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Anales del Sistema Sanitario de Navarra

versión impresa ISSN 1137-6627

Anales Sis San Navarra vol.36 no.2 Pamplona may./ago. 2013

https://dx.doi.org/10.4321/S1137-66272013000200013 

REVISIONES

 

Manejo perioperatorio de tumores intracraneales: rol del neurocirujano

Perioperative management of intracranial tumours: the neurosurgeon´s role

 

 

C. Polo-Torres, H.R. Alvis-Miranda, R. Villa-Delgado, L.R. Moscote-Salazar

Universidad de Cartagena. Cartagena de Indias. Colombia.

Dirección para correspondencia

 

 


RESUMEN

El manejo perioperatorio de los pacientes con tumores cerebrales es un reto para el neurocirujano y todo el equipo quirúrgico. El médico debe considerar factores como el tipo de tumor, la extensión de la enfermedad, el tratamiento recibido, la presencia de comorbilidades y el pronóstico de la patología. La ejecución correcta de todos los aspectos implicados en el manejo perioperatorio en pacientes con tumores intracraneales contribuirá a prolongar la vida y a mejorar la calidad de vida de los pacientes.

Palabras clave: Tumores cerebrales. Evaluación pre-operatoria. Neurocirugía.


ABSTRACT

The perioperative management of patients with brain tumours is a challenge for the neurosurgeon and the entire surgical team. The treating physician should consider factors such as the type of tumour, extent of disease, treatment received, the presence of comorbidities and prognosis of the disease itself. The successful execution of all aspects involved in perioperative management in patients with brain tumours will help prolong the life and improve the quality of life of patients.

Key words: Brain tumors. Preoperative evaluation. Neurosurgery.


 

Introducción

La primera descripción exitosa de cirugía para extirpar un tumor cerebral fue realizada por el vanguardista cirujano francés Louis en 177411. Gracias a los avances realizados por Harvey Cushing en cirugía para el tratamiento de tumores cerebrales a inicios de 1900, se abrió una etapa en la neurocirugía oncológica2, convirtiéndose en una gran parte de la neurocirugía.

Los tumores del sistema nervioso central (SNC) representan un grupo de entidades diversas en morfología, ubicación, biología molecular y comportamiento clínico3. En Europa, la incidencia estandarizada (mundial) de tumores primarios del SNC varía entre 4,5 y 11,2 casos por cada 100000 hombres y de 1,6 a 8,5 casos por cada 100.000 mujeres4. En Sudamérica, la incidencia es de 2,4 por cada 100.000 hombres y de 1,9 por cada 100.000 mujeres4. La incidencia de tumores intracraneales se ha incrementado con respecto al comportamiento epidemiológico, en parte debido al descubrimiento de nuevas tecnologías de imagen como la tomografía computarizada (TAC) y la resonancia magnética (RM)2,5.

La mayoría de los tumores son gliomas, con una tasa de incidencia ajustada para la edad entre -0,5% a -0,8% (p≤0,034); se ha observado un incremento particular de éstos en el lóbulo frontal con una tasa de incidencia ajustada para la edad de +1,4% a +1,7% (P ≤0,012)6. Los tumores de origen astrocítico, oligodendrocítico y ependimal representan entre el 70 y el 75% de estos tumores7,8. Como hallazgo fortuito en la evaluación de RM por otra causa, los tumores cerebrales benignos representan un 1,6%, siendo los meningiomas los más frecuentemente encontrados9.

Cada tumor cerebral consta de su propia biología, pronóstico y tratamiento, aunque cada tumor se desarrolla a partir del crecimiento anormal de un tipo de célula específico y pese a que otros no se deriven del tejido cerebral (por ejemplo, los meningiomas y linfomas), para la mayoría de los tumores intracraneales, la presentación clínica, el abordaje diagnóstico, y el tratamiento inicial son similares10. Se usan diversos tratamientos11,12, que dependen del tamaño, ubicación, tipo de tumor, velocidad de crecimiento y el estado general del paciente. Las opciones de tratamiento incluyen cirugía, radioterapia y quimioterapia, agentes biológicos dirigidos o una combinación de éstas13-18. Sin embargo, la resección quirúrgica (después de haber evaluado el riesgo del tumor), es por lo general la primera recomendación de tratamiento para reducir la presión intracraneal rápidamente19-29.

