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Revista Española de Salud Pública

versión On-line ISSN 2173-9110versión impresa ISSN 1135-5727

Rev. Esp. Salud Publica vol.79 no.6 Madrid nov./dic. 2005

 

COLABORACIÓN ESPECIAL

 

¿ES EL PLOMO EMPLEADO EN DEPORTES (CAZA, TIRO Y PESCA
DEPORTIVA) UN PROBLEMA DE SALUD PÚBLICA INFRAVALORADO?

 

Raimon Guitart (1) y Vernon G Thomas (2)
(1) Unitat de Toxicologia General. Universitat Autònoma de Barcelona.
(2) Department of Integrative Biology. University of Guelph (Canadá).


 

RESUMEN

La munición y los pesos empleados en actividades recreativas como la caza, el tiro y la pesca deportiva han sido fabricados tradicionalmente con plomo. En España la caza y el tiro son responsables de la dispersión en la naturaleza de cerca de 6.000 toneladas anuales del metal pesado, mientras que podemos estimar en 100 las aportadas por pescadores deportivos a las zonas acuáticas. Las pocas medidas legales que varios países han adoptado en contra del uso del plomo en esos deportes se han basado en las pruebas irrefutables que indicaban que cada año fallecían intoxicadas millones de aves, que ingerían inadvertidamente esos pequeños objetos de plomo hallados abandonados en sus hábitats naturales. En este trabajo se discute si el enfoque conservacionista que se ha dado hasta ahora al problema resulta adecuado, y si las evidencias de los daños sobre los seres humanos son o no suficientes para extender todavía más esas medidas de prohibición, en especial teniendo en cuenta que en niños se considera que no hay dosis de exposición segura. Se concluye que en algunos aspectos los datos ya existen, aunque en otros los estudios tóxico-epidemiológicos son todavía escasos, sugiriendo que al tema se le ha prestado poca atención. En cualquier caso, resulta preocupante constatar que el principio de precaución no se ha aplicado para solucionar un problema cuyos efectos sanitarios serán más a largo plazo que inmediatos.

Palabras clave: Perdigones de plomo. Pesos de pesca. Contaminación por metales pesados. Campos de tiro. Salud humana.

 

ABSTRACT

Is Lead Used in Sports (Hunting, Shooting and Angling) an Underestimated
Public Health Problem?

Ammunition and fishing weights used in recreational hunting, shooting and fishing sports have been made traditionally with lead. In Spain, for example, hunters and shooters are responsible for the dispersion of some 6.000 tonnes of the heavy metal yearly, into wetland and dryland areas, and an estimated 100 tonnes are contributed by anglers to the aquatic zones. The few legal measures that several countries have adopted banning the use of the lead in these sports are based on the irrefutable proof that every year millions of birds were poisoned lethally, due to the inadvertent ingestion of lead shot and sinkers found in their habitats. We analyzed whether the present conservationist approach to the problem is suitable, and if the evidence of damage to human beings is, or is not, sufficient to warrant even more prohibitive measures, especially because, in children, there is no safe exposure to lead. We conclude that in some areas adequate information already exists, although in others the toxicological-epidemiological studies are still scanty, suggesting that the topic has been given little attention. We are concerned that the Precautionary Principle has not been applied to solve this problem whose health effects will be more long-term than immediate, especially given the array of lead substitutes available.

Key words: Lead shot. Fishing sinkers. Lead poisoning. Heavy metal pollution. Shooting ranges. Human health.


Correspondencia:

Raimon Guitart

Unitat de Toxicologia General

Facultat de Veterinària

Universitat Autònoma de Barcelona

08193 Bellaterra

Correo electrónico: raimon.guitart@uab.es


INTRODUCCIÓN

El plomo (Pb) es el metal pesado que históricamente más problemas sanitarios y de contaminación ha causado en el mundo1-4. A pesar de las muchas medidas adoptadas en contra de su utilización en las últimas dos o tres décadas1,2,4-6, su pertinaz presencia en el aire, suelo, agua y alimentos sigue considerándose todavía un factor de riesgo de primera magnitud, en especial para niños1,3,5 y para algunos animales silvestres4,6,7. No en vano, hasta principios del siglo XX fue, tras el hierro, el segundo metal más empleado, y sólo entonces el cobre le sustituyó en ese privilegiado puesto; a lo largo de la historia8, los humanos hemos extraído cerca de 300 millones de toneladas de Pb, una buena parte del cual se halla hoy como contaminante ambiental1,9.

