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Temperamentvm

versión On-line ISSN 1699-6011

Temperamentvm vol.16  Granada  2020  Epub 06-Jun-2022

 

ARTÍCULOS

Florence Nightingale y los corresponsales de The Times en la Guerra de Crimea

Florence Nightingale and The Times Correspondents on the Crimean War

Azucena Pedraz Marcos1  , Eva García Perea1  , Ana María Palmar Santos1 

1Departamento de Enfermería, Universidad Autónoma de Madrid, España

Resumen

Objetivo principal:

Documentar la actividad de Florence Nightingale en la Guerra de Crimea, a través de fuentes hemerográficas y epistolares.

Metodología:

Investigación documental en el diario The Times, entre septiembre de 1854 y julio de 1856, a partir de la comparación con la correspondencia de Florence Nightingale de la misma época, editada por Sue M. Goldie.

Resultados principales:

La actividad de Florence Nightingale en la Guerra de Crimea, documentada por los corresponsales de guerra del periódico The Times se divide en tres fases principales: las condiciones sanitarias del ejército británico antes de la llegada de Florence Nightingale, la labor de Florence Nightingale en Scutari, el reconocimiento de la población británica a su labor.

Conclusión principal:

La Guerra de Crimea fue la primera guerra moderna, en la que el telégrafo y los corresponsales de guerra jugaron un papel fundamental. En este contexto, la figura y la actividad de Florence Nightingale, tenaz e infatigable, consigue un efecto multiplicador, gracias a los medios de comunicación.

Palabras clave Florence Nightingale; Corresponsales de guerra; Medios de comunicación; Guerra de Crimea

Abstract

Objective:

Document the activity of Florence Nightingale in the Crimean War, through newspaper and epistolary sources.

Methods:

Documentary research in The Times newspaper, between September 1854 and July 1856, based on the comparison with the Florence Nightingale correspondence of the same period, edited by Sue M. Goldie.

Results:

Florence Nightingale's activity in the Crimean War, documented by the war correspondents of The Times newspaper, is divided into three main phases: the sanitary conditions of the British Army prior to Florence Nightingale's arrival, Florence Nightingale's work at Scutari, the recognition of the British population for her work.

Conclusions:

The Crimean War was the first modern war, in which the telegraph and war correspondents played a fundamental role. In this context, the figure and activity of Florence Nightingale, tenacious and indefatigable, achieves a multiplier effect, thanks to the media.

Key words Florence Nightingale; War Correspondents; Crimean War

Introducción

El 19 de octubre de 1853, el Imperio Otomano declara la guerra al Imperio Ruso para frenar las ansias expansionistas de este último en el continente europeo. En la primavera de 1854, los gobiernos francés e inglés entran en la Guerra de Crimea, en apoyo de la causa turca. El ejército británico de la Reina Victoria estaba obsoleto después de 30 años de inactividad desde las guerras napoleónicas (Strachey, 1998). El desembarco en la península de Crimea con el fin de doblegar a la Armada rusa se convirtió en un desastre humanitario en todos los bandos, con pérdida de soldados, caballería y armamento debido a la falta de previsión tanto militar como sanitaria (Russell, 2014).

El auge del periodismo en el siglo XIX consiguió que los británicos se desayunaran cada mañana con lo que ocurría en esa parte del mundo, gracias a la labor de los corresponsales de guerra, una figura en auge en ese momento. ¿Qué hacían nuestros soldados en una guerra a miles de kilómetros de distancia apoyando a los infieles del Imperio Otomano? William Russell, Thomas Chenery o John MacDonald, corresponsales del periódico The Times en terreno, hicieron vívidas descripciones de las batallas y los heridos que producían y las escasas condiciones de los hospitales de campaña para atender a los soldados británicos, tanto en Balaklava como en Scutari (McLaughlin, 2016). Estas narraciones tuvieron como efectos más inmediatos la creación del Fondo Times Crimea, y el envío de Florence Nightingale, con 38 enfermeras al hospital de Scutari, en el que, gracias a medidas básicas de higiene, alimentación y acondicionamiento de los pabellones, consiguió reducir la mortalidad en 6 meses, del 42,7%, en febrero de 1855, al 2,2%, en junio de 1855 (Dolan, 1983).

