Es obvio: el médico debe ser buen médico desde el punto de vista técnico. Pero también lo es que esto solo no es suficiente. Y es aquí donde, sobre todo en las últimas décadas, se ha considerado en medicina el binomio arte‐ciencia1. Así, en el siglo XXI se está produciendo un renacimiento de las humanidades médicas en el currículum médico, con nuevos programas y la definición de un amplio modelo para incluir historia, filosofía, literatura y arte, al tiempo que se considera que las humanidades son un recurso pedagógico útil e interesante para la formación de los estudiantes de ciencias de la salud: literatura, teatro, poesía, narrativas o historias de vida, ópera, cine, pintura, etc. se presentan como herramientas que pueden ayudar al estudiante en su formación2. Esto ha dado lugar a publicaciones diversas, muchas de las cuales recientemente en esta misma revista, que han considerado el uso del arte3 y las humanidades1,4, la literatura2,5 y el cine6, con distintos enfoques sobre este tema.
En paralelo, también en las últimas décadas, se ha estudiado el valor potencial del arte dentro del proceso terapéutico y curativo de la enfermedad. Hace unos meses reflexionábamos desde aquí sobre la influencia que la lectura puede tener sobre nuestra salud7 y otro artículo se adentraba en sus efectos terapéuticos8. Aunque se ha tratado la relación entre arte y salud desde hace décadas9, últimamente se han publicado muchos artículos sobre los efectos beneficiosos del arte y su impacto en la salud y en la calidad de vida10-12, tanto en adolescentes13 como en personas mayores que viven en residencias14 o que están enfermas15, en personas con demencia16 o en pacientes con distintas enfermedades psiquiátricas17.
En las últimas dos décadas se ha incrementado el interés en investigar los efectos del arte en la salud y el bienestar. Al mismo tiempo, en diversos países europeos se han iniciado acciones encaminadas a favorecer esta relación. En este contexto, en noviembre de 2019, la Oficina Regional de la OMS para Europa publicó un primer informe en el que examinaba la evidencia existente sobre el efecto de las actividades artísticas en la salud18. En este informe se incluyen los resultados de una revisión de más de 3.000 estudios y se examina la evidencia de las actividades artísticas en la promoción de la salud.
El informe de la OMS18 proporciona una revisión exhaustiva de los beneficios para la salud de la participación, activa o pasiva, en cinco amplias categorías: artes escénicas (p. ej., actividades relacionadas con la música, danza, teatro, canto o cine); artes visuales, diseño y artesanía (p. ej., manualidades, diseño, pintura, fotografía o escultura), literatura (p. ej., escribir, leer o participar en encuentros literarios), cultura (p. ej., ir a museos, galerías, exposiciones de arte, conciertos, teatro o festivales culturales) y arte en línea, en formatos digitales y electrónicos (p. ej., animaciones, realización de películas y diseños por ordenador). Estas categorías combinan compromiso activo y receptivo y, lo que es también muy importante, trascienden las fronteras culturales y permiten flexibilidad para que se desarrollen nuevas formas de manifestaciones artísticas.
En general, los hallazgos del estudio muestran que el arte puede impactar potencialmente tanto en la salud física como mental de las personas. Los resultados de la revisión se agrupan en dos grandes temas: prevención y promoción, y gestión y tratamiento18. En relación con la prevención y la promoción, los resultados muestran cómo el arte puede afectar a los determinantes sociales de la salud, apoyar el desarrollo infantil, alentar comportamientos que promueven la salud, ayudar a prevenir la mala salud y apoyar el cuidado y el autocuidado. Dentro del manejo y el tratamiento de la enfermedad el arte puede ayudar a las personas que padecen enfermedades mentales, apoyar en la atención a personas con afecciones agudas, ayudar a las personas con trastornos neurológicos y en el tratamiento de enfermedades no transmisibles y contribuir al cuidado al final de la vida.
Parece probado, por tanto, que existen vínculos entre el arte y la salud. Así, las actividades artísticas pueden considerarse como intervenciones complejas o multimodales en las que se combinan múltiples componentes diferentes que promueven la salud. Las actividades artísticas pueden comportar un compromiso estético, con participación de la imaginación, activación sensorial, evocación de la emoción y estimulación cognitiva. Y dependiendo de su naturaleza, una actividad artística también puede implicar interacción social, actividad física, compromiso con temas de salud y establecimiento de una relación con entornos de atención médica o entornos saludables19.
