Introducción
La vivencia de situaciones estresantes por parte de las personas a menudo da lugar a dificultades de adaptación importantes y al desarrollo de trastornos mentales que pueden requerir de ayuda o tratamiento especializado. Conocer los factores que influyen en esta relación y en la aparición o no de psicopatología ante el estrés resulta relevante de cara a la elaboración de estrategias de evaluación, preventivas y de intervención con estas personas.
Tras años de investigación, se sabe que tanto el afrontamiento como la personalidad son algunos de los factores más consistentemente asociados al desarrollo de trastornos mentales (Malouff, Thorsteinsson y Schutte, 2005; Mirmics et al., 2013).
En primer lugar, el afrontamiento, entendido como “los esfuerzos, tanto cognitivos como conductuales, que hace el individuo para hacer frente al estrés” (Sandín, 1995, p. 20), juega un papel muy importante, especialmente desde modelos interaccionales que enfatizan la importancia de los factores psicológicos que median entre los agentes estresantes y la respuesta al estrés. En concreto, la teoría transaccional del estrés de Lázarus y Folkman (1984), principal exponente de estos modelos, entiende que el hecho de que un estímulo estresante de lugar a una reacción de estrés depende fundamentalmente de la valoración que realiza el sujeto, del estresor y de los propios recursos para afrontarlo. La importancia de los procesos valorativos o subjetivos justificarían la consideración en el estudio de la variable estrés percibido, entendido como la valoración que realiza el sujeto sobre el grado de estrés que le ha producido una situación estresante.
La evaluación cognitiva, a su vez, daría lugar a una determinada reacción al estrés, incluyendo respuestas emocionales, principalmente depresión y ansiedad, y la puesta en marcha de un tipo u otro de afrontamiento, más o menos adaptativo en función de su capacidad para adecuarse a las demandas contextuales (Sandín, 2008). En concreto, y según la clasificación de Carver (1997), podrían diferenciarse dos grandes tipos: afrontamiento de compromiso, en el cual el sujeto intenta activamente manejar la situación o las emociones asociadas a la misma; y afrontamiento de falta de compromiso, en el que el sujeto se distancia del estresor o de sentimientos relacionados con el mismo. La literatura ha concluido que el primer tipo suele ser más adaptativo y exitoso, y se ha relacionado con una mejor salud mental, mientras que las formas pasivas y de evitación son consideradas menos exitosas y desadaptativas, prediciendo mayores índices de ansiedad y depresión (Carver y Connor-Smith, 2010; Li, Cooper, Bradley, Shulman y Livingston, 2012; Seiffge-Krenke y Klessinger, 2000; Visser et al., 2015).
La personalidad, la otra de las variables consideradas de mayor relevancia en el desarrollo de psicopatología, constituiría una variable que moderaría los diferentes niveles del proceso de estrés, influyendo en los procesos de valoración y en la reacción al estrés, lo que incluiría el desarrollo de síntomas emocionales y el afrontamiento puesto en marcha. Su estudio en los últimos años se ha desarrollado principalmente dentro del modelo de los Cinco Grandes de McCrae y Costa (1991), que considera que existen cinco grandes dimensiones con las que se puede describir la personalidad: Extraversión, Afabilidad o Cordialidad, Tesón o Responsabilidad, Neuroticismo y Apertura mental o Apertura a la experiencia. La investigación ha concluido que el neuroticismo es uno de los predictores más robustos para el desarrollo de psicopatología ante sucesos vitales estresantes (Lahey, 2009; Malouff et al., 2005; Mandelli et al., 2015), relacionándose especialmente con síntomas y trastornos depresivos y de ansiedad. Aunque también se han encontrado relaciones con otras dimensiones de personalidad, especialmente con la extraversión (Mirnics et al., 2013; Naragon-Gainey, Rutter y Brown, 2014), que correlaciona negativamente con problemas ansiosos y depresivos (Lucas y Fujita, 2000; MCrae y Costa, 1991; Watson y Clark, 1992). Las relaciones del resto de dimensiones de personalidad con la psicopatología han sido menos estudiadas, y aunque apuntan a relaciones positivas con la salud mental, especialmente en el caso del tesón y la afabilidad, en general los resultados han sido más débiles e inconsistentes, relacionándose más con trastornos externalizantes frente a los internalizantes -ansiedad y depresión- (Kotov, Gamez, Schmidt y Watson, 2010).
Y en cuanto a la dimensión de positividad, un constructo no recogido dentro del modelo anterior y entendido como la propensión a valorar positivamente la vida y las experiencias, parece ser un predictor importante del bienestar y la salud, habiéndose encontrado relaciones negativas con el afecto negativo y la presencia de síntomas depresivos (Caprara et al., 2012), no con ansiedad, aunque por el momento la investigación es escasa.
