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Dynamis

On-line version ISSN 2340-7948Print version ISSN 0211-9536

Dynamis vol.31 n.1 Granada  2011

 

RESEÑAS

 

 

Juan Pimentel. El rinoceronte y el megaterio, un ensayo de morfología histórica. Madrid: Abada Editores; 2010, 316 p. ISBN 978-84-96775-67-1, € 18,27.

En los últimos años, la visión del mundo animal desde una perspectiva culturalista ha sido un tema que cada vez despierta un mayor interés por parte de los historiadores españoles, al menos si utilizamos este término en sentido amplio e incluimos a quienes abordan el pasado desde la filosofía, la literatura, el arte o la ciencia. Es cierto que en España partimos con un cierto retraso (de hecho, obras ya clásicas, como Man and the natural World de Keith Thomas, o Les animaux ont une histoire de Robert Delort, ni siquiera han sido traducidas al castellano), y de ello da fe la escasa atención que al mundo hispánico presta la obra colectiva coordinada por Linda Kalof y Brigitte Resl, A cultural history of animals, que en seis volúmenes publicara la editorial Berg Publishers en el año 2007. Pero no lo es menos que parecen detectarse algunos síntomas que indican que esta situación de relativo desinterés comienza lentamente a cambiar, siendo una buena muestra de ello la celebración en este ano de 2010 de dos congresos a cargo respectivamente de las universidades de Castilla-La Mancha y de Cádiz cuyo denominador común es la visión de los animales a través del tiempo, las traducciones de obras como La jirafa de los Medici (Barcelona: Gedisa; 2006) de Marina Belozerskaya, o El oso. Historia de un rey destronado de Michel Pastoureau (Barcelona: Paidós; 2007), las magníficas aportaciones de Carlos Gómez-Centurión, profesor titular de historia moderna en la Universidad Complutense de Madrid, sobre el coleccionismo de animales exóticos en la España dieciochesca, o la publicación de la obra que en estos momentos nos ocupa, debida a la pluma de Juan Pimentel Igea, científico titular del Instituto de Historia del CSIC, y que ya dio sobradas muestras de su buen hacer en ese magnífico libro Testigos del mundo: ciencia, literaturay viajes en la Ilustración (Madrid: Marcial Pons; 2003).

Desde Plutarco hasta el Richelieu y Olivares de Elliott, el género de las vidas paralelas ha constituido uno de los terrenos más fértiles para realizar historia comparada. Pero a muy pocos, al menos que conozcamos, se les había ocurrido realizar ese ejercicio intelectual en el ámbito animal, y esta es una de las no pocas virtudes del libro que va a ocupar en estos momentos nuestra atención. Porque, efectivamente, se nos muestran dos trayectorias muy similares: la de dos animales que durante mucho tiempo solamente existieron en la imaginación y que representaron una válvula de escape a lo fantástico, lo exótico y lo prodigioso. Un rinoceronte, Ganda, llegado a Portugal procedente de la India, enviado al Papa, y naufragado junto con el barco que lo transportaba hacia Italia en 1516, que nos evocaba el legendario Oriente, considerado desde los griegos como la tierra de maravillas por excelencia; y un megaterio (bueno, al principio, según el dibujo realizado por Juan Bautista Bru en 1796, un cuadrúpedo muy corpulento y raro) que nos retrotraía a un mundo perdido (pequeño homenaje al fantástico relato de Conan Doyle) en el pasado más lejano.

Y es una Ilustración que está dando sus últimos coletazos la que debe hacer frente al desafío que representa una especie absolutamente desconocida, el megaterio, la cual, en un primer momento, es imaginada y reconstruida utilizando los referentes existentes. Paradójicamente, sería un ámbito relativamente poco considerado en la cultura europea del momento, el espanol, el que acometería el primer esbozo de recreación de la nueva criatura, a través del Real Gabinete de Historia Natural de Madrid, adonde llegaron los restos de nuestro animal, procedentes del Río de la Plata, en 1788, aunque fuese el gran naturalista francés Cuvier quien acabara bautizándolo y desentrañando algunos de sus misterios.

Tal como pone de relieve el autor en numerosas ocasiones, la ciencia es, muchas veces, recreación, imaginación e inventiva, y no siempre la constatación empírica de datos e informaciones absolutamente incuestionables. También una construcción social, en la cual el peso de la tradición cultural existente es, en muchas ocasiones, absolutamente decisivo, y no tanto el heroísmo intelectual demasiadas veces reflejado en la tradición historiográfica whig según la cual individuos solitarios armados con la sola fuerza de su razón y su intelecto hubieron de abrirse camino entre las tinieblas de la ignorancia, la superstición y el fanatismo, afirmaciones todas ellas muy queridas desde la Ilustración y que se convertirían en mito en un siglo XIX que consagró la idea de la objetividad del científico, objetividad que, tal como han mostrado muy recientemente Peter Galison y Lorraine Daston (Objectivity, 2007), se ha desvelado como una quimera imposible de alcanzar.

