INTRODUCCIÓN
En el estado de salud influyen en gran medida los hábitos de vida adquiridos, ya que son comportamientos que el sujeto realiza de manera regular y sistemática (1-4). Entre estos hábitos, la alimentación se considera uno de los factores predictores principales que definen el llamado “estilo de vida saludable adquirido” (5-9).
El hábito de alimentación que se incorpora al estilo de vida puede generar beneficios para la salud o, por el contrario, amenazas para la vida futura de un sujeto. Según sea la orientación de los hábitos de alimentación, el estilo de vida se va a convertir en uno de los principales predictores para que la salud adquiera una tendencia positiva o negativa (10-14). La alimentación y la nutrición juegan un papel destacado en el desarrollo de enfermedades crónicas asociadas con la edad, como son las enfermedades cardiovasculares, hipertensión arterial, diabetes tipo 2, obesidad, algunos tipos de cáncer y osteoporosis (15-17).
Conocer el estilo de vida nos puede orientar a la hora de establecer modificaciones en las conductas de los sujetos que vayan encaminadas a mejorar la salud de su estilo de vida (18,19). Desde esta perspectiva, va a ser fundamental poder evaluar y determinar el nivel de salud de los hábitos de alimentación dentro del estilo de vida, ya que, de este modo, podremos reafirmar determinados hábitos positivos y/o redirigir otros hacia modelos tendentes hacia la salud. Igualmente, es importante promover el conocimiento y la formación en hábitos de alimentación, ya que existe una relación directa entre el nivel de formación y el nivel de estilo de vida saludable adquirido (20). Según sean las características de la población estudiada, el nivel del estilo de vida puede variar notablemente (21-23).
La mayoría de investigaciones nacionales e internacionales que analizan los estilos de vida incorporan los hábitos de alimentación como elemento fundamental, ya que tienen una influencia determinante sobre las diversas vertientes que definen el concepto holístico de salud (salud física, psicológica y afectivo-social). La mayoría de trabajos que cuantifican el grado de salud en la alimentación y la calidad de la dieta destacan un alto porcentaje en la población que posee malos hábitos y necesita modificar sus conductas alimentarias, siendo en los hombres y en las edades más tempranas donde se registran los peores resultados (24).
Es por ello que el objetivo de la presente investigación se ha centrado en evaluar los hábitos de alimentación dentro del estilo de vida saludable adquirido por adultos españoles de edades comprendidas entre 22 y 72 años. Para ello, se ha utilizado un cuestionario de evaluación denominado Escala de Evaluación del Estilo de Vida Saludable Adquirido (E-VEVSA), formado por 52 ítems y siete dimensiones, entre las cuales se encuentra el factor 5, denominado “Hábitos de alimentación saludable”.
MATERIAL Y MÉTODOS
PARTICIPANTES
Fue seleccionada una muestra incidental y aleatoria de 788 su- jetos adultos (49,5 % hombres y 50,5 % mujeres) de edades comprendidas entre 22 y 77 años. La selección de los participantes se realizó mediante muestreo no probabilístico, aleatorio e intencional (Tabla I).
INVESTIGADORES COLABORADORES
Los sujetos diana eran seleccionados por médicos de familia que atendían a sus pacientes en centros de salud pertenecientes a la Región de Murcia y a Castilla-La Mancha. En función de las necesidades muestrales de sexo y edad de los sujetos, seleccionaban de sus pacientes en consulta aquellos que cumpliesen las condiciones de inclusión en nuestro estudio. Esta circunstancia facilitaba la cumplimentación del instrumento de medida y eliminaba la posibilidad de encontrarnos mortandad experimental.
REPRESENTATIVIDAD DE LA MUESTRA
Al ser un estudio de naturaleza descriptivo relacional con un diseño ex post facto, la muestra no es representativa de la población de las comunidades autónomas de Murcia y Castilla-La Mancha, por lo que fueron seleccionados teniendo en cuenta la obtención de unos adecuados valores de potencia en los estadísticos aplicados y la presencia de normalidad en las variables relacionadas. Para ello, seleccionamos un mínimo de diez sujetos por cada uno de los ítems que conformaron el cuestionario inicial.
