Toda innovación supone un cambio y para fundamentar cualquier innovación hay que contar con una serie de requisitos. Algunos de estos requisitos son conocer bien el grado sobre el que se va actuar, las demandas de la sociedad respecto a dicho grado y el perfil académico y psicológico de los alumnos que lo cursan, es decir, su formación y sus expectativas.
Fundamentar los cambios
Al igual que es incuestionable el valor documental de la historia clínica para el médico, del libro de laboratorio para el investigador o del cuaderno de bitácora para el marinero, así, en la tarea docente, debemos llevar un registro de las incidencias acaecidas y cada curso realizar informes de la asignatura y del curso; informes que recojan una reconstrucción analítica y reflexionada de las incidencias, y de las soluciones adoptadas y de su eficacia. Todo ello será el fundamento de futuros cambios o adaptaciones curriculares.
Algunos preguntan, ¿es necesario cambiar? o ¿tanto cambio no conllevará inestabilidad en los programas con la consecuente desorientación de alumnos y profesores, e incluso de la sociedad a la que nos debemos? Cualquier cambio ha de estar fundamentado en evidencias y ser fruto de una reflexión; en ocasiones, la innovación viene impuesta por los acontecimientos y es una adaptación a la realidad o un mecanismo de supervivencia, más que la elección de un camino de mejora. Muchas veces es más una obligación que una opción. Tan sólo en ocasiones la innovación conlleva la selección de medidas adaptativas más o menos novedosas respecto al estado de conocimiento de cada momento [1].
Es importante estar atentos al diagnóstico de la realidad, entendiendo por ello el perfil psicológico de los estudiantes que acceden a los grados biomédicos, las cambiantes demandas de la sociedad y el diferente estado del conocimiento en cada época.
Cuando un alumno llega a la universidad, es un aprendedor profesional, no es un folio en blanco. En su trayectoria ha desarrollado, sea o no consciente de ello, estrategias de aprendizaje significativo, es decir, tiene ya interiorizados una serie de mecanismos de forma muy eficiente a la luz de los resultados obtenidos. Si el planteamiento académico que hacemos en la universidad no está alineado con el de las enseñanzas previas, habrá que contemplar un período de adaptación o desaprendizaje. Este aspecto está muy vinculado a la neurobiología del aprendizaje, pues la plasticidad sináptica requiere un tiempo para dar lugar a la remodelación de circuitos y las consecuentes conductas [2].
Cada vez que se propone un cambio, hay que fundamentarlo, revisar la bibliografía, hacer un diseño, contrastarlo entre compañeros expertos, ponerlo en práctica, recoger evidencias, analizarlas, introducir las medidas correctoras que se precisen y consolidar las que hayan sido exitosas [1,3].
La innovación en los grados
En estos momentos ya tenemos los grados formulados por competencias, pero, excepto en contadas excepciones, tenemos pendiente apreciar qué es lo fundamental y qué lo accesorio, y decidir con qué grado de experiencia hay que alcanzar cada una de esas competencias en cada nivel de la formación; qué es lo que el graduado deberá conocer, qué deberá hacer con supervisión y qué deberá hacer de forma autónoma. Este ejercicio es una de las tareas fundamentales del docente [1] y debería llevar a aligerar los programas de grado para establecer los niveles competenciales que sean propios de cada nivel de formación. Todo ello debería llevar a adjudicar al grado lo que le corresponda, al posgrado lo suyo, e incluso a incidir en etapas posteriores en el mantenimiento de sus competencias, alineándose así con el aprendizaje a lo largo de toda la vida.
Un médico competente es el que sabe dar las respuestas adecuadas y de la forma adecuada a las necesidades que le plantea su entorno, de lo que se infiere que no es el mismo el médico que se necesita en España en 2020 que en Bolivia o en Chile, por ejemplo. Nótese que cito dos países fronterizos entre ellos, de habla y cultura hispana, pero con dos contextos sociosanitarios muy diversos [4].
El profesional se forma a lo largo de toda una vida de estudio y experiencias acumuladas. Qué es pertinente abordar en cada nivel de formación (grado, posgrado, formación continua) y qué es pertinente desplazar a otros momentos del continuo que debe ser la formación a lo largo de toda la vida es un cometido estrictamente específico del profesional de la enseñanza [1].
