Las condiciones de trabajo y la misma naturaleza del trabajo han cambiado rápidamente en las últimas décadas. Los entornos laborales de hoy en día se caracterizan por poner un énfasis creciente en el conocimiento y en el trabajo basado en la información y una cada vez mayor confianza en las nuevas tecnologías (Dollard, Skinner, Tuckey y Bailey, 2007; Kompier, 2006; Landsbergis, 2003; Sparrow, 2000). Las universidades europeas no han sido ajenas a esta transformación y parece estar fuera de duda que los cambios que se han producido en ellas han impactado en la concepción y la realización de la actividad y en las condiciones de trabajo de los profesionales universitarios (Musselin, 2009). Dichos cambios, propiciados por la implantación del Espacio Europeo de Enseñanza Superior, exigen un constante esfuerzo de adaptación de sus docentes para garantizar la calidad docente e investigadora. Esto se traduce en un incremento de demandas y exigencias para los profesores, a las que deberán hacer frente en ocasiones sin los recursos suficientes, llegándose de este modo a configurar una situación idónea para la aparición de riesgos psicosociales en su entorno laboral.
Esta situación ha generado nuevas exigencias para asumir el nuevo rol docente y los retos de una educación con nuevos enfoques pedagógicos, tecnológicos y metodológicos. Las transformaciones que están teniendo lugar afectan a las relaciones personales y a las condiciones salariales, auspiciadas por continuas evaluaciones, y ejercen gran influencia sobre las condiciones de trabajo, el bienestar psicológico y la salud física y mental (Rojas y Rodríguez, 2010). En este sentido, el estrés es la variable mediadora principal entre los factores psicosociales y la salud (Lundberg y Cooper, 2011). Por otro lado, puesto que disponer de salud laboral conlleva sentirse más activo y competente en el trabajo (Fernández-Puig, Longás, Chamarro y Virgili, 2015; Salanova, Llorens y Schaufeli, 2011), se impone el diseño de estrategias para mejorar la salud del docente, asumiendo la heterogeneidad de los problemas y buscando soluciones para el nuevo contexto laboral.
En este sentido, en un intento de objetivar el concepto mismo de riesgo psicosocial, se han realizado investigaciones sobre las condiciones laborales y sus efectos sobre la salud (Kyriacou, 2001; Woods y Carlyle, 2002), con resultados en ocasiones difíciles de integrar, porque muchas veces se han polarizado en conceptos como el burnout más que en repercusiones más amplias de las condiciones de trabajo (Aris, 2009; Vera, Salanova y Martín, 2010). En esta línea inciden Fredrickson y Joiner (2002) y Schaufeli (2004) al afirmar que la evaluación de la salud dentro del contexto laboral debe abarcar aspectos relativos al bienestar y al funcionamiento óptimo de los trabajadores.
En otras investigaciones se han analizado las principales causas del estrés laboral de los docentes en España (Avargues, Borda y López, 2010; Martínez, Moreno y Ferrer, 2009), siendo los trastornos de tipo psicosocial la principal causa de pérdida de salud en los docentes (Cladellas y Castelló, 2011; Justicia, Benítez y Fernández de Haro, 2006; López-Cabarcos, Picón-Prados y Vázquez-Rodríguez, 2008; Luceño, Martín, Rubio y Jaén, 2008; Moya-Albiol, Serrano, González-Bono, Rodríguez-Alarcón y Salvador, 2005; Olivier y Venter, 2003; Rojas y Rodríguez, 2011).
A pesar de que la legislación española (Ley 31/1995 de prevención de riesgos laborales) no hace mención explícita a los riesgos psicosociales, sí alude a los riesgos laborales y a las condiciones de trabajo que actúan como factores de riesgo (Karasek y Theorell, 1990; Siegrist, 1996). En este sentido, Moncada, Llorens, Navarro y Kristensen (2005) relacionan las exigencias psicológicas emocionales en el trabajo con el nivel de salud mental. Cladellas y Castelló (2011) señalan que la percepción del estado de salud y estrés es el resultado de la exposición a un nivel alto de exigencias psicosociales, con pocos elementos de control y bajo apoyo social.
