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Index de Enfermería

On-line version ISSN 1699-5988Print version ISSN 1132-1296

Index Enferm vol.21 n.4 Granada Oct./Dec. 2012

https://dx.doi.org/10.4321/S1132-12962012000300012 

MISCELÁNEA

HISTORIA Y VIDA

 

Cuando la preeclampsia irrumpe inesperadamente en el embarazo: Dolor, miedo y fe en Dios*

When preeclampsia bursts into pregnancy: Pain, fear, and faith in God

 

 

Celmira Laza Vásquez1, Gloria Paulina Pulido Acuña2

1División de Investigaciones. 2Facultad de Enfermería. Fundación Universitaria de Ciencias de la Salud. Bogotá, Colombia

*Este artículo forma parte del proyecto de investigación No. 55-17692 "Experiencias vividas por mujeres gestantes con preeclampsia severa atendidas en el Hospital San José-Bogotá: un estudio cualitativo", financiado por la Fundación Universitaria de Ciencias de la Salud

Dirección para correspondencia

 

 


RESUMEN

La preeclampsia es la alteración de mayor frecuencia durante la gestación y el puerperio, ocasionando una alta morbilidad en el binomio madre-hijo. Sin embargo, las consecuencias de ésta no deben valorarse solo teniendo en cuenta las alteraciones en la salud que ocasiona en la mujer y su hijo, sino también en términos de lo difícil y doloroso que puede ser la vivencia para las gestantes que han tenido que enfrentarse a esta enfermedad. Este es el relato biográfico de una joven estudiante de enfermería que describe su experiencia de enfrentarse a la preeclampsia durante su primera gestación, cuando ésta irrumpió inesperadamente en su anhelada maternidad, generando miedo y angustia por la gravedad que para ella significó la enfermedad y la posibilidad de la muerte de su hija junto con la experiencia de una larga hospitalización. La fe en Dios y la presencia de su compañero se constituyeron en soporte para sobrellevar los amargos momentos vividos.

Palabras clave: Relato biográfico, Preeclampsia, Experiencia, Vivencia, Maternidad.


ABSTRACT

Preeclampsia is the most frequent disease during pregnancy and delivery, causing high morbidity to the maternofetal unit. However, the difficult, painful life experiences of pregnant women who suffered preeclampsia must be kept in mind, beyond their health alterations. This paper offers the biographical account of a young nursery student, who describes her experience while engaging preeclampsia in her first pregnancy, when disease abruptly stopped her much desired maternity, causing to her fear, distress, and a long hospitalization. God and his mate were her support while leaving behind her bitter experience.

Key words: Biography, Pre-eclampsia, Life change events, Motherhood.


 

Introducción

La gestación es considerada un proceso natural deseado por casi toda mujer y parte de su ciclo de vida. A su vez, la maternidad es un evento que reproduce la vida biológica y la social, permitiendo así la continuidad y perpetuación de la raza humana. Al igual, la experiencia de la gestación para la mujer debe considerarse placentera cuando los factores biológicos, sociales, culturales, económicos y políticos le son propicios. Sin embargo, a pesar de que la mayoría de las gestaciones tienen una evolución clasificada como normal, una parte de éstas presentan alteraciones que la convierten de alto riesgo y que ponen en riesgo la vida de la mujer y de su hijo, o impiden la posibilidad de un hijo sano. La preeclampsia es una de las alteraciones que ponen en riesgo el binomio madre-hijo y el goce de la maternidad.

Natalia es una mujer que su embarazo se salió del límite de lo considerado normal y fue clasificado de alto riesgo. A sus 19 años, esta estudiante de Enfermería tuvo que enfrentarse a una hospitalización de cuatro semanas durante su primer embarazo por presentar preeclampsia severa en el tercer trimestre de su gestación. A las 30 semanas, su maternidad se vio interrumpida por la amenaza que para su vida y para la de su hija suponía continuarla. Así, llega María Alejandra, quien por su grave estado es hospitalizada en una unidad de cuidados intensivos neonatal (UCIN) durante tres semanas.

