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Educación Médica

versión impresa ISSN 1575-1813

Educ. méd. vol.6 no.1  ene./mar. 2003

 

EDITORIAL


Investigación en educación médica

 

El papel educador del médico se remonta a los principios de la profesión. Además de curar a los pacientes hay que enseñar a los futuros médicos y este aprendizaje se realiza al lado de un experto, de un profesional. No obstante, la educación médica como disciplina es relativamente joven. La primera unidad de educación médica fue creada a principios de los años 60 por George Miller en Búfalo, Nueva York. Poco después le siguieron otras facultades de medicina de Estados Unidos y en otros países anglosajones.

La necesidad de establecer procedimientos para obtener la licencia para el ejercicio profesional y la revalidación de dicha licencia al cabo de un tiempo (certificación y recertificación) atrajo la atención de los investigadores sobre el ámbito de la evaluación.

A pesar de que en los últimos años el incremento en el número de publicaciones en la educación médica ha sido notable, la investigación en esta área no tiene sus propias teorías ni dispone de metodologías especializadas propias. Los expertos encuentran a faltar un marco conceptual y una taxonomía comunes que ayuden a presentar evidencias bien argumentadas y organizadas. Por otro lado, las conclusiones que se desprenden de los estudios rigurosos realizados por investigadores especializados no se aplican en la solución práctica de la los problemas educativos. Nos encontramos ante una paradoja que Cees Van der Vleuten describe de la siguiente manera:

A pesar de que los profesores de medicina están formados para tomar decisiones basadas en la evidencia disponible, cuando ejercen el papel de docente, parecen abandonar todo su pensamiento crítico sobre qué funciona y qué no funciona, y se fían de la tradición y la intuición (Fig 1 en portada).

 

En 1999 se constituyó la Colaboración internacional BEME (acrónimo inglés de Best Evidence in Medical Education) que se define como la implementación en su práctica por parte de los profesores y entidades educativas de los métodos y enfoques educativos basados en la mejor evidencia disponible. Entre sus objetivos está el proporcionar revisiones sistemáticas en educación médica. (Para más información, ver http://www.bemecollaboration.org) Paralelamente se creó la Colaboración Campbell para promover la investigación científica rigurosa en el ámbito de la educación médica. La Colaboración Campbell estableció unos requisitos metodológicos y sólo se someten a consideración los diseños experimentales y cuasi-experimentales como mínimo durante los primeros años. El protocolo Campbell se ha aprobado formalmente y se puede consultar en http://campbell.gse.upenn.edu

En España se está progresando también hacia la profesionalización de la educación médica. Contamos ya con una Unidad de Educación Médica en la Facultad de Medicina de la Universidad de Albacete. También hay un grupo de revisión originado en el IES (Barcelona) y vinculado a la Colaboración BEME sobre el uso del feedback en la evaluación. Por otro lado, es de destacar la actitud positiva del Instituto de Salud Carlos III que en la última convocatoria de proyectos de evaluación de tecnologías sanitarias, una convocatoria del programa de promoción y fomento de la investigación biomédica y en ciencias de la salud del FIS, incluyó diferentes temas de educación médica a los que concurrieron numerosos proyectos. Desde la redacción de Educación Médica celebramos todas estas iniciativas que han de ser motores de cambio y de sensibilización de las organizaciones e instituciones relacionadas con este campo de estudio. Aún queda mucho por hacer a favor del desarrollo de esta disciplina pero en cualquier caso es condición sine qua non el fortalecer la investigación científica dentro del campo de la educación médica.

María Nolla Domenjó

BIBLIOGRAFÍA

1. Van der Vleuten CPM, et al. The need for evidence in education. Med Teach 2000; 22:246-250

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