INTRODUCCIÓN
La obesidad es un problema de salud en aumento 1, no solo en los países de mayor nivel de renta, sino que también está aumentando en los países en vías de desarrollo 2,3. La obesidad es un problema de salud complejo y multidimensional en el que no solamente influyen la ingesta de alimentos y la actividad física, sino que se imbrican otros muchos factores, entre ellos el estrés, la calidad del sueño, el nivel socioeconómico, la felicidad, etc. 4. Además, la obesidad es un importante factor de riesgo para otras enfermedades como las cardiovasculares, diabetes, cáncer, etc. 4,5. También existe una asociación entre una mala salud emocional y la obesidad. Se han descrito mayores tasas de depresión y ansiedad en personas obesas en comparación con las no obesas en algunos estudios 6. Además, la obesidad puede conllevar problemas sociales como la discriminación, problemas de desempleo, de atención sanitaria y aislamiento social 7,8,9. A su vez, la percepción negativa del peso puede empeorar la alimentación y la realización de ejercicio físico o provocar problemas psicológicos 10.
Todos estos factores nos ponen de manifiesto que el estudio de la obesidad no puede ser abordado simplemente desde las técnicas de investigación cuantitativas, mayoritariamente utilizadas, sino que también son imprescindibles los estudios con técnicas de investigación cualitativa que, mediante el análisis del discurso 11,12, nos permitirán conocer mejor las dimensiones personales, culturales, sociales y simbólicas que subyacen en la etiología de la obesidad y sus complicaciones.
Además de la necesidad de realizar más estudios de investigación cualitativa para conocer mejor las dimensiones de la obesidad, en la actualidad se está impulsando la investigación con perspectiva de género, ya que de manera tradicional los estudios en biomedicina no han investigado con profundidad las diferencias entre hombres y mujeres, o se han realizado mayoritariamente en hombres 13,14. Aunque la perspectiva de género en el sentido amplio va mucho más allá del estudio de las diferencias entre hombres y mujeres, ya que pretende identificar elementos que perpetúan desigualdades en salud entre hombres y mujeres agravadas al combinarse otras desigualdades y factores específicos que contribuyen a una mayor vulnerabilidad 15, al menos el estudio de las diferencias por sexo es un comienzo importante hacia una profundización posterior. En este contexto, conviene recordar que entre los factores más relevantes en la etiología de la obesidad, así como en la evolución de la misma y en su morbimortalidad asociada, se encuentra el sexo 16,17. Por ello, además de intensificar la realización de estudios de investigación básica y clínica que examinen las diferencias metabólicas por sexo, tal como se ha recomendado a nivel internacional 18, es necesario también realizar estudios de investigación cualitativa que analicen las diferencias del discurso entre hombres y mujeres obesos para conocer mejor las variables difícilmente medibles en una aproximación cuantitativa. Por ello, el objetivo de nuestro trabajo es llevar a cabo un estudio de investigación cualitativa en hombres y en mujeres obesos de población adulta mediterránea española para conocer las diferencias por sexo en los factores relacionados con la obesidad y con las dificultades para perder peso en ambos grupos, mediante la percepción de esta enfermedad por parte de personas clínicamente obesas.
MÁTERIAL Y MÉTODOS
Hemos realizado un estudio de investigación cualitativa para captar el discurso de personas obesas en relación a las dimensiones más relevantes de la misma. Aunque la mayoría de estudios realizados para conocer los determinantes de la obesidad se han realizado desde la perspectiva de la investigación cuantitativa basada en la medición de hechos, cuantificación y realización de los análisis estadísticos correspondientes, en investigación cualitativa el elemento de estudio no son los hechos sino los discursos, y su herramienta no es la cuantificación sino el análisis y la interpretación del lenguaje 19. Aunque también existen distintas conceptualizaciones de lo que es un "discurso" 20, de manera general, entendemos el discurso como un texto (desde una palabra hasta una larga expresión oral o escrita) producido por alguien en situación de comunicación interpersonal. Es esta situación de comunicación interpersonal la que le aporta el valor añadido, ya que permite conocer cómo se usa el lenguaje en la realidad de los contextos sociales 20. Los discursos que la metodología cualitativa analiza e interpreta en situaciones de investigación tienen que surgir tras un cuidado diseño metodológico de las condiciones de producción de dichos discursos 19. Para generar estos discursos de acuerdo con nuestros objetivos de investigación hemos elegido la técnica cualitativa del denominado grupo de discusión, o grupo focal en inglés 21. Kitzinger 22 define el grupo de discusión como una forma de entrevista grupal que utiliza la comunicación entre participantes e investigador con el propósito de obtener información. Existen también otras definiciones de los grupos de discusión que varían en función de la metodología específica y de los objetivos de la investigación 23.