Por otro lado, los distintos componentes de las actividades artísticas pueden desencadenar respuestas psicológicas, fisiológicas, sociales y de comportamiento que están vinculadas con los resultados de salud. En una actividad artística están presentes componentes estéticos y emocionales que pueden favorecer la expresión y la regulación de las emociones y también la reducción del estrés20 21-22. Las emociones están íntimamente ligadas a la forma en que manejamos nuestra salud mental y el estrés es un factor de riesgo reconocido para el inicio o progresión de distintas enfermedades, como las cardiovasculares. Por otro lado, cuando se participa en actividades artísticas se produce una estimulación cognitiva que favorece el aprendizaje y el desarrollo de habilidades, se asocia con un menor riesgo de desarrollar demencias y también se interrelaciona con enfermedades como la depresión.
En muchas actividades artísticas se produce interacción social. Esto contribuye a reducir la soledad y favorece la presencia de apoyo social. La soledad y la falta de relaciones interpersonales están vinculadas con respuestas fisiológicas adversas, deterioro cognitivo, funcional y motor, enfermedades mentales y mortalidad prematura18,23,24. Otro aspecto a considerar es la actividad física que se realiza en determinadas actividades relacionadas con el arte, que pueden favorecer la reducción de comportamientos sedentarios, que están asociados con afecciones como dolor crónico, depresión y demencia.
Si, además, las actividades artísticas se asocian a aspectos relacionados con la salud (p. ej., si se realizan en entornos de atención médica, programas artísticos a medida diseñados con objetivos específicos de salud o bienestar, o impartidos por profesionales especializados), se pueden fomentar comportamientos que mejoren la salud. A través de actividades que promuevan, por ejemplo, dietas saludables, la abstención del tabaco, el consumo moderado de alcohol o la visita al médico para revisiones o estudios de cribado, se pueden mejorar las condiciones de salud previas y reducir el riesgo de mortalidad por determinadas enfermedades18.
La revisón de la OMS18 concluye que, aunque hay una gran variedad de enfoques y metodologías, el arte juega un importante papel en la promoción de la salud, ayuda a prevenir la aparición de enfermedades mentales y deterioro físico asociado a la edad, apoya el tratamiento de enfermedades mentales, enfermedades no transmisibles y trastornos neurológicos, y es útil en la asistencia tanto de enfermedades agudas como al final de la vida. Asimismo, señala que, aunque algunos países han avanzado en el desarrollo de políticas sanitarias en las que las actividades artísticas se consideran un importante apoyo para la salud y el bienestar, muchos aún no han abordado las oportunidades que existen en el uso de las artes en este campo. Por este motivo, plantea una serie de consideraciones para los países miembros de la Región Europea de la OMS con el fin de que se apoye el desarrollo de políticas o estrategias a largo plazo encaminadas a lograr una mayor colaboración y sinergia entre los sectores de la salud y las artes, que permita aprovechar su potencial para mejorar la salud global. El desarrollo de programas que implementen estas políticas redundaría en un beneficio mutuo. Para que esto sea posible es preciso apoyar la inclusión de la educación en artes y humanidades dentro de la formación de los profesionales de la salud; esto contribuirá a mejorar sus habilidades clínicas, personales y de comunicación.
Un editorial de The Lancet25, en relación con esta revisión, destacaba el papel de las artes en la promoción de la salud y en la prevención de enfermedades. Así, explicaba, las representaciones positivas de enfermedades mentales en películas, en series de televisión o en representaciones teatrales pueden reducir el estigma y las actitudes negativas frente a estos enfermos, al tiempo que aumentan la comprensión de la enfermedad. Por otro lado, la participación en actividades artísticas puede reducir el riesgo de desarrollar enfermedades mentales al tiempo que aumenta la autoestima y puede proteger contra el deterioro cognitivo. Se ha visto, por ejemplo, que la música puede reducir la frecuencia cardíaca y la presión arterial antes de una intervención quirúrgica y disminuir la ansiedad, el dolor y el uso de analgésicos después de la operación. Mientras el canto puede ayudar a pacientes con enfermedades respiratorias, la música y el baile pueden ayudar a la rehabilitación motora después de un accidente cerebrovascular, el baile puede mejorar los trastornos motores de las personas con enfermedad de Parkinson y la música puede ayudar a los pacientes con demencia a participar en actividades de la vida diaria. Además de los beneficios para la salud y la promoción del bienestar ligado al arte, el riesgo de resultados negativos es muy bajo. El editorial25 señala que una mayor inversión en investigación que evalúe el efecto de las artes en la salud podría generar retornos prometedores.