Niño con ardilla voladora . John Singleton Copley, 1765
Este cuadro no deja indiferente a nadie. Tiene algo de enigmático. La mera presencia de la ardilla en la mesa-escritorio ya se las trae (¡menuda mascota!), al igual que el diminuto vaso de agua, supuestamente destinado a saciar la sed del pequeño roedor… Más allá de eso, la peculiar morfología del pabellón auricular del protagonista invita a hacer más pesquisas médicas. Dicen los historiadores de la pintura que en este cuadro se representa a un hermanastro del autor, y que la grandeza del mismo es no solo la posición ladeada del retratado, sino la espléndida plasmación de todas las texturas (la madera de la mesa, el cristal del vaso, la tela del traje, la seda de la cortina). Les daremos la razón, ¿no?