Los problemas más frecuentes que se presentan en los tumores cerebrales son las convulsiones, el edema peritumoral, los efectos secundarios de la medicación usada, y el tromboembolismo venoso30. Teniendo en cuenta que la intervención quirúrgica es por lo general una de las conductas iniciales, es necesario tener presente cada uno de los problemas mencionados. Este artículo revisa brevemente el manejo perioperatorio de los tumores intracraneales y las posibles complicaciones en el postoperatorio (POP), involucrando la preparación general, el tratamiento de convulsiones, de la hipertensión endocraneal y del edema peritumoral, del tromboembolismo venoso y algunos aspectos metabólicos del paciente con tumor intracraneal.

 

Evaluación preoperatoria

La evaluación preoperatoria es una función esencial del servicio de Anestesiología y es un error limitarla sólo a una evaluación rápida y somera del paciente y al pedido de exámenes complementarios. Todo paciente que va a ser sometido a una intervención debe tener su evaluación preanestésica, siendo sus objetivos la confección de una historia clínica completa, un examen físico minucioso, y valorar los exámenes complementarios. Además, en esta consulta, el anestesiólogo debe hacerse familiar con todos los estudios realizados al paciente. Es muy importante la monitorización neurológica intraoperatoria, de acuerdo con el neurocirujano31.

La mayoría de los tumores intracraneales se descubren cuando aparecen signos y síntomas de efecto de masa, el paciente convulsiona o de forma accidental. Es común que los pacientes presenten cefalea, clínica similar a la enfermedad cerebrovascular isquémica, vómitos, alteraciones visuales, alteración de la función cognitiva, ataxia, entre otras. Si la presión intracraneal (PIC) se eleva, aparecerá hipertensión, bradicardia, arritmias cardiacas, anormalidades electrocardiográficas y se incrementa el riesgo de que el paciente desarrolle síndromes de herniación cerebral.

Todo el cuadro clínico junto con los déficits neurológicos debe establecerse en la historia clínica con el fin de poder hacer comparaciones en los distintos momentos del tratamiento del paciente y en el POP. Hay que establecer todo tratamiento previo recibido para el manejo de la patología de base, puesto que los agentes quimioterapéuticos pueden afectar la función de ciertos órganos.

La dexorrubicina y la daunorubicina pueden generar arritmias cardiacas e insuficiencia cardiaca (IC) congestiva32-35. La bleomicina y el busulfan pueden generar fibrosis pulmonar significativa, especialmente en presencia de altas concentraciones de oxígeno36-40. El carboplatino y el cisplatino pueden generar disfunción e incluso insuficiencia renal41-44, la ifosfamida y la ciclofosfamida pueden conllevar a cistitis hemorrágica45-48, además, la ciclofosfamida puede inhibir significativamente la acción de la acetilcolinesterasa plasmática49-53. La mayoría de los agentes quimioterapéuticos generan disfunción hepática transitoria y pueden alterar la farmacocinética de diversos agentes anestésicos54-56. En función de los hallazgos, estarán indicadas las distintas pruebas que evaluarán tales alteraciones. Es de destacar que se debe continuar la medicación anticonvulsiva y esteroidea.

En cuanto a las experiencias quirúrgicas previas se debe interrogar sobre dificultades y complicaciones30.