La preeclampsia es considerada como la primera causa específica de muerte materna en Colombia,1 y su diagnóstico se realiza en mujeres con hipertensión y proteinuria de reciente aparición junto con uno o más de los siguientes síntomas: alteración del sistema nervioso central (visión borrosa, escotomas y cefalea intensa); dolor epigástrico o en el cuadrante superior derecho (por distensión de la cápsula o ruptura hepática); además de elevación marcada de la presión arterial (mayor de 160/110 mmHg tomada en dos ocasiones separadas por lo menos con 6 horas de diferencia) y edema pulmonar. También se presenta proteinuria, oliguria, aumento de las transaminasas séricas, trombocitopenia y coagulopatía. Solo una de las características clínicas es necesaria para el diagnóstico de preeclampsia severa.2

Según Duley (2009), más de medio millón de mujeres mueren cada año por el embarazo, parto y puerperio y por complicaciones de estos eventos,3 y el 99% de estas ocurren en países en vías de desarrollo. Los estados hipertensivos de la gestación persisten como la principal causa de muerte materna en los países pobres, siendo responsables de 63.000 muertes anuales y la mortalidad materna por preeclampsia es entre el 0% y 13.2%.4 La presentación de esta última alteración es entre el 5% y 8% de las gestaciones y puede llevar a resultados perinatales adversos, como bajo peso al nacer, prematuridad, muerte fetal y retardo del crecimiento intrauterino.5 También es causa de secuelas permanentes en la mujer, como alteraciones neurológicas, hepáticas, renales o hematológicas.6

En este relato, Natalia describe su experiencia de enfrentarse a la preeclampsia severa durante su primera gestación. La enfermedad irrumpió inesperadamente en su embarazo, convirtiendo la ansiada y anhelada maternidad en un evento sombrío, por una alteración que apenas conocía y que percibía como grave. Desde su voz, a veces entrecortada por el recuerdo aún cercano de la dolorosa vivencia, emergieron sentimientos y recuerdos por el miedo ante la posibilidad de la muerte de su hija, y la alegría ante su posterior mejoría. Además, la angustia por la gravedad de la enfermedad y la dura experiencia que significó la larga hospitalización. En esos momentos, Natalia describe como la fe en Dios y en su compañero fueron soportes imprescindibles para sobrellevar la soledad, el miedo, la angustia y el dolor de esos días. Hoy agradece a Dios la recuperación de su hija y haber salido de esos difíciles momentos. Para traer su narración, se utilizó la técnica cualitativa del relato biográfico7 mediante la cual se recogió el testimonio de una vivencia expresada con sus propias palabras.

 

Bibliografía

1. Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas, Colombia. Bogotá: 2006. Disponible en: http://www.dane.gov.co/index.php?option=com_content&task=category§ionid=16&id=395&Itemid= 891 (acceso 23/11/2011).         [ Links ]

2. Perozo, Juan; Santos, Joel; Peña, Elvia; Sabatini, Isabel; Torres, Duly; Reyna, Eduardo. Conducta expectante en la preeclampsia severa. Rev Obstet Ginecol Venez. 2009; 69(1): 56-62.         [ Links ]

3. Duley, Lelia. The Global Impact of Pre-eclampsia and Eclampsia. Semin Perinatol. 2009; 33: 130-137.         [ Links ]

4. Vigil, Paulino. Maternal deaths due to eclampsia and HELLP syndrome. Int J Gynecol Obstet. 2009; 104: 90-94.         [ Links ]

5. Jabeen, Mehnaz; Yakoob, Mohammad; Imdad, Aamer; Bhutta, Zulfiqar. Impact of interventions to prevent and manage preeclampsia and eclampsia on stillbirths. BMC Public Health 2011; 11(3): 6-17.         [ Links ]

6. Huarte, María; Modroño, Ana; Larrañaga, Carlos. Conducta ante los estados hipertensivos del embarazo An. Sist. Sanit. Navar. 2009; 32: 91-103.         [ Links ]