Algunos resultados demuestran que es oportuno diferenciar de manera más ajustada los riesgos psicosociales en hombres y mujeres (Bobbitt-Zeher, 2011). Un aspecto importante es la existencia de actividades y ocupaciones específicas relacionadas con el género. Son las mujeres, en general, las que se responsabilizan de la mayor parte del trabajo familiar y doméstico, lo que supone para ellas un mayor esfuerzo de trabajo total. Esta “doble jornada laboral” es lo que se conoce como doble presencia, que también debe abordarse desde la perspectiva de la prevención psicosocial.
El diseño de instrumentos enfocados en estos aspectos facilitará la identificación de una situación de riesgo organizacional. La Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo y diversos investigadores recomiendan el uso de encuestas para evaluar las posibles consecuencias para la salud derivadas de cambios en la organización del trabajo, refiriéndose al estado psicosocial del trabajador (Bambra et al., 2009; European Agency for Safety & Health at Work, 2005; Leka y Jain, 2010). Para Rick y Briner (2000) los factores psicosociales se basan en percepciones y experiencias intersubjetivas de un colectivo organizacional.
En el ámbito internacional se han desarrollado varias aproximaciones teóricas sobre riesgos psicosociales. Kompier (2003) recoge las siete más influyentes. La escala de evaluación de la salud del Cuestionario Psicosocial de Copenhague (CoPsoQ) de Kristensen, Hannerz, Hogh y Borg (2005) está basada en varias de esas teorías, pero no en una en concreto. De hecho, incluye la mayoría de las dimensiones consideradas en las siete teorías revisadas por Kompier (Kristensen, 2010). Esta amplitud conceptual ha sido clave en la elección de este cuestionario para la realización de nuestra investigación. Más en concreto, tal elección viene motivada porque incluye cuatro grandes grupos de factores de riesgo para la salud de naturaleza psicosocial que cubren el mayor espectro de exposiciones psicosociales postuladas por Karasek (1979), Siegrist (1996) y Johnson y Hall (1994). Estas cuatro grandes dimensiones se conceptualizan en:
Exigencias psicológicas del trabajo, con un componente cuantitativo y otro cualitativo, compatibles con la dimensión de exigencias psicológicas del modelo demanda-control de Karasek (1998).
Trabajo activo y desarrollo de habilidades, aspectos positivos del trabajo, compatibles con la dimensión del modelo demanda-control, considerada también por otros autores, como García de León (2001), Lucas (2007) y Aranda y Aldrete (2007).
Apoyo social en la empresa y calidad de liderazgo, conceptualmente compatible con la dimensión de apoyo social del modelo demanda-control ampliado por Johnson y Hall (1994).
Inseguridad en el empleo, conceptualmente compatible, aunque de manera parcial, con la dimensión de control de estatus (estabilidad del empleo, perspectivas de promoción, cambios no deseados) del modelo esfuerzo-compensaciones de Siegrist (1996).
La orientación de Kristensen et al. (2005) añade otras dos dimensiones que incluimos en nuestro estudio: la dimensión doble presencia, relacionada con la doble jornada laboral y doméstica, y la estima, como reconocimiento, apoyo adecuado y trato justo.
Dentro de este marco teórico, el objetivo general de nuestra investigación consiste en evaluar los riesgos psicosociales e identificar las áreas de mejora para la salud del profesorado universitario, mientras que como objetivos específicos se establecen cuatro: 1) conocer la percepción de los docentes en relación a los riesgos psicosociales identificando las exposiciones problemáticas y las favorables en las dimensiones señaladas, 2) evaluar las exposiciones por sexo y categoría docente para cada dimensión psicosocial, 3) observar cómo interactúan las dimensiones variables sociodemográficas y sociolaborales y 4) analizar el perfil de riesgo de los profesores según las distintas características sociodemográficas y sociolaborales.
En relación con las dimensiones estudiadas de riesgo psicosocial, teniendo en cuenta estos objetivos, planteamos las hipótesis de que los sujetos de nuestra muestra presentarán:
H 1. Un nivel alto de exigencias psicológicas.
H 2. Un bajo apoyo social.
H 3. Una alta doble presencia laboral y familiar.
H 4. Las situaciones de riesgo psicosocial serán diferentes en hombres y mujeres.
H 5. Las situaciones de riesgo serán percibidas de modo diferencial según la categoría docente.
Método
Participantes
El universo de nuestra investigación es el profesorado de la Universidad de A Coruña (1.614 docentes). Se realizó un muestreo aleatorio estratificado por centro y proporcional al número de docentes, con el que se obtuvo una muestra de 621 docentes, que permite estimar la prevalencia de factores de riesgo psicosocial con una precisión del 3.1% y una confianza del 95%.
