“El universo del engaño es infinito.
Sea la ilusión del autoengaño,
la mentira piadosa o
la propaganda política,
nunca te deja indiferente”.
M Catalán
Difícil es hablar de la mentira sin hablar de la verdad. Desde un punto de vista cognitivo, decir mentiras requiere más entendimiento e inteligencia que decir la verdad(1). Una mentira precisa de al menos una de las siguientes operaciones mentales: la decisión de mentir, la ocultación de la verdad, la elaboración de la mentira, la observancia de si el receptor cree la mentira, y, de ser necesario, la remodelación de la historia creada para que sea duradera(2).
Si nos expresamos conforme a lo que sabemos, sentimos o pensamos, no faltamos a la verdad. En ocasiones fingimos cualidades o sentimientos contrarios a lo que en realidad experimentamos, o aparentamos rigor, pero eludimos los preceptos, o de forma más rotunda, respetamos la norma, pero traicionamos su espíritu, solo con la finalidad de evitar a otro un disgusto o pena (mentira piadosa), o para obtener ventaja sin producir daño a otro (mentira oficiosa), o causándolo (engaño).
Aunque la mentira es propia de la condición humana, nos genera aversión (quizás por el temor espiritual al pecado contra la verdad: “Quien miente, ofende a la buena gente, y a Dios primeramente”). Sin embargo, no dejamos de practicarla, ya sea por bondad (“mentira que no dañe; y verdad, que no aproveche”), maldad (“la mentira a muchos enriqueció; la verdad, no”) o diversión (“la mentira se viste de mil colores”). La sociedad desaparecería si nos dedicáramos con fervor a decir la verdad a todas horas(3). Morrow ideó una novela distópica que se desarrolla en la ciudad-estado de Veritas, lugar en la que sus preadolescentes tras ser sometidos a una “abrasión cerebral”, estarían obligados a decir la verdad en todo tiempo y ocasión. El conflicto se inicia cuando el protagonista aprende a contar mentiras para consolar a su hijo afecto de una enfermedad mortal(4).
En el ámbito de la salud, hay pacientes que mienten a sus médicos (no cuentan todo los que les ocurre o falsean su verdad - ¿autoengaño?: lo vemos con la dieta, ejercicio, adherencia al tratamiento, etc.; ¿falta de confianza?, no aceptan el consejo dado, porque no les gusta el médico, etc.)(5), y hay médicos que mienten a sus pacientes (principio de nomaleficencia como argumento de maquillar la verdad - “siempre consolar” -, ¿se debe decir siempre la verdad a los pacientes con independencia del diagnóstico y el pronóstico de los mismos?)(6). En este terreno hay un debate con argumentos a favor y en contra sobre ser honestos con el paciente. ¿Cómo equilibrar verdad y esperanza?
¿Qué emociones se encuentran involucradas en la mentira? Se ha hablado de falta de emotividad o el camuflado de las emociones (cara de póker), sobreactuación, sobre gesticulación, fingimiento, la alegría (sonrisa) que oculta cualquier emoción (la sonrisa como máscara) y de vehiculizar la mentira a través de una emoción-es.
La mentira a la orden del día
¿Siente, querido lector, que le mienten los medios de comunicación y los políticos; cuando acude a un banco o a una compañía de seguros; en la verdad sobre el origen de la COVID o en el proceso de elaboración de vacunas, número de fallecidos o de infectados; en los comités de expertos y en las bases científicas de las medidas adoptadas para frenar la pandemia? ¿Ha llegado a sentir que nos mienten en todo?
Mentir no es cualquier cosa. Múltiples áreas cerebrales interactúan para que surja la mentira, cada mentira (sus tipos, por ejemplo, espontánea o elaborada) tiene sus bases neuronales. En las mentiras espontáneas parece estimularse parte del lóbulo frontal relacionada con el funcionamiento de la memoria; en las mentiras elaboradas parece estimularse otra parte más relacionada con la memoria episódica (vinculada a nuestra biografía). Habría pues diferentes redes neuronales implicadas, y en ambos casos distintas a lo que ocurre al decir la verdad(7):
Mentiras espontáneas: parece involucrar sobre todo la corteza cingular anterior, lo que facilita la supresión de lo que hubiera sido la respuesta verdadera; es más rica en detalles, se basa en imágenes visuales o sentimientos codificados en diversas partes del cerebro.