7. Amezcua, Manuel; Hueso Montoro, César. Como elaborar un relato biográfico. Arch Memoria, 2004; 1. Disponible en: http://www.index-f.com/memoria/metodologia.php (acceso 16/2/2012).         [ Links ]

 

 

Dirección para correspondencia:
Celmira Laza Vásquez.
Carrera 19 No. 8a-32.
Hospital San José. Bogotá D.C., Colombia.
claza1@fucsalud.edu.co

Manuscrito recibido el 14.4.2012
Manuscrito aceptado el 28.6.2012

 

 

TEXTO BIOGRÁFICO

EL DIAGNÓSTICO DE PREECLAMPSIA. Yo fui a urgencias porque en ese tiempo estaba haciendo la rotación de urgencia acá, en prácticas, y el estrés era grande, y sentí un vaso espasmo. Le dije a la enfermera jefe que me sentía como mal, que tenía un vaso espasmo muy feo. Me dio vómito terrible y se me hincharon los pies. Tres días antes empecé a edematizar mucho los pies, las manos. Entonces, ese lunes que vine a práctica, me sentí muy mal, tenía mucho vómito. Entonces vine, fue por eso, por el vaso espasmo, y me vieron los pies todos edematizados y ya me dejaron esperando todo el día, hasta por la noche que ya me dijeron que no, que yo quedaba hospitalizada. Me hicieron proteinuria de 24 horas y me diagnosticaron una preeclampsia severa.

Me dio mucho dolor de cabeza en casi todo el embarazo. No me daban muy recurrentes y pensaba que era el estrés que mantenía. Pero tres días antes de esto empecé a tener muchos fosfenos, muchos mareos; me empecé a sentir como rara. Y yo le dije a Manuel: "¡No!, me voy para urgencias". Pues la tapa fue con el vaso espasmo que me dio tan duro, fue muy fuerte. Yo pensé que ya iba a tener la bebé ahí, porque fue muy duro el vaso espasmo.

La doctora me dijo: "usted va a estar hospitalizada hasta cuando vuelva a sentir ese vaso espasmo. Cuando le vuelva a dar el vaso espasmo tenemos que desembarazarla". Me decía: "cualquier síntoma que sienta me avisa y la desembarazamos de inmediato". Entonces yo me ponía muy ansiosa, y pensaba: "que no llegue ese vaso espasmo, que no llegue, que no lo vaya a sentir". Ah, pues sí, porque la bebé se podía morir. Sentía ansiedad y decía para mí: "Dios mío, que no me vaya a dar el vaso espasmo; porque eso es una ansiedad, una ansiedad muy fea".

LA PREECLAMPSIA: ENTRE EL DESCONOCIMIENTO Y LA PERCEPCIÓN DE LA ENFERMEDAD. Yo no pensé que eso era, una preeclampsia, pues es que no... porque a mí la tensión arterial no es que me hubiera afectado mucho. Entonces yo no pensaba que era eso, el vómito que me dio, yo no pensaba que era por la preeclampsia.

Sí tenía conocimiento de lo que era pero yo no entendía en sí ¿Qué era eso? No lo sabía, y una ginecóloga que trabajaba allí me explicó. Entonces ahí fue donde entendí que ese era un riesgo muy alto, eso angustia. Ella me decía: "tranquilícese porque el estrés es peor".

La familia también, la familia de nosotros dos también estaba muy triste. Todos decían: ¿Qué era esa enfermedad? Todos estaban perdidos, no sabían qué era. Manuel les explicó que no, que no se preocuparan.

Me sentía culpable porque, de pronto por mi estilo de vida o por el estrés que yo mantenía llegué a tener una preeclampsia. Hubiera podido estar más tranquila, hubiera podido tener un mejor estilo de vida, me arriesgué a seguir con mi semestre, en la rotación de urgencias, así de sopetón... y el estrés que mantuve fue muy fuerte. Me sentía culpable por eso. Claro, y es que yo no quería parar. Mis papás me dijeron: "sigue estudiando o para". Y yo les dije: "sigo". Entonces mi estrés era también sacar buenas notas, notas altas y estudié mucho. Me esforcé por sacar buenas notas, lo logré, pero me estresé mucho.