Las fuentes: correspondencia y crónicas de guerra

La participación de las mujeres en las guerras como soldados tiene su origen y máximo exponente en la participación de reinas como líderes de sus ejércitos (Adie, 2003). Menos documentada está la participación de las mujeres como cuidadoras en el entorno de la guerra, aunque es conocida la presencia de mujeres de oficiales y soldados, que cocinaban, lavaban la ropa y cuidaban de sus esposos cuando enfermaban (Venning, 2005). Durante gran parte del siglo XIX, la enfermería británica carecía de una clara identidad profesional, que llevaba a que los enfermos fueran cuidados por familiares, sirvientes y religiosas sin preparación. En este contexto, la enfermería militar era un dominio claramente masculino. Pero en la Guerra de Crimea se permitió a Florence Nightingale participar, junto con un grupo reducido de mujeres, en el cuidado de los soldados heridos en el frente y trasladados al hospital de Scutari. De esta participación, que no fue fácil, porque el alto mando británico de la guerra no estaba convencido de su utilidad, surgió una simbiosis interesante, en la que el sistema Nightingale se vio permeado por los valores militares de sacrificio, deber, disciplina y respeto a la autoridad, que le hicieron muy efectivo (Starns, 2000).

La inagotable correspondencia de Florence Nightingale y los artículos de los corresponsales de guerra del periódico The Times nos permiten entender el devenir de esta participación y su resultado. Florence Nightingale escribió cerca de 13 mil cartas a lo largo de su vida activa, de las cuales se conservan unas trescientas escritas durante los veinte meses que permaneció en Crimea. En el magnífico libro Florence Nightingale: Letters from The Crimea, Sue Goldie recoge gran parte de esta actividad epistolar y la comenta con una cuidada y rigurosa bibliografía (Goldie, 1997). Por su parte, es conocida la aportación de las fuentes hemerográficas al estudio de la Historia (Álvarez, 1978). The Times, que había incrementado sus ventas de 5 mil ejemplares en 1815, a 50 mil en 1850, gracias al uso de una rotativa de vapor, se había convertido en uno de los periódicos más influyentes de la época (Bruckner, 1995), y fue uno de los primeros periódicos en enviar corresponsales a un conflicto bélico. Hasta la Guerra de Crimea, la opinión pública recibía información exclusivamente a partir de los despachos oficiales o de la correspondencia personal. Pero la apuesta de The Times con el envío de corresponsales, no a uno, sino a varios puntos diferentes del escenario bélico democratizó la pluralidad de fuentes, en un periódico en el que hasta aparecía publicada la correspondencia de la reina Victoria.

Resultados

Desde mediados de septiembre de 1854, las tropas aliadas, formadas por 50.800 soldados turcos, ingleses y franceses, desembarcaron en la península de Crimea para hacer frente a un ejército ruso de 35.000 hombres. Las batallas iniciales, como la del río Alma, el 19 de septiembre, parecían respaldar la eficacia de la superioridad numérica aliada. Con todo, solo el ejército británico dio cuenta de 365 bajas y 1.500 heridos (Wetzel, 1985). El 9 de octubre de 1854, el periódico The Times, publicaba dos artículos correspondientes a esta batalla, un despacho del general Raglan, de 23 de septiembre, dando cuenta de los pormenores de la batalla, y la del corresponsal del periódico, desde Constantinopla, de 25 de septiembre, dando cuenta de la situación del traslado de los heridos al hospital de Scutari (“Arrival of the wounded in the Bosphorus”, 1854).

23 de septiembre de 1854. Cuartel General de Katscha-river.

Señor, tengo el honor de informarle que las tropas aliadas atacaron esta mañana la posición ocupada por el ejército ruso, detrás del río Alma, y tengo gran satisfacción en añadir que lograron, en menos de 3 horas, la desbandada de las fuerzas del zar, que deben estar en este momento en Sebastopol (“The Battle of the Alma”, 1854).

La crónica del por entonces corresponsal de The Times, Thomas Chenery, no deja lugar a dudas acerca de las condiciones del transporte sanitario de los heridos y de las condiciones de la atención en los hospitales acondicionados para atender a los soldados del ejército británico:

Nuestra victoria ha sido gloriosa, sin duda, pero es necesario destacar la escasa atención médica recibida por los heridos y moribundos, que debieron permanecer la mayoría dos noches, todos al menos una noche, en el campo de batalla. Desde allí, han sido trasladados hacia el hospital de Scutari en el Bósforo, en lotes de 600 y 700 como fardos a bordo de vapores, sin el menor cuidado. El número de vidas que han sido sacrificadas por la falta de previsión y negligencia debe haber sido considerable.