INSTRUMENTO
Se utilizó la escala E-VEVSA (Anexo 1), que fue administrada por médicos de familia en centros de Atención Primaria de la Comunidad de Castilla-La Mancha (España) y la Región de Murcia (España). Dicha escala está formada por 52 ítems estructurados en siete dimensiones:
Responsabilidad individual en el cuidado de la salud.
Hábito de práctica física-deportiva.
Hábitos de salud en las relaciones sociales.
Hábito de consumo de tabaco, alcohol y otras drogas.
Hábitos de alimentación saludable.
Hábitos de salud psicológica.
Hábitos de sueño y descanso diario.
Las pruebas psicométricas exploratorias y confirmatorias realizadas arrojan una fiabilidad global de la escala en la prueba alfa (α) de Cronbach de 0,848 y explican una varianza total del 67,846 %. Siete de los ítems de la escala global se agruparon formando la dimensión o subconstructo n.o 5 (Hábitos de alimentación saludable), que explicó una varianza parcial del 8,67 % y un α de Cronbach de 0.744.
Toda la investigación se realizó siguiendo las normas deontológicas reconocidas por la Declaración de Helsinki (revisión de 2008) y siguiendo las recomendaciones de Buena Práctica Clínica de la CEE (documento 111/3976/88 de julio de 1990) y la normativa legal vigente española que regula la investigación clínica en humanos (Real Decreto 561/1993, sobre ensayos clínicos). El estudio recibió la aprobación del Comité Ético de Investigación (CEI) de la Universidad de Murcia. Además, todos los sujetos firmaron un consentimiento informado donde se les garantizó el completo anonimato a la hora de realizar el tratamiento de los datos. Asimismo, para la selección de los participantes fueron determinados como criterios de exclusión: no tener una edad inferior a 20 años, ya que por encima de este límite nos aseguramos una mayor estabilidad de los hábitos adquiridos por los sujetos; y no sufrir graves patologías diagnosticadas, por lo que no se incluyeron sujetos con patologías orgánicas de media o severa gravedad, tanto físicas como mentales. Asimismo, fueron descartados aquellos sujetos que dejaban sin contestar más de dos ítems del cuestionario y, a su vez, determinamos de forma consensuada que los datos perdidos serían reemplazados por los valores medios de las puntuaciones de los ítems.
PUNTUACIONES
La puntuación máxima posible en la escala era de 260 y la mínima, de 52. Por otra parte, la puntuación mínima para el factor n.o 5 (Hábitos de alimentación saludable) fue de 7 y la máxima, de 35. Los ítems se redactaron variando las codificaciones positivas y negativas con relación al estilo de vida y, aunque la forma de respuesta siempre se ordenaba con las modalidades de 1 a 5 (1: nunca; 2: casi nunca; 3: a veces; 4: con bastante frecuencia; 5: con mucha frecuencia), unos ítems puntuaban de 1 a 5 y otros, de 5 a 1, según fuese su orientación positiva o negativa para la salud. Dichas puntuaciones serían recodificadas tras introducir los datos para su análisis mediante el programa informático SPSS versión 28.
El nivel de clasificación del hábito de alimentación (nada saludable: 7-14; poco saludable: 15-21; tendente hacia la salud: 22-28; saludable: 29-35) se calculó dividiendo en cuatro intervalos la diferencia entre la puntuación máxima, que fue de 35, y la mínima, que fue de 7.