El grupo de discusión se basa en una interacción grupal donde un número de personas dialoga en torno a los procesos y situaciones objeto de estudio. En general, el grupo de discusión está constituido por entre seis y ocho personas que cumplen los requisitos establecidos por los investigadores a partir de los objetivos determinados previamente. El grupo de discusión constituye una herramienta eficaz de la vida social, ya que trata de reproducir el contexto interactivo que define y caracteriza la vida de los individuos 21,24,25. Los grupos de discusión pueden ser heterogéneos, es decir, formados por personas de distintas características que interaccionan en la diversidad de la realidad social, o pueden ser homogéneos, formados por personas de las mismas características para conseguir que no haya inhibiciones por la interacción heterogénea 21. En nuestro estudio hemos optado por la realización de dos grupos de discusión homogéneos por sexo, uno de mujeres (n = 8) y otros de hombres (n = 6) adultos, todos ellos con obesidad. Para ambos grupos se empleó la misma técnica de reclutamiento de participantes, así como para la organización y realización de la reunión y captación del discurso.
RECLUTAMIENTO DE LOS PARTICIPANTES
El muestreo en las técnicas cualitativas no es probabilístico, su incorporación se hace en forma iterativa, de acuerdo con la información que va surgiendo en el trabajo de campo. Lo importante no es el tamaño de muestra en sí, sino la riqueza de los datos provistos por los participantes y las habilidades de observación y análisis del investigador 26,27. El muestreo no probabilístico para la captación de los participantes en nuestro estudio se realizó mediante la técnica de la bola de nieve, también denominado muestreo por referidos 26. Para ello partimos de varios contactos con una persona de confianza de cada uno de los miembros del grupo investigador y, a partir de esta, se va proponiendo a otras personas, que a su vez proponen a otras personas, produciendo un efecto acumulativo parecido a una bola de nieve. Con ello se consigue que las personas que finalmente asisten al grupo de discusión no sean conocidas entre sí y que puedan representar un amplio rango de perfiles en la sociedad. En total se incluyeron 14 personas adultas obesas (ocho mujeres y seis hombres), con una media de edad de 46,1 10,6 años. Los criterios para seleccionar a estas personas estaban basados en que fueran obesas, sin otras patologías graves asociadas y que pudieran asistir a la reunión en las fechas programadas. Se fijó la cifra de ocho en cada grupo de manera inicial, pero en hombres solo se pudo conseguir la participación de seis.
GUIÓN DEL GRUPO DE DISCUSIÓN
Dado que el grupo de discusión es una técnica que privilegia el habla con el interés de captar la forma de pensar, sentir y vivir de las personas que conforman el grupo, ambos grupos de discusión se llevaron a cabo en el marco de la temática específica de la obesidad, configurando en primer lugar la guía de la entrevista en base a los objetivos del estudio 21. Para dirigir la conversación en los grupos de discusión se elaboró previamente una misma guía temática de entrevista semiestructurada con preguntas abiertas que contemplaban las distintas dimensiones del problema de la obesidad. Esta guía temática de nueve bloques de diferente duración se realizó basada en una amplia revisión bibliográfica y en la experiencia previa de los investigadores en obesidad desde un punto de vista multidisciplinar integrando psicólogos, médicos, enfermeras, dietistas, farmacéuticos y otros profesionales relacionados. Los nueve bloques incluyeron ocho áreas temáticas predeterminadas (salud, causas, hábitos de comida, ejercicio-sueño, creencias, estrés-ansiedad, motivación, control del peso) y, por último, un bloque libre dirigido a captar lo que las personas quisieran expresar más sobre el tema de obesidad y que no se hubiera incluido en las áreas anteriores.