El 61% de los sujetos de la muestra son hombres y el 39% mujeres, con una media de edad de 43.5 (DT = 8.2) años. En cuanto a la categoría profesional, se distribuye del siguiente modo: 48% titulares, 14.6% catedráticos y el 37.4% pertenece a otras categorías docentes. Respecto a la antigüedad, el 38.7% tiene menos de 11 años, el 58.8% entre 11 y 25 años y el 8.5% tiene más de 25 años. La mayoría tiene contrato estable-el 69.2% son funcionarios o tienen contrato indefinido-y sólo el 30.8% tienen contrato temporal.
Instrumento
Se utilizó el Copenhagen Psychosocial Questionnaire (CoPsoQ)-adaptado a España como Método ISTAS21 (Moncada et al., 2005). Aunque en 2010 se elaboró una segunda versión del cuestionario (CoPsoQ II) a partir del feedback obtenido en diversos estudios (Bjorner y Pejtersen, 2010; Pejtersen, Kristensen, Borg y Bjorner, 2010), se optó por aplicar el cuestionario original, por estar más ampliamente contrastado, en su versión corta, por considerarla un elemento motivador para la implicación de los sujetos en el estudio (Kristensen et al., 2005).
Como se expuso anteriormente, se eligió este cuestionario porque aborda el riesgo psicosocial desde una perspectiva multidimensional. Identifica y mide factores laborales de riesgo psicosocial, es decir, aquellas características de la organización del trabajo para las que hay evidencia científica suficiente de que pueden perjudicar la salud y el bienestar de los trabajadores. Al mismo tiempo, distingue entre factores de riesgo y factores protectores de riesgo. El instrumento tiene una fiabilidad medida por el alfa de Cronbach entre .66 y .92. Los índices kappa (.69 a .77) indican una buena concordancia.
En la tabla 1 se presentan las dimensiones de riesgo psicosocial y los factores asociados a cada una de las dimensiones. No obstante, en nuestro instrumento la cuarta dimensión, compensaciones en el trabajo, fue desdoblada en sus dos componentes: inseguridad en el trabajo y estima, lo que equivale a considerar que se contemplaron seis dimensiones en total.
Dimensiones | Factores psicosociales |
---|---|
Exigencias psicológicas | Exigencias cuantitativas |
Exigencias cognitivas | |
Exigencias emocionales | |
Trabajo activo y posibilidades de desarrollo | Influencia |
Desarrollo de habilidades | |
Sentido del trabajo | |
Integración en la organización | |
Control sobre los tiempos | |
Apoyo social y calidad de liderazgo | Previsibilidad |
Claridad de rol | |
Calidad de liderazgo | |
Apoyo social | |
Posibilidades de relación social | |
Sentimiento de grupo | |
Compensaciones en el trabajo | Inseguridad en el empleo |
Estima | |
Doble presencia |
Se utilizó también un cuestionario ad hoc que incluye preguntas de carácter sociodemográfico y de carácter sociolaboral.
Procedimiento
El instrumento fue entregado personalmente a los docentes seleccionados para el estudio, utilizando los datos proporcionados por la universidad. Se adjuntó un sobre en el que se indicaba la dirección de envío teniendo también la posibilidad de entregarlo personalmente.
Análisis de datos
Una vez recogidos los cuestionarios se analizaron los datos mediante el programa SPSS 20. Se siguieron las normas de corrección e interpretación del instrumento presentando la prevalencia de exposición a los diferentes factores psicosociales en cada tercil de referencia. Los resultados se evalúan según el porcentaje de trabajadores expuestos a cada factor en cada uno de los tres niveles de exposición: nivel de exposición más desfavorable para la salud (rojo), nivel de exposición intermedio (amarillo) y nivel de exposición más favorable (verde).
Una vez comprobadas nuestras hipótesis se procedió a analizar la asociación de las dimensiones psicosociales estudiadas con algunas variables sociodemográficas y sociolaborales que podrían jugar un papel de factores de riesgo o factores protectores respecto a aquéllas. Así, en primer lugar se llevó a cabo un análisis univariable en términos del test chi-cuadrado. En segundo lugar se realizó un análisis multivariable de regresión logística por pasos sucesivos. En este segundo análisis se tomó como variable dependiente cada una de las seis dimensiones psicosociales y como variables independientes las sociodemográficas y sociolaborales que, en cada caso, mostraron una relación estadísticamente significativa en el análisis univariable. Esta regresión se utilizó como método de estimación del odds ratio (OR) crudo y ajustado, medidas de riesgo relativo y de la fuerza de la asociación entre variables.
