos, condición que invisibilizó su condición de enfermeros, como Juan de Dios, Camilo de Lelis, Vicente de Paul o Luisa de Marillac. Y en el entremedias, los autores que asentaron las bases de la disciplina publicando los primeros manuales de formación de enfermeros, como Andrés Fernández, Simón López, Agustín de Victoria o José Bueno y González, este último reclamando la consideración de ciencia para la Enfermería. Otros optaron por aportar directamente a la ciencia, como el enfermero Alonso López de los Hinojosos, autor del primer manual de cirugía publicado en América.

Sin duda los tiempos que rodearon a Florence Nightingale y los que le siguieron fueron prolíficos en la producción de enfermeras invisibles, tal como se aprecia en el libro de Olga y Vanessa. Lo que pone de manifiesto que aún queda una verdadera cantera de talentos por explotar para su difusión, algunas por su visión reformadora con perspectiva enfermera, como la británica Elisabeth Fry, la alemana Amalie Sieveking o sus compatriotas fundadores de las diaconisas, los Fliedner, además de Concepción Arenal en España. Otras enfermeras destacaron en el campo de las letras, como Louise May Alcott (la autora de Mujercitas) o Walt Witman, mientras Clara Barton impulsaba en Estados Unidos la Cruz Roja.

Sin duda el siglo XX ha sido el mayor productor de hitos históricos para la enfermería, en su mayor parte por enfermeras que esperan ser visibilizadas, como Ethel Bedford-Fenwick (primeras asociaciones de enfermeras, entre ellas el CIE), Hildegard Peplau y toda la generación de teóricas americanas y europeas artífices del pensamiento enfermero actual. Y en España una lista interminable: Soledad Torres Acosta (fundadora de las Siervas de María Ministras de los Enfermos, las creadoras del título de enfermera), Carmen de Angoloti y Mesa (formadora de enfermeras destinadas a la guerra de Marruecos), Mercedes Milá Nolla (impulsora de las Enfermeras Visitadoras), Trinidad Gallego (promotora del Comité de Enfermeras Laicas), Josefina Castro Vizoso (traductora del libro de Nightingale Notas sobre Enfermería), entre otras muchas. Realmente Olga y Vanessa tienen un ingente trabajo por delante para continuar la labor iniciada en este libro de localizar y hacer visibles a tantas enfermeras olvidadas.

Porque las autoras de Enfermeras Invisibles ya han anunciado que se trata de una iniciativa más ambiciosa, que pretende "visibilizar a aquellas enfermeras que, por su profesión y su condición de mujer, fueron apartadas de los libros de Historia o no han recibido el reconocimiento que merecía su aportación a la ciencia, a la sociedad y a la Enfermería como disciplina" (enfermerasinvisibles.com). Y para ello han diseñado un entorno cooperativo de personas y entidades que trabajan para hacer realidad un Enfermeras Invisibles 2, que estamos seguros va a cautivar tanto o más que el que ahora nos han regalado.

Correspondencia: secretaria@riberindex.com

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