[…]

A propósito, hay una experiencia que ha sido un completo fracaso. Al comienzo de la guerra, se ideó un plan que fue llevado a cabo, según el cual, un número de militares retirados fueron dedicados al cuidado ambulante de los heridos. Si fue un plan para ahorrar dinero dedicando a estos pobres hombres a dichas tareas o para acortar sus vidas y, por tanto, sus pensiones, es difícil de saber, pero más bien parecen necesitar ellos cuidados enfermeros que ser capaces de cuidar a nadie. A quien se le ocurriera la idea de que el duro trabajo del cuidado en un hospital militar podía ser llevado a cabo por un puñado de envejecidos tullidos no tenía la menor idea de lo que es una guerra. Atender a los enfermos que yacen por centenares en los pabellones del hospital, y requieren un cuidado constante día y noche, no es una tarea fácil y aparte de los cirujanos, que trabajaron incesantemente desde al amanecer al anochecer para remediar las heridas de 700 soldados llegados solamente en el día de hoy, tan sólo la solidaridad de los que estaban mejor permitió el traslado desde los barcos y la acomodación en el hospital de los más graves (“Arrival of the wounded in the Bosphorus”, 1854).

Por entonces, el desarrollo del telégrafo estaba aún en pañales, aunque su evolución sería fulgurante a lo largo de la Guerra de Crimea, y ya en la primavera de 1855 se tendió un cable entre Cheronese y Varna en el Mar Negro. Mientras tanto, los despachos y la correspondencia llegaban por los medios tradicionales (“War Correspondents, 1896). A pesar de las dos semanas transcurridas desde los hechos narrados, la población inglesa se mostraba ávida en la lectura de las crónicas de los corresponsales. La respuesta de la opinión pública no se hizo esperar y decenas de damas y caballeros filántropos se ofrecieron para acudir a Scutari a ayudar a los enfermos y heridos. Florence Nightingale no fue una excepción y, el 14 de octubre, escribía a Mrs. Herbert, amiga y, además, esposa del secretario de la Guerra, Sidney Herbert.

Querida señora Herbert:

Fui a Belgrave Square esta mañana, con la esperanza de encontrarla, o encontrar a Mr Herbert, si estuviera en la ciudad.

Ante las noticias del Times, una pequeña expedición privada de enfermeras se ha organizado para acudir a Scutari y me ha sido asignado el mando de la misma. Lady Forester ha donado 200 libras para la misma y nosotras correremos con los gastos de alojamiento y manutención allí, por lo que no supondremos ningún gasto para el país. El doctor Andrew Smith, del cuerpo Médico de la Armada nos ha autorizado y me ha dado cartas de presentación para el oficial médico en Scutari. El Fondo para los Enfermos y Heridos que ha organizado el Times servirá para atender a los desdichados heridos.

Y ahora al grano:

¿Podría escribir una carta a la mujer del embajador en Constantinopla, Lady Stratford, para decirle: “Esta no es una señorita, sino realmente una enfermera de hospital”, ah, y que tengo experiencia?

A propósito, ¿qué piensa Mr Herbert, como secretario de la Guerra, del plan? ¿Nos daría algún consejo o carta de recomendación? ¿Y hay material almacenado que podamos llevar para el hospital de Scutari? El doctor Smith dice que allí no se necesita nada.

Partiremos de inmediato para coger en Marsella el barco que sale para Constantinopla el día 21 de octubre (Goldie, 1997,19).