Mentiras elaboradas, ensayadas: se activa más la corteza frontal anterior derecha, involucrada en la memoria episódica
Mentira y verdad: involucran diferentes tipos de trabajo neuro-cognitivo. Mentir implica un procesamiento más profundo que decir la verdad. Al mentir se ponen en marcha diversos procesos cognitivos con su representación cerebral: toma de decisiones, implicación emocional (emociones positivas y negativas) y memoria.
Cuando tomamos “decisiones morales” usamos nuestra corteza prefrontal. Se ha visto que los mentirosos tienen una reducción de la sustancia gris y un aumento de la blanca en comparación con grupos de control. Al mentir se activan zonas relacionadas con atención y concentración y áreas de vigilancia a fin de suprimir posibles errores y suprimir la verdad. En realidad, en la verdad y la mentira participan iguales zonas pero en la mentira son más las áreas que se activan en esas zonas; destaca el sistema límbico que es el activador emocional(8).
La mentira se considera un mecanismo de defensa desarrollado en el cerebro y que entra en acción cuando nos vemos amenazados. El hecho de evitar la verdad, para ocultar errores, intenciones, etc., conduce a un mundo irreal y al vacío e inseguridad; sin embargo, se ha visto que las personas mentirosas están mucho menos preocupadas por asuntos morales.
La mentira forma parte de la psicopatología. Por ejemplo, uno de los criterios diagnósticos del Trastorno de la personalidad antisocial, según la DSM-5, es el “engaño, que se manifiesta por mentiras repetidas…”. Tampoco son infrecuentes las mentiras en el Trastorno de la personalidad narcisista cuando explotan las relaciones interpersonales para sacar provecho.
Resulta curioso que en el siglo XIII, Santo Tomás de Aquino ya destacaba los elementos de la mentira(9): a) lo dicho contrario a la mente (a lo que es o debería ser); b) la voluntad de decir una cosa falsa; y c) la intención de engañar a otro con tal falsedad. Son respectivamente la falsedad material de la mentira, la falsedad formal y la falsedad efectiva. De estos tres elementos, es el segundo, el que propiamente constituye la mentira, porque es la voluntad de enunciar algo falso. Según el Santo Tomas de Aquino no sería mentira expresar algo falso creyendo que es verdad, que sería una falsedad material pero no formal, porque no se profiere con la intención de decir lo falso. Por el contrario, sí lo es decir una falsedad formal con intención y consciencia de mentir, aunque en sí sea verdad. Más cercano a nuestro tiempo, Mark Twain refería también tres clases de mentira(10): a) la racional (lo básico es que lo que se dice, se siente o se hace, se contrapone con la verdad racional; se falsea la verdad por algún interés; es más profunda, mucho más malvada, es la mentira hecha para dañar a los demás); b) la emocional (lo que se dice, se siente o se hace no concuerda con la situación emocional del mundo afectivo); y c) la conductual (se trata de actuar o dejar actuar de forma deliberada para decir que somos lo que no somos). Un ejemplo de Twain acerca de la mentira racional podría ser el caso de un político que le dice a su secretario que su esposa puede que le esté engañando para causar daños en su matrimonio (¿desea hundir a su secretario?, ¿desea a la mujer de su secretario?). En el caso de la mentira emocional un marido llega a casa muy alterado por los problemas que tiene en el trabajo, se muestra enojado, apesadumbrado, pero, realmente, viene de estar con su amante. En la mentira conductual podemos encontrar a un político de mediana edad que “se quita años” tiñéndose las canas y afirmando tener siete años menos cuando llega la ocasión, su narcisismo no le permite no ser el más guapo.
¿Positivo, negativo?
Se ha dicho que el mentiroso es un ser inseguro, egoísta, irresponsable, o inmaduro, o todo ello a la vez. La mentira es tan dañina para quien la recibe como para quien recurre a ella. Pero, desgraciadamente, también se ha dicho que en el mundo del derecho y de la política parece ser un “instrumento de trabajo” que ha llegado a constituir un autentico arte de distorsión de la verdad que, tras la manipulación de creencias y emociones, trata de influir en la opinión pública (elogio manipulador) y en actitudes sociales (posverdad). ¿Será positivo? Hay gente que “no ve mal mentir si conviene”.
¿Cree que le mienten? Tal vez sí, y mucho. ¿O no?