RESULTADOS
RESULTADOS DESCRIPTIVOS Y RELACIONALES
En la tabla II observamos los datos de fiabilidad (α de Cronbach) de los ítems, la fiabilidad global y la varianza parcial explicada por el factor y los descriptivos correspondientes a las puntuaciones obtenidas en cada uno de los ítems que definen el factor de hábitos de alimentación saludable en la escala E-VEVSA. La media de todos los ítems del factor (mínimo = 1; máximo = 5) fue de 3,58 ± 0,49 (3,50 ± 0,51 en varones y 3,65 ± 0,45 en mujeres). En la suma global del factor nos encontramos una media de 25,08 ± 3,45 (24,56 ± 3,17 en varones y 25,58 ± 3,63 en mujeres).
*La subescala de hábitos de alimentación saludable obtuvo un alfa de Cronbach parcial de 0,744 y una varianza parcial explicada del 8,67 %.
†La media de las puntuaciones (1-5) fue de 3,58 ± 0,49 (3,50 ± 0,51 en varones y 3,65 ± 0,45 en mujeres). En la suma global del factor nos encontramos una media de 25,08 ± 3,45 (24,56 ± 3,17 en varones y 25,58 ± 3,63 en mujeres).
‡La suma de las puntuaciones en cada ítem determina el total obtenido en la dimensión.
‡La modalidad de puntuación oscila entre 1 y 5, por lo que el rango de puntuaciones está entre el intervalo 7-35.
En la tabla III podemos ver las correlaciones establecidas entre los ítems incluidos en el factor n.o 5 (Hábitos de alimentación saludable). Las correlaciones más altas y significativas las encontramos agrupadas en diferentes conjuntos de ítems. Por un lado, hay altas correlaciones entre los ítems 13, 26 y 53, que hacen referencia al consumo diario en la dieta de fruta, agua abundante y pescado, descendiendo los valores de r de Pearson entre estos ítems y los ítems 7, 20, 32 y 56 (consumo de dulces, embutidos, refrescos y carne). Asimismo, las correlaciones son más elevadas entre los propios ítems que hacen referencia a alimentos de la dieta no saludables. Todas las correlaciones fueron estadísticamente significativas (p < 0,05 y p < 0,01).
*La correlación es significante al nivel 0,05 (bilateral).
†La correlación es significativa al nivel 0,01 (bilateral).
La tabla de contingencias con la prueba de Chi-cuadrado (χ2) de Pearson y el análisis de residuos tipificados corregidos que relaciona el nivel en los hábitos de alimentación saludable y el sexo (Tabla IV) nos indica una asociación positiva y significativa (p < 0,005) de la mujer con el nivel saludable, indicando un residuo tipificado corregido (rtc) = 4,3, mientras que los hombres se asocian positiva y significativamente al nivel del hábito tendente hacia la salud (rtc = 2,7) y negativamente a los hábitos de alimentación saludable (rtc = -4,3). Según el intervalo de puntuaciones asignadas para clasificar el nivel de salud en los hábitos de alimentación, podemos observar que el 68,3 % de la población presenta un nivel de hábitos de alimentación tendente hacia la salud, un 15,7 % posee hábitos poco saludables y un 16 % presenta hábitos saludables.
χ2 de Pearson = 24,50; p < 0,0005.
*Nivel de clasificación del hábito de alimentación: nada saludable (7-14), poco saludable (15-21), tendente hacia la salud (22-28), saludable (29-35).
En la tabla V observamos una tendencia a mejorar el nivel del hábito de alimentación saludable con la edad. De esta forma, mientras que los jóvenes entre 20 y 40 años se asocian positiva y significativamente (p < 0,005) con un hábito poco saludable (rtc = 2,9), en la franja que abarca de 49 a 55 hay una asociación positiva y significativa con un nivel saludable de los hábitos de alimentación (rtc = 2,3).
RESULTADOS INFERENCIALES
La prueba t de Student para muestras independientes (Tabla VI) señala diferencias significativas entre hombres y mujeres en seis de los siete ítems que conforman el factor n.o 5 sobre hábitos de alimentación saludable. A excepción del ítem “Beber abundante agua en mi dieta diaria (entre dos y tres litros)”, donde los hombres presentan una media significativamente más elevada (p < 0,05), en el resto de los ítems y en la puntuación global del factor las mujeres presentan puntuaciones significativamente más altas.
