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Index de Enfermería

On-line version ISSN 1699-5988Print version ISSN 1132-1296

Index Enferm vol.14 n.50 Granada Nov. 2005

 

MISCELANEA


LA MIRADA

 

El exorcismo
Motavita, Colombia, agosto de 1998
20x30 color

 

Manuel Amezcua
Jefe de B. de Docencia e Investigación. 
Hospital Universitario San Cecilio, Granada, España

Cuando el padre Alvaro invocó a los demonios para que abandonasen los cuerpos de los poseídos, un coro de gritos enfurecidos rompió el silencio de la misa. Fue en mitad de la oración de sanación, un rito salutífero tan eficaz culturalmente como heterodoxo. El obispado de Tunja no ve con buenos ojos las misas de sanación que el padre Alvaro organiza los sábados en su remoto retiro de Motavita. Lo combate con la ignorancia, mientras que los vecinos de la aldea, de apenas doscientas almas, asisten encantados al masivo peregrinaje que anima cíclicamente el pueblo desde los años que hace que llegó el polémico párroco. Hasta veinte y cinco mil criaturas afirma el cura que se han desplazado esta destemplada tarde, después de hacer un recuento colectivo y a voz en alto para dibujar por estados y países el mapa devocional sobre el que ejerce su influencia. Y debe ser verdad, ya que en esta ocasión la ceremonia, concelebrada y con la presencia de las autoridades locales, tiene lugar en la glorieta del parque, puesto que es mucha gente para tan pequeño templo.

Pero no todos los demonios han sido sensibles a las palabras del oficiante. Algunos, seguro que por más viejos, se han hecho fuertes en el cuerpo de sus víctimas y se resisten a abandonarlos. Es el caso de la mujer que aparece en la fotografía, tirada en el suelo sobre un charco de vómito y orín, inmune a los escapularios que rodean su cuello, entregada a la zozobra de la posesión, o de su limitación mental, al decir de algún escéptico. El sacerdote se aposta sobre su cara, esgrime las bendiciones como un guerrero sus armas ante un castillo sitiado. El demonio saldrá tarde o temprano y lo hará por la boca, que es por donde entró. Su asistente lo sabe y se muestra expectante y en tensión extrema, como si estuviera lista para abalanzarse sobre el monstruo. La escena es contemplada por un corro de curiosos más interesados por el espectáculo del exorcismo que por el ceremonial litúrgico.

Carmenza me dijo una semana más tarde que la chica se encontraba mucho mejor. Era una campesina de una vereda cercana que llevaba un tiempo fuera de sí, agobiando a sus padres y a otros rancheros de los alrededores con impertinencias y conductas impropias. Desde que asistió a la misa de sanación de Motavita y le sacaron el demonio dicen que ha recobrado su natural modosidad para tranquilidad del vecindario.

 

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