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Index de Enfermería

versión On-line ISSN 1699-5988versión impresa ISSN 1132-1296

Index Enferm vol.21 no.1-2 Granada ene./jun. 2012

https://dx.doi.org/10.4321/S1132-12962012000100019 

MISCELÁNEA

DIARIO DE CAMPO

 

De nuevo juntas

Again together

 

 

Miguel García Fernández1

1Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales. Hospital Universitario La Paz, Madrid, España
michel@cocoguawa.com

 

 

 

Las redes sociales facilitan el reencuentro de una mamá de gemelos con el enfermero que les cuidó en la unidad de neonatos. Entre incubadoras y rígidas normas de comunicación, una audaz decisión les uniría para siempre en el recuerdo.

 

 

"La mamá de las gemelas es un poco rara". Fue lo primero que escuché sobre Carla el día que entré en la unidad después de varios días de vacaciones. Cuando pregunté por qué decían eso la respuesta fue simple y directa: "viene con su hermana, debe ser madre soltera".

Carla era una mujer de nacionalidad española, con estudios superiores y un cargo de responsabilidad en una empresa solvente. Con 35 años decidió ser madre y se sometió a un tratamiento de fertilidad mediante inseminación con semen de donante. Carla no contaba con mucho apoyo familiar, era huérfana y su principal apoyo en este proyecto de vida era su hermana, que estaba asentada con su familia fuera de la península. Los únicos familiares cercanos que vivían en la misma provincia eran unas hermanas de sus padres, de edad avanzada, y que la propia Carla no contaba entre sus elementos de apoyo.

Cuando habían pasado 26 semanas de embarazo, Carla sintió que algo no iba bien, acudió al servicio de urgencias de obstetricia de nuestro hospital donde se diagnosticó una amenaza de parto prematuro. Los fármacos para parar el trabajo de parto no fueron eficaces y horas más tarde Carla daba a luz a dos niñas, Carmen y Teresa, que eran ingresadas inmediatamente en nuestra unidad de cuidados intensivos neonatales (UCIN).

 

Por cuestiones de ocupación y de distribución de pacientes en la unidad, las gemelas fueron ingresadas en dos incubadoras ubicadas prácticamente en los dos extremos de la UCIN. Cuando Carla pudo bajar de la planta de maternidad a la UCIN para ver a sus hijas se encontró con que estaban separadas y que para verlas a las dos tenía que desplazarse por toda la UCIN. De forma precoz Carla comenzó a hacer método canguro con sus hijas, en ese momento apareció otro problema, si pasaba varias horas haciendo canguro con una de las niñas dejaba "abandonada" a la otra durante todo ese rato. Para ella era algo frustrante, estar a apenas unos metros de su otra hija y no poder ni mirarla. Ella estaba informada de los beneficios del canguro y dividía todo su tiempo en sacar de la incubadora por la mañana a una niña y por la tarde a la otra.

El día que comencé a trabajar con Carla yo tenía asignada a Carmen, al estar separadas por varias incubadoras otra compañera de la unidad tenía asignada a Teresa. Esa tarde dediqué una buena parte del tiempo a charlar de forma distendida con Carla, hablamos sobre lactancia, sobre crianza y sobre el método canguro. En el contexto de esta conversación Carla manifestó sus sentimientos sobre tener a sus hijas separadas, le transmitía una sensación de soledad, le daba la sensación de que las niñas se sentían solas en la incubadora sin su hermana. A lo largo del turno le dimos el alta a otro niño que estaba ubicado en el espacio adyacente a Carmen y entonces surgió la idea de trasladar a Teresa junto a su hermana. El proceso fue lento, preparar el hueco, poner de acuerdo al equipo de enfermería y obtener el beneplácito del equipo de guardia, pero finalmente antes de llegar el turno de noche las gemelas estaban en espacios adyacentes.