Libro original, evocador, muy bien construido, y maravillosamente escrito (la erudición y el rigor no tienen porqué estar reñidos con la amenidad, aunque en el mundo académico muchos parecen estar empeñados en demostrar lo contrario), la obra de Pimentel constituye además una reflexión acerca de porqué sabemos lo que sabemos, continuando, en este sentido, los fecundos planteamientos revisionistas sobre la historia de la ciencia que ofrece, como uno de sus mejores exponentes, la obra de Steven Shapin La revolución científica. Una interpretación alternativa. Tiene la virtud de mostrarnos que la ciencia y la historia no constituyen disciplinas tan lejanas, porque, a la postre, ambas reflexionan acerca de lo que nos rodea, en el presente, y en el pasado, y somos los seres humanos los que hemos clasificado, desmenuzado y etiquetado los saberes, lo que no pasa al fin y al cabo, de ser una construcción cultural, siendo herederos en este sentido, de una tradición decimonónica que consagró la división entre ciencias y letras, olvidando que el mundo que nos rodea (o, por decirlo más exactamente, lo que percibimos del mismo) es único, y somos nosotros los que lo parcelamos. Lo que no era así en el siglo XVIII, señalando al respecto la publicación periódica Variedades de ciencias, literaturay artes (tomo III, 1803, p. 6) como "se sabe generalmente que todos los conocimientos humanos son ramas de un mismo árbol, nacidas de un mismo origen, y unidas entre sí por un tronco común, que se fortifican y enriquecen los unos con los otros, y que si las ciencias dan gravedad y solidez a las letras y a las artes, las letras a su vez amenizan la austeridad de las ciencias, y las hacen mas comunicables". Cualquier lector, especialista o curioso, que se enfrente a este libro, acabará su lectura con más preguntas que respuestas, lo cual, al fin y al cabo, es lo mejor que le puede pasar a un libro de historia.

Arturo Morgado García, Universidad de Cádiz

 


 

Guillemette Bolens. Le style des gestes. Corporéité et kinésie dans le récit littéraire. Lausanne: Éditions BHMS (Bibliothèque d'histoire des la médecine et de la santé); 2008, 156 p. ISBN: 978-2-9700536-7-5, € 24.20.

In her book Le style des gestes. Corporéité et kinésie dans le récit littéraire, Guillemette Bolens gives an account of how literary narratives can provide models of a corporeality that is not self contained. Bolens teaches Medieval Literature at the University of Geneva and her research interests include the history of the body and corporeal logics in classical and medieval as well as in contemporary literature. In this most recent book, she comes up with a comparative approach that comprises a vast variety of sources from disparate historical periods and different media, in order to develop the outline of a specific type of knowledge that is situated in the corporeal.

Bolens begins her endeavour with the analysis of a painting by Jean Baptiste Siméon Chardin depicting a child (one Auguste Gabriel Godefroy) standing at a table, immediately after having thrown a top. The top is now spinning while the child observes it. In this painting, Bolens points out a series of details, the most significant of which is the child's right hand that now rests on the table area, thumb and index finger still touching, upholding, as it were, the tension required to throw a top, and ready to repeat the same movement. The question she raises is concerned with what it is that qualifies this painting as the depiction of a trajectory, namely of a gesture in the emphatic sense of the word. How come that, as a spectator, one intuitively knows what is going on in this picture, even though it is, by its nature, static? What kind of knowledge does the intelligibility of gestures as such presuppose?

This problem, which seems to be the starting point of Bolens' undertaking, calls for a notion of kinetic intelligence: "Sans l'intelligence kinésique de celui qui regarde, la toupie ne tourne pas et l'image reste lettre morte" (p. 4) -It is this notion of kinetic style ("style kinésique"), which, in Bolens' account, Chardin's painting stands for paradigmatically. Bolens differentiates between kinesthetics, meaning the proprioceptive sensation of one's own movements, and kinetics, which denotes the perception of movements from without. Referring to ongoing research in neurosciences and cognitive sciences, she also introduces the concept of simulation, which functions as an intermediate process, namely as evocation of kinesthetic responses in the absence of an actual stimulus. Bolens' intention is to establish this concept of kinetic style as a tool for the analysis of narrative texts or, more precisely, of narrated gestures in literary texts. Simulation then becomes a key-concept insofar as it stands for a mode of semantisation that proceeds by recognition - of, for example, a description of features or bodies in a given situation - and anticipation of how these features or bodies tend to develop, based on the readers sensomotoric memory. As an example Bolens quotes a phrase of Marcel Proust's À la recherche du temps perdu: "À peine arrivions-nous dans l'obscure antichambre de ma tante que nous apercevions dans l'ombre, sous les tuyaus d'un bonnet éblouissant, raide et fragile comme s'il avait été de sucre filé, les remous concentriques d'un sourire de reconnaissance anticipé. C'était Françoise (...)" The narrator, as Bolens puts it in narratological terms, here adresses an instance she calls the "narratee" (le narrataire). The narratee can be seen as a role implied by the narration charged with the task of the said semantisation, a role the reader can either assume or fail to do so, the latter being tantamount to not grasping the narrated gesture as such.