Media de puntuaciones (hombre-mujer): (7) = 3,53-3,58; (13) = 3,92-4,14; (20) = 3,29-3,40; (26) = 3,60-3,42; (32) = 3,74-4,00; (53) = 3,55-3,93; (56) = 2,93-3,11. Total factor: 24,56-25,68.
En el modelo lineal general (ANOVA), que relaciona las puntuaciones obtenidas en el global del factor de hábitos de alimentación saludable con los diferentes tramos de edad (Tabla VII), observamos que, con el transcurso de la edad, se produce un aumento significativo del nivel de hábito de alimentación saludable (p < 0,0005), que alcanza la media de puntuación más elevada en el tramo de 49-55 años (25,74 ± 3,16).
Variable dependiente: hábito de alimentación saludable. Media de las puntuaciones en cada franja de edad: 22-40 = 24,55,40 ± 3,89; 41-48 = 24,88 ± 3,46; 49-55 = 25,74 ± 3,16; 56-72 = 25,07 ± 3,45. Potencia observada: ,881. F = 6,91; p < 0,005. a Calculado con alfa = ,05. b R cuadrado = ,037 (R cuadrado corregida = ,033).
DISCUSIÓN
Los resultados de nuestra investigación señalan que el 68,3 % de la población presenta un nivel de hábitos de alimentación tendente hacia la salud, un 15,7 % posee un hábito poco saludable y un 16 % presenta hábitos saludables.
La correlación establecida entre los siete ítems que conforman este factor del estilo de vida nos señalan la existencia de una asociación muy marcada en la adquisición de hábitos positivos y negativos de alimentación para la salud, de tal forma que los valores de correlación r de Pearson más elevados se encuentran entre las puntuaciones más altas obtenidas en los ítems 13, 26 y 53, que hacen referencia al consumo diario en la dieta de fruta, agua abundante y pescado, con las puntuaciones más bajas obtenidas en los ítems 7, 20, 32 y 56, que se refieren al consumo de dulces, embutidos, refrescos y carne. También ocurre de forma inversa, circunstancia que nos indica que los hábitos positivos de alimentación saludable tienden a agruparse y potenciarse entre sí, pero del mismo modo ocurre con los hábitos no saludables. Estos datos nos revelan que no suelen combinarse hábitos saludables con no saludables, sino que existen tendencias positivas y/o negativas en los hábitos adoptados.
Es importante conocer los hábitos de alimentación de la población, ya que poseen una gran influencia en la salud general. Como señalan Rounsefell y cols. (24), en una búsqueda sistemática de seis bases de datos de literatura observacional publicada entre 2005 y 2019, el porcentaje de adultos de 40 a 74 años con un índice de masa corporal ≥ 30 kg/m2 aumentó del 28 % al 36 % (p < 0,05) y el hábito de comer cinco o más frutas y verduras al día ha disminuido del 42 % al 26 % (p < 0,05). Es, por tanto, muy importante poder conocer estos hábitos y diseñar instrumentos que puedan cuantificar y evaluar el hábito de salud en relación con la alimentación.
En el contexto de Suramérica, Barrón y cols. (25) utilizaron la escala llamada Fantástico para evaluar el estilo de vida en 187 adultos mayores chilenos con una media de edad de 71,4 ± 6,2 años, de los cuales el 88,5 % eran mujeres. Las autoras encuentran un estilo de vida general bueno y muy bueno en el 96 % de los sujetos, debido probablemente a la desproporción hacia el sexo femenino de la muestra ya que, tal y como destacan diversas investigaciones y corroboran nuestros resultados, las mujeres se asocian a niveles superiores de salud en el estilo de vida general y en los hábitos de alimentación en particular (26,27). Los datos relacionados con el nivel de hábitos de alimentación son similares a los obtenidos en nuestra investigación, destacando que el estado nutricional del 52 % de la muestra era normal, clasificación que en nuestros datos se correspondería con el 68,3 % tendente hacia la salud.