El estudio conjunto de estas variables psicológicas con otras sociodemográficas está justificado por su relevancia y relación tanto con estas variables (Bermúdez, Teva y Buela-Casal, 2009; McCrae et al., 1999) como con la psicopatología (Altemus, Sarvaiya y Epperson, 2014; Tang, Liu, Liu, Xue y Zhang, 2014; Vallejo-Sánchez y Pérez-García, 2015a).
Por otro lado, existe mucha investigación que relaciona las dimensiones comentadas con el desarrollo de trastornos ansiosos y depresivos, pero apenas se han encontrado trabajos que estudien estas relaciones en muestras con Trastorno Adaptativo (TA), que se trata de un diagnóstico que se realiza con mayor frecuencia incluso que los anteriores cuando una persona pasa por una situación de estrés y desarrolla síntomas emocionales o comportamentales significativos, pero no cumple criterios para trastornos depresivos o de ansiedad más específicos (American Psychiatric Association [APA], 2013). Esta notable escasez de trabajos es probablemente debida a las diferentes controversias existentes en torno a esta categoría diagnóstica, principalmente por sus criterios vagos y escasamente definidos que en ocasiones dificultan su diferenciación tanto con otros trastornos mentales como con la normalidad (Casey, Dowrick y Wilkinson, 2001). Sin embargo, algunos resultados apuntan a que las variables psicológicas comentadas anteriormente pudieran ser también relevantes en los TA en particular. En concreto, se ha encontrado que en función del nivel de positividad y del estilo de afrontamiento utilizado se puede predecir la presencia de un TA (Vallejo-Sánchez y Pérez-García, 2015a), y además, que los sujetos con TA utilizan más estilos de afrontamiento evitativos o de falta de compromiso, y menos el humor (For-Wey, Fei-Yin y Bih-Ching, 2002; Vallejo-Sánchez y Pérez-García, 2015b), Por tanto, el estudio de estas variables en muestras de sujetos con TA resulta muy relevante de cara a la elaboración de estrategias de evaluación e intervención, así como su comparación con muestras generales o con otras patologías, de cara a comprobar si las anteriores variables de vulnerabilidad (o protección) tienen diferente peso en función del grupo.
Considerando el marco teórico y empírico planteado, nos planteamos como primer objetivo comprobar la capacidad predictiva de las dimensiones de personalidad más relevantes (neuroticismo, extraversión y positividad), de cinco tipos de afrontamiento, del estrés percibido y de algunas variables sociodemográficas significativas sobre el nivel de sintomatología depresiva y ansiosa presentado en una muestra de personas con Trastorno Adaptativo (TA), en comparación con una muestra control. Del anterior objetivo se derivaría la hipótesis general de que las variables estudiadas serían relevantes en la predicción de ambos tipos de síntomas, y varias hipótesis específicas: 1) Se esperaba que el neuroticismo predijera positivamente tanto la sintomatología ansiosa como depresiva, mientras que mayor extraversión y positividad predecirían menor nivel de sintomatología; 2) Las estrategias de afrontamiento de compromiso, humor, búsqueda de apoyo social, y religión, predecirían negativamente ambos tipos de síntomas, mientras que las estrategias de falta de compromiso o evitativas los predecirían positivamente; 3) Se esperaba que un mayor estrés percibido predijese más sintomatología ansiosa y depresiva; 4) En cuanto a las variables sociodemográficas, ser mujer, tener menor edad, menor nivel educativo y estar desempleado se relacionaría con una mayor sintomatología; y por último, 5) Se esperaba encontrar los mismos resultados en ambas muestras, considerando que previamente no se habían encontrado estudios que realizasen estos mismos análisis.
Método
Participantes
El estudio, de tipo transversal y descriptivo, fue realizado con 160 sujetos, divididos en dos grupos, cuyas características sociodemográficas se describen en la Tabla 1.
El grupo clínico estuvo constituido por 80 pacientes que acudieron a una Unidad de Salud Mental (USM) y fueron diagnosticados de TA en base a criterios diagnósticos de la CIE-10 (World Health Organization [WHO], 1992) o del DSM-IV-TR (APA, 2000). Se excluyó a todos aquellos pacientes que presentaban comórbidamente otra psicopatología grave del Eje I o II del DSM-IV-TR, con ayuda de las entrevistas diagnósticas MINI (International Mini Neuropsychiatric Interview; Sheehan et al., 1998; adaptación española de Ferrando et al., 1998) e IPDE (International Personality Disorders Examination; Loranger, 1995; versión española de López-Ibor, Pérez y Rubio, 1996). También se excluyó a los que habían realizado tratamiento psicológico o psiquiátrico en los últimos dos años, así como aquellos cuyas edades no estuviesen comprendidas entre los 18 y 65 años y los que presentasen condiciones que dificultasen la aplicación de los instrumentos de estudio (deterioro cognitivo y/o médico, o nivel educativo o intelectual insuficiente).