Bolens develops her conception of kinetic intelligence and its role for the narrative genesis of meaning by presenting a series of readings of canonical narrative texts from different historical periods. Besides the above-mentioned Proust, one chapter is dedicated to representations of the body, more precisely of hand and mouth (metonymies, as it were, of speech and gesture) in James Joyce's Ulysses (1. Le corps en littérature), a second one to the 13th century work La Queste del Saint Graal as well as other realisations of the grail legend (2. Tropes kinésiques et verbes d'action). In this chapter, Bolens develops a theory of metaphor that, in succession to approaches by Maurice Merleau-Ponty, conceives sense as always already ahead of itself and, as it were, rather vectorial than self contained, thus undoing the distinction between literal and transferred, figurative meaning as well as between the corporeal and the mental (see p. 50). The third chapter treats the different versions of the Legend of Lucrece from the Antiquity to the Renaissance, focusing on the transformations of the structure of the emotional category designated by the term "vergogne", an emotion thought to render possible social relationships through the internalised inhibition of impulses (3. Vergogne et blessure sociale dans la légende de lucrèce). Following Emmanuel Lévinas by developing the concept of face, as the epitome of the subject's susceptibility to (social, i. e. verbal) injury, Bolens leads over to an analysis of the late 14th century text Sir Gawain and the Green Knight. In this fourth chapter (4. La face et les ambiguités de l'exploit: Sir Gawain and the Green Knight), Bolens presents a reading of the Middle English text that highlights the intimate connection of language and gesture in the activity of fabrication: "Le langage ne s'explique pas comme uns systeme de symboles abstraits qui suivrait des règles autonomes vis-à-vis de l'action pratique. Au contraire, le langage fait partie de ce, système d'action' (...) par lequel l'environnement est "manipulé, modifié, organisé et créé"" (p. 127). With Merleau-Ponty, Bolens holds that "[o]n ne peut dire de la parole ni qu'elle est une "opération de l'intelligence" ni qu'elle est un "phénomène moteur": elle est tout entière motricité et tout entière intelligences (Merleau-Ponty, see Bolens p. 128).

Here, Bolens reformulates what seems to be her main concern, namely a notion of corporeality which is not self contained, but rather by its nature exposed to contingencies of all sorts. The corporeality at stake is not so much supposed to be represented in the analysed texts as it is implied by them in the way they address the reader. The narratological difference between showing and telling as two distinguishable dimensions of narrative texts opens a space in which, ultimately, alterity can be thought. Bolens indicates the ethical or political implications hereof - though they remain somewhat underexposed - by quoting Giorgio Agamben's almost existentialist plea of the human as not an essence and not an actual "thing in the proper sense of the word", but rather "the simple fact of the own existence as possibility or potentiality" (p. 130). Alongside with Agamben, she also refers to Judith Butler's description of a conditio sine qua non of psychoanalytic transference, being "[t]he fact that [in speaking, Y. A.] we always show something more or different than what we mean, and that we hand this unknowing part of ourselves to another to return to us in ways that we cannot anticipate in advance." (p. 128; see also Judith Butler. Undoing Gender. New York/London: Routledge; 2004, p. 173).

In a concluding chapter, these are the leitmotifs in Bolens' analysis of the cinematic works of Jacques Tati, and it is especially this last chapter that renders obvious the problems that afflict Bolens' approach. Bolens seems to assume that narrations always already evoke images in their readers and that this sort of response - which she, as mentioned, describes as simulation - can be viewed as a transhistorical factor. But in doing so, she fails to address the problem that reading as well as writing, as cultural activities, might in a crucial way be influenced and transformed by historically locatable media technologies, and that abilities such as proprioceptive sensibility as well as the experience of time, as elements of those activities, have a history of their own. Movement, one could therefore presume, changes its character and becomes epistemologically accessible in the first place as an effect of the emergence of cinematography, which on its part can be seen as having its origin in the human sciences of the late 19th century. (For extensive research on this topic see: Stefan Rieger. Kybernetische Anthropologie. Eine Geschichte der Virtualitãt. Frankfurt/M.: Suhrkamp Verlag; 2003). Cinema, as Walter Benjamin already pointed out in his essay on The Artwork, introduces new ways not only of writing, but also of perceiving. Bolens' argumentation, though she declaredly intends to consider "les paramètres historiques et anthropologiques des gestes d'un récit" (p. 9), seems to fall short of considering the historicity of the human perception apparatus as well as literary writing practices when she hypostatises a natural response to narrative texts. Also, the specific difference between media - a difference Bolens does not completely ignore (see p. 138) - and the interferences between them, in fact the transfer from image to text and from imagination to words and vice versa, can be shown to be subject of specific discourses since the late 19th century (in which at least Proust and Joyce partake), involving brainphysiologists, physicists and psychologists (see Peter-André Alt. Kafka und der Film - Über kinematographisches Erzählen. München: C. H. Beck; 2009). Forgetting the historicity of findings that ultimately originate in these discourses and applying them as analytical instruments, would constitute precisely the kind of essentialism - in Agamben's words: the regarding of the human as a thing - that Bolens' book apparently intends to counteract.