Por su parte, Ramírez-Vélez y Agredo (26) emplearon la misma escala anterior (Fantástico) para evaluar el estilo de vida en 550 adultos colombianos de edades comprendidas entre 20 y 64 años (el 26 % hombres y el 74 % mujeres). La media en las puntuaciones de la dimensión llamada “Nutrición” estaba por encima de la que encontramos en nuestra investigación, de tal forma que en varones fue de 4,4 ± 1 y en mujeres, de 4,5 ± 1 (en E-VEVSA encontramos 3,50 ± 0,51 en varones y 3,65 ± 0,45 en mujeres).
Insfrán Falcón y cols. (27) valoraron el estilo de vida relacionado con el sobrepeso y la obesidad en una muestra de 75 sujetos con edades comprendidas entre 18 y 60 años utilizando una escala creada por Pardo y cols. (28), que consta de cinco dimensiones coincidentes con la mayoría de las incluidas en E-VEVSA. Los autores obtienen resultados en la valoración de los hábitos de alimentación similares a los registrados en nuestra escala, ya que manifiestan que un 68 % de los sujetos necesita cambios para mejorar en sus hábitos de alimentación, mientras que tan solo un 32 % posee un estilo de vida saludable.
Revisamos los datos aportados por Durán Agüero y cols. (29), que encuestaron a 458 adultos mayores chilenos de entre 60 y 100 años (36,9 % hombres y 63,1 % mujeres). En el estudio de los hábitos de alimentación, determinaron que el 11,2 % de los hombres y el 11,4 % de las mujeres presenta hábitos alimentarios saludables, mientras que el 54,4 % de los hombres y el 42,9 % de las mujeres presenta hábitos alimentarios no saludables. Finalmente, en la suma de ambas escalas, los resultados de estos autores señalan que tan solo el 16,6 % de los hombres y el 17,6 % de las mujeres se sitúan dentro de una buena calidad de la alimentación, coincidiendo plenamente con nuestros resultados obtenidos en la escala E-VEVSA.
Ya en España, Tur y cols. (30) evaluaron la calidad de la dieta en una población mediterránea de 1.200 sujetos (498 hombres y 702 mujeres) de 16 a 65 años de edad utilizando el llamado Índice Internacional de Calidad de la Dieta (DQI-I). Se llevó a cabo una encuesta nutricional transversal en las Islas Baleares (España) entre los años 1999 y 2000. Nuestros resultados son coincidentes con los observados por estos autores, ya que la puntuación total del DQI-I alcanzó el 43 % de la puntuación posible, lo cual indicó que la dieta balear era una dieta de mala calidad.
Por otro lado, nuestros resultados coinciden con los aportados por Serra-Majem y cols. (31) en población catalana. Utilizaron dos recordatorios de 24 horas, un cuestionario de frecuencia de consumo y un cuestionario general sobre actividad física, conocimientos y actitudes sobre alimentación y uso de suplementos alimentarios en una muestra de entre diez y 75 años de edad de 2.641 individuos en el periodo 1992-93 y de 2.060 en 2002-03. Los autores destacan la disminución en el consumo de patatas, carne, pescado, frutas y verduras, y el aumento en el consumo de zumos de frutas, leche y derivados y bollerías. Asimismo, observan diferencias en función del sexo y la edad. Al igual que en nuestra investigación, señalan que el 75 % de la población catalana necesita cambios en su alimentación, para adecuarse a las recomendaciones de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC).