 

EL PLOMO EN LOS DEPORTES

La caza y la pesca en aguas continentales son actividades ancestrales, que el hombre prehistórico ya practicaba para su subsistencia. En la actualidad, ambas actividades (junto con la variante deportiva del tiro) todavía se mantienen vivas, aunque para la gran mayoría de practicantes se ha convertido en una actividad meramente recreativa, y sólo en algunas sociedades mantiene su estatus original o económico10-13.

La facilidad de extracción a partir de la galena (PbS), su pequeño coste económico, el bajo punto de fusión, la maleabilidad y su aparente resistencia a la corrosión1,2, hicieron pronto del Pb el metal de elección para la fabricación de pesos de pesca (los llamados, por ello, «plomos»), e igual ocurrió con la caza tras la invención de las armas de fuego. Con el aumento demográfico sufrido en los últimos siglos, y con las mejoras sociales y económicas experimentadas por los países desarrollados, el número de practicantes de esos deportes se incrementó notablemente, y con ellos los problemas sanitarios y ambientales derivados del empleo masivo del Pb que realizan4,6,7,14.

En España, por ejemplo, el número de cazadores (los tiradores suelen ser cazadores que practican el tiro fuera de las temporadas de caza) ronda los 1,5 millones7, y los 200 millones de cartuchos disparados anualmente por ellos son responsables de la dispersión en el medio ambiente15 de cerca de 6.000 t de Pb; en los EEUU, se ha estimado que la caza y el tiro han diseminado en la naturaleza cerca de 3 millones de toneladas de Pb a lo largo del siglo XX, a un ritmo en los últimos tiempos de unas 60.000 t por año8. Los datos para la pesca son menos fiables, pero con cálculos semejantes a los del Canadá, donde se estima que cada año los pescadores pierden unas 500 t de Pb en los lechos de ríos16, podemos calcular que los más de 700.000 practicantes españoles contribuyen con aproximadamente 100 t anuales al problema en este país europeo.

INTOXICACIÓN DE AVES

La munición y los pesos de pesca de Pb abandonados en la naturaleza tienen unas víctimas que, en la literatura científica actual, son bien conocidas: las aves4,6,7. El problema fue reconocido ya en el siglo XIX17, y desde entonces la evidencia no ha hecho más que aumentar. La intoxicación puede afectar a cualquier especie de ave, pero dos son los grupos más estudiados: el de las acuáticas y el de las rapaces.

La intoxicación es por vía digestiva, y se produce en todos los lugares en donde se practica o se ha practicado la caza, el tiro o la pesca deportiva4,7. En España, con una abundante fauna ornitológica y un gran número de cazadores, la literatura sobre el tema es abundante18-20. En el caso de la mayoría de aves, y entre ellas las acuáticas, la intoxicación se produce al confundir los perdigones (o los pesos de pesca) con piedrecillas («grit», que deben ingerir para facilitar la digestión) o con alimento. En las rapaces, el mecanismo es distinto: los perdigones los ingieren junto con la carne o vísceras de sus víctimas, previamente tiroteadas o con perdigones presentes en su molleja.

Por la concentración de aves y por la presión cinegética ejercida durante décadas o siglos sobre ellas, es en las zonas húmedas donde el problema de la intoxicación se magnifica. Los estudios sistemáticos llevados a cabo en España han descubierto lugares que contienen hasta 288 perdigones de Pb por metro cuadrado en los primeros 20 cm de sedimentos20. La prevalencia de la intoxicación varía con la especie, pero se han detectado18-20 anátidas con valores del 80%. Estos cálculos tóxico-epidemiológicos permitieron establecer que al menos 50.000 aves acuáticas podían fallecer intoxicadas anualmente por ingestión de Pb en territorio español7, lo que fue la base para que España, siguiendo ya el camino marcado por los EEUU., Canadá y varios países europeos, prohibiera el empleo de perdigones de Pb para la caza de acuáticas en zonas húmedas21.

REPERCUSIÓN EN LOS SERES
HUMANOS

En este apartado trataremos de dar un repaso a las diferentes maneras a como el Pb empleado en deportes puede incidir negativamente sobre la salud humana. La exposición puede darse de distintas maneras, algunas poco conocidas o insospechadas incluso por los expertos sanitarios.