Por último, para trazar el perfil de riesgo psicosocial de los profesores, se llevó a cabo un análisis de segmentación jerárquica. Como variable explicada se construyó un factor riesgo mediante análisis factorial por componentes principales a partir de los ítems que componen el total de dimensiones psicosociales estudiadas. Como variables explicativas se tomaron, entre otras, las que resultaron significativas en la regresión logística antes mencionada. Este análisis fue realizado utilizando el programa AnswerTree y con el algoritmo CHAID.
Resultados
Siguiendo los objetivos y las hipótesis de nuestra investigación se presentan a continuación los datos más relevantes. En primer lugar, se hace referencia a los resultados relativos a los dos primeros objetivos específicos. En la figura 1 y en la tabla 2 se puede observar qué proporción de profesores está expuesta a situaciones más desfavorables para la salud (rojo) y cuál lo está a las situaciones más favorables para la salud (verde), así como la correspondiente a los sujetos que se encuentran en un nivel intermedio (amarillo). Más concretamente, una de las dimensiones psicosociales, trabajo activo y posibilidades de desarrollo, sitúa al 82.6% de los docentes en los niveles más favorables (verde). Por el contrario, la mayoría se sitúa en los niveles más desfavorables (rojo) en tres de las dimensiones, siendo estas exigencias psicológicas (75.3%), estima (63%) y doble presencia (51.7%). Por último, un porcentaje intermedio de individuos, inferior a los anteriores, se sitúa en los niveles más desfavorables (rojo) de las otras dos dimensiones de riesgo, inseguridad en el empleo (41.2%) y apoyo social y calidad de liderazgo (41.5%).
Estos resultados permiten confirmar las hipótesis planteadas. Así, se confirman las hipótesis 1, 2 y 3, puesto que los docentes presentan altas exigencias psicológicas, bajo apoyo social y moderada doble presencia. Respecto a la hipótesis 4, se confirma que existen diferencias entre hombres y mujeres en la prevalencia de exposición a riesgos psicosociales, aunque no son muy relevantes, salvo en la doble presencia, con una diferencia de 20 puntos. Para una mejor comprensión de las diferencias entre hombres y mujeres, podemos establecer el siguiente orden: los hombres obtienen en exigencias psicológicas 76.7% frente a un 75% de las mujeres. En inseguridad en el empleo los hombres 38.5% y las mujeres 45%. En apoyo social y calidad de liderazgo, los hombres 44% y las mujeres 37.6%. En doble presencia los hombres 44.4% y las mujeres 62.8%. En estima los hombres 64.4% y las mujeres 60.7%. Por último, la hipótesis 5 también se confirma, ya que se constatan diferencias según la categoría docente. Los catedráticos de universidad muestran altas exigencias psicológicas. Pero son los titulares de universidad los que, además de presentar altas exigencias psicológicas, muestran bajo apoyo social, alta doble presencia y baja estima, mientras que los titulares de escuela universitaria presentan bajo apoyo social y baja estima. En lo que respecta al personal docente contratado, los profesores colaboradores presentan altas exigencias psicológicas y alta doble presencia, mientras que los ayudantes acusan bajo apoyo social y alta inseguridad (ver tabla 2).
En relación con el tercer objetivo, la tabla 3 muestra las variables que resultaron estadísticamente significativas en la regresión logística multivariable.
Nota. Resultados del contraste de la hipótesis nula de que el odds ratio (OR) es igual a 1. La categoría que no presenta OR ajustado en cada variable actúa como referencia. Un valor de OR ajustado o crudo superior/inferior a 1 y significativo (p < .05) indica que el riesgo en esa categoría es superior/inferior al de la categoría de referencia en la variable de que se trate.
a Intervalo de confianza al 95% entre paréntesis.