Datos muy valiosos en población española son los aportados por Norte Navarro y Ortiz Moncada (32), al analizar en su investigación la calidad de la dieta española en una muestra de 29.478 personas (15.019 mujeres y 14.459 hombres) mediante el llamado Índice de Alimentación Saludable (IASE). Los resultados obtenidos revelan un gran paralelismo con nuestros datos, ya que los autores destacan que el 72 % del total de la muestra necesita cambios en su alimentación diaria. También destacan diferencias significativas en los hábitos de alimentación a favor de las mujeres y con el transcurso de la edad y, de esta forma, en la categoría saludable obtienen mayor porcentaje (38,8 %) el grupo de edad mayor de 65 años y las mujeres (28,3 %) frente a los hombres (18,4 %).
Por otro lado, en una investigación para evaluar y monitorear el estado dietético de los estadounidenses, Bowman y cols. (33) utilizaron el Health Eating Index, que fue calculado para todas las personas de dos años o más con muestras finales de aproximadamente 5.200 en 1994, 4.900 en 1995 y 4.800 en 1996. Los resultados del estudio son similares a los obtenidos en E-VEVSA, destacando que la mayoría de las personas tiene una dieta que necesita mejorar. Aproximadamente el 12 % de la población tiene una buena dieta y el 18 % tiene una dieta deficiente. Los estadounidenses necesitan especialmente mejorar su consumo de frutas y productos lácteos. Al igual que en nuestros resultados, también destacan unos hábitos menos saludables en los varones y en etapas inferiores de edad, ya que los hombres de 15 a 18 años, en particular, tienden a tener dietas de menor calidad.
Quirantes Moreno y cols. (34) afirman que los malos hábitos alimenticios están generando graves problemas de salud, sobre todo, de índole cardiovascular en Estados Unidos y los países del este europeo. Los autores destacan que, en Estados Unidos y Reino Unido, más del 20 % de la población es obesa. Incluso en algunos subgrupos de población de Estados Unidos la prevalencia de obesidad llega a alcanzar el 50 %. Países como China, Japón y algunos africanos presentan tasas de prevalencia inferiores al 5 %, pero incluso en estos, en algunas ciudades o zonas “occidentalizadas” el problema puede alcanzar hasta el 20 %.
La evaluación y el conocimiento de los hábitos de alimentación nos pueden permitir establecer programas tendentes a modificar aquellas conductas alimentarias que sean inadecuadas. En este sentido, Coelho y cols. (35) aplicaron un programa de ejercicios físicos y reeducación dietética durante dos años en una muestra de 104 sujetos (77 mujeres y 27 hombres, con una media de edad de 54,04 ± 7,7 años). Después de seis meses de aplicación y desarrollo del programa, hubo una reducción significativa en el peso y el índice de masa corporal y, notablemente, un aumento en la condición física, estableciéndose modificaciones significativas en la ingesta de alimentos al finalizar el mismo y constatándose el cambio en el estilo de vida. No obstante, coincidimos con Oliva Rodríguez y cols. (36) en que el periodo más importante y sensible para generar hábitos de alimentación saludable se sitúan en la etapa escolar. Los autores, en un estudio cuasiexperimental aleatorizado de una muestra de 107 alumnos de 9-15 años de edad, realizaron una intervención educativa breve por parte de un profesional sanitario y reevaluaron los conocimientos de alimentación y hábitos de vida saludables dos meses después en todos los alumnos. Después de la intervención educativa, los alumnos del grupo de intervención evidenciaron de forma significativa más conocimientos relativos a alimentación y hábitos de vida saludables que los alumnos del grupo control.
CONCLUSIÓN
Nuestra investigación aporta como novedad un nuevo instrumento de medida que, en manos del médico de familia, puede determinar de forma rápida y económica el nivel en el estilo de vida saludable adquirido de forma general y el nivel en los hábitos de alimentación saludable en particular. A partir de esta información, podremos planificar y desarrollar programas preventivos de salud para reorientar los hábitos de alimentación en aquellos sujetos que tienen niveles bajos de salud en las puntuaciones de su estilo de vida y reforzar las conductas y hábitos de aquellos que se encuentran en puntuaciones de estilo de vida saludable.