REALIZACIÓN DE LOS GRUPOS DE DISCUSIÓN
Los grupos de discusión se realizaron en una sala habilitada para ello en el Departamento de Medicina Preventiva de la Facultad de Medicina de la Universidad de Valencia. En primer lugar, se comenzó el grupo de discusión de mujeres y, a los pocos días, se realizó el grupo de discusión de hombres. El mismo investigador, un psicólogo experto en metodología cualitativa, actuó como moderador de los dos grupos de discusión. Antes de cada grupo de discusión, el moderador realizó las presentaciones y explicó el procedimiento y el objetivo del estudio a los participantes. El moderador experto dirigió ambos grupos de discusión utilizando la misma guía temática de entrevista semiestructurada con preguntas abiertas agrupadas en ocho bloques temáticos más un bloque libre (Tabla 1) que contemplaban las distintas dimensiones del problema de la obesidad. El moderador dirigió el diálogo dando la palabra a los participantes y estimulando su participación, conociendo bien el tema pero absteniéndose de opinar. Guio el diálogo con amabilidad, con sensibilidad, con capacidad de escuchar y de moderar y dando confianza a los participantes para captar lo mejor posible dentro de la temática del guion. Cada grupo de discusión duró aproximadamente 90 minutos, con un descanso de diez minutos en el que se obsequió a los participantes con una merienda y un regalo. Se solicitó autorización a los participantes para grabar las conversaciones y todo el proceso fue grabado y transcrito por los investigadores. El estudio fue aprobado por el Comité de Ética de la Universidad de Valencia. Al final de cada sesión se proporcionó a los participantes un cuestionario para obtener datos sobre las características sociodemográficas, tensión arterial, peso, altura, antecedentes y estilo de vida, además de un cuestionario de adherencia a la dieta mediterránea. También se procedió a medir y pesar mediante bioimpedancia a los participantes para comparar con los datos referidos en el cuestionario.
ANÁLISIS DE DATOS
Para el análisis de los datos cuantitativos de las variables sociodemográficas, antropométricas y clínicas de los participantes se utilizaron estadísticos descriptivos como medias y medidas de dispersión (desviación típica) para variables cuantitativas y cálculo de porcentajes para variables categóricas. Se calcularon para el total de los participantes y estratificados en hombres y mujeres.
Los datos producidos por cada uno de los grupos de discusión consistieron en un discurso oral, que quedó registrado mediante una grabadora y fue analizado cualitativamente siguiendo la metodología general del análisis temático 28. Para este análisis, tras finalizar cada uno de los grupos de discusión, la conversación grabada fue transcrita literalmente por el moderador, lo cual dio como resultado un texto para analizar. Además de las transcripciones literales de la grabación del audio, se contó con la información adicional anotada por el moderador en cada grupo de discusión referente a la comunicación no verbal como las miradas, las sonrisas, los asentimientos y otros gestos que se incorporaron como notas adicionales al texto de las transcripciones. Las transcripciones se revisaron por tres investigadores y se aplicaron técnicas cualitativas para la extracción de la información más relevante del discurso, realizando un análisis comparado entre hombres y mujeres. En primer lugar se procedió a la numeración y codificación del texto, asignando también números a cada una de las personas participantes por su orden de intervención en el grupo correspondiente, e indicando adicionalmente en la numeración si se trataba de un hombre o de una mujer para facilitar el análisis comparado entre los dos grupos de discusión. Para la realización del análisis temático se siguieron las recomendaciones generales de Braun V y Clarke V 28, adaptadas a los nueve bloques temáticos previamente estipulados en nuestro guion y siguiendo procesos tanto inductivos como deductivos 28. Así, tras una lectura repetida de los datos se procedió a la búsqueda de patrones de respuesta y significados semánticos y latentes. Posteriormente de la transcripción de cada grupo de discusión, se seleccionaron todos los extractos relevantes y se crearon temas dentro de cada uno de los nueve bloques temáticos iniciales, agrupándose los extractos en forma de subtemas dentro de cada tema relevante. Se elaboraron tablas de contenido para estos conceptos. La exposición ordenada de lo manifestado acerca de estos temas la apoyamos en la presentación de las citas textuales en las cuales quedan capturadas las ideas claves del discurso (Tabla 3, Tabla 4, Tabla 5, Tabla 6, Tabla 7). Además, establecimos relaciones entre diferentes temas y subtemas, no solo en cada grupo de discusión, sino añadiendo más profundidad al análisis del discurso comparando los hombres y las mujeres en la búsqueda de relaciones entre los elementos de significado para identificar tendencias o modelos que permitan comprender mejor el contexto de las diferencias por sexo.