** ns: p > .05, no significativo.
Se pone de manifiesto una relación significativa entre las exigencias psicológicas y el nivel académico y la edad, de tal modo que ser licenciado juega un papel protector respecto a ser doctor y el riesgo de los profesores entre 36 y 55 años es de 5.61 veces el de los mayores de 55 años. En la dimensión inseguridad en el empleo los profesores con una antigüedad menor a 11 años tienen 2.67 veces más riesgo que los que tienen más de 25 años de antigüedad. En trabajo activo y posibilidades de desarrollo no se encuentra ningún factor protector ni de riesgo. Las variables que se relacionan con mayor apoyo social y calidad de liderazgo son el sexo, la edad y la categoría docente. Ser hombre juega un papel protector, mientras que la edad y la categoría docente constituyen factores de riesgo. Los docentes entre 36 y 55 años tienen 3.14 veces más riesgo que los de más de 55 años y los titulares de escuela universitaria y profesores contratados tienen 2.22 y 3.17 veces más riesgo que los catedráticos. En la doble presencia, las variables relacionadas con riesgo fueron el sexo, la edad y las funciones extradocentes. Las mujeres tienen 2.15 veces más riesgo que los hombres. Los docentes de menos de 36 años tienen 2.18 veces más riesgo que aquellos de más de 55 años. Y por último, los que desempeñan funciones extradocentes tienen 1.75 veces más riesgo. Respecto a la estima, la única variable asociada significativamente es el nivel académico, de forma que los profesores licenciados, y sobre todo los diplomados frente a los doctores, tienen respectivamente 1.59 y 6.05 veces más riesgo.
En resumen, las variables que presentan mayor fuerza en su asociación con las dimensiones psicosociales estudiadas y que representan factores de riesgo o de protección son seis: edad, antigüedad, categoría docente, sexo, titulación académica y funciones extradocentes.
En un intento de aproximación al perfil de profesor universitario con mayor riesgo psicosocial y de manera muy sintética, se podría decir que es un varón, licenciado, entre 36 y 55 años y titular de escuela universitaria. Sin embargo, la información aportada por los resultados contiene matices que no son recogidos en una definición tan breve, lo que sugiere que el perfil de profesor en riesgo no es tan simple.
Con el fin de trazar con mayor nitidez el perfil de profesor en riesgo y de tener una visión más precisa de cuáles de las variables antes mencionadas son las más influyentes en la percepción de riesgo de los profesores, se llevó a cabo un análisis de segmentación jerárquica, que permite distinguir grupos de elementos homogéneos en la población objeto de estudio. Como variable explicada se construyó un factor riesgo a partir de los 38 ítems que componen las seis dimensiones psicosociales estudiadas (coeficiente de adecuación muestral KMO = .788). Como variables explicativas se tomaron las seis que resultaron significativas en la regresión logística y otras dos que no lo fueron: ser fijo o temporal y número de titulaciones en que se imparte docencia. En coincidencia con el análisis anterior, la segmentación jerárquica reconoce capacidad explicativa a las seis primeras y ninguna a las otras dos. Más en concreto, los resultados obtenidos fueron los siguientes:
La titulación académica es la variable más significativa para explicar el riesgo psicosocial del profesorado, F(1.589) = 12.5079, p = .0009. Esta variable distingue entre licenciados y diplomados, por un lado, y doctores por otro, estando los primeros en mayor riesgo.
-
A continuación, destaca en nivel de significación la variable funciones extradocentes en el grupo de licenciados y diplomados, F(1.234) = 9.2085, p = .0027.
-
En el caso de los profesores que no realizan funciones extradocentes, lo siguiente en explicar su riesgo psicosocial es su edad, F(2.136) = 6.1183, p = .0029.
En el caso de los profesores que sí realizan funciones extradocentes, la siguiente variable explicativa de riesgo es la antigüedad en la profesión, F(1.95) = 7.3533, p = .0159.
-
-
En el grupo de doctores, la variable que más explica el riesgo psicosocial es la categoría docente, F(2.352) = 5.2803, p = .0165.
De lo anterior, y tal y como puede verse en el árbol jerárquico representado en la figura 2, hay 12 grupos de profesores con características diferenciales de riesgo (nodos finales). El cuadro de ganancias por nodos asociado a este modelo (ver tabla 4) informa de los grupos de mayor y menor riesgo psicosocial. Concretamente, los grupos de mayor riesgo son 7, que suponen el 57.9% de los profesores, y se sitúan en dos niveles diferenciados. En un nivel de riesgo alto se sitúan los varones doctores titulares mayores de 55 años, seguidos de cerca por los varones licenciados y diplomados sin funciones extradocentes, de edad comprendida entre los 36 y 55 años. Mientras que un nivel de riesgo medio se encuentran las mujeres de similares condiciones a los hombres del grupo anterior, a continuación los licenciados y diplomados con funciones extradocentes y antigüedad inferior a 11 años, les siguen las mujeres titulares doctoras con funciones extradocentes, tras ellas los licenciados y diplomados sin funciones extradocentes y menores de 36 años y, por último, los varones titulares doctores menores de 55 años.