Yanik Avila, University of Erfurt

 


 

Adriana Álvarez. Entre muerte y mosquitos. El regreso de las plagas en la Argentina (siglos XIX y XX). Buenos Aires: Ed. Biblos [Colección Investigaciones y ensayos]; 2010, 219 p. ISBN 978950-786-786-6, US$ 10,44.

La fecundidad de los estudios de historia en la Salud Pública, en terminologia de Alfons Labisch, se pone, una vez más, de relieve en la monografía que reseñamos y así lo hace explicito, en la contraportada del libro, el experto en medicina social y director de la Maestría en Salud Pública de la Universidad de Buenos Aires, Mario Rovere. Tomando como punto de partida el problema actual del dengue en varias provincias argentinas, y el hilo conductor que plantean los estudios sobre enfermedades emergentes y reemergentes, entre ellas el paludismo, la perspectiva histórica se transforma en una herramienta privilegiada para entender y abordar con éxito problemas de salud actuales, tal y como, de forma muy lúcida, se ha expuesto varias veces y parece ser una de las señas de identidad de los mejores historiadores que trabajan en el campo de la salud pública (Perdiguero, Enrique; Bernabeu, Josep; Huertas, Rafael; Rodríguez-Ocaña, Esteban. History of Health. A valuable tool in Public Health. JECH. 2001; 55: 667-673).

La autora es profesora de historia en la Universidad Nacional de Mar del Plata, investigadora del CONICET y codirectora del grupo de investigación sobre historia social argentina (HISA). Su trabajo hay que encuadrarlo en el pujante movimiento historiográfico latinoamericano de las dos últimas décadas con investigadores procedentes de Perú, Argentina, México, Colombia o Brasil, cuyos trabajos, por ejemplo, sobre historia de las enfermedades en contextos locales y de la salud pública internacional son, en algunos casos, referentes obligados en la historiografia médica reciente. La edición de revistas tan prestigiosas como História, Ciências Saúde - Manguinhos, la celebración de los Talleres de Historia Social de la Salud y la Enfermedad, cuya cuarta edición tuvo lugar en agosto de 2010, y los excelentes resultados en investigación así lo atestiguan.

Véase, por ejemplo, el dossier publicado hace pocos anos en Dynamis (Cueto, Marcos, ed. Instituciones sanitarias y poder en América Latina. Dynamis. 2005; 25: 47-311).

El origen de la monografía que nos ocupa fue el trabajo presentado para optar al grado de doctora que, como ella misma comenta, ha supuesto un cambio de rumbo en su línea de investigación ya muy consolidada sobre estudios de enfermedades, biografías de sanitarios o de poblaciones marginalizadas en Buenos Aires y Mar del Plata, para adentrarse en el campo de la salud pública en el marco rural centrado en las provincias nortenas. El clarificador prólogo de Anne-Emanuelle Birn, investigadora de la Universidad de Toronto, autora de trabajos sobre historia de la salud pública en México y el papel desempeñado por la Fundación Rockefeller en temas relativos al paludismo, es una excelente presentación del contenido del volumen que, probablemente por su origen académico, está perfectamente sistematizado y, pese a incluir un elevado número de trabajos eruditos con fuentes de procedencia periodística, publicaciones oficiales, tesis doctorales inéditas del periodo estudiado y un importante paquete de fuentes archivísticas (en especial las provenientes del Archivo General de la Nación), se lee de forma fluida.