Con base en esto y según la actualización de la evaluación cardiovascular perioperatoria para cirugía no cardíaca de la Sociedad de Anestesiología Cardiovascular57-58, se indica que la historia inicial, la evaluación del examen físico y el electrocardiograma (ECG) deben centrarse en la identificación de trastornos cardíacos potencialmente graves, como enfermedad coronaria (por ejemplo, infarto de miocardio previo (IM) y angina de pecho), IC, arritmias sintomáticas, la presencia de marcapasos o un desfibrilador implantable, o una historia de intolerancia ortostática. También es importante identificar la presencia de anemia porque ésta puede aumentar el riesgo de complicaciones en el POP30-59. Algunos aspectos a tener en cuenta:

- Hábito corporal: grado de obesidad, alteraciones musculoesqueléticas. En el caso del paciente con lesiones metastásicas en cerebro, el examen físico revelará alteraciones constitucionales como caquexia.

- Aparato respiratorio: apertura bucal, obstrucciones, infecciones agudas o crónicas. Detectar posibles problemas de intubación, estado de las piezas dentarias, semiología facial. Es posible encontrar sibilancias, o sonidos pulmonares disminuidos a la auscultación, o piel pigmentada60.

- Sistema cardiovascular: es indispensable la evaluación de los signos vitales (incluyendo tensión arterial en ambos brazos), pulso carotídeo, soplos cardíacos, presión venosa y pulsaciones yugulares, palpación precordial, arritmias, cianosis o disnea, evaluación de las extremidades en búsqueda de edema e integridad vascular.

- Examen neurológico: cualquier anormalidad neurológica es posible debido a que los tumores pueden ubicarse en cualquier lugar del cerebro. Como la mayoría se inicia focalmente causarán cambios locales, por lo que la debilidad muscular, el entumecimiento, la descoordinación o la hiperreflexia en extremidades junto con los cambios visuales, serán puntos clave60.

Es importante la evaluación del estado funcional del paciente según la escala Karnofsky (KPS; Tabla 1)59-61. Referente a esto, existe el estudio realizado por Ianssen y col62 que tuvo como finalidad analizar el pronóstico de la cirugía y la terapia coadyuvante en pacientes con tumores cerebrales malignos, en el cual incluyeron un total de 186 pacientes, tratados en una sola institución en un período de 6,5 años, donde 172 fueron operados. Los factores más importantes relacionados con la supervivencia fueron las reintervenciones quirúrgicas, la KPS, la extensión de la resección y la edad del paciente. Los pacientes con glioblastoma multiforme mostraron una supervivencia prolongada de 10 meses después de resecciones repetidas. Con base en el KPS, 68% de los pacientes eran independientes antes de la operación, el 13% parcialmente dependiente y el 9% dependiente. Después de la operación, el 81% eran independientes, 12% parcialmente dependiente y el 7% dependiente. Los pacientes con KPS 80-100 habían mejorado la supervivencia en comparación con KPS <80. Los pacientes dependientes tuvieron un mejor resultado (KPS antes-después) en comparación con los pacientes con KPS mayor (p <0,0001). Sin embargo, los tumores de localización central se correlacionan con un mal resultado neurológico (p <0,01). Estos pacientes obtuvieron una puntuación media de 16 puntos menos en la KPS después de la operación en comparación con antes. Con base en los resultados en este estudio se alude que el número de casos es muy pequeño para emitir conclusiones; sin embargo, sugieren que la cirugía se debería realizar de la forma más radical posible, y la resección repetida se debería considerar solo si se confirma recurrencia. La KPS al ingreso fue un buen predictor de la supervivencia, según lo recogido y se comprobó que un KPS ≥80 es un factor de buen pronóstico; se encontraron diferencias significativas en la supervivencia de los pacientes con KPS de 90 o 80 en todos los pacientes. Con esto podemos inferir que hoy por hoy la KPS puede seguir siendo de gran ayuda para la evaluación neurológica y de la calidad de vida del paciente antes y después de una cirugía intracraneal62.