Nodo final | N° observaciones | Ganancia | Índice (%) |
---|---|---|---|
18 | 9 | 3.22 | 127.8 |
15 | 47 | 3.09 | 122.4 |
16 | 44 | 2.73 | 108.2 |
11 | 47 | 2.68 | 106.3 |
20 | 25 | 2.60 | 103.1 |
8 | 35 | 2.57 | 102.0 |
17 | 135 | 2.57 | 102.0 |
5 | 89 | 2.34 | 92.7 |
10 | 13 | 2.31 | 91.5 |
12 | 50 | 2.28 | 90.4 |
7 | 52 | 2.23 | 88.5 |
19 | 45 | 2.22 | 88.1 |
Estos resultados explican la dificultad antes aludida para describir con nitidez al profesor en riesgo psicosocial. Por tanto, no hay un único perfil sino varios. También se podrían extraer por exclusión diversos perfiles de profesorado de escaso riesgo psicosocial, correspondientes a los nodos 5, 10, 12, 7 y 19, aunque no abundaremos en ello pues se escapa a nuestro interés.
Discusión y conclusiones
El análisis realizado trata de identificar y valorar cuáles son los principales factores de riesgo psicosocial para el colectivo docente de enseñanza universitaria. Asimismo, se han estudiado las posibles asociaciones de estos factores de riesgo con otros parámetros, puesto que puede resultar que un determinado factor esté más ligado al tipo de contratación laboral del docente (fijo o laboral) que a la responsabilidad que desempeña (cargos de gestión) o a que el profesor imparta docencia en más de una titulación. Esto permite conocer en qué ámbito es necesaria la actuación para controlar ese factor de riesgo, así como el tipo de medidas que se deben adoptar.
A la luz de los resultados, y atendiendo al porcentaje de profesores expuestos a situaciones más desfavorables para la salud (rojo), podemos concluir que los principales problemas del colectivo docente estudiado en relación con la exposición a factores de riesgo psicosocial derivados de las características de la organización del trabajo son: a) las altas exigencias psicológicas, b) la baja estima y c) la alta doble presencia. Como “otras exposiciones problemáticas” (amarillo), se encuentra la relacionada con la alta inseguridad en el empleo y el bajo apoyo social y calidad de liderazgo. Por el contrario, se considera favorable (verde) la dimensión trabajo activo y posibilidades de desarrollo.
Esta investigación muestra también que los niveles de exposición a los diferentes riesgos psicosociales están relacionados con factores sociodemográficos y sociolaborales. Así, por ejemplo, el exceso de exigencias psicológicas que perciben los docentes entre 36 y 55 años, aun teniendo éstos experiencia, puede ser el resultado de experimentar exigencias en rendimiento, organización y gestión del tiempo (Cladellas y Castelló, 2011). En este sentido, nuestros hallazgos son coincidentes con los obtenidos por Ortega y Sánchez (2013), que constatan altas demandas emocionales, dificultades para olvidarse de los problemas del trabajo y poca influencia sobre el volumen de trabajo asignado, algunas veces por tener que cubrir bajas o asignaturas no contempladas inicialmente en la asignación docente. Caballero, Cervilla, Fernández, Fernández y Gómez (2015) comprobaron que existía relación entre las exigencias psicológicas y emocionales y la doble presencia. Por su parte, Munera, Saenz y Cardona (2013) encontraron que una parte importante de docentes está en riesgo psicosocial por razón de las demandas de trabajo.
También los profesores doctores experimentan mayores exigencias psicológicas que los licenciados, puesto que aunque una posición de estabilidad laboral, estatus y cierto prestigio permite alcanzar categorías docentes superiores, esto exige un incremento en exigencias y responsabilidades en la investigación (Frías, 2006; Galán, 2007; Santiago y Otero-López, 2006).