El grupo control estuvo formado por 80 personas que habían sufrido en los últimos dos años al menos una situación estresante importante pero que no habían desarrollado psicopatología. En concreto, personas valoradas en la Unidad y dadas de alta por no presentar patología, profesionales del hospital, familiares de éstos últimos y familiares de pacientes de la USM.
Instrumentos de evaluación y procedimiento
Para valorar el estrés percibido, se construyó una Escala de sucesos vitales (ESV), consistente en un listado de 40 situaciones estresantes de diferente tipo, extraídas del listado de problemas psicosociales y ambientales que constituye el Eje IV del sistema de evaluación multiaxial del DSM (APA, 2000). El sujeto debía indicar la ocurrencia del estresor en los últimos dos años y el nivel de estrés generado en una escala tipo Likert de cuatro puntos (de 0 = Ningún estrés a 3 = Mucho estrés). Se consideró en los análisis la variable de estrés percibido en los sucesos experimentados, que presentó en esta muestra una fiabilidad adecuada (α = .74).
Para medir la personalidad se utilizó el Big Five Inventory-44 (BFI-44; Benet-Martínez y John, 1998), inventario autoaplicado de 44 ítems tipo Likert de cinco puntos (desde 1 = Muy en desacuerdo, a 5 = Muy de acuerdo), que evalúa la personalidad según el “Modelo de los Cinco Grandes”, y que muestra muy buenas propiedades psicométricas (Benet-Martínez y John, 1998; Rammstedt y John, 2007). En este estudio sólo se consideraron las escalas de Extraversión y Neuroticismo, por su mayor significación en el estudio de la psicopatología, y que mostraron en esta muestra índices de fiabilidad adecuados (α = .70 y α = .84, respectivamente).
Para medir la orientación positiva se utilizó la Escala de Positividad (Caprara et al., 2012), una escala autoaplicada de 8 ítems tipo Likert de cinco puntos (desde 1 = Totalmente en desacuerdo, a 5 = Totalmente de acuerdo) que evalúa el constructo de positividad. En el estudio original se encontró a través de análisis factoriales que presenta una estructura unidimensional, además de buenas propiedades psicométricas (Caprara et al., 2012), aunque con nuestra muestra los índices fueron incluso superiores (α = .83).
Para medir el afrontamiento se utilizó el Brief COPE (Carver, 1997; versión española de Morán, Landero y González, 2010), un inventario autoaplicado de 28 ítems, agrupados en 14 escalas de dos ítems cada una, con formato tipo Likert de cuatro puntos (desde 0 = No, en absoluto, a 3 = Totalmente) que evalúa el estilo de afrontamiento utilizado ante el estrés. No se aplicaron en este estudio las escalas de consumo de sustancias y de autodistracción, por su comportamiento problemático e inestable. Además, con el fin de aumentar la fiabilidad de la prueba, se mantuvo la configuración original de las escalas de humor y religión que presentaban una alta consistencia, y tal como recomienda su autor (Carver, 1997), las restantes diez escalas se agruparon (mediante la aplicación de un análisis factorial) obteniéndose tres factores: compromiso (que incluye los ocho ítems de las escalas de afrontamiento activo, planificación, reevaluación positiva y aceptación), falta de compromiso (con los ocho ítems de negación, abandono, autoculpa y desahogo) y búsqueda de apoyo social (con los cuatro ítems de apoyo instrumental y apoyo emocional). Las cinco agrupaciones de las estrategias de afrontamiento finalmente consideradas presentaron un índice promedio de consistencia interna de .80 en esta muestra (ver Vallejo-Sánchez y Pérez-García, 2015a, para una descripción más detallada del proceso seguido).
Para la medida de la sintomatología ansiosa se utilizó la adaptación española (Sanz y Navarro, 2003) del Inventario de Ansiedad de Beck (Beck, Brown, Epstein y Steer, 1988). Se trata de un cuestionario autoaplicado, formado por 21 ítems tipo Likert de cuatro puntos (desde 0 = En absoluto, a 3 = Severamente), que evalúa la presencia y severidad de los síntomas de ansiedad en la última semana en pacientes con trastornos psicológicos y en la población general. Presenta también adecuadas propiedades psicométricas, tanto en el estudio original como en diferentes muestras españolas (Beck, Brown et al., 1988; Sanz, García-Vera y Fortún, 2012; Sanz y Navarro, 2003). En nuestro estudio el índice de consistencia interna fue muy alto (α = .96).
Y por último, los síntomas depresivos se evaluaron a través del la versión española (Vázquez y Sanz, 1997) del Inventario de Depresión de Beck (Beck, Rush, Shaw y Emery, 1979), uno de los cuestionarios autoaplicados más utilizados para la valoración de la depresión. Consta de 21 ítems que valoran diferentes síntomas depresivos, con cuatro opciones de respuesta cada uno (graduadas según su intensidad de 0 a 3), debiendo el sujeto elegir aquella con la que más se identifique en función de cómo se ha sentido en la última semana. Presenta adecuadas propiedades psicométricas, tanto en su versión original como en la española (Beck, Steer y Garbin, 1988; Vázquez y Sanz, 1997), habiéndose encontrado con nuestra muestra un índice de consistencia interna muy elevado (α = .94).