 

 

Realizar el plan quirúrgico para abordar un tumor cerebral puede resultar complicado. A menudo, la variable definitoria es la ubicación del tumor. Gracias a la tecnología, el tratamiento quirúrgico de los tumores intracraneales ha avanzado. Así, tumores intraaxiales de ubicación profunda, que necesitan abordajes transcorticales deberían realizarse con neuronavegación estereotáxica intraoperatoria con imagen funcional (fMRI), imagen con tensores de difusión, tractografías, y algunas veces espectroscopía de resonancia magnética (MRS). La tractografía puede ayudar a evitar daño a estructuras axonales como las radiaciones ópticas, el fascículo arqueado, mientras que la MRS puede ayudar en la elección del sitio para biopsiar64-75, sin embargo, todas estas medidas no están universalmente disponibles y son complejas en su procesamiento.

En la consulta preoperatoria deberán establecerse todos los objetivos de la cirugía: el establecer o confirmar un diagnóstico, descomprimir estructuras nerviosas, estabilizar, reconstruir o curar. Es importante la discusión prequirúrgica de estos objetivos con el paciente y los familiares para evitar falsas expectativas.

 

Manejo perioperatorio de edema cerebral y de la hipertensión intracraneana

El edema peritumoral es una seria complicación del manejo de las neoplasias intracraneales76 que, en función de la severidad y el grado, puede dificultar los procedimientos quirúrgicos. Va asociado generalmente a tumores de comportamiento maligno77, ya que la vasculatura tumoral carece de las uniones fuertes («tight junctions») que se hallan en la microvasculatura cerebral, es decir, tienen una barrera hematoencefálica incompleta. Los tumores metastásicos y algunos tumores primarios como el glioblastoma multiforme producen cerca de 90 ml de fluido por día. Tal exceso debe acomodarse junto a los demás volúmenes intracraneales, es decir, a los 1.100-1.300 ml del volumen del espacio intracelular y a los 100-150ml del intersticial, a los 75-100 ml del LCR y a una cantidad similar de sangre78. El cerebro produce cerca de 30 ml de agua. Atendiendo a la doctrina de Monroe-Kellie, incrementos adicionales a los volúmenes básicos intracraneales producirá un desplazamiento inicial del fluido desde los compartimientos del LCR (≈10 mmHg) y venoso (≈10 mmHg), ambos de baja presión, hacia el compartimiento arterial, de alta presión (≈100 mmHg)78.

En condiciones normales, un efecto «sumidero» es proporcionado por los ventrículos y el líquido cefalorraquídeo subaracnoideo para permitir la circulación constante y la renovación del espacio extracelular. Este efecto «sumidero» provoca acumulación de líquido extracelular debido a que la principal fuerza conductora del edema vasogénico hacia el espacio extracelular es el gradiente de presión hidrostática (presión arterial sistémica - PIC)78.

La conducta más antigua es el uso de corticoides; sin embargo, su efecto aún no está bien aclarado, pero se infiere que ellos pueden reducir la permeabilidad capilar del tumor. Usualmente los pacientes con edema peritumoral requieren la administración prequirúrgica de dexametasona, a la dosis mínima efectiva, a dosis carga de 10 mg, seguido de 16 mg/día en varias dosis79, la dosis puede aumentarse hasta 100 mg/día si es necesario. Ayudan a disminuir los síntomas ya que reducen el edema vasogénico y el efecto de masa. Además, ayudan con el manejo del edema producto del trauma quirúrgico, facilitando la cirugía. Deben prescribirse junto con un inhibidor de bomba de protones para proteger la mucosa gastrointestinal y evitar la aparición de úlceras por estrés.

El edema no solo causa un efecto de masa, sino un aumento de la presión intracraneal, lo cual conduce a trastornos neurológicos mediante la interrupción de la homeostasis del tejido y la reducción del flujo sanguíneo local. Para el manejo de la HIC, puede requerirse manitol si se presenta incremento de la presión intracraneana que causa deterioro del estado de conciencia. El manitol actúa como diurético osmótico, ayudando a reducir el edema cerebral atrayendo agua hacia el espacio intravascular. Debe usarse solo en caso de absoluta emergencia, puede aportar un período de ventana que permitiría llevar al paciente a la unidad neuroquirúrgica79.