Al día siguiente, al llegar a la UCIN, Carla se encontró con el cambio y se mostró agradecida e ilusionada, podía hacer canguro con una de sus hijas mientras contemplaba a la otra dentro de la incubadora. Esa tarde estaba otra vez de turno y de nuevo tenía asignada a Carmen, además también me asignaron a Teresa, ya que ahora estaban adyacentes. Fue entonces cuando le propuse a Carla hacer algo diferente a lo que estábamos haciendo otros días, sacar a las niñas a la vez a canguro. Carla se mostró sorprendida por la propuesta, manifestó su miedo sobre la técnica y preguntó si era bueno para las niñas. Le expliqué que la técnica no tenía mayores riesgos que haciéndolo de forma individual, el único problema podía ser que una hermana le arrancara a la otra algún sensor o sonda pero que era un riesgo menor que no iba a ocasionar problemas en las niñas. Carla estuvo de acuerdo, estaba ilusionada y confiaba en nuestro criterio. En primer lugar sacamos fuera de la incubadora a Carmen, la colocamos sobre el pecho desnudo de su madre y tras dejarla cómoda y correctamente monitorizada nos dispusimos a sacar a Teresa. En menos de cinco minutos Carla tenía a sus dos hijas sobre su pecho. "Volvemos a estar juntas" dijo cuando le pregunté cómo se encontraba. Esa tarde Carla estuvo exultante, incluso nos pidió que le hiciéramos varias fotos con su teléfono para guardar ese momento.

Mi rotatorio de trabajo terminó y no volví a ver a Carla ni a sus hijas en varios días. Cuando volví al trabajo, al entrar en el pasillo de la unidad me encontré con Carla llorando frente a la puerta de la UCIN, junto a ella estaba su hermana. "Teresa ha muerto" fueron sus palabras. Dos días antes Teresa había experimentado un rápido y repentino deterioro, le diagnosticaron una enterocolitis y los cirujanos determinaron que no se podía hacer nada, la niña iba a morir. Se propuso a la madre limitar el esfuerzo terapéutico e instaurar medidas paliativas para aliviar el dolor de la niña. Carla tomó la decisión más difícil de su vida y aceptó las medidas paliativas. Teresa moría 24 horas después.

La pérdida de un hijo es algo inimaginable, es algo que va contra nuestra naturaleza. Carla comenzó su duelo con total entereza, segura de que se había hecho todo lo posible y consciente de que tenía otra hija en otra incubadora, tenía un motivo para seguir adelante. Recuerdo que le dije "el tiempo de Teresa ha sido breve, pero ha sido suficiente para darnos muchas cosas, mantén su recuerdo vivo y lucha por tu otra hija".

Carla continuó siendo para todos una madre "rara y demandante". Yo no volví a tener a Carmen a mi cargo, aunque sí continué teniendo un trato familiar y agradable con Carla, charlábamos en el pasillo, me contaba los avances del proceso, me interrogaba con preguntas sobre el futuro de su hija. Para mí siempre fue una madre valiente y entregada a su hija, coherente con la decisión que tomara un día de ser madre soltera. Casi tres meses después de morir Teresa, Carmen salía del hospital con el alta, desde ese día no volví a verlas.

Dos años después, mientras preparaba un curso sobre la pérdida en neonatología, recordé a Carla y a sus hijas y deseé tener una copia de aquella instantánea que había tomado cuando las tres pasaron unas horas juntas por última vez. Fue por azar que en una red social, a través de una asociación de padres de niños prematuros, encontré a Carla. Ella se puso muy contenta de retomar el contacto, yo también. Le pregunté sobre cómo le iban las cosas, sobre Carmen, me enseñó fotos de su hija, que estaba muy bien, que era una niña normal. Entonces encontré una foto muy especial. Entre las fotos que Carla enseñaba a todos sus amigos y familiares estaba aquélla en la que habíamos capturado el reencuentro de su peculiar familia; la única foto en la que estaban las tres, la madre y las hijas. Al pie de esa foto había una frase "¿Quién me iba a decir que iba a tener una niña y un ángel?, os amo princesas".

La familia de Carla fue la primera familia monoparental voluntaria con la que trabajé. Desde entonces, bien porque soy más consciente de esa opción de vida o bien porque el fenómeno es más habitual, he podido trabajar con otras familias similares, eso sí, siempre tengo en mi cabeza esa instantánea de Carla y sus hijas, como un modelo de lo que significa decidir tener hijos para entregarles la vida de uno mismo. De la misma forma es casi una obsesión intentar que esas familias tan especiales no estén separadas que, aunque su llegada al mundo sea anómala o precipitada, vuelvan a estar juntas lo antes posible.

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