Y aparte de eso como dice Manuel: empecé muy tarde los controles prenatales, empecé más avanzadito de los tres meses. De pronto en ese tiempo me hubieran podido detectar proteinuria, o no sé, un inicio de preeclampsia que me hubiera podido advertir. Como no fui juiciosa a esos controles... ¡Claro! yo me sentía muy culpable ¡Sí, todavía me siento culpable!

EL MIEDO POR LA MUERTE DE MARÍA ALEJANDRA. Cuando yo supe que era preeclampsia... ¡Uy, me dio miedo por mi bebé! ¡A mí no me importaba si yo me moría! ¡Me importaba mi bebé! ¡No, mi bebé! ¡Sentí mucho miedo de perderla! No, yo sentí mucha tristeza... lloraba mucho.

Sentí mucha tristeza, mucho estrés de perderla, que dije: "no, tanto que hemos luchado y no sería justo perderla". Y que ya teníamos el nombre y algunas cositas. Se siente una tristeza horrible. Uno se siente en riesgo, uno se siente con mucho riesgo. Es muy feo, se siente muy feo. Manuel también estaba muy triste. A él también le daba miedo perder la niña, es que nuestro miedo era perder la niña.

LA "HORRIBLE" HOSPITALIZACIÓN. Cuando quedé hospitalizada en alto riesgo la primera noche lloré mucho, porque la doctora me dijo: "usted no sale de acá hasta que la desembaracemos". Y yo le dije "¿Cómo así? ¿Por qué?". Me dijo: "vamos a empezar la dosis de sulfato y betametasona, para madurarle los pulmones a la bebé".

Esa angustia que lo tengan a uno ahí hasta que la niña nazca es muy feo... al igual que el encierro en un hospital. ¡Uy no, qué desespero! Uno acostumbrado a sus actividades, uno que está aquí y allá, que se mueve. Pero yo estaba muy estresada. Además, llegar a un sedentarismo en esa cama porque no lo dejaban ni pararse de ahí. Eso es muy aburrido, es muy aburrido.

Y estar hospitalizada en el servicio de alto riesgo es horrible. ¡Uy no, eso es muy frío, muy deprimente! Es espantoso. A uno lo acuestan en una camilla toda chiquita y tiene que estar acostada. Me acuerdo que la sonda me fastidiaba mucho, me dolía mucho, y me la pasaba acostada de medio lado, con las manos metidas entre las piernas. Y así era todo el día, toda la noche: ahí acostada de medio lado, no me movía. De noche era muy feo porque hacía mucho frío, llegaban muchas urgencias ginecológicas y se escuchaban gritos...

Además, en alto riesgo a cada hora nos hacían monitoreo fetal, cada hora. Si uno se intentaba dormir, llegaba la auxiliar de enfermería: páseme el brazo. ¡Uno qué va a dormir así! A veces me dejaban hasta dos horas con ese aparatico del monitoreo fetal; o a veces casi toda la noche. ¡Y eso es muy feo! porque el sonido del corazón es muy bonito, pero sí, después de una hora, dos horas, y más, uno estaba pa, pa, pa... y es muy fuerte.

Yo también intentaba dormir y no podía: los sonidos de los otros bebés, todos esos aparatos puestos. ¡No, eso es un estrés estar en alto riesgo! ¡Uy sí! Un estrés y un estado anímico que no se soporta. Yo no me soportaba. A veces me volteaba hacia a la ventana y pensaba: ¡Ay!, que no me vean mis compañeros que están en práctica. A veces se me acercaban a hablarme y yo que no quería. Me volteaba hacia la ventana. Quería estar sola, no quería que nadie me molestara. Pensaba: "nadie entiende mi situación. Nadie va a entender esta situación hasta que no la viva". Es difícil.