 

Manejo de las convulsiones

No hay aspecto más controvertido dentro del manejo de los tumores intracraneales que lo relacionado con la profilaxis anticonvulsiva. Cerca de un 30-50% de los pacientes con tumores cerebrales debutan con convulsiones como síntoma inicial80,81. El riesgo de convulsionar varía de acuerdo al tipo de tumor, su grado y ubicación82,83. Diversos estudios retrospectivos no han podido demostrar beneficios de la profilaxis anticonvulsivante84-87 y, peor aún, se conoce que los anticonvulsivantes tienen interacciones con los corticoides y los quimioterápicos82,88. Estas convulsiones pueden ser difíciles de controlar, y pueden necesitarse varios medicamentos89.

Las convulsiones aparecen principalmente en relación con tumores de bajo grado tipo astrocitomas y oligodendrogliomas (60-80%) en comparación con tumores de alto grado tipo glioblastoma (30-50%)80. Hay más riesgo de generar convulsiones cuanto más cercano esté a la corteza respecto a los de ubicación profunda; lo mismo que los tumores de ubicación frontal, temporal y parietal generan más convulsiones que los de ubicación occipital90, es importante reconocer que el tumor en sí no es epileptogénico, pues son lesiones eléctricamente inertes en el electroencefalograma; las anormalidades derivan de la corteza adyacente a la lesión91.

Las convulsiones son una complicación potencialmente devastadora de las resecciones tumorales, por ello muchos neurocirujanos usan profilaxis anticonvulsivante en el perioperatorio, sin embargo lo que se conoce acerca de los beneficios de esta profilaxis es poco claro y controvertido. Se ha demostrado que la radiación y la quimioterapia tienen un efecto positivo en el control de las convulsiones relacionadas con tumores92.

Con el objetivo de estimar la efectividad de la profilaxis anticonvulsivante y la tasa de efectos adversos en pacientes con tumores cerebrales, Tremont-Lukats y col93 realizaron en 2008 un metanálisis, el cual no encontró diferencias entre el grupo intervenido (fenitoína, fenobarbital y divalproato sódico) y el grupo control en lo que respecta a prevención de la primera convulsión, y el riesgo de evento adverso fue mayor en el grupo con medicación anticonvulsivante (número necesario para dañar= 3; RR 6,10, 95% CI 1,10 a 34,63; p= 0,046). Los autores concluyen que la evidencia es neutra, aplicando la fenitoína, fenobarbital y divalproato sódico.

Kerrigan y col94 en 2011 realizaron un metanálisis con el objetivo de evaluar la efectividad y la tolerabilidad de medicamentos anticonvulsivantes de común uso en adultos con tumores cerebrales. Solo encontraron un ensayo con todos los criterios de inclusión, en el cual se evaluaba la seguridad y viabilidad de cambiar fenitoína por levetiracetam o continuar fenitoína para el control de convulsiones asociadas a gliomas posterior a craneotomía95. Los autores encontraron que el levetiracetam (anticonvulsivante no inductor enzimático) era tan bien tolerado y efectivo como la fenitoína (anticonvulsivante inductor enzimático) en el tratamiento de convulsiones en pacientes con tumores cerebrales. El 87% de los pacientes con levetiracetam estaban libres de convulsiones a los 6 meses en comparación con el 75% obtenido con fenitoína.

Wu y col96 investigaron de manera prospectiva y aleatorizada el uso de fenitoína durante 7 días en la profilaxis anticonvulsivante en pacientes que son sometidos a resección supratentorial de metástasis cerebrales o gliomas versus el grupo control. Los autores encontraron una incidencia de convulsiones baja (8% [95% IC 3%-18%]) aun sin profilaxis, siendo del 3% la incidencia de convulsiones graves; además encontraron que la administración rutinaria de fenitoína se asociaba a morbilidad significativa relacionada con el medicamento. Aunque el poder del estudio es limitado y la incidencia de convulsiones baja, se cuestiona el uso rutinario de fenitoína como profilaxis en esta población de pacientes.