Vía inhalatoria

En forma de partículas sólidas o de vapores (recordemos que tiene un punto de fusión de sólo 327,5ºC), el Pb resulta tóxico por vía inhalatoria2.

En el caso de quienes emplean armas de fuego, la mayoría de estudios se han centrado en los campos de prácticas de tiro. En general, esto es así por la elevada concentración de personas y de disparos (desde puntos más o menos fijos) que allí se producen22-24. La información sobre el tema es relativamente abundante, y sólo remarcaremos los casos más significativos. La peor situación se produce principalmente en campos cubiertos («indoor»)24-27, donde la concentración de plomo en el aire puede alcanzar26 hasta los 2.238 µg/m3, cuando la actual legislación española y europea marca un máximo de 150 µg/m3 como valor límite ambiental para la exposición diaria (VLA-ED)28. El problema afecta a los tiradores, lo sean estos por motivos recreativos24,26,29 o profesionales30, pero igualmente a trabajadores y otro personal que frecuente estos lugares24,25,27.

Muchos pescadores se fabrican sus propios pesos de pesca. Libros, revistas y también Internet dan indicaciones de cómo realizarlo, y en varios de estos documentos se especifican los riesgos que puede conllevar, por ejemplo, el fundir el metal en la cocina o en lugares mal ventilados. Sin embargo, la literatura científica más moderna es escasa en cuanto a referencias bibliográficas específicas sobre la cuestión. Con todo, un reciente estudio llevado a cabo en la Micronesia mostró que el 61% de los casos elevados de Pb en sangre de niños estaba asociado al «reciclado» de baterías doméstico para hacer pesos de pesca31. El proceso se realizaba en cocinas exteriores, lo que además de la exposición a los propios vapores podía hacer que el Pb se depositara en los alimentos y en el suelo.

Heridas por arma de fuego

Las heridas por arma de fuego resultan, obviamente y de por sí, peligrosas. Sin embargo, la munición32 de o basada en el Pb aporta un riesgo suplementario: el de intoxicación por el metal pesado, con efectos que pueden llegar a ser incluso letales33. Las referencias al tema no son muy abundantes, a pesar de los cerca de 80.000 heridos sin consecuencias fatales que se producen sólo los EEUU. cada año32, pero sí concluyentes32-39. En general, la elevación de los niveles de plomo sólo se da en aquellos casos en los que la munición queda alojada en o cerca de los huesos, de las articulaciones o del sistema nervioso central32,34-36, y debe tenerse en cuenta que sus efectos nocivos pueden tardar hasta 40 años en ponerse de manifiesto34.

Vía digestiva directa: ingestión de plomo metálico

Se entiende, en nuestro contexto, por repercusiones directas aquellas que se derivan de la ingesta de plomo metálico (Pb0). Dicha ingestión puede resultar peligrosa, sea el objeto empleado para armas de fuego40-43 o como pesos de pesca44,45. La apendicitis es una de las complicaciones41, pero el plumbismo es la consecuencia más frecuentemente reportada42,43,45. Varios casos se han debido a la ingestión inadvertida de la munición empleada por el cazador para abatir la pieza40,41,43, fenómeno parecido al que ocurre también entre las aves de presa7, pero el único estudio epidemiológico en humanos apunta a la preocupante frecuencia del hecho: algo más de un 15% de los individuos de una comunidad aborigen del norte de Canadá, la de los Cree, cuya subsistencia está todavía basada en actividades ancestrales como la caza y la pesca, presentan evidencia radiológica de perdigones de Pb retenidos en su tracto digestivo40.

Sin embargo, el problema toxicológico que con más fuerza ha emergido en los últimos tiempos (y uno de los que más debería preocupar, junto con los efectos a largo plazo de la contaminación de suelos y aguas) ha sido la ingestión de piezas de caza contaminadas con fragmentos de munición de plomo, algo que se produce debido a las propiedades intrínsecas2 del Pb0. En efecto, el perdigón o la bala pueden dejar trazas metálicas durante el impacto con la presa46-48, en especial cuando alcanzan tejidos duros como el hueso, restos de plomo que no son siempre retirados (por su pequeño tamaño) antes de la consumición49. El problema se ha puesto de manifiesto con aves cazadas con Pb13,49-51, pero potencialmente puede tener lugar con cualquier especie cinegética47, incluidos los grandes ungulados48. Consecuencia de ello, el plumbismo o la exposición anómala al Pb entre los seres humanos11,12,47,52,53. El riesgo más alto se produce entre los habituales consumidores de piezas cinegéticas, lo que normalmente coincide con poblaciones indígenas11,12,40,50,51,53-55 como los Cree, los Inuit y otras. Varios estudios llevados a cabo con dientes mostraron la relación entre el consumo de caza y los niveles de plomo en la dentina10,56, correlacionados a su vez con la caries dental57. Pero fue el análisis isotópico del Pb sanguíneo el que permitió establecer claramente que la fuente contaminante eran los perdigones (o fragmentos suyos) empleados en la captura de los animales52,53. En los Cree y en los Inuit, diversos estudios han establecido que este Pb que las madres ingieren puede llegar hasta los recién nacidos11,52,53.