Generación de posibles sinergias y de un lenguaje común
El esfuerzo de generar un lenguaje común es fundamental para poder abordar empresas más complejas, como pueda ser un cambio, una modificación o una adaptación curricular. El lenguaje común, es decir, el usar y entender los mismos conceptos expresados por unas palabras o expresiones concretas, parece obvio, pero es uno de los retos de la comunicación humana. Las palabras, las expresiones concretas, son polisémicas y su significado viene condicionado por el uso en contextos determinados, de ahí la relevancia de los encuentros profesionales para establecer marcos comunicativos homogéneos. Este lenguaje común tan necesario y tan deseado viene dado por una formación homogénea o se puede generar a través del diálogo al participar en encuentros académicos, hablando mucho y escuchando más, escuchando activamente, poniendo el foco, sobre todo, en entender los argumentos esgrimidos por cada uno y no tanto en la palabra elegida en cada circunstancia.
Una vez en el camino de búsqueda de ese lenguaje común, aparecerán las oportunidades de establecer sinergias y formar o incorporarse a grupos de trabajo, como en nuestro quehacer clínico o de laboratorio.
Algunas aportaciones a ese lenguaje común
Programas lineales frente a programas en espiral
Transitamos por el grado oyendo clases y suponiendo que, puesto que lo hemos oído, leído y, en ocasiones, visto o practicado incluso, ya lo sabemos; no necesariamente, a lo sumo seremos capaces de recodarlo. Escuchar no es aprender.
No se forma profesionales de las bellas artes paseando por una galería de arte, hay que interiorizar los procesos. Nuestro cerebro aprende en espiral, por repetición de tareas, reforzando circuitos; pero no sólo por repetición, también por contraste, por asociación, etc. Repetir te lleva de conocer a aprender y de aquí a dominar, y tras una reflexión a sedimentar y construir conocimiento, incorporándolo a nuestro acervo personal. Por ello, toda repetición ha de mantener una coherencia con aprendizajes anteriores de forma que le facilite al alumnado la construcción de sus propios saberes. Recordemos que conocer no es saber.
La paciencia es la madre de la ciencia y la repetición la del aprendizaje… Repetir sólo es malo si es incoherente, inconexo, anárquico, arbitrario, centrado en los intereses del docente y no del discente; el uso del mismo lenguaje, de conceptos coherentes alineados, da lugar a círculos virtuosos (planificar, realizar, evaluar) fundamentales para reforzar cualquier aprendizaje. Establecer el valor de la repetición coherente y programada generando una suerte de currículo en espiral que se amolde a las formas naturales de aprendizaje que tiene el ser humano es uno de los retos para el futuro.
Desdramatizar el supuesto fracaso
Los alumnos de las facultades de medicina son aprendedores profesionales, muy capaces académicamente, muy motivados y altamente competitivos. Están poco acostumbrados a suspender y por ello lo viven como un fracaso existencial. Es curioso, porque son los mismos alumnos que han elegido una carrera que les llevará a convivir cotidianamente con la enfermedad. La enfermedad es la vivencia que más frecuentemente relacionan las personas con un fracaso vital. Por ello, parece especialmente pertinente que desde la facultad se transmita al alumnado que ni la enfermedad es un fracaso vital ni mucho menos un suspenso. Los períodos formativos en la universidad se llaman carreras, pero en ningún sitio pone que sean carreras de velocidad; más bien, como la vida misma, son carreras de fondo. Carreras que hay que planificar bien, administrando las fuerzas y optimizando los recursos, para llegar al destino, que es el mejor éxito. En este contexto, un suspenso pasa a ser una ocasión de mejora, una oportunidad para obtener una matrícula en lugar de un aprobado, el momento para descubrir realmente esa materia y profundizar en sus contenidos. La asignación de un significado u otro a nuestros eventos vitales está en manos de nosotros mismos [5]. Éste es uno de los aspectos poco presentes aún en nuestras facultades, siendo como es clave para fomentar la salud, que es a la postre uno de los objetivos centrales de las enseñanzas médicas.