Todos los sujetos que cumplieron con los criterios de inclusión y firmaron el consentimiento informado para participar fueron evaluados, previa aprobación por parte del Comité de Ética del Hospital, a través de los anteriores instrumentos, que se cumplimentaron en todos los casos en el domicilio.
Análisis de datos
Se utilizó el programa estadístico SPSS para Windows, versión 19.0 (IBM Corp, 2010). En primer lugar, se comprobó si existían diferencias entre los grupos clínico y control en las variables sociodemográficas medidas utilizando la prueba de χ2 en las variables categóricas, y análisis de varianza (ANOVA) de un factor (grupo) en el caso de la edad.
A continuación, se contrastaron mediante ANOVA las diferencias entre ambos grupos en las variables psicológicas analizadas. Finalmente, para estudiar las variables que predecían los síntomas de ansiedad y de depresión, se llevaron a cabo análisis de regresión lineal múltiple, siguiendo el método Introducir, inicialmente con la muestra total, y posteriormente, con cada una de las muestras (clínica y control) al obtener que la variable grupo era un predictor significativo. En los análisis por grupo, además de las variables sociodemográficas, se tomaron aquellas psicológicas que correlacionaban significativamente con los criterios analizados (los síntomas de ansiedad y de depresión), a partir de las correlaciones bivariadas realizadas. En todos los análisis realizados, el cálculo de la tolerancia y el FIV mostró que no existían efectos de colinealidad significativos entre las variables predictoras (todos los coeficientes de tolerancia fueron superiores en cada caso a 1-R2 y los FIV inferiores a 10).
Resultados
A) Análisis de las características sociodemográficas
Los resultados de los análisis de las variables sociodemográficas (ver Tabla 1) indicaron que no existían diferencias significativas entre los grupos en la distribución de varones y mujeres (χ2 = 1.34, gl = 1, p = .16) y del estado civil (χ2 = 3.98, gl = 3, p = .26). En ambos grupos había más mujeres que hombres, y estuvieron en su mayoría solteros o casados, siendo muy pocos los separados/divorciados o viudos.
Sin embargo, sí que se encontraron diferencias en las variables situación laboral (χ2 = 40.10, gl = 1, p < .001) y nivel educativo (χ2 = 25.05, gl = 2, p < .001), siendo casi significativas las diferencias en edad [F(1,158) =3.49, p = .06]. El grupo clínico fue de media algo más joven que el control, y se encontraba en situación laboral no activa con más frecuencia (en cuanto que había más personas desempleadas o bien dedicadas a estudiar o a las tareas del hogar). Y su nivel de estudios se encontraba entre básico y medio, principalmente, frente al grupo control que en su mayoría tenía un nivel medio de estudios, habiendo en ambos grupos prácticamente la misma proporción de personas con estudios superiores (ver Tabla 1).
Todas las variables sociodemográficas relevantes (sexo) o que resultaron significativamente diferentes entre el grupo clínico y control (situación laboral, y nivel educativo), o próximas a la significación (edad), fueron incluidas en los análisis estadísticos posteriores.
B) Análisis de la capacidad predictiva de las variables relevantes (psicológicas, sociodemográficas y del estrés percibido) sobre la sintomatología
Las características descriptivas (media y desviación típica) para cada grupo y para la muestra total, pueden verse en la Tabla 2. El contraste entre ambos grupos realizado mediante Análisis de Varianza, considerando como covariantes las variables sociodemográficas relevantes (sexo, edad, nivel educativo y situación laboral) mostró que el grupo clínico, frente al control, presentaba de forma estadísticamente significativa (todas las F con p < .001) mayor neuroticismo (η 2 p = .22), menor extraversión (η 2 p = .05) y menor positividad (η 2 p = .15), percibía mayor estrés (η 2 p = .11), utilizaba en mayor medida el afrontamiento de falta de compromiso (η 2 p = .10) y en menor medida el de humor (η 2 p = .07), e informaba de más síntomas de ansiedad (η 2 p = .22) y de depresión (η 2 p = .36).