Cuando ya me llevaron a una habitación, yo estaba muy feliz ¡Ay qué emoción, me van a pasar a una habitación a una cama grande! Pero seguía el encierro. Yo le decía a Manuel: "¡Ay, no, sácame de aquí, yo me quiero ir ya, yo estoy muy aburrida en este hospital!" Y así empecé a deprimirme. ¡Es que es horrible! Cuando uno está en encierro, tiene tiempo de pensar tantas cosas, de darle vueltas a tantos asuntos, que pensaba solo en mi bebé. Yo me sentía mal, culpable y me empecé a deprimir. Y por la noche lloraban muchos bebecitos y... ¡Ay, no! Veía a mamitas salir con sus bebés, felices para la casa. Y uno acá se siente muy frustrado.

Ya cuando estaba en la habitación, Manuel me acompañaba. El se venía desde temprano. Venía y me saludaba ¡Uh, eso me daba una fortaleza tan increíble! Yo lo veía a él y a mí se me alegraba el mundo y cuando se iba y cerraba esa puerta... ¡Uh, era un bajón! Cuando me decía chao y cerraba la puerta, ¡no volvía! y me daban ganas de llorar, mucha depresión... y eso que mucha gente estuvo pendiente, eso sí lo llena a uno de muchos ánimos. Pero llegaba la noche y ese bajón de ánimo. Extrañaba mi casa, mi cama... todo.

¿UN PARTO? Sí, yo sentí mucha tristeza cuando me desembarazaron, estaba muy triste; porque, primero quería sentir, quería saber, qué se sentía tener un embarazo completo. Claro, es que esa es la emoción de uno. Yo quería saber qué era sentir una contracción. Sí, quería saber eso, sentir...

La verdad, al principio no asimilaba qué era ser mamá porque el embarazo no lo sentí, no tuve un parto, no sentí contracciones, no me tocó guerrearla, como se dice, no sé qué es pujar... Mi sueño era eso: tenerla natural. Y no me importaba sufrir, sentir dolores. Ese era mi sueño de sentirme ¡madre, madre! Pero así fue, tan traumático. La verdad ni las creía. Yo veía a mi bebé, pero no, me sentía embarazada todavía, por decirlo así.

No creía que ya la había tenido, porque fue como de un momento a otro. El día que amanecí muy mal, que me dio ese vaso espasmo, de una me la sacaron, de una. Yo no me puede... no, pude hacer nada... no, ni chao, ni nada. Es una cosa de impacto que uno no lo asimila. No lo asimilaba. Me sentía embarazada. En serio, no lo asimilaba y Manuel me decía: ¿Pero por qué? Pues no sentí cuando la tuve, no pujé, ni nada. Fue como una cirugía.

A mí me durmieron y no sentí nada. El doctor me había dicho que me iba a mostrar la niña y cuando me desperté estaba en la sala de recuperación. Al principio no me acordaba, desperté y me dije: ¿Yo por qué estoy acá? Cuando caí en cuenta de la niña, entonces me miré el estómago y pensé: ¿Dónde está la niña? Y me ataqué a llorar.

Una auxiliar de enfermería, compañera mía de estudios, me dijo: "María Alejandra está en la UCIN, en reanimación, porque nació muy cianótica"; sentí un no sé qué ¡Uy no, eso es una angustia muy fea! Casi no le entendí porque estaba como ida y después caí en cuenta. No, me sentía muy triste y un desespero de verla a ella, por saber si está bien, si salió de la reanimación... ¡O sea, era una angustia tan horrible! Con muchas ganas de ver a Manuel, que me acompañara, que estuviera a mi lado, porque me sentía muy mal. La verdad me sentía muy mal ¡Uy sí, me sentí sola! ¡Me sentí muy sola, me sentía muy triste, muy sola! Por lo menos, cuando estaba embarazada, me sentía acompañada con María Alejandra, con mi bebé. Pero ya no. Los hijos llaman, por decirlo así. Yo quería estar al lado de ella y no podía ¡Eso es muy triste!

