Los productos de tabaco calentado
En los últimos 15 años, la venta legal de cigarrillos en España se ha reducido a la mitad1, sin que las variaciones en la venta del tabaco de contrabando o su sustitución por otros productos combustibles puedan explicar una caída tan importante. Las tabaqueras intentan compensar la disminución de las ventas de cigarrillos con la venta de productos de tabaco calentado (PTC).
En 2017, recién salido al mercado el primer PTC, el 0,6% de la población mayor de 15 años declaraba haberlo usado alguna vez2. Desde entonces, las ventas están teniendo un crecimiento sustancial: mientras que entre junio de 2019 y junio de 2020 se vendieron un 4% menos de cajetillas de cigarrillos, las ventas de los PTC subieron casi un 40%3. Este crecimiento no sería posible sin una agresiva campaña demarketing. De hecho, la tabaquera Philip Morris Spain S.L. fue condenada en primera instancia, en 2019, por hacer propaganda ilegal de su PTC IQOS. La sentencia consideró probado4 que la empresa publicitó su marca de manera encubierta en medios de comunicación en 43 ocasiones. Hace unos días hemos vuelto a ver en algunos medios de comunicación reportajes e informaciones5,6 que nos han recordado aquella campaña ilegal. En estas noticias se indica que el tabaco calentado se asocia a un menor riesgo de cáncer y otras enfermedades que los cigarrillos convencionales, citando a la Food and Drug Administration (FDA) de los Estados Unidos como fuente.
¿Riesgo modificado o exposición reducida?
La web especializada de la Universidad de Bath en Inglaterra documenta cómo Philip Morris está en campaña para presentar la reciente autorización de la FDA como supuesta prueba de los beneficios para la salud de su producto en comparación con el uso de cigarrillos convencionales. Además, trata de hacerlobbypara regular el tabaco calentado de manera ventajosa frente a los cigarrillos convencionales7. De hecho, Philip Morris anuncia en su sitio web8 que la FDA ha autorizado su producto de tabaco calentado como un producto de tabaco de «riesgo modificado», lo cual es incorrecto.
Es cierto que la FDA ha autorizado la venta de IQOS en los Estados Unidos, pues desde 2014 la legislación estadounidense establece que los productos de tabaco que se deseen comercializar deben ser notificados a esta agencia. La FDA, no obstante, indica claramente que dicha autorización no supone que el producto tenga el apoyo de la agencia ni que sea inocuo9.
Es cierto que Philip Morris pidió a la FDA que IQOS fuera aprobado como un producto de tabaco especial de «riesgo modificado». La legislación estadounidense permite poner a la venta un producto de tabaco bajo tres opciones: sin ningún reclamo, como un producto de exposición reducida o como un producto de riesgo modificado. La FDA aprobó la venta de IQOS como un producto de exposición reducida, pero claramente negó la existencia de pruebas científicas que indiquen que tenga un menor riesgo para la salud de las personas usuarias que el de los cigarrillos convencionales9.
Un producto de tabaco es de exposición reducida cuando su emisión lleva una dosis menor de tóxicos que los cigarrillos convencionales. Es un producto de riesgo modificado cuando se demuestra que su uso produce menos daño a la salud que los cigarrillos convencionales. La FDA ha indicado que IQOS produce menos tóxicos que el cigarrillo, pero también ha dicho que no hay estudios que prueben que el tabaco calentado reduzca el riesgo de enfermedad y muerte de los cigarrillos convencionales9. Sin embargo, Philip Morris se ha apresurado a calificar la decisión de la FDA como un hito de la salud pública y ha lanzado una campaña para convencer a los gobiernos de abrir sus mercados al IQOS o regularlo mucho más laxamente que los cigarrillos, para favorecer así sus ventas.
