INTRODUCCIÓN
El cáncer es una de las principales causas de mortalidad en todo el mundo. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2020 se registraron más de 19 millones de nuevos casos y se produjeron diez millones de muertes relacionadas con la enfermedad (1). En Europa se concentra el 22,8 % del total de casos de cáncer y el 19,6 % de las muertes registradas, si bien esta región solo representa el 9,7 % de la población mundial. El cáncer de mama es el más comúnmente diagnosticado (2,3 millones de nuevos casos) y representa el 11,7 % de todos los casos de cáncer (2). Asimismo, supone uno de cada cuatro casos de cáncer en mujeres y una de cada seis muertes por esta enfermedad. Esto hace que el cáncer de mama ocupe el primer lugar en incidencia y en mortalidad en muchos países.
Esta situación no mejorará ya que se estima que para el año 2040 la carga del cáncer de mama aumente a más de tres millones de casos nuevos y un millón de muertes cada año (3). A este respecto, las causas del cáncer de mama son complejas y multifactoriales, sin embargo, los factores nutricionales y aquellos relacionados con el estado nutricional juegan un papel importante en el desarrollo de la enfermedad.
CÁNCER DE MAMA
Los factores de riesgo del cáncer de mama se dividen en dos categorías. Por un lado, están los factores de riesgo no modificables (edad, sexo, carga genética, características étnicas, antecedentes familiares, etc.) y, por otro, los factores de riesgo modificables (hábito tabáquico, sedentarismo, hábitos alimentarios, etc.). En este sentido, es bien sabido que entre un 30 % y un 50 % de todos los cánceres puede ser prevenidos a través de hábitos de vida saludables y evitando la exposición a potenciales carcinógenos (4). De hecho, las mutaciones de la línea germinal son poco frecuentes y representan solo del 2-5 % de los casos (5).
Las hormonas están estrechamente relacionadas con el cáncer de mama. Estas influyen en la progresión de la enfermedad modulando la estructura y el crecimiento de las células tumorales epiteliales (6). En este sentido, los diferentes tipos de cáncer varían en función de su sensibilidad. El estado hormonal modifica sustancialmente el riesgo de padecer cáncer de mama, por lo que se establecen diferencias entre mujeres premenopáusicas y posmenopáusicas.
FACTORES NUTRICIONALES DEL RIESGO DE CÁNCER DE MAMA
Uno de los factores afectados por el estado nutricional de un individuo es la talla. En este sentido, se ha observado que las mujeres más altas tienen un mayor riesgo de padecer cáncer de mama (Tabla I). El riesgo aumenta un 6-9 % por cada 5 cm de altura dependiendo de si son mujeres premenopáusicas o posmenopáusicas, respectivamente, (7,8). La talla está condicionada por el estado nutricional, que favorece el crecimiento y desarrollo mamario temprano, por acción de las hormonas (insulina) y los factores de crecimiento (IGF), y condiciona el inicio de la madurez sexual. Un mayor crecimiento lineal se asocia a un mayor número de divisiones celulares, lo que aumenta el riesgo de error durante la replicación del ADN que favorece el cáncer de mama (9).
Otro factor relacionado con el estado nutricional de una persona es la composición corporal. Una mayor cantidad de tejido adiposo se ha relacionado con un aumento del riesgo de cáncer de mama (10). En este sentido, se ha observado que existe un aumento del riesgo de hasta un 12 % por cada 5 kg/m² de índice de masa corporal (IMC) incrementado en mujeres posmenopáusicas (11). Las edades de crecimiento rápido son una ventana crítica para el desarrollo de tumores mamarios. Un alto contenido de tejido adiposo se asocia a una mayor concentración de hormonas circulantes, resistencia a la insulina e hiperinsulinemia, lo que favorece un ambiente carcinogénico y suprime la apoptosis celular programada. Aunado a ello, la obesidad se asocia con un estado inflamatorio crónico de bajo grado que secreta citocinas y adipocinas proinflamatorias que podrán favorecer el desarrollo de cáncer de mama (12). Sin embargo, un mayor IMC se asocia a un menor riesgo de padecer cáncer de mama en mujeres premenopáusicas. En este sentido, se ha podido observar que el riesgo disminuye hasta en un 7 % por cada 5 kg/m2, si bien la heterogeneidad entre los estudios evaluados es elevada (13). Es posible que un mayor contenido de tejido adiposo induzca anovulación y, por lo tanto, una concentración más baja de hormonas ováricas (14).