Para estas comunidades indígenas se ha descubierto otra fuente de exposición para los niños58, que no requiere ingestión directa. Además, tampoco se circunscribe a ellos solos, pues es práctica habitual entre muchos niños del mundo entero que empiezan a practicar con escopetas de aire comprimido el que, para cargar el arma con mayor rapidez, se pongan los perdigones de Pb en la boca. En efecto, la saliva es capaz de disolver58 parte de ese Pb.

Vía digestiva indirecta: agua y suelos contaminados

La toxicidad del Pb depositado en los suelos o en las aguas depende de su biodisponibilidad, término que en nuestro contexto podemos definir como su capacidad para transferirse desde los compartimentos abióticos hasta los bióticos. En este sentido, las formas de Pb oxidadas (Pb+2) resultan todavía más peligrosas que las del Pb0, ya que son mucho más biodisponibles2,22,59-62. La transformación en el medio ambiente es habitualmente lenta: se estima que puede tardar entre 15 y 300 años en producirse63 para un objeto del tamaño de un perdigón de caza de unos 100-150 mg de peso, o que en 20-25 años sólo el 5-16% del Pb0 pasa64 a Pb2+. Esta velocidad de oxidación depende de factores como la humedad, la temperatura, el pH, el potencial redox, la cantidad de materia orgánica o la roturación de los suelos22,63-69 y, en general, puede afirmarse que es más rápida en las regiones más cercanas al ecuador terrestre67,68,70.

Los diferentes estudios, la mayoría llevados a cabo en campos de tiro, muestran que el Pb metálico (más rápidamente si está en forma de finas partículas23,71) se va transformando en hidrocerusita (Pb3(CO3)2(OH)2) y que, en menor proporción, se forman también8,63,66,67,69,72 PbCO3, PbSO4, Pb5(PO4)3 Cl, Pb5(PO4)3OH, PbO, PbO2 y Pb3O4. Estos compuestos contaminan los suelos con Pb a concentraciones que oscilan habitualmente73 entre los 800 y 55.000 mg/kg, aunque en Suiza se ha descrito recientemente72 un caso con más de 80.000 mg/kg. A remarcar que los niveles críticos actuales de la Environmental Protection Agency de los EEUU. para el Pb en suelos74 se establecen en 400 mg/kg.

La gran mayoría de trabajos concluyen también que las aguas superficiales o subterráneas de estas zonas con presencia de perdigones pueden quedar contaminadas con Pb por encima de lo que es la media normal del resto de lugares8,22,68,70,71,75,76, con valores que llegan65 hasta los 838 µg/L. La OMS y la UE77 han establecido un máximo de Pb de 10 µg/L para aguas de consumo humano, y desde las páginas de esta misma revista se ha especulado con los perdigones como posible fuente de contaminación de aguas de uso público78. No hay que olvidar que un sólo perdigón, de los 50.000 millones que cada año se disparan en España, puede contaminar 12.000 litros de agua hasta ese nivel crítico15.

Los objetos de Pb0 que los pescadores pierden en los ríos, pantanos o lagos, tienen también su importancia79. Scheuhammer y colaboradores16 han determinado que las 500 t que pierden anualmente los pescadores canadienses contribuyen al 14% del total de Pb liberado al medio ambiente en Canadá. La pesca de salmón aporta 200 t de Pb a los ríos suecos, y se ha estimado que el 1% de esa cantidad se disuelve anualmente80. En España hay constancia de una enorme cantidad de Pb0 depositado en el lecho del río Sella81, ejemplo que constituye por ahora la mejor referencia al problema en el Estado español.