Estudios que evalúan el rol de la profilaxis anticonvulsivante en tipos específicos de tumores, como los meningiomas97, no han encontrado beneficio alguno en la prevención de convulsiones postquirúrgicas tempranas o tardías.

En el caso de pacientes pediátricos con tumores intracraneales, Hardesty y col98 evaluaron los factores de riesgo en niños previamente libres de convulsiones para desarrollarlas en el postoperatorio; encontraron que estaban asociadas con tumores de ubicación supratentorial, edad <2 años, e hiponatremia postquirúrgica; no hubo relación con la patología y tamaño tumoral, ni con estar ubicado en el área frontotemporal. Los autores, debido a la baja incidencia de convulsiones en su serie de pacientes >2 años con sodio sérico normal, no recomiendan el uso rutinario de medicación anticonvulsivante profiláctica, pero en el paciente <2 años se debe evaluar con mayor cuidado tal necesidad. Desafortunadamente hay carencia de evidencia robusta que apoye la elección de medicación anticonvulsivante profiláctica en este tipo de pacientes. Aunque hay una tendencia a usar agentes anticonvulsivantes que no sean inductores enzimáticos, tales como el ácido valproico o valproato de sodio, lamotigrina, etosuximida, gabapentina, pregabalina, levetiracetam, tiagabine, rufinamida, lacosamida, zonisamida, vigabatrin, clobazam y midazolam; sin embargo la evidencia comparativa para justificar su uso clínico es limitada, por lo que la decisión de comenzar un medicamento anticonvulsivante en forma de profilaxis está en función de la evaluación de los factores de riesgo individuales y de la discusión cuidadosa con los pacientes y sus familiares93,94. Por ejemplo, se podrían prescribir en pacientes cuyo tumor está adyacente a la corteza cerebral, especialmente en las áreas frontal y temporal y preferiblemente que el anticonvulsivante no sea inductor enzimático, para evitar interacciones con otros medicamentos usados11.

 

Manejo de Tromboembolismo Venoso (TEV)

Trousseau en 1865 fue el primero en describir la tendencia a desarrollar TEV los pacientes con neoplasias99. Se considera, que en general, el cáncer incrementa el riesgo de TEV unas 4.1 veces, y la quimioterapia lo hace en 6,5 veces100,101. El TEV es una complicación frecuente y una de las principales causas de muerte en el paciente con tumor cerebral102,103. Cerca del 34% de estos pacientes desarrolla TEV en el curso de su enfermedad104,105; a pesar de ello la terapia anticoagulante se asocia con temor por el riesgo de sangrado, especialmente de hemorragia intracraneal106,107. A pesar de que la evidencia muestra que tumores, como el cerebral o el pancreático se asocian con alto riesgo de desarrollar TEV, las guías clínicas recomiendan tratamiento preventivo para VTE en pacientes con cáncer únicamente cuando están hospitalizados para recibir tratamiento médico o quirúrgico, pero no de manera ambulatoria108.

La anticoagulación es una importante contraindicación en neurocirugía. Cualquier sangrado en la cavidad tumoral puede conllevar a consecuencias desastrosas y daño neurológico permanente. El ácido acetilsalicílico y otros agentes antiagregantes plaquetarios deben suspenderse 7-10 días antes de la cirugía. El INR se debe normalizar en los que consumen warfarina. Como profilaxis antitrombótica se puede suministrar a dosis bajas heparina de bajo peso molecular.

El paciente neuroquirúrgico es considerado de alto riesgo para el TEV, pero también está en igual riesgo para desarrollar hemorragias109. Las guías ACCP110 establecen que el paciente que va a ser sometido a un abordaje neuroquirúrgico significativo debería recibir tromboprofilaxis de manera rutinaria junto con compresión neumática intermitente (CNI). Se acepta el uso de heparina de bajo peso molecular o heparina no fraccionada a bajas dosis111. Se recomienda considerar para estos pacientes una evaluación con TAC cerebral en el día siguiente a la intervención para descartar sangrados, antes de iniciar la terapia profiláctica. Si el paciente tiene un riesgo particularmente alto para desarrollar trombosis se recomienda hacer combinación del método farmacológico con un mecánico111.