En lo que se refiere a la baja estima, los diplomados y licenciados presentan menor autoestima respecto a los doctores, resultados coincidentes con Tomás y Oliver (2006), especialmente en los menores de 36 años. Además, los no doctores no tienen completa capacidad docente e investigadora, teniendo que asumir más carga docente (Caramés, 2001). Esto pone también de relieve el poco reconocimiento que conlleva su esfuerzo y trabajo por parte de los cargos académicos (Ortega y Sánchez, 2013).
El personal docente participante en esta investigación, en especial las mujeres, se ve afectado por la doble presencia, como era de esperar. Diferentes estudios incluyen las responsabilidades familiares y domésticas como causas de estrés en la docencia y como factor de riesgo (Nogareda, 2005; Rojas y Rodríguez, 2011). Flecha (2004) incide en las desigualdades entre hombres y mujeres respecto a la cantidad de trabajo laboral y doméstico, generando un conflicto de roles entre la condición de madre o ama de casa y la de trabajadora. Esta doble presencia afecta también a los docentes menores de 36 años y a aquéllos que desempeñan funciones extradocentes. Quizá esta situación sea coincidente con el cuidado de hijos menores (Chinchilla y Poelmanas, 2005). En otras investigaciones se ha encontrado una relación negativa entre la flexibilidad de horarios y el conflicto trabajo-familia (Shockley y Allen, 2007).
La percepción de una alta inseguridad en el empleo, mayor en los profesores con menos de 11 años de antigüedad, principalmente interinos y contratados, son resultados concordantes con otros estudios (Brun y Milczarek, 2007; Luceño et al., 2008; Sánchez, 2004).
Respecto a otra dimensión moderadamente problemática, apoyo social y calidad de liderazgo, los profesores con mayor riesgo son aquéllos de edades comprendidas entre los 36 y los 55 años, principalmente los titulares de escuela universitaria y los contratados. Según Ortega y Sánchez (2013), el apoyo social a nivel de departamento sería mejorable. Para Molinero y Cortés (2005), la falta de apoyo social y calidad de liderazgo constituye un factor de riesgo cuando se trabaja de forma aislada, sin apoyo de superiores o compañeros.
Otro resultado encontrado es que el nivel de riesgo más elevado se concentra en el grupo de varones que son doctores, titulares y mayores de 55 años, seguidos por los varones licenciados o diplomados entre 36 y 55 años. Quizás esto se explique por la ansiedad de los primeros por alcanzar la cátedra. Y en el caso de los segundos por alcanzar el doctorado.
En resumen, podemos decir que los profesores universitarios de nuestro estudio perciben un trabajo activo y con posibilidades de desarrollo, sin excesiva inseguridad en el empleo, pero con poco apoyo social, con muchas exigencias psicológicas y con una estima disminuida. Estos datos consideramos que obedecen, en buena parte, a los cambios introducidos por las sucesivas reformas universitarias de los últimos años y a las transformaciones sociales acaecidas en nuestro país en las últimas décadas. Por un lado, mayores exigencias en el desarrollo de la actividad docente debidas al Plan Bolonia y, por otra parte, menor reconocimiento del papel del profesor universitario por la sociedad han contribuido a configurar esta nueva situación de los docentes universitarios.
Los resultados de nuestra investigación ponen también de manifiesto la existencia de un perfil diferencial que se corresponde con la diferente percepción de los factores de riesgo psicosocial, por lo que las futuras intervenciones que se realicen en este campo en la institución universitaria deberían tenerlo en consideración. Estas intervenciones, orientadas a eliminar o, al menos, a aminorar los riesgos psicosociales y a mejorar las condiciones de trabajo y, por tanto, la calidad de vida de los profesores, deberían encuadrarse dentro de un amplio programa de intervención psicosocial, basado en una serie de propuestas de acción preventiva que se incluyen más adelante. Éstas están inspiradas, entre otros, en Robbins y Judge (2009), cuando al hablar de una cultura para el cambio realizada por una organización que aprende proponen cambios estructurales, culturales y de recursos humanos. Gil-Monte y Peiró (1997), en un enfoque transaccional, también inciden en la importancia de las variables personales, procesos de interacción social (percepción de relaciones equitativas) y variables del entorno laboral como el clima organizacional, como elementos transformadores de una organización en la perspectiva de la superación de riesgos psicosociales. Desde una visión complementaria, Kompier y Cooper (1999) proponen una prevención real basada en la identificación de factores y grupos de riesgo, beneficiosa para los empleados y para la organización.