Grupo clínico (N = 80) | Grupo control (N = 80) | Muestra total (N = 160) | |
---|---|---|---|
Extraversión | 24.46 (6.02) | 27.46 (5.04) | 25.96 (5.73) |
Neuroticismo | 27.60 (5.80) | 19.01 (6.83) | 23.31 (7.65) |
Positividad | 23.24 (5.42) | 29.25 (5.83) | 26.24 (6.37) |
Compromiso | 1.79 (.68) | 2.02 (.50) | 1.91 (.61) |
Apoyo | 1.86 (.81) | 1.84 (.79) | 1.85 (.80) |
Falta de compromiso | 1.08 (.53) | .68 (.45) | .88 (.53) |
Humor | .62 (.86) | 1.21 (.93) | .92 (.94) |
Religión | .94 (1.02) | 1.04 (1.08) | .99 (1.05) |
Estrés percibido | 1.68 (.47) | 1.29 (.46) | 1.48 (.50) |
Ansiedad | 25.64 (10.60) | 6.98 (7.01) | 15.66 (14.78) |
Depresión | 24.76 (14.13) | 6.55 (8.50) | 16.31 (12.95) |
Para analizar la sintomatología, se realizaron análisis de regresión lineal múltiple en primer lugar para la muestra total (ver Tabla 3), tomando como predictores las variables de personalidad medidas (extraversión, neuroticismo y positividad), los cinco grupos de estrategias de afrontamiento (compromiso, falta de compromiso, búsqueda de apoyo, humor y religión), las características sociodemográficas relevantes previamente señaladas (sexo, edad, nivel educativo y situación laboral), el estrés percibido y el grupo.
Nota. (1) Método: Introducir; (2) β: Coeficiente de regresión estandarizado; (3) t: prueba t de Student; (4) R 2 ajustado: Coeficiente de determinación ajustado; (5) º p < .07; *p < .05; **p < .01; ***p < .001; (6) Situación laboral: 1 = Activa, 2 = No activa; Grupo: 1 = Clínico, 2 = Control; Sexo: 1= Hombre, 2 = Mujer; (7) Afront.: Afrontamiento.
En la muestra total se obtuvo un modelo significativo que explicaba el 70 % de la varianza de la sintomatología depresiva (F(14,145) = 27.84, p < .001). Según el modelo, un mayor neuroticismo, menor extraversión y positividad, mayor afrontamiento de falta de compromiso, mayor estrés percibido, estar en situación laboral no activa y pertenecer al grupo clínico predijeron una mayor depresión (ver Tabla 3).
Al resultar significativa la variable grupo, se realizaron posteriormente los mismos análisis para cada uno por separado. No obstante, en estos análisis, al reducirse el tamaño de la muestra, sólo se incluyeron como predictores, además de las variables sociodemográficas, aquellas de personalidad, afrontamiento y percepción de estrés que correlacionaran significativamente con los síntomas de depresión (ver Tabla 4).
1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | 10 | 11 | |
---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
1. Extraversión | 1 | -.24* | .29** | .30** | .19 | -.21 | -.04 | -.17 | .13 | -.31** | -.17 |
2. Neuroticismo | -.42*** | 1 | -.41*** | -.15 | -.01 | .58*** | -.14 | .23* | .25* | .56*** | .58*** |
3. Positividad | .33** | -.40*** | 1 | .38*** | .51*** | -.13 | -.01 | .23* | -.18 | -.48*** | -.32** |
4. Af. Compromiso | .12 | -.29** | .39*** | 1 | .50*** | -.03 | .13 | .19 | .06 | -.26* | -.22* |
5. Af. Apoyo | .17 | -.14 | .41*** | .49*** | 1 | .08 | .22 | .30** | .18 | -.21 | .01 |
6. Af. Falta Compr. | .06 | .21 | -.08 | -.06 | .12 | 1 | -.07 | .36*** | .14 | .42*** | .43*** |
7. Af. Humor | .24* | -.26* | .15 | .47*** | .23* | -.04 | 1 | -.01 | .06 | -.20 | -.17 |
8. Af. Religión | .05 | .19 | .15 | .08 | .29** | .18 | .11 | 1 | .10 | .10 | .26* |
9. Estrés Percibido | .03 | .28* | -.09 | .06 | -.03 | .09 | .09 | .16 | 1 | .29** | .29** |
10. Depresión | -.27* | .38*** | -.40*** | -.09 | -.21 | .27* | -.03 | .09 | .26* | 1 | .69*** |
11. Ansiedad | -.18 | .31** | -.08 | .08 | .10 | .16 | .02 | .25* | .22* | .61*** | 1 |
Nota. *p < .05; **p < .01; ***p < .001
En el caso del grupo clínico (ver Tabla 5), la capacidad predictiva de las variables sobre la sintomatología depresiva fue del 34 % (F(9,70) = 5.66, p < .001). Según el modelo, menor positividad, mayor afrontamiento de falta de compromiso, estar en situación laboral no activa y ser hombre predijeron una mayor depresión. En el caso del grupo control (ver Tabla 6), la varianza predicha fue del 50 % (F(10,69) = 8.85, p < .001), resultando significativas en este caso el neuroticismo y la situación laboral no activa, y de forma marginalmente significativa, la baja positividad y el estrés percibido.
Nota. (1) Método: Introducir, tomando como predictores las variables sociodemográficas relevantes y las psicológicas significativamente correlacionadas con cada criterio; (2) β: Coeficiente de regresión estandarizado (3) t: prueba t de Student; (4) R 2 ajustado: Coeficiente de determinación ajustado; (5) *p < .05; **p < .01; ***p < .001; (6) Situación laboral: 1 = Activa, 2 = No activa; Sexo: 1 = Hombre, 2 = Mujer; (7) Afront.: Afrontamiento.
