Introducción
A lo largo del tiempo, las investigaciones han relacionado el consumo de sustancias con las conductas delictivas, pero ¿Es el consumo realmente un factor de riesgo? ¿Tiene algún papel en la aparición de estas conductas? Si revisamos las investigaciones que pretenden establecer la etiología del delito, comúnmente se han centrado en establecer una serie de variables asociadas a este tipo de conducta como, por ejemplo, las variables relativas al individuo, socioeconómicas y psicosociales.
Algunos estudios como el de Montgomery, Thomson y Barczyk (2011), indicaron que el 40 % de la varianza del delito podía explicarse únicamente por variables individuales (como el consumo de sustancias y algunas psicopatologías). Si nos centramos en la variable del consumo y/o abuso de sustancias, un buen número de trabajos recientes coinciden en que se puede asociar al desarrollo de conductas delictivas (Gatti, Soellner, Schadee, Verde y Rocca, 2013; Miller et al., 2016; Nordstrom y Dackis, 2011). Sin embargo, la dirección de la asociación entre las variables no queda clara, y aún no se conoce si las drogas operan realmente como un factor de riesgo o predictor (Swahn y Donovan, 2004), un factor mediador o asociado, o bien una consecuencia de la actividad delictiva. De aquí surge la necesidad de revisar y estudiar aquellos trabajos cuyo diseño y análisis estadístico se centre en comprobar si el consumo de sustancias supone realmente un riesgo en la aparición de conducta delictiva, sabiendo que, como veremos a continuación, los datos del consumo de drogas son como mínimo preocupantes.
En Europa, uno de cada cuatro ciudadanos ha consumido drogas ilícitas y, actualmente, el consumo engloba una gran cantidad de sustancias en comparación con el pasado, aunque la sustancia ilegal más prevalente es el cannabis (Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías [EMCDDA], 2016). En cuanto al alcohol, los datos proporcionados por la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2014) indican que en el año 2010 el consumo mundial de alcohol fue de más de seis litros por persona. Es de destacar también, algunos datos relativos al consumo de alcohol y sustancias ilícitas entre los jóvenes españoles, ya que, por ejemplo, la edad media del inicio del consumo de alcohol bajó de diecinueve años aproximadamente en 2006, a diecisiete años en 2013 (Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, 2013). Las drogas de consumo más prevalente en España son, en orden: alcohol, tabaco, hipnosedantes, cannabis y cocaína (Observatorio Español de la Droga y las Toxicomanías [OEDT], 2015). Esta misma fuente establece que la edad media del inicio del consumo de sustancias psicoactivas como el cannabis, está en torno a los diecinueve años, indicando además que es la droga más prevalente después del alcohol entre los más jóvenes. No se ha de olvidar los fármacos y otras sustancias, cuyo consumo también se ha relacionado con el desarrollo de conductas violentas (Ford, 2008; Pope, Kouri y Hudson, 2000).
En cuanto al delito, aunque las estadísticas europeas indican que la tendencia de la delincuencia es a la disminución (Oficina Europea de Estadística [EUROSTAT], 2010), los datos estadísticos en España indican más de 59970 ciudadanos son reclusos, de los cuales más de 4180 tienen entre dieciocho y veinticinco años (Secretaría General de Instituciones Penitenciarias, 2016) y que el número de menores que delinquen es todavía mayor, 13981 menores de entre catorce y diecisiete años (Instituto Nacional de Estadística [INE], 2015).
Los datos proporcionados del delito, y los datos en relación al consumo de sustancias, además de la asociación confusa entre estas variables, establecida a lo largo del estudio de las causas del delito, nos inclinaron a centrarnos y tratar de conocer mejor esta posible relación de riesgo. Por tanto, el propósito que se planteó para la revisión fue conocer los resultados de los últimos trabajos que estudian la influencia que ejerce la variable de consumo de sustancias en el desarrollo de conductas delictivas, y por tanto confirmar si es realmente un factor de riesgo en la aparición del delito. El conocimiento de la dirección de esta influencia y la síntesis de los resultados de estudios empíricos de los últimos cinco años, podría ser relevante para el desarrollo de programas de prevención de la delincuencia por la posible participación del consumo de sustancias en su etiología.