Lo que es evidente es que los cambios no pueden recaer primordialmente en los individuos, ya que la autorregulación individual no es suficiente, puesto que ella hace del profesional la variable de ajuste de un sistema de reglas formales e interpersonales de control a posteriori (Brunet y Durat, 2014). Dado que el sector educativo se vertebra en torno a una ocupación que fácilmente se identifica como más estresante en comparación con otras (Houtman, 2005; Jordan et al., 2003), algunos de los problemas o de las soluciones podrían venir de la mano de políticas, programas y regulaciones a iniciativa de los gobiernos y diversos cuerpos reguladores. En definitiva, respuestas efectivas y sostenibles a largo plazo requieren iniciativas a nivel sistémico amplio (Dollard et al., 2007). Sin embargo, las intervenciones en la UE normalmente se han focalizado a nivel de empresa, mientras que el nivel macro (nacional/europeo/internacional) ha sido prácticamente ignorado (Leka, Jain, Zwetsloot y Cox, 2010).
A continuación se plantean una serie de estrategias preventivas, desde una doble perspectiva, organizacional y grupal/individual (García, 2010), basadas en los modelos de intervención que acabamos de señalar. En cuanto a las estrategias organizacionales de intervención, nucleadas en torno a la realización periódica de evaluaciones de riesgos psicosociales, proponemos las siguientes:
Propiciar canales de comunicación fluidos y eficaces entre todos los actores implicados: administración, organizaciones sindicales, profesores, cargos de gestión colectiva/unipersonales, alumnos y sociedad, que favorezcan unas adecuadas relaciones interpersonales en el trabajo para dar respuesta a las necesidades manifestadas por los profesores.
Implementar políticas de conciliación de la vida laboral y familiar, principalmente para las mujeres docentes, favoreciendo, por ejemplo, la elección de horarios lectivos y realizando programas de vigilancia de la salud específicos para este colectivo. En relación con esto, Luk y Shaffer (2005) encontraron que las personas que trabajan muchas horas pero cuentan con políticas de conciliación en su empresa muestran bajos niveles de conflicto trabajo-familia.
Fomentar la promoción de la carrera académica. En el caso de los profesores titulares, promocionándolos a catedráticos y, en el de los licenciados y diplomados, favoreciendo su doctorado y promoción a la titularidad. El aprendizaje y la práctica de habilidades docentes acorde con las nuevas exigencias del Plan Bolonia puede coadyuvar a dicha promoción y a aminorar las exigencias psicológicas en el trabajo.
Consideramos que estas medidas tendrán una incidencia real en la mejora de la autoestima y el reconocimiento social, pero también tendrán que ser confirmadas con incentivos económicos y sociales y con una promoción del docente universitario por parte de los responsables políticos mediante estrategias de comunicación social.
Por otro lado, en cuanto a las estrategias de intervención grupales e individuales, centradas en la búsqueda del apoyo social y el apoyo emocional, consideramos que el social se alcanzará, en buena medida, promoviendo la relación con compañeros y el sentimiento de grupo mediante nuevas formas de gestión de la actividad académica en departamentos y facultades, que favorezcan un nuevo perfil de liderazgo, ejercido por directores y decanos, que ayude a crear dinámicas de cooperación y apoyo mutuo. Como han puesto de relieve Calera, Esteve y Roel (2001), la relación social en el trabajo y las condiciones organizativas de cooperación y ayuda entre docentes mejoran la calidad de liderazgo y el apoyo social y repercuten a su vez en el desarrollo de habilidades de trabajo en equipo. Además, en los momentos actuales, en que se promociona la actividad investigadora en unidades y grupos de investigación, los órganos directivos de la universidad deben apostar por la implantación de una cultura organizacional de cooperación y sinergias entre los investigadores en los centros y departamentos. En este sentido, asumimos con Guillén (2010) que el compromiso sostenido por los altos cargos va a ser fundamental en todo el proceso de prevención e intervención.
Somos conscientes de que muchas de estas propuestas de acción preventiva se implementarían más fácilmente en un marco de recuperación económica del país y de que otras exigen una voluntad de búsqueda efectiva de técnicas de liderazgo por líderes comprometidos con el desarrollo de las personas y la dimensión social de la enseñanza universitaria al servicio de la sociedad y del Estado.