Como quedé hospitalizada en alto riesgo, sólo la conocí a los dos días. A mí no me dejaban salir de alto riesgo porque me puse malita, muy malita. Me dio mucha hipotensión, porque perdí mucha sangre y me desmayé. Entonces duré dos días quieta en reposo. No me subieron a la UCIN, entonces, durante esos dos días lloré mucho, porque yo dije: "¿Y mi niña? ¡Yo quiero ver a mi niña, yo tengo derecho a verla!". "Que no, que no puede, no puede". Entonces fue más horrible, sin poder verla y con esas ganas que le dan a uno de conocer a los hijos cuando nacen. El día que la conocí ¡Ay, gracias a Dios! Sí, fue un momentico: la conocí, le di la bendición, la agarré de la manito y no me aguanté, no me aguanté y me salí destrozada. Entonces yo la vi, le cogí la manito, le di la bendición y me salí.

DEL INFIERNO AL CIELO: EL ESTADO DE MARÍA ALEJANDRA. Cuando conocí a María Alejandra, a los dos días, me dio una tristeza, es que me la imaginaba diferente... es que la vi muy morada, la vi así con esos tubos... ¡Uy no, uy no, eso es muy feo! Era muy chiquita, yo la medí... me acuerdo que la puse en mi brazo, era muy chiquita y me impresionó. Y es que estaba conectada por todo lado, los piecitos chuzaditos, estaba entubadita, tenía los ojos tapados, la cabecita no se la vi como tal. Le vi de la cabecita para abajo, estaba muy moradita y cianótica. El cuerpo era morado, el cuerpo y los piecitos como la piel estaban lacerados.

¡Uy no, a mí me dio una impresión! Y me sentí tan culpable, sentía culpa porque dije: "por mi culpa nació así". Yo no sé, sentía culpa, sentía mucha tristeza, porque decía: "pues qué pecado", porque ella no tenía por qué vivir esto. Yo decía, "si de pronto me hubiera cuidado mejor o hubiera minimizado tanto estrés no hubiera pasado esto". Entonces, me preguntaba tanto: "¿Por qué habrá sido? ¿Por qué me pasó a mí? ¿Por qué tuvo que ser una experiencia tan dura?".

María Alejandra estuvo 17 días en la UCIN. Sí, 17 días. Pero yo estuve solo tres días hospitalizada y no me quería ir. Porque claro, uno irse, irse sin su bebé... yo llegaba a mi casa y me encerraba en mi cuarto y quería dormir y dormir, y olvidarme de todo. Estaba muy deprimida, no quería hablar con nadie. Llegaba a dormir y con ansias, unas ansias de que llegaran las ocho de la mañana y estar con ella en el hospital.

Yo venía al hospital todos los días, de ocho a cinco. Los primeros días, salí muy mal porque la cesárea duele mucho y físicamente uno se siente mal, además, quedé anémica. Uno se siente sin fuerza, uno se siente mal. Pero me quedaba con ella en la UCIN y con el papá, con Manuel. Pero cuando tenía que irme y dejarla en la incubadora... se me zafaban las lágrimas. Le daba la bendición y me iba. ¡Pero eso es muy desgarrador! Uno devolverse sin su hija... uno los ve tan indefensos. Lloraba mucho. ¡Es que lloré mucho! Casi todos los días lloraba. Moralmente uno se afecta mucho, psicológicamente es terrible.

Entonces fui viendo la mejoría de María Alejandra. Ya no estaba tan moradita, aunque me daba tristeza que la chuzaran tanto y le hicieran esas transfusiones y todo eso. Eso me daba tristeza. Pero me decía Manuel que todo era por el bien de la niña. Entonces me sentía más tranquila. Cuando los últimos días la pasaron a cuidados básicos y el doctor me decía que la niña estaba evolucionando bien, que no tenía nada, que estaba saturando mejor; me dijeron: "vaya pidiendo el oxígeno domiciliario". ¡No, eso es una alegría y un desespero de que salga ya, de tenerla en la casa! ¡Ya gracias a Dios! Sí, fue duro todos los días quedarse uno con ella, porque por estar con ella uno ni comía, no salía a nada. ¡Sólo con ella!