Vía digestiva indirecta: alimentos contaminados

Las plantas pueden absorber Pb de suelos altamente contaminados, tal y como se ha demostrado con estudios de campos de tiro61,68,70,82,83. Los niveles en las raíces pueden llegar hasta los 1.342 mg/kg en peso seco (DW), mientras que en las partes aéreas se alcanzan los 806 mg/kg DW68. Diversos autores68,73,82 advierten que los cultivos en zonas altamente contaminadas deben ser desestimados y que incluso el arranque de la vegetación puede representar un riesgo de exposición para los trabajadores, mientras que también se desaconseja el empleo como pastura de animales y señalan del riesgo toxicológico para los pastores70,73. En la incorporación de Pb a las plantas, no hay que olvidar aquí que la zona húmeda más contaminada de España era un arrozal de la Albufera valenciana20, en el que el arroz se está cultivando entre una media de 288 perdigones por metro cuadro en los primeros 20 cm de suelo (los cazadores disparan a aves que utilizan estos lugares para alimentarse, y de aquí la presencia de perdigones de Pb en estas zonas agrícolas).

Además de a las plantas, la incorporación de este Pb a diferentes animales invertebrados y vertebrados inferiores (y en general a las redes tróficas) también ha sido estudiado59,60,62,83-85. Como este Pb parece que se bioconcentra pero no se biomagnifica en exceso59-61, el peligro principal para los humanos residiría, en todo caso, en el consumo de carne o vísceras de animales contaminados a su vez por haber ingerido directamente Pb (por un mecanismo, por tanto, de intoxicación secundaria en nuestro caso). Como las aves son víctimas frecuentes del plumbismo4,7,18-20 y muchas son especies cinegéticas, varios estudios han centrado su atención en el tema.

Ya en la primera referencia conocida a la intoxicación por ingestión de perdigones de Pb en aves, del año 1894, Grinnell17 advertía del potencial peligro para el consumidor humano. Sin embargo, minimizaba el riesgo, al igual que Burger y colaboradores han hecho posteriormente86-87 para el caso de los consumidores de tórtola plañidera o huilota (Zenaida macroura), una de las especies más cazadas en los EE.UU. y que es también víctima esporádica de la ingestión de perdigones. Pero con otras especies, zonas o circunstancias, los peligros sí que se han puesto de manifiesto15,86,88-90. En un estudio llevado a cabo en España con 411 aves acuáticas pertenecientes a diversas especies cinegéticas15, se concluyó que más del 40% de ellas deberían haber sido consideradas no aptas para consumo humano, ya que superaban los niveles máximos establecidos por la UE de Pb para hígado de aves, y que están situados en 0,5 mg/kg en peso fresco91. En cualquier caso, músculo, hígado y otras vísceras se consumen habitualmente por los cazadores y sus familias, ya que la ley española no obliga a pasar ningún tipo de control sanitario o veterinario a este tipo de caza menor7,15.

Además de las aves, también los bóvidos pueden vehiculizar dosis anómalas de Pb hasta los humanos. Casos de intoxicación por perdigones en estos animales, preferentemente por ser alimentados con ensilado contaminado con perdigones o por pastar en campos de tiro, se han descrito con cierta frecuencia en la literatura pertinente92-94. La leche de las vacas presenta, en tales casos, niveles elevados de Pb (el plomo mimetiza muchas veces al calcio2).

UN PROBLEMA DE SALUD PÚBLICA

En este repaso sistemático pero no necesariamente exhaustivo, hemos comprobado que existe bastante información puntual de los daños potenciales o reales que el uso de Pb en actividades recreativas puede causar en el ser humano. Sin embargo, no es menos cierto que los efectos sobre las aves son mucho más dramáticos, llamativos y estudiados, razón por la cual la mayoría de países que han adoptado medidas en contra de la munición y los pesos de Pb, lo han hecho para proteger a las aves de la intoxicación y de la muerte innecesaria. No es esta una aproximación al problema criticable por sí misma, pues de hecho los autores de este mismo trabajo creen que todavía no se ha hecho suficiente en este sentido por parte de instituciones y organismos internacionales conservacionistas95, pero sí incompleta e insatisfactoria.

