Sr. Editor:
Cuando revisamos la publicación de Palmieri y colaboradores, realizada en el 2014 (1) en relación con el uso de antibióticos en animales criados para el consumo humano, nos preguntamos: ¿Qué pasa hoy en día con este tema?
Cuando deseamos mejorar nuestra salud a través de la alimentación, uno de los primeros aspectos a controlar es la calidad y cantidad de los alimentos que consumimos. Leemos los etiquetados, evaluamos si contienen o no aditivos y comparamos su aporte nutricional, entre muchos otros aspectos. No obstante, la información del etiquetado en relación a los alimentos cárnicos es escasa y muchas veces solo podemos conocer el país de origen del producto (2,3). Esto en sí no es un gran problema cuando las legislaciones locales nos aseguran las mejores condiciones de crianza y regulan el buen uso de los antibióticos y otros medicamentos, como ocurre en la Unión Europea, donde las normativas impiden la importación y exportación de alimentos que no sigan las regulaciones establecidas entre los miembros de la Comunidad Europea (4). Lamentablemente, en América Latina la situación es muy diferente ya que la gran mayoría de los países que la integran aún son permisivos en cuanto al uso de antibióticos y anabólicos (5,6), y ello a pesar de la amplia evidencia que respalda los daños que estos producen en la salud humana como, por ejemplo, la resistencia a antibióticos o afecciones del tracto digestivo (1).
Dada esta realidad, es importante desarrollar buenas prácticas productivas pecuarias, las cuales requieren la participación activa de los profesionales de la salud para hacer un llamado, en conjunto con la comunidad, hacia políticas que nos lleven a una disminución y al control del uso de anabólicos y antibióticos, dando preferencia a la utilización de ínsumos inocuos como los probióticos y prebióticos (7,8), así como a una alimentación basada en suplementos nutricionales de origen vegetal con aporte de colina (biocolina) para los animales (9), que han demostrado su efectividad en relación con un desarrollo más sano y han impactado directamente en la disminución del uso de antibióticos y anabólicos.
El profesional de la salud requiere actualmente formación en los aspectos de la alimentación y el cuidado animal, dado el impacto que tiene su opinión en la población. El que ellos pasen a formar parte del llamado a resolver esta problemática sanitaria en Latinoamérica va a facilitar que se adopten nuevas medidas para reconocer los riesgos para la salud que conlleva la residualidad de los fármacos, y al mismo tiempo visualizar la necesidad de mejorar las prácticas de crianza y alimentación animal, generando un fortalecimiento legislativo e institucional enfocado a la producción de alimentos inocuos y que efectivamente contribuyan a la salud humana. Si queremos una población con menor riesgo de sufrir enfermedades crónicas y que sea metabólicamente sana, es necesario tener sistemas regulatorios más estrictos y basados en la evidencia, que vayan de la mano de las políticas públicas de salud enfocadas a las buenas prácticas de alimentación animal.