Algunos de los aspectos más interesantes planteados en la obra, van más allá del trabajo de campo, por lo demás importante y muy estimable, para contribuir a temas historiográficos de orden más general como el de las tradiciones científicas autóctonas y las importadas, los centros y las periferias. En el caso que nos ocupa, la autora es muy consciente de ello a lo largo de toda la monografia y, como ella misma indica, enlaza con lo planteado en otros trabajos entre los que cita, de modo preferente, el editado por Gilberto Hochmann y Diego Armús: Cuidar, controlar, curar. Ensayos históricos sobre saúde e doença na America Latina e Caribe (Río de Janeiro: Fiocruz; 2004). Ello no significa dejar de reconocer la herencia y la influencia de la ciencia europea en las investigaciones sobre paludismo, pero sí que se hace necesario situarlos en su justa medida, identificar las aportaciones originales y, sobre todo, ver cómo la lucha antipalúdica en territorio argentino se vio claramente influenciada por dichas novedades autóctonas como el conocimiento en profundidad de los tipos, características y hábitos de los anofelinos, así como de los entornos geográfico y social, lo que dio lugar a estrategias preventivas y terapéuticas diferentes en algunos rasgos importantes, a las habituales desarrolladas en el entorno europeo. Este proceso, por otro lado, se vincula muy directamente con el llevado a cabo en otro marco geográfico bien conocido como el brasileño a través de los trabajos de Adolfo Lutz y Oswaldo Cruz como figuras representativas.

La reconstrucción, desde la historia social, de la lucha antipalúdica, es uno de los aspectos programáticos del trabajo: "no es lo mismo intentar una historia de la salud pública que colocar la salud pública en la historia" (p. 188). De ese modo, el contexto social y medioambiental no es un puro añadido adicional, sino que forma parte esencial del entramado de la investigación. De ese modo, el problema de las migraciones internas (la presencia de los ingenios azucareros producia la consiguiente población "golondrina" que "bajaba" para la cosecha desde el altiplano argentino y boliviano todos los ahos hacia el fin de la primavera), la falta de mano de obra por la escasez y dispersión de la población, en algunas zonas, el papel desempeñado por las modificaciones para la introducción de las vías férreas, el aumento de la superficie destinada al cultivo de la zafra o el organigrama organizativo de la salud pública institucional relativa a la malaria en relación con las circunstancias politicas cambiantes, son esenciales para la comprensión del problema sanitario específico. En último caso, el trabajo muestra de forma muy clara la coincidencia y la conexión de los brotes palúdicos, con la construcción de un estado nacional y del proyecto modernizador del país desde finales del siglo XIX. La inscripción de la lucha antipalúdica en el marco de los modos de producción y de los bloques políticos que se sucedieron en el noroeste y en el noreste argentino coloca a este trabajo en la mejor tradición de la medicina social, como señala muy acertadamente el citado Rovere en la contraportada del libro.

Para desgranar y profundizar en estos aspectos, Álvarez divide la exposición en cinco grandes capítulos, tras una buena introducción con una bibliografia secundaria actualizada y bien escogida. De ese modo, en una primera fase (cap. 1) se nos presenta cómo la preocupación por la falta y calidad de la mano de obra necesaria para los ingenios azucareros -en gran medida debida al azote de las fiebres palúdicas en la población potencialmente disponible para este trabajo-, fue el acicate fundamental para poner en marcha los primeros programas de intervención sanitaria en el medio rural, así como las primeras investigaciones y medidas legislativas como la primera Ley Nacional Antipalúdica de 1909. A partir de ahí, la consolidación de la malaria como cuestión pública entre 1920 y 1930 (cap. 2), incluye elementos de gran interés como la novedad y el significado para explicar la presencia de la enfermedad, tras la aparición del cultivo del algodón como un nuevo tipo de actividad agraria. En otro orden de cosas se analiza el papel desempehado por la Fundación Rockefeller y, en general, la influencia internacional en la puesta en marcha y desarrollo de las políticas antipalúdicas, con un recorrido sobre la presencia y/o ausencia del país en las convenciones sanitarias internacionales de las repúblicas americanas. Hay una breve alusión a eugenesia y paludismo que, por su interés y posibilidad de ser contrastada en otros marcos geográficos, merecería ser objeto de un mayor grado de profundización en trabajos posteriores.

"Medio ambiente y malaria" (cap. 3) se inicia con el estudio de los aspectos más técnicos de las medidas de saneamiento rural puestas en marcha desde los anos treinta, momento en el que se produjo un rebrote de la enfermedad, e intenta responder a una serie de cuestiones como si dicha reemergencia fue debida a la acción de los cambios provocados en los ecosistemas por las actividades humanas especialmente en las regiones norteñas (como la deforestación y el desmonte con el objetivo de expandir las tierras cultivables o la alteración de los sistemas fluviales) o al fracaso de las estrategias en las políticas sanitarias. Entre 1930 y la década de los cincuenta, en un contexto muy complejo, se plantea la utilización política de la lucha frente al paludismo (caps. 4 y 5). Se estudia de ese modo como el movimiento peronista modificó sustancialmente las políticas de salud pública, dando carpetazo final a las campañas antipalúdicas anteriores, para reemplazarlas por el uso del DDT y desarticular la red sanitaria rural montada, con la aparición en 1949 del Ministerio de Salud Pública mediante la que se reorganizan todos los servicios médicos de salud. La autora de la monografía analiza muy detenidamente la figura y la obra de Carlos A. Alvarado, personaje clave en este proceso. Las catorce páginas finales del libro, en las que se incluyen conclusiones y epílogo, resaltan, de forma muy didáctica, lo que son los puntos clave del trabajo de investigación.