Más allá del uso inapropiado que Philip Morris está dando a la decisión de la FDA, el dictamen de la agencia ha sido criticado. Un editorial delBritish Medical Journalindicaba su sorpresa porque la FDA, por ley, únicamente puede adoptar un dictamen de exposición reducida cuando hay un beneficio demostrado para la salud de la población10. Sin embargo, la FDA encontró que el producto no solo no ha probado una menor mortalidad, sino que sus emisiones incrementan la cantidad de 56 tóxicos con respeto al humo del cigarrillo convencional. Tampoco hay pruebas de que el IQOS u otros PTC ayuden a dejar de fumar. Por tanto, y ante la falta de pruebas, no se sabe si este producto puede disminuir o aumentar la proporción de la población que sufrirá daños de salud comparada con la que producen los cigarrillos.
Conclusión
Mientras no se demuestre lo contrario, España y la Unión Europea, donde el producto ya se vende, deberían considerar los PTC como cigarrillos convencionales y acabar con los privilegios regulatorios de los que disfrutan hasta ahora. Identificamos por lo menos cinco aspectos que deben mejorarse:
El Ministerio de Sanidad tiene claro que los PTC son equiparables a los cigarrillos convencionales y, por tanto, no se deberían usar donde está prohibido fumar tabaco convencional11. Ahora, las comunidades autónomas deben dar las instrucciones necesarias para la vigilancia del cumplimiento de la ley.
El Ministerio de Sanidad también ha determinado que estos productos están sometidos a las mismas restricciones de publicidad, promoción y patrocinio que los cigarrillos convencionales11. Sin embargo, hemos visto que los PTC se han promocionado de manera ilegal. Es hora de que el Comisionado para el Mercado de Tabacos se tome en serio su función de «vigilar la efectiva aplicación de los criterios sanitarios sobre publicidad, consumo y calidad del tabaco, en colaboración con las demás Administraciones públicas competentes»12; o mejor todavía, que una profunda reforma de las instituciones y empresas estatales del tabaco transfiera estas funciones a una verdadera Agencia de Salud Pública sin conflictos de intereses, en línea con las obligaciones del derecho internacional emanadas del artículo 5.3 del Convenio Marco de la Organización Mundial de la Salud para el Control del Tabaco.
Los dispositivos y sus cargas de tabaco deben llevar el mismo tipo de etiquetado que los cigarrillos. Ahora, la legislación obliga a que el etiquetado de los PTC cubra solo el 30% de la cara externa del envase, con un solo mensaje de texto. Los PTC deberían llevar una advertencia sanitaria combinada (texto e imagen) que cubra al menos el 65% de la cara externa de las superficies anterior y posterior de la unidad de envasado, así como de cualquier embalaje exterior. Además, las advertencias deberían permitir la rotación de los mensajes, como se hace con otros productos del tabaco.
Dado el papel del mentol para facilitar el uso de los productos del tabaco, especialmente en jóvenes y mujeres, la legislación debería limitar que los PTC contengan mentol u otros aromas característicos.
Los dispositivos y sus cargas de tabaco deben ser gravados fiscalmente igual que los cigarrillos. La Directiva Fiscal sobre productos del tabaco 2011/64/UE no contiene provisiones sobre este producto y España los clasifica como «otras labores del tabaco» a efectos fiscales13, por lo que vienen a ser gravados unas cuatro veces menos que los cigarrillos.
Somos conscientes de que los tres últimos puntos requieren ir más allá de los mínimos establecidos en las directivas de la Unión Europea; hay países que lo han hecho o lo han intentado. Por ejemplo, la actual Directiva Fiscal otorga a los gobiernos nacionales un margen sustancial para diseñar sus impuestos especiales. En Italia, una iniciativa popular y parlamentaria propuso subir el impuesto a los PTC al nivel de los cigarrillos, aunque el gobierno italiano terminó claudicando ante la industria tabaquera14. Otra muestra es que, en Dinamarca, el gobierno está preparando una orden que impedirá la exposición al público de productos del tabaco en los puntos de venta, incluyendo los PTC y los dispositivos que se usan para calentar el tabaco, los sucedáneos del tabaco y los productos a base de hierbas para fumar15.
Mientras no se demuestre ninguna de las virtudes que reclaman sus fabricantes, hay que regular estos productos como si fueran cigarrillos convencionales, ahora que todavía los usa una proporción relativamente pequeña de la población. Cuanto más tardemos, más difícil será controlar su auge y sus consecuencias.