RESULTADOS
En la Tabla 2 se presentan las características de los hombres y las mujeres participantes en los dos grupos de discusión realizados. Se trata de ocho mujeres y seis hombres adultos procedentes de población mediterránea española, todos ellos con obesidad y sin otra patología grave asociada. Su media de edad global fue de 46,1 10,6 años, siendo de 44,6 12,2) años en mujeres y muy similar en hombres (48,2 ± 7,7) años. El índice de masa corporal (IMC) medio fue de 33,3 (4,0) kg/m2 y fue también muy similar entre hombres y mujeres. El 42,8% del total de participantes realizó estudios secundarios y un 28,57% manifestó no haber superado estudios primarios. Del resto, el 28,57% realizó formación universitaria (33% hombres y 25% mujeres), incluidas diplomaturas y licenciaturas.
mmHg: milímetros de mercurio; IMC: índice de masa corporal.
*Se presentan los valores medios y desviación típica (entre paréntesis) para las variables cuantitativas y los porcentajes para las variables cualitativas.
†Variables autorreferidas.
Respecto al estilo de vida, dos de los 14 participantes manifestaron estar a dieta en ese momento para perder peso, mientras que otros declararon que habían seguido dieta en numerosas ocasiones. Del total de los participantes, nueve (64,28%) declararon haber recuperado el peso perdido tras alguna de las dietas realizadas.
Los grupos de discusión se realizaron consecutivamente (unos pocos días de diferencia) en el mismo lugar, moderados por el mismo experto y con el mismo guion de bloques temáticos (Tabla 1). Sin embargo, se observaron importantes diferencias durante el desarrollo de la sesión del grupo de discusión entre hombres y mujeres. En el análisis temático del discurso las diferencias por sexos se encontraron en múltiples bloques. Aunque en algunas ocasiones también había disparidad de opiniones dentro del mismo sexo para el mismo tema, en general, existía más homogeneidad intrasexo que intersexo. Así, comenzando por el primer bloque del guion centrado en la salud, en el que existían varias preguntas, se identificó como tema común en el análisis temático "la obesidad como preocupación estética o problemas de salud". Prácticamente todas las mujeres coincidieron en señalar que la obesidad les causaba una preocupación estética más que un problema de salud, mientras que los hombres identificaron menos la estética y la consideraban un problema de salud. En la Tabla 3 se recogen los extractos literales más relevantes del discurso, captados de los participantes en el grupo de discusión respecto a esta dimensión, indicando si proceden de hombres o de mujeres.
En el bloque de causas de la obesidad también se detectaron importantes diferencias entre hombres y mujeres. Las causas autopercibidas de obesidad para las mujeres fueron el embarazo y el periodo menopáusico: "En mi caso ha sido después de los partos, porque yo era muy delgada, me casé con 50 kg, y luego sí que después de los partos he engordado" (08, mujer). Los hábitos alimenticios y las costumbres culturales fueron las principales causas junto con la genética por parte del sector masculino: "Los usos y costumbres" (05, hombre).
La mayoría de las participantes dijeron observar el aumento de peso mediante la ropa, pero también destacaron, en su mayoría las mujeres, que la opinión de los demás les podía influir. Por el contrario, los hombres opinaron que nunca se percatarían del aumento de peso por la indicación de otra persona (Tabla 4).
De manera coincidente en hombres y mujeres, ambos grupos atribuyeron grandes problemas sociales a la obesidad, además de una discriminación de tipo laboral incrementada en la actualidad. Sin embargo, encontramos diferencias respecto a la amistad y a los sentimientos. Los hombres afirmaron perder amigos por el hecho de estar obesos y las mujeres opinaron tajantemente que la obesidad no influía en la amistad. Además, el grupo masculino destacó el buen carácter de las personas obesas. Los dos grupos coincidieron en que la obesidad en niños y adolescentes puede conllevar mayores problemas sociales que en los adultos (Tabla 5).