Rosa Ballester, Universidad Miguel Hernández

 


 

Lara Freidenfelds. The modern period: menstruation in twentieth-century America. Baltimore: Johns Hopkins University Press; 2009, 242 p. IBSN-10: 0-8018-9245-7; IBSN-13: 978-0-8018-9245-5, US$ 60,00.

The modern period es un estudio historiográfico sobre la menstruación en Estados Unidos, durante siglo XX, resultado de la tesis doctoral de Lara Freidenfelds, y con el que obtuvo su título de doctora en historia de la ciencia en la Universidad de Harvard. Como ella misma señala en el ensayo sobre las fuentes (último apartado del libro), el interés científico por la historia de la menstruación se inició en Estados Unidos en la década de 1970, con los primeros trabajos de historia cultural centrados, principalmente, en el siglo XIX. En este mismo periodo, se empezaron a publicar trabajos feministas de divulgación sobre la historia de la menstruación. La producción historiográfica más reciente se acerca al siglo XX y analiza las prácticas culturales relacionadas con el cuerpo y su disciplinamiento desde la perspectiva historiográfica feminista o inspirada en trabajos de Michel Foucault. The modern period se inscribe en esta línea de estudiar la historia de la menstruación centrada en el control social sobre el cuerpo en relación con la posible agencia o placer que puede potenciar. Freidenfelds, gracias a la incorporación de la historia oral en su trabajo, hace visible no solamente los discursos y prácticas sociales sobre menstruación moderna sino, también, la perspectiva de las mujeres como receptoras y usuarias de nuevas tecnologías menstruales introducidas en Estados Unidos en las décadas de 1920 y 1930.

Como demuestra Freidenfelds a lo largo del libro, el último siglo fue un periodo marcado por importantes cambios en relación con las maneras de explicar y vivir la menstruación. La experiencia moderna de menstruar se fue modelando a partir de la década de 1920 con la incorporación de compresas desechables y tampones como nuevas tecnologías de controlar el sangrado, con la divulgación cada vez de mayor alcance de conocimientos relacionados con la regla y con la transición de los discursos sobre la menstruación de un periodo de especial fragilidad de las mujeres a la normalización de la menstruación en las rutinas de trabajo y ocio. Freidenfelds analiza estos cambios de las prácticas relacionadas con la menstruación vinculándolas con las exigencias sociales de poseer un cuerpo moderno: una visión del cuerpo cuya vigilancia y autocontrol fue imprescindible para poder identificarse con el ideal de la clase media al que aspiraban estadounidenses de diferentes clases sociales. Además, la autora vincula la menstruación moderna con otros acontecimientos sociales del siglo XX como la revolución sexual, la segunda ola del feminismo o el surgimiento de la cultura de productos desechables.

El libro se compone de cinco capítulos, las conclusiones, un apéndice metodológico y un ensayo sobre las fuentes. Tras una breve introducción en la que la autora plantea los principales objetivos del trabajo, en el primer capítulo se resumen los discursos sociales y las prácticas relacionadas con la menstruación así como las tecnologías utilizadas para su gestión a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, el periodo anterior a la modernización de la menstruación. Durante este tiempo, el sangrado, percibido como algo embarazoso y a ocultar, fue principalmente afrontado por medio de compresas caseras de tela de uso múltiple, y a las mujeres que menstruaban se las consideraba especialmente vulnerables y se les recomendaba evitar pasar frío, nadar, bañarse o mantener relaciones sexuales. En los capítulos consecutivos, Freidenfelds analiza diferentes aspectos del cambio discursivo y tecnológico sobre la menstruación que tuvo lugar en el siglo XX. El segundo capítulo está centrado en los discursos sobre la menstruación provenientes de divulgadores y educadores sociales, sectores científicos, laboratorios y empresas productoras de compresas y tampones que contribuyeron a divulgar un concepto moderno de la menstruación. En el tercer capítulo se exploran los cambios en las maneras de definir y vivir la menstruación a lo largo del siglo XX con un menor énfasis en la regla como proceso que pueda interferir con la vida diaria de las mujeres. Se presentan en detalle las prácticas y convicciones sociales cambiantes sobre el trabajo, deporte, sexo o bano durante la menstruación, así como las maneras de resolver el dolor menstrual. En la parte final del capítulo, la autora comenta también brevemente el surgimiento de la definición médica del síndrome premenstrual (PMS) en la década de los ochenta. El cuarto capítulo está dedicado a la primera tecnología de gestión de la menstruación de producción comercial masiva: las compresas desechables. Además de presentar la trayectoria de las diferentes mejoras de este producto a partir de su introducción en el mercado estadounidense por Kimberly-Clark en 1921, se analizan distintos aspectos de su mercadotecnia y comercialización, así como contextos de su almacenamiento y uso. La historia de los tampones, otra de las tecnologías de gestión menstrual, está presentada como un breve estudio de caso en el último capítulo del libro. La autora trata los tampones por separado, siendo según ella una tecnología más susceptible de generar conflictos de diferentes tipos. Freidenfelds analiza, por un lado, los debates médicos sobre la seguridad de los tampones tras la introducción de los Tampax como tecnología menstrual en 1936, incluyendo su relación con el síndrome de shock tóxico y, por otro, las controversias de su uso en el contexto de las ideas sobre la virginidad y la sexualidad de chicas adolescentes en las décadas de los cuarenta y cincuenta.