El propio Sidney Herbert escribió un artículo titulado “Enfermeras para los heridos”, que publica The Times el 24 de octubre, en el que constata el riesgo de enviar enfermeras sin la preparación suficiente al escenario de la guerra, en la que se requiere no solo habilidad, sino también fuerza y coraje, para asistir a los cirujanos en la cura de las heridas de guerra. Ante las innumerables solicitudes para acudir en ayuda de los soldados, Herbert reflexiona también acerca de la necesidad de cumplir órdenes en un hospital militar y de la molestia que podía ocasionar a los cirujanos militares un grupo de mujeres sin la preparación suficiente. Pero el gobierno inglés ha encontrado una solución en la figura de Florence Nightingale, en palabras del propio secretario de la Guerra:

El Gobierno ha llegado a la conclusión de que la mejor manera de obviar estos peligros e inconvenientes sería nombrar a una persona en cuya energía, experiencia y discreción se pudiera confiar, que sería la única autoridad para seleccionar ella misma, supervisar y dirigir, en los hospitales británicos de Tuquía, el personal de enfermería, actuando bajo las órdenes inmediatas de la autoridad sanitaria. Miss Nightingale, quien tiene, a mi parecer, más experiencia práctica en la administración de hospitales que ninguna otra mujer en el país, ha aceptado, con una devoción para la que no tengo suficientes palabras de gratitud, la noble, pero ardua tarea (“Nurses for the wounded”, 1854).

Y acto seguido anuncia que Florence Nightingale saldría esa misma noche para Scutari con un grupo de 34 enfermeras, a las que no se uniría ninguna mujer más, hasta que la propia Miss Nightingale lo reclamase desde el destino.

La decisión del Gobierno inglés no fue, sin embargo, aceptada de igual grado por todos los británicos. Un ejemplo de la controversia generada por el envío de Florence Nightingale, en lugar de auxiliares masculinos, se puede ver en la carta al editor que escribe C.P. Shepherd, director de St John´s House, en Wesminster, el 15 de noviembre, en respuesta a una publicada el día anterior de un tal “Sentido Común”. En ella, Shepherd rebate los argumentos en favor del apoyo masculino y concluye su carta, titulada “Miss Nightingale and the Nurses”, afirmando que estas enfermeras han dado muestra probada de su coraje y caridad y de su capacidad para afrontar la fatiga y la dureza de la situación (“Miss Nightingale and the Nurses”, 1854).

Mientras tanto, el éxito de la batalla del río Alma fue una alegría que duró poco, ya que menos de un mes después, el 25 de octubre, los rusos atacaron a los aliados en Balaklava, un valle estrecho bordeado por una elevación, en la que el enemigo había apostado su artillería. La Brigada Ligera fue enviada a un encuentro para el que este cuerpo de caballería no estaba preparado, con una orden dada en un momento de desesperación y gran confusión y que los propios testigos no entendieron, y las bajas fueron espectaculares. William H. Russell, en su crónica de 6 columnas, aparecida en The Times el 14 de noviembre, hace una descripción vívida de la batalla y da cuenta de la pérdida de 387 hombres entre muertos, heridos y desaparecidos, junto con un total de 520 bajas entre caballos muertos, heridos o desaparecidos (“The Calvary Action at Balaklava”, 1854).

Las noticias de este épico encuentro conmovieron a la nación y fueron rememoradas innumerables veces en prosa y en verso, como en el famoso poema de Alfred Lord Tennyson La carga de la brigada ligera, escrito minutos después de leer el artículo de Russell (Tennyson, 1870).

[…]

“¡Adelante, Brigada Ligera!”

¿Algún hombre desfallecido?

No, aunque los soldados supieran

que era un desatino.

No estaban allí para replicar.

No estaban allí para razonar.

No estaban sino para vencer o morir.

En el valle de la Muerte

cabalgaron los seiscientos.

[…]

Algunos de estos heridos llegaron, sin duda, al hospital de Scutari, donde Florence Nightingale y su grupo de enfermeras trabajaban denodadamente por acondicionar el espacio en el que recibir a los enfermos. Sin embargo, la afirmación del doctor Andrew Smith, de la Junta Médica de la Armada, de que en Scutari no se precisaba nada, como hemos visto en la entusiasta primera carta de Florence Nightingale antes de partir para Turquía, dista mucho de la situación descrita por la propia enfermera en carta privada a Sidney Herbert el 25 de noviembre de 1854:

Querido señor Herbert:

Parece que, en estos hospitales, el administrador considera el lavado de ambos, las sábanas y los hombres, un detalle menor –y durante las tres semanas que llevamos aquí, aunque nuestras protestas han sido tratadas con perfecta civilidad, ninguna acción para procurar el lavado de los hombres o de la ropa ha sido llevada a cabo, si exceptuamos las que nosotras hemos llevado a cabo con la ayuda de las esposas de algunos de los heridos. Las camisas sucias fueron recogidas ayer por primera vez, y se dice que el lunes serán lavadas, -por nuestra parte, estamos organizando una pequeña lavandería para las gasas, etc. Cuando llegamos aquí, no había palangana, ni toalla, ni jabón en los pabellones, ni personal para la higiene de los heridos excepto por lo siguiente: treinta heridos eran bañados cada noche en una bañera por orden del doctor MacGrigor, pero esto no hacía más que incluir un baño cada 80 días para 2.300 hombres.

Las consecuencias de todo esto son fiebre, cólera, gangrena, piojos, pulgas, moscas –y puede que erisipela- por el uso de una única esponja entre muchos heridos […] (Goldie, 1997, 39).

Por las mismas fechas, el 23 de noviembre, The Times había publicado una crónica de su corresponsal en Scutari, dando cuenta del destino dado al Fondo para los Enfermos y Heridos, en la que se reiteran las mismas necesidades ya planteadas por Florence Nightingale, más ligadas a una falta de anticipación y de organización del ejército:

Camisas, medias, sábanas, chaquetas de franela, es lo que actualmente se necesita más, y ya he conseguido asegurar una buena provisión de ellas, con ayuda de los almacenes del Gobierno. Los colchones inflables y los cojines que están en camino serán de gran ayuda, y estoy cooperando con Miss Nightingale en el establecimiento de una cocina, donde se elaboren productos apropiados para las necesidades nutricionales de los pacientes y comidas más sabrosas que las habituales del hospital, de forma más agradable y rápida (“TheSick and WoundedFund”, 1854).

Esta colaboración entre los corresponsales del periódico y Florence Nightingale, para el uso del Fondo para los Enfermos y Heridos, no fue, sin embargo, idílica, y la propia enfermera en carta privada a Sidney Herbert, de 5 de febrero de 1855, se queja del “desafortunado juego” que lleva a cabo The Times, que alardea de sufragar todos lo necesario con el dinero del Fondo, “cuando solo la mitad de los suministros que nos llegan vienen del Fondo del Times” (Goldie, 1997, 85). Así, parece confirmarlo también el propio periódico, que en nota titulada “Miss Nightingale and the hospitals at Scutari”, de 28 de noviembre de 1855, da cuenta de lo adquirido por la propia Florence Nightingale, desde el 10 de noviembre de 1854, hasta el 15 de febrero de 1855 (Figura 1).

Figura 1 Artículos adquiridos por Florence Nightingale para los hospitales de Scutari (“Miss Nightingale and the Hospitals at Scutari”, 1855) 

El papel de The Times en la Guerra de Crimea ha sido destacado por varios historiadores. Wetzel cita la propia historia oficial del periódico, cuando dice: “No solo fue el principal cronista de los hechos, sino que puede ser considerado uno de sus principales protagonistas” (Wetzel, 1985, 145). Y ese papel protagonista fue el de sus corresponsales, que en sus crónicas daban voz a protagonistas anónimos, sin perder la oportunidad de exaltar el espíritu patriótico de sus lectores.

Nuestros soldados están encantados con las enfermeras. Un pobre muchacho estalló en lágrimas y me dijo: “No puedo evitar llorar cuando las veo. Solo pensar en mujeres inglesas viniendo hasta aquí para cuidarnos es tan hogareño y reconfortante.” (“The British Hospitals”, 1854).

La voz de las enfermeras que acompañaban a Florence Nightingale, también encontró acomodo en el periódico británico, y venía a confirmar la situación de los hospitales británicos en el frente, a la vez que hacía petición expresa de productos que debían llegar para la atención de unos soldados agotados, no solo por las heridas de la guerra, sino también por las condiciones del traslado y por la escasez de recursos e instalaciones en las que eran atendidos.

Estimado señor, he venido aquí como una de las enfermeras que envió el Gobierno, que aún siendo liberal en la provisión de necesidades resulta ineficiente dado el gran número de heridos provenientes de Sebastopol, que están muriendo de disentería y de agotamiento. De cuatro salas que han sido encomendadas a mi cuidado, en la última noche han fallecido 11 soldados de agotamiento, lo que, humanamente hablando, habría sido evitable si hubieran podido disponer de una alimentación adecuada.