Por otra parte, las mujeres manifestaron cómo los problemas cotidianos (psicológicos, laborales, familiares, etc.) podrían contribuir a una ingesta mayor de alimentos: "Yo cuando estoy nerviosa como mucho" (01, mujer); "Hay muchas veces que te enfadas, estás más enfadada y dices 'me cago en la leche', me voy a la nevera" (06, mujer). Para los hombres, sin embargo, estos posibles hechos no influían en el consumo de alimentos: "Nunca me lo he planteado. Quizás te quite el hambre" (05, hombre).
La mayoría de las mujeres afirmaron haber realizado algún tipo de dieta a lo largo de su vida, mientras que los hombres, en la mayoría de los casos, expusieron haber modificado sus hábitos alimenticios para tener una alimentación más equilibrada, pero sin realizar dieta. Además, diez de los 14 individuos (71,4%) declararon realizar las comidas principales en poco tiempo (˂ 20 minutos). Las dificultades que encontraron ambos sexos al realizar la dieta fueron poder mentalizarse, empezarla y mantenerla en el tiempo. Muchas de nuestras participantes manifestaron padecer ansiedad y/o estrés al realizar cualquier tipo de dieta (Tabla 6).
Ante la pregunta "¿es feliz con su peso?", ambos sexos manifestaron sentir conformidad. Sin embargo, el sexo femenino se mostró más a disgusto con su peso. Además, ellas aseguraron tener miedo a un posible aumento de peso, mientras que el sexo masculino sentía preocupación, pero en ningún momento miedo (Tabla 7).
Por último, se encontraron diferencias en la estación del año más difícil para mantener el peso y en la forma de premiarse entre hombres y mujeres. El verano fue el periodo más difícil para mantener el peso según las mujeres y el más fácil para el sexo masculino. A la pregunta de si utilizaban los alimentos como premio ante determinadas situaciones, solo dos de los hombres manifestaron premiarse con comidas, mientras que el total de las mujeres afirmaron realizarlo (Tabla 7).
DISCUSIÓN
En este trabajo hemos llevado a cabo la realización de dos grupos de discusión separados de hombres y mujeres como técnica de investigación cualitativa para conocer el discurso de ambos relacionado con la obesidad, sus causas, sus abordajes, sus consecuencias y las repercusiones sobre la salud, y se han encontrado diferencias importantes en las dimensiones analizadas. La realización de los grupos de discusión como técnica cualitativa nos permite comprender la percepción de personas clínicamente obesas sobre esta patología, el estilo de vida, el ambiente que les rodea, la autoestima y las dificultades que encuentran para bajar de peso 11. Esta técnica cualitativa es un apoyo y complemento importante a la investigación cuantitativa que mayoritariamente se está realizando actualmente en obesidad cuantificando hechos, ya que nos aporta una información más global de diferentes factores que pueden afectar a la obesidad y que hasta ahora no se han estudiado 27. Actualmente, varios ensayos clínicos y estudios de casos y controles y cohortes están aplicando técnicas cualitativas basadas en grupos de discusión para captar mejor el discurso de los participantes y poder mejorar las intervenciones, así como el diseño de instrumentos de medida basados en cuestionarios, ya que la información que facilita un grupo de discusión es sumamente valiosa para todo ello 29,30.
Nuestro estudio nos ha permitido poner de manifiesto la existencia de importantes diferencias entre los hombres y las mujeres en los nueve bloques en los que se ha dividido de manera semiestructurada el grupo de discusión. Estos resultados contribuyen a aumentar la evidencia, incluso a nivel de dimensiones conceptuales y simbólicas, de la importancia de profundizar en la investigación de las diferencias por sexo en los problemas de salud, tal como se está insistiendo desde distintas asociaciones, expertos en el tema y organismos de investigación nacionales e internacionales 17,18,31.