Después nos la dejaron canguriar cuando salió de la UCIN a cuidados básicos. Fue una experiencia muy bonita, porque tenerla en el pechito, así tan chiquita se sentía una ternura. Pero lo que me daba duro era despedirme de ella, cuando ya decían: "se acabaron las visitas". ¡Uy no, eso era muy desgarrador!

Y claro es una alegría muy grande. Los primeros días cuando la iba a visitar, sí no te niego, me sentía muy triste. Pero yo iba viendo la mejoría, cuando la desentubaron y le pusieron la cámara de Hood. Le pusieron esa cámara, después pasó a cánula. Nada que le podía ver los ojitos por la fototerapia. Y fue como a los 10 días que le puede ver los ojitos ¡Abrió los ojitos conmigo, estando conmigo! ¡Ay, no eso fue una alegría muy grande cuando abrió esos ojitos! ¡Ay no, yo lloraba, fue muy bonito!

EL APOYO: FORTALEZA EN DIOS Y EN MANUEL. Yo siempre confío mucho en mi Diosito y me encomiendo mucho a mi Dios. Soy de las personas que creo que lo que pasa es porque Dios lo quiso. Me encomendaba mucho a Él y le pedía mucho: "Diosito, que sea tu voluntad, que salga de acá con mi bebecita todavía en mi pancita o que salga con ella en brazos". Siempre, todas las noches cuando llegaban a hacerme el monitoreo fetal, le decía: "Diosito que mi hija esté viva y bien". Y cuando le escuchaba el corazón, yo pensaba: "¡Gracias Diosito, mi niña está muy bien!".

El día de la cesárea también recé. ¡Parecía una ancianita rezando! Le encomendaba todo a Dios: "dale mucha fortaleza a mi familia, a mi mamá que estaba muy afanada, a Manuel mucha fortaleza y a mi bebé ¡Uy, que mi bebé salga bien, ayúdemela mucho!". Y a mí, que me ayudara también, a vivir, porque a mí me daba miedo morir en la cesárea. A mí me daba mucho miedo: "¡Dios mío! ¡Tienes que tenerme viva para aprovechar a mi hija, siempre, siempre!".

Pero no, pues ya... sí, pasamos por momentos muy duros. Pero gracias a Dios, uno se queda muy tranquilo. Ya cuando María Alejandra salió del hospital fue una tranquilidad muy grande.

Y con Manuel, cuando María Alejandra estaba en la UCIN, los dos nos apoyábamos mucho. El apoyo de él para mí fue incondicional. Si yo no lo hubiera tenido a él, me hubiera dado muy duro. El me daba mucha fortaleza, él es muy fuerte. El venía todos los días al hospital, hasta cuando en la última semana pasaron a María Alejandra a cuidados básicos. Y gracias a Dios, Manuel estuvo todo ese tiempo con nosotros. Incluso, él se fue a vivir a mi casa, estuvo mes y medio viviendo conmigo en la casa y canguriabamos a María Alejandra juntos, nos turnábamos: dos horas él, dos horas yo. Es que fue duro, porque las noches con María Alejandra sí que eran muy largas.

Hoy María Alejandra es una niña muy risueña y uno se siente muy completo y muy agradecido con Dios de que le recompensó a uno tanto esfuerzo, porque nos esforzamos mucho corriendo con ella. Pero entonces, uno ve como Dios le gratifica a uno eso y verla así ya grande, y que ya levanta su cabecita, que ya no depende del oxígeno... sí, todo eso es muy bonito.

 

Vocabulario
Edematizar: hinchar, hinchado.
Sopetón: de rapidez.
Guerrearla: lucharla.
Malita: muy enferma.
Chuzaditos: pinchaditos.

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