Hay 50 enfermeras, la mayoría muy competentes, y nuestros esfuerzos son muy apreciados por los soldados y por los oficiales médicos. Miss Nightingale, bajo cuya supervisión trabajamos, está excelentemente preparada para el duro trabajo que desempeña y al que ha dedicado su vida. Es necesario estar tan cerca del escenario de la guerra, como estamos nosotras, para conocer los horrores que hemos visto. El día de ayer, hemos tenido que olvidarnos hasta de nosotras mismas, para dedicarnos a reparar las camisas destrozadas de los soldados, lavarles y ayudar a los cirujanos cuando podíamos a vendar las heridas, y colocarles en las mejores condiciones posibles, después de 5 días de travesía.

La gente aquí es muy amable y hace todo lo posible por ayudarnos. No podemos quejarnos de la ayuda de la administración, pero incluso los retrasos en el envío de víveres puede resultar fatal para estos hombres que están al límite de sus fuerzas. Camisas y pañuelos serán muy bienvenidos, ya que muchos de los soldados han perdido su petate. Chocolate, gelatina y brandy serían deseables. Ropa de invierno sería muy de agradecer a medida que avanza el mal tiempo. Antes de que llegue la noche se espera que lleguen otros 700 heridos al hospital (“The military hospitals at Scutari”, 1854).

El paso de los meses confirmó el acierto en la decisión del Gobierno inglés de enviar al grupo de enfermeras comandado por Florence Nightingale, y las cartas al editor alabando su trabajo y mostrando apoyo a este entregado grupo se suceden, incluida una de la propia reina Victoria, escrita a Mrs Hebert, y publicada el 5 de enero de 1855:

Windsor Castle, 6 de diciembre de 1854,

¿Podría decirle Mrs Herbert que le rogaría que me enviara todas las noticias que reciba de Miss Nightingale? No oigo muchos detalles sobre los heridos, aunque sí mucha información de los oficiales sobre el campo de batalla, siendo la información de los primeros de interés primordial para mí.

Hágale saber, Mrs Herbert, que deseo que Miss Nightingale y el resto de las enfermeras digan a los soldados heridos, que nadie se toma un interés más ferviente, o siente más sus sufrimientos, o admira su coraje y heroísmo, que su Reina. Noche y día, ella piensa en sus amadas tropas. Y lo mismo hace el Príncipe.

Traslade nuestras simpatías a estas nobles damas, que sabemos valorarán grandemente.

VICTORIA (“Autograph letter of the Queen”, 1855).

También, la propia correspondencia de Florence Nightingale aparece en las páginas del periódico, remitida en este caso por la viuda de un soldado del 89th Regimiento, que no habiendo oído noticias de su esposo, y sabiendo del interés personal que se tomaba la enfermera británica por todos aquellos a los que cuidaba, escribió previamente para solicitarle alguna información. La carta de Florence Nightingale es directa, ofrece información precisa y, a la vez, guía a la destinataria por el proceloso camino de la solicitud de ayuda para ella y su descendencia como esposa de un soldado fallecido en servicio:

Scutari, Barrack Hospital, 5 de marzo

Querida señora Lawreance:

Me sentí en extremo entristecida al recibir su carta, porque solo tengo tristes noticias que ofrecer en respuesta. En el terrible tiempo que tuvimos el año pasado aquí, en el que perdíamos diariamente 70 u 80 soldados solo en estos hospitales, muchas viudas han tenido que sufrir lo que usted, pues su marido estaba, siento comunicárselo, entre ellos. Él murió en el hospital el 20 de febrero de 1855, en una época en el que teníamos el pico más alto de mortandad, con fiebre y disentería, y ese día enterramos a 80 hombres […].

Dado que usted desconocía que era viuda, no ha podido recibir, por supuesto, ninguna prestación como viuda; por tanto, debería elevar una solicitud al Liutenant Colonel Lefroy, R.A., Hon. Secretrary, Patriotic Fund, 16 A, Great George street, Westminster, London.

Le envío los papeles que debe rellenar. La carta de su coronel debe servir para probar la muerte de su marido. Se la envío también para tal propósito […].

Lo siento mucho por usted y por todas sus dificultades.