En España se ha descrito desde hace varios años una interacción sexo-nivel socioeconómico de manera que las mujeres con menor nivel socioeconómico presentan una mayor prevalencia de obesidad que los hombres de similar nivel 16. Así, en la Encuesta Nacional de Salud de 2006, realizada en más de 25.000 personas, no solamente se encontró que las mujeres de clase baja tenían un riesgo de sobrepeso un 49% mayor y un riesgo de obesidad un 96% mayor comparadas con las mujeres de clase alta, sino que las mujeres de clase baja, comparadas con los hombres de clase baja, tenían también un mayor riesgo de obesidad que ellos 16. Tanto los ingresos como el nivel de estudios influyen en la selección y compra de alimentos. Varios estudios muestran cómo personas con un mayor nivel educativo presentan dietas de mayor calidad, con un alto consumo de frutas, verduras, pan integral y cereales de desayuno, y un menor consumo de azúcar, carnes rojas y comida procesada 8,32,33. Estas asociaciones son cada vez más frecuentes a nivel internacional, donde, claramente, niveles de educación más bajos se asocian con una mayor prevalencia de obesidad 34, lo cual, en parte, se podría relacionar con un menor conocimiento de la enfermedad 3. Además de esto, puede ser debido al mayor coste de los alimentos saludables, ya que en determinados lugares es más barato comprar comida procesada rica en grasas saturadas y en azúcares que fruta y verdura o productos desnatados 35.
La composición de la dieta y las facilidades o dificultades en poder seguir una alimentación saludable contribuyen, no solo al incremento del riesgo de obesidad, sino también al éxito de la pérdida de peso. La mayoría de las mujeres que han participado en nuestro estudio han realizado alguna dieta a lo largo de su vida, incluso alguna de ellas de forma continua, siendo en general superior el tiempo (en años de vida) que han pasado las mujeres siguiendo alguna dieta en comparación con los hombres. Además, las mujeres manifestaron que los problemas de la vida diaria les hacían ingerir una mayor cantidad de alimentos, y que solían utilizar la comida para premiarse. Recientes estudios fisiológicos en los que se han analizado el cerebro y el funcionamiento de las conexiones neuronales en distintas zonas apoyan las diferencias por sexos en este comportamiento alimentario, poniendo de manifiesto que las mujeres son más susceptibles de ser comedoras emocionales que los hombres 36. De acuerdo con ello, este discurso de que los problemas de la vida diaria hacen ingerir una mayor cantidad de alimentos no lo observamos en el caso del sexo masculino. De manera paralela a la existencia o no de esta situación de comedor emocional, varios estudios de investigación cualitativa han identificado posibles predictores del éxito en las dietas 37. Sin embargo, estos estudios no han profundizado lo suficiente en las diferencias entre hombres y mujeres, como se señala en nuestra investigación. Esto puede ser debido a la mayor presión social a la que están sometidas las mujeres desde la infancia, debido al estereotipo occidental en el cual las mujeres deben ser y estar perfectas. Ellas manifestaron claramente tener una mayor preocupación por las consecuencias estéticas de la obesidad que los hombres. En general, se ha descrito que las mujeres tienen una mayor presión y preocupación por la imagen corporal que los hombres incluso en ausencia de obesidad 38. Ello les lleva a tomar decisiones muy presionadas sobre restricciones calóricas no realistas y seguimiento de dietas no saludables que inducen una rápida pérdida de peso pero también un acentuado efecto rebote con más ganancia de peso que al inicio de la intervención. Los hombres no están sujetos a dicha presión y su equilibrio y aceptación del peso corporal es más estable. Estas diferencias son más notables en edades jóvenes e intermedias de la vida, pero incluso en estudios realizados en personas de edad avanzada se puede detectar esta diferencia por sexo 39. Así, en un estudio realizado en personas ancianas sobre la aceptación de su imagen corporal, los hombres manifestaron una mayor aceptación de su sobrepeso-obesidad, mientras que las mujeres tenían un mayor rechazo y les costaba aceptar también más el proceso natural de envejecimiento 39. Es desde los medios de comunicación fundamentalmente desde donde nos transmiten el mensaje de que las mujeres deben estar delgadas y atractivas para los hombres y desde donde nos presentan una imagen irreal de la mujer, que puede dar lugar a sentimientos de inseguridad e insatisfacción 40. La divulgación y aceptación de una imagen corporal más real podría disminuir la presión sobre la necesidad de una pérdida de peso 41 y minimizar los altibajos en el peso más frecuentes en las mujeres que en los hombres.