Notas. (1) Método: Introducir, tomando como predictores las variables sociodemográficas relevantes y las psicológicas significativamente correlacionadas con cada criterio; (2) β: Coeficiente de regresión estandarizado (3) t: prueba t de Student; (4) R 2 ajustado: Coeficiente de determinación ajustado; (5) ºp < .07; *p < .05; **p < .01; ***p < .001; (6) Situación laboral: 1 = Activa, 2 = No activa; Sexo: 1 = Hombre, 2 = Mujer; (7) Afront.: Afrontamiento.
En el caso de la capacidad predictiva de las variables sobre la sintomatología ansiosa en la muestra total, la ecuación predijo el 54 % de la varianza de la ansiedad. Según el modelo obtenido (F(14,145) = 14.27, p < .001), un mayor neuroticismo, estar en situación laboral no activa, un nivel educativo más bajo y pertenecer al grupo clínico predijeron una mayor puntuación en ansiedad. También fueron predictores marginalmente significativos el aumento en la edad y un mayor estrés percibido (ver Tabla 3).
En este caso también resultó significativa la variable grupo, realizándose los análisis igualmente para cada uno por separado, siguiendo el mismo criterio que en el caso de la depresión, es decir, tomando como predictores las variables de personalidad, afrontamiento y estrés que correlacionaran significativamente con los síntomas de ansiedad. En el caso del grupo clínico (ver Tabla 5), la capacidad predictiva de las variables sobre la sintomatología ansiosa fue del 17 % (F(7,72) = 3.23, p < .01), resultando el neuroticismo el único predictor significativo. En el caso del grupo control (ver Tabla 6), la varianza predicha fue del 47 % (F(10,69) =7.98, p < .001), resultando significativas las variables de neuroticismo, situación laboral y de forma marginalmente significativa, el sexo, a favor de mayor sintomatología ansiosa en las mujeres.
Discusión
Los objetivos principales de este estudio fueron comprobar la capacidad predictiva de algunas variables psicológicas y sociodemográficas significativas sobre el nivel de sintomatología depresiva y ansiosa en una muestra de personas con Trastorno Adaptativo, una categoría diagnóstica muy utilizada, controvertida, y poco investigada, así como la comparación de los resultados con una muestra control.
En general, se encontró que, considerando la muestra total, la ansiedad y la depresión podían predecirse en un 54 % y un 70 %, respectivamente, por las variables incluidas (ver Tabla 3), aunque los resultados variaban considerablemente al realizar por separado los análisis para cada grupo (clínico y control), reduciéndose el número de variables predictoras y la varianza explicada por éstas (ver Tablas 5 y 6). Estos resultados pueden deberse, entre otros factores, al menor tamaño de la muestra al considerar cada grupo por separado, al menor número de predictores significativos incluidos en las ecuaciones finales (por ejemplo, en la ecuación sobre la ansiedad, en el grupo clínico sólo resultó significativo el neuroticismo, siendo la capacidad predictiva de la ecuación la más baja, del 17 %), y especialmente a la consideración conjunta y potenciada de las interrelaciones entre los predictores en la muestra total, siendo relevantes diferentes variables cuando se realizan los análisis por separado para cada grupo. A continuación, se describen más exhaustivamente los resultados en base a los objetivos e hipótesis planteadas.
El primer objetivo fue estudiar las relaciones de la personalidad con los síntomas, planteándose como primera hipótesis que el neuroticismo predeciría positivamente tanto la sintomatología ansiosa como depresiva, mientras que mayor extraversión y positividad predecirían menor nivel de sintomatología. Esta hipótesis se cumplió al considerar la muestra total, pero sólo parcialmente considerando cada grupo por separado, aunque los resultados fueron en la misma línea, no siendo significativas las betas correspondientes. El neuroticismo resultó ser un predictor significativo de ambos tipos de síntomas únicamente en el grupo control, resultando sólo relevante en la predicción de la ansiedad en el grupo con TA (aunque en el caso de la depresión, los resultados fueron en la línea de los demás resultados, con una beta tipificada de .14 que no fue suficiente, sin embargo, para resultar significativa). La positividad predijo menos síntomas depresivos, pero no ansiosos, en ambos grupos. Y la extraversión sólo se relacionó con los síntomas depresivos en la muestra total, aunque al considerar cada grupo por separado las betas, aun siendo mayores y en igual dirección que con la muestra completa, no resultaron significativas, influyendo, posiblemente, el tamaño grupal y las interrelaciones entre los diferentes predictores considerados. Por tanto, tampoco se cumplió la quinta de las hipótesis relacionada con las diferencias entre grupos, dado que no resultaron predictivas las mismas variables (excepto en el caso de la positividad, donde los resultados fueron consistentes en ambos grupos). Estos resultados no resultarían compatibles con estudios como el metaanálisis de Malouff y colaboradores (2005), que encontraron que mayor neuroticismo y menor extraversión se relacionaría con más síntomas y trastornos tanto ansiosos como depresivos, u otros trabajos que relacionan el alto neuroticismo con ambos síntomas, y la baja extraversión sólo con la depresión (Kotov et al., 2010; Watson y Clark, 1992). Es probable que estos resultados se relacionen en parte con la diferenciación de la muestra de estudio en un grupo clínico y otro control, lo que supone al fin y al cabo dividir a los sujetos en altos y bajos en algunas características. Como consecuencia se ve afectada la dimensionalidad o linealidad de las mismas características, lo que afecta a las relaciones entre las variables. Por ejemplo, en el caso del grupo clínico, con más alto neuroticismo y mayor homogeneidad de la muestra al compartir un mismo diagnóstico que en el caso del grupo control, esta variable no predijo la depresión, a pesar de que es considerada uno de los predictores más relevantes de psicopatología ansiosa y depresiva. Aunque, como ya se ha comentado, parte de los resultados podrían explicarse por el menor tamaño de las submuestras.