Una prueba hiriente de la falta de percepción de riesgo para el caso humano es el llamado Informe Dobriš de la European Environment Agency96, calificado en su momento como «la revisión más detallada y exhaustiva del estado del medio ambiente en Europa». A un problema toxicológico grave como es el que aquí tratamos, le dedica apenas un centenar de palabras en sus casi 700 páginas de denso texto, afirmando simplemente que el aumento de mortalidad de aves «constituye un motivo de preocupación en muchos países». Ninguna referencia al impacto sobre la salud humana, aún a pesar que en un país como Suecia se ha estimado que los perdigones de Pb han contribuido a algo más del 25% del total de emisiones de Pb en el pasado siglo9.

Muchas de las incongruencias y carencias en el enfoque del asunto han sido analizadas y discutidas en los últimos años6,14,95,97, siendo una deficiente aplicación del principio de precaución uno de los factores subyacentes. Este último, cuya evolución y concepto han sido examinados en profundidad recientemente98, aboga por exigir que, en caso de amenaza para el medio ambiente o la salud y en una situación de incertidumbre científica, se tomen las medidas apropiadas para prevenir el daño. Para el caso del Pb en caza y tiro, sólo en Dinamarca y en Holanda, y en Suecia próximamente (el 2008), se ha aplicado el principio de precaución hasta sus últimas consecuencias, prohibiendo la fabricación, tenencia o uso de munición tóxica y contaminante6,14,97, mientras que el resto de países que han adoptado medidas lo han hecho basándose sólo en los efectos sobre la fauna aviar en lugares concretos, como las zonas húmedas.

¿Cómo debe enfocarse entonces el problema? Ante todo, ampliando el número y la calidad de los estudios tóxico-epidemiológicos en humanos. Los estudios de niveles de Pb en sangre se han centrado en demasiadas ocasiones en la población general y en hallar asociaciones con la minería, la refinación de metales, las pinturas o la gasolina con antidetonantes plomados, factores sobre los que ya se han adoptado medidas más o menos eficaces para controlar sus emisiones1-3,5. Y eso, no sin reticencias y políticas obstruccionistas de los sectores industriales implicados en la reconversión99, aun a pesar de los evidentes beneficios (en particular para niños) de reducir los niveles de exposición100. Con la limitación o desaparición de esas fuentes clásicas del metal pesado, y con la mejora de las técnicas instrumentales que permiten el análisis isotópico, el estudio detallado y sistemático de la contribución del uso de Pb en deportes a la intoxicación, impregnación o contaminación de los seres humanos29,52-54, debería resultar tan deseable como factible.

LAS CLAVES DE LA SOLUCIÓN

Siguiendo los ejemplos actuales de Dinamarca y Holanda, y el futuro de Suecia, es de prever que el Pb acabará por desaparecer totalmente como munición en deportes como la caza y el tiro, ya que no hay razones científicas ni técnicas que avalen su peligrosa continuidad de uso. En estos países, y en los todavía muchos más que lo han prohibido solamente para zonas húmedas, sus practicantes siguen gozando de sus deportes preferidos pero utilizando ahora munición menos tóxica y contaminante (acero, estaño, bismuto y diversos materiales basados en el tungsteno, son las alternativas más al uso)4,14. Una situación parecida se da con la pesca deportiva, y ejemplos de ello son Inglaterra y Gales, que ya prohibieron los «plomos» de Pb en 1987 en favor del empleo de materiales menos peligrosos6,7.

La velocidad con la que todos los países adopten medidas definitivas va a depender de muchos factores. La vía de la protección de la fauna aviar, apoyada por muchos tratados y entidades de ámbito internacional95,97, ha sido hasta ahora lenta pero efectiva en muchos casos, aunque también tiene límites de aplicación prácticos. El enfoque más fructífero sería la aportación de datos sobre el impacto en humanos15,97, para lo cual es menester que los especialistas en salud pública centren su atención en cazadores, tiradores y pescadores deportivos, y en sus familias, así como también en las personas que viven cerca de campos de tiro.

El principio de precaución tiene también como objetivo final la protección de la salud animal97,98, pero no es menos cierto que los gobiernos se sienten más inclinados a aplicarlo cuando puede afectarse la salud humana. Los científicos podemos en la actualidad proporcionar esos datos con la realización de estudios epidemiológicos bien diseñados, que pueden condicionar un análisis serio de la gestión de riesgo. El tiempo corre, y cada año que tardemos en tomar medidas drásticas en esos deportes, serán miles de millones de pequeños objetos de Pb más que dejaremos esparcidos en la naturaleza como legado -difícilmente justificable- para las próximas generaciones.

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