El contenido de alto interés científico, junto con su estilo y una estructura muy clara contribuyen a que The modern period sea un título muy recomendable. Su principal valor añadido descansa en el continuo diálogo que establece entre fuentes impresas y orales, lo que contribuye a que el libro sea una lectura aconsejable no solamente para quienes se interesan por la historia de la menstruación. Será de interés también para quienes se dedican a la historia cultural del siglo XX, la historia del cuerpo o de la clase media. Jóvenes investigadores e investigadoras pueden encontrar en The modern period una fuente de inspiración en sus aspectos metodológicos. Sus ricas fuentes archivísticas como publicidad, publicaciones divulgativas y folletos informativos sobre la higiene menstrual y sus tecnologias a lo largo del siglo XX, se complementan con 75 entrevistas que representan una importante diversidad social (hombres y mujeres de diferentes edades, clases sociales y pertenencias étnicas). Freidenfelds comparte algunos detalles sobre el método que utilizó para realizar las entrevistas y completa su trabajo con una reflexión sobre sus fuentes bibliográficas, cuyo breve examen, en la última parte del libro, facilita que las personas interesadas en la historia de la menstruación puedan profundizar en aspectos concretos.

El libro habría tenido todavía mejor factura con un mayor uso de imágenes. Los capítulos centrales reproducen interesantes folletos de la época, de los que la autora hace un excelente análisis, sin embargo no hay ninguna imagen en los capitulos dedicados a las tecnologías de la menstruación. La experiencia de dejar de menstruar (en la postmenopausia o por otros motivos) es completamente ignorada en The modern period. En cambio, en el segundo capítulo del libro se presta mucha atención a la primera menstruación, una experiencia quizás más pública, a la que se le dedicaron, a lo largo del siglo XX, diferentes publicaciones dirigidas a educadores y a las mismas niñas. En el apartado, dedicado al método de las entrevistas y el uso de la experiencia en la historiografia, Freidenfelds hace referencia a las aportaciones teóricas de reconocidas historiadoras feministas como Joan Scott o Kathleen Canning. Aunque The modern period puede clasificar-se, en mi opinión, como un trabajo que sigue su linea, incorporando de manera muy acertada la perspectiva de género y, además, teniendo en cuenta otros ejes de desigualdad como clase social o etnia, se echa en falta un posicionamiento más explicito de la autora ante estas y otras posturas teóricas que maneja en el libro. A pesar de ello, The modern period se defiende como un excelente estudio cientifico y una obra muy inspiradora.

Agata Ignaciuk, Universidad de Granada

 


 

Eduardo L. Menéndez. De sujetos, saberes y estructuras: introducción al enfoque relacionai en el estudio de la salud colectiva. Buenos Aires: Lugar Editorial; 2009, 311 p. ISBN: 9789508923455, US$ 10,44.

"Considero que el principal aporte de la antropología actual ha sido el de focalizar el estudio de lo obvio, de lo que está tan cerca que no lo vemos, de externar nuestra interioridad para poder observarla desde dentro y desde afuera y en consecuencia hacer surgir obviedades". Con estas palabras, Eduardo Menéndez concluía la conferencia que le investía como Doctor Honoris Causa por la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona y, a mi entender, esta declaración es el eje que estructura, de manera implicita, toda su carrera profesional e ideológica. Eduardo Menéndez es un antropólogo que conserva y mantiene una visión global y holista propia, de la evolución de la antropología médica crítica internacional y, por este motivo, sus textos como él denomina contienen un modo relacional de hacer antropologia, en el que ningún concepto, ninguna teoria, ninguna aproximación metodológica y ningún proceso es descrito y/o analizado a través de oposiciones sino de articulaciones fruto de las influencias de autores como Gramsci y De Martino así como, también, de corrientes coetáneas de pensamiento como el interaccionismo simbólico de los años sesenta y el feminismo. El presente libro no es una excepción a esta manera relacional de enfocar sus análisis y que tiene por premisa básica el hecho de considerar a la ciencia y a la antropologia, en particular, como un saber construido socialmente a lo largo de una tradición.