Con respecto a la positividad, los resultados son acordes a la literatura, que la ha relacionado negativamente con el afecto negativo y la depresión (Caprara et al., 2012), lo cual es esperable considerando que es conceptualizada como un factor disposicional, relacionado con la tendencia a ver la vida y las experiencias desde un punto de vista positivo, con componentes tanto cognitivos-evaluativos como emocionales-afectivos que afectan a la interpretación de la situación y los propios recursos.
La segunda hipótesis, según la cual se esperaba encontrar que el uso de estrategias de afrontamiento de falta de compromiso predijese mayores niveles de sintomatología, y el resto predijese menores niveles, sólo se cumplió en su primera parte. Es decir, en nuestro estudio encontramos que un mayor uso del afrontamiento de falta de compromiso se relacionó con un aumento de la sintomatología depresiva, pero no ansiosa, en la muestra total y clínica, no en la control (y por tanto, en este caso, también se encontraron diferencias entre los grupos, aunque como en el caso de la personalidad, los resultados fueron en la misma línea, con una beta tipificada de .18 en el grupo control, superior incluso a la obtenida en la muestra total, pero insuficiente para resultar significativa). Este resultado no resulta compatible con las relaciones encontradas tanto con depresión como con ansiedad (Carver y Connor-Smith, 2010), aunque podría explicarse por la relación encontrada en la literatura entre el afrontamiento más pasivo o evitativo y aquellas situaciones estresantes en que la persona valora que tiene escaso control percibido o autoeficacia, variables que a su vez guardan estrecha relación con la depresión (Bandura, 1997). Podría también sugerirse, que el mayor peso en el grupo clínico del afrontamiento de falta de compromiso o evitativo frente a un rasgo más estable como el neuroticismo en la predicción de la sintomatología depresiva, estaría indicando un efecto significativo de mediación, que podría no estar actuando en el grupo control, donde la sintomatología no es tan elevada ni alcanza niveles clínicos, siendo en este caso el peso predictivo del rasgo de neuroticismo mayor y de efecto más directo, hipótesis que debería abordarse en futuras investigaciones.
El resto de estrategias de afrontamiento (de compromiso, humor, búsqueda de apoyo social, y religión), consideradas generalmente como más activas y dirigidas al manejo del problema o de las emociones asociadas, no se asoció a una disminución de síntomas, tal como se esperaba. No obstante, en la revisión de Taylor y Stanton (2007) se concluyó que, aunque en general el afrontamiento de aproximación o de compromiso se relaciona positivamente con la salud física y psicológica en circunstancias estresantes, los resultados son menos concluyentes que los encontrados con el afrontamiento evitativo o de falta de compromiso. Esto puede ser debido a diversos factores como, por ejemplo, el hecho de que algunas estrategias como la solución de problemas, aunque pueden promover el afecto positivo, no resultan útiles para el manejo de los aspectos inmutables o incontrolables del estresor, repercutiendo en la eficacia del afrontamiento y en la salud mental general.
En cuanto a la tercera hipótesis, relacionada con la capacidad predictiva del estrés percibido, se esperaba que predijese mayores niveles de síntomas tanto ansiosos como depresivos, pero también en este caso los resultados sólo se cumplieron en parte. Se encontró que mayor estrés percibido predijo mayor depresión considerando la muestra total, siendo casi significativo en la predicción de la ansiedad. No obstante, no resultó un predictor significativo considerando los grupos por separado (fue casi significativo en la predicción de la depresión en el grupo clínico, pero no lo fue en el control, aunque como en el afrontamiento y la personalidad, también en este caso los resultados fueron en la misma línea aunque sin alcanzar la significación estadística). Por tanto, en este caso los resultados sí que fueron similares en ambos grupos. Es probable que debido a la estrecha relación del estrés percibido con otras variables de estudio, como la personalidad o el afrontamiento, al considerarse conjuntamente con ellas pierda significación en la predicción de los síntomas, lo cual debería ser analizado en posteriores estudios.
