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FEM: Revista de la Fundación Educación Médica

versão On-line ISSN 2014-9840versão impressa ISSN 2014-9832

FEM (Ed. impresa) vol.24 no.2 Barcelona Abr. 2021  Epub 17-Maio-2021

https://dx.doi.org/10.33588/fem.242.1121 

EDITORIAL

Docencia virtual en tiempos de pandemia. ¿Cámaras y micrófonos abiertos o cerrados?

Virtual teaching in times of pandemic. Cameras and microphones on or off?

Jordi Palés-Argullós1  2  , Xavier Gasull-Casanova2 

1Fundación Educación Médica. Barcelona, España

2Facultad de Medicina. Universitat de Barcelona. Barcelona, España

La situación de pandemia que estamos sufriendo desde hace ya un año ha condicionado, entre muchas otras cosas, la docencia en nuestras facultades. Ésta ha pasado de impartirse de forma presencial a hacerse en formato virtual a través de diferentes plataformas o, a veces, en los dos formatos de forma simultánea. Y los profesores, al igual que nuestros estudiantes, hemos tenido que adaptarnos de la noche a la mañana a la nueva situación.

En ella, a medida que hemos ido avanzando a lo largo del curso académico, hemos constatado que, en general, los alumnos que siguen sus actividades docentes a través de una plataforma en línea prefieren seguirlas, mayoritariamente, desde el anonimato físico, sin hacer uso de la cámara que permitiría verles la cara, ni del micrófono cuando hacen preguntas, o respondiendo a las cuestiones que el profesor plantea en forma de mensajes en el chat en vez de hacerlo de viva voz. Todo ello enlentece el ritmo de la clase o, a veces, las peticiones de los estudiantes pasan desapercibidas por el profesor. La opción de 'cámaras apagadas' tras la experiencia de este curso ha hecho que muchos profesores no se sientan cómodos con este formato virtual.

Esta situación ya ha empezado a suscitar discusiones entre los profesores y ha sido objeto de reflexiones en la bibliografía por parte de los expertos en educación [1]. Analizar cuidadosamente esta cuestión obliga a hacerlo desde una doble perspectiva, la de los profesores y la de los estudiantes.

En el caso de los profesores, para la mayoría, acostumbrada a la docencia presencial, con contacto directo con el estudiante, trabajar con las cámaras apagadas en muchas ocasiones puede ser desalentador y desmotivador, ya que da la impresión de que hablas ante una pared detrás de la cual no sabes quién hay, quién sigue realmente o no las explicaciones, si las explicaciones les resultan interesantes o motivadoras, o si sólo es el sistema el que está conectado, pero los estudiantes no están ahí. También dificulta enormemente la comunicación con los estudiantes y entre los propios estudiantes, restando eficacia a la docencia.

Verse privados de las reacciones de los estudiantes (comunicación no verbal), no ser conscientes de si somos capaces o no de captar su atención, si comprenden las explicaciones que les damos o apreciar su forma de expresarse oralmente reduce el interés del profesor. Hace imposible también detectar si un alumno tiene problemas de algún tipo que le dificulten su aprendizaje. Y, además, el profesor se ve privado del necesario feedback, ya sea verbal o no verbal, por parte del estudiante, lo cual dificulta la mejora de su propia actitud docente. Por todo ello, se ha planteado entre los profesores si sería conveniente llegar a exigir a los estudiantes que tuvieran las cámaras y los micrófonos abiertos.

Desde la perspectiva de los estudiantes, según algunos autores [1], las cámaras apagadas y la falta asociada de señales visuales, aparte de ser desalentadoras para el profesor, pueden tender a aislar a los estudiantes, mientras que, por otra parte, se ha argumentado que las cámaras encendidas podrían llegar a amenazar su seguridad psicológica. Otros han incidido en aspectos sociológicos para justificar la tendencia que observamos en nuestros estudiantes de optar por las cámaras cerradas. Así, por ejemplo, la necesidad de que los estudiantes aseguren constantemente que su persona y su entorno estén presentables o no querer mostrar su entorno domiciliario podrían explicar en parte esta conducta de cámaras cerradas.

Pero creemos que también existen otras razones más sencillas. Los que tenemos una cierta experiencia docente somos conscientes de que muchos estudiantes, igual que hacen en las clases presenciales, no desean participar y prefieren pasar desapercibidos. Por lo general, a nuestros alumnos les cuesta participar en las clases presenciales cuando se les invita a que lo hagan y, en este contexto, las cámaras cerradas les dan la magnífica oportunidad de no hacerlo o incluso de desconectarse de la plataforma si no quieren ser preguntados o participar en las discusiones.

Deberíamos hacer ver al estudiante que la docencia virtual en la que se trabaje con cámaras abiertas comporta, en general, ventajas para su aprendizaje. Entre ellas, interaccionar con el profesor y los demás compañeros, formar comunidad, poder detectar indicios de problemas de salud mental, como el deterioro en el aseo personal, la pérdida de afecto, muy difíciles de captar en una situación con cámaras cerradas, etc. Fomentar un comportamiento apropiado durante la videoconferencia y permitir que los estudiantes practiquen el seguimiento de cómo se presentan a los demás, incluidos los aspectos no verbales, tiene gran importancia en la comunicación humana. Incluso para competencias como las de comunicación, la opción de cámaras abiertas potenciaría su adquisición. También hemos de ser conscientes de que, después de la pandemia, la telemedicina irá adquiriendo cada vez más importancia. Por eso, trabajar con cámaras abiertas facilitaría adquirir estas competencias, que serán muy necesarias en el futuro.

Por todo ello, se plantea la disyuntiva de si es conveniente o no obligar a nuestros estudiantes a que mantengan las cámaras abiertas en todo caso. Sin embargo, establecer una obligación de este tipo no es fácil, y no sé si hasta cierto punto es aconsejable o posible. Pero, si en estos tiempos el aprendizaje a distancia ha venido para quedarse, deberíamos intentar, dentro de lo posible, hacer ver a nuestros estudiantes la necesidad de mantener el contacto con ellos y entre ellos de la mejor manera posible. Quizás para grandes clases magistrales, las cámaras abiertas no serían indispensables, pero sí lo serían para otras actividades en las que la participación de los estudiantes es necesaria y beneficiosa.

En cualquier caso, dentro de nuestras posibilidades, hay que intentar que las cámaras apagadas no se conviertan en la norma común, desconectando definitivamente el alumnado del profesorado.

Bibliografía / References

1. Leung HTT, Bruce H, Korszun A. To see or not to see:should medical educators require students to turn on cameras in online teaching? Med Teach 2021;Jan 21:1-3. doi:10.1080/0142159X.2021.1873258. [Online ahead of print.] [ Links ]

E-mail: jpales@ub.edu

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