Una mayor circunferencia de cintura también se asocia a un mayor riesgo de cáncer de mama. En este sentido, se ha observado que existe un aumento del riesgo del 11-15 % por cada 10 cm aumentados en este parámetro (11). Esta relación no es lineal y el riesgo se reduce a partir de los 80 cm en mujeres premenopáusicas (13). En esta misma línea, se ha observado que un mayor índice cintura-cadera (ICC) aumenta el riesgo de padecer cáncer de mama. Este aumento es menos acusado en mujeres posmenopáusicas (10 %) que en mujeres premenopáusicas, en las que el riesgo es superior (15 %) por cada 0,1 unidades de ICC aumentado (11). Sin embargo, la curva mostró un incremento más pronunciado en mujeres posmenopáusicas después de 0,8 unidades aumentadas (13). A este respecto, es probable que diferentes hormonas esteroideas jueguen un papel entre la obesidad y el cáncer de mama. La insulina también podría promover el crecimiento del tumor al inhibir la fijación de los estrógenos circulantes, provocando una mayor concentración de estrógenos biodisponibles (15).
El peso al nacer se ha identificado como un condicionante del riesgo de padecer cáncer de mama. Es este sentido, se ha observado que en mujeres premenopáusicas existe un aumento del riesgo en un 9 % por cada 500 g y muestra una relación lineal cuando este es superior a 3,5 kg (16). Esta asociación no se ha observado en mujeres posmenopáusicas. Se ha sugerido que el peso al nacer es una medida útil de la exposición intrauterina a los estrógenos. De hecho, se ha observado que existen mayores concentraciones de estradiol en los recién nacidos de mayor peso (17). Una mayor exposición intrauterina a esta hormona podría explicar el aumento del riesgo de cáncer de mama.
El aumento de peso corporal ha sido asociado con un aumento del riesgo de cáncer de mama. En este sentido, se ha podido observar que existe un aumento del riesgo del 7 % por cada 500 g de peso aumentado en mujeres posmenopáusicas (11). De hecho, cualquier aumento de peso después de los primeros años de la edad adulta parece conducir a un mayor riesgo (18). En este sentido, se estima que existe un aumento de peso anual medio de 0,5 kg/año (19) principalmente a partir de tejido adiposo, metabólicamente más perjudicial. De hecho, existe un mayor riesgo de cáncer de mama en mujeres con más de 12 años del inicio de la menopausia (20).
El consumo de alcohol aumenta el riesgo de cáncer de mama. A este respecto, se ha observado que por cada 10 g de etanol el riesgo aumenta un 5-9 % (13). Su consumo está asociado a una alteración de la concentración de estrógenos que favorece el incremento en la proliferación celular y alteraciones en los receptores de estrógeno. También se ha sugerido una conexión con la prolactina, los biomarcadores de estrés oxidativo, la formación de aductos de ADN o el aumento del monofosfato de adenosina cíclico (21).
El consumo de frutas y vegetales se asocia a una reducción del cáncer de mama. En este sentido, se ha observado que existe una reducción del riesgo de un 29 % (22). Las frutas y verduras contienen potenciales nutrientes y compuestos bioactivos con actividad antitumoral. Además, estos grupos de alimentos forman parte de un patrón de alimentación saludable con el potencial de generar un entorno interno que evita el crecimiento y la progresión del tumor (23). De hecho, una alta adherencia a un patrón dietético saludable se asocia con una reducción del riesgo de cáncer de mama en un 38 % (22).
Por otro lado, el consumo de carnes rojas y carnes procesadas ha sido asociado con un aumento del cáncer de mama. En este sentido, se ha observado que por 100 g/día de carne roja aumenta un 10 % el riesgo, mientras que por cada 50 g/día de carne procesada el riesgo aumenta en un 18 % (24). El efecto carcinogénico de estos alimentos podría atribuirse a compuestos mutagénicos subproductos de la cocción a altas temperaturas. Otros potenciales compuestos son el hierro hemo, la calidad de los lípidos o ácido N-glicolilneuramínico, que podrían aumentar la inflamación, el estrés oxidativo y la formación de tumores (25).
CONCLUSIÓN
Los factores nutricionales, o que dependen del estado de nutrición, son en gran medida modificables y prevenibles, por lo que deben considerarse al diseñar programas de prevención de cáncer de mama eficaces. En este sentido, es recomendable llevar a cabo una dieta saludable que incluya todos los grupos de alimentos en las cantidades aconsejadas. Mantener durante toda la vida un peso corporal adecuado cobra vital importancia para reducir el riesgo de cáncer. Dado que el aumento de peso corporal suele estar acompañado de un aumento del tejido adiposo, es recomendable reducir este parámetro si se encuentra por encima de lo aconsejado. Un adecuado control del aumento de peso materno y del feto mejorará el riesgo futuro del recién nacido.