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FEM: Revista de la Fundación Educación Médica

On-line version ISSN 2014-9840Print version ISSN 2014-9832

FEM (Ed. impresa) vol.22 n.4 Barcelona Aug. 2019  Epub Oct 14, 2019

https://dx.doi.org/10.33588/fem.224.1011 

Editorial

¿Ha pasado el tiempo de los exámenes de elección múltiple?

Are multiple-choice exams a thing of the past?

Jordi Palés-Argullós1 

1Fundación Educación Médica

La evaluación de los estudiantes y de los profesionales de las ciencias de la salud ha sido sin duda uno de los ámbitos de la educación médica en el que más se ha desarrollado investigación educativa. Así, en base a las evidencias que esta investigación aporta, han ido apareciendo en las diferentes épocas múltiples instrumentos de evaluación, cada uno con sus indicaciones, sus puntos fuertes y sus debilidades.

Uno de los instrumentos que siempre ha tenido y sigue teniendo un gran predicamento es el test de elección múltiple, en el cual el examinando, ante una pregunta o una situación, debe elegir la opción correcta o la más adecuada entre varias opciones.

Los exámenes de elección múltiple fueron introducidos a principios del siglo XX por Benjamin Wood (1894-1986), educador, investigador y profesor de la Universidad de Columbia en Estados Unidos, pionero en tecnologías de aprendizaje y métodos de evaluación automatizados que se aplicaron por primera vez en los tests de inteligencia realizados por el ejército estadounidense en la Primera Guerra Mundial. Así mismo, contribuyó al diseño del primer lector automatizado de los resultados de dichas pruebas.

En nuestro país, como estudiante de medicina, recuerdo haber realizado por primera vez un examen de este tipo en la facultad allá por los años setenta, y luego haberlos empleado en mi docencia desde esa época hasta la actualidad. Hoy día, podemos afirmar que es un instrumento ampliamente utilizado en los centros docentes.

Este instrumento nace de la necesidad de evaluar de forma simultánea a un número importante de examinandos con el máximo grado posible de objetividad y fiabilidad. Reúne las ventajas de su factibilidad, ya que es fácil de administrar y corregir mediante lectores automáticos, y de su fiabilidad, siempre y cuando esté bien diseñado. Precisamente es aquí donde radica uno de sus puntos débiles, puesto que no siempre se siguen las normas para elaborar estos ejercicios de la forma más adecuada.

Como cualquier otros instrumento de evaluación, no está exento de criticas ni debilidades. En el ámbito de las ciencias de la salud, una de las críticas que se le hace es no evaluar de manera suficientemente representativa el amplio abanico de las actividades intelectuales que se asume que deben demostrar los profesionales de la salud, y por otra parte, tener un papel limitado a la medida del conocimiento factual y a la capacidad de aplicación, aunque sí es cierto que puede medir un espectro amplio del conocimiento.

A pesar de estos puntos débiles, se ha llegado a convertir con el tiempo en uno de los instrumentos de evaluación más utilizados y en un componente principal de numerosos procesos de certificación, y ha estado destinado a proporcionar evidencia de que se ha alcanzado un nivel adecuado de competencia.

Sin embargo, en los últimos años, entre los expertos en educación médica han empezado a surgir voces que apuntarían a que este tipo de instrumento debería perder algo de su importancia en beneficio de otros que podrían ser más adecuados.

En este sentido, en su último blog, Ronald Harden [1], bajo el sugerente encabezamiento ‘MCQs are dead’, aboga por un cambio sustancial con respecto a los instrumentos que utilizamos en las evaluaciones. Hace suya la afirmación de John Cookson, profesor de la Hull York Medical School, que argumentaba al final de un curso organizado por la Association for Medical Education in Europe (AMEE) que los MCQ (multiple choice questions) habían tenido su época y que ahora se debería pasar a utilizar en su lugar otros instrumentos, especialmente el conocido como VSAQ (very short answer questions) o ‘preguntas de respuesta muy corta’.

Harden afirma que la evidencia actual es clara: las preguntas de respuesta muy corta, en las que el alumno contesta con una, dos o un número muy limitado de palabras en lugar de seleccionar una respuesta de una lista de opciones, como ocurre en un test de elección múltiple, ofrecen grandes ventajas. Considera que son una herramienta de evaluación más válida y que refleja el proceso de decisión clínica sin las indicaciones inherentes al test de elección múltiple porque al profesional, en su práctica diaria, nunca se le ofrece una lista de posibles opciones para elegir entre diagnósticos o tratamientos. Además, se elimina la posibilidad de responder a un elemento simplemente por casualidad. Por ello, Harden considera que las preguntas de respuesta muy corta son más desafiantes y proporcionan una mejor discriminación que el test de elección múltiple.

Recientemente, algunos artículos originales que comparan ambos instrumentos de evaluación concluyen que las preguntas de respuesta muy corta muestran una alta fiabilidad y un mayor grado de discriminación y validez que los exámenes de elección múltiple. Además, los ítems son percibidos por los examinandos como más auténticos [2, 3].

Sin embargo, la implementación de las preguntas de respuesta muy corta no está exenta de inconvenientes, especialmente en su corrección, que podrían dificultar su aplicación ante un numero muy considerable de estudiantes.

En cualquier caso, ante estas evidencias, quizás sería conveniente que todos aquellos que estamos implicados en procesos de evaluación de estudiantes y profesionales de las ciencias de la salud tuviéramos en cuenta esta posibilidad y analizáramos la conveniencia y la posibilidad de utilizar este instrumento en nuestras actividades docentes.

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