Método
Procedimiento
Se realizó una búsqueda bibliográfica y sistemática de documentos en cuatro bases de datos: Scopus, Medline, Psicodoc y PsycINFO (en ese orden). La búsqueda y selección de artículos comenzó el 11 de Julio y finalizó el 27 de Julio de 2016. El procedimiento de selección de los artículos siguió una estrategia jerárquica consistente en primer lugar en seleccionar los trabajos en función de la lectura de su título, resumen y palabras clave, para comprobar si seguían las directrices marcadas por los criterios de inclusión y exclusión establecidos (consultar en los apartados de “Criterios de inclusión” y “Criterios de exclusión”).
Los términos de búsqueda utilizados se adaptaron al idioma que admitía cada base de datos y se procedió a refinar los resultados según: periodo de tiempo, idioma y tipo de documento (“artículos” y “revisiones”). Los términos utilizados fueron los siguientes:
«predictors OR epidemiology OR “risk factors” AND delinquency OR crime OR “criminal behavior” OR offense OR felony OR crim* OR delinq* AND drugs OR “substance abuse” OR “drug use” OR “substance use” OR alcohol OR cocaine OR cannabis OR heroin OR drug* AND “case control” OR cohort OR prospective OR longitudinal».
En segundo lugar, se procedió a leer los documentos completos y se revisó su calidad mediante la declaración STROBE – Strengthening the Reporting of Observational studies in Epidemiology – (Von Elm et al., 2008). Se trata de una lista de puntos a tener en cuenta en la publicación de estudios observacionales epidemiológicos, constituyendo una guía de recomendaciones para comunicar y proceder en este tipo de estudios. La lista contiene veintidós puntos esenciales relacionados con aspectos en la redacción de los artículos y el procedimiento del estudio que deben presentar o tener en cuenta estos estudios. Los artículos que no cumplían más de dos criterios de la lista se descartaron y no se incluyeron en esta revisión. Aquellos que no cumplían dos puntos pertenecientes al mismo apartado de la lista de comprobación, se descartaron también.
Criterios de inclusión
Los criterios de inclusión para la selección de los artículos y en función de los objetivos planteados, consistieron en: estudios empíricos observacionales y/o cuasi- experimentales publicados entre 2010 y 2015; que evalúen posibles relaciones causales entre el consumo de drogas, sustancias o alcohol, con conductas delictivas, violentas o criminales; con un diseño que permita la estimación de este factor como un factor de riesgo o de riesgo relativo (diseño longitudinal, caso-control, retrospectivo, prospectivo, o de cohortes, análisis odds ratio, análisis del riesgo relativo); que hayan sido publicados en Inglés, Español o Portugués; que cuenten con muestras de población que haya cometido delitos y/o consumido drogas en el presente o en el pasado; y cuyos datos recogidos tengan una procedencia tanto oficial como autoinformada, puesto que trabajos como el de Dubow, Huesmann, Boxer y Smith (2014) señalan que hay una correspondencia de moderada a alta entre los datos recogidos mediante autoinformes y los datos oficiales.
Criterios de exclusión
Se descartaron de esta revisión: estudios descriptivos; estudios relacionados con el concepto de reincidencia; enfocados en una población muy específica; que no cumpliesen los criterios de calidad o con diseños y/o análisis de datos no encaminados a estimar el riesgo relativo, vulnerabilidad o causalidad, basándonos en las ideas y métodos que exponen Pita, Vila y Carpente (1997) relativas a la estimación del riesgo. Según estos autores para determinar factores de riesgo se debe calcular o bien el riesgo absoluto o bien el riesgo relativo, que se estima calculando el Odds Ratio, y que mide la fuerza de asociación entre la exposición a un factor y su consecuencia.
Resultados
Estudios seleccionados
Siguiendo el procedimiento ya descrito, se incluye de forma esquemática el procedimiento de descarte y selección de estudios en la Figura 1. De los incluidos, veinte procedían de Scopus, ocho de Medline y cuatro de PsycINFO. La información extraída de los estudios se organizó utilizando una tabla que aparece a continuación, en la que se detallan las características de la muestra, el tipo de análisis y los principales resultados de cada estudio (Apéndice A).