Uno de los factores más importantes en los esfuerzos para perder peso son las relaciones con otros individuos y con el ambiente y el apoyo de familiares y amigos 40. Un estudio realizado en adolescentes afroamericanos asoció un mayor apoyo emocional de la familia con un aumento en la realización de ejercicio físico 42.
Por otro lado, resulta curiosa la parte del discurso donde se liga obesidad y amistad. Los participantes masculinos expusieron cómo la obesidad podía afectar a la amistad, incluso perdiendo amigos. Por el contrario, esto fue negado de manera tajante por las mujeres, ya que opinaban que la obesidad no influía a la hora de tener amigos verdaderos. Ello contrasta con el razonamiento anterior en el que la mujer sentía más presión para no estar obesa de cara a la sociedad o para el mundo laboral, pero esta mujer reitera que no es dificultad frente a los amigos verdaderos. De nuevo existen aquí dos aproximaciones contrapuestas: por una parte, tenemos los trabajos que indican que una relación de amistad estrecha con una persona obesa conduce a que la persona amiga tenga una percepción más suave del peso del obeso y que no lo perciba como tal 3; y por otra parte, existen trabajos que indican que el entorno social del obeso favorece la obesidad, ya que el obeso tiende a relacionarse con otros obesos, perpetuando la situación de obesidad en ambientes obesogénicos 43.
En nuestro estudio hemos constatado que la opinión de los demás puede influir de diferentes formas según el sexo. Las mujeres se mostraron más sensibles al hecho de que personas ajenas las consideraran obesas, lo cual les podía afectar a nivel personal de forma negativa. Sin embargo, esta respuesta no fue homogénea y algunas mujeres, por el contrario, reaccionaban ignorando estos comentarios. Un estudio realizado por Cossrow mostró cómo las mujeres tenían mayores experiencias negativas respecto a su peso que los hombres: burlas, acoso, insultos o situaciones de discriminación, tanto en entornos cercanos (casa, amigos y trabajo) como ajenos a ellos 44. Existen estudios que manifiestan que la discriminación de las personas obesas puede motivarles a tener un estilo de vida saludable, evitando así situaciones de marginalidad. Sin embargo, esta estigmatización podría llevar a todo lo contrario, provocando el consumo de alimentos no saludables así como la realización de menos actividad física y/o a tener trastornos de la alimentación 8. Se presupone que las personas obesas no tienen voluntad y son perezosas, con lo cual el éxito en la pérdida de peso se niega desde el inicio 3. Algunos autores indican que son los propios obesos los que no están dispuestos a cambiar de hábitos debido a los intentos fallidos anteriores 45, ya sea mediante dietas o ejercicio físico.
Finalmente, ambos grupos indicaban que tenían preocupación por los problemas de salud que podrían suponerles el estar obesos, pero de nuevo encontramos diferencias entre sexos en cuanto a las motivaciones para adelgazar. Los hombres manifiestan que la principal motivación para adelgazar les vendría dada por mejorar su salud, mientras que las mujeres manifiestan que la principal motivación para perder peso sería la estética.
En conclusión, podemos afirmar que existen importantes diferencias entre el discurso de las mujeres y el de los hombres obesos en distintas dimensiones de la obesidad; entre ellas destacan la percepción de la obesidad y el abordaje de esta patología de manera más considerada. Destacamos una mayor preocupación estética en el caso de las mujeres y una mayor presión social por perder peso, que a su vez les lleva a realizar dietas más estrictas con gran efecto rebote en el que influye también su mayor susceptibilidad a comer emocionalmente que los hombres. Sin embargo, ambos sexos coinciden en los problemas sociales que puede conllevar la obesidad. Estos resultados nos permiten proponer el enfoque del tratamiento de la obesidad desde un punto de vista más multidimensional 46, teniendo en cuenta las diferencias por sexo, y no solo desde el punto de vista del contaje de calorías. Por ello, es necesario disponer de un equipo multidisciplinar que permita conocer distintos aspectos del ambiente social y familiar del individuo para la realización de intervenciones dietéticas personalizadas para cada sexo y prolongadas en el tiempo.