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FEM: Revista de la Fundación Educación Médica

On-line version ISSN 2014-9840Print version ISSN 2014-9832

FEM (Ed. impresa) vol.18 n.3 Barcelona Jun. 2015

https://dx.doi.org/10.4321/S2014-98322015000400001 

EDITORIAL

 

Recertificación de médicos: iniciativa SEPAR

Recertification of doctors: SEPAR initiative

 

 

Arcadi Gual

Director de la revista FEM-Fundación Educación Médica.
E-mail: agual@fundacioneducacionmedica.cat

 

 

El desarrollo profesional continuo, los procesos para su acreditación y todas las iniciativas que la administración central y autonómica, las sociedades científicas y los colegios de médicos han ido tejiendo alrededor de este concepto han sido fundamentales para crear la conciencia colectiva de que la recertificación de los médicos es la vía coherente para garantizar la calidad de los actos profesionales y también para acercarnos a las normas internacionales. Además, la Unión Europea ha legislado en este sentido. Entre las diferentes iniciativas merece especial interés la Validación Periódica de la Colegiación (VPC), no por ser mejor o peor que otras, sino por ser la primera que ha logrado implementar el proceso de forma regular.

La recertificación de los médicos es una cuestión compleja en la que participan numerosos actores: políticos y representantes de la administración sanitaria, los colegios de médicos y, por supuesto, las sociedades científico-médicas. Pero siendo todos estos actores necesarios y con participación relevante, ninguno de ellos es fundamental. Cuando hablamos de recertificación hay dos protagonistas: el médico y el paciente o, si se prefiere, la profesión médica y la ciudadanía.

No es tan extraño oír 'esto de la recertificación no interesa a los médicos', 'los médicos ya tienen bastantes complicaciones con los recortes' o bien 'ahora que han perdido tanto valor adquisitivo, ¿hay que pedirles más sacrificios y exámenes?', pero para que les interese, es necesario explicarlo bien. Precisamente, en la mayor parte de los foros, cuando se explica que la recertificación representa una garantía de calidad para el paciente y una seguridad para el médico, el asentimiento es unánimemente favorable. No obstante, junto a esa unanimidad aparecen varias preguntas: ¿quién se encargará de la recertificación de los médicos?, ¿lo harán los colegios?, ¿lo harán las sociedades científicas?, ¿lo hará la administración?

Todos ustedes, médicos o no, conocen la importancia de la relación médico-paciente. Esta relación es un contrato no escrito, un contrato tácito, pero real al fin y al cabo. Pues bien, la recertificación de los médicos termina con una credencial -válida por un tiempo determinado- que en sí misma es una pieza clave de otro contrato paralelo al del médico-paciente y que también es tácito: el contrato entre la profesión médica y la ciudadanía. Es responsabilidad primera y principal de los que conducen la profesión médica el mantener sanos ambos contratos, tanto el de médico-paciente como el de profesión médica-ciudadanía. Deben realizarlo por responsabilidad y han de ejercitarlo con transparencia. En entornos anglosajones, más transparentes que los nuestros, han potenciado mecanismos de recertificación y lo han hecho para preservar de una previsible crisis, de una posible rotura, el contrato profesión médica-sociedad.

¿Quién es responsable de que el contrato social, profesión médica-sociedad, navegue con buen rumbo? Como en todo contrato, hay dos partes: la profesión y la ciudadanía. Por parte de la profesión, la responsabilidad -no lo duden- recae en los profesionales y éstos están representados por los colegios de médicos y por las sociedades científicas médicas. Por la otra parte, la ciudadanía, la responsabilidad recae en sus representantes públicos, en sus parlamentarios. En una sociedad democrática, en la que ha quedado bastamente probado que la salud es un bien principal del estado del bienestar, son nuestros representantes quienes deberán garantizar el mejor de los estados de bienestar posibles, incluyendo la buena marcha (calidad y transparencia) del contrato profesión médica-sociedad.

Y la administración sanitaria, ¿qué papel desempeña en todo esto? Pues algo relevante y trascendente. La administración, como siempre ha sido, debe ser garante de que se haga lo que deba hacerse, de que se haga por quien sepa hacerlo y de que se haga bien. Y todo esto enmarcado en el principio de subsidiariedad que preside la Unión Europea y al que debemos acercarnos y esforzarnos cada día más. Así pues, para que las administraciones puedan garantizar sus responsabilidades en el contrato profesión médica-ciudadanía, no sólo no deben abstenerse o desentenderse de los procesos de recertificación de los médicos desarrollados por la otra parte del contrato -colegios de médicos y sociedades científicas-, sino que es necesario que conozcan y se involucren en los mecanismos y procesos de recertificación que los profesionales implementen. Sólo desde dentro podrá la administración garantizar al legislativo y a la sociedad que el contrato entre los médicos y la ciudadanía camina por el sendero de la excelencia. Y si no fuera el caso de que el camino anduviera por la excelencia, deberá intervenir por responsabilidad.

En la primera semana de mayo se firmó un acuerdo entre el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos (CGCOM) y una sociedad científica, la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica SEPAR, que agrupa a neumólogos y a cirujanos torácicos, para complementar el programa de los colegios de médicos, la Validación Periódica de la Colegiación (VPC), con la recertificación de competencias de los médicos especialistas de SEPAR. Este acuerdo, denominado VPC-R.SEPAR, es el primer programa conjunto que se implementa de una manera práctica en España para otorgar una credencial de recertificación. Además, el proceso se inspira y respeta estrictamente el documento final aprobado por la Comisión de Formación Continuada del Sistema Nacional de Salud sobre el desarrollo profesional continuo y la evaluación del desarrollo profesional. La firma de este acuerdo con la SEPAR permitirá establecer sinergias entre colegios y sociedades científicas y, de alguna manera, abrirá el camino de la recertificación de los médicos. Desde el ám-bito de la educación médica no podemos más que contemplar dicho acuerdo como el principio del buen hacer en los procesos de recertificación de los médicos españoles: a los responsables de esta aventura les deseamos perseverancia y suerte.

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