Por último, con respecto a la cuarta hipótesis, relativa a las variables sociodemográficas, tampoco se encontraron los resultados esperados, aunque en este caso no hubo muchas diferencias entre los grupos. Únicamente resultó significativa la situación laboral, que predijo la sintomatología tanto ansiosa como depresiva, independientemente de la muestra considerada, lo cual resulta compatible en general con los hallazgos previos (Altemus et al., 2014; Tang et al., 2014), y coherente si se considera que el hecho de no tener trabajo puede ser en sí mismo una situación estresante que dé lugar a sintomatología. Los resultados en las demás variables sociodemográficas fueron más inconsistentes (menor nivel educativo predijo mayor ansiedad en la muestra total, siendo casi significativa la edad, y ser hombre predijo más depresión sólo en la clínica). No obstante, la literatura ha encontrado que las mujeres, determinados grupos de edad y las personas con menor nivel educativo tienen mayores niveles de psicopatología, lo que se ha asociado en muchos casos a las diferencias en roles sociales y recursos disponibles (Altemus et al., 2014; Tang et al., 2014). Por tanto, el resultado debería ser también estudiado más en profundidad, ya que podría haber influido igualmente el hecho de considerar en los mismos análisis otras variables de mayor relevancia.
En resumen, en este estudio se encontró que la positividad predecía mayores puntuaciones en depresión independientemente de la muestra; el neuroticismo predecía también mayor ansiedad en ambas muestras, pero sólo era relevante en la predicción de la depresión en el grupo control; el afrontamiento sólo era relevante en el grupo clínico, donde mayor uso del afrontamiento de falta de compromiso predecía más síntomas depresivos, mientras que el estrés percibido mostraba valores cercanos a la significación en la predicción de síntomas depresivos en el grupo control; y por último, la variable sociodemográfica más consistentemente asociada a los síntomas fue estar en paro, prediciendo tanto síntomas ansiosos como depresivos. Por tanto, en base a los resultados de este trabajo puede afirmarse que tanto la personalidad como el afrontamiento, junto con algunas características sociodemográficas y el estrés percibido por la persona, podrían considerarse factores de vulnerabilidad que pueden influir en el desarrollo y gravedad de la sintomatología ansiosa y depresiva (tanto en muestras generales como clínicas, en este caso con TA), aunque con diferente peso según la muestra considerada.
Las aplicaciones clínicas son evidentes. Por un lado, con respecto a la evaluación clínica, a partir de varios autoinformes breves, de personalidad, afrontamiento y estrés percibido, se podría predecir el nivel de sintomatología ansiosa y depresiva en sujetos sometidos a estrés vital, sin psicopatología y con TA. Y por otro lado, con respecto al abordaje psicoterapéutico, los resultados apuntarían a la recomendación de intervenciones preventivas o terapéuticas, en muestras generales y clínicas respectivamente, dirigidas al desarrollo de estrategias, en primer lugar, de autorregulación emocional, para disminuir la tendencia a experimentar emociones negativas, y así prevenir el desarrollo o empeoramiento de síntomas tanto ansiosos como depresivos (especialmente en la población general); en segundo lugar, de cara a un mejor afrontamiento del estrés vital (minimizando el uso de estrategias pasivas o evitativas), lo que repercutiría en un menor nivel de síntomas depresivos en los sujetos con TA; y por último, dirigidas a la modificación de los procesos cognitivos o valorativos (sobre la situación o sobre los propios recursos), lo que influiría en una disminución de los síntomas depresivos tanto en muestras generales como con TA.
A pesar de lo anterior, el estudio realizado tiene algunas limitaciones, relacionadas principalmente con la metodología. En primer lugar, se trata de un estudio correlacional por lo que no pueden establecerse relaciones de causalidad. En segundo lugar, sólo se usan autoinformes retrospectivos, pudiendo verse afectados los resultados por sesgos de memoria o por el estado afectivo de los sujetos (Caprara et al., 2010; Gärling y Gamble, 2012). Con respecto a los análisis realizados, no se estudia el papel moderador de las variables de personalidad y afrontamiento entre el estrés y la sintomatología, ni el papel mediador del estrés y el afrontamiento entre la personalidad y la sintomatología, ya que excedía los objetivos de este trabajo, además de la necesidad de muestras más amplias, aunque sería interesante para una futura investigación. Y, por último, en este estudio no se consideran variables muy relevantes, por ejemplo, relacionadas con el estrés experimentado, que tienen que ver con aspectos valorativos como la controlabilidad y la predictibilidad, y que guardan gran relación con el estrés percibido y con las respuestas que el sujeto pone en marcha (Sandín, 2008).