Me es duro escribir sobre Javier, porque en el fondo implica que asumo que ya no volverá. Sé que su pérdida para la Sociedad Española del Dolor (SED) es irrecuperable; desde su perfil discreto y bonachón se escondía una de las mentes más brillantes que he conocido en el mundo del dolor. Recuerdo cuando le conocí en un simposium en Salamanca allá por el año 2000; hablaban él y Jesús Tornero, ambos reumatólogos, y me impresionó no solo su capacidad de comunicación sino la rigurosidad de su exposición. Recuerdo haber pensado que me gustaría parecerme a ellos y que eran un ejemplo a seguir. Coincidí muchas veces con él en diferentes congresos, y finalmente en la etapa que compartimos durante 8 años en la Junta directiva de la SED, en la cual pude conocerle en profundidad y establecer una profunda amistad.
Javier era un enamorado del dolor. Trabajó durante muchos años con Enrique Reig, al que admiraba profesionalmente, y del que siguió muchas de sus enseñanzas en dolor y con el que compartía la necesidad de formación en dolor desde las materias básicas hasta el intervencionismo. Asimismo, le unió una profunda amistad y respeto a Juan Antonio Micó, con el que era una delicia oírlos hablar sobre planes de formación e investigación; ambos tenían una visión clara y comprometida de hacia dónde debía ir la SED, además de un sentido del humor típico en ambos de personas brillantes, que hacían que reuniones de horas pasasen como si fuesen minutos. Desgraciadamente los tres han dejado un vacío insustituible en el dolor en España.
Para la SED, Javier fue un aporte constante en los años de su participación en la Junta directiva, su visión de cómo debía ser la sociedad para conseguir autonomía y prestigio contaba además con su experiencia previa en la Junta Directiva de la Sociedad Española de Reumatología. Javier nos transmitía siempre una visión de la necesidad de formación reglada con un perfil científico que implicaba la transformación de una Sociedad que empezaba a caminar hacia la modernización. De hecho, ya estaba el Máster de la SED establecido y se estaban empezando a dar los primeros pasos de muchos proyectos que mejorasen e impulsasen la SED. No solo le abalaba su experiencia en otras sociedades científicas, sino un currículum brillante del que nunca alardeaba.
Si tuviese que exponer los mayores aportes al dolor y a la SED de Javier, hablaría del primer Manual de Medicina del Dolor: fundamentos, evaluación y tratamiento. Este fue un proyecto en el que Javier puso el alma. Los que estuvimos cerca recordamos sus esfuerzos para lograr un libro de suficiente calidad científica, pero que a la vez permitiese que muchas personas que trabajamos en dolor participásemos, haciendo un libro donde todos estuviesen incluidos. El resultado creo que mereció la pena, y sé que él estaba trabajando para su renovación, ya que el conocimiento en la medicina del dolor está en constante transformación y no quería que se quedase obsoleto. Creo firmemente que su deseo será implementado por esta o futuras Juntas Directivas, permitiendo que su sueño y visión del tratamiento del dolor se hagan realidad.
La otra gran aportación de Javier a la SED es la revista. Javier fue director de la RESED desde 2018, en el que se realizó una selección mediante concurso abierto para renovar la revista, que en ese momento era una necesidad imperiosa en la SED. Su proyecto era brillante y plasmaba ese cambio estructural tan importante del abordaje del dolor en nuestro entorno. Javier transformó la revista no solo de aspecto sino, lo más importante, de contenido. Dio paso a una Dirección que daba peso a sus directores asociados e iniciaba una época de mucho más rigor científico, con revisiones por pares de todos los artículos, secciones nuevas como avances en dolor, publicaciones en inglés, etc. Todo esto tuvo frutos desde el punto de vista económico, reduciendo de manera importante los costes de la revista, y científico, consiguiendo mejorar los índices de calidad y certificándonos en FECYT. Este trabajo, como Javier decía constantemente, era fruto del compromiso de editores, revisores, etc., a los que, como nos decía en su último informe sobre la RESED, estaba profundamente agradecido.
Todas estas descripciones de Javier, desde el punto de vista científico, se unían a su carácter y su capacidad de ver siempre oportunidades y capacidad de mejora, su humor y su humanidad para ver lo mejor de cada uno.
Javier, todos los que te hemos conocido y trabajado contigo no te olvidamos.
GRACIAS, AMIGO.