La heparina de bajo peso molecular como profilaxis inicial ha demostrado ser segura y efectiva112; en la tabla 2 se exponen las dosis y los medicamentos recomendados para cirugía de alto riesgo en pacientes con función renal normal. Desafortunadamente los estudios sobre los nuevos medicamentos antitrombóticos en relación al TEV incluyen pocos pacientes con cáncer y solo hay evaluación en el contexto clínico específico para el fondaparinaux e idraparinux113.

 

 

De interés, Khemasuwan y col114 en su estudio tipo caso-control para evaluar retrospectivamente el impacto del uso de estatinas en relación a la ocurrencia de TEV en pacientes con tumores sólidos (n=740), observaron que en el grupo de pacientes que recibió estatinas (n=194) solo el 8% desarrolló TEV versus 21% en el grupo control (n=546) (OR 0,33; IC 95%, 0,19-0,57); sugiriendo que el uso de estos medicamentos se asocian con reducción significativa en la ocurrencia de TEV. Esto es de especial interés en el paciente que tiene sangrado intracraneal activo en el que la anticoagulación está contraindicada115 o en aquellos con metástasis cerebrales en los que se requiere una monitorización estricta, colocando a las estatinas como medicación alternativa en este grupo de pacientes.

 

Manejo metabólico

Como ha sido mencionado, la presencia de tumores intracraneales, especialmente tumores malignos primarios de cerebro representan una enfermedad devastadora. La mayoría de estos pacientes recibe corticosteroides de forma perioperatoria, específicamente dexametasona. Este esteroide reduce el edema relacionado con el tumor y el debido al trauma quirúrgico o la radiación eleva la glicemia116,117. La hiperglicemia se relaciona con peor pronóstico118-121.

Uno de los efectos de la terapia con radiación es que genera un estado oxidativo en el tejido junto con necrosis122-124; como consecuencia de esto se libera glutamato125. Este neurotransmisor es excitotóxico; rápidamente se metaboliza a glutamina gracias a los astrocitos125,126; la glutamina es también una fuente energética importante tanto para las células tumorales como para los macrófagos asociados a éste127-130.

Con el objetivo de contrarrestar los diferentes estragos metabólicos que genera la presencia del tumor, pero manteniendo el estado nutricional del paciente, se recomienda la dieta cetogénica, es decir, cambiar el sustrato principal para el metabolismo energético cerebral por los cuerpos cetónicos. Lo mismo sucede con la restricción dietaria, la cual reduce glicemia y eleva la concentración de los cuerpos cetónicos, previniendo el crecimiento tumoral y por ende reduciendo la inflamación asociada131-134.

 

Consideraciones finales

El manejo perioperatorio se desglosa en una serie de etapas críticas para el buen desarrollo del acto quirúrgico global. Desde el mismo momento en que se decide la intervención por parte del neurocirujano, de haberse considerado el tipo de tumor, la vía de abordaje, la edad del paciente, el estado neurológico y las comorbilidades, el proceso debe ser estrictamente coordinado por el neurocirujano y el equipo que realizaran la cirugía. Es importante mencionar que debe evaluarse siempre el impacto y secuelas neurológicas que potencialmente sufriría el paciente ante la realización de la cirugía. El cumplimiento de esta serie de etapas permitirá un mejor desenlace y una mayor satisfacción para el neurocirujano, el paciente y su familia.

 

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Dirección para correspondencia:
Luis Rafael Moscote-Salazar
Universidad de Cartagena
Cartagena de Indias
Colombia
E-mail: mineurocirujano@aol.com

Recepción: 30 de diciembre de 2012
Aceptación provisional: 22 de febrero de 2013
Aceptación definitiva: 18 de marzo de 2013

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