Si tuviera alguna dificultad con el Fondo Patriótico, puede mostrar esta carta, que será prueba suficiente de su condición de viuda […]. (“Miss Nightingale and soldiers´ widows”, 1856).

El espíritu práctico y realista de Florence Nightingale y su vocación de servicio público estuvieron ligados hasta el final de sus días con un carácter corrosivo y una capacidad de trabajo casi inhumana (Strachey, 1998). Por eso, no es de extrañar que su partida de Turquía fuese tan discreta, que el corresponsal de The Times no pudiera precisar la fecha. En su crónica de despedida del escenario del conflicto, ensalza la labor de la enfermera británica en los hospitales militares de Crimea.

Constantinopla, 31 de julio de 1856

Solo hace 3 meses y unos días que se firmó el tratado de paz, y no solo de Crimea, sino también de Turquía se están evacuando todos los efectivos del ejército británico.

Con la partida de las tropas, todos los establecimientos que fueron necesarios durante su estancia han ido gradualmente cerrándose, incluidos los hospitales. Los departamentos médicos y el sistema sanitario del Ejército Inglés tuvo tantos días y horas oscuras que sería injusto no reconocer sus mejoras en este tiempo […].

Hablando de nuestros hospitales es imposible no conectarlos con el nombre de Miss Nightingale, quien, sin exageración, puede ser llamada el ángel custodio, a cuya mediación se debe que dos ramas de la profesión médica, los cirujanos militares y los cirujanos civiles, tradicionalmente enfrentadas, trabajaran codo con codo en nuestros hospitales en tan dramáticas circunstancias. Florence Nightingale, cuya iniciativa ha sido decisiva para elevar la moral de los soldados británicos, con su usual modestia, ha mantenido en secreto su salida, para evitar cualquier tipo de demostración, y partió con su tía Mrs Smith en un barco correo francés rumbo a Inglaterra (“Turkey”, 1856).

En Reino Unido, le esperarían nuevos retos para una vida, maltrecha por la enfermedad, pero que se prolongó durante casi seis décadas más. Uno de ellos, fue el Fondo Nightingale, creado en septiembre de 1855, en pleno conflicto, a instancias de su familia y amigos, entre los que estaba el matrimonio Herbert, que había recaudado, hasta la fecha de su cierre en junio de 1856, 44.039 libras para la creación de un centro de formación de enfermeras y protección en el empleo en los hospitales británicos (Dingwal et al, 1993). La creación de una escuela de enfermería en la nueva reubicación del hospital de St Thomas vino a convertirse así en un símbolo de la profesionalización de la enfermería en el mundo.

Conclusiones

La introducción de enfermeras en los hospitales militares se consideró un éxito sobresaliente. La Guerra de Crimea fue la primera guerra moderna, en la que el telégrafo y los corresponsales jugaron un papel fundamental. En este contexto, la figura y la actividad de Florence Nightingale, tenaz e infatigable, tuvo un efecto multiplicador gracias a la prensa. Florence volvió a Gran Bretaña como una heroína y las donaciones empezaron a llegar al Fondo Nightingale. El dinero recaudado permitió a Florence continuar su reforma de la enfermería en los hospitales civiles de Gran Bretaña después de la guerra. Determinada a que los errores médicos de la guerra de dos años nunca se repitieran, comunicó insistentemente las necesidades de la reforma médica utilizando gráficos estadísticos que mostraban que habían muerto más hombres por enfermedades que por las heridas de guerra.

La Escuela de Enfermería Nightingale se estableció en 1860 con donaciones del Fondo Nightingale. Florence Nightingale fue la primera mujer en recibir la Orden del Mérito, en 1907, la más alta decoración civil de Gran Bretaña.

Imagen 1.  Representación “Florence Nightingale y los corresponsales de The Times en la Guerra de Crimea”, en los Premios “Dama de la Lámpara”, impulsados por la Fundación Sandra Ibarra, la Embajada Británica y la Universidad Autónoma de Madrid, el 22 de mayo de 2019. Con la colaboración de la compañía No damos crédito, de la Facultad de Medicina. 

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Recibido: 08 de Diciembre de 2020; Aprobado: 19 de Diciembre de 2020

Correspondencia: azucena.pedraz@uam.es (Azucena Pedraz Marcos)

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