Así, pues, los textos que componen el libro tratan sobre problemas, tal y como señala el propio autor en la introducción, que le han acompañado durante toda su trayectoria académica, como son las temáticas de participación social e individual en los procesos de salud/enfermedad/atención; la significación decisiva de la autoatención, a la cual considera el primer nivel real de atención de los padecimientos; la estructura y especialmente las funciones de los modelos médicos; la discusión sobre el uso de conceptos como estilo de vida, asi como las relaciones entre biomedicina, epidemiologia y antropologia como partes necesarias del desarrollo de una epidemiologia sociocultural. Por ende, nos encontramos ante una obra de gran utilidad para salubristas, antropólogos médicos y profesionales sanitarios que trabajan en salud colectiva y que, entre otras cosas, aclara las propuestas del autor sobre el modelo médico hegemónico, sobre autoatención y sobre los usos de conceptos como, por ejemplo, el de hegemonia y subalternidad.

El libro se estructura en cinco capitulos que analizan, desde una perspectiva antropológica, ciertos aspectos teóricos, prácticos e ideológicos de los procesos de salud/enfermedad/atención que no sólo ayudan a comprender la realidad, sino que quieren ser las bases teóricas para ayudar a modificarla. El primer capitulo es un exhaustivo repaso por los fundamentos teóricos del pensamiento de Menéndez respecto a los modelos, saberes y formas de atención y prevención de padecimientos. Entre otros aspectos define conceptos básicos, propone nuevos puntos de vista metodológicos, identifica rasgos de ciertos procesos y contextualiza una serie de puntos de partida con el fin de aportar luz suficiente a su perspectiva en torno a la temática. Dicho capitulo inicial sirve de base para desarrollar el argumento central del libro, a saber, que los sujetos y grupos sociales constituyen el agente que no sólo usa los diferentes saberes y formas de atención, que los sintetiza, articula, mezcla o yuxtapone sino, además, que es el agente que reconstituye y organiza estas formas y saberes en términos de autoatención. Esta constituye no sólo la forma de atención más constante y frecuente sino el principal núcleo de articulación práctica de los diferentes saberes y formas de atención, la mayoria de los cuales no puede funcionar completamente si no se articulan con el proceso de autoatención. Este senalamiento es obvio, pero tiende no sólo a ser olvidado, sino, también, excluido del análisis de los servicios de salud. Con este tipo de aproximación epidemiológica sociocultural, concluye el autor que se posibilita, además, observar cuáles son las formas de atención más usadas y las que tienen mayor eficacia apara abatir, controlar o disminuir determinados danos en términos reales o imaginarios.

Los subsiguientes capitulos complementan y desarrollan este argumento central transitando para ello, como ocurre en el capitulo dos, por otras nociones tales como estilos de vida, riesgos y construcción social que ayudan a comprender la compleja realidad que comprende el objeto de estudio. En el tercer capítulo desarrolla las propuestas en torno a la epidemiología sociocultural mediante la utilización de afirmaciones, experiencias y críticas, mientras que, en el cuarto, dilucida el rol de la participación social como realidad técnica y, también, como imaginario social. Por último, el capitulo quinto trata sobre los lazos, las redes y los rituales sociales como parte consustancial de nuestra realidad y su efecto en las decisiones y prácticas que atañen a la preservación y/o recuperación, o no, de nuestra salud. En los diversos capitulos hay algunas referencias y análisis que se reiteran respecto de ciertas problemáticas, quizá debido a dos razones. Una, tal y como apostilla el propio autor, el subrayar las fuertes conexiones que existen entre los diferentes procesos de salud/enfermedad/atención y la mayoria de los conceptos y metodologias utilizados para entenderlos. Otra, el observar cómo los mismos procesos pueden ser analizados desde problematizaciones y conceptos diferentes aunque, en definitiva, complementarios. El libro, en resumen, es un compendio de materiales del autor, algunos ya publicados hace años, aunque todos revisados, o incluso inéditos, como el útil complemento del capitulo final.

Se trata, en definitiva, de un manual de referencia que expresa las ideas y propuestas de procesos y problemáticas importantes en términos de salud colectiva. Además, el texto sienta las bases conceptuales para pensar dichos procesos y problemas en términos de historicidad, no sólo para comprender mejor las realidades, actores o procesos sociales con los que se suele trabajar, exclusivamente, en términos sincrónicos sino, también, con la lucha que, el propio autor, ha emprendido contra el olvido en muy diferentes campos y sentidos.

Josep Barceló Prats, Universidad Rovira y Virgili

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