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Gerokomos

versión impresa ISSN 1134-928X

Gerokomos vol.19 no.3 Barcelona sep. 2008

 

Rincón científico

COMUNICACIONES

 

VIH y edad: una relación en evolución

HIV and age: a relationship in progress

 

 

José Ramón Blanco; José Antonio Oteo

Área de Enfermedades Infecciosas. Hospital San Pedro de La Rioja, CIBIR

Dirección para correspondencia

 

 


RESUMEN

En los últimos años, la infección por el VIH ha sufrido importantes cambios en su epidemiología. Uno de ellos es el incremento en la edad de los nuevos pacientes. A esto hay que añadir su mayor supervivencia. Todo ello contribuirá en los próximos años a un aumento en el número de personas mayores infectadas por el VIH. Por este motivo, es preciso llevar a cabo programas de prevención y atención integral que se adapten a las nuevas necesidades de este tipo de pacientes.

Palabras clave: VIH, edad, epidemiología.


SUMMARY

In the last years, HIV epidemiology has suffered important changes. One of this is the increasing age of the patient at diagnosis. On the other hand, the new HIV therapies have improved its outcome. So, in the following years, the number of HIV elderly patients will be higher. In the following years will be necessary to perform specific programs (prevention, care,...) for attending to them.

Key words: Aged, epidemiology, HIV.


 

"La edad madura es aquélla en la que todavía se es joven, pero con mucho más esfuerzo".
Jean-Louis Barrault (1910-1994)

 

La infección por el VIH en el paciente geriátrico es un capítulo que aún está por escribir. Para empezar, aunque para la mayoría de los estudios epidemiológicos los pacientes con más de 50 años no se consideran personas mayores, en el caso de los pacientes infectados por el VIH, los CDC (Centers for Disease Control and Prevention) los consideran así por tratarse de un grupo de población especial (1).

Desde el inicio de la epidemia de infección por el VIH, hace poco más de 25 años, la infección ha sufrido importantes cambios. Si bien en los inicios el perfil del los pacientes infectados en nuestro medio era el de personas jóvenes que consumían drogas por vía parenteral, en la última década la principal vía de adquisición es la vía sexual. Otra de las realidades con las que ahora nos encontramos es el aumento en la edad de nuestros pacientes en el momento del diagnóstico (23,3 años en el período 1983-1988 frente a 37,2 años en el período 1999-2003) (2). En una de las cohortes nacionales, la cohorte de adultos con infección por el VIH (CoRIS), el 10% de los nuevos pacientes diagnosticados de infección por el VIH lo hicieron con más de 50 años (3). A esto hay que añadir la mejora en las expectativas de vida de nuestros pacientes, desde mediados de los años 90, tras la introducción del tratamiento antirretroviral de gran actividad (TARGA).

En la actualidad, el retrato del paciente de más de 50 años infectado por el VIH es el de un varón que mantiene relaciones sexuales (heterosexuales y/o homosexuales) no protegidas y que, por lo general, se diagnostica en las fases más avanzadas de la infección. Esta demora diagnóstica se debe a varios motivos. Por un lado, algunos de sus síntomas pueden pasar desapercibidos o estar enmascarados por la propia edad (4). Por otro, existe la falsa percepción de que las personas mayores no se consideran un grupo de riesgo para la infección por el VIH y no se solicita la realización de la prueba del VIH. A esto hay que añadir que muchas personas (y profesionales sanitarios) aún consideran a las personas mayores como seres asexuados. Nada más alejado de la realidad (5). Otra certeza es que una gran parte de las personas mayores elude el uso de preservativo por considerarlo un método anticonceptivo y porque acrecienta sus problemas de erección. Porúltimo, a nivel médico, se evita hacer preguntas dirigidas para conocer su riesgo para la infección por el VIH. Todas estas circunstancias favorecen la "pérdida de oportunidad" diagnóstica (6, 7).

Un aspecto no bien conocido es el de la fisiopatología del envejecimiento de estos pacientes. Algunos autores sugieren que la edad y el sistema inmune llevan un curso paralelo ("inmunosenescencia") (8) que contribuiría a un mayor riesgo para procesos infecciosos, enfermedades autoinmunes y neoplasias. A esto habría que añadir que en los pacientes de mayor edad infectados por el VIH, la depleción de linfocitos T es más intensa, lo que también condicionaría una peor respuesta inmune. ¿Cómo responden estos pacientes al TARGA? Este aspecto también es objeto de discusión dado que, mientras que algunos estudios han demostrado una menor respuesta inmunológica entre los pacientes de mayor edad (2, 4, 9-12), para otros autores no hay diferencias (13-16). Quizá esa peor respuesta al tratamiento se deba a esa mayor demora diagnóstica y, por la tanto, a ese mayor deterioro inmunológico de los pacientes de mayor edad: de ahí la necesidad de realizar diagnóstico precoz.

Siguiendo con el TARGA, hasta la fecha ningún estudio ha evaluado si los pacientes mayores deban ser tratados de forma diferente a los más jóvenes. Todo ello a pesar de que en estos pacientes existen cambios fisiológicos relacionados con la edad. También queda por resolver la cuestión sobre el inicio del TARGA en este colectivo. Si bien el inicio precoz puede retrasar el deterioro inmunológico y mejorar su pronóstico, no iniciarlo en fases precoces minimiza los efectos adversos del tratamiento. No debemos olvidar que los pacientes mayores infectados por el VIH tienen una mayor presencia de comorbilidades (hipertensión arterial, EPOC, diabetes mellitus,...) (6, 13, 14, 17, 18) que los obliga al uso de otras terapias específicas no relacionadas con la infección por el VIH (AINEs, inhibidores de la bomba de protones,...) con el consiguiente riesgo de interacciones (18), algunas de ellas graves.

Si bien el pronóstico de la infección por el VIH en la era TARGA ha mejorado de forma considerable, los pacientes saben que, por el momento, su infección es incurable y que puede ser mortal. Todo esto supone para ellos un importante estigma social (depresión, aislamiento,...) y hace que este colectivo sea aún más "frágil" y que tenga una peor percepción de salud (19, 20). A esto habría que añadir el impacto de sus comorbilidades.

Hasta la fecha tampoco existen recomendaciones específicas respecto a la prevención de otras infecciones en este colectivo, por lo que se recomienda tomar las mismas medidas que para el resto de los infectados (vacunación antigripal, antineumocócica,...) (20, 21). Lo mismo sucede con otros cribajes (mamografía, citología ginecológica, colonoscopia,...), por lo que se recomienda que se sometan, al menos, a los mismos que el resto de la población.

En resumidas cuentas, nos encontramos ante un reto que exige la realización específica, dirigida e integral de programas de prevención, educación sanitaria y diagnóstico precoz en este colectivo (22). ¿Estaremos esta vez preparados?

 

Bibliografía

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Dirección para correspondencia:
Dr. José R. Blanco
Área de Enfermedades Infecciosas
Hospital San Pedro de La Rioja, CIBIR
C/ Piqueras 98
26006-Logroño. La Rioja
Tfno.: 941 29 80 00 (ext. 88993)
E-mail: jrblanco@riojasalud.es

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