La publicación reciente de un estudio a nivel estatal que aborda las horas de trabajo y los periodos de descanso de médicos residentes en el conjunto del Estado [1] ha evidenciado una realidad preocupante. Entre los encuestados, la gran mayoría (80,49%) supera el límite establecido por la normativa nacional y europea en relación con el máximo de horas de trabajo semanales (48 horas semanales). Además, el 13% no descansa después de un turno de guardia de 24 horas y casi la mitad no tiene un día libre después de una guardia de fin de semana.
Estudios previos [2] han revelado que la mayoría de los residentes no realiza los descansos tras las jornadas de atención continuada por motivos de sobrecarga clínica o tradición heredada del servicio donde se están formando. Sin embargo, algunos residentes, particularmente en especialidades quirúrgicas, consideran que una razón esencial para esta sobrecarga es la necesidad de adquirir experiencia clínica y procedimental dentro del limitado marco temporal de residencia. Esto plantea una importante cuestión: si el tiempo actual de residencia es insuficiente para adquirir habilidades y competencias necesarias, ¿deberíamos considerar extenderlo? Sin embargo, es vital comprender que el mero hecho de alargar la formación no debería traducirse en perpetuar condiciones laborales inapropiadas.
Teóricamente, el sistema de formación sanitaria especializada en España ha venido transitando en las últimas décadas hacia un modelo basado en competencias [3]. Un ejemplo de ello es la publicación de los programas formativos de medicina legal y forense [4] o psiquiatría [5]. En éstos, se está adoptando un modelo genérico de programa formativo, en el que se diferencia entre competencias transversales (iguales para todas las especialidades) y competencias específicas de cada especialidad. Sin embargo, el cambio de modelo no ha sido tan fluido como sería deseable. Existen barreras notables que han impedido su plena implementación.
En primer lugar, la falta de recursos adecuados para la formación ha sido un obstáculo constante [6]. Una formación basada en competencias requiere inversiones en tecnología, materiales y, lo más importante, en recursos humanos especializados. En segundo lugar, la figura del tutor, esencial en cualquier programa de formación basado en competencias, no ha recibido el reconocimiento y el desarrollo necesarios [7]. Un tutor bien formado y motivado debe ser el garante de la adquisición de competencias en proceso de retroalimentación y supervisión continuada. Sin embargo, las mismas dinámicas que promueven la sobrecarga laboral en los residentes [8] podrían actuar cercenando la capacidad y el tiempo de los tutores [9]. Estas funciones de supervisión y enseñanza, en muchos casos, quedan relegadas frente a la presión y demanda de sus tareas asistenciales. Por último, pero no menos importante, existen dinámicas culturales enraizadas en el sistema que resisten el cambio [2]. No podemos obviar la experiencia negativa de muchos especialistas respecto a la sobrecarga en su tiempo de formación. Lamentablemente, hay quienes internalizan el nocivo sistema en el que se formaron y, en lugar de buscar su transformación, tienden a perpetuarse con las nuevas generaciones. Es imperativo que se realice un ejercicio de justicia y reparación hacia esas generaciones pasadas, reconociendo el daño y trabajando para no repetir esos errores.
Ante esta realidad multifacética, es evidente que la mera transición hacia un sistema de formación basado en competencias no es suficiente si no se aborda el contexto en el que se enmarca esta formación. Es esencial reconocer que las condiciones laborales no son sólo un añadido: son la base sobre la cual descansa la calidad de la formación y, por extensión, la calidad de la atención sanitaria. Las voces de médicos residentes y especialistas no pueden ignorarse. Se necesita un compromiso serio por parte de todos los actores involucrados para acometer reformas significativas. Es tiempo de abrir debates profundos y sinceros sobre el sistema de formación, en los que se priorice el bienestar de los profesionales, se garantice una formación de excelencia, y se planteen tiempos de formación flexibles y ajustados a las necesidades de los médicos residentes.