Características de los estudios incluidos
De los treinta y dos trabajos empíricos incluidos en la revisión, más de la mitad de ellos confirman que el consumo (o exposición) de algún tipo de sustancia, se trata de un factor de riesgo en el desarrollo de conductas delictivas, en concreto, un 78 % de los estudios encontrados tras pasar un filtro de calidad y con un diseño de investigación que permitía la estimación del riesgo relativo.
Un 30 % de los estudios se centran exclusivamente en la relación entre el alcohol y el delito, de estos artículos todos excepto uno encuentran que el consumo actual o pasado es un factor de riesgo de conductas delictivas. Un 24 % se centra en el estudio de la relación con el consumo de cannabis o marihuana, y todos confirman que su consumo es un factor de riesgo. Un 6 % hacía referencia a la relación entre el delito y el consumo inadecuado de fármacos y el resto estaban referidos al policonsumo (alcohol, tabaco, marihuana, cocaína) u otras sustancias (heroína, cocaína, anabolizantes). Para finalizar, en cuanto al diseño que presentan los estudios incluidos, veintiséis tienen un diseño longitudinal, el resto presentan un diseño de caso-control, transversal o prospectivo.
Discusión
El propósito que se planteó para esta revisión consistió en conocer de qué forma influye el consumo de sustancias en el desarrollo de conductas delictivas. Como se ha podido observar en el Apéndice A, los resultados de los estudios indican a grandes rasgos que el trastorno o dependencia severa (Barrett et al., 2014; McKinlay et al., 2014; Pullmann, 2010) y el consumo de varias sustancias incrementa el riesgo de participación delictiva (Marel et al., 2013) y se relaciona además con la severidad de las agresiones, específicamente de las agresiones sexuales en aquellos que las cometen (Yeater et al., 2012). A excepción de dos trabajos que no encontraron asociación significativa del consumo de sustancias ilícitas como predictor o factor de riesgo de conductas delictivas en general (Carney et al., 2013; Hunter et al., 2014).
Si nos centramos en los trabajos que estudian el consumo de cannabis, parece representar un riesgo para conductas violentas tanto en muestras de población control, cuando se consume de forma crónica (Brook et al., 2014), como en muestras de población clínica, siendo esta sustancia en esta población, la droga más relacionada con la conducta violenta (Carabellese et al., 2013). En concreto, se ha relacionado con crímenes contra la propiedad y crímenes relacionados con el tráfico de drogas (Green et al., 2010; Pedersen y Skarhamar, 2010). El estudio de Green et al. (2010) afirma que el consumo de esta sustancia aumenta 1.5 veces el riesgo de cometer crímenes contra la propiedad y 2.4 veces el riesgo de delitos relacionados con drogas, indicando que, sin embargo, no es un factor de riesgo para delitos violentos. De acuerdo con estos resultados, White et al. (2013) confirman que el consumo de marihuana se asocia al decrecimiento de la conducta agresiva.
En cuanto a los trabajos que se centran exclusivamente en el estudio de la relación entre el delito y el alcohol, indican que presentar problemas de consumo de la sustancia representa: un factor de riesgo de conducta agresiva (White et al., 2013), un aumento del riesgo de delincuencia violenta de hasta cinco veces (Dietze et al., 2013; Maldonado-Molina et al., 2011), riesgo de ser arrestado por la comisión de algún tipo de delito (Boden et al., 2013; Green et al., 2011; Jennings et al., 2015; Reingle, Jennings, Lynne-Landsman et al., 2013; Salom et al., 2014; Terranova et al., 2013) o poseer armas y cometer delitos con ellas (Brook et al., 2014). Concretamente, Boden et al. (2013) indican que, en delitos relacionados con conductas impulsivas, el alcohol tiene un gran peso. En cuanto al riesgo de delitos sexuales, no se considera el consumo de alcohol como factor predictivo (Davis et al., 2015).
Otros estudios concluyen que no es una conducta de riesgo de encarcelamiento el consumo de alcohol y marihuana (Reingle, Jennings y Komro, 2013), sin embargo, sería conveniente tener en cuenta que no todos aquellos que cometen delitos terminan entre rejas.
En relación a la exposición prenatal a sustancias como posibles factores de riesgo o predictores de conductas delictivas, un estudio indica que la exposición a la cocaína durante el embarazo es un factor de riesgo para el desarrollo de conductas delictivas (Lambert et al., 2013). Richardson et al. (2015) confirman que es la exposición durante el primer trimestre la que se asocia como factor de riesgo. Por otro lado, Gerteis et al. (2011), indican que no es un factor de riesgo la exposición a la cocaína, sino, la exposición al tabaco. No obstante, D'Onofrio et al. (2012) con una muestra significativamente mayor, concluyen que la exposición al tabaco no es un factor de riesgo de conducta delictiva cuando se controlan variables familiares y ambientales.
En cuanto a la toma de medicamentos recetados de forma inadecuada, los resultados indican que se puede considerar como un factor de riesgo para involucrarse en peleas (hasta dos veces más riesgo), aunque para la comisión de delitos no es uno de los factores que más predice este tipo de conductas (Drazdowski et al., 2015; Tucker et al., 2015). Otras sustancias como la Vareniclina y los AAS, no se asociaron como factores de riesgo (Lundholm et al., 2015; Molero et al., 2015).
Con respecto al tipo de asociación entre el consumo y el delito, sólo uno de los trabajos incluidos ha encontrado una relación recíproca entre el consumo y la delincuencia entre los catorce y quince años (McAdams et al., 2014), pero otro estudio Maldonado-Molina et al. (2011) indica que la violencia no es un factor de riesgo significativo para el consumo de alcohol.
Es de destacar que la gran mayoría de los estudios se centran en el alcohol y marihuana, en el futuro sería interesante el estudio de la influencia del consumo de algunas de las “nuevas” drogas o drogas sintéticas y su influencia en conductas violentas o delictivas, debido al aumento de su consumo actual, y su posible implicación como factor de riesgo. También podría resultar útil el análisis de los últimos estudios que traten de confirmar como factores de riesgo otras variables, como serían las variables familiares, sociales e incluso ambientales.
Otro punto importante que se ha de mencionar son las limitaciones que puede presentar esta revisión. En primer lugar, señalar el posible sesgo de información, debido a que algunos artículos no incluidos en las bases consultadas pueden haber quedado fuera de la revisión. Por otra parte, el uso de autoinformes a la hora de extraer información de la muestra de algunos artículos incluidos puede provocar que estos datos no se correspondan al cien por cien con la realidad.
Con toda esta síntesis de los resultados de los estudios, concluimos que en los últimos cinco años las investigaciones han confirmado que el consumo de sustancias (alcohol y cannabis) y el policonsumo (sobre todo en la etapa adolescente), representan un riesgo en el desarrollo de conductas delictivas o para la severidad del delito, pero sin embargo no todas las sustancias se asocian con todos los tipos de delito. Por ejemplo, el alcohol es un factor de riesgo para delitos impulsivos y violentos, mientras que el consumo de cannabis representa un riesgo de conductas violentas únicamente en población clínica, y con delitos contra la propiedad y de drogas en población general. Además, la exposición intrauterina a sustancias como la cocaína también es un factor de riesgo para el desarrollo de conductas criminales más tarde, además de las consecuencias para la salud del bebé. Y, por último, los estudios que aquí constan, no encuentran consenso en que exista una relación recíproca entre el consumo y el delito.
En definitiva, es importante señalar que conocer si la variable de consumo de sustancias representa un factor de riesgo real para el desarrollo de conductas delictivas, que era el objetivo de la revisión, resulta útil para el desarrollo de programas preventivos del crimen, y programas de actuación en centros penitenciarios. Además, no sólo podría tener el propósito de prevención del delito, sino que sería útil para la promoción de la salud